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Relato erotico: “Mi hermano; el origen de mis quebraderos de cabeza” (POR HELENA)

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PORTADA ALUMNA2

-¿Me estás escuchando? – preguntó Nerea insistentemente desde el sofá de al lado.
Sin título-Siii… – respondí por inercia mientras mis pensamientos fluían en otra dirección.
Me hubiese gustado contestarle que francamente, me importaba una mierda lo que me estaba contando. Llevaba más de una hora relatándome con todo lujo de detalles las guarradas que había puesto en práctica la noche del sábado anterior, cuando desapareció con un idiota que había conocido en la discoteca.
-Ya… Sigues dándole vueltas a esa atracción fatal que sientes por tu hermano, ¿no? Se te ve a leguas…
Suspiré arrepentida. Nunca debí habérselo contado y sin embargo, a principios de verano cometí exactamente esa tontería. La noche de San Juan, entre una cerveza y otra, le confesé lo que me venía rondando por la cabeza desde hacía algunos meses. Sí, exacto, mi hermano. Mi hermano mayor, el mismo que recuerdo guardándome con recelo de todo lo que nos rodeaba desde que tengo uso de razón. Incluso ahora, que tenemos 18 y 20 años.
-Bueno, está de toma pan y moja, claro…- continuó divagando – uno no desfila en su tiempo libre por ser un callo. Pero no te ofendas cuando afirmo que es un gilipollas integral.
Volví a suspirar. ¿Qué sabría ella? Mi hermano no se portaba bien con ninguna de mis amigas, y menos con Nerea. Solía decirme que no lograba entender qué más me podía aportar su compañía aparte de una ignorancia en estado puro. Pero Alejandro no era así. Era muy cariñoso y atento, siempre tenía un beso de buenos días para toda la familia y los cabreos no le duraban más de unas pocas horas en el caso más extremo. Bueno, exceptuando el que le acompañaba desde que había comenzado el verano.
Cuando comenzó a hacer sus pinitos en el mundo del modelaje nadie se lo tomó en serio, ni siquiera él mismo. Pero lo cierto es que mi hermano ha participado en desfiles con bastante asiduidad desde que se subió por primera vez a una pasarela, respaldado por una agencia de modelos que le descubrió cuando acompañaba a un amigo a un casting para figurar como extra en una película que se rodó en el barrio hace unos tres años. Siempre logró compaginarlo con sus estudios hasta este año, que comenzó a tomárselo más en serio y eso repercutió negativamente en su carrera. Y por ende, también en el humor de mis padres, que le insisten hasta la saciedad en que debe formarse, ya que lo que ahora le permite desfilar no le durará toda la vida. Él lo sabe, estamos muy unidos y me lo dice a menudo. No tiene intención de dejar la carrera, es sólo que cada vez le salen cosas más en serio y las cantidades de dinero que le ofrecen van en aumento. Es normal que se deje embaucar por eso, pero no hay nada que temer. Alejandro sabe perfectamente lo que tiene que hacer así que este verano le prometió a mis padres recuperar al menos la mitad de las asignaturas que le quedaron a lo largo del curso – que fueron casi todas porque durante la convocatoria de febrero estuvo en Milán y a la de Junio llegó apenas una semana antes tras desfilar en Barcelona -.
¡Y allí estaba yo! Sola con mi hermano en Madrid, renunciando a las dos semanas de playa en Málaga que me correspondían por terminar el bachillerato y aprobar la selectividad con matrícula. Pero no podía dejarle solo, él siempre me regalaba lo que quería desde que comenzó a percibir ingresos extras por “poner morritos”. Me llevaba con él si desfilaba fuera y podía acompañarle y en concreto, aquel año se había lucido. Me llevó a Grecia durante las vacaciones de Semana Santa porque además coincidía con mi cumpleaños. Grecia, el sueño de mi vida. Creo que fue a partir de entonces cuando empecé a verle como a un chico y no como a un hermano. Siempre supe que iría a Grecia pero nunca me imaginé que mi vida cambiaría de forma tan radical allí.
-Laura, joder… ¡Es tu hermano, tía! – las palabras de Nerea interrumpieron de nuevo mis cavilaciones.
-Lo sé, pero…
Ambas nos enderezamos en el sofá fingiendo ver la televisión cuando la puerta de casa se abrió. Alejandro entró sonriente con una amiga, la presentó brevemente antes de acercarse para besarme cariñosamente la coronilla y desapareció camino de su habitación con la ahora colorada amiga, que le siguió evitando mirarnos directamente. Inmediatamente se me formó un nudo en el estómago.
-Lo ves, es un cretino. Es un buen hermano, te compra un montón de cosas y te lleva por ahí siempre que puede, pero nadie en su sano juicio se enamoraría de alguien como él. En realidad estás en la mejor posición posible.
-Nerea, ¡por favor! – exclamé suplicante para que no me torturase más.
Mi secreto estaba a salvo con ella, era mi mejor amiga desde que éramos unas crías. Pero que mi mejor amiga carecía de tacto alguno, era una verdad incuestionable.
-Esa idiota estará dejándose hacer de todo pensando que se ha ligado al hombre de su vida y las dos sabemos que le importa un comino esa tía. Mañana traerá a otra y le hará lo mismo.
Opté por guardar silencio mientras Nerea se levantaba para llevar de vuelta a la cocina los vasos del refresco que nos habíamos tomado.
-En serio, Laura, ¿tanto te mola?
-“Molar” es una mierda para definirlo, créeme… – admití tras unos segundos.
-Pues “estar jodida” es cojonudo para describirte, ¿sabes? Porque es imposible, olvídalo…
Nerea se incorporó de nuevo, anunciando con toda naturalidad que necesitaba mear. Se dirigió al baño mientras yo me quedé en el salón, sumida en una espiral de pensamientos catastrofistas en los que me veía a mí misma odiando a cada una de las idiotas que cruzaba el umbral de la puerta de la mano de mi hermano. Nerea tenía razón, en todo, Alejandro pasaría de cada una de ellas y lo nuestro era imposible.
-¡Jo-der! ¡Tu hermano es un puto sádico de mierda! ¡Da más asco de lo que pensaba! – exclamó mi amiga moderando el tono de voz desde la entrada del salón. La miré sin entender a qué se refería y la seguí sin saber el motivo cuando me invitó con un gesto a hacerlo.
Caminamos hasta la puerta de la habitación de mi hermano y nos paramos ahí, Nerea me indicó que guardase silencio y apenas unos segundos después mi corazón latía desbocado al escuchar lo que estaba pasando al otro lado de la puerta.
Alejandro, – mi adorable hermano – le profería toda clase de insultos en un cierto tono juguetón a la pobre chica que nos había presentado hacía poco menos de media hora. La chica emitía algún vago sonido de aceptación de vez en cuando, mientras Nerea se desternillaba al escucharla totalmente sometida. No me hizo gracia. Sentí vergüenza ajena de todo aquello y regresé encolerizada al salón mientras los jadeos de la “amiga” de Alejandro comenzaban a hacerse escuchar por todo el pasillo.
Nerea me siguió reprimiendo las carcajadas y agradecí para mis adentros que hubiese optado por hacerme compañía en silencio en lugar de intentar argumentar algo coherente que sin duda hubiese terminado siendo una sandez de las suyas. Bueno, esta vez no se equivocaba. La que erraba era yo. No hacía falta ser una lumbrera para darse cuenta.
La puerta de la habitación de Alejandro se abrió pasada apenas una hora y la chica se deslizó a través de la entrada de mi casa hacia la salida sin dar ni pío. Mi hermano se asomó alegre a la puerta del salón tras despedir a su “putita” de turno.
-Nerea, guapa. Ya es de noche, ¿no te echan en falta en tu casa? – Bromeó acercándose para sentarse a mi lado. Le miré de reojo comprobando que ya vestía su pijama. Unos pantalones de algodón holgados y una camiseta fina de manga corta.
-¿Y tú? ¿No era que tanto tenías que estudiar, Alejandrito?
-Ya he estudiado todo lo que tenía pensado estudiar para hoy – contestó con cierto orgullo.
-La leyenda urbana es cierta, ¿sabes? Los modelos, en cuanto habláis, la cagáis de pleno – replicó mi amiga.
Me levanté con la excusa de llamar a mis padres para ver qué tal por Málaga antes de que la cosa fuera a más, Alejandro y Nerea solían mantener tensas conversaciones de vez en cuando. En realidad, creo que en el patio del colegio él y sus amigos ya jugaban a apuntar a Nerea y a mis amigas con el balón de fútbol.
Tras acompañar a mi amiga a la puerta llamé a mis padres y de nuevo les relaté un día más lo bien que iba todo y lo mucho que estudiaba mi hermano. Cuando me fue imposible continuar al teléfono por más tiempo, colgué y me escurrí discretamente a mi habitación. Solía cenar en salón con mi hermano mientras hablábamos de un sinfín de cosas, pero aquella noche eso era lo que menos me apetecía. Me puse mi camisón de verano y me recosté en cama dispuesta a leer un poco antes de dormir. Sabía por qué leía y aun así no era capaz de evitarlo. Los renglones de las páginas se desvanecían en mis pupilas mientras en mi cabeza sólo había lugar para una cosa; La posesiva voz de mi hermano dirigiendo cada acción que aquella zorra había llevado a cabo para él en su habitación. Era rastrero pero de todos modos, si no quería engañarme, tenía que admitir que la envidia me corroía. Yo hubiese hecho cosas mucho más rastreras por tener la oportunidad de que mi hermano…
Mi cuerpo dio un respingo sobre el colchón cuando mi puerta se abrió tras un par de golpes de nudillos desde el otro lado.
-¿No vienes a cenar? – preguntó la voz del origen de mis quebraderos de cabeza.
-No, no tengo hambre. Hemos estado picando algo mientras veíamos la tele…
Mi hermano desapareció por dónde había venido sin objetar nada, pero no tardó en regresar con una manzana en su mano. Entró de nuevo en mi habitación con naturalidad y se tumbó en cama a mi lado.
-Estás triste, ¿es por algún chico? ¿Quieres que le parta la cara a alguien?
<< A la guarra de tu amiga, para empezar >> Pensé. Sin embargo contesté con una negación tratando de ser convincente.
-¿Qué lees? – me preguntó arrebatándome el libro unos segundos para otear la portada.
Obtuvo su respuesta, así que me limité a recuperar mi postura anterior y continué leyendo. O haciendo que leía, me resultaba imposible hacerlo con mi hermano tumbado a mi lado en mi cama. No debería ponerme así por eso, ya he mencionado que él siempre ha sido muy cariñoso, lleva tumbándose en mi cama de esa forma durante toda su vida.
-¿Mal rollo con Nerea? – sugirió en un desesperado intento por entablar conversación.
Negué de nuevo con la cabeza. Esta vez acompañado de una mirada de curiosidad que no pude reprimir al preguntarme qué le había hecho deducir aquello.
-Es tonta, ya te lo he dicho…
-Es mi amiga, Alejandro. Yo también te lo he dicho – le interrumpí en un tono más cortante del que realmente pretendía.
-Sí, claro… – acató sin rechistar.
-Amiga de verdad. No como las tuyas – lancé medio en broma tratando de quitar hierro al asunto.
Alejandro se rió. Bueno, al menos conseguí que él se riese. A mí me enterraba en vida que él tuviese esa alocada vida sentimental mientras la mía era una infinita estepa por su puñetera culpa.
-¿Olga? – sí, Olga. Así se llamaba la afortunada de aquella tarde. Ya no me acordaba – ¡ni siquiera es mi amiga, Laura! Creo que ambos lo sabemos – me certificó entre risas.
-¿Nueva novia?
Él rió todavía más fuerte.
-¡Ni hablar!
Me reí con él dando pie a una conversación que se alargó hasta altas horas de la madrugada mientras yo maldecía el hecho de que fuéramos hijos de los mismos padres. Recuerdo vagamente que mientras me quedaba dormida despotricaba mentalmente acerca de la injusticia que se había cometido al darme aquel hermano, ¿no podía tener un mocoso infantil que me hiciera la vida imposible y que rebuscase en el cajón de mi ropa interior para reírse con sus amigos? No, a mí me tuvo que tocar el guapísimo hermano protector y cariñoso. Sí, <<¡mierda!>> fue lo último que pensé antes de dormirme.
Y <<¡mierda!>> fue lo primero que pensé al despertarme cuando me encontré a Alejandro con una bandeja de desayuno al lado de mi cama.
-¡Buenos días, Laurita! ¿Qué tal si desayunas y nos vamos de compras? ¿Te hace?
<<¡Joder Alejandro! ¿Qué si me hace? ¡Sigue así y acabarás consiguiendo que escriba mi nota de suicidio!>>
-No tengo dinero – contesté intentando excusarme.
-Pero yo sí, ¡tonta!
Me rendí. Desayuné y acepté la jornada de shopping con mi hermano, sabiendo que se me caería la baba cada vez que se probase algo.
El día transcurrió maravillosamente. Alejandro tenía la vaga idea de que su hermana pequeña estaba sufriendo por algún amor – y aunque estaba atinado con eso, al menos no se imaginaba que el sujeto que desataba todo aquello era él mismo -. Y para más inri, me dio un par de consejos para pasar de quien quiera que fuese. << ¡Gracias Alejandro!>> pensé. Pero el broche de oro fue el hecho de que estuviese realmente preocupado y que por eso me acaparase durante unos días, llevándome de aquí para allá y buscando mil cosas diarias que hacer juntos. ¡Ideal para olvidarle!
Sopesé la opción de decírselo, de verdad. Se me ocurrió que quizás fuese más sano. Al menos podría conseguir cierta distancia entre nosotros. Pero no lo hice. Y supongo que decidí callármelo precisamente para evitar esa distancia que supuestamente me ayudaría a obviarle con más facilidad. Me volvía loca, ya no podía pensar en otra cosa que en provocar sus atenciones. No resultaba difícil en absoluto, se deshacía en ellas cada vez que me mostraba mínimamente compungida y me gustaba. Me encantaba, para ser sincera.
La noche del viernes me dejé caer sobre su torso en el sofá, mientras veíamos una película. No esperaba su rechazo, pero me sorprendió que él me acogiese bajo su brazo y me hiciese un hueco todavía más cerca de él de lo que yo buscaba. Me alegré inútilmente y me embargó la agonía de tener que refrenar mi imaginación. No, no podía intentar nada más porque aquello no era ninguna insinuación. Alejandro era cariñoso porque era mi hermano.
Al día siguiente – el sábado por la mañana – me dijo que había invitado a un par de amigos a tomar unas cervezas en casa antes de salir. Se tomaba muy en serio lo de levantarme la moral porque me dejó caer que se lo mencionase a Nerea por si no quería estar sola en medio de sus amistades. No me hacía especial ilusión avisarla, le quería para mí sola el mayor tiempo posible antes de que llegasen nuestros padres. Pero ya que él había organizado un botellón en casa con sus amigos, yo avisé a Nerea y a Noa. Noa está también entre mis mejores amistades, pero en un rango bastante por debajo del de Nerea y por supuesto, ella no sabe nada de lo de Alejandro. Bueno, sólo Nerea y yo lo sabemos.
Noa aceptó encantada la invitación. A pesar de que mi hermano tenía fama de borde entre mis amigas, ninguna rechazaba la oportunidad de compartir estancia con él. Odiaba esa reacción por parte de mis amigas. Sobre todo desde que mi desdén me hizo ver que si supiesen jugar bien sus cartas, cualquiera de ellas podría tener una lícita oportunidad con él que a mí siempre se me denegaría por sentido común.
La noche llegó después de un día tranquilo en casa y tras cenar algo ligero me metí en la ducha repasando mentalmente las opciones de vestuario que tenía. Al final me decanté por estrenar el vestido claro que mi hermano me había comprado esa misma semana.
Me crucé con Alejandro por el pasillo, salía de la habitación de mis padres con el pelo todavía mojado y ataviado solamente con un bóxer. Se había duchado en el baño de mis padres para no esperar a que yo dejase libre el de casa. Inconscientemente aparté la cara de su cuerpo cerrando los ojos al pensar que mi mirada estaba mostrando mucho más de lo que yo quería dejar ver. Pero él se rió de mi reacción.
-¿Qué pasa? ¿Te da apuro verme así? – inquirió con pasmosa naturalidad burlándose de mí. Se me escapó una risa nerviosa pero ni con ésas fui capaz de volver a mirarle mientras los dos nos reíamos como tontos – ¡¿Laurita?! ¡Venga ya!
No parecía creérselo mientras me asediaba en ropa interior cada vez más sorprendido de mi reacción. Comenzó a tirar de la toalla que me envolvía haciendo el amago de dejarme tal y como nuestra madre me trajo al mundo.
-¡Anda, Laurita! ¿Cuántas veces nos hemos duchado juntos? ¡No puede ser! – exclamaba mientras me hacía cosquillas por encima de la toalla.
-¡Alejandro, por favor! – imploré mientras reunía el valor necesario para mirarle aparentando cierta seguridad. Él se rió al ver mi cara.
-¡Pero si estás como un tomate! ¡Tonta! – se burló antes de abrazarme y estamparme un enorme beso en la frente.
Acto seguido se encaminó hacia su habitación meneando la cabeza mientras yo me quedaba hiperventilando en el pasillo sin perderle de vista. <<¿ Por qué a mí? >> pregunté retóricamente al techo de mi casa. No obtuve respuesta pero supongo que si el techo pudiese dármela me contestaría; “por desviada mental”.
Me vestí tras cerrar la puerta de mi habitación y me maquillé un poco antes de volver a salir. Alejandro estaba en la cocina hablando por teléfono, repitiendo de mil formas distintas que no pensaba salir esa noche. En seguida deduje que se trataba de alguna de sus “amigas”. Le observé mientras me abría una botella de cerveza. Llevaba unos vaqueros oscuros que le quedaban de vicio perfectamente combinados con unas final zapatillas de tela y un ligero polo de manga corta que adquiría más percha sobre él de la que en realidad debiera tener. Colgó el teléfono tras despedirse y me miró con una enorme sonrisa.
-¿Mejor así? – preguntó con cierta gracia imitando un giro de pasarela.
No pude contener la risa y asentí mientras me reía.
-¿Ligaré esta noche? – planteó con fingido aire narcisista mientras se alborotaba un poco el pelo.
Se me encogió el corazón de repente y di un trago largo a mi cerveza. Él seguía esperando mi respuesta.
-Claro Alejandro. Tú siempre ligas – admití dejando caer mi mirada sobre la encimera de la cocina.
-Bueno, pero esta noche no seré el único – dijo convencido –, de lo contrario, dormiré con mi querida hermana. Te lo prometo.
A punto estuve de escanciar la cerveza por la nariz al escuchar aquello. ¿Alejandro bajo las sábanas conmigo? Como poco tendría sueños húmedos. ¡No! ¡De ninguna manera!
-¿Conmigo? ¿Por qué? – pregunté con más desesperación que curiosidad.
-Porque me apetece, Laura. Hace años que no dormimos juntos, me encantaba dormir contigo y de repente te da corte verme en calzoncillos aunque recuerdo que estuviste allí la primera vez que desfilé en ropa interior – la respuesta me dejó rota. Me hubiera gustado explicarle que eso fue cuando él todavía era mi hermano, no un hombre que hacía volar un deseo que yo trataba desesperadamente de enterrar – ¡a veces me gustaría no haber crecido, créeme! – añadió.
No supe lo que quiso decir ni tuve tiempo para sopesarlo detenidamente, lo achaqué a algún repentino complejo de Peter Pan, quizás ocasionado por algún numerito de alguna de sus “amigas”. El timbre sonó y él se dirigió a la puerta para abrir. Escuché las voces de sus amigos y distinguí una por encima de las otras. Iván, el bruto del grupo. Solía andar mucho con Alejandro y el resto, pero optó por trabajar tras terminar la ESO mientras que mi hermano y los demás siguieron estudiando, de modo que su tiempo para los colegas fue menguando paulatinamente.
-¡¿Laurita?! – exclamó un sorprendido Iván al verme en la cocina cuando entraron portando más alcohol. Le saludé vagamente con un movimiento de cabeza. Si Alejandro mantenía que Nerea era tonta, yo me apostaba una mano a que Iván era retrasado mental -¡Joder Jandrito! ¡Cómo ha crecido la cría! ¿La han visto en tu agencia? ¡Seguro que le salen más chollos que a ti!
Sí, definitivamente podría apostarme todas las extremidades y las conservaría todas.
-¡Eh, animal! ¡Nada de Laurita! Laura para ti, y de apellido; “intocable” ¿entendido? – espetó mi hermano en el acto.
Iván se reía mientras guardaba las bebidas en el frigorífico pero continuó echándome alguna que otra mirada mientras le comentaba a “Jandrito” que habían invitado a algunas “nenas”. Los imbéciles de sus amigos siempre les decían a las “nenas” que su amigo “Jandrito” era modelo… Mi hermano bromeaba diciendo que esa noche se tomaría un descanso, pero no se lo creía ni él. Al parecer, las “nenas” estaban de muerte.
Me terminé la cerveza y me acerqué a la nevera para procurarme la segunda mientras ellos hablaban de tías como si yo fuese uno más del grupo que de un momento a otro aportaría sus gilipolleces a la conversación de machos cabríos que estaban manteniendo en la cocina de mi casa.
Mis plegarias fueron escuchadas, Nerea y Noa llegaron antes de que mi segunda cerveza bajase más allá de la mitad.
-Me termino esto y nos piramos, ¿entendido? Por cierto Nerea, duermo en tu casa – dije nada más abrirles la puerta.
-¿Qué coño dices? ¡Yo duermo en tu casa! – Contestó mi amiga con desparpajo –. Es decir, he quedado con un tío y no pienso venir aquí con él. Pero me resultaría difícil explicarles a mis padres que tú duermes en mi casa y yo en la tuya.
Miré a Noa esperando el favor…
-Se supone que yo también duermo aquí… – me dijo con la boca pequeña.
¡Joder! Las mandé a la mierda mentalmente y me dirigí a la cocina para ofrecerles una cerveza a mis dos mentirosas amigas mientras yo apuraba la mía al tiempo que disfrutábamos de la delicadeza que mi hermano y sus amigos derrochaban al intercambiar detalles de sus rolletes, ahora instalados en cómodamente en los sofás del salón como si desde allí no se escuchase nada en la cocina. Nerea me miraba de reojo cada vez que salía a colación algún detalle acerca de Alejandro, pero yo me hacía la sueca. Lo sabía, Alejandro era un cerdo con las tías y sin embargo a mí me trataba mejor que nadie en el mundo. ¡Mierda! Yo también quería que él pudiese tratarme así, yo quería poder montarle un numerito por haberme prometido mucho hasta que terminase en su cama en lugar de simplemente odiar todo porque eso era imposible.
-Oye, podemos quedarnos un poco más, ¿no creéis? – preguntó Noa al terminarse su cerveza y cogiendo tres más en la nevera – a mí me resulta interesante escucharles. No deja de ser instructivo…
Dejé caer la cabeza sobre la mesa de la cocina, sintiendo arder mis mejillas tras haber cenado demasiado ligero y haberme bajado dos cervezas casi de penalti. El alcohol siempre me sentaba fatal, no solía beber.
-¿Instructivo para qué? ¿Acaso aspiras a prostituta o simplemente a golfa titulada? A mí me parecen unos cerdos – atajó Nerea.
-¡Venga ya, Nerea! ¡Ni que nosotras no hayamos hecho cada cosa que están mencionando ahí! Suena así fuera de contexto pero no me niegues que lo disfrutas cada vez que lo haces…
Nerea se rió mientras aceptaba la segunda cerveza y me pasaba mi tercera. Prácticamente me aferré a ella al reparar – gracias a mis dos buenas amigas – en que yo seguía buscando a alguien para empezar a hacer todo aquello. Me refiero a alguien que no fuese mi hermano. No es que me faltasen ocasiones pero es que a decir verdad, creo que nunca se me revolucionaron las hormonas en grado sumo al atravesar la dichosa edad del pavo. No, nadie me llamó la atención especialmente durante esa etapa. Estaba demasiado ocupada sacando sobresalientes en todas las asignaturas, con las actividades extraescolares, con los idiomas y con mi hermano. El gilipollas que me había disparado las hormonas a tiempo tardío. ¡Joder! ¿Cómo que nunca se me habían disparado las hormonas? ¿Qué coño era sino obsesionarme con mi hermano como si me fuera la vida en ello?
Casi sin quererlo reparé en lo adormecidos que parecían mis dedos y de repente, igual que un día vi a Alejandro y deseé probar esos labios hasta el punto de culparme por ello, así de inevitablemente supe que estaba como una cuba. ¡Genial! Justo a tiempo de recibir a nuestras invitadas VIP, las “nenas” que conformaban el harén que Iván había prometido al llegar. Ni siquiera me levanté. Las vi desfilar hacia el salón todas peripuestas y luego me las imaginé poniendo ojitos a mi hermano mientras escuchaba una a una cómo le saludaban.
Creo que me sentí descorazonada. Vacié de un trago lo poco que quedaba en la botella de mi tercera cerveza y me levanté para armarme con otra. El camino hacia la nevera fue suficiente para que decidiese cometer una estupidez, supongo que en un arrebato de no sé muy bien el qué, me decanté por un buen cubata de vodka. Nunca antes lo había probado pero me pareció un momento inmejorable. Mis amigas miraron asombradas mi destreza como barman mientras llenaba el vaso hasta más de la mitad con vodka y lo rellenaba con un chorro de lima antes de poner unas piedras de hielo que hicieron derramar parte del contenido por encima de la encimera. Lo hubiese limpiado pero ¡qué demonios! ¡Ya lo haría Alejandro creyendo que había sido alguno de sus colegas! Volví a mi silla y comencé a beber aquella mierda ante los incrédulos ojos de mis amigas mientras escuchábamos las risitas de las putillas que habían venido a conocer a mi hermano.
¡Que les den! ¡Yo soy su hermana! Vale, no puedo follármelo, pero a mí me quiere. A mí me cuida, me lleva de viaje, me regala un montón de cosas y se interesa por lo que hago. Mi particular remedio alcohólico bajó por mi garganta mientras pensaba que a efectos prácticos estaba en el mismo punto que aquellas zorras. Ambas partes anhelábamos algo que no podíamos tener de Alejandro, así que éramos igual de desgraciadas. No tenía nada a lo que aferrarme para declararme vencedora, o por lo menos, mejor parada que ellas. ¡Mierda otra vez!
-¡Laurita, niña! ¡Estás más pedo que Alfredo! – exclamó el bruto de Iván al entrar en la cocina en busca de copas para las “nenas”.
Con mil esfuerzos le mostré el dedo corazón de mi mano izquierda completamente erguido sobre los demás dedos acuclillados, provocando las carcajadas de mis amigas, que a esas alturas ya no estaban mucho mejor que yo.
-¡Hay que ver! ¡Verás cuando te vea Jandrito!
-¡Que te den por el culo! ¡A ti, a Jandrito y a vuestras zorras! – contesté disimulando la cólera con mi elevada tasa de alcoholemia.
Iván se retiró sin decir nada más. Nada que yo escuchase, al menos.
-¿Por qué no te lo tiras? – me preguntó Noa entre risas –. Está de buen ver, si yo fuera tú ya lo habría intentado…
Nerea lo desaprobó en el acto. Pero la idea se fraguó en mi cabeza. Sí, Iván no estaba mal. Me reí al encontrarme sopesando la opción. ¡Sí que había bebido! Si estuviese sobria le habría contestado que tirarse a Iván sería lo más parecido posible a experimentar el sexo de las cavernas en plena era moderna. Y sin embargo, el mismo cerebro que me había salvado el pellejo en cada examen de mi vida me decía que Iván era perfecto para desahogarme. Si “Jandrito” podía llevarse a cama a quien le diese la gana, entonces yo también podía. No, no dormiría sola, dormiría con quien menos se lo esperaba mi hermano. Y eso me provocaba cierta satisfacción teniendo en cuenta que él estaba en el salón rodeado de unas “nenas” cuyas únicas expectativas que generaban eran las de ser muy zorras.
Me incorporé como buenamente pude tras beberme hasta la última gota de aquella cosa asquerosa y caminé hasta el salón. Me apoyé en el marco de la puerta e intentando elevar mis pesados párpados entoné una pastosa voz;
-Iván, ¿puedes venir un momento? – torcí ligeramente mi boca en una sonrisa para resultar un poco coqueta pero no tengo ni idea de lo que acabe mostrando, pues todo el mundo me miró como si acabase de abrirme camino desde el corazón de una tumba.
Alejandro me miraba estupefacto, lo distinguí perfectamente entre dos de sus amiguitas.
-¿Qué quieres? – me preguntó Iván.
-Enseñarte algo –. Pude escuchar las risas de mis amigas, que provenían de la cocina mientras seguramente cruzaban apuestas.
Iván miró a Alejandro con curiosidad, que le dedicó un duro gesto en medio de los infantiles gritos de desafío del resto de sus amigos.
Creí que no vendría, me sentí gilipollas plantada en el marco de la puerta intentando que uno de ellos viniese conmigo ignorando de ese modo a unos bien curveados zorrones de su edad que lucían embutidas en prendas de las que mi madre me reprendería solamente por mirar. Pero finalmente se levantó y se dirigió hacia mí con un gesto de desconfianza.
Caminé por el pasillo hacia la puerta de mi habitación ante la incrédula mirada del amigo de mi hermano. << Ven, joder >> pensé. Y como si lo hubiera dicho en voz alta, él me siguió. Entré esperando que me siguiera sólo unos pasos más y para mi sorpresa, lo hizo.
-Oye, Laura. Me estás poniendo un poco nervio…
No le dejé terminar la frase. Me abalancé sobre él tras cerrar la puerta y comencé a besarle. En un principio me rehusó como pudo, sin llegar a apartarme, pero pronto se dejó llevar.
-Laurita, Alejandro me va a colgar, nena… – dijo haciendo un descanso para levantarme la falda del vestido y colar la mano a ras de mis ropa interior al tiempo que me arrastraba apresuradamente hacia la cama.
Suspiré mientras me dejaba caer sobre mi colchón lanzando lejos los zapatos.
-¿Quieres que le pidamos permiso? Mi hermano tiene que aceptar que su hermana pequeña ya no es pequeña, ¿no te parece?
-Estás muy pedo, tía. Si fueses cualquier otra… pero…
Me tapé la cara con las manos sin poder creérmelo, ¿iba a rechazarme? ¡Iván! ¡El tío cuya única aspiración en la vida era “probar chochetes” iba a dejarme tirada en cama por mi hermano! ¿Es que mi desafortunado criterio para fijarme en alguien iba a perseguirme siempre?
Reuní todo el coraje que fui capaz y sin dejar ver nada bajo el vestido me deshice de la pieza inferior de mi ropa interior para arrojarla a los pies de un Iván que me miraba debatiéndose entre lo que quería y lo que debía hacer.
-Aún con un par de cervezas encima, yo soy intocable para quien a mí me dé la gana. No para quien lo diga mi hermano.
Definitivamente, por mi boca hablaba el alcohol. Y si los oídos no me la jugaban, acababa de pedirle al tío más cerdo que era capaz de mentar que me follase.
Sí, por desgracia no me fallaban. Iván se deshizo rápidamente de la parte de arriba de su indumentaria y tras descalzarse se abalanzó sobre mí acaparándome por completo. Apagué la luz de la habitación en un desesperado intento de esconderle a mi vista a quién pertenecía aquella boca que me ahogaba, o aquellas manos que apenas me dedicaron un par de caricias para elevar mi vestido sobre mi cintura y buscar mi sexo al tiempo que inducían a las mías a ocuparse del suyo.
Intenté relajarme esperando que la incómoda sensación que me producían sus dedos buscando con insistencia la entrada de aquel lugar en el que nadie me había tan siquiera rozado con anterioridad desapareciese poco a poco dejando paso a ese placer del que todo el mundo hablaba. Pero el momento parecía no llegar y el hecho de tener que frotar su pene erecto entre mis manos casi por obligación no me ayudaba en absoluto.
De hecho me maldije a mí misma cuando tras forcejear un poco, consiguió introducirme un dedo y comenzó a moverlo salvajemente de dentro hacia afuera. No lo soportaba más, el dolor era cada vez más agudo y mientras mi escasa libido caía en picado, él parecía experimentar todo lo contrario.
Unos fuertes golpes en la puerta hicieron que “mi gran amante” cesase en su empeño por taladrarme – literalmente -.
-¡Iván, nos vamos! – gritó uno de los amigos de mi hermano.
Respiré aliviada por partida doble. Creí que ya no había marcha atrás en mi precipitada decisión y que había sido Alejandro el que había golpeado la puerta.
-¡Voy dentro de un rato! – contestó Iván haciendo que desease un coma temporal en aquel instante.
-No, Iván. Me refiero a que nos vamos todos…
-¡Iván! ¡Animal de bellota! ¡Sal de ahí ahora mismo! – ése sí era Alejandro. Su voz hizo que Iván se incorporase de inmediato tratando de vestirse lo más aprisa posible.
Escuchamos cómo los chicos le insistían a mi hermano para que no entrase mientras yo trataba de recolocarme el vestido sobre cama e Iván terminaba de ajustarse la bragueta. En ese mismo instante la puerta se abrió de golpe y el corazón me dio un vuelco al ver la cara de Alejandro.
-¡Lárgate ahora mismo! – gritó sin contemplaciones.
-Tío, tu hermana tiene una edad, ¿sabes? No vas a decirle siempre…
Alejandro se pellizcó el puente de la nariz cerrando los ojos.
-Iván, si sigues hablando como poco te parto la cara… ¡Lárgate joder! ¡¿Qué parte no entiendes?!
Iván se armó de valor y rebasó la posición de mi hermano marcando las distancias. Alejandro me miró como si le hubiera decepcionado y me dejó sola en mi habitación. Escuché que pedía a todos que se fueran. Incluso a Nerea y a Noa, que le insistieron levemente en entrar a mi habitación. Pero no las dejó.
Me senté en cama, todo me daba vueltas y las náuseas se mezclaban con el enfado, la ira y la impotencia que me provocaba pensar en lo ocurrido. Alejandro podía ser protector conmigo hasta cierto punto, y me gustaba que lo fuera. Pero aunque me sentí aliviada cuando hizo que Iván saliese de allí a toda prisa, me frustraba que él mismo echase por tierra mi intento de olvidarme de él durante unos instantes. Después de todo, yo sólo intentaba hacer lo correcto.
Trastabillé hasta el baño intentando no hacer ruido y me arrodillé frente a la taza justo a tiempo. Aparté la cabeza del retrete tras vomitar y tiré de la cadena, observando el chorro de agua y sintiendo unas repentinas ganas de meter mi cabeza en aquel remolino de agua fresca sin reparar en que era mi propio baño.
-Laura, ¿estás bien?
En ese momento dejé caer mi cabeza hacia delante, deseando que llegase a inclinarse lo suficiente como para ahogarme. Alejandro estaba allí. Y él fue el culpable de que mi nariz ni siquiera rozase el hueco del retrete. Me incorporó y me sentó en el la taza mientras abría el grifo del agua caliente de la bañera.
-Dúchate anda – me dijo con cierta resignación.
Obedecí y regresé a mi habitación sin cruzármelo. La ducha me había sentado bien, sobre todo teniendo en cuenta que mi cuerpo había sido lo suficientemente inteligente como para organizar un “autolavado” de estómago. Y aunque mi cabeza todavía no contaba con la agilidad con la que solía contar, mi percepción comenzaba a adquirir cierta cordura. Recogí mis braguitas del suelo de mi habitación tras ponerme el camisón y me topé de bruces con mi hermano al darme la vuelta.
-Dame. Iba a echarlas en el cesto de la ropa sucia.
No supe qué decir, de modo que hice lo que me pedía y me metí en cama sintiéndome una mezcla entre patética y desesperada, deseando que las sábanas que me cubría me hicieran invisible al resto del mundo. Mi hermano apareció poco después ataviado con la ropa que usaba para dormir.
-¿Hay un sitio para mí? – preguntó acariciándome el pelo cariñosamente.
Le hice un sitio en cama, aliviada de que aún mantuviese su promesa después de lo ocurrido y me aovillé dejando que él me abrazase pegando su pecho a mi espalda. La tranquilidad me invadió al verme de aquella forma con él, olvidándome momentáneamente de los sentimientos que me aplastaban desde que habían aparecido por primera vez y reconfortada de que así fuese.
-Lo siento – susurré.
Pude notar cómo suspiraba. Su cara estaba incluso más cerca de lo que me imaginaba.
-Así que Iván, ¿eh? – Dijo tratando de parecer desenfadado – no me lo trago, ¿en qué pensabas, Laurita?
-No lo sé. Supongo que en lo que se piensa en esas situaciones… – contesté tras descartar por completo la opción de contarle en qué coño estaba pensando e intentando zanjar el tema sin dar más vueltas.
-Pues te creía más cuerda, la verdad. Iván está a años luz de merecer besarte los pies – dijo suavemente dándome un beso en la coronilla y volviendo a acomodarse.
¡Me quería morir! ¿Cuerda yo? ¡Lo que me faltaba! Entonces alucinaría si supiese que desde hacía unos meses me había monopolizado por completo. Bueno, definitivamente no iba a decírselo, pero de repente sentí la necesidad de pararle los pies, ardiendo en el la frustración que sentí al pensar que era inútil dejar que me dijese aquellas cosas.
-Bueno, eso lo decidiré yo… Tú no me preguntas qué opino de tus “amigas”.
Le escuché reírse.
-Porque no necesito que me lo digas. Creo que no dejan lugar a dudas sobre lo que hay que opinar de ellas y tú eres demasiado inteligente como para que se te pase por alto algo tan obvio.
Torcí el gesto de mi cara en la oscuridad otorgándole la razón a Nerea. Mi hermano era un cerdo como hombre y eso me frustraba aún más por ser su única excepción.
-Pues entonces no sé ni para qué te molestas con ellas… – rezongué en voz baja con un inconfundible tono de irritación.
Lo notó. Tuvo que notar mi enfado y quizás mis celos, porque se arrimó a mí todavía más y me estrechó entre sus brazos al tiempo que buscaba mi oído con sus labios apoyando su cabeza suavemente sobre la mía.
-Porque tengo que seguir buscando…
Mi corazón iba a mil por hora, Alejandro me estaba susurrando al oído y mi piel se estaba erizando al tenerle tan sumamente cercano. Tragué saliva intentando disimular mi reacción y busqué algo coherente que decir mientras él enterraba su nariz en mi pelo. No lo encontré, sólo podía dejarme llevar por la forma en la que mi hermano hacía que mi nuca cosquillease cada vez que su aliento la rozaba.
-Necesito a alguien a quien querer como a ti. De verdad – los ojos se me quedaron como platos en el mismo momento en que me susurró eso. Sí, probablemente no se refería a lo que yo quería creer ni él pensaba que yo fuese siquiera a pensar en algo así. Contuve la respiración y continué escuchando sus palabras –. Pero no encuentro a nadie que me interese, que me haga reír o que me motive lo más mínimo como para compartir horas de conversación. ¿A ti no te pasa nunca?
Suspiré y por primera vez sentí pena por aquellas que pasaban por la cama de mi hermano. En especial por Olga.
-Supongo que a todos nos pasa, pero eso no te da derecho a tirártelas y ya está, ¿sabes? Deberías ser consecuente y pasar de ellas hasta que apareciese eso que buscas – mi voz sonó inesperadamente parecida a la de mi madre cuando nos llamaba la atención por algo que no le había gustado.
Alejandro se rió y me soltó para ponerse boca arriba a mi lado. Me extrañé pero no hice nada al respecto.
-¡No tienes ni idea de nada!
<<¡Mira quién va a hablar!>> pensé. ¡Ahora encima me trataba como a una cría! Eso me fulminó.
-¡Sí que la tengo! – protesté encendiendo la luz de la mesilla de noche y dándome la vuelta en cama para mirarle. Su perfecta cara casi me hace echarme atrás pero continué con mi réplica – ¡¿No creerás que porque me llames “Laurita” voy a ser una niña toda mi vida?! Y de todos modos es de dominio público que por norma general, el apetito sexual de los hombres es desmedido en comparación con el de las mujeres. No soy tan inocente como crees. Y sí, yo también tengo mis necesidades…
Y mi cuerpo daba fe de ellas cuando él se hallaba tan próximo. Me miró con ternura, se acercó de nuevo y me abrazó arrastrándome ligeramente entre sus brazos cuando se inclinó sobre mí para apagar la luz.
-Ojalá no fueses mi hermana – susurró antes de besarme cerca de la sien.
¡¿Qué?! El corazón se me detuvo de repente para comenzar a latir a un ritmo vertiginoso.
-¿Por qué? – pregunté por acto reflejo sin sopesar si de verdad quería escuchar la respuesta a aquella pregunta.
-Lo sabes perfectamente – me contestó con naturalidad acomodando la cabeza sobre la almohada.
No, no lo sabía. Mejor dicho, no quería saberlo. ¿Qué demonios me estaba dando a entender? ¡Joder! Deseé con todas mis fuerzas estar equivocada o de lo contrario, mi hermano me lo estaba poniendo en bandeja. Me quedé petrificada entre sus brazos, sin saber qué hacer ni qué esperar de él. Pero Alejandro se limitó a mantener su postura como si nada. ¿De verdad iba a dormir tranquilamente después de decirme algo así, o es que acaso yo ya había llegado al desquiciante punto de entender en las inofensivas palabras de un hermano lo que sólo tenía lugar en mi cabeza?
-¿Quieres que me vaya? – preguntó relajado.
-No – le respondí echa un manojo de nervios como buenamente pude.
-Si quieres que me vaya lo entenderé, en serio. Me parecería normal que te incomodase…
¡¿Que me incomodase el qué?! ¡Dilo Alejandro, joder! ¡Termina la frase porque mi cabeza está comenzando a jugármela! Pero no dijo nada más y su frase inconclusa sólo sirvió para empeorar más las cosas. La posibilidad de que algo pasase entre nosotros empezaba a ahogarme más que nunca. Hasta ese momento no había nada que temer porque se suponía que mi hermano nunca cometería el mismo error que yo. Pero era eso lo que me estaba diciendo, ¿no? ¡Mierda! No tenía ni idea de hasta qué punto él me estaba diciendo lo que yo me imaginaba.
-¿Que me molestase el qué? – dije con la débil voz que me salió a causa del nerviosismo. Para ser sincera, creo que me sentía como alguien se tiene que sentir en el momento exacto antes de sufrir una parada cardiorrespiratoria.
Pude escuchar cómo se reía levemente y me lo imaginé sonriendo en la oscuridad. ¡Joder! ¿Cómo podía tener ese aplomo? Si es que me estaba diciendo lo que yo creía, ya que tampoco descartaba la opción de que todo fuera fruto de mi imaginación.
-¿En serio hace falta que lo diga? Acabas de soltarme un discurso acerca de lo que has crecido y de tus amplios conocimientos sobre las necesidades de hombres y mujeres – guardé silencio por obligación. Mi cuerpo enmudeció sin aviso previo – bueno, yo soy un hombre y tú una mujer, ¿verdad? ¿Necesitas más ayuda? – negué con la cabeza sin tener ni puñetera idea de cómo íbamos a proceder a partir de ese momento que tanto había deseado en soledad y que ahora quería suprimir a toda costa.
– No quiero que me veas como a un peligro potencial – continuó diciéndome – ni nada de eso. Sé que somos hermanos y tengo claro el lugar que ocupo aunque no pueda evitar quererte más que a nada en el mundo.
¿Quererme más que a nada en el mundo? ¿Lo había dicho él? Me sentí como si estuviese cayendo en un abismo y el golpe fuera a ser brutal. Estaba más confundida en ese momento de lo que lo había estado desde que tenía memoria de mi existencia y esa misma memoria me llevaba inevitablemente a reconocer que era lo más bonito que nadie me había dicho jamás. Mi hermano me quería, sonreí como una boba en la oscuridad, fútilmente ilusionada por sus palabras intentando separarlas de la parte en la que dijo que sabía el lugar que ocupaba.
-¿Laura? – Levanté la cabeza esperando a que continuase hablando – necesito que me digas en serio si esto te molesta o no. Me preocupa de verdad que a partir de ahora me rechaces… Me gusta ser cariñoso contigo y aunque lo entendería, me dolería tener que guardar las distancias contigo o que vieses en mis muestras de afecto algo que…
No lo soporté, en el fondo supe que terminaría pasando desde que comencé a intuir lo que quería decirme así que decidí que no iba a alargarlo más. Busqué sus labios y los callé con los míos. No se movió. Es más, me apartó a la vez que se separaba de mí.
-Creo que no me entiendes – dijo apurado -. Estaba intentando decirte que tengo claro que nunca pasará nada entre nosotros por muy cariñoso que pueda ser contigo. No tienes por qué hacer esto, Laura.
Sí, él era mucho más cuerdo que yo. Pero era mi ansiado objeto de deseo y le tenía allí, a un parentesco de ser mío y afirmando que precisamente por eso nunca haría aquello con lo que yo soñaba.
-Alejandro, yo también te quiero más que a nada en el mundo – solté sin tapujos arrimándome a su lado y rodeándole con mis brazos. Le noté apabullado, ni siquiera me ponía una mano encima.
-Abrázame, por favor – le pedí.
Lo hizo, pero con mucho más recato. Me tomé la libertad de colar mi mano debajo de su camiseta y la dejé allí, apoyada sobre su abdomen al comprobar que comenzaba a incomodarse. ¡Dios mío! ¿Por qué me decía todo eso y luego me dejaba claro que nunca vamos a tener nada? ¡La situación era mucho peor que antes!
-Bésame – le pedí en un susurro, desesperada por provocar algo. Me dio un tierno beso en la parte alta de la frente – bésame de verdad, Alejandro – insistí elevando mis labios hacia él.
-No puedo, Laura. Si lo hago nada volverá a ser como ahora.
-¿Y qué? – Le repliqué – yo tampoco quiero que lo sea. Es horrible no poder tenerte, ¿a ti no te pasa? ¿De verdad vas a conformarte toda la vida con tratarme como a una hermana pequeña después de que te haya dicho que te quiero como mucho más que a un hermano?
-No me hagas esto, por favor. He pasado noches enteras dándole vueltas. Es lo que tenemos que hacer, tú y yo somos hermanos.
-¿Para qué me lo dices entonces? ¿Qué pretendes? Alejandro, por favor… te quiero de verdad…
Estaba casi suplicándole y aunque era consciente de que era una desesperada en toda regla, no me importaba. Llevé mi mano a su cuello y torcí su cara hacia la mía. Temblé al ver que cedía sin esfuerzo, ¿significaba eso que no se resistiría más? Me aventuré a comprobarlo por pura necesidad y de nuevo dejé que mis labios se posasen sobre los suyos. Seguía sin moverse, pero tampoco me apartaba esta vez, así que insistí hasta el punto de sentirme una idiota que estaba besando a una pared.
Bueno, la situación me superó. Estaba claro que me rechazaba de nuevo, así que reprimiendo las lágrimas como pude me retiré sin decir nada. Y justo en ese momento, mi hermano sujetó mi cuello con una de sus manos y me besó como nunca me había besado nadie en toda mi vida -no es que hubiese besado a un montón de chicos, pero es que en comparación con aquello, dudo que hubiese “besado de verdad” hasta aquel momento -. Sus labios arrastraban a los míos en un sugerente movimiento mientras su lengua buscaba la mía con juguetona delicadeza y yo me dejaba llevar, disfrutando de haber sobrepasado aquella mierda de prohibición que llevaba implícita lo de ser hermanos. No había derecho, no había ningún derecho en el mundo a prohibirnos aquello que estábamos haciendo, fuéramos lo que fuéramos.
Sujeté su cara entre mis manos para que no osase poner fin a aquel beso, no sin ir más allá. Si Alejandro besaba de aquella manera, estaba literalmente ardiendo por ver qué más podía enseñarme.
Debo reconocer que la congoja se apoderó de mí cuando me acordé de la pobre Olga. Bueno, yo era virgen y a mi hermano al parecer, le iba el sexo duro y todo eso de decir cosas subidas de tono… no estaba muy segura de que fuera a gustarme demasiado esa parte pero decidí que a pesar de mi inexperiencia, lo iba a dar todo para que a él le gustase. Y aun a pesar de esa firme decisión, temblé cuando la mano de Alejandro se posó en mi muslo. La respiración se me aceleró hasta el punto de entrecortarse sin que pudiese hacer nada por evitarlo, esperaba que de un momento a otro desviase la mano hacia el interior de mis piernas y buscase lo mismo que había buscado el bruto de su amigo hacía poco más de hora y media.

Pero no lo hizo, su mano subió, sí, pero siguió hasta mi espalda rozando apenas mi glúteo y admito sin reparo que me decepcionó. En el fondo quería aquello que temía. Quería que fuese él mismo porque quería que disfrutase, aunque para ello tuviese que decirme algunas de esas cosas o algo un poco más salvaje… tampoco sé exactamente qué demonios hacía con las tías, pero Olga profería sonidos que hacían pensar que como poco estaba rodando una película porno, y a mí… Hablando claro; ¡a mí ni siquiera me tocaba el culo! Así que en un intento de ser una mujer hecha y derecha, tomé la iniciativa. Le gané terreno sin dejar de besarnos y me coloqué sobre él a horcajadas. Ahora tenía que separar nuestros labios para sacarme el camisón y ahí llegaba un punto clave, quizás se lo pensase mejor mientras yo me desnudaba. Pero tenía que hacerlo, así que lo hice. Intenté dejar de besarle y para mi grata sorpresa comprobé que sus labios seguían a los míos sin querer perderles. Sí, la piel se me erizó cuando mi hermano me sujetó la mejilla con la palma de su mano al separar nuestros labios. En aquel momento me sentí deseada, pero no por mi hermano, sino por el hombre que era y aquello me excitó muchísimo.

Me deshice del camisón en un segundo, quedándome sólo con las braguitas y siguiendo con ello un orden mucho más lógico a la hora de desnudarme que el que había decidido seguir con Iván. Definitivamente, Alejandro no podía compararse con nadie.
No llevaba sujetador – nunca me lo pongo para dormir – así que en silencio me hice con una de sus manos y la posé sobre mis pechos. Pude escuchar cómo exhalaba nervioso, pero no movió su mano ni un milímetro del lugar donde yo la había dejado. Me incliné sobre él de nuevo para besarle, intentando hacerlo cómo él lo había hecho conmigo. Pero lo único que hice fue juntar nuestros labios de nuevo y dejar que él me condujese. Nos besamos apasionadamente, como si necesitásemos nuestros respectivos alientos más que cualquier otra cosa y un agradable cosquilleo se hizo dueño de mí cuando la mano de Alejandro comenzó a entretenerse con uno de mis pechos mientras que la otra me mantenía cerca de él.
Se estaba soltando, me empezaba a recorrer la espalda con una mano, desde el omóplato hasta el muslo, mientras la otra se aventuraba a jugar suavemente con mis pechos. Y la erección que ahora podía sentir firmemente bajo mi entrepierna estaba comenzando a provocarme un deseo difícil de controlar. Pero aquello aún distaba mucho de lo que me había imaginado al escuchar tras la puerta aquel día, ¿estaba conteniéndose? No quería eso, quería que me lo hiciese como a él le gustaba hacerlo.
Volví a incorporarme mucho más segura que antes y sujeté el bajo de su camiseta para quitársela sin la más mínima resistencia por su parte. Era extraño, Iván me había masturbado y mi cuerpo no había reaccionado y sin embargo ahora, tener a Alejandro entre mis piernas era suficiente para hacer que quisiera hacerle de todo. Me sentía la mujer más poderosa del mundo – al menos hasta que él comenzase a hacer algo -.
¡Dios mío! ¡Tenía la ligera impresión de que estrenarse de aquella manera sería ciertamente doloroso y aun así anhelaba el momento de tenerle dentro! Sí, el amor era contradicción en potencia, la gente no mentía en eso. Lo aparté de inmediato de mi cabeza en cuanto comencé a besar aquel torso desnudo bajando lentamente dispuesta a descubrir algo completamente nuevo para mí. Necesitaba concentrarme en aquello así que decidí que me preocuparía luego por el dolor, mordería la almohada si era necesario pero ahora no era el momento de pensar en eso.
Pero no fue el miedo al dolor lo que me hizo dar unos cuantos rodeos con los labios sobre el vientre de mi hermano, sino el miedo a no hacerlo bien o a no tener ni idea de lo que iba a hacer, para ser franca. Me centré de nuevo. Era Alejandro, mi hermano, el que hacía apenas unos días se había tirado salvajemente a una tía que no había visto antes y yo estaba allí, besándole cerca de su ombligo mientras deliberaba mentalmente acerca del siguiente paso, ¿en qué lugar me dejaba aquello? En el que merecía, sin duda. Aquel en el que no quería estar. Yo quería mostrarme como toda una mujer ante mi hermano. Sujeté la goma de su pantalón y la de su ropa interior y tiré de todo hacia abajo – aunque desnudarle era el menor de mis problemas, ahora venía lo difícil -. Recopilé mentalmente toda la información que tenía acerca del sexo oral e intenté combinarla lo mejor que pude con los gustos de mi hermano. Empecé suavemente por su glande, ya que me pareció más lógico comenzar con un poco de mesura aunque terminase adquiriendo un ritmo frenético que empezar directamente a intentar tragarme aquello. Supuse que lo estaba haciendo, por lo menos, pasable. Pues mi hermano exhaló una profunda bocanada de aire al tiempo que se llevaba las dos manos a la cara. ¡No tenía ni idea de que yo podía hacer eso! Me pareció fascinante y muy, pero que muy provocativo. De hecho, verle así me dio cierta seguridad. Sujeté la base de su miembro y comencé a introducirlo cada vez más en mi boca mientras Alejandro me dejaba percibir cada vez más muestras de lo que estaba sintiendo. Me encantó verle disfrutar, hacía que sintiese la necesidad de provocarle cada vez más y más placer. Y eso es exactamente lo que intenté, lo hice cada vez más y más rápido hasta que sentí sus manos rodeando mi cara. Me estremecí al pensar que en ese momento me iba a empezar a decir algo como lo que le escuché decirle a Olga, o quizás me empujase a lo bestia sobre su pelvis como había visto hacer en una película porno que Nerea y yo habíamos visto una vez a las tantas de la madrugada por simple curiosidad.
Nada más lejos de la realidad. Sus manos frenaron mi ritmo y me apartaron con suavidad mientras se incorporaba para sentarse en cama.
-Laurita, cariño – me dijo con una suave voz. A veces me llamaba cariño cuando me hablaba condescendientemente, pero no de aquella forma. Sentí un amago de escalofrío al escucharle – ¿has hecho esto alguna vez?
¡Vaya! ¡Estaba muy orgullosa de mí misma hasta ese momento!
-No – reconocí un poco avergonzada. Si lo había notado, en el fondo no lo había hecho tan bien. Mi confesión le arrancó una tierna risita y su “risita” me hundió en la miseria – ¡pero quiero hacerlo contigo! ¡Quiero que me lo hagas como te dé la gana! ¡Quiero que seas el primero y no quiero que te contengas por eso! – le dije del tirón para que no se lo pensase mejor. Quizás se echase atrás sólo porque yo no lo hubiese hecho antes – házmelo como se lo haces a todas esas amigas que tienes – le pedí acercándome a él y aferrándome a su cuello mientras me sentaba sobre sus caderas, rozando de nuevo la desesperación.
Alejandro se rió ligeramente antes de abrazarme y besarme de nuevo.
-¿Pero qué tonterías dices? – Me susurró entre beso y beso – ¿cómo voy a tratarte así? No seas boba. Ven aquí.
Me hubiera gustado insistirle en que era lo que en realidad quería pero acompañó sus susurros con una manera de abrazarme que me dejaron completamente a su merced. Anclándome con sus brazos me tumbó boca arriba en cama y se quedó sobre mí desnudo. Quería sacar las manos de su espalda para deshacerme de las braguitas que todavía llevaba pero tampoco hubiera sido capaz, entre su cuerpo y él mío no cabía ni una sola molécula de aire mientras me besaba y me acariciaba como sólo él sabía.
Cuando su boca se deslizó hacia mi cuello me sentí un poco desamparada, pero la sensación apenas duró una décima de segundo, lo mismo que tardó él en cubrir mi busto con sensuales besos, dejando que sus labios resbalasen sobre mí haciéndome sentir un agradable cosquilleo allí por donde pasaban. Sus manos envolvieron mis caderas con decisión mientras su boca jugaba con uno de mis pezones haciéndome acelerar el ritmo de mi respiración hasta que necesité abrir mis labios para coger aire cuando siguió bajando besándome todo el vientre y pasando sobre mi ropa interior para entretenerse con el interior de uno de mis muslos durante un par de segundos interminables para mí, que contenía la respiración ante la incertidumbre de lo que él iba a hacer a continuación.
Dejé escapar el aire de mis pulmones de una sola vez cuando sus manos sujetaron la única prenda que yo llevaba y la arrastraban hacia abajo. Le facilité la operación todo lo que pude elevando los pies en el momento oportuno y agarré fuerte la sábana cuando Alejandro se inclinó sobre mí de nuevo y sus dedos rozaron los labios de mi sexo. Comenzó a acariciarlo con suma delicadeza mientras apoyaba su frente a la altura de mi ombligo y me besaba el bajo vientre con ternura. Sus labios volvieron a deslizarse con cariño hasta que alcanzaron su objetivo, haciéndome gemir sin darme apenas cuenta de ello cuando la cálida humedad de su lengua buscó con habilidad mi clítoris. Sobra decir que nunca me habían hecho nada así pero algo me decía que tampoco me lo hubieran hecho de aquella manera. Sus movimientos suaves, sus caricias, el infinito cuidado que ponía en hacerme aquello… todo, absolutamente todo me hacía perder la cabeza. De hecho tuve la sensación de estar soñando, Alejandro era inalcanzable hacía apenas media hora.
Le estaba bastando con su lengua y sus labios para hacer que me retorciese de placer pero no le pareció suficiente, lo deduje cuando uno de sus dedos comenzó a recorrer el perímetro de la entrada al interior de mi cuerpo y me el pecho se me contrajo al recordar el dolor que eso mismo me había producido aquella misma noche. Pero con él no fue así, su dedo entró sin problemas y con sutileza, describiendo una trayectoria que me llevaba al mismísimo cielo mientras su lengua seguía explorando cada rincón de mi entrepierna. Si tuviese que decir en qué momento dejé de gemir para empezar a jadear, estaría en un aprieto. Estaba tan concentrada en lo que mi hermano me estaba haciendo sentir que me encontré ahogando mi voz mientras mi espalda se arqueaba y las piernas se me cerraban involuntariamente cuando experimenté mi primer orgasmo en compañía de alguien.
Cuando por fin me relajé mi hermano se incorporó, le esperé tumbada creyendo que volvería a mí, pero la luz se encendió de repente deslumbrándome de una forma molesta. Estaba de rodillas en cama, mirándome completamente desnudo y con una gran sonrisa en su cara. Me recorrió una oleada de vergüenza al verle mirándome así, todavía estaba exhausta y seguro que la imagen que daba en aquel momento no era la más sexy del mundo.
-¡Alejandro por Dios! ¡Apaga la luz! – le pedí un poco cortada buscando la llave de la lámpara.
-¿Por qué? – preguntó tumbándose sobre mí con cuidado de no apoyar todo su peso en mi cuerpo. Me besó el cuello con cariño y sujetó mi mano cuando conseguí hacerme con la llave de la luz – ¡para! Quiero verte.
Resoplé mostrando mi desacuerdo con la idea pero él se rió. Sus brazos me envolvieron de nuevo y sus labios volvieron a besarme el cuello, recorriéndolo lentamente y cruzando mi cara hasta que cayeron por fin sobre los míos, llevándolos de nuevo al compás del deseo. No sé durante cuánto tiempo nos besamos pero la varonil dureza de aquello que mi hermano no tenía más remedio que apoyar sobre mi pelvis en vista de la postura que manteníamos me llamó enseguida a buscar algo más – si mi primer orgasmo había sido arrollador, francamente, me moría por tener el segundo -.
Deslicé una mano entre nuestros torsos en busca de aquel miembro que alimentaba mi deseo y lo envolví en con ella para acariciarlo de arriba abajo recorriendo toda su extensión. Alejandro dejó caer su cabeza al lado de la mía mientras seguía besándome cada vez que los débiles sonidos que se abrían paso desde su garganta se lo permitían. Escucharle gemir sobre mi cuello y al lado de mi oído fue increíble, me hacía disfrutar con él sólo por el hecho oírle y sentir su aliento sobre mí.
-La muñeca, Laura. Mueve la muñeca… – me pidió entre susurros.
Le obedecí sin mediar palabra y el efecto fue inmediato. Intensificó sus gemidos y buscaba mis labios de vez en cuando para agasajarlos con uno de esos besos que me dejaban sin respiración. La idea de dejar la luz encendida me pareció inmejorable de repente, ver el placer reflejado en su cara me excitaba muchísimo más que cualquier otra cosa.
Creí que mi hermano estaba a las puertas de tener un orgasmo y aunque me gustaba la idea, necesitaba que todavía no ocurriese. Dejé de mover la mano con la que estaba haciendo que se desmoronase y abrí un poco más mis piernas en una clara señal de lo que quería. Lo entendió, se elevó tan sólo a unos milímetros de mí y apoyó su frente sobre la mía mientras me ayudaba con una de sus manos a colocar el bulboso extremo de su sexo justo sobre la cavidad del mío. Cuando sentí aquel primer contacto le miré directamente y descubrí unos ojos llenos de ternura que me analizaban minuciosamente, sentí unas irrefrenables ganas de besarle y tuve que hacerlo mientras nuestros brazos se arrebolaron imparables haciendo que su torso descansase sobre el mío mientras sentía cada milímetro de Alejandro abriéndose camino hacia mis adentros. Lo hacía muy lentamente, retrocediendo cada poco para volver a efectuar un nuevo impulso, cada cual más fácil que el anterior, más cercano a la meta y más reconfortante al comprobar que aquello estaba lejos de ser la terrible experiencia que yo esperaba. Pero él parecía inseguro, incluso hasta el punto de hacerme temer por momentos que no fuese capaz de hacerlo. Paró cuando nuestras pelvis encajaron a la perfección y volvió a mirarme de aquella forma.
-¿Duele? – me preguntó con una débil voz a escasos milímetros de mi cara.
¿Era eso? ¿Le preocupaba que me doliese? Me reí inesperadamente con mis manos alrededor de su cuello y él me acarició la cara mirándome con cierta curiosidad. En un arrebato de locura deseé que Nerea pudiese ver aquello, ¡al bruto de Alejandro! ¡A Alejandro el sádico! Pero enseguida decidí que aquello se quedaría para siempre entre nosotros.
-¿Qué? ¿Te hago daño? – me insistió ante mi falta de respuesta.
-No, no me duele en absoluto – le susurré antes de besarle.
Sus caderas empezaron a moverse entre mis piernas, haciendo que fuese y viniese entre ellas en un suave vaivén que estaba superando con creces mis expectativas.
-Pero me avisarás si te duele, ¿verdad? – me dijo sin parar de moverse.
Asentí con una irreprimible sonrisa al verle tan preocupado. ¡Lo adoraba! En el fondo creía que si algo pasaba entre nosotros no podría volver a mirarle a la cara y ahora, incluso antes de que terminase de pasar, sabía que difícilmente me podría sentir así con alguien más. Me cautivaba con aquellos ojos, me hacía tiritar con sus manos, sus besos me envolvían en sutileza y esa forma de entrar y salir de mí me obligaba a no querer que nadie más me hiciera aquello.
-Te quiero – esas dos palabras fueron la gota que colmó el vaso de mi placer. Lo dijo de una manera tan dulce y sincera que me estremecí.
No era la primera vez que me lo decía, me lo decía incluso delante de nuestros padres, pero sabía que no se refería a quererme de aquella manera que manifestaba de cara a otros. Me sentí pletórica al escuchárselo de aquel modo.
-Y yo a ti – dije con total convencimiento.
Me sonrió antes de fundirse conmigo en un beso de una inocente gracilidad que fue dejando paso a la avidez de la misma manera que nuestros cuerpos cabalgaban juntos hacia la meta del deseo. Supe que era una privilegiada por sentir aquello mi primera vez – no era ajena a los rumores de que solía ser un completo desastre – y la mía estaba siendo inmejorable. No podía dejar de mirarle, tenía la necesidad de observarle mientras aceleraba el ritmo con el que su cuerpo agraciaba al mío mientras nos deshacíamos en gemidos o intentábamos ahogarlos a base de besos, cualquier cosa valía.
Me aferré a su espalda y le rodeé con mis piernas mientras mi lengua reclamaba la suya cuando estuve al borde del segundo orgasmo de la noche, pero entonces él se detuvo.
-Tengo que parar… necesito parar un rato… – susurró compungido.
¿Por qué? Hacía más de un año que tomaba la píldora, él lo sabía. El ginecólogo terminó recomendándomela tras esperar hasta la saciedad a que mi menstruación se regulase por sí sola.
-No, no pares… – le pedí con cierta pena cuando se dispuso a hacer lo que había anunciado.
-Laurita, no puedo… si sigo voy a llegar, cariño…
-¡Por eso! ¡Yo también, Alejandro! – le apremié con necesidad.
Retomó el vertiginoso ritmo que teníamos, volviendo a hacer que rozase el éxtasis poco después. Estábamos casi gritando, nos abrazábamos con fuerza, haciendo que nuestros cuerpos encajasen cada vez más y provocando con ello un frenesí que nos hacía retorcernos en la inminente necesidad de saciar el deseo que nos poseía.
-Laurita, mi vida, ahora sí que tengo que salir…
-¡No, no, no! Alejandro, no… Sigue, termina… – le exigí volviendo a rodearle con mis piernas para que no lograse aquello que se proponía.
-Laura, voy a…
-Hazlo, hazlo dentro, termina conmigo. No salgas…
-¿Contigo? – Asentí como pude en medio del aturdimiento que me generaban sus impasibles embestidas – ¿dentro de ti? – Volví a asentir de nuevo con total convencimiento mientras mi cara expresaba el placer que él me hacía sentir – ¿estás segura?
Su voz sonó con desconfianza, como si no se creyese lo que le estaba pidiendo.
-Sí. Claro que estoy segura.
Justo después de decir aquello me abrazó con fuerza, dejando que el aire saliese de sus pulmones conformando un sugerente y desesperado jadeo que me erizó cada centímetro de piel. Me aferré a él y le seguí hasta que desembocamos juntos en un poético clímax al que nadie más podía haberme llevado. Fue todavía más increíble que mi primer orgasmo. Un escalofrío sin precedentes recorrió mi espalda justo antes de que me colapsase de gozo. No sé si grité o si le abracé, sólo recuerdo una gratificante satisfacción difícil de describir y los gritos que Alejandro trataba de ahogar cerca de mi cuello haciendo que perdiese el norte por completo al ser consciente de que él estaba sintiendo lo mismo. Le di mis labios cuando los suyos me los reclamaron, al mismo tiempo que sujetaba mis caderas para clavarse cada vez más dentro de mí mientras nuestro palpitante final comenzaba ya a expirar.
Nos relajamos por fin, suspirando ante la necesidad de hacer llegar el aire a unos pulmones que acababan de trabajar a pleno rendimiento. Mantuve mis piernas flexionadas mientras mi hermano se recostaba sobre mí para agasajar el óvalo de mi cara con sus labios sin abandonar la cálida humedad de mi interior, que todavía le acogía. Me encantaban esos besos, ¿volvería a regalármelos o todo aquello iba a quedarse en un hermoso desliz? Supuse que no era el momento de sacar el tema y continué recibiendo sus atenciones, que nada tenían que ver con el Alejandro que fardaba de rompecorazones delante de sus amigos.
-Te quedan bien los coloretes, ¿sabes? – me dijo frotando su nariz con la mía.
Me reí de su observación reparando en que él estaba directamente colorado, desde la frente hasta el mentón.
-Bueno, a ti te queda bien cualquier color… – le contesté.
Me besó en los labios con cariño y se incorporó despacio hasta que volvimos a ser dos cuerpos en lugar de uno. Suspiré al pensar que me gustaría saber cómo íbamos a comportarnos a partir de ahora.
Se acostó a mi lado y se acomodó boca arriba haciéndome un gesto con su brazo para que me acomodase bajo él. Lo hice, apoyé la cara sobre su pecho y posé una mano sobre aquel torso al que me había invitado. Me arropó y me acarició el pelo antes de envolverme con su brazo. No dijimos nada, me besó un par de veces en la parte alta de la frente pero nos dormimos en completo silencio.
A la mañana siguiente el sonido del teléfono de casa se coló en mi cabeza antes de terminar despertándome del todo. Me revolví en cama cuando Alejandro se levantó para atenderlo y para cuando desperté le escuché disculparse por no tener su móvil a mano en aquel momento. ¿Alguna amiga? Torcí los labios al pensar que probablemente era eso. El techo se me vino encima cuando le oí dar explicaciones de que no podía ir a ningún lugar antes del veinte de septiembre – era la fecha de su último examen -. ¡Mierda! ¿A quién le estaba dando tantas explicaciones? Elevé la cabeza un poco, lo justo para escucharle decir que a partir de ahí estaría disponible. El estómago se me revolvió y dejé caer la cabeza sobre la almohada, aunque eso no impidió que escuchase cómo exclamaba con ilusión que esperaba la llamada de quien quiera que fuese.
No lloré. Por puro orgullo decidí que no lloraría, ¿no quería el derecho a que él me hiciera lo mismo que a todas las demás? Bueno, ¡ahí lo tenía! Me negaba a creer que fuera tan rastrero conmigo después de protegerme de todo desde que éramos unos críos. Pero si lo era no le daría la satisfacción de montarle un numerito como todas las demás.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que sólo cuando las sábanas se apartaron me di cuenta que se volvía a meter en cama. Le miré esperando que dijese algo que me diese una pista sobre cómo proceder.
-Buenos días – me dijo con una media sonrisa – siento lo del teléfono, ¿te ha despertado?
-Sí, pero no importa.
Se acomodó de lado, mirándome desde un plano superior con la cara apoyada sobre su brazo flexionado.
-Tengo que decirte algo.
Tuve que dejar caer mis párpados para que las lágrimas no empezasen a salir en aquel momento a pesar de que me lo había propuesto hacía un minuto escaso.
-Ya, ya lo sé… Lo de ayer estuvo mal. Perdimos los papeles y te arrepientes…
Le escuché reírse levemente y abrí los ojos para comprobar que mis oídos no me engañaban. No, no lo hacían. Pude ver su blanca hilera de dientes mientras se reía despreocupadamente.
-¡Por supuesto que perdimos los papeles! – Admitió alegre – pero no me arrepiento de ello.
-¿No? – pregunté incrédula tras recibir un beso en la frente.
-No – me confirmó tumbándose en cama y me acogió bajo su brazo igual que lo había hecho la noche anterior – ¿tú te arrepientes? – preguntó con cautela.
Negué enérgicamente arrancándole una tierna sonrisa.
-Lo que quería decirte es que me han llamado de la agencia – sí, admito que respiré tranquila por fin – me han ofrecido hacer un catálogo para una firma inglesa de moda joven.
-Papá y Mamá te matarán si se enteran de que vas a aceptar un trabajo después del curso que has hecho, Alejandro.
-Lo sé, les he dicho que tengo que examinarme primero. No me han puesto ninguna pega, sería para finales de septiembre.
-Tendrás que aprobar por lo menos cuatro – le recordé ciertamente preocupada por su integridad. Mi madre se ponía histérica cada vez que a Alejandro le salía algo que hacer para la agencia. Si no le daba una buena razón para tranquilizarla, le iban a montar una buena escena (otra vez).
-Lo sé, lo sé… – contestó mientras me acariciaba la mejilla – Bueno, ¿vendrás conmigo?
Me quedé helada cuando escuché eso.
-¿A dónde?
-A Londres. Las fotos me las sacarían allí. Podemos quedarnos unos días, ¿qué me dices?
-¿Dormiremos en la misma habitación? – Pregunté tras pensármelo durante un par de minutos.
-Sí, nos vendrá bien para recortar gastos – contestó quitándole importancia.
-¿En la misma cama? – Insistí.
-¿Por qué no? Somos hermanos, ¿qué iba a pasar?
Me reí de que lo abordase con esa naturalidad, pero me acongojé ante la posibilidad de que fuera algo puramente puntual aunque no se arrepintiese de ello. Levanté mi cabeza y le miré, parecía divertirse.
-Alejandro, ¿volverá a pasar?
¡Mierda! La voz se me desafinó justo al final de la pregunta como si me abrumase una posible respuesta negativa.
-Quizás…
-¿Quizás? – repetí tratando de ahogar la histeria.
Él se inclinó sobre mi cara y me besó los labios con la misma ternura que me había hecho enloquecer la noche anterior.
-Sólo si quieres – me dijo con su cara pegada a la mía. Su respuesta me provocó una sonrisa.
-¿Y si quiero que pase mucho antes?
-Estoy en la habitación de al lado.
-¿Y Papá y Mamá?
-Se lo diremos, lo entenderán.
-¡¿Qué?! – El pánico me abofeteó de repente. Esa idea me aterraba simplemente con mentarla.
Alejandro estalló en una carcajada mientras rodeaba mi cuerpo todavía desnudo.
-¡Es broma, tonta! Papá y Mamá no estarán siempre en casa… – argumentó antes de estamparme un beso en la mejilla.
-¿Y si lo están? ¿Y si de repente les entra la vena casera y se quedan en casa en lugar de salir?
Mi hermano me miró con más cariño del que podría describir y se procuró hábilmente un lugar entre mis muslos. Me dio un beso en los labios y me susurró;
-Entonces, si quieres estar conmigo, te llevaré a algún lugar donde solo estemos tú y yo.
 
 

Relato erótico: “Mi hermano es un cabrón” (POR ROCIO)

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verano inolvidable2Hola queridos lectores de Todorelatos. Mi nombre es Rocío y tengo 19 años, soy autora primeriza así que espero que sepan perdonar mis fallas, he recibido muchos consejos y apoyo así que traté de mejorar la ortografía y la redacción, perdón si vuelvo a cometer faltas, perdóooon. En mi anterior relato conté cómo mi instructor de tenis y dos negros me hicieron su putita a base de calentarme poco a poco.
Ya pasó una semana de aquello y los tres me usaban a su antojo. El viejo verde de mi instructor lo hacía en su oficina pero a los dos negros les encantaba utilizarme juntos en los vestidores. Como mi culito aún no estaba preparado para recibir sus enormes trancas, se decidían solo a follarme por el ano con dos dedos mientras el otro me daba duro por mi coñito. La verdad es que a veces me dolía un montón pero debo confesar que la dureza también me excitaba un poquito, por lo que esos dos me volvían loca hasta el punto de ni siquiera ser capaz de hablar fluido o pensar con claridad cuando me follaban.
Tras terminar mi entrenamiento, en donde por cierto lo practico sin mallas ni ropa interior por orden de mi instructor, se acercó él:  
-Muy bien, Rocío, ya te puedes ir a casa – rarísimo que no se me haya acercado a tocarme, o a exigir el uso de mi cuerpito.
-¿En serio, señor Gonzáles?
-Sí, ¿o quieres quedarte un ratito conmigo?
La verdad es que sí quería quedarme. Pero por un lado no quería decirle eso, no quería quedar como una putita adicta al sexo, no iba a admitirlo al menos no fácilmente. Ellos solo creían que yo aceptaba las  guarrerías por el chantaje que me hicieron.  
-Me quiero ir a mi casa, pero… Profe, la verdad es que me duele un poquito el tobillo, tal vez si da unos masajitos se me pasará.
-Ah, ¿pero otra vez ese tobillo, Rocío?
-Síiii –mentí-. Me lo he aguantado toda la tarde, pero cuando los swings me salían perfectos, no quise dejar la cancha.
-Mírate nada más, te pareces una profesional. Pero la próxima vez no vamos a forzar esta piernita, ¿vale?
Se acuclilló y tomó de mi pie. Yo gemí como una cerdita, porque sé que eso le calienta mucho.
-No parece estar hinchado…
-Pero me duele mucho, por favor profe –le puse una carita de pucherito.
-Tengo un spray por aquí, déjame buscar.
La verdad es que podría pasar toda la vida buscando su maldito spray, yo ya me había anticipado y lo lancé lejos, hacia los arbustos que lindaban la cancha de tenis cuando tuve la oportunidad. De esa manera tendríamos que ir a su oficina en búsqueda de un repuesto.
-Vaya, Rocío… no encuentro el spray.
-Seguro que en tu oficina tienes más, los he visto – los vi en un estante una tarde, cuando me llevó para comerme el coño como recompensa por haber mejorado mucho mis golpes.
-Joder, muchacha… la verdad es que por hoy quería evitar cualquier tentación contigo, pero no me queda otra. Vamos.
Y así fuimos. Yo estaba calentísima pero estaba disimulando muy bien, rengueando débilmente como si realmente estuviera lastimada, llevada de su brazo. Enredé mis dedos entre los de él para acariciarlo un poco pero muy extrañamente mi instructor se portaba muy bien. No entendí por qué no quería jugar conmigo, pero si quería guerra la tendría, lo iba a calentar hasta que me dé lo que yo anhelaba: su tranca venosa.
Y por suerte lo conseguí, no se aguantó: Él ya estaba sentado en su silla, yo debajo del escritorio. No sé por qué razón se le ocurrió meterme allí, pero bueno, me pidió que le hiciera una mamada. A mí me costaba acostumbrarme al olor de la polla de ese maduro, pero poco a poco y con la costumbre me estaba volviendo adicta a ella. No era tan grande como la de los dos negros, ni siquiera como la de mi cornudo novio, pero era el pedazo de carne más experto de todos ellos y el que más me hacía delirar cada vez que entraba en mi conejito.
Mamársela es de lo más cansador porque parece que el cabrón tiene un aguante bestial, no miento cuando digo que he estado más de veinte minutos chupándosela en los vestidores esperando que me regalara toda su espesa y caliente leche. Mi boca y mi lengua realmente se cansaban y llegaba hasta a doler de tanto chupeteo. Además el señor tiene la mala costumbre de agarrarme de mis pelos, meterme un pollazo hasta la campanilla, y sujetarme bien fuerte para correrse todo directamente en mi garganta, sin darme tregua ni posibilidad de desperdiciar una mísera gotita.
Cuando mi lengüita tocaba la puntita de su polla, jugando con ese agujerito de donde sale la leche, y con mis manitos jugando con sus huevos y con su tranca, escuché que la puerta se había abierto. Al principio me dio un poquito de corte y dejé de chupar, pero rápidamente me dio un golpecito en mi cabeza para que siguiera con lo mío. Así pues seguí lamiendo el falo mientras esa desconocida persona entraba en el lugar. Una voz de hombre mayor y muy conocida le dijo:
-Buen día, Instructor Gonzáles. ¿Ha visto a mi hija Rocío?
-Ah, es usted su padre. Le estaba esperando, por favor siéntese. Por cierto, su hija ya se fue hace rato, creo que dijo que iba a la casa de una de sus amigas a pasar el resto de la tarde.
En ese momento toda mi calentura bajó hasta el suelo. Quise dejar de chupar su verga pero el cabronazo de mi instructor hizo presión con su mano para que mi boquita no le abandonara. Y así, impotente, seguí ensalivando y succionando débilmente, atenta a la charla.
-Ah, ya veo, se ha ido temprano. Pues nada, vine a preguntar cómo le va a mi hija.
-Pues le va de fábulas, es una buena muchacha, muy aplicada y siempre da el 100%.
Eso me gustó mucho, muy orgullosa aumenté la fuerza de mi lengüita sobre esa polla.
-Me alegra oírlo. Yo ando muy ocupado y no puedo compartir mucho con ella, así que me alegra que esté en buenas manos.
-Me halagan sus palabras, señor. Pero solo hago mi trabajo.
-Vamos al grano, que no tengo tiempo. Me gustaría inscribir a mi hijo también, que, siendo sincero, es un vago. Creo que la disciplina y el deporte le harán bien, que pronto comenzará la universidad y parece que no endereza su estilo de vida.
¡Eso sería terrible para mí! Apreté los huevos de mi maduro amante y también mordí muy ligeramente ese enorme glande, dejándole claro que yo no quería que aceptara a mi hermano como alumno. Él se removió un poquito, como queriendo escapar de mis dedos y mis dientes, pero yo lo sujetaba fuerte al cabrón. No quería que aceptara eso, sería el fin de mis tardes de sexo con él y los negros, con mi hermanito pegado a mi lado durante todo el entrenamiento.
-Va a ser un placer tener al hermano de Rocío aquí, señor.
Me enojé muchísimo, le di un mordisco, pero el instructor no mostró ninguna queja.
-Muy amable de su parte, instructor, le dejo con sus asuntos.
-Adiós, señor.
Cuando cerró la puerta, salí del escritorio con mi carita evidentemente muy enojada. Y muy roja, que apenas podía respirar con su polla hasta mi garganta. El instructor me tomó de la mano cuando yo amagué irme de la oficina:
-¿Pero qué te pasa, mi putita?
-Ya veo que me vuelves a hablar como el viejo verde de siempre.
-¿Ves por qué no quería que te quedaras? Sabía que tu papá vendría a visitarme. Pero bueno, la verdad es que estuvo muy morboso.
-¿Va a aceptar a mi hermanito como alumno, Señor Gonzáles?
-Venga, marranita, no te me enojes. Ven que te voy a dar bien duro como te gusta. Hoy probaré meterte tres dedos en el culo, seguro que ya puedes aguantar.
-Estoy muy enojada, señor Gonzáles. ¡Me voy!
Cuando me alejé me dijo:
-¿Pero no te dolían los tobillos? ¡Ja, todo fue una excusa para venir aquí!, ¿no, putita? Por cierto, Rocío, tú no tienes ningún tipo de autoridad. Véngase para aquí, apóyate del escritorio y pon el culito en pompa.
Yo estaba nerviosa, vale, pero esas palabras me hicieron mojar un poquito por dentro. Así que me acerqué como me pidió, con la cara falsamente rabiosa, no sin antes sacar de mi bolsita un pote de vaselina. Si me iba a follar por el culo con sus dedos al menos debería tratar de hacerlo de la manera menos dolorosa posible, que yo no estaba para aguantar que me volviera a partir en dos.
-Vale, Señor Gonzáles, perdón. Pero por favor use la crema que en los últimos días me duele solo de sentarme.
-¿Te has traído vaselina?
-Sí, apúrese que no tengo tiempo para esto, Señor Gonzáles. Cuanto antes terminemos, mejor – Perdón padre, por ser tan mentirosa. Me levanté y remangué mi faldita muy arriba, y me sujeté del escritorio. Abrí bien mis piernas y miré a mi instructor.
Se untó la vaselina por los dedos de una mano, se levantó y se dirigió detrás de mí. Me dio una nalgada muy fuerte, pero resistí. Sabía que me daba nalgadas porque estaba haciendo algo mal. Puse mi cabeza en el escritorio a modo de apoyo y llevé mis manos en mi trasero, separé mis nalgas lo más que pude para que él pudiera penetrarme a gusto.
-¿Ya te has lavado el culito?
-Sí, Señor Gonzáles, puede hacerlo sin miedo.
-Muy bien. Por cierto, mi putita. ¿Ves el televisor frente a ti?
-¿Qué pasa con ese televisor, profe?
Un dedo empezó a entrar en mi ano. Chillé un poquito pero ya me estaba acostumbrando. Volví a mirar la TV. No podía creerlo, estaba viendo cómo los negros me estaban montando en los vestidores. Yo estaba siendo brutalmente follada, aplastada entre esos dos enormes tíos. Chillando y revolviéndome como loca. Para qué mentir, eso me excitó un montón:
-No puedo creer que me has vuelto a filmar, profe. Eso es asqueroso, no puedo verlo más.
-No seas ingenua, mi putita. Siempre filmamos. Algún día aprenderás a hacerlo tú también.
-¡Aaauuchhh! Mffff… ¡Duele-duele-duele!… -dos dedos ya entraban y me follaban el culo de manera violenta. Dejé de abrir mis nalgas y me sujeté de nuevo en el escritorio.
-Vas a venir con tu hermano todos los días, putita, ¿entendido?
Empezó a estimular mi clítoris. El cabrón ya me conocía muy bien. Yo gemía como una cerda, viendo la TV, sintiendo sus dedos pervertidos. Mis tetitas se bamboleaban sobre la mesa, de hecho un par de bolígrafos y carpetitas se cayeron al suelo por eso. 
-Vaaaaleeee joderrrr… me da iguaaallll…
-Veremos qué tan puta eres, te tengo preparado un plan.
-¿Plan? Ufff… ¡Aauuuchhh, jodeerrrr cabronazoooooo dueleeee!
Me corrí muy rápido. Con tres dedos en el culo y otros entrando en mi chochito visiblemente húmedo y enrojecido. Me quedé así, babeando y gimiendo débilmente sobre su escritorio, mirando de reojo cómo me montaban esos dos negros hermanos en la TV. Pero la tarde era muy larga y seguro que mi maduro amante tenía más guarrerías preparadas.
………………….
Al día siguiente yo y mi hermano Sebastián íbamos juntos al predio. No vivimos muy lejos, pero aun así sentí que toda la caminata era incomodísima y parecía muy larga. Para colmo mi hermano no le gustaba la idea de practicar, y menos conmigo. Que si era por él se dedicaría a jugar fútbol con los muchachos del barrio.
-Oye, flaca, ¿cuánto más falta para llegar?
-Solo hemos caminado diez minutos y ya te estás quejando, Sebastián.
-Vaya mierda, debería estar mi novia en el Mall o en cualquier otro lugar. Pero no, estoy aquí contigo.
-Mbufff, yo más que nadie deseo que estés bien lejos de aquí. Esto es una pesadilla.
-Sé que en el fondo me quieres, Rocío –dijo abrazándome.
No es verdad, en serio, yo creo que el cabrón es adoptado o algo. Si no fuera porque sus ojos y su nariz son idénticos a los míos… Pero me niego a pensar que comparta sangre con un subnormal como él, que cambia de pareja al dos por tres. Y para colmo es hincha del Peñarol, yo que soy seguidora de Nacional, su equipo archirrival.
Lo último que yo quería era escuchar su voz. Como dije en su momento, cada vez que lleva una chica a la casa para montarla, no puedo evitar oír sus gemidos pues su habitación está pegada a la mía, oigo los jadeos y groserías varias que se gasta aprovechando que no está mi padre. Es un asqueroso, básicamente.
Llegamos y se presentó a mi instructor. Se quedaron hablando un rato y yo aproveché para cambiarme en el vestidor. Fue cuando los negros entraron en el lugar y, muy a su estilo, me arrinconaron contra la pared para meterme dedos y lengua sin darme tiempo ni de respirar.
-Hola putita, ¿cómo estás?
-¿Nos extrañaste? Ayer no pudimos verte, seguro que el profe gozó todo este cuerpito para él solo.
Yo me hice de la remolona e hice fuerza para salirme de sus manos perversas.
-¡Basta! No, no les extrañé, por mí como si nunca vuelven aquí, par de pervertidos – mentí, claro que extrañaba el contacto de esos pollones. Era lo único en lo que pedía pensar en la noche anterior mientras yo y mi novio nos besábamos en el portal de mi casa. No me sé aún el nombre de esos dos hermanos pero es lo que menos me interesa de ellos, sinceramente.
-¡Ja, seguro que sí! Nos ha pedido el Señor Gonzáles que nos aseguremos que te quites las mallas.
-¿Pero por qué debería quitármela, tontos? Voy a entrenar con mi hermano, este juego ya no puede seguir. Si queréis usarme lo haremos luego del entrenamiento cuando él se vaya.
-¿Te tengo que recordar quién es el que manda aquí? – dijo el otro negro, que me aplastó contra la pared para meterme su lengua en mi boca.
-Ufff… bastaaa…
El otro empezó a meter sus dedos bajo mi faldita para masajear vulgarmente mi chumino, la meció bajo mi malla y buscó mi puntito que poco a poco se humedecía.
-Rocío, vas a entrenar sin las mallas. ¡Es una orden!
-Diossss… estás loco, no haré eso… ufff…
El cabronazo me pajeó la concha con maestría, separaba mis pequeños labios vaginales y buscaba mi clítoris. Yo me volvía loca y apenas podía hablar, pero con lágrimas en los casi cerrados ojos intenté armar una frase:
-Está bien… mffff… ufff… valeeee… lo haré, lo haré… pero déjenme en pazzzz…
-¿Me recuerdas quién eres, mi amor?
-Bastaaaa… diossss, suficienteeee… soy vuestra putita, valeeee…
-¡Jaja, eres increíble!, es darte una paja y convertirte en perra.
-Ahora quítate la malla y ve a la cancha, putita -ordenó su hermano.
No sé si existe alguien tan hijo de puta como para calentar a una chica de esa manera para dejarla luego a medias. Son un par de imbéciles, encima se llevaron mi malla, oliéndola y riendo mientras yo, muy calentita y algo cabreada, me dispuse a prepararme.
Llegué a la cancha y mi instructor se acercó:
-Vas a jugar un set contra tu hermano, ya estará terminando de calentar.
-No tengo mallas, profe – le susurré –. Y ese muchacho es mi hermano. Va a verme TODA. T-O-D-A.
-Si pierdes el set te vamos a follar yo y los negros en el vestidor, a modo de castigo. Ahora prepárate. 
-¿Qué?
Me palmeó la espalda y se sentó en el banquillo. Los dos negros le acompañaron muy sonrientes.
Yo me posicioné en mi puesto. Por un lado no quería hacer movimientos bruscos para levantar mi faldita y revelarle a mi hermanito que estaba sin mallas. Yo quería perder para que ellos me follaran entre los tres, era lo que yo anhelaba pues me dejaron muy calentita, pero tampoco quería que fuera muy evidente que me iba a dejar ganar.  
Mi instructor gritó:
 -¡Rocío, tu hermano va a sacar. Apóyate sobre las puntas de los pies, da pequeños saltitos a la espera del remate!
-Ya lo sé, cabrón, no es a mí a quien deberías dar clases –dije inclinándome, dando ligeros saltitos, mirando fijamente la bola en la mano de mi hermano.
-¡Ahí va, flaca!
La verdad es que yo esperaba mucho más de un hombre. Ese muchacho sí que era malo, la mayoría de sus remates iban en las redes o eran fáciles de devolver. Así, en un santiamén, el set se puso 1-0 a mi favor sin mucho esfuerzo.
-¡Sebastián, mira la bola, mira sus pies, sus manos, anticípate a sus movimientos! –gritaba el entrenador.
-¡No voy a perder contra una chica, flaca! ¡Toma!
Qué irónico, pues yo quería perder para ser montada. Ese último remate me exigió más de lo normal, por lo que tuve que correr tras la bola para poder devolvérsela. Sin darme cuenta el esfuerzo hizo que se levantara mi ya cortita falda y revelara mis carnes. Mi hermanito lo vio y se quedó estático, mirándome a mí y no la bola que pasó a su lado.
-¡Sebastián, qué cojones te pasa! –gritó el entrenador-. ¡Fíjate en la bola, en la bola!
Los negros se rieron. Uno de ellos sacó mi malla que la tenía guardada y lo olió, mirándome pícaro. Yo aún estaba a tope, y la verdad es que ver a mi hermano embobado por mi culito y mi entrepierna me pareció cuanto menos excitante.
El resto del juego me pasé exagerando los movimientos para revelar mis nalguitas y la bella mata de pelos que estaba encima de mis mojadísimos labios vaginales. El set ya estaba 5-0 a mi favor, y me di cuenta que yo no obtendría la carne que exigía mi cuerpo. Mi hermano, con una media erección evidente, poco podía hacer para ganarme. Así que le grité:
-¿¡Pero qué te pasa, Sebastián!? Sostén fuerte del mango.
-¿¡Qué dices!? ¿De qué… qué mango hablas?
-De tu raqueta, imbécil –dije mirando su casi evidente erección-. Cuando llega el momento de golpear el golpe de drive, tu cuerpo debe estar de lado, perpendicular a la red. Tú eres diestro, así que la punta de tu pie derecho debería apuntar al poste de la red de mi izquierda.
-¡Bien dicho, Rocío! –gritó uno de los negros.
-Escucha a tu hermana, Sebastián, ella sabe –dijo mi orgulloso entrenador.
Se sacudió la cabeza mientras yo trataba de bajar un poquito mi faldita. Si yo quería perder, necesitaba que el cabroncito se concentrara en el juego y no en mi mojado coñito. Hice de todo, dejé pasar golpes muy fáciles, le puse en bandeja de plata remates que me dejarían de contrapié. Y así, con mucho sacrificio y con una gran sonrisa en mi rostro, conseguí perder ante el peor jugador de tenis de la historia.
-¡Te vencí, Rocío!
-Es la derrota más sabrosa de mi vida – me dije a mí misma, mirando de reojo a mis tres amantes en el banquillo.
-Creo que por esta tarde es suficiente, Sebastián –mi entrenador se levantó y le dio unas palmadas en el hombro-. ¿Cómo estás, hombre?
-¡Buf!, un poco cansado, Señor Gonzáles.
-Pues claro, te falta ritmo. Ve a las duchas a descansar, por hoy hemos terminado.
Luego se acercó a mí, que yo estaba tomando agua de una botella que los negros me pasaron.
-Lo has hecho mal, putita. Seguro que lo has hecho adrede para que te montemos en las duchas.
-No, Señor Gonzáles, es que me da mucho corte jugar contra mi hermano estando yo sin mallas. Por eso perdí.
-Pues nada, tú también puedes ir a cambiarte e irte a tu casa.
-¿Pero qué dices, profe, no habrá castigo?
-¡Ja! Esta putita quiere pollas, perdió adrede –dijo uno de los negros.
-No quiero nada de ustedes cabrones, estoy bastante feliz de que no haya castigo –fingí una sonrisa mientras llevaba la botella a la boca.
-Te irás a tu casa y se acabó, marranita – me dijo dándome una fuerte nalgada que hizo que el agua se desparramara toda por mí.
Y así siguieron los siguientes días de entrenamiento. Mis tres amantes no me tocaban más que un poquito antes de jugar, en los vestidores, y me soltaban al campo toda caliente para jugar o entrenar con mi hermano. Para colmo el instructor me pedía que ayudara al chaval a adoptar una buena posición, decirle cómo recibir los golpes y consejos varios que requerían de contacto físico de mi parte. Obviamente mi hermano se calentaba un montón porque sabía que yo lo hacía sin nada debajo de mi faldita. Más de una vez en busca de explicarle cómo agarrar su raqueta, terminé rozando la polla morcillona.
Tras una semana ya, sin recibir contacto de parte de los negros, del viejo verde e incluso de mi novio que hizo un viaje familiar, recibiendo solo leves caricias antes de empezar las clases de tenis, yo estaba demasiado caliente. No sé si mi entrenador estaba jugando conmigo, acercándome más y más a mi hermano, calentándolo a él con mis carnes y dejándome a mí evidentemente excitada de tanto toqueteo, pero la verdad es que ese viejo verde sí que conoce mañas, no me extrañaría que su plan maestro fuera que yo terminara loca por Sebastián.
Esa noche el cabrón de mi hermano se trajo de nuevo a su novia a casa, pues papá salió. Yo escuchaba los jadeos y movimientos de la cama detrás de mi pared. Normalmente yo me bajaría a la sala para escuchar música bien fuerte, pero como estaba tan cachonda no pude evitar meterme dedos con una manito, mientras con la otra sostenía un vaso entre la pared y mi oído a fin de escuchar mejor a Sebastián y la putita de su novia.
Media hora después él se despidió de ella en la puerta de la casa, y quiso voler a su habitación, subiendo por las escaleras. Pero me aparecí para atajarle. Yo estaba tan solo con una remerilla de tiras que no me tapaba mi ombligo, y con un pantaloncillo muy cortito y apretado. Mi mirada molesta, cruzada de brazos.
-Joder, flaca, me has asustado. ¿Qué te pasa?
-Eres un marrano, eso pasa. ¿Hasta cuándo tengo que soportar tus gritos?
-A ver, ¿yo un marrano? Mira, no quería decírtelo, pero me asombra que me lo diga una chica que ENTRENA TENIS CON EL PUTO COÑO AL AIRE.
Me quedé rojísima, era la primera vez que me lo sacaba a colación.
-Me incomodan las mallas, es todo.
-Claro que sí, Rocío, claro que sí. He visto cómo miras al entrenador Gonzáles, y también a Richard y Germán.
-¿Quiénes son Richard y Germán?
-Los dos negros, tonta.
-Con que así se llaman…
-Se lo voy a decir a papá, Rocío.
-Vaaaale, idiota, no se lo digas. Yo no diré nada al respecto de la novia que traes cuando él no está.
-Genial, estamos a mano, hermanita. Entonces solo se lo diré a tu novio, Christian.
-¡Te mato, infeliz! ¿Qué más quieres?
-La verdad es que me pareces una puta. Pero una puta muy bonita –me sonrojé, la verdad -. De hecho creo que eres más bonita que cualquiera de las novias que he tenido.
-Te odio, cabrón, eso lo dices porque soy tu hermana.
-No, en serio, Rocío. Yo estoy caliente de tanto toqueteo en la cancha, tú lo sabes bien. Y sinceramente con mi novia no logro contentarme, es una puta remilgada que no quiere ni chupar mi polla.
-¡Controla tu lenguaje, cabrón!
-Venga, Rocío, si hubiera una chica más bonita que tú, no estaría aquí proponiéndote algo indecente. No se lo diré a tu novio si accedes – me tomó de la mano. Si antes yo estaba roja, no sé cuál sería el color intenso de mi rostro. Era demasiado halagador. Él es guapo, pero es mi hermano también. Le solté la mano y le di una bofetada cruel, solo para encerrarme en mi cuarto. El resto de la noche se la pasó golpeando mi puerta y llamándome a mi móvil, pero yo me limité a no hacerle ningún caso, a ponerme un auricular enorme y escuchar mi música, volviéndome a tocar mis pequeño y mojadito puntito imaginando que mi propio hermanito me daba una follada en su habitación.
El maldito entrenador había obtenido lo que quería. Yo estaba con ganas de mi hermano. Es un cabronazo mañoso, lo admito. Con rabia, con dos deditos entrando y con mucha excitación me corrí muy rico. Simplemente no estaba lista para dar ese paso en la vida real.
Al día siguiente llegamos al entrenamiento pero separados. Yo no iba a hablarle más, o al menos eso quería que él pensara. En el vestidor, los dos negros me hicieron una rica paja a mi clítoris mientras el otro me chupaba las tetas y mordisqueaba mis rosaditos pezones. Y como siempre, me dejaron a mitad solo para poder entrenar cachonda y con muchas ganas.
-Chicos, estoy harta de esto… mmffff… diosssss…
-¿Qué te pasa, perrita? ¿Quieres que te follemos como antes?
La punta de su polla se restregaba por mi rajita. Yo gemía como una maldita perrita en celo. Quería que me follaran duro y sin piedad.
-Cabronazossss… claro que síiiii… todos los días me dejáis a mediassss… ufff…
-Te jodes, princesita. Ahora ve a entrenar –dijo quitando su gigantesco glande de mi mojado chumino.
-Nooo… por favorrrr… solo un ratito, no le diré nada al Señor Gonzáles – le tomé de la mano a uno de ellos y lo traje para lamer un poquito sus enormes dedos. Lo que daría para que me la metiera un ratito más, ¡diossss! Le puse una carita de pucherito otra vez con la esperanza de que se apiadara de mí y me hiciera correr como cerdita.
-¡Jajaja, serás puta! –dijo su hermano.
-Lo siento, ¡a entrenar, Rocío!
Y otra vez de vuelta al entrenamiento. Estaba yo tras mi hermanito tratando de explicarle cómo jugar, poniendo mis manos en su cintura y trayéndolo junto a mí. Ni él ni yo entendíamos por qué mi padre le pagaba al entrenador, la verdad, ¿solo para mirarnos desde el banquillo?
-Sebastián, es importante finalizar el golpe de drive con la raqueta por encima de tu hombro izquierdo, ya que eres diestro. Recoge el cuello de la raqueta con la mano izquierda. Al finalizar el golpe, deberías quedarte parado.
-Vale, Rocío. Por cierto… quiero follarte –me susurró.
-¿Qué dices, cabrón?
-Te esperaré esta noche en la cocina. A las ocho, ¿qué dices? Papá volverá a salir por cuestiones de negocios. Mi novia quiere venir pero le dije que se vaya a la mierda, que encontré a la mujer de mis sueños.
Lo admito, si antes me dejaron caliente los negros, eso casi me dio un orgasmo instantáneo. También me dio mucha ternura, para qué mentir: “La mujer de mis sueños” ha dicho, ni siquiera mi novio me ha dicho algo tan bonito. Para colmo noté que mi hermano tenía la polla erecta bajo el short deportivo. Si mi instructor y los negros no iban a darme carne, entonces decidí que yo lo obtendría de alguien más.
-Jamás haré guarrerías contigo, pervertido – le susurré –. Ahora fíjate en la bola.
………………
Bajé a la cocina para tomar agua. Coincidentemente fui a la hora en la que me esperaría mi hermano allí. Y fui con una faldita muy corta y una remerilla también cortita y desgastada. Me hice de la sorprendida cuando lo vi sentado en la silla del comedor, como esperándome. Me sonreía mucho, pero yo hice como si no estuviera allí. Me dirigí a la heladera:
-Rocío, sabía que vendrías.
-Si supiera que tú estarías realmente esperándome, no vendría a tomar agua – mentí. Abrí la heladera y me agaché mucho para coger una jarra.
-Flaca, qué culito tienes.
-Eres un pervertido asqueroso – cargué el agua en el vasito y lo tomé.
-¿Vas a derramarte el agua por la remerilla, verdad?
La verdad es que el desgraciado me pilló. Solo por eso decidí no derramármela.
-No haré eso ni en tus sueños, tarado. Quítate esa idea loca que tienes en la cabeza.
Tomé el agua rápidamente y me acerqué a un florero. Esa tarde había escondido una cámara allí, apuntando la mesa de la cocina. Mi hermano ni enterado del tema, y apreté el botón REC.
-Venga, Rocío, estoy que me muero por ti –me tomó de la mano. Yo no pude disimular mi rostro colorado. Varios días sin recibir mi ración de sexo, con la calentura a tope terminó por destruirme. Y mirándolo con ternura le pregunté:
-¿Realmente quieres hacerlo? Somos hermanos, imbécil –nunca en mi vida dije una grosería con tanto cariño.
-Mi corazón no me engaña, flaca.
-“Flaca” dices… -me acerqué a él y puse mi mano en su mejilla para acariciarlo-. Jamás en la vida me rebajaré a follar contigo, pero de hacerlo… ¿serías tierno conmigo, Sebastián?
-¿Tierno, yo? No, no seré tierno y lo sabes, que siempre me escuchas tras la pared cuando follo con mi novia. Digo, a mi ex. Te haré chillar como perra en celo, Rocío.
Me puso a tope eso. Lo abracé y lo besé. Fue tan eléctrico el choque. Eléctrica la sensación en mi boquita recibiendo las caricias de la lengua de él, recibiendo sus manos en mi culo, esas poderosas manos que me apretaron las nalgas. Se levantó de la silla y hábilmente, con sus fuertes brazos, me cargó. Me iba a llevar a su habitación pero yo le puse una mano en su pecho para gemirle:
-Sebas… no, no, no… quiero hacerlo aquí, en la mesa.
-¿Qué? Será más cómodo en una cama.
-Aquí o en ningún otro lugar, es que me parece más morboso aquí – evidentemente quería que la cámara nos filmara, y jamás en la vida a mí se me ocurriría llevarlo a mi habitación, que es sagrado para mí. Y en su habitación ni en sueños, que no pienso acostarme donde esa putita de su ex gozaba como perra.
-Qué rara eres, Rocío. Pero en serio esa carita de vicio que tienes me vuelve loco, así que por ti iría hasta el fin del mundo.
El chumino estaba chorreando, la verdad, ya entendí por qué tenía tantas novias, sabía cómo hablar a una puta. Me sentó sobre la mesa, quitó los platos rápidamente, me subió la faldita, remangándola en mi vientre. Posteriormente me quitó la remerilla mientras yo gemía como una putita a cada tacto. Libre de ropas los dos, le abracé con mis piernitas y atraje su pelvis contra la mía, sintiendo su polla creciente contra mi chochito.
Me tumbó contra la mesa y se inclinó para chupar mis pezoncitos. Yo gemía un poco, trataba de atajarme porque quería que pareciera que yo le estaba haciendo un favor, que apenas iba a disfrutar con él. Pero por más de que lo intentara, mi hermano me conocía más bien que yo misma, sus manos me apretaron fuerte de la cintura –me encanta eso-, y puso la punta de su pene entre mis hinchadísimos y mojados labios. Dejó de chupar mis tetas y me habló:
-Rocío, quiero que me ruegues que te folle.
-Ufff… En la p-u-t-a vida, Sebastián, mmmfff, aaghhmm…
Su polla ahí se sentía riquísima, caliente y palpitante a la espera de entrar. Si fuera por mí, que me la metiera hasta el fondo, que ya he soportado bastante sin follar.
-No te la voy a meter hasta que me lo ruegues, flaca.  
Con sus dedos empezó a jugar con mi clítoris. Es mi punto débil, volví a entrecerrar mis ojos y a babear como perra sin siquiera ser capaz de pronunciar palabra alguna. Parecía que hablaba en un idioma extranjero, o que estuviera poseída:
-Diosss… mmfffff… sigue soñandooooo… cabróoon… ufff…
Volvió a chupar mis tetas. Joder, yo quería que me metiera la lengua hasta el fondo de la boca, y luego su polla hasta mi garganta, pero se ve que había que explicárselo con carteles y señales de humo o algo así. Mi cuerpo entero me pedía carne, más carne.
-Rocío, si no quieres pues me voy a la sala, que ya va a jugar Peñarol.
-Vaaaaleee…. Joddderrrr… métemela, Sebas… por favoooor, estoy cansada de que siempre me dejen a medias, cabróooon…
-¿Mande, chica? No entendí una mierda. Repítelo más lento.
El desgraciado no dejaba de masturbarme, de restregar su polla por mis labios que ya estaban hinchadísimos. Sin quererlo yo ya estaba empujando mi caderita contra la suya para comer ese pedazo de tranca que se gastaba.
-Que me la metasssss… que me la metassss de una vezzzz que no aguanto mássss… uffff…. Me voy a correr antes de que me la metassss hijoputaaa…
-¿Eres mi putita, vas a ser mi putita?
-Síiiii, toda tuyaaa… solo mételaaaaa…
Fue un poco doloroso porque, al plegar su polla en la raja, presionó con mucha fuerza. Grité un poquito fuerte y rápidamente atraje su cuerpo para que se recostara sobre mí, le arañé con fuerza su espalda. Para no seguir gritando le mordí el cuello, pero él aguantó como un auténtico macho mientras su enorme verga se abría paso en mi calentito interior.
Los dos jadeábamos mirándonos mientras su cadera describía un violento ir y venir que me ponía como loca. Quería decirle que lo amaba, seguro que él también, pero algo en los dos nos lo impedía. De todos modos yo estaba más que contenta, tras casi semana y media de dejarme cachonda, por fin podía desquitarme. No sé si fue plan de mi instructor, pero ya no importaba.
Sebastián se sabía trucos. Su polla describía ligeros círculos dentro de mí, antes de entrar hasta el fondo. Lo retiraba un poquito y volvía a dibujar formas circulares. Mis piernas y  brazos colgaron rendidos, ya no podía controlarlos, mi boquita ya no decía nada entendible, solo mascullaba y gemía como cerdita. De vez en cuando él me besaba y chupaba mis labios. Mis ojos ya no veían nada, era todo blanco, me sentía en el cielo. Ni mi instructor ni los negros sabían follar como él.
A lo lejos escuché mi móvil, me devolvió al mundo real, seguramente era mi novio que me llamaba pues ya regresó de su viaje familiar. Pero me importaba una mierda él. Así como mi hermano rompió con su novia para estar conmigo, yo no tendría problemas en cortar con él. Sebastián miró mi móvil y empezó a reírse. Luego me besó con mucha fuerza, lamió mis labios y luego mi sonrojada mejilla. Fue cuando empezó follarme más duro, más rápido. Seguramente quería que me volviera más loca hasta el punto de olvidarme del móvil. Y así fue, me rendí ante su hermosa y venosa polla que se encharcaba de mis jugos.
 -Me voy a correr, Rocío, mmff.
La mesa parecía que iba a romperse de tanto tambalearse.
-Hazlo dentro, por favor, mmm… ufff… he tomado la píldora…
-Eres una putita en serio, te has preparado bien, ¿no? Mmfff…
-Fue coincidencia que la tomara hoy, pensé en salir con mi novio, cabronazo… uuuuffff… -mentí descaradamente.
Me tomó fuerte de la cadera y su cara se puso muy rara. Jadeó muy fuerte y sus ojos parecían querer ponerse en blanco. Me la metió hasta el fondo y sentí toda su leche caliente dentro de mi chochito. Estuvo dándome tímidamente unos segundos más hasta que se retiró de mí. Yo estaba muerta, feliz pero muy cansada, tirada sobre la mesa con la baba escapándose vulgarmente de mi abierta boca. Desde allí le pregunté débilmente:
-Oye, Sebas… ¿Ha sido mejor que con tu novia?
-No, para nada. Con ella fue mejor.
-Eres un hijo de puta.
-Si me la chupas, vaya… entonces sí serás mejor que mi novia, Rocío. Ya te dije que ella es una remilgada.
-No voy a chuparte nada, idiota, sigue soñando. Extírpate las costillas y chúpatela tú mismo.
-Lo que tú digas, flaca – se sentó en la silla y abrió sus piernas. Puso sus manos tras su nuca y me sonrió.
-No me llames flaca, Sebastián, ya no más.
-¿Y cómo quieres que te llame, Rocío? Seguro que eres torpe chupando pollas.
Me levanté. El cabroncito iba a ver lo que era una buena mamada, sí señor. Tenía que apurarme, que realmente quería ver a mi novio esa noche porque hacía días que no estaba con él. Vale, pensé en cortar mi relación solo por la calentura, pero Christian (mi novio) es demasiado importante para mí. Seguro que también querría algo de mí esa noche, pero yo estaba un poco adolorida porque mi hermano fue muy bruto. Y eso que al día siguiente teníamos más clases de tenis, no habría descanso.
Me arrodillé y agarré su enorme tranca como si de una raqueta se tratase:
-Llámame “putita”. Soy tu putita, cabrón.
Continuará, si eso quieren ustedes. Espero q a alguien le haya gustado porque a mí sí. Nuevamente mil perdooooones si he cometido errores, es mi segundo relato ya.
Un besito.
Rocío.
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
 rociohot19@yahoo.es
Sin-t-C3-ADtulo36
 

La señora (Violación un martes) (POR RUN214)

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herederas3MARTES. LA VIOLACIÓN
Sin título         Bethelyn estaba sentada tras el escritorio, en el despacho de su marido, en la mansión que ambos poseían. Delante de ella había una carta parcialmente escrita dirigida a un internado masculino. No encontraba la posición adecuada en el sillón. Tenía el culo dolorido por la violación digital de su ano esa noche.
 Su hijo gesticulaba airado al otro lado del escritorio, frente a ella.
-¡No pienso ir a un internado de maricones, ni lo pienses!
–Irás. –contestó ella con mirada gélida.
 Garse rodeó el escritorio hasta colocarse junto a su madre, a su izquierda. Enfadadísimo, fuera de sí. Acercó su rostro al de ella.
-¿No has quedado satisfecha con la follada de anoche? -Espetó. -¿Por eso me quieres joder a mí?
Bethelyn perdió el color. Quedó petrificada. Su rostro pasó de blanco a morado y después a rojo de ira. Se levantó del sillón con cara de incredulidad pero temblando de rabia. Le señaló con el índice.
-Tú…, tú sabías…, ¿que era yo? -tartamudeó a punto de explotar. -Pues claro que lo sabía, puta, folla jardineros.
 A su madre le temblaban las aletas de la nariz. Tenía los ojos inyectados en sangre abiertos como soles. A Garse le divertía ver la cara de su madre, su ceño fruncido, sus labios apretados.
 La imagen que observaba cambió de súbito. Dejó de ver a su madre y se sorprendió contemplando la puerta del despacho que se encontraba 90 grados a su izquierda. Un zumbido en el oído llenaba su cabeza, no sentía la parte derecha de su cara y la oreja comenzaba a arderle.
 No había visto llegar el guantazo que le arreó su madre. De no ser por la mesa del escritorio en el que se apoyó, hubiese tenido que dar varios pasos para no perder el equilibrio.
Cuando el asustado Garse volvió la mirada, su madre ya estaba cargando el otro brazo para aporrear la otra mejilla. Pero su mano nunca llegó a su destino. Bethelyn recibió un puñetazo en el estómago que le dejó sin aire en sus pulmones.
 Intentó respirar sin éxito. Abrió y cerró la boca nerviosa, movió las manos alrededor de su estómago y cuello para intentar captar algo de aire pero era inútil, no llegaba nada. No podía respirar. El miedo comenzó a aflorar hasta que, al final, consiguió dar una pequeña bocanada.
Entonces Garse la empujó bruscamente contra la mesa, sobre la que cayó de bruces, golpeando su cuerpo.
 El poco aire que había tomado salió despedido por su boca volviendo a dejarla al borde de la asfixia. Presa del pánico por el ahogo, su único pensamiento era el de conseguir respirar. Entonces notó como le levantaban las faldas por detrás y le bajaban las bragas quedando su culo y sus carnes al aire. No, no podía ser. Otra vez no.
 Notó algo caliente y suave paseándose entre sus nalgas, su hijo se estaba excitando con su trasero. Se estaba restregando la polla en su culo.
-No se atreverá –Pensó –A plena luz del día, con todos los sirvientes en la casa de un lado a otro. -Pero su polla había adquirido mayor tamaño y ahora comenzaba a deslizarse entre sus piernas, rozando sus labios vaginales. Su hijo quería repetir lo de anoche por la fuerza.
 Si no hacía nada en muy poco tiempo su hijo se la follaría de nuevo. Pero le faltaba aire. Buscó algún objeto con el que golpearle y entonces vio el abrecartas sobre la mesa, podría clavárselo en un muslo y ganar tiempo para salir corriendo pero estaba lejos de su alcance.
 Comenzó a marearse, necesitaba aire ya. Su hijo tenía la punta de la polla en la entrada de su coño. Una bocanada de aire llegó a sus pulmones. Por fin, una pequeña tregua. Si pudiera alcanzar ese abrecartas.
 Otra bocanada de aire aun mayor que la anterior le dio fuerzas suficientes, estiró la mano para cogerlo justo cuando la polla de su hijo la penetró de un empujón.
Sus pulmones se desinflaron de golpe cuando su cuerpo volvió a caer contra el escritorio empujado por el envite de su hijo y aplastado por su peso. Tuvo que poner las manos sobre la mesa para frenar la caída y el aplastamiento.
 Era inevitable, su hijo se la estaba follando impunemente y ella ni tan siquiera podía gritar pidiendo auxilio. Cuando lo intentó de nuevo, de su boca solo salió un susurro inaudible y lo peor, la necesidad de aire le acuciaba horrorosamente.
 Dirigió su mirada al abrecartas. Su cuerpo estaba atrapado bajo el de Garse lo que le impedía moverse hacia su objetivo. Además, el entumecimiento empezaba a ser notorio.
 El continuo metesaca era violento y frenético. Parecía que su hijo hubiese adoptado las artes amatorias de un conejo. Arremetía sin cesar como un poseso. Incluso las patas de la mesa crujían con cada arremetida.
 Las manos de Garse comenzaron a subir nerviosas desde los muslos de su madre hacia la cadera y después por la cintura en dirección a sus tetas sin parar de sobarla. Sus manos se colaban bajo la ropa acariciando su piel. Pero al hacerlo, se erguía para poder explorar mejor, liberando de la opresión de su peso a su madre, casi a punto del desmayo. Gracias a eso sus pulmones recibieron una nueva bocanada de aire.
 Bethelyn, no impidió la intromisión a sus tetas y así poder conseguir algo más de oxígeno además de tener mayor libertad de movimientos. Se le iba la cabeza por momentos. Colocó sus manos, con las palmas apoyadas en la mesa, a cada lado de sus hombros, como alguien que hace flexiones. Se incorporó para facilitar otra pequeña bocanada de aire. Al hacerlo, su cuerpo se levantó y se separó de la mesa. Las manos de Garse, sobaron con más libertad sus ya violentadas tetas por debajo del vestido. Pellizcó suavemente sus pezones deslizándolos entre sus dedos.
 -Estás ganado la batalla pero no vas a ganar esta guerra, cabrón –Pensó Bethelyn al borde de la asfixia sin apartar la vista del abrecartas. –Hoy no te vas a correr dentro hijo de puta.
 Tenía que alcanzarlo y clavárselo en un muslo o mejor, en la punta de la minga. Con el susto y el dolor la soltaría y podría correr hacia la puerta y escapar de él. El problema era que la daga estaba fuera de su radio de alcance. Además, no le quedaba mucho tiempo antes de desmayarse.
 Su hijo, cada vez más erguido, estaba absorto en follarla y en amasar sus pezones. No se daba cuenta de que cada vez ella estaba menos aprisionada bajo su cuerpo. Bethelyn lo iba a aprovechar de la mejor manera. Con un fuerte cabezazo hacía atrás, en la nariz, quedaría aturdido lo suficiente como para que ella pudiera coger el abrecartas.
 Consiguió tomar una nueva y necesaria bocanada de aire, apretó las palmas de las manos contra la mesa y tensó sus brazos para levantarse lo más rápidamente y con la mayor fuerza posible. Se preparó para descargar el golpe. Un, dos, tres, ahora.
 Pero justo en ese momento la mano de su hijo agarró su nuca le hundió la cara contra el escritorio. Todo el peso de él cayó sobre ella aplastándola. Sus pulmones se desinflaron como un fuelle de nuevo.
 Su hijo se estaba corriendo. Lo hacía aparatosamente, jadeaba con profusión en su oreja mientras pellizcaba con más fuerza sus pezones, su polla entraba de forma estertórea y salía lentamente una y otra vez. Parecía no acabar nunca. El aturdimiento que tenía Bethelyn era tal que apenas era consciente de lo que le estaba pasando en ese momento.
 Por fin la batalla acabó. La había ganado él.
 Apunto del desmayo Garse comenzó a incorporarse liberándola de su peso. Ella lo agradeció con moderado alivio. Mareada, sin resuello y preocupada por ganar algo de aire para sus asfixiados pulmones. Tenía el cuerpo entumecido y las piernas y los brazos apenas le respondían.
 Cuando fue consciente de que la punta de la polla de su hijo estaba justo en su ano no tuvo fuerzas ni para contraerlo. Un leve empujón y la cabeza de su polla entró sin dificultad. Después un ligero metesaca acabó por alojarla por completo dentro de su culo. Notaba el vello púbico de su hijo acariciarle las nalgas en cada empujón.
 Le dolía. Sobretodo en su amor propio, pero no lloró. No delante de él.
Se irguió un poco para poder respirar. Tenía la boca totalmente abierta. El cuerpo casi no le respondía, le fallaban las piernas. Con la espalda casi vertical y su hijo acoplado a ella por detrás. Garse la abrazó por la cintura, bajo la falda. Acarició su vientre y su pubis. Después bajó sus dedos hasta su clítoris y jugueteó con él mientras, con la otra mano, amasaba las tetas por encima de la ropa. Le susurró al oído.
-Querías darme por el culo. Pero resulta que soy yo el que te la está metiendo por el culo a ti. ¿Te gusta putita? –Bethelyn, palideció al oír su tono chulesco.
 Entonces, sin motivo aparente, se salió de ella y se separó hacía atrás. La falda, que había estado sobre su espalda cayó volviendo a tapar su culo y sus piernas.
Bethelyn se incorporó por completo y comenzó a recuperar el resuello.
–Eres…, un…, hijo de puta. –Jadeó dificultosamente.
Garse se abrochaba los pantalones mientras sonreía.
-Te vas…, a…,  arrepentir…, Edipo de mierda. –Garse no decía nada. Solo sonreía.
-Cuando se lo cuente…, a tu padre…, te vas a cagar, cabrón.
 En ese momento la puerta del despacho se abrió y apareció un hombretón de bigote poblado y anchas patillas.
-¿Que hacéis en mi despacho? –Preguntó desde el quicio de la puerta. Era Eduard Brucel, el marido de Bethelyn y padre de Garse.
Bethelyn sonrió al ver a su marido. Había llegado en el momento oportuno. Miró a su hijo con expresión de triunfo, le señaló con el dedo acusador y le dijo a su marido:
-Tu hijo…
-Estamos hablando de Ernest, el Jardinero. –Atajó Garse.
Su madre perdió el color en el acto. Giró la cabeza hacia su hijo. Petrificada y sin habla pestañeaba incrédula.
-Mama dice que quiere despedirle. –Bethelyn puso los ojos como platos y la boca formando una O de sorpresa.
Su marido la miró extrañado. -¿Y eso?
-Pues, pues…, -Balbuceó Bethelyn. -A veces…, no obedece…, no hace lo que le ordeno. -Improvisó.
-Si lo dices por algo que le ordenaste ayer, no le culpes. Le tuve ocupado todo el día y a última hora de la tarde me acompañó a la ciudad.
-Ah, en ese caso…, yo…, no lo sabía.
-Bueno, pues ahora ya lo sabes. Fin de la discusión. Ernest se quedará donde está. Ahora dejadme solo, salid del despacho. –Dijo con tono impaciente mientras movía una mano como espantando moscas.
 Eduard echó a andar hacia el escritorio donde se encontraban su mujer y su hijo. Bethelyn, por su parte, comenzó a andar como un autómata hacia la salida rodeando la mesa, pero al hacerlo trastabilló con algo enredado en sus tobillos.
 Se apoyó en el escritorio para no caer y al echar la mirada abajo vio con horror que había tropezado con sus propias bragas aun enredadas en sus pies. Levantó la vista y vio acercarse a su marido a grandes zancadas desde la puerta. Se aproximaba rápidamente hacia la mesa. En cuanto la rodease las vería y sería muy difícil explicarle que hacían sus bragas allí.
 Sintió que alguien agarraba su tobillo y tiraba de él. Al girar la cabeza vio a Garse arrodillado tras ella. Cuando volvió a levantar la vista, su marido ya había rodeado la mesa y se encontraba junto a ella.
-Se te ha caído esto… madre. –Oyó decir a Garse a sus espaldas.
 Su marido la observaba fijamente con el ceño fruncido. Bethelyn le sostuvo la mirada. No abrió la boca para dar explicaciones. Sudaba profusamente y estaba mareada, a punto de desplomarse. Cuando por fin giró la cabeza para mirar a su endemoniado hijo vio que éste sonreía. Siempre sonreía.
 Tenía un brazo extendido hacia ella. En su mano sostenía una pluma. La otra mano descansaba en el bolsillo de su chaqueta. Con un movimiento lento y todavía con la respiración contenida cogió la pluma que le ofrecía. Giró la cabeza hacia su marido.
-Se me habrá caído, estaba escribiendo una carta a una amiga. –Acertó a decir.
 Dejó la pluma en el tintero y se hizo con la carta dirigida al internado a medio escribir que aun estaba sobre la mesa. Miró furtivamente a su marido y la dobló en 2 pliegues frente a él y se la guardó en un bolsillo.
 Su marido seguía observándola con ojos escrutadores. Los de Bethelyn eran de cordero degollado. El señor Eduard paseó la mirada por todo el escritorio.
-¿Y este desorden?
-Buscaba un sobre para la carta. He buscado por todos lo sitios pero…
Sin dejar terminar la frase, abrió el cajón más cercano, extrajo un sobre y se lo ofreció.
Bethelyn se secó la mano antes de cogerlo.
-Gracias. No recordaba donde estaban.
-Bien. No pasa nada. Ahora dejadme solo. Tengo mucho trabajo por hacer. He de preparar muchas cosas.
Sostuvo a su mujer por los hombros y dibujó una leve sonrisa.
-Bethelyn –Dijo mientras posaba sus amplias manos en sus mejillas, atrapando toda su cara entre ellas.
-Van a cambiar muchas cosas. Muy pronto. Estoy a punto de conseguir algo grande.
 Bethelyn correspondió con una sonrisa que no pasó de mueca cómica. Pronto terminaría por desmayarse si no salía de allí. Se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Con cada paso hacia la puerta se sentía más lejos del peligro, más segura. Con cada paso también notaba el aire entrar bajo la falda hasta su coño. El frescor que le acariciaba sus partes la hacía sentirse desnuda.
Su hijo la adelantó antes de llegar a la puerta. Agarró el pomo y la sostuvo como un caballero mientras ella la cruzaba. Después la cerró tras ellos.
 Bethelyn siguió caminando unos pasos hasta alcanzar la escalera que ascendía al piso superior y se sujetó a la barandilla para no caer. Las piernas le temblaban como si fueran de queso. Cerró los ojos y por primera vez en mucho tiempo consiguió respirar profundamente. El sudor formaba pesadas gotas que corría por su cara.
 Garse se acercó y se puso frente a ella con un pie en el primer escalón mirando como se sujetaba a la barandilla, aferrada con ambas manos. Comenzó entonces a secarle a su madre el sudor de la frente con un pañuelo. Lo pasó por las mejillas, le limpió el labio superior y la barbilla. Lo hizo dulcemente. Acariciando su rostro con esmero. Le secó la comisura de los labios gentilmente, con delicadeza.
 Bethelyn abrió los ojos enfurecidos y apartó su mano de un manotazo.
 -No me toques cabrón. No me toques más o te juro que te mato.
Al fijarse en la mano de su hijo vio que no era un pañuelo lo que llevaba. Eran sus bragas. Le había pasado sus propias bragas por los morros.
-¡Serás cerdo! Me estabas restregado mis propias bragas por la cara, hijo de puta.
-¿No te gusta oler tu coño, putita?
 Puso los ojos en blanco y apretó los dientes.
-Como vuelvas a llamarme así te juro…
-¿Qué harás, puta? –Dijo con la perpetua sonrisa en sus labios. -¿Chivarte?, ¿te vas a chivar de tu hijo, putita?
-Tú no eres mi hijo, mal nacido. Eres el hijo de un demonio, niñato de mierda. Te vas a arrepentir de haberte follado a tu propia madre, miserable.
 Por toda respuesta Garse acercó su cara a la de su madre, le cogió una teta y se la apretó suavemente, en un lascivo sobeteo.
-Te voy a follar el culo, puta. –Susurró.
 Su madre no dijo nada. No se inmutó ni le apartó la mano. Le sostuvo la mirada llena de odio.
Garse sintió la punta de un objeto afilado bajo la barbilla presionando hacia arriba. Por primera vez el miedo se dibujo en su rostro. Soltó la teta de su madre y levantó ambas manos en un gesto de rendición. Se desplazó hacia atrás con la cabeza levantada. Ahora no sonreía y comenzaba a sudar. Había perdido el color. Cuando se apartó por completo la miró desde la distancia, perplejo.
 Observó el abrecartas en la mano de su madre. Los nudillos estaban blancos de tanto apretar el objeto que ahora se encontraba a una distancia prudencial de su cara. Volvió a recuperar la sonrisa burlona. Se llevó las bragas de su madre a la nariz y exhaló su aroma.
-Te voy a follar el culo putita. No duermas tranquila.
Dicho esto, se dio la vuelta y alejó por el pasillo.
 Bethelyn le vio desaparecer. No sabía si llorar o desmayarse. Tras unos momentos optó por no hacer ninguna de ambas cosas. Dio la vuelta, se guardó el abrecartas en el bolsillo y subió las escaleras hacia su cuarto. Cabizbaja y pensativa. ¿Que ha pasado para que su hijo se haya vuelto así?, ¿Por qué la había tomado con ella hasta el punto de violarla?
-Lo vas a pagar cabrón. Lo juro.
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Si te ha gustado, por favor,  envía algún comentario a mi email: boligrafo16@hotmail.com. Si no, disculpa por hacerte perder el rato.
 
 
 

Relato erótico: “Cumpleaños inolvidable” (PUBLICADO POR PEDRO)

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no son dos sino tres2

imageEl fin de seman es el cumpleaños de mi prima, dejaran hacerlo en el chalet de sus padres, sin ningún adulto, dos amigas de mi prima se quedaran a dormir, Laura y Mercedes, la fiesta fue bien bebemos comemos algún bocadillo que compro en el mercadillo preparado, flirteo con sus amigas me gustaría follar con alguna de las dos, fue tal que se dejaron magrear las tetas el culo algún beso robado no sabía bien lo que pasaría loque al final de la fiesta me dicen

 –  Antonio te esperamos arriba en el cuarto

– te esperamos 

ellas marcharon me quede a recoger un poco comense a sentirme mal el alcohol hizo efecto, al subir al piso alguien me hablo no entendí nada nos abrazamos marchamos a un cuarto balanceándonos caímos a la cama no sé cómo, me dormí, unos susurros me despertaron, me besaba, me quito la ropa, me deje llevar, no había hecho algo como ahora lo hice, beso chupo su vagina, su flujo casi me ahoga , esperamos un poco, ella se subió encima de mi, dijo algo que no entendí, se penetro lentamente, nos besamos , nos amamos como nunca antes lo hice, no sólo fue una vez no recuerdo cuantas veces pero terminamos derrotados los dos felices, que damos dormidos unas terribles ganas de orinar me despertaron, marche al baño casi dormido, salí del baño al entrar a mi cuarto vi al hora en el móvil casi medio día, marche a bañarme,bajar a comer algo seguir recogiendo la casa junte tres bolsas de basura antes de llegar mis padres

– Antonio como fue todo

– bien no pasó nada 

– Buen día señor, señora 

eso dicen las amigas de mi prima, según colaboraron para hacer la comida, al rato bajo mi prima, comimos la vi diferente, Mama marchó a dejar a las amigas de mi prima, nosotros a nuestro chalet mi prima viene con nosotros, to fue normal el resto del fin de semana, comenzaron las clases en la facultad, cada uno marchó a su facultad, un mes después vino cuando mi madre no estaba salió a la compra era sábado 

 – Antonio tengo un mes de embarazo

 – habla con mi tía, de quién es 

 – cálculo que fue el día de mi cumpleaños, cuando encuentre a ese cabron …

 – también tienes culpa

 – estaba ebria, seguro esas dos me tierna alguien

  – no creo asegure las puertas

 – antes o después de dormir 

 – antes, que vas hacer 

 – conseguí una dirección donde hacen …

 – estas loca, busca otra solución 

llego mi madre colabore con la compra

  • : Mi prima cumple años hace una fiesta en el chalet, todo paso normal al marchar a dormir nose lo que pasó pero me follo a una tía que no sé quién sea al mes mi prima está preñada , cuando me entero mi cerebro dice que fui quien la preño, ella está tirada a la salida de una clínica de abortos, la llevo al doctor, nos castigan no volvemos hacer los mismos, hasta que ella me cuenta lo que pasó se lo digo que fui el cabron que la embarazó
 

Relato erótico: “El viaje del adios” (PUBLICADO POR PEDRO)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

imageHace cinco años me casé con Lucia recién salidos de la facultad ella tuvo un retraso en su periodo, sus padres y los míos estudiaron en colegios de educación estricta a la antigua, se hacían la ilusión de ser abuelos, trabajamos en una empresa internacional con matriz en U.S.A salimos de paseo un viernes después de trabajar por el Caribe solo era el fin de semana no recuerdo cuantos marchamos, le sentó mal la comida enlatada a Lucia no salimos del cuarto por dos días, fue cuando se apagaron las luces escuche ruido de tormenta no recuerdo más, al despertar llame a mi esposa

 – Lucía donde estás 

una patada que acertó en mi estómago me confirmó donde, logre quitar lo que me tenía atrapado igual a mi esposa, al salir de eso que parecía una lata, eso fue lo que era una lata de dos piezas fue cuando escuchamos 

 – auxilio

alguien gritó en el otro palazo del barco lo que fue del barco, logramos sacarla, era una tía caminamos a la playa me pareció una isla pequeña para un barco, grande para nosotros tres, cuando me a brazo

 – Antonio que significa esto

– no sé que se piensa ella 

 – Antonio no te acuerdas ” Paula ” éramos novios al comenzar la facultad

 – no me acuerdo pero de eso tiempo paso

 – me puedes decir de qué habla 

 – una amiga del Instituto, te presento a Paula, Lucía mi esposa 

 – te volviste loco prometimos no casarnos 

 – creo que mejor busca comida donde dormir

regreso al pedazo de barco que nos trajo a la isla , encuentro comida en lata en ambos lugares que eran los camarotes, me adentro en la isla encuentro restos de acentamientos humanos una choza algo deteriorada nada serio la reparo, trabajo en equipo hacemos, cenamos, dormimos en amacas, en la mañana

 – Antonio busca algo de comer las latas no duraran

cuando crío mi abuela me llevó a los niños exploradores aprendí muchas cosas, creí que nunca utilizaría, atrapo peces con una red que hice, en cuento algunas herramientas un machete creo, unos árboles frutales que alguien sembró antes de nuestra llegada, sobrevivimos una semana en la siguiente no sé qué día tampoco una fecha exacta escucho que grita Lucía a todo lo que puede

 – Antonio 

cojo el machete salgo corriendo a buscar por qué grita, es un tío un mulato o de África no sé hasta dónde nos mandó el tornado…

 – Que dice, este tío  – solo emite sonidos pero entiende lo que hablamos

  – algo escribe en la arena 

mi nombre es Murphi vivo en el otro lado de la isla 

 – podríamos visitarlo

no me di cuenta que usa tapa rabo se le salía la pinga por un lado, Paula creo que se dio cuenta, Lucía no lo miraba

 – Murphi no usas ropa 

se acomoda la polla, nos hace una seña para seguirlo, entre la maleza nos pasamos es algo como un camino que está cubierto, lo despejó poco a poco, llegamos a su choza, trata de hablar un idioma me parece Africano, una tía mulata sale, atrás otra más joven atrás un crío que corre a braza a Murphi

 – quienes son ellos 

 – nuestro barco se accidentó hace unas semanas 

 – por aquí no pasa ruta de barcos, pasa lejos cada tres meses

 –  ” tres meses ” 

cuando nos dimos cuenta Murphi folla a la otra tía como si fuera el último día, ambos mulatos la luz permitía como esa barra de carne entraba salía de la entrada del placer de esa mujer la cual lo disfrutaba gimiendo sin ningún recato por estar nosotros presentes

 – ella quien es 

– mi hija, como no tenemos más macho, Murphi la folla

– si la embaraza

 – desde que nació Murphi mi hijo, no me preña, por más que follamos, menos a Michel

  – no tiene problemas de celos 

  – él es tu macho, preguntas cosas bobas, me gustaría me follara tu macho, tener crios, Michel sea madre  

 – no él es mi esposo

 – seguro el bobo de Murphi los invito a nuestra choza 

  – me gustaría 

 – no caben en la choza 

 – tenemos la nuestra marchamos 

 – Murphi compórtate hay invitados 

vimos cómo se la montaban los dos se nota que tienen mucha práctica, me jala Lucía, marchamos a nuestro lado de la isla, por la forma de hablar estamos en el Caribe, me dice Lucía 

  – Antonio vi que tienen una lancha, podremos salir antes de medio año

– como

  – llevaremos la cuenta de cuando paso

 – no dijo cuándo pasó o pasara 

  – tienes razón 

 – Antonio podemos hacer el amor 

 – estás loca tia es mi esposo

 – ver a esos dos follar me puso mal, no veo más tios 

 – serás puta 

 – te aseguro que antes de que pase un barco e trepas por las paredes en este caso alas palmeras 

 – eres una …

 – no podemos pelear 

Paula tiene una cara que no reconozco, al otro día vamos con la mujer de Murphi 

 – cuando pasara el siguiente barco

 – pasó ayer mientras hablamos 

 – cuál es tu nombre 

 – Mae 

los días pasaron creo que normal, pero la verdad fue que Paula se volvió más suelta por decir comenzó con quitarse la camisa, solo con una mini falda el bra después solo en bikini termino solo con un tanga que solo tapaba lo que hay que tapar lo demás expuesto, tanto hasta que un día la vi masturbandose  frente ami sin pudor, se quita la braga estuviera solo o con l

Lucia corría a bañarse al mar  me dijo Lucia

  – haremos el amor, te veo mal

 – gracias amor no sabes cómo lo necesito

  – no te pases cuánto tiene que lo hicimos

 – cuatro meses me tienes a pan y agua 

– te alivias solo

 – marchemos a ver a Mae nos preste la lancha

marchamos los tres, le platicamos nuestro plan 

 – está bien solo quiero que tu macho folle a Michel

 – estas loca  

 – Murphi no nos preña es el único macho

 – marchemos no prestará la lancha 

caminamos a nuestra choza, la tomó por sorpresa nos besamos la abrazo subimos a la amaca, ella quiere estar arriba pero el movimiento no le permite hacer como ella quiere siente que se cae, cambiamos de lugar ahora me toca arriba no me parece difícil moverme lo hacemos hasta que caemos felices cansados veo hacia la entrada de la choza, Paula se terminaba de masturbar, nos arreglamos para continuar la vida, pasaron unos días me dijo Lucía 

  – follaras con Paula tenemos un acuerdo

 – estas segura 

  – no se te ocurra embarazarla 

pasaron dos días, Lucía dijo que marchaba a pasear, Paula me llamo fuimos al mar ahí lo hicimos fue una cosa sublime nunca había follado en el mar, lo gramos sacar el pedazo de barco que nos trajo, nuestros amigos nos colaboraron, antes de que pasara el barco todo se nubló toda la tarde, dos días no salimos de la choza, la lluvia paro seguía nublado, vi una tía después de salir de la choza grite a Lucía y Paula 

  – mira una tía  

  – está muerta 

  – déjala 

logramos sacarla le aplicó la respiración de boca a boca se reanima pero aún está aturdida 

  – Antonio es un tío  

  – donde no lo veo

 – sostiene algo

 Paula me colabora, llega Murphi logramos traerlo

 – está vivo

  – si tiene fiebre 

  – llevémoslo a mi choza tengo medicamentos 

 – hembrita cuida a esa hembra, les daré hierba para que no les de fiebre 

  • : Vivía feliz con mi esposa trabajamos en la misma empresa nos dieron un viaje por el Caribe donde nos perdemos en una isla, todo lo que nos ocurre solo sirve para separarnos, al final ella me abandona en la isla eso sirve para replantear mi vida regreso a Madrid me caso vivo feliz con mi esposa, tenemos una hija en común
 

La señora (Miércoles, la confesión) (POR RUN214)

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herederas3LA CONFESIÓN

          La jornada transcurrió sin novedad. Bethelyn no se atrevió a pasar sola ni un momento. Estuvo con el ama de llaves y sus criadas la mayor parte del tiempo hasta que, al llegar la noche y una vez acabada la cena, todos los criados se fueron retirando a sus aposentos quedándose sola.
 Su esposo continuaría en su despacho hasta altas horas como de costumbre, así que subió resignada las escaleras hacia su habitación en soledad y con el alma en un puño sin dejar de pensar en la pasada visita furtiva de Garse.
 Al llegar al pasillo superior se topó con el ama de llaves.
-Elise, espera.
-¿Señora?
-Acompáñame.
Elise, la fiel ama de llaves, acompañó a su señora hasta su alcoba. Bethelyn la hizo pasar y cerró la puerta tras ellas.
-Quédate conmigo esta noche, Elise.
-¿Quedarme? ¿Aquí, en su dormitorio?
-No quiero estar sola.
-Pero… mi marido estará esperándome.
-Solo hasta que llegue mi esposo.
-Yo… no se que decir… -alegó azorada.
-Por favor, no quiero estar sola. Quédate.
No era usual que las criadas acompañen a sus señoras en sus horas de alcoba. Tampoco tenía una relación tan estrecha con su señora como para permitirse tales confianzas. Pero era su señora y lo que le pedía tampoco era algo descabellado.
 Cabizbaja, asintió con la cabeza y Bethelyn la abrazó agradecida. Elise ayudó a su señora a desvestirse, le colocó el camisón y la vio meterse en la cama. Se hizo un silencio en el que ninguna de las 2 habó. Bethelyn la miró extrañada.
-¿A que esperas?
Su criada era mayor que ella, no obstante se ruborizó como una adolescente y desvió la mirada hacia abajo.
-¿Quiere que me meta con usted, señora?
-Claro, ¿Pasa algo malo?
-N…nada señora. ¿He de desvestirme?
-¿No pensarás meterte con vestido y todo?
Se descalzó y se deshizo del vestido. No tenía camisón así que se metió a la cama en ropa interior. Estiró el brazo para apagar la vela que las iluminaba desde la mesilla.
-¡No!, no la apagues. No quiero estar en la oscuridad.
-Entiendo. Como quiera señora.
El ama de llaves se acostó y Bethelyn la abrazó. Pegó su cuerpo al de la mujer y hundió la cabeza en su cuello. Sentía el calor de la otra mujer a través de su cuerpo y de sus piernas desnudas.
-Gracias Elise.
Elise estaba acalorada. No movía ni un músculo. Intentó cerrar los ojos y dormir sin éxito. Bethelyn tampoco podía. Temía a su hijo. Aun guardaba el abrecartas en un cajón de la mesilla. Si ese mal nacido volvía, haría una locura.
– · –
Al final, el sopor y el cansancio acumulado, pudo con las mujeres y ambas se durmieron. Había pasado un buen rato y la vela se había consumido un buen trecho. Bethelyn abrió los ojos y vio la cara de Elise a escasos centímetros de la suya, dormía. Su aliento acariciaba su rostro. Había estado muy nerviosa desde que le pidiera su compañía. Su criada ocupaba el lado derecho de la cama, el de su esposo. Durante el sueño se había girado y había pasado un brazo por encima de su señora. Ambas se abrazaban como colegialas con las piernas entrelazadas. Se permitió esbozar una sonrisa de paz que se borró de inmediato al ver la figura de un hombre en pie detrás de su criada. Era Garse.
 Su primer pensamiento fue hacerse con el abrecartas pero estaba paralizada por el miedo. Garse la miraba con odio. Se sacó la polla del pijama y señalo a su madre. Después, con la misma mano, señaló su polla. Bethelyn abrazó a su ama de llaves, aun dormida, con más fuerza.
 Garse hizo el gesto con la mano simulando chupar una polla. Era una amenaza para ella o quizás una predicción. Empezó a menearse la polla frente a su madre.
 Bethelyn estaba a punto de romper a llorar. Su hijo no le haría nada estando la criada delante ¿o sí?
 Él continuaba meneándosela. Se estaba haciendo una paja delante de su horrorizada madre mientras Elise continuaba dormida, ajena a lo que sucedía a sus espaldas.
 ¿Que debía hacer? ¿Qué podía hacer? Si se giraba podría atrapar el abrecartas del cajón antes de que él reaccionara y defenderse con él. El ama de llaves se despertaría y vería a su hijo. Se descubriría todo, absolutamente todo, incluido lo de Ernest. La vergüenza caería sobre ella y sobre su marido. Adiós a su carrera política. Adiós a su matrimonio.
 En un momento dado los ojos de Garse se cerraron, su boca se abrió y su cara dibujó una mueca de dolor. Se estaba corriendo. Su semen brotó desde su polla en dirección a las mujeres. La mayor parte cayó en el pelo de Elise aunque la cara de su madre también recibió algún disparo.
 Garse utilizó la falda de Elise que estaba sobre el galán para limpiarse, miró a las mujeres con expresión de asco y abandonó el dormitorio en silencio. Bethelyn se limpió la cara con la manga con cuidado de no despertar a la criada y con lágrimas en los ojos la abrazó con más fuerza hundiendo la cabeza en su cuello. Comenzó a llorar.
– · –
Trascurrió el tiempo. Su ama de llaves continuaba en la misma posición de abrazo. El semen de su pelo formaba pequeños pegotes resecos no perceptibles a simple vista. Bethelyn había terminado por dormirse de nuevo. La vela de la mesilla titilaba sus últimos estertores antes de apagarse. Junto a ella había otra vela aun mayor enfundada en un candil y justo al lado la figura de un hombre se erguía ante ellas. Su marido las miraba desconcertado desde la misma posición donde antes estuviera Garse.
 Cuando Bethelyn se percató de la presencia de su marido despertó a su compañera y ésta reaccionó nerviosa al ver a su señor junto a ella. El instinto del recato hizo que se tapara hasta el cuello con las sábanas. Sus ojos iban de su señor a su señora y de nuevo a su señor. Bethelyn la tocó en el hombro.
-Gracias por tu compañía Elise, ya te puedes ir.
-S…Si señora.
Destapó las mantas y se levantó de la cama hacía su vestido con paso nervioso. Eduard no pudo pasar por alto sus muslos desnudos y su trasero enfundado en aquellas bragas. Intentó descubrir algo a través de su generoso escote mientras la mujer se colocaba aprisa el vestido y abandonaba la estancia como un rayo.
-¿Y bien?
-No me gusta estar sola.
-Estabais muy juntas y Elise aun es una mujer muy guapa. –Dijo con una sonrisilla ladina.
-Y tú muy estúpido o muy sordo.
-Si alguna vez quisieras… con una mujer…
-¡No! Eso me da asco. ¿Tú te haces pajas con otros hombres?
Su marido borró la sonrisa.
-Solo bromeaba.
Se metió en la cama y ocupó el lugar de Elise. Noto el calor que su ama de llaves había dejado en su lugar de la cama y el olor de su pelo en la almohada. Se excitó al fantasear con a las 2 mujeres juntas. Acarició a su esposa que se había tumbado de espaldas a él y deslizó su mano entre sus piernas. Metió la mano en las bragas y exploró su coño. No detectó signos libidinosos en él. Adiós a su última esperanza lésbica.
-¿Satisfecho?
-No lo sé. En cualquier caso. –continuó. -Si tuvieras algo que contarme…
-Si tuviera algo que contarte, no te gustaría oírlo.
-A lo mejor sí. –contestó socarronamente.
-Te aseguro que no.
Súbitamente Bethelyn se desmoronó y comenzó a llorar sin motivo aparente. Su marido arrugó la frente preocupado.
-¿Que pasa Bet? ¿Qué está pasando aquí? Cuéntamelo.  –Su mujer no decía nada. Solo lloraba. -¿Por qué lloras? ¡Habla, cojones!
– · –
El sol había salido hacía rato pero la oscuridad reinaba en el dormitorio de Garse. Dormía plácidamente con las sábanas hasta las orejas. El ama de llaves entró como todos los putos días a despertarle e insistirle en que se levantara por orden de su puñetero padre. La misma ama de llaves que le había chafado el polvo de ayer con su madre. Se había tenido que conformar con una paja a su salud sobre su cabeza. Pero esto no iba a quedar así.
 Elise era una mujer madura pero que aun tenía una buena follada. Cada mañana soportaba la misma tortura. Subía las persianas, abría las ventanas y retiraba las mantas hasta los pies. Pero hoy sería diferente. Estaba desnudo con la polla preparada. En cuando le retirara las mantas se iba a llevar una sorpresa. Ella y su coño peludo.
 Cuando aquella cabrona izó las persianas, el sol iluminó tanto la habitación que casi le deja ciego. Notó las manos de la sirvienta retirar las mantas de golpe. El frío matutino bañó su cuerpo desnudo. Se colocó boca arriba y levantó los brazos hacía sus tetas.
 Antes de que pudiera hacer nada una mano le sujetó del cuello contra la almohada. Otra mano se posó en sus huevos. Esto iba a ser más interesante de lo que pensaba. Sonrió con los ojos aun medio cegados por la luz.
 La mano de sus huevos se cerró como una tenaza apretujándolos casi hasta reventarlos. Un alarido quedó a medio salir de su garganta, pues la manaza del cuello empezó a estrangularle. Abrió los ojos de par en par y vio 2 brazos velludos arremangados hasta el codo. Al final de los cuales distinguió el bigote poblado de su padre.
-Te gusta jugar con las cosas de mi propiedad ¿Eh, cabrón?
El dolor de los huevos era insoportable, además se ahogaba. Sentía los latidos del corazón en las sienes como martillos. Empezaba a ponerse morado con los ojos a punto de salirse de las cuencas.
-Te voy a reventar tus huevos de maricón, folla-madres.
 Quería hablar pero de su garganta solo salía un gorjeo inaudible. La imagen de su padre con los dientes apretados y su frente arrugada como una uva pasa comenzaba a volverse borrosa por culpa de los lagrimones de sus ojos. Tenía miedo, mucho miedo. Abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua.
-Te lo puedo explicar. –Consiguió balbucear.
-¿El qué? ¿Qué se te pone dura con el coño de tu madre?
Eduard Brucel escupía las palabras a escasos centímetros de la cara de Garse. Motitas de saliva impactaban en la cara de su hijo.
-¿Te haces pajas con tu madre, enfermo de mierda? Te voy a curar a base de hostias.
-Espera, espera un momento. Me haces mucho daño.
-También le hacías daño a tu madre cuando se la metías por el culo. Te gusta metérsela por el culo y correrte dentro ¿verdad?
Garse miraba a su padre como una ardilla que contempla a un halcón, atrapada en sus garras y que sabe que va a ser comida.
-A tu madre nunca se la he metido por el culo. No le gusta y le duele. Y vas tú y se lo follas y te corres dentro, hijo de puta. ¿Te gusta follártela por el culo? ¿Te gusta cabrón?
Garse solo pensaba en una cosa, que acabe ya. El dolor en sus pelotas era insufrible. No sentía las piernas y su padre no paraba de apretujarle los cojones.
-Hay algo que no sabes. Suéltame, por favor padre.
-Lo sé todo mamón. Sé que te la follas a traición, que le das por el culo, que le has lamido las tetas y el coño. ¿Te gusta pasarle la lengua por la raja, cerdo? ¿Te gusta como le huele el coño a tu madre?
-Por favor padre… suéltame los huevos. Hay algo que no sabes de mamá. Suéltame y te lo digo… por favor.
Eduard siseó sus palabras.
-¡Empieza a hablar, niñato! Pero como no me digas algo que no sepa te reviento los huevos, hijo de la grandísima puta, violador folla-madres.
– · –
Bethelyn estaba de pie en el pasillo cuando oyó un alarido inhumano que atravesó toda la mansión. Era Garse. Al cabo de unos instantes su marido apareció junto a ella. Salía del dormitorio de su hijo. Intercambiaron la mirada durante unos momentos.
-Hoy mismo partirá hacía la casa de sus abuelos. En cuanto a ti…
No acabó la frase. Se giró y comenzó a caminar hacía el fondo del pasillo dejando sola a su mujer con la cara entre las manos. Eduard se pasó el resto del día en su despacho.
– · –
Casi al mediodía la señora y su ama de llaves discutían sentadas a la mesa del salón.
-Lo siento señora pero no puedo.
-Elise, te lo estoy pidiendo por favor.
-No, no y no. Lo siento pero no.
-Ya sé que no es fácil. No te lo pediría si no fuera de vital importancia. Salvará mi matrimonio.
-Pero destrozará el mío.
-No te estoy pidiendo nada que yo misma no estaría dispuesta ofrecer.
El ama de llaves estrujaba nerviosa un pañuelo mientras hablaba. Tenía la cara colorada y no paraba de mojarse los labios como si fuera un tic nervioso.
-Que no sea por dinero, Elise.
-Ya sabe usted que no lo es. Lo siento pero no puedo hacerlo.
Se levantó y se fue del salón. Al llegar al quicio de la puerta su señora la llamó.
-Dime al menos que lo pensarás.
La miró como quien mira un ogro de 3 cabezas.
-Adiós señora.
– · –
Pero que su propio hijo se la follara y disfrutara de ella impunemente le hacía perder los nervios. Se enfurecía pensando en su pequeño hijo cabrón.
 Abrió la puerta de su dormitorio y vio a su ama de llaves sentada en el borde de la cama frente a él. Ésta se levantó como un muelle.
 Eduard la miró pero no dijo nada. Se acercó a ella hasta colocarse a un metro.
-Ayer estabas con mi mujer en mi cama.
-Sí señor.
-¿Os tocasteis?
-¿Señor?
Posó la manaza sobre una de sus tetas y la apretó levemente. Elise dio un brinco.
-¿Te tocó mi mujer aquí?
-N…No señor. –Tragó saliva.
-¿Por qué estás aquí?
-La señora dijo que usted quería verme.
-¿No te explicó para qué?
-Se lo expliqué punto por punto. –Contestó Bethelyn desde la otra punta de la habitación.
-¿Y bien?
-Está de acuerdo.
-¿Lo estás, Elise?
Por toda respuesta su ama de llaves bajó la cabeza. Brucel sonrió.
-Te vi en ropa interior ayer. Estás muy guapa en bragas. Me gustó verte así.
La criada agachó la cabeza y se soltó el vestido dejándolo caer a sus pies. El escote de su blusón ofrecía parte del canalillo entre sus tetas y a través de sus bragas se adivinaba su negro bosque.
 Eduard miró a su criada con más hambre que un perro pequeño. Metió las manos bajo el blusón y palpó aquel melonar calentito. Se llenó las manos con las tetas de su ama de llaves y sintió sus pezones entre los dedos. Había deseado tanto este momento.

-¿Te gusta que te acaricie, Elise?

-N…No señor.
-¿Y ella?
-Tampoco señor. No me atraen las mujeres.
-Entiendo. Prefieres acariciarte tú, ¿verdad? –Bajó su mano hasta introducirla bajo sus bragas y palpó su vello y sus labios. Maravilloso.
-¿Señor? –La cara de horror de la criada era un poema.
-¿Sabes lo que me gusta, Elise? ¿Te lo ha explicado mi mujer?
-S…Sí…, señor. Punto por punto.
-Acércate Bet.
Su mujer se colocó junto a ellos.
-Desnúdate.
Se desnudó frente a su criada que la miraba horrorizada. Su marido las miraba a ambas mientras se mordía el labio inferior con lascivia.
 Bethelyn le quitó el blusón a su criada y la abrazó. Sus tetas se juntaron y sus pezones se aplastaron el uno contra el otro. Después, se mojó los labios, tragó saliva y la besó en la boca. Con cada beso iba metiendo más la lengua en la boca de la otra mujer. Su marido babeaba.
 Cuando posó una mano sobre la teta de su criada, ésta se contrajo pero no impidió que la sobara ni amasara su seno. Como tampoco se movió cuando su señora le mamó los pezones mientras deslizaba la mano bajo sus bragas.
 El toqueteo de sus dedos en su clítoris era tan desagradable como los lametones en sus pezones. Aunque no tanto como cuando le introdujo el dedo en el coño y comenzó a meterlo y sacarlo una y otra vez.
 Eduard Brucel también se había desnudado. Se estaba masturbando frente a las mujeres mientras miraba a su ama de llaves sentarse en el mismo borde de la cama que cuando llegó. Estaba completamente desnuda, con las piernas abiertas y su negro coño expuesto a la vista. Bethelyn, de rodillas frente a su criada, miraba a su marido con cara suplicante.
-Hazlo.
-Por favor, Ed.
-Hazlo Bet, hazlo. –Jadeó su marido.
Elise nunca había visto nada tan grotesco en toda su vida. Había oído rumores de infidelidad sobre su señora, había descubierto en más de una ocasión al señorito masturbándose entre las sábanas. Incluso se llegó a hablar de algún tema de faldas entre la señora y su suegro. Pero lo que estaba a punto de ocurrir ahora no se lo hubiese imaginado jamás.
 Su señora, estaba arrodillada frente a ella con las manos apoyadas en sus rodillas abiertas mirando a su esposo, el señor. Éste miraba a ambas mujeres mientras se masturbaba de pie. Elise veía deslizarse el glande dentro y fuera de su manaza una y otra vez. Las pelotas de su señor botaban con cada sacudida bajo aquel poblado bosque de vello púbico. Lo hacía con la cara desencajada y la boca abierta de par en par, respirando como un búfalo en una estampida, mientras el sudor bañaba la frente de su señor. Pero lo peor no era eso.
 Su señora acercó la cara a su coño, sacó la lengua y lamió su raja con la punta de la lengua. Una mujer lamiendo a otra mujer. Al principio lo hizo suavemente pero después metió la lengua entre los pliegues de sus labios vaginales e intentó masturbarla lamiendo su clítoris repetidamente mientras metía una y otra vez sus dedos dentro de su coño.
Miró a su señor. Éste había puesto una rodilla sobre la cama y seguía masturbándose frente a ella. Su polla estaba a escasos centímetros de su cara.
-Chupa.
Sabía lo que debía hacer y lo hizo. Abrir la boca.
La polla de su señor entró hasta la mitad. Después ella asió su mástil y siguió masturbándolo mientras le lamía. Con la otra mano masajeaba sus pelotas hinchadas. Solo deseaba que todo acabase pronto. Su señor no había perdido el tiempo en atrapar sus ubres mientras se la chupaba.
 El tiempo pasó despacio. Una eternidad de lamidas y chupadas. Al final lo inevitable llegó. El semen inundó su boca y su señor, por fin, dejó de amasar sus tetas. Era caliente y espeso. Un sabor desagradable. Desagradable y denigrante. Eduard se desplomó hacia atrás sobre la cama, sudoroso.
 Su señora también dejó en paz su violentado coño y se sentó a su lado con la cara entre las manos. Estuvo a punto de consolarla pero, ¿acaso alguien le consolaba a ella? En lugar de eso se levantó y cogió su ropa para vestirse.
-¿A donde vas?
-¿Señor? Pensaba que…
-Pues no. Vuelve a la cama.
Miró a su señora que tenía la misma cara de disgusto que ella. Después vio como Bethelyn se tumbaba boca arriba con las piernas abiertas.
-Vamos Elise, compláceme.
Obedeció cabizbaja a su señor. Se subió de nuevo a la cama colocándose a 4 patas entre las piernas de su señora. Bajó la cabeza hacia su coño y noto su olor. Era desagradable oler el coño de otra mujer. El sabor de la polla o el semen de su señor no eran muy diferentes del de su marido. Tampoco diferían mucho el de sus coños, pero era distinto. Mujer lamiendo a mujer.
 Cruzó la mirada con su señora un instante. Después volvió la mirada al peludo coño que tenía delante, lo miro como si fuera algo asqueroso. Cerro los ojos, abrió la boca, saco la lengua y la acerco a lo negro de su entrepierna con la cara contraída por el asco.
 Su coño estaba tibio, el sabor terroso fue tan desagradable como esperaba. En su boca se mezcló el sabor del semen y el del coño de sus señores. Pronto encontró su clítoris y se concentró en lamerlo y besarlo. Lo besó como de un amante perdido se tratara. El señor disfrutaba con eso.
 Eduard disfrutaba con eso y con algo más. Se colocó tras su ama de llaves, sostuvo sus caderas, acaricio su culo y sus ubres y… la penetró. Lo hizo despacio. No tenía una polla pequeña por lo que no quería metérsela bruscamente. Después gozó con sus tetazas mientras se la follaba desde atrás. Lo hizo durante un buen rato.
 Eduard disfrutaba con el coño de su ama de llaves. Tenía una polla muy grande y por suerte para él Elise no tenía un coño pequeño por lo que podía follarla sin problemas. Entraba y salía suavemente. La penetraba hasta dentro bruscamente para sacarla despacito, disfrutando de su calor. Era tan gratificante follar con una mujer como esa.
-Ya estoy casi a punto. Vamos, besaros ahora.
Elise se incorporó hasta colocarse sobre Bethelyn. Sus tetas y sus pezones estaban juntos de nuevo, sus coños se tocaban también. Comenzaron a besarse la boca como posesas en una guerra de lenguas mientras Eduard penetraba a su ama de llaves con más ardor.
-Estoy a punto. Me voy a correr. Córrete Bet. Correos las 2.
No era lo peor de la noche pero si de lo más humillante. Las 2 mujeres empezaron a gemir la una contra la otra. Se abrazaban y se sobaban las tetas y el coño mientras gimoteaban simulando un orgasmo.
 Por fin Brucel se corrió en el coño de su amante temporal. Sudoroso y cansado se desplomó de nuevo al lado de las mujeres. Estaba rendido. Al fin y al cabo la jornada no había sido tan desastrosa. Se durmió feliz. El descanso del guerrero.
 Las mujeres dudaron mientras veían al hombre respirar plácidamente junto a ellas. Por fin Bethelyn hizo una seña a su criada y ésta se quitó de encima. Esta vez nadie impidió que el ama de llaves abandonara la habitación en silencio.
 Bethelyn se hizo un hobillo y se abrazó las piernas. Ya no podía ver a Ernest, su amante; su hijo la había follado contra su voluntad incluso por el culo y ahora se lo hacía con una mujer delante de su marido. ¿Por qué cada vez iba todo a peor?
 El titilar de la vela fue lo último que Bethelyn vio antes de dormirse entre pesadillas.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico:” El viaje del adios final” (PUBLICADO POR PEDRO)

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NUERA4Si busca un relato donde el protagonista domina, folla sin consentimiento, controla a su antojo a las tías, se equivocaron de relato

tumblr_inline_o8gsej0tdI1t35chj_1280.png.cfNadie dice nada, lo llevamos a su choza, nos da la hierba para no enfermar de calentura, paula cuida a la otra tía, la dejamos en la hamaca donde dormía, me duermo junto a Lucia, al otro día me pongo a tejer otra hamaca la termino en la tarde, al siguiente día está mejor se levanta pregunta

          Donde estamos

          En algún lugar del Caribe creo

Nos presentamos, les contamos como llegamos a la isla

          Mi nombre es Cintia vivía en California, vine a trabajar a Miami, me invitaron a pasear en un Yate, no sé qué paso lo último es que flotaba en el mar una ola me cubrió, hasta que desperté aquí

          Marchamos con Mae seguro sabes quién es el tío que llego contigo

Se nota la cara de preocupación, nos sigue al llegar vemos que no tiene fiebre nos dice Mae

          No habla, espero sepa follar

          Como te llamas tío

Su mirada esta perdida, le veo que tiene un golpe, es una herida en la cabeza, esta infectada, por suerte tiene un botiquín medico lo vi el primer día que vimos su lado, lo curo no es nada grave

          Salvaste a mi macho, tu eres mi macho principal preña aMichel

          Mejor se recupere

          Donde aprendiste a curar Antonio

Colaboraba  a mi novia

          No sigas

          Mi macho cuanto tarda en recuperar se

          Mañana regreso a revisarlo

Marchamos a nuestro lado Murphy está de nuevo dale que no paro con Michel, al llegar dice Cintia

          Su nombre es George estaba en el mismo Yate, es norte Americano, no se nada más, porque ella viste así

          Olvídalo, el es mi esposo no follara contigo

          Antonio como aprendiste tantas cosas

          Mi abuela me mandaba con los niños exploradores en las vacaciones

          Aprendiste algo que no involucre mujeres

          No, en el colegio e instituto fueron maestras

Marcho a terminar de hacer otra hamaca, la coloco la que usara Cintia, juntamos comida, comemos cenamos, al otro día reviso a George, se ve mejor pasa la semana, es cuando me dice George

          Donde estamos, agradezco sus cuidados

          Hablo mi macho, te gustaría vivir con nosotros

          Cintia eres tu

          Si

          Que fue lo que paso no recuerdo nada, como llegue

          Macho calma, mi macho que le pasa

          Talvez la herida el golpe olvido cosas que recordara con el tiempo

          Vete con tus hembras regresa la tormenta

Marchamos a nuestra choza los ahora cuatro, preparamos la comida

          Porque nos dice hembras, no sabe nuestros nombres

          Calma Cintia ella es como la jefa de la isla

La lluvia corto la conversación entramos a la choza, comimos, la tarde paso tranquila la lluvia paro, en la noche seque lloviendo en la mañana paro la lluvia, almorzamos en so vino Mae

          Hembrita donde está mi macho

          Que pasa Mae

          Quiero mi macho donde lo tienen, entréguenlo zorras  

De entre la vegetación apareció George, lo vio las tres tías la enfrentaban ,no pasó nada

          Mae solo estaba perdido

          No se metan con mi macho, me preocupe por ti

Marcharon, Lucia fue tras ella claro nosotros al llegar a su choza le reclama

          Nadie es propiedad de nadie

          Este es mi lado cojo lo que considero mío, te respeto, no me obligues a quitar tu macho

          Marchemos Lucia tiene razón

          Lo mismo en mi lado

Al llegar a nuestro lado

          Porque la defiendes

          Solo evito problemas

          No va aprestarnos nada

          Quiero saber lo que pasa, sé que apenas llegue

          Cada tres meses pasa un barco, frente a la choza de Mae, el día que paso fue la tormenta al otro llegas

          No quieres volver a tu casa

          No tengo mucho porque volver, mis tíos con los que vivía regresaron a su país de origen

          Queremos volver pero no sabemos dónde estamos

Busco la comida rápido comenzara a llover, comemos pescado, la tormenta esta fuerte, no salimos de la choza al otro día esta igual, al siguiente el cielo esta nublado pero paro la lluvia, salgo a orinar fuera, marcho a la playa, las tres se lavan, veo una lancha corro a cogerla no se la lleven las olas

          Antonio tráela

          Colaboren esta algo pesada

          Trae una tía

La saco de la lancha, esta desvanecida, Cintia la cuida regreso a sacar la lancha la dejo entre unas palmeras la amarro

          Antonio revísala

          Si

Solo esta dormida, veo un motor de lancha corro a sacarlo, me colabora Murphy

          Gracias

          Machito deja de juntar basura, la tormenta trajo a esta mujer revísala

La reviso es una mulata, aplico respiración de boca a boca se recupera escupe el agua que trago la dejo junto con Cintia que cuida   a la otra tía

          Machitos,  Murphy miren es un machito rescátenlo

Solo Murphy corre le colaboro, es una caja trae un tío, lo sacamos, Murphy le soba la polla por encima de la ropa, levanta la mano indicando algo, al llegar a la playa el tío trata de besarme logro evitarlo lo suelto Murphy si lo besa, corre Mae que lo quita, ella se morrea con él, los manoseos son mas violentos , le saca la polla se la incrusta ella, se esta follando al mulato

          Mae es el lado de mi isla mas respeto

El tío como que despierta quiere como pegar a Mae a Lucia

          Antonio

          Murphy sácala s de aquí

Les muestro el machete

          Marisa mi amor te protegeré

          Mi nombre es Mae

          Marisa donde estas

Lo vemos correr al mar, Mae esta tirada, grita el mulato

          Rápido ayuda un doctor

          Que te den por el culo siendo la matriarca me dejas tirada

          “ ayuda “ “ por dios  ayuda”

Trae una mulata

          Antonio revísala

          Amigo eres doctor

          No aprendiz, toma Lucia   

Coge el machete, la deja en la arena bajo unas palmeras, esta fría, respiración nula, me mira

          Lo siento está muerta

          Por dios revísala bien , la amo nos fugamos

Me mira, me suplica, no puedo hacer nada, me abraza los pies, corre grita como buscando algo, corre al mar Murphy lo desvanece , antes que cometa una locura, lo trae a la playa, las otras dos tías se recuperan me mira Mae, se dirige a Lucia

          Esta macho es mio, tienen el propio, entierren a esa hembra

          Claro como es mi lado

          Machito tienes dos hembras nuevas disfruta las, machito dos nos vamos

          No quiero marchar contigo Mae

          Porque no machito dos

          Solo me quieres para follar , no me gustas

           Como gritas cuando te cojo, mi hija te coge, vámonos

          Me que do en este lado

          Regreso por ti  acomodo a mi nuevo macho

Marcharon los tres sin George

          Paula, Cintia colaboren las cajas traen comida

Trae comida en lata, unas frutas, una botella de wiski, otra de ron que guardo para mi, George comienza a beber

          Antonio te falta enterrarla

          Mi nombre es Shannon

          Llevamos la comida a la choza

          Mi nombre es Shani también colaboro

George se está embriagando, tomo una pala cavo un hoyo para enterrar la, con unas tablas de la caja formo una cruz, entro a la choza George esta ebrio, viene Mae con Murphy

  –  que paso con el mulato

    –   mi macho tres está dormido, mañana vemos, donde mi macho dos

    –   no te rendirá esta ebrio

  –  este me coge esta noche le folla Murphy

  –  espera George sé que da

  –  Lucia no los provoques

  –  Hembrita tenemos un acuerdo, tu macho se queda contigo, macho para mí, macho para mi hija

  –  tienes a Murphy

  –  ese macho es mío, respeta me llevo el tu yo, son míos, porque gobierno esta isla

  –  George es una persona importante

  –  hembrita hazte respetar o te quitan el macho  

  –  mi nombre es Shannon

  –  esta ebrio llévate lo

  –  si no tuvieras dueña

Los tres marcharon, cenamos en silencio, coloque otras dos hamacas, en la mañana regresaba de pescar

           Busca tu propia choza

          Que pasa Lucia

          Aquí mando, es mi parte de isla, te prohíbo marches al otro lado

Me quito los pescados, recojo frutas, me pongo hacer mi choza entre unos arboles, es pequeña tejo una hamaca, como ceno, me duermo, en la mañana reviso que tengo para comer, reparo el motor de lancha, logro hacer unos remos, paseo en lancha no me hablan las vi sin ropa pero ni se enteraron que las vi, bebo un trago cada día de la botella de ron, quiero morir, no me aseo menos me afeito, paso un mes, no volvió George menos Mae, marcho al otro lado solo una miradita desde lejos, lo que veo es horrible unos tíos se llevan a George, matan a todos, espero estén lejos para enterrar los, marcho a nuestro lado, por eso no regresaban al otro lado, veo un barco a lo lejos trato de llamar la atención hablo a las mujeres entro a la choza pero no veo a nadie al salir el barco se fue, Lucia me abandono se marchó lo merezco quiero morir, logro con los días colocar el motor en la lancha logro salir de la isla encuentro un yate claro antes me corte la barbe me puse ropa mejor, me dice hacia donde esta santo Domingo, me dan comida, al llegar trabajo consigo juntar para un boleto para ir a Miami después en la embajada de España consigo mis documentos para volver a mi país a Madrid casi dos años sin ver a mis padres lloran al verme, Lucia no se que les conto, me entretuvieron tres días, quería  salir, me dijo mi madre

          Antonio; lucia nos dijo que no sabia nada de ti, como los daban por muertos, se caso hace poco

          No importa quiero lo mio

          La vi antes de tu llegada, esta embarazada

          Solo quiero lo mio Mamá

          Se lo dimos nosotros

          Estabas muerto

          Vendrá de visita logro rehacer su vida con

En eso fue abrir mi madre, los hizo pasar cuando los vi

          Antonio creí que estabas muerto

          Si también lo pensé, te quedaste con George

          No es lo que piensas te lo cuento todo

          Mira George

          Perdió todo unos tíos lo encontraron le robaron

          Juro que fue casualidad que la encontré

          Como que mataste a todos del otro lado de la isla

          No quisieron colaborar

          Lucia solo quiero lo mío

          Antonio tenemos problemas

          Lo siento quiero lo mío

          Tendremos un hijo nuestro

          No olvides que desde que llegamos no lo hacemos no trates de engañarme, te diré que George es un estafador lo buscan en su país

Entro la guardia, lo detienen, mis padres quedaron sorprendidos, me case con una prima lejana que vivía en el pueblo, tengo dos hijos la parejita, por consideración, mis padres me pidieron le colaborara a Lucia después de sufrir un aborto, quedara  sola, por lo que  estuvimos  casados antes, tenemos una hija, la cuido mientras su madre marcha a visitar a sus abuelos, están enfermos, ella es mi hija, Lucia quedo como mi amante, lo acepto, hacemos el amor, no follamos, siempre me pide a completemos la parejita, mi esposa creo sabe algo, las tengo contentas a las dos, somos felices.

  • : leer en la primera parte
 

Relato erótico: La señora (Jueves, el pago) POR RUN214)

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indefensa1Estaba de pie frente a Zarrio, el encargado de las caballerizas y marido de su ama de llaves.
Sin-t-C3-ADtulo13-Le di esto a Elise. ¿Por qué has obligado a tu mujer a devolvérmelo?
-Es dinero.
-Sí, es mucho dinero. Se lo di a ella por un favor que me hizo a cambio.
-Dejarse follar por su marido no es un favor, Señora Brucel.
Bethelyn se quedó de piedra. Sintió un calambrazo en el estómago como si acabase de tragar un vaso de amoniaco.
-¿Te ha contado Elise…?
-Por supuesto que me lo ha contado. Me pidió permiso para ir a su dormitorio. Me dijo que usted la obligó a hacerlo.
No estaba muy confundido su criado. Acosó a su mujer todo el día intentando convencerla. Como ella seguía reticente terminó por asustarla con el fantasma del despido. Nunca se desharía de su ama de llaves y no estaba orgullosa de haberla amenazado con aquello pero a veces situaciones difíciles requieren medidas desesperadas.
-¿Qué te ha contado tu mujer?
-Me lo ha contado todo. Incluido que usted y ella se lamieron el coño. ¡Vaya par de cerdas!
No se lo podía creer. Se supone que debía quedar en secreto. ¿Por qué cojones tuvo que contárselo al paleto de su marido? Además no era necesario darle ese tipo de detalles.
-Aun así, insisto. Quedaos con el dinero. –Titubeó.
-¿Es para aliviar su conciencia o para comprar nuestro silencio?
-Ambos. –Cortó Bethelyn tajante.
-Pues guárdeselo. A mi no me comprará con dinero.
-No quiero ofenderte ofreciéndote dinero, solo pretendo…
-Tendrá que comprarme con otra cosa.
-¿Q…Qué?
-Le dijo a mi mujer que usted no le pedía nada que no estuviera dispuesta a ofrecer. Pues bien, ofrézcamelo.
Miró al hombrecillo como quien mira lo que acaba de caer del culo de un perro. No estaba segura de lo que le estaba proponiendo. ¿Aquel sucio empleado de cuadras quería follar con ella, su señora? Le señaló con el dedo antes de escupir sus palabras.
-¿Pretendes que me acueste contigo… en tu cama?
-¿En mi cama? No, no, de acostarse nada, lo que quiero es follarla a usted aquí, a 4 patas como una yegua.
Bethelyn parpadeó varias veces. Pasó la mirada por la cuadra donde había encontrado a su criado. Un establo de madera mal oliente con varios compartimentos para caballos. Se encontraban en uno de los compartimentos, un recinto cuadrangular con espacio para 2 animales con el suelo repleto de paja y olor a mierda. Arrugó la cara como si fuera a escupir.
Dio 2 pasos dejando tras de si la puerta que cerraba el habitáculo.
-¿Ponerme a 4 patas como una perra en un establo maloliente para que me monte un miserable criado que huele a culo de caballo? ¿Con quién coño te crees que estas hablando?
-Con una zorra que se lame el coño con mi mujer. Me limpio el culo con su alta alcurnia y la de su marido. Creen que pueden hacer lo que quieran con la gente humilde. Pues yo también puedo. Así que deje de hacerme perder el tiempo. Quítese el vestido o lárguese y aténgase a las consecuencias cuando cuente lo que sé de usted.
La boca abierta, las cejas levantadas, los ojos parpadeando sin cesar, a punto de mearse en las bragas. Ese hombrecillo no era un ser inteligente. Jamás había dado muestras de merecer ningún cargo de responsabilidad. “Encargado de cuadras” era un eufemismo para definir su cargo de “limpiador de estiércol caballar”. ¿Sería posible que el más insignificante de sus criados estuviera en disposición de chantajearla?
-No te atreverás… soy tu señora… -Titubeó -Te pido de rodillas…
-Pídamelo a 4 patas.
Bethelyn le rogó, le amenazó, le insultó e incluso le escupió, pero minutos más tarde su vestido caía al suelo dejándola en bragas y camisola.
-Joder que ancas tiene señora. Enséñeme las ubres, destápese.
Obedeció sacándose la camisola por la cabeza. Sus tetazas pendularon antes de ser atrapadas por las zarpas del caballerizo.
-Mmmmff, menudas ubres que tiene señora. Con esto sí que habrá alimentado bien a su potrillo, el señorito, ¿eh?
El señorito, el cabrón violador del señorito. Bethelyn se mordió la lengua, y la siguió mordiendo cuando la mano del criado se metió bajo sus bragas y rebuscó entre su bosque negro y cuando se las quitó de un tirón.
-Menudo coño que tiene usted señora. Esto si que es una yegua como Dios manda.
-Ten más cuidado, me haces daño.
-Vamos, póngase a 4 patas, potranca. Que ganas tengo de montarla.
-No seas tan cortés.
-¿Cómo?
-Nada.
-No se le ocurra soltarme una coz, ¿eh?
-¿También vas a mirarme los dientes?
-¿Cómo dice?
Tan espabilado para follarse a su señora y tan corto para todo lo demás. Sucio, mal oliente, haragán ¿Sabría leer aquel hombre? ¿Cómo era posible que una mujer de la valía de Elise hubiese acabado casada con ese gañán ignorante?
Se colocó a 4 patas sobre la paja y sintió la polla caliente del caballerizo deslizarse entre sus piernas y sus nalgas mientras sus manos la acariciaban más como una yegua que como una mujer. ¿Como había llegado a esto? Se iba a dejar follar por el limpia cuadras.
El metesaca no se hizo esperar. Al menos no le hacía daño al follársela. Lo peor era oírle.
-Cabalga jaca, cabalga. Vas a relinchar de gusto cuando acabe. Dios, si fuera tu marido.
La escena era de lo más dramática. El marido de Elise, la sostenía por las caderas mientras la follaba. En un momento de excitación la había agarrado del pelo como si de una rienda se tratase. Tiraba hacía él, obligando a la mujer a echar la cabeza hacía atrás. La polla del hombre entraba y salía sin parar, sus tetas se balanceaban adelante y atrás mientras soportaba el calvario estoicamente. Alguien dijo:
-Papá, ¿Qué haces?
El grito de la mujer se oyó en todo el establo. Dio un bote y se colocó con la espalda en la pared. Frente a ella, en el quicio de la puerta, acababa de aparecer un joven imberbe. Se acurrucó en el suelo intentando tapar su desnudez con las manos.
-¿Quién es esa mujer, papá?
El hombrecillo y padre del intruso miraba con asombro el lugar donde otrora se encontrara el cuerpo de su señora. Conservaba las manos en el aire en la misma posición que cuando la sujetaba por las caderas. Miró a su hijo, después a Bethelyn y después otra vez a su hijo.
-Quien va a ser. Pues la señora Brucel. ¡Me la has espantado!
El zagal abrió los ojos como platos y se puso colorado cuando la reconoció.
-¿S…Señora Brucel?
-¡Fuera de aquí! Vete.
-De eso nada. El chaval se queda que para eso es mi hijo. Además, el también tiene derecho a follar.
-¿Queeee?
La pregunta la habían formulado al unísono la señora y el hijo del caballerizo que miraban al hombre todavía de rodillas.
-Mira hijo, tú ya tienes edad de follar así que hoy te vas a estrenar.
-Ni hablar. No pienso dejarme follar por este mequetrefe.
-Mi mujer folló con usted y su marido. Ahora usted follará con nosotros 2.
-¿Q…Que mamá follo con “Los Señores”?
Bethelyn se golpeó la frente con la palma de la mano. Iba a matar al bocazas de su criado. Levantó la vista y miró de nuevo al zagal. No se parecía en absoluto a su padre. Pelo y ojos claros, espigado, nervudo. Todo lo contrario que su padre. Bajo, rechoncho, moreno de piel, pelo y ojos y sumamente estúpido. El chico no había heredado nada de su padre. ¿O tal vez sí? Sopesó la situación antes de tomar una decisión.
-Está bien. Está bien. Tú ganas. Me dejaré follar. Total, puestos ya. Pero acabemos de una vez, no quiero que se entere nadie más.
Se destapó las tetas y abrió ligeramente las piernas.
-Jodd…dder, que tetas más grandes.
-Sí, tu madre también las tiene así. –Contestó su padre ufano.
-¿Mamá también las tiene así de grandes?
-Y el coño. Son iguales. Mira.
Lesmo, el ayudante e hijo del encargado de cuadras, se acercó y miro a la mujer babeando. Se arrodilló frente a ella durante un rato, después estiró los brazos para acariciarle las tetas.
-Que calentitas. Y que blanditas.
Bethelyn se dejó hacer con la cara roja como un tomate mientras el adolescente le amasaba sus tetas como si fueran masa de pan.
-Tu madre y ella se lamiscaron el coño.
-¿Q…Queeé? ¿Por qué?
-No sé. Me lo contó tu madre. Creo que es para comprobar si están en celo. Las yeguas también lo hacen.
-Señora, ¿Mi madre y usted se lamiscaron el coño?
Abrió la boca formando una O de sorpresa. Ese bocazas limpiador de cuadras mejor estaba calladito. Se puso más colorada de lo que ya estaba pero no contestó. El muchacho por su parte miró el coño de la mujer con más detenimiento y tras una breve reflexión acercó su lengua al pubis. Lo olió, sacó la lengua y la pasó por encima del vello púbico.
-No entiendo como a mamá le gusta hacer esto. Me he raspado la lengua.
Volvió a lamer a su Señora mientras su padre le miraba fijamente, pensativo, con la cara contraída. Parecía que estaba resolviendo mentalmente una raíz cúbica de 6 dígitos. Su frente estaba tan arrugada que ambas cejas se juntaban en el centro.
-Hijo, creo que no lo haces bien. Me parece que debes lamer el botoncito.
-Ah,…
Realizó un nuevo intento. Esta vez se entretuvo mas tiempo lamiendo. Bethelyn le miraba atónita mientras el padre seguía con el mismo rictus facial. Había entrecerrado los ojos y apretado el mentón. Sus brazos estaban cruzados con las manos bajo las axilas. La raíz cúbica debía tener por lo menos 9 dígitos ahora.
-No hijo, ese botón no. Eso es el ombligo. Tienes que lamer mucho más abajo, donde está el agujerito.
El muchacho levantó la cabeza perplejo.
-¿Mi madre le lamió ahí? –Bethelyn tragó saliva y asintió con la cabeza sin mirarle a la cara.
Se puso tensa cuando el muchacho realizó un nuevo intento. El mozo vio su cara de horror, por lo que dedujo que algo no debía hacer bien. Su padre seguía observando paciente.
-Ese agujero no. Eso el es culo. Tienes que lamer dentro de la raja.
-¿Dentro de la raja? ¡No me jodas!
-Ande señora, dígale donde para que acabemos antes.
Roja como un tomate maduro. Colocó 2 dedos a cada lado de sus labios vaginales y los separó. Apareció entonces una zona rosada que provocó la cara de sorpresa del chico.
-¿Estas seguro papá?
Su padre dudó y miro a la mujer que asintió ligeramente con la cabeza. La iban a follar 2 patanes ignorantes.
Por fin el zagal lamía en el sitio correcto. En el sitio correcto y alrededor del sitio correcto. Dentro de lo humillante que estaba siendo al menos quedaría bien lubricada para cuando quisiera meterla, si es que acertaba.
-Sabe raro. ¿Esto le gusta a mamá?
-Les debe gustar si lo han hecho, digo yo. Si las yeguas también lo hacen… por algo será.
-¿El coño de mi madre sabe igual que el suyo, señora? –Ella sabía la respuesta pero no se lo iba a decir.
-Bueno señora, ha llegado el momento de que mi hijo aprenda a follar. Túmbate hijo.
-¿C…Como, no querrás que sea yo la que le mote a él como si fuera una fulana?
-¿No querrá que estemos aquí toda la mañana para meterla, verdad?
Touché.
Lesmo se tumbó boca arriba, desnudo con la polla dura como solo un adolescente puede tenerla. Su señora se le acercó.
-Chúpesela.
-¿Cómo?
-Es lo justo, él también la ha chupado a usted.
-Serás cabrón. ¿Quieres que se la chupe al ayudante de limpiador de mierda de caballo?
-Su madre se la chupó a su marido. Es lo justo.
Desvió la mirada y apretó los labios. ¿Era lo justo? Que más daba. Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla y la metió en la boca.
La cara del chico era un poema. Los ojos como platos y la boca formando una O. ¿Sentirían su madre y la señora en el coño lo que estaba sintiendo en la polla?
Poco después la mujer se colocó por fin sobre él. Aquellas tetazas y aquel coño le parecían lo mas bonito que hubiese visto nunca. Y eran de la señora de la mansión, la dueña. La jefa de todos y cada uno de los criados incluidos sus padres. ¡Iba a follar con ella!
Su polla de deslizó dentro de la mujer hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas. Las tetas botaban y no perdió tiempo en atraparlas y mamar de ellas.
Zarrio miraba la escena embelesado. Que grande se estaba haciendo el mozuelo. Que orgulloso estaba de él. Su primera mujer era nada menos que la dueña de la mansión. Nada parecido a la primera mujer con la que se estrenó en su juventud, una vecina fea del pueblo.
Lo mejor era que la muy noble señora se comportaba como una puta cualquiera. Su culo subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.
Bethelyn Sintió un dedo toqueteando su ano. Notó como presionaba por entrar a través de él. Estaba tan lubricado con saliva que no le costó mucho esfuerzo lograrlo. Era más grueso de lo normal. Cuando Bethelyn se dio cuanta de que lo que entraba por su ano era la polla del sucio criado quiso evitar su progresión saltando hacia adelante pero las zarpas del caballerizo la sujetaron por las caderas.
-Quieta jamelga, quieta.
-No, por el culo no.
-Te va a montar un verdadero semental.
-Dios, me estáis follando los 2 a la vez. Para de una vez. Hacedlo de uno en uno.
-Una jaca como tú puede con 2 jinetes al mismo tiempo.
Zarrio agarró a su señora por el pelo y le azotó el culo.
-Galopa, galopa.
Envestía a su señora con brío. Cada sacudida del hombre hacía que ella se bamboleara adelante y atrás a lo largo de la polla del muchacho provocándole una follada de campeonato.
-Joder…, joder… ¿Con mamá también follas así?
-¿Con tu madre? ¿Follar así?… eh… sí, claro.
Su madre, la disciplinada ama de llaves de la prestigiosa mansión de los Brucel, una mujer metódica y dedicada en cuerpo y alma a su trabajo. La madre que le educó con valores rectos y castos gustaba de lamerse el coño con otras mujeres tan estiradas como ella y follaba como una yegua en celo. Miraba las tetas de la distinguida señora que tenia encima y se imaginó a su madre en esa posición con su polla entrando y saliendo a través de su negro coño. Cerró los ojos y meneó la cabeza. No, mi madre no.
La corrida de los 2 hombres no tardó en llegar. Inundaron su coño y su culo a la vez. Los 3 mantuvieron la posición en la que estaban durante los instantes que tomaron aire para recuperarse del esfuerzo. La señora Brucel, todavía a 4 patas meneaba la cabeza incrédula, al borde del llanto mientras los hombres se apearon de ella de uno en uno y se tumbaron en la paja ufanos.
-¿Ves hijo, las cosas que aprendes de tu padre?
-Y de mi madre. –Susurró con hastío.
Mientras tanto su señora se vestía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
-Confío en su silencio y discreción. No quiero que nadie sepa jamás lo que ha pasado. ¿Entendido?
-¿Esta loca? ¿Cree que voy a ir por ahí diciendo que me he follado a la mujer de mi señor por que antes él se follo a la mía? Nadie me creería, excepto en lo de que se tira a mi mujer. A la gente le gusta mucho murmurar. Bastantes bromas tengo ya que soportar por estar casado con ella. ¿No le parece increíble que una mujer como Elise me haya escogido a mí como marido? Si alguien dijera algo de lo que ha pasado pensarían que soy un cornudo. Por no hablar de mi hijo. Dirían que es hijo de una puta. No soy tonto ¿sabe?
Bethelyn le miró incrédula. No, no era tonto. La tonta era ella, tonta de remate. Había dejado que la follara el que limpia la mierda del establo y su ayudante. Un analfabeto que huele a culo de caballo y un imberbe ignorante por… ¿nada?
Soltó un bufido y salió del establo como una exhalación en dirección a su casa.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico: “Numeros Primos I – Cony 1” (PUBLICADO POR MEWLEN)

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MALCRIADA2Las visiones eran cada vez más vívidas; le costaba diferenciar entre el sueño y la vigilia. Los medicamentos la Sin títuloayudaban en algo a dormir, pero le advirtieron que el proceso de desintoxicación no sería agradable. No es que realmente tuviera alternativa, dado su estado de ingreso. Al menos volvía a soñar, se dijo… después de la balacera recordaba realmente muy poco.

Sintió acercarse a una enfermera. No fue capaz de reconocer su cara, pero al menos el tono de su voz era firme… algo de lo que aferrarse.

– La dosis de la tarde -le dijo escuetamente, mientras le aplicaba la inyección-

El dolor de la aguja le resultó ajeno. Hacía años que se había acostumbrado a la sensación. Miró la lámpara fluorescente del techo y trató de enfocarse en no sentir. Deseaba dormir más que nada en el mundo, pero los remanentes de Cristal en sus venas se lo impedían. Sentía su cuerpo como algo ajeno, y los cambios de humor no la ayudaban.

La enfermera se cercioró que sus esposas estuvieran bien firmes y apagó la luz sin siquiera despedirse, dejándola sola con una larga noche a la que enfrentar.

Era el quinto día; le habían dicho que sería el más difícil…

No le mintieron.

Lo primero fue el sentimiento: la rabia homicida que se alzaba en su cabeza. Si hubiera estado libre probablemente se habría volcado a atacar a quien estuviera a su alcance, pero las malditas esposas no cedían por más que hiciera fuerza. Llegó al extremo de hacerse sangre en las muñecas y tobillos, pero la cama no cedió. Después, comenzaron las visitas. Raúl… su amado Raúl… su cadáver lleno de impactos de bala… Peter, siempre riéndose de su ingenuidad… Danny, su última ilusión… Alfredo, su tabla de salvación… su nueva oportunidad… Gabriel, el hombre que más odiaba… y aquella figura sombría en la esquina… la niña triste… inexpresiva… su hija, Claudia.

Las imágenes comenzaron a cruzarse en su cabeza. Pasado, presente… quizás futuro, no lo sabía a ciencia cierta… gritó, luchó, forcejeó, convulsionó… no supo si quedó inconsciente o simplemente dormida.

Y recordó…

– Desnúdate -fue su saludo-
– ¿¡Perdón!?
– ¿Eres Dolores, no es cierto?
– Sí, sí, Dolores Hidalgo
– No… con ese nombre no me sirves… busca algo más llamativo para los clientes… ahora desnúdate, necesito ver la mercancía.

Tímidamente comenzó a quitarse la ropa. Danny, un hombre en la vida que deseaba dejar atrás, le hizo darse cuenta que la única forma de ganarse el sustento que tendría sería si trabajaba vendiéndose. No quiso aceptarlo en un principio, pero el dinero se termina y, cuando tienes otra boca que alimentar, con mayor velocidad aún.

– Mira, no tengo todo el día. Tengo más chicas que entrevistar y, créeme, las candidatas sobran.

Terminó la labor de forma apresurada. No pudo evitar el llevar sus manos a sus senos, pero la mirada del hombre la hizo bajarlas hasta la cintura.

– Hmmm. Veo que Danny no me mintió. Definitivamente podrías servir. ¿Cuánto llevas en el negocio?
– Dos años -mintió-
– ¿Y cuántos clientes has atendido?
– Yo diría que unos doscientos -volvió a mentir-

El hombre se acercó más y comenzó a revisarla con más detalle. La situación le resultaba bastante incómoda; se sentía como un trozo de carne en el aparador… el hombre dió una vuelta alrededor de ella y, cuando terminó, tomó sus pezones y se los retorció fuerte.

– ¿¡Qué haces, cretino!?
– Cada vez que me mientas te castigaré. Exijo de mis empleados una honestidad total… Es fundamental en este negocio.

Dolores lo miró molesta, pero a la vez sorprendida. Hacía tiempo que nadie la trataba de esa forma… la violencia, medida, le resultó deseable nuevamente.

– Está bien, lo siento… ¿qué quieres saber?
– Todo…
– Muy bien: Me llamo Dolores Hidalgo, dentro de 22 días cumplo los 26 años, tengo una hija. me prostituyo hace dos meses y he tenido 21 clientes
– Demasiado pocos, con razón reaccionas así.
– Por favor, dame una oportunidad… Danny me dijo que trabajas con clientes que pagan bien; te aseguro que puedo hacerlos pasar un buen rato… ya he estado con gente así, simplemente no cobrando.
– ¡Pero vaya desperdicio, mami!. Tienes un cuerpo de diosa y ¿te lo han estado usando gratis?
– Eso es pasado… Por favor… necesito el trabajo.
– A ver -dijo el hombre rascándose la cabeza-… es cierto: Danny siempre tuvo buen gusto en cosas de mujeres, pero tú claramente careces de experiencia.
– Mira… pruébame. Si después de una noche conmigo sigues diciendo lo mismo me voy por donde vine.
– ¡Una noche!… lo siento, mami, pero mi tiempo es valioso -dijo mientras se quitaba el reloj, una imitación de Cartier horrorosa-… tienes una hora; el tiempo corre -dijo poniendo la alarma de su reloj-.

Cerró los ojos y respiró profundamente un par de veces. “Imagina que es Raúl”, se dijo… se concentró en ese pensamiento y dejó que la inundase.

Se acercó a él y lo tomó suavemente por la cintura. Se empinó ante su cara y depositó en sus labios un tímido beso. Deslizó una de sus manos por su espalda mientras separaba sus labios, mirándolo lascivamente y mordiendo su propio labio inferior. No sintió si había logrado excitarlo, pero pudo ver un cierto brillo aprobatorio en sus ojos.

Se lanzó nuevamente en pos de sus labios, esta vez con más ahínco. Subió la mano de la espalda a la nuca y jugueteó con su ondulada cabellera rubia, mientras sus pezones hacían contacto con su camisa. El hombre comenzó a responder, pero sin desear tomar la iniciativa. resultaba claro que se trataba de una prueba y, estuviera disfrutándolo o no, el negocio estaba primero.

Ella se separó y retrocedió lentamente hasta sentarse en la cama. Juntó sus piernas y las puso de lado, proyectando una imagen de inocencia claramente estudiada, mientras apoyaba sus manos en la colcha. Sus labios se movieron sin emitir palabra y lo atrajo hacia sí solamente usando la mirada. El se acercó a ella colaborativo. La mujer comenzó a besar su abdomen mientras magreaba suavemente su trasero y se tomó un par de minutos en comenzar a quitarle el pantalón.

– ¿Siempre te tomas tu tiempo? -inquirió él-
– Casi siempre… quiero que mis clientes disfruten, que vuelvan a desear estar conmigo.
– Bien… detestaría que fueras otra buscadora de dinero que no sabe ni siquiera como mamar una verga

Entendió sus deseos y procedió segura. Le quitó el pantalón, arrodillándose a sus pies con sensualidad y luego le quitó las sandalias. Sus pies se le antojaron atractivos, así que decidió besarlos y lamerlos un poco. Miró hacia arriba y encontró aprobación, aunque no excesiva, así que se movió serpentinamente hacia su espalda mientras con sus manos indagaba dentro de sus boxers: encontró su verga a media asta. Se sorprendió cuando su tacto le reveló la circuncisión del hombre, pero este no hizo ademán de molestias antes las caricias sin lubricación. Alzó las manos hasta los pezones de su amante y desde allí trazó dos rutas curvas, acariciando cada centímetro de su pecho y abdomen. A la hora de liberar el pene de su prisión, lo hizo desde atrás, asiendo el boxer con los dientes y tirando de él hacia abajo con el peso de su cuerpo. Mordió luego suavemente sus nalgas e, incorporándose, pasó a ocupar el frente del hombre. Llevó una mano a su cuello y lo besó, esta vez intensamente, trenzando sus lenguas en un dulce combate de jadeos, mientras que con la otra mano comenzaba una suave paja. Por fin su amante respondió y comenzó a acariciarle las tetas, de forma suave, pero firme.

Se tomó su tiempo en excitarlo, deseaba disfrutarlo también. Prefirió esperar a que estuviera completamente erecto para utilizar su boca en su sexo. Bajó lenta y sinuosa hacia aquella enhiesta verga, dejando una camino de saliva a su paso. Juntó saliva unos segundos y apretó los labios. Quiso que él sintiera como si estuviese profanando una boca virginal… que le hiciera pensar en su ano. Comenzó a forzar su verga lentamente a que entrara en su boca de tal manera que la ilusión fue perfecta, tanto así que comenzó a arrancarle gemidos de genuino placer a su amante. Mantuvo apretados los labios con la fuerza suficiente para que él no perdiera un ápice la erección, mientras jugueteaba con su glande usando su lengua. El mensaje era claro, y él lo entendió.

– Muy bien, mami… si así lo quieres, voy a cogerte la boca

Puso sus manos en su cabello y lo acarició con delicadeza, mientras lentamente comenzaba a penetrar aquella boca. La garganta de Dolores comenzó a ser visitada con más insistencia por aquel glande. No supo bien porqué, pero comenzó a babear de una forma desconocida para ella hasta ahora.

– Bien… veo que te gusta lo que te hago… ahora, ¡traga!

Le incrustó con fuerza el resto de su tranca. La mujer fue tomada por sorpresa totalmente; creía que tenía el control de la situación, pero se equivocaba por completo. El vaivén de las caderas del hombre se hacía todavía más profundo y más rápido, mientras presionaba su cabeza firmemente contra él. Aún así, tuvo la prestancia para no perder el control; era demasiado lo que se jugaba, no pretendía volver con la cola entre las piernas, y menos a estar cerca de su ex-esposo. El hombre comenzó a acariciar su cabeza mientras le hablaba.

– Que maravilla… no te atragantaste… perfecto… no me has rozado con tus dientes… uffff… que delicia, mami… me das mucho placer, para ser una novata eres maravillosa… ya me vengo, sigue, sigue…

Reemplazó sus movimientos por fuertes embestidas en la boca de la mujer, buscando a la carrera el orgasmo. Ella contó once empellones que, contrario a experiencias anteriores, le provocaron una cierta excitación, hasta que pudo sentir cómo el pene del hombre comenzaba a sufrir los espasmos producto de tocar el cielo.

– Uffff, si, mami… veamos como te manejas con una buena corrida

No necesitó que le dieran pistas: el hecho que él le clavara la verga hasta el fondo de la garganta indicaba claramente, según ella, que quería que se tragase su semen, así que eso fue lo que hizo: Esperó que se descargara por completo en su boca e incluso succionó suavemente los restos que pudieran quedar dentro de su herramienta, para luego tragarlos sonoramente en dos mitades. El rostro de él era difícil de leer, pero al menos no se quejó cuando se puso de pie.

– Fue una muy buena mamada, mami… casi me haces olvidar que esto es un examen
– Y, ¿lo hice bien?
– Pues te diré: Te cogí bien la boquita, está claro que eres buena cogiendo, pero no es eso lo que necesito… al menos no es lo único que necesito
– ¡Lo que sea, haré lo que sea!
– Ya te dije, coges bien, pero… ¿que tal eres haciendo el amor?
– No te entiendo
– Eso mismo mami… mis clientes muchas veces son hombres o mujeres solos… a veces prisioneros de una vida sin amor. Para obtener una cogida, sexo, pueden hacerlo llamando a cualquier servicio de acompañantes… ¡y mira que en Miami hay montones!, pero yo no ofrezco sólo eso. Me parece bien que te tomes tu tiempo con tus clientes, y la mamas de maravilla, pero yo necesito más de tí… lo necesito todo.

El comenzó a tomar sus prendas, dispuesto a retirarse, pero ella lo detuvo.

– Me diste una hora
– Así fue, pero no creo que tenga sentido extender esto
– Calla… recién pasan de los 25 minutos.

Lo empujó suavemente a la cama. Él sonrió, quizás divertido por la determinación de la mujer.

Cambió de estrategia y se arrojó sobre él casi desesperada. Tomó su cara entre sus manos y la llenó con una lluvia de besos tal que él no tuvo más alternativa que responder uniendo su boca a la de ella y tomando por asalto su lengua con la propia. El beso fue apretado, con pasión y deseo. Sus piernas se entrelazaron y comenzaron a rodar por la cama, alternando cada tanto sus posiciones. Jugaron así varios minutos, aumentando la temperatura de la habitación mientras la de ellos no se quedaba a la zaga. En un momento de calma, con él encima, lanzaron sus manos a explorar el cuerpo del otro; Mientras ella revolvía su cabello él comenzó a amasar sus tetas con fuerza, arrancándole a la mujer una serie de jadeos que exhaló dentro de su boca. La mezcla de olores pareció volverlo loco. Se separó de ella y se arrancó la camisa y el pantalón casi rompiéndolos, mientras ella lo miraba anhelante, extendiendo sus brazos hacia él.

– Ven, tómame -susurró-

La miró, quizás sorprendido. Esa no era la prostituta con la que había tenido una sesión de sexo oral ni bien hacían 10 minutos. Tenía antes sí una mujer, una mujer deseosa de su hombre. Su miembro no necesitaba tampoco mayores razonamientos: daba botes rítmicamente pareciendo respirar, olfatear la jugosa concha de Dolores. Se concentró en no olvidar que se trataba de un examen, pero todos tenemos nuestros esqueletos en el armario, y él no era la excepción. Logró resistir el llamado de la mujer a duras penas, hasta que ella decidió usar su última arma.

El hombre pudo ver en aquella penumbra el delicado centellear de las lágrimas que comenzaban a inundar los ojos de la mujer. Observó con cuidado y no eran lágrimas de pena o desesperación por obtener el trabajo. El rubor en sus mejillas y pecho, la hinchazón en los labios mayores y en las tetas, aunadas a aquella tentadora acuosidad en los ojos, gritaban a los cuatro vientos el hecho que la mujer lo deseaba, que de veras lo deseaba. Su vagina parecía gimotear al ritmo de su respiración, invitándolo a tomar por asalto aquella jugosa entrada, a permitirse un momento de debilidad.

Y ya no quiso resistir.

No, no la penetró. Aquello fue mejor, más íntimo, más propio.

Se deslizó sobre ella y sus sexos se acoplaron de forma casi perfecta. Dolores arqueó ligeramente su espalda cuando sintió que su pelvis chocaba con la de él, en una genuina muestra de gozo. Se abrazó al hombre con todo su cuerpo, tratando inconscientemente de maximizar el contacto de pieles. Él gimió en su oreja, complacido por el calor recibido.

– Ámame, aunque sólo sea por esta noche -dijo ella-

Tomó la pierna derecha de la mujer y la levantó hasta ponerla sobre su hombro, buscando hacer sus embestidas más profundas. Dolores levantó su pelvis, curvando así su vagina y haciéndola más estrecha, acto que él claramente apreció. La mujer comenzó entonces un bamboleo con su sexo que él, claramente, no se esperaba. la cadencia del movimiento se incrementaba lentamente y él comenzaba a sentir los primeros avisos de un orgasmo. Mordió delicadamente el interior del muslo de ella y la mujer reaccionó con una contracción en su sexo. Cambió de el hombro donde apoyaba su pierna y pasó a tener a la mujer a su disposición en una posición de tijera. Desde allí lanzó sus manos ágilmente a recorrer las generosas nalgas de Dolores, cosa que su cuerpo agradeció encharcando aún más su vagina.

Mantuvieron esa posición algunos minutos; él no quería venirse aún y ella disfrutaba viendo las expresiones de placer de la cara de él. Cuando alteraron su acuerdo de placer mutuo, fue ella la que terminó de pasar su pierna al otro lado, hasta quedar de espaldas, con él arrodillado detrás de ella. Levantó levemente su culo, lo suficiente para hacer algo de espacio bajo su abdomen. Él no demoró más de un segundo en tomarla por las piernas y atraerla hacia su verga, que esperaba ansiosa el contacto con aquel agujero que tanto placer le daba. La deslizó sobre sus muslos y la empaló decidido. La cogió, la folló, la garchó y la zumbó sin parar hasta que sintió acercarse su orgasmo. Dolores giraba su cabeza para verlo disfrutar de forma tan plena de ella, de su cuerpo, de su aroma, de su sexo. Vio el brillo en sus ojos cuando decidió lanzarse en carrera por el ansiado éxtasis y se apartó de él.

El hombre sintió deseos de matarla simplemente por dejarlo a las puertas del orgasmo, pero Dolores tenía otros planes. Dejó que pasaran un par de minutos mientras se volvía a poner de espaldas en la cama, esta vez con las piernas cerradas, acariciándose en el proceso. Él trató en más de una ocasión el volver al ataque, pero ella, juguetona, le impidió el paso. Masturbó su verga con los pies para no correr riesgos que él perdiera la erección y, cuando notó que su respiración se calmaba un poco, abrió lentamente las piernas, exhibiendo ante él una vulva hinchada y enrojecida; anhelante de acción. Nuevamente extendió sus brazos hacia él y con una voz algo quebrada lo invitó a volver a ella.

– Vamos, te deseo dentro de mí.

Volvieron a fundirse en uno. Se besaron apasionadamente mientras él la penetraba con firmeza y ella hacía lo posible para contraer su sexo y darle más placer. Sintió los pezones de ella rayar sus pectorales casi como cuchillas y eso fue el disparo final que acabó por matar su cordura. Metió sus brazos bajo las axilas de ella y, sacando sus manos por detrás, la asió de los hombros y comenzó a taladrarla frenéticamente. Ella también se abandonó entonces al placer y empezó a responder al ritmo de sus caderas con un frenético bamboleo de sus caderas, buscando aumentar la profundidad de las embestidas de su amante.

La alarma del reloj sonó entonces, avisando que el encuentro debía terminar. Él, con presteza, se quitó el maldito aparato y lo estampó contra la pared, haciéndolo añicos. Ella sonrió, entendiendo que él deseaba acabar propiamente el encuentro, y se concentró en seguir brindándole placer, incrementando lentamente la presión que hacía con su vagina, y simultáneamente sintiendo ella como el calor crecía dentro de su mojado e hinchado sexo. Se concentró en sus sensaciones, despertando recuerdos olvidados acerca de cómo complacer correctamente a un hombre. Se abrazó a él aún más apretado y lo envolvió con sus piernas; quería que se viniera dentro de ella y, se dijo, no era tan sólo por el placer de su amante, sino del suyo propio. Hundió su cabeza en el cuello de su amante, musitando un par de palabras, y comenzó a mordisquearlo, terminando por dar una dentellada más fuerte mientras respiraba agitadamente sobre él. Lamió su sudor con un deseo y lujuria que creía olvidados, pero se vió sorprendida por el asalto de la lengua del hombre, primero en su lóbulo y de allí pasando diestramente a adentrarse en su boca..

Fue el mejor beso que le hubieran dado en mucho tiempo. Pasional, pero a la vez cálido; un beso en el que ella sentía posesión y deseo… un beso que le arrancó el alma y el aliento, sintiendo dentro de ella un calor especial, arrobador, que la cautivaba de formas indefinibles, transportándola a otros tiempos, donde había sido feliz.

Y, por primera vez en más de un año, tuvo un orgasmo real.

Quien primero cayó en las redes del éxtasis fue el hombre. El sentir su aliento en su oreja acabó por inclinar la balanza más allá del punto sin retorno y apenas sintió el mordisco de Dolores su verga comenzó a derramarse. Por un momento sintió como si su tranca se negara a expulsar su leche, para luego sentir una explosión en su entrepierna tan potente que no acertó en un principio a asimilar todo el placer que le causaba. Continuó embistiendo el sexo de la mujer mientras el suyo despedía aún varios chorros de semen; fue entonces cuando notó el orgasmo de ella.

Para Dolores, aquello le fue extraño. Casi pierde el control sobre sí misma, dado lo ajeno que le resultaba lo que sentía. Estaba acostumbrada a fingir sus orgasmos… incluso con su ex-esposo, sus orgasmos no pasaban más allá de lo que sentía cuando se masturbaba. no había tenido un orgasmo genuino desde que muriera su primer esposo, y este la tomaba por sorpresa. Notó como todos sus sentidos eran sobrepasados y entró en aquel divino estado de placer total, sintiendo las fuertes contracciones de su concha mientras la mezcla de jugos y leche que la llenaban comenzaba a derramarse hasta las sábanas. No supo cuánto tiempo pasó hasta que volvió a la tierra, pero su amante no se había quitado de encima; continuaba penetrándola suavemente mientras su verga se deshinchaba, mientras besaba delicadamente su cara, enjugando su sudor y sus lágrimas. Respondió a sus atenciones y estuvieron calmándose mutuamente varios minutos, hasta que él se tendió a un lado de ella.

– ¿Y bien? -preguntó una saciada Dolores-, ¿pasé la prueba?
– No -respondió él tranquilamente-
– ¿¡Qué!?… ¿¡cómo!?… pero…
– Sí, fue un sexo excelente, y no dudo que tus clientes estén complacidos contigo
– ¡Pero no puedes negar que lo deseaste!… ¡lo disfrutaste!
– Si mami, pero no hiciste lo que te pedí
– ¡Claro que lo hice, no me vengas con pendejadas!… ¡te hice el amor!
– No cariño, no me hiciste el amor
– ¿¡Cómo que no!?… puse sentimiento, puse deseo… ¡puse mi corazón en ello!
– Ya mami, pero hay un problemita
– ¿Que problema puede haber?… Ya veo, ¡tú lo que querías era cogerme gratis!, eres un cabrón, un hijo de la chingada, un…
– ¿Qué crees que pensarán tus amantes si les susurras “¡Oh Raúl!” en medio de una cogida?

Ella se detuvo en seco… no se dió cuenta, pero ante la mención recordó perfectamente haber dicho esas palabras… se había dejado llevar por lo intenso del encuentro y su mente la había transportado hasta su primer esposo, el único hombre al que le había hecho el amor.

Había perdido

Ocultó su llorosa cara entre sus piernas unos segundos y luego atinó a salir de la cama.

– Tienes razón -dijo disculpándose-, lamento haberte hecho perder tu tiempo
– Ya te dije, no puedo contratarte

Quiso retirarse, pero él la detuvo

– ¿Dónde vas?
– De vuelta a casa, a ver qué hago… ¿dónde más?
– Espera, te dije que no puedo contratarte, pero no te dije que te fueras
– No te entiendo
– Mira mami, según el reloj de la pared estuvimos cogiendo una hora y nueve minutos.
– ¿Y?
– Que yo no altero mis decisiones así como así. Te di una hora de plazo, pero fui yo quien decidió darte más tiempo. Eso me demuestra que tienes potencial.
– ¿Entonces?
– Entonces, no puedo contratarte… ahora, pero quiero proponerte un trato: llama a ese teléfono mañana -dijo extendiéndole una tarjeta que únicamente tenía un número-, a las una de la tarde me parece bien. Duerme y descansa, no quiero que decidas nada con la cabeza o la concha caliente. Si aceptas no quiero lloros después; te advierto que detesto que mis empleados rompan su palabra, lo suelen pagar caro.

Tomó la tarjeta y lo miró. Volvía a ser el cabrón, el proxeneta que había conocido al principio… la escena se nubló en su mente mientras creyó que veía algo de luz… la niebla se aclaró y le mostró lo que hizo al día siguiente.

Cuando llamó por teléfono él le indicó que lo esperara en un estacionamiento de un centro comercial. No tuvo mayores aprehensiones, considerando que era mediodía y la cantidad de gente le daba seguridad. La recogió en un sedán color negro, bastante discreto y casi nuevo, a juzgar por el olor del interior. Se saludaron sin siquiera un beso en la mejilla y él condujo hacia la zona de Coconut Grove, donde entraron a una mansión que estaba siendo remodelada. Condujeron hasta la parte trasera donde había una construcción al borde del mar; parecía una unidad de almacenamiento de dos pisos, pero claramente había también material de construcción desperdigado por allí. Detuvo el auto, tomó un maletín del asiento de atrás y le indicó que bajara y lo acompañara dentro, subiendo al segundo piso por una escalera lateral.

Lo siguió dentro, hallando en el lugar una mesa y dos sillas, bastante simples, como único mobiliario. Él le indicó con un gesto que se sentara, e hizo lo propio, al otro lado de la mesa. Una vez cómodos, le explicó su propósito.

– Verás mami, lo que quiero es que te cases conmigo.

Ella, claramente sorprendida, no hizo ningún comentario.

– No se por donde empezar, así que si te mareas me detienes y me pides que te explique, ¿bien? -continuó-. Ayer, de verdad, me impresionaste. No porque hayas sido la mejor mujer con la que haya cogido, sino por tu determinación. Cierto, tu cuerpo es un deleite y no niego que lo pasé divinamente, pero comparada con mis chicas diría que no superas a más de un par de ellas, y yo necesito lo mejor… pero, hay un trabajo que puedo darte ahora, si logramos llegar a un acuerdo
– Y dime -dijo reponiéndose-, ¿de que clase de acuerdo estamos hablando?
– Mira, por una parte, te quiero entrenar. Estoy seguro que en unos años serás la mejor de mis chicas, te divertirás un montón y ganarás mucho dinero… y lo mejor de todo, yo también ganaré mucho dinero con esa conchita tuya, mami.
– ¿Y la otra parte?
– Que me puedes servir de otra forma. Necesito arrendar algunas propiedades, esta entre ellas, y no quiero que mi nombre aparezca en ninguna parte, ¿me entiendes?
– ¿Ser tu palo blanco?
– ¡Vaya!, veo que también eres lista, mami.
– Empiezo a entender… ¿y que es lo que me ofreces?
– En rigor, te ofrezco el mundo mami. Para empezar, te ofrezco este apartamentico para que vivas tú y tu hija. No es muy lujoso pero tiene todo lo necesario, y me aseguré que tuviera todo para cuidar la belleza de quien lo ocupara. La parte de abajo aún  es un espacio de carga, pero podrás hacer con ella lo que quieras. Tiene una bonita vista al mar, está cubierto por unos setos que lo ocultan de la casa principal y tiene salida independiente a la calle, así que nadie te molestará… me dijeron que incluso cabe un carro pequeño por la callecita, y quien sabe, si reúnes suficiente dinero hasta puedes comprar un yate y lo amarras en el muelle.

Mientras él hablaba, recorrió el lugar. Claramente no era originalmente un espacio habitable, pero el trabajo hecho sobre él era suficientemente bueno. No se habían gastado un dineral, pero era acogedor y tenía todo lo necesario. Tampoco le mintieron acerca de sus necesidades para la belleza: el baño era de lujo, los ventanales amplios mostraban que estaban a metros del mar, poseía un muelle que claramente no estaba siendo utilizado y, en la azotea, había suficiente espacio para tomar el sol alejados de los mirones… Si bien es cierto las instalaciones distaban de ser lujosas, eran amplias y cumplían a la perfección con todo lo necesario, y la locación era simplemente soñada.

– ¿Supongo que de la mansión ni hablar? -dijo Dolores-
– No mami -rió él-, por ahora ni lo sueñes. Esa es para mis clientes… para hacer “reuniones de trabajo”
– Ya veo… pero, ¿dijiste que querías entrenarme?
– Por supuesto, ¿no supondrás que puedo hacer uso de tí así como estás?… no corazón, claro que no. Tendrás que aprender, y yo me encargaré que lo hagas. Aprenderás no sólo a coger como Dios manda sino que haré de tí una diosa del placer que será tan deseada que tendrás a los hombres a tus pies… si es que te dedicas a ello. Aprenderás también idiomas; veo que dominas bien el español y el inglés, pero quiero que llegues a hablarlos sin acento. Quiero que también domines el slang de los países que te vayan a aportar más clientes… no quiero que le digas a un español que te “coja” y él te levante y tú te quedes esperando el vergazo. Aprenderás además chino, japonés y alemán; te perdonaré un poco de acento, son idiomas difíciles para una latina, pero no el que no sepas lo suficiente… si aprendes algo de francés te regalaré un carro; nada ostentoso, pero te garantizo que no te decepcionará.
– Eso es lo que me pides… ¿que es lo que me prohibes?
– Chica lista, cada vez me gustas más. Lo primero es que espero que cumplas conmigo como esposa en la cama. Te usaré cuando y como yo quiera, además de tus sesiones de entrenamiento. Te convertiré en el coño más deseado de la costa este, pero te exigiré fidelidad: querré saber con quien te acuestas y con qué frecuencia. Eres libre de enamorarte de quien quieres, no es mi culpa si eres tan tonta, pero no permitiré que eso entorpezca tu trabajo, ni el sexo conmigo. Una vez que haya acabado de entrenarte seguirás siendo mi esposa, pero también serás una de mis chicas, así que esperaré de tí lo mismo que de ellas: dinero a montones, información privilegiada y el mejor sexo que me puedas dar. Por mi parte, te daré protección, dinero, lujos y placeres que ni siquiera sabes que existen. Podrás adquirir los bienes que quieras y puedas pagar; quedarán a tu nombre, nos casaremos con separación de bienes. Acerca de los vicios que tengas, o que adquieras, será exactamente lo mismo: tú te los pagas, pero si veo que afectan tu trabajo sólo te lo advertiré una vez, si no lo controlas… bueno… digamos que te estoy ofreciendo un contrato con el diablo.
– En resumen: Me ofreces seguridad a cambio de poseerme por completo
– Mami, mami… ¡veo que nos llevaremos muy bien!
– No te adelantes, aún no he aceptado. ¿Qué hay de mi hija?
– Me importa un bledo. Si quieres incluso le doy mi apellido. Te daré el dinero suficiente para que la críes, pero mantenla escondida del mundo; nada le baja el valor más a una chica que el que se sepa que tiene hijos… si quieres enviarla lejos, ocultarla o entrenarla para que sea tu sucesora, a mí me da igual.

Miró por la ventana y sopesó sus alternativas… al menos el hombre estaba siendo honesto con ella.

– Bien… acepto, ¿qué tengo que hacer?
– En verdad mami -dijo el hombre sacando un montón de papeles- quiero que leas y firmes esto. Es un detalle de lo que ya te expliqué, con el agregado que me reservo el derecho de alterar sus cláusulas como bien me parezca… no te preocupes, también prometo que, si lo hago, será solamente para mejorar lo que ahí está escrito.
– ¿Supongo que te das cuenta que esto no tiene ninguna validez legal?
– Por supuesto, muñequita, pero eso no tiene importancia para mí… lo que me interesa es que lo firmes sin sentirte obligada, que lo cumplas a cabalidad… y que sepas que si lo desobedeces habrá consecuencias. Recuerda, la ley no me importa demasiado.

Él le extendió un lápiz cuando ella terminó de leer

– Última oportunidad para arrepentirse, mami -dijo guiñando un ojo-
– Dame acá -sonrió ella-… sólo te pido que tratemos de ser buenos socios
– Tienes mi palabra

Firmó.

Apenas terminado, el hombre le entregó otro legajo de papeles, esta vez con un aspecto bastante más oficial.

– Bien mami, esto es tu primera orden: Son los papeles de tu cambio de nombre. Firma.

Los leyó rápidamente. Por medio de ese formulario su nombre cambiaba, oficialmente de “Dolores Hidalgo” a “Cony Cruz”.

– Maravilloso, mami… Cony… ahora, vamos por un juez de paz, que me muero por la noche de bodas.
– Creo que te falta algo -dijo Cony-
– ¿Que cosa, mami?… lo que sea que falte lo vemos esta tarde, ya te puedes ir mudando acá.
– Falta lo principal, tonto: tu nombre, no sé cómo te llamas

Él se puso de pié, miró a la cara de la mujer y dejó escapar una carcajada al percatarse de su omisión. Se acercó a ella y la tomó por la cintura sin miramientos

– Alfredo, Alfredo Carmona
– Bueno, Alfredo, cariño… ¿qué quieres que haga tu Cony?
– Lo primero -dijo Alfredo dándole una nalgada- será ir a casarnos; pasarás a ser Cony Carmona hoy mismo.

Se separó de ella y se dirigieron al automóvil. Ese fue el día en que Dolores desapareció para dejar paso a Cony.

La lucidez volvió esporádicamente a su cuerpo abstienente. No supo con seguridad si las largas sombras eran visiones provocadas por la fiebre que al parecer ganaba terreno sobre su cuerpo, si eran producto de la total falta de sueño o si eran parte de la realidad.

Los pinchazos de las agujas que le suministraban medicamentos se confundieron en su mente con los recuerdos de sus años locos, cuando tuvo el dinero y el poder que le hizo creer que podría ser dueña del mundo. Alfredo cumplió su promesa y ella se dedicó como una poseída, tanto así que a los tres años de firmar su enlace él consideró que Cony podía comenzar a trabajar. Fue allí cuando las cosas comenzaron a cambiar. Ahora, después de todo este tiempo, podía verlo, pero en aquel momento fue incapaz de prever el desastre que comenzaba a conjurarse.

Su historia fue típica: Bastó que se viera con el dinero suficiente en sus manos para comenzar a caer nuevamente en los vicios que había conocido con su primer esposo. Había jugado desde hacía años con las drogas y el alcohol, pero, de acuerdo a lo que ella creía, nunca permitió que la dominaran; además, tenía excelentes ganancias en el negocio, tanto así que pudo adquirir, mediante una corredora de bienes raíces, algunas propiedades en otros estados, mismas que puso en arriendo… se aventuró incluso a invertir (y perder) en la bolsa e incluso realizaba sus propios trabajos en el primer piso de su apartamento. Chequeó con su esposo y él le dió el visto bueno, siempre que no contraviniese su acuerdo ni le quitara clientes a su cartera. Puso también a su hija en un régimen de semi-internado, pudiendo así olvidarse de ella por largos períodos… la vida le iba de maravillas; nada podía salir mal.

Aún así, lo tenía bajo control, se repetía… hasta que apareció en su vida Gabriel.

La despertó el sonidos de sus propios quejidos. La neuralgia se hacía cada vez más insoportable y, por algún motivo, ahora le molestaba también la luz. La enfermera tomó su pulso y procedió a darle el alta sin fijarse en más detalles, así que una guardia la tomó de forma muy poco delicada y la llevó casi a rastras a la que sería desde ahora, y hasta que algún juez dijera lo contrario, su celda.

– ¡Abran la 38!

El grito de la carcelera casi le revienta los tímpanos, tanto así que estuvo a punto de perder el conocimiento. Lo que fuera que le habían dado en la última dosis le hacía más daño que bien.

– ¡Love, tienes compañera nueva!

Una cabeza se asomó desde la cama superior, dió una mirada a Cony y volvió a mirar el techo.

– Cony Cruz, aquella es tu nueva compañera, Lexington Love.
– Lexie… llámame de otra forma y tendrás problemas.

La guardia se retiró y cerraron la puerta. Cony no dijo palabra. La actitud de la joven dejaba claro que llevaba un tiempo en la cárcel, pero que tampoco era una reo curtida; si así hubiera sido simplemente la hubiese ignorado… Cony había tratado con ex-presidiarios y conocía bien esa mirada.

– Toma la cama de abajo -dijo Lexie asomándose nuevamente-, tampoco parece que fueras capaz de subir.

Cony musitó un “gracias” que no supo si fue oído y se recostó, buscando nuevamente el tan elusivo sueño, pero sólo encontró más visiones.

Ocho años después de su matrimonio, las cosas iban de maravilla. Dinero, influencias y placeres le llovían a montones, pero un día, al regresar a aquel apartamento donde inició su relación con Alfredo, se encontró con una sorpresa: Su hija, Claudia, estaba allí con un par de cajas.

La niña se acercó tímidamente y le extendió una carta, aguardando temerosa. En ella las autoridades de la escuela le explicaban, someramente, que dado el claro retraso de aprendizaje y comunicación de la joven, su nobilísima institución educativa se veía forzada a buscar para la muchacha otros rumbos educativos, idealmente en algún establecimiento preparado para lidiar con niños con necesidades especiales. Agradecían también los continuos aportes en dinero de Cony e incluso deslizaban la posibilidad de seguir recibiendolos, aún cuando la joven Claudia ya no formara parte del alumnado. Le informaban también que se habían tomado la libertad de inscribirla en una escuela que cumplía con los requisitos necesarios y que estaba a unos 20 minutos en coche desde su casa y se despedían con sus mejores deseos para ella y su pequeña hija.

Ni siquiera notó que la niña llevaba allí en casa varios días, que probablemente había pasado hambre y que estaba sucia. En el fondo, el sólo verle la cara le recordaba que era ella la responsable de la muerte de su amado Raúl, algo que jamás podría perdonarle.

Y, no contenta con eso, la niña resultó ser una anormal… una vergüenza, un monstruo, un desperdicio. Apenas hablaba y no reaccionaba ante nada, sólo ante sus golpes. Se “informó” en internet y determinó que su hija tenía autismo, así que la trató siempre como si tuviera la plaga… mal que mal, muchos “estudios científicos serios” aseguraban que el autismo era contagioso. Según ella, bastante hacía con cerciorarse que la niña recibiera educación y que no le faltara nada.

Pero esta vergüenza no la podía soportar: La habían expulsado de aquella escuela tan cara… seguramente sus clientes se enterarían que tenía una hija retrasada.

Levantó la mano para golpear a la niña y esta cubrió su cabeza con sus brazos… entonces sonó el timbre.

– No te alegres, condenada mocosa… una vez que atienda pondremos las cosas en orden -le dijo-

La niña corrió a esconderse

– Buenas tardes -le dijo un hombre de traje-, ¿es usted la señora o señorita Dolores Hidalgo?
– Erm… no -respondió dudosa-, mi nombre es Cony Carmona
– ¡Mierda, justo cuando pensé que la había encontrado!
– ¿Es muy importante?
– Más que importante, es urgente: Debo hacer efectiva una herencia y el plazo vence hoy a medianoche.

“Herencia”… palabra capaz de cambiar actitudes en un abrir y cerrar de ojos. Cony había aprendido a actuar bastante convincente durante esos años. Escogió una historia para convencerlo, y no le fue demasiado difícil.

Se mostró algo asustada. Miró hacia afuera y, a la entrada de la calle de servicio vio un sedán y una camioneta… nada realmente sospechoso… puso ojos llorosos y preguntó

– ¿No viene usted de parte de Peter?
– ¿Quién?
– Peter, Peter Avery, mi ex-esposo
– No… ¿señora?
– Sí, señora, pero mi nombre original es Dolores Hidalgo
– ¿Tiene usted alguna identificación que lo acredite?
– Antes de eso -Cony lo examinó-, ¿quién es usted?
– ¡Oh, perdón!… lo siento -dijo extrayendo una tarjeta de presentación-, mi nombre es Alexander Emery, y represento al bufete “Baker & Williams” de Boston. Hemos sido mandatados por el estado para intentar, in extremis, dar cumplimiento a la última voluntad de Mariana Hidalgo.
– ¿Mi prima?… ¿Marianita está muerta?
– Lamento haber sido yo quien se lo informara, pero sí. Mariana Hidalgo falleció hace casi 5 años.

La noticia la afectó de forma genuina, aunque no extrema, Mariana fue una prima muy querida en su infancia. Buscó en una pequeña caja de seguridad sus documentos y se los mostró al abogado, quien prosiguió.

– En casos como este -prosiguió el abogado- el estado hace todo lo posible por ocultarlo, pero nosotros estamos atentos
– No… no entiendo.
– Se lo explicaré brevemente. Mariana se casó y se divorció. Obtuvo un buen arreglo de aquello, recibiendo una fuerte suma de dinero para ella y un fideicomiso para su hijo.
– ¿Un hijo?
– Si, pero no nos adelantemos. Darle los detalles del caso ahora sería largo, pero el hecho es que su padre, un europeo rico y sin familia, falleció en un accidente de tráfico hace unos años, y no pudimos encontrar ningún pariente vivo en el país, además de usted. Por su parte, la señora Hidalgo se hizo asesorar bien y su testamento es claro, por lo que el estado debe esperar a que se cumplan 5 años sin reclamarlo para pasar a tomar posesión de los bienes de la señora Hidalgo… estamos hablando de bastante dinero, y el Tío Sam es el mayor buitre que pueda llegar a conocer.

Cony podía oler que no le estaba diciendo todo, pero le siguió el juego.

– Resumiendo: Si acepta usted la patria potestad del muchacho podrá usted también acceder, de forma indirecta, a los bienes heredados al joven por la señora Hidalgo
– Explíquese por favor -inquirió Cony-
– El dinero de la señora Hidalgo, a su muerte, pasó a formar parte del fideicomiso de su hijo, Gabriel Hidalgo (Antes Gabriel Jackson). que se le entregará cuando cumpla 24 años… tanto el dinero como el resto de los bienes han de ser administrados por su albacea, salvo cierto monto destinado a la manutención básica del joven, que se le entregará mensualmente, y el dinero necesario para pagar cualquier gasto médico que el joven pudiera tener… ahora, ¿está usted de acuerdo en aceptar la potestad?

Los ojos del abogado de veían suplicantes

– Muy bien -dijo Cony jugando con el lápiz-… ahora dime lo que no me estás contando.
– Por favor, firme.
– Mira, veo tu desesperación, así que aquí hay gato encerrado… ¡o me explicas todo o no firmo ni carajo!
– Está bien, señora Carmona… El muchacho es… extraño -dijo sacando un cartapacio de su maletín-

Se lo dió a leer a Cony. Si su hija tenía problemas, el muchacho no se quedaba a la zaga: Problemas del crecimiento, déficit comunicacional, trastornos de personalidad, hipersensibilidad a la luz solar (causado por un caso de porfiria leve), déficit de melanina, trastorno obsesivo compulsivo, hipersensibilidad a los olores y trastorno del sueño eran sólo algunos de los problemas.

– Le doy mi palabra que no es tan malo como se lee. Ninguna de sus condiciones son invalidantes. Además, todos sus gastos están pagados

Cony ya tenía experiencia leyendo contratos. El premio era grande, muy grande… el sólo hecho de pasar a usufructuar durante ocho años de un apartamento frente al mar en Miami Beach le hizo acelerar el pulso, eso sin contar el dinero, que era administrado por una firma de inversiones y, de acuerdo a los reportes, no hacía sino crecer. Notó también que, dadas las condiciones, no le sería muy difícil declarar interdicto al muchacho y quedarse con todo… cierto, había querido mucho a su prima, pero incluso ella le dió la espalda cuando murió Raúl… aún así, quiso presionar su suerte.

– Mira, por lo que veo me piden que me haga caso de un semi inválido, y yo no obtendré ninguna ganancia… además, mi hija ya tiene problemas y no sé si pueda atender al muchacho.
– ¡No se preocupe!, el joven es totalmente funcional. Los reportes de servicios infantiles indican que no necesitaba supervisión alguna. Además, su escolaridad está garantizada en una institución especializada al sur de la ciudad. Por otra parte, el estipendio mensual del joven es de algo más de tres mil dólares… en efectivo.
– No, lo siento, es demasiada responsabilidad para mí.

La tensión podía cortarse en el aire

– … Puedo ofrecerle un incentivo de cincuenta mil dólares, libres de impuesto… es la mitad de mi comisión -dijo derrotado-

Cony supuso que, en realidad, no sería más de un cuarto, pero no quiso seguir presionando.

– Está bien -dijo- haga los preparativos.

El abogado simplemente se asomó fuera e hizo una señal.

– El tiempo apremia -dijo escuetamente-

Entraron en el lugar tres personas más. Uno de ellos portando una maleta y una especie de gran saco de dormir, otro que procedió a revisar el lugar y preguntar algunas cosas hasta quedar conforme y un muchacho alto y delgado… daba la impresión de que si lo golpeaban podría quebrarse. El primer tipo siguió trayendo algunas cosas, y lo último que hizo fue entregarle un laptop al muchacho, quien lo abrió, esperó que la pantalla se pusiera blanca e hizo una señal afirmativa.

– Cierto -le dijo el abogado en voz baja-… tiene cierta fijación con su computador: puede estar horas “tecleando” frente a esa pantalla en blanco… no intente quitárselo, podría ponerse violento

Cony puso cara de resignada, pero, aparte de la posibilidad de obtener ese dinero, hubo otra cosa que la motivó a firmar: si el muchacho era tan independiente como le decía podría encajarle el cuidado de su hija, ¡y gratis!… seguro que entre fenómenos se entenderían.

La persona que revisó todo resultó ser un oficial judicial, quien, constatando que se cumplieran las condiciones mínimas requeridas, procedió a dar por válida la firma, indicando los trámites posteriores necesarios. Actuó también como ministro de fé para el improvisado contrato verbal entre Cony y el abogado, cobró sus “honorarios” por aquella visita a terreno y se largó feliz de la vida.

Acompañó al abogado a su hotel a firmar algunos papeles. Cuando recibió una llamada de su esposo con la información del trabajo de esa noche le explicó someramente el porqué no podía atender y que ya hablarían mañana.

Firmó… uuuf, ¡vaya que firmó! Tres veces, por ambas caras, arriba y abajo de la hoja firmó.

Quizás fue la adrenalina, o la excitación de aprovecharse de una oportunidad única, pero Cony comenzaba a sentir deseos de sexo. Quería algo rápido y caliente… una explosión de placer lo más intensa que pudiera… lo quería ahora… lo quería en ese instante.

Miró hacia Alexander y se encontró con un tipo joven, de menos de 30 años, bien vestido -sin caer en la ostentación- y suficientemente atractivo… el típico abogado estadounidense con deseos de arrasar en el mundo legal… decidió empezar al asalto sin demora.

Botó un lápiz y se inclinó lascivamente a recogerlo, mostrando su bien formado culo a menos de un metro del abogado, mirándolo coquetamente mientras se volvía a erguir. La mirada de Alexander fue inquisitiva, y ella contestó llevando sus manos hacia abajo para usar sus brazos y exhibir su pecho, invitándolo con la mirada.

No era la primera “firma de contrato” de Alexander.

Se abalanzó sobre ella besándola, mientras sus manos comenzaba a remover su blusa. Cony contestó el beso colgándose de él con brazos y piernas. Así la llevó Alexander hasta el escritorio y, cumpliendo lo que exige aquel ritual, echó a un lado todas las cosas que había sobre él, para luego poner a Cony sobre el mismo. Se separó de ella y comenzó a quitarse su camisa, mientras Cony terminaba de quitarse la blusa y subía su falda. No quiso privarse del placer de sentir al abogado rasgando sus pantimedias y a su vez Alexander no la hizo esperar.

La primera embestida vino cuando ella aún no tenía tiempo de calentar motores debidamente. Alexander, después de romper las pantimedias simplemente echó a un lado la tanga de Cony y sin demora aquella ansiosa verga se clavó por completo en las carnes de su amante.

– Veo que la información no estaba equivocada… ¡Eres una puta de tomo y lomo!
– ¡Si, soy una puta!… ¡la mejor de Miami!
– ¡Mi puta!
– ¡Si, tu puta!… ¡toda tuya!… ¡tu perra!

Alexander magreó sus tetas con fuerza, mientras Cony se retorcía de placer

– Más fuerte, cabrón… ¡méteme tu tranca hasta el fondo, que me vengo!

El abogado obedeció, aún a sabiendas que así no aguantaría demasiado. Atrajo un poco a Cony hacia sí y comenzó a taladrarla frenéticamente.

– ¡Sí, sí, sí!… ¡sigue maldito hijo de la chingada!
– ¿Te gusta dure, eh, puta?
– ¡Sí, duro!… ¡me gusta tu verga, maldito!, ¡me vengo con tu verga!
– Ya me vengo, perra… ¿dónde la quieres?

Por toda respuesta Cony simplemente disfrutó de su orgasmo y cruzó las piernas tras el culo de Alexander, quien descargó su leche lo más profundo que fue capaz… Cony, sin embargo, no había dado por finalizada la batalla

Apenas el abogado se separó de ella la mujer se puso de rodillas y metió el rezumante pene dentro de su experta boca, comenzando la labor de devolverle la vitalidad. Enrolló su lengua alrededor del glande y succionó con fuerza, casi forzando a volver a levantarse a aquella tranca. Alexander estaba en la gloria, tanto así que ni siquiera acertaba a insultarla como hacía unos minutos… simplemente se limitaba a acompañar los movimientos de su cabeza con suaves caricias… nunca le había hecho una mamada así de buena, y no sabía cuándo podría volver a disfrutar de ella, así que simplemente se dejó llevar, hasta que, a los pocos minutos, las pulsaciones de su pene le dijeron a Cony que se estaba viniendo

– Dámela toda, cochino… quiero beberme tu leche

Se descargó por completo dentro de ella, pintando de blanco el interior de su boca, partiendo en su garganta y terminando en sus labios. Una gota alcanzó a escapar por una de las comisuras, pero Cony la atrapó diestramente con su índice y lo chupó gustosa. Volvió a mamar el pene de Alexander, esta vez cerciorándose de limpiarlo bien y succionando los restos de leche de su interior… jugueteó también traviesamente con un dedo cerca del ano del abogado, encontrándose con que su pene reaccionaba positivamente.

– Veo que te gusta emplearte por completo
– Hey, preciosa… un buen abogado tiene que saber satisfacer las necesidades de sus clientes.
– Mira eh… me has dado una idea

Dió una última mamada, asegurándose de dejar el pene bien mojado con su saliva. Se puso en pié y se tumbó sobre el escritorio, mostrando su culo en gloria y majestad.

– No se si te quedan ganas… o fuerzas… pero a mí no me alcanza con la entrada y el plato de fondo… se me antoja el postre.

Separó sus nalgas mientras hablaba. Los ojos de Alexander no daban crédito al ofrecimiento. Pensó en negarse, considerando que dejaría el lugar echo un asco después del lance, pero el ver como el ano de Cony se abría sin ayuda, dejando un agujero oscuro de un par de centímetros que parecía invitarlo cual canto de sirena, despedazó todas sus dudas. Más aún, su verga se puso a tope cuando Cony repitió la maniobra, abriendo y cerrando a voluntad ese excitante agujerito.

– Ven, te quiero dentro de mí… si mi concha te gustó te juro que mi culo te volverá loco.

Fue todo lo que necesitó. La cabalgó con furia, casi con locura, jalandola del pelo y clavando las uñas de la otra mano en sus nalgas y sus tetas. El placer que le daba Cony con su ano era increíble. Apretaba y soltaba su esfínter con una maestría que él no había encontrado jamás. Trató de controlarse, pero los gemidos y berridos de Cony no hacían la cosa más fácil, menos aún cuando en un momento ella giró la cabeza para mirarlo y en sus ojos se dibujaba un orgasmo avasallador. Chilló y puñeteó el escritorio con fuerza, mientras las oleadas de placer la recorrían.

– ¡Sigue, sigue! -gritó a Alexander-… ¡reviéntame el culo, pinche cabrón!… ¡llévame a otro orgasmo!
– Como sigas así no aguanto… ¿quieres más placer?… ¡mastúrbate, puta!
– ¡Dios, eres un genio!… ¡me tienes tan estúpida con tu verga que no se me había ocurrido!

Cony llevó sus dedos a su clítoris y Alexander la acompañó penetrando su vagina y juntos la endilgaron directo a su tercera corrida, tan monumental que no alcanzó a gemir como deseaba, sino simplemente volvieron los puñetazos al escritorio, esta vez acompañados por espasmos en sus piernas y una generosa ración de fluidos escapando de su concha. Alexander, viéndola rendida, cargó todo su peso sobre el culo de Cony y en unas pocas estocadas descargó también su leche dentro de ella y la llevó, ya casi sin fuerzas pero totalmente satisfecho por las “negociaciones”, hasta su cama.

La noche fue fructífera, tanto en papeleo como en sexo. Despertaron alegres, adoloridos y abrazados al día siguiente, pasado mediodía. La llevó al apartamento que “heredaría” y ella quedó encantada. Volvieron a tener sexo, esta vez “probando la acústica” del lugar. A ella le gustaba gritar sus orgasmos, y Alexander no la defraudó en ganas. Cuando no pudo responder con su verga la lengua y los dedos hicieron un buen trabajo.

Quedaron satisfechos, había sido un buen negocio.

  • : Ante la posibilidad de una herencia, Cony rompe algunas barreras, sólo para acabar encerrada tras otras. Cuatro primos en busca del asesino de sus padres.
 

Relato erótico: “Numeros Primos II – Cony 2” (PUBLICADO POR MEWLEN)

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NUERA4Regresó a casa cuando casi era ya de madrugada y se sorprendió por aquella figura extraña. El muchacho, de 16 años, Sin títuloera alto, de más de 1 metro y 90 centímetros, pero demasiado delgado; no creyó que pesara más de 60 kilos. Su piel era de una palidez casi fantasmagórica y su pelo de un color entre cenizo y blanco. Algunas manchas en la piel indicaban donde hubo llagas por el sol y quizás alguna otra enfermedad no mencionada… todo eso era enmarcado en unas sandalias, bermudas y camisa hawaiana, que no se había cambiado desde el día anterior.

En general, le pareció un muchacho feo… frío y maleducado: ni siquiera apartó su vista de aquella pantalla blanca

Cony dió un portazo, el chico se sobresaltó y se puso de pie, inclinando la cabeza para mirarla a los ojos y le dijo.

– Hola tía.

Anticlimático, como mínimo.

– ¿Gabriel, no es cierto?

Cony trató de sonar despectiva… el muchacho sintió su intención.

– Me instalé en la habitación más pequeña, espero que esté bien.

Era hora de poner los puntos sobre las íes.

– Mira niño, seré directa: Desde ahora te harás cargo de cuidar esta casa. Mi trabajo me mantiene alejada y no puedo pasar mucho tiempo acá
– Entiendo: escuché de los abogados acerca de su trabajo
– ¿Ah sí?… y dime, ¿qué escuchaste?
– Pues…  que usted se dedica a vender su cuerpo

Le cruzó la cara de una bofetada, el muchacho no alcanzó a verla venir

– Lo siento, no se enfade por favor.

Volvió a golpearlo.

– ¡No te permito que me faltes el respeto!, ¡y menos en mi casa!
– Lo siento. Las delicadezas suelen escapárseme. No pretendía ofenderla, tía, me disculpo nuevamente.

¿Podía ser tan tarado? -pensó Cony-… vería si se podía aprovechar de él aún más.

– Nada de eso. Si quieres seguir viviendo conmigo te ajustarás a mis reglas y me respetarás. No hay nada de malo en lo que hago para vivir…
– Pero yo no dije eso, tía

Lo abofeteó nuevamente

– … y no me interrumpirás jamás. Ahora, por atrevido, además de la casa te harás cargo de Claudia, mi hija… ¿dónde anda esa mocosa?… ¡Claudia!

Ante el grito, la muchacha apareció en instantes, jadeando, asustada.

– Claudia, saluda a Gabriel. Es tu primo. Se quedará a vivir acá con nosotras, contigo… le harás caso en todo lo que te diga, ¡o ya verás!, ahora ¡vete a tu cuarto!

El miedo era obvio en los ojos de la niña: el muchacho era un aliado de su madre, alguien a quien temer.

Gabriel se quedó parado donde estaba.

– ¿Qué haces ahí?
– No me ha dicho nada más.
– ¿Cómo?
– Qué tengo que hacer, cuáles son mis obligaciones.
– Mientras hagas lo que te dije, puedes hacer lo que quieras… ya me arreglaré yo con la trabajadora social.

El muchacho se sentó entonces y volvió a teclear como un poseído. ella se fue a dormir sin decir siquiera “buenas noches”.

Al día siguiente le sorprendió encontrar todo ordenado y razonablemente limpio, incluso había olor a comida. Gabriel estaba exactamente en la misma posición del día anterior, tecleando furiosamente sobre ese laptop roto… se puso de pié al verla entrar a la sala.

– Hice como usted me dijo, tía: las necesidades de la casa que pude notar están cubiertas, por favor dígame si puedo hacer algo más.

Siempre lo supo: con los niños había que aplicar mano dura.

– ¿Y Claudia?
– Es su habitación.
– ¿No la llevaste a la escuela?
– No supe a dónde debía llevarla, y cuando le pregunté a ella no recibí respuesta

Cony llamó a su hija a gritos… la niña apareció tan rauda como el día anterior.

– ¡¿Qué te dije de obedecer a Gabriel?! -preguntó Cony mientras comenzaba a golpearla-… A ver, ¡dime!… ¡te dije que hicieras lo que él te dijera!

La recriminó y golpeó un par de veces más, hasta que notó que Gabriel se tensaba con cada golpe…

– Y a tí, ¿qué te pasa?
– No se enfade, tía. Está claro que la niña necesita orden, estructura, pero no debe usted esforzarse en darle esa dádiva a alguien quien, claramente, no es capaz de  apreciarla.

Cony se detuvo y lo observó. El brillo en los ojos del joven le resultaba obvio… no supo a qué adjudicarlo hasta que notó su incipiente erección. “Con razón ayer aguantó todos mis golpes sin rechistar… ¡los estaba disfrutando!” pensó.

– Claudia, vete a tu cuarto y no salgas hasta que Gabriel o yo te llamemos.

Una vez que la niña se hubo retirado, se acercó decidida a Gabriel. El muchacho la miró tímidamente como siempre, pero el brillo de sus ojos seguía ahí. Se atrevió a probar su teoría.

– Me fallaste, Gabriel… no atendiste a mi hija como yo esperaba -dijo mientras retorcía un pezón del muchacho con toda su fuerza-

La cara de Gabriel se mantuvo impertérrita unos segundos, hasta que un mordisco en su labio inferior lo traicionó… “Vaya, vaya” se dijo Cony… “quedarme con su dinero será aún más sencillo”… decidió darle una probada de lo que podía esperar si se llevaban bien.

Lo tomó de una oreja y llevó su cara al suelo con violencia, mientras comenzaba a preparar el terreno.

– ¡Me desobedeciste!, ¡¿acaso no puedes controlar ni siquiera a una niña pequeña?!
– Perdóneme tía… no quise faltar a su confianza
– ¡Cállate!… ¡besa mis pies!…

El muchacho obedeció inseguro, besando tímidamente los pies de su tía, quien sonrió complacida.

– ¿Lo hago bien, tía?
– ¡Calla! -le atizó un puntapié mientras comenzaba a quitarse la ropa-, ¡ve a mi cuarto!.

Cony sacó un cinturón de su armario y le dedicó a Gabriel un latigazo en el culo. El muchacho dio un respingo, pero no se quejó

– Veo que es necesario que te discipline, Gabriel… dime, ¿te gusto?
– Es usted una madre preocupada, tía
– ¡No te hagas! -le gritó dándole otro latigazo-… me refiero si te atraigo como mujer
– Es usted una mujer muy hermosa, tía
– Y dime… ¿qué querrías hacer con esta hermosa mujer, cochino?
– Nada tía
– ¿Nada?
– Nada, sólo haría lo que usted quisiera que haga.

El papel comenzaba a gustarle a Cony. Tener un esclavo nerd virgen era una de sus fantasías menores aún no realizadas, y, si le servía para hacerse de la herencia del muchacho, cuánto mejor.

– Bueno -dijo ella-… entonces tu tía quiere que te desvistas y tiendas boca arriba en la cama.

Gabriel obedeció sorprendido por la orden, pero visiblemente complacido. Cony tuvo que contener la risa que le provocó la falta de experiencia del muchacho. Quería mantener la ilusión a toda costa, había una herencia en juego. Si lograba que se obsesionara con ella podría hacer lo que quisiera con él.

… Sería un trabajo fácil, se dijo… no más de 3 sesiones y lo tendría en la palma de su mano… quizás ni siquiera tuviera que cogérselo.

Comenzó la sesión de la misma forma que le agradaba a sus clientes con inclinaciones sádicas: Esposó a su sobrino a la cama con unas esposas que usaba para esos casos y, después de darle un par de caricias con el cinturón, pasó a vendarlo con una bufanda de seda. Una vez hecho eso trajo rápidamente el bolso que tenía preparado para estos lances.

Decidió empezar fuerte de inmediato. Tomó una vela y la encendió. Gabriel se tensó visiblemente, pero no dijo palabra. Comenzó a derramar la cera derretida por todo su pecho, arrancando ocasionalmente algún sonido, en particular cuando la derramaba sobre los pezones del muchacho. Viendo que podía avanzar aplicó una docena de pinzas de metal por todo el cuerpo del joven. Después de eso, puso otras pinzas en sus pezones, con la salvedad que estas estaban atadas entre ellas. Se entretuvo jugando a tirarlas mientras el muchacho se retorcía suavemente… demasiado suavemente para su gusto. Volvió a subir las apuestas algo de juego rudo, jalando juntamente el pelo y los pezones. Se alegró al ver que la erección del joven se había incrementado, pero el resto de las reacciones no le satisfacían. Había comenzado como un juego, pero, para ella, se estaba volviendo un asunto de orgullo: el mocoso tenía algo más de 16 años, era claramente un masoquista, y ella, una de las mujeres más deseadas de Miami, no era capaz de sacarle ni siquiera un gemido de placer.

Se arriesgó con todo: Subió a la cama y clavó fuerte sus tacones de aguja en el pecho del muchacho. No quiso aplicar todo su peso por miedo a hacerle daño real (y perder su premio), pero vio como se hundían profundo en su piel….

Cualquiera de sus clientes ya habría tenido un orgasmo… Gabriel recién manifestó algo de movimiento en su entrepierna… eso la irritó; había desvirgado a más de un mozalbete, normalmente a pedido de sus padres, y nunca había recibido queja de su desempeño… y ahora esta rareza, este fenómeno le gritaba en la cara que era incapaz… ahora vería.

Tomó el pene de Gabriel en sus manos y lo sopesó. No era nada comparado con otras trancas que le había tocado satisfacer, pero el muchacho calzaba un buen fierro, considerando su edad. Se permitió reconocer, eso sí, que le agradaba su forma, algo curva hacia arriba, y las venas le daban un aspecto de masculinidad madura. Se quitó las bragas y el sujetador con maestría… una lástima, pensó, tener que hacer el trabajo completo. Se tragó la verga enhiesta de Gabriel con un movimiento rápido y la enjugó abundantemente en su saliva. No había tenido tiempo de excitarse propiamente, así que su sexo estaba apenas húmedo.

– ¿Quieres que tía Cony te haga un hombre? -dijo cuando se separó-
– Sólo quiero lo que usted quiera, tía.

Cony se montó sobre él con presteza. Comenzó a frotar su vagina contra el sexo de Gabriel de forma lenta, buscando excitarlo más antes de proseguir. Separó sus labios: los de la boca buscando más aire y los de su sexo buscando más placer… encontró ambos, y en abundancia.

Notó, algo asustada, como su concha respondía a las caricias que le daba el pene de Gabriel. Hacía tiempo que no reaccionaba tan rápido ni tan efectivamente a la estimulación. Notó como sus pezones empezaban a elevarse y como su vulva comenzaba a engullir aquel pene, producto de la hinchazón de sus labios mayores. Su depilado sexo empezó a emitir fluidos, como reconociendo el hambre de verga. Aún estaba caliente, se dijo Cony… el abogado fue un buen amante, pero ella aún deseaba más. Los pliegues de su vagina se lubricaban más cada momento y ella, involuntariamente, dejó escapar un gemido.

Se llevó las manos a la boca. Una cosa era disfrutar del cuento, pero otra era perder el control. Azuzó nuevamente el pecho de Gabriel con el cinturón y, luego de eso, arrancó las pinzas de los pezones con rapidez. Gabriel levantó la cintura y su pene creció aún un poco más, pudo sentirlo cuando comenzó a rascar su clítoris… debió contenerse, pero el incendio en su entrepierna comenzaba a salirse de control.

Llevó su  pelvis hasta la cara de Gabriel, ofreciendo su mojado sexo ante la lengua del joven, quien, dada su inexperiencia, no supo qué hacer aparte de besar aquella concha. Tuvo que ser ella misma quien le diera las indicaciones básicas.

– Saca tu lengua… eso… ahora, muévela arriba y abajo… así… ufff, sigue… ahora más arriba… ahí… ese es mi clítoris… rodéalo con tus labios y juega con él… muy bien sobrino… mmm… eres un excelente alumno… continúa… ahora vuelve a bajar… sigue las líneas de mis labios… busca, hurga con tu leeeeeeengua… así, perfecto… hmmmm… bien, eso, traga mis jugos… ¿te gustan?
– Mucho, tía -dijo en una pausa-

Cony giró la cabeza y volvió a mirar la entrepierna de Gabriel. Por fin pudo ver algo de líquido preseminal en la punta de su glande, pero el muchacho claramente no daba señas de venirse… decidió quemar sus puentes.

– ¿Quieres que tía Cony te coja, degenerado?
– Haga usted lo que quiera conmigo, tía… es lo que más deseo desde que la ví.

Volvió a ponerse sobre su verga. Quizás sería su excitación, pero creyó verla más grande. Se frotó con ella nuevamente mientras le decía.

– Las esposas tienen un botón, búscalo y presiónalo… quedarás libre

Apenas escuchó el clic, les espetó

– ¡Y ahora, hijo de la chingada!, ¡muévete y dame placer!

Se empaló a sí misma en aquella tranca y se dejó ir, presa del primer orgasmo, sin detener el movimiento. Sentía como cada penetración causaba una creciente humedad entre sus piernas. Le extrañó por un instante que, siendo ella una amante que prefería sentirse llena de carne, un pene que no alcanza a sus gustos le provocase tanto placer… lo atribuyó al morbo cuando recordó que se estaba cogiendo a su sobrino.

Notó que Gabriel prácticamente no tomaba la iniciativa, así que guió sus manos a sus tetas y le indicó con gestos como debía jugar con ellas. Primero masajeándolas suavemente, de arriba hacia abajo, deslizando los pezones entre sus dedos; luego, desde abajo, acunándolos en sus palmas, para terminar juntándolos y mordisqueando sus pezones, ambos a la vez. Gabriel resultó un alumno aventajado… no necesitó palabras en todo ese proceso para entender cómo a ella le gustaba que acariciaran sus tetas, como prefería que le dieran placer. Pasado un rato el muchacho comenzó a alternar esos movimientos, agregando de su cosecha el lamer aquellos preciosos montículos en toda su extensión.

El segundo orgasmo le sobrevino a Cony gracias la succión de ambos pezones, justo en el momento de una penetración. A diferencia de otros encuentros y otros amantes, sus orgasmos no resultaban tan devastadores, pero los estaba alcanzando con mucha mayor facilidad… cosa de química, supuso: lo llevaban en la sangre.

Se abrazó al cuerpo de Gabriel y llevó sus tetas a su boca, diciéndole simplemente que “ya sabía que hacer”. Los lengüetazos no tardaron en regresar, acompañados de sonoros chupetones y un intenso magreo de aquellos monumentos. Cuando sintió que comenzaba a acercarse otro orgasmo se echó hacia atrás, separándose, y comenzó a controlar la penetración ella, apoyándose en sus propias manos y levantando la pelvis. Eso le permitió demorar el estallido… demasiado, para su gusto. Pasados unos minutos se percató que no sólo lo demoraba, sino que lo alejaba con sus propios movimientos… Gabriel, por su parte, seguía en la misma posición, como si esperara que aquellos pechos soñados volvieran a su boca

– Muévete tú también… no esperes que haga… todo el trabajo -le dijo desesperada-
– Hay algo que… quiero…. hacer que… espero le… guste
– ¡Hazlo ya y deja… de pedir… permiso… por todo!

Llevó sus manos a aquella curva bendita entre las caderas y la cintura de Cony y tomó el control de los movimientos de ella. Hizo que dejara de moverse tan frenéticamente y pasara a dejarse fluir, mientras él daba a su cintura un movimiento cadencioso, ondulante. Cony pudo ver nuevamente en la cara del muchacho su inexperiencia; parecía concentrado, como si explorara las sensaciones de ella… eso provocó en Cony un sentimiento extraño, desconocido, olvidado. No recordaba cuándo fue la última vez que uno de sus amantes se preocupó de hacerla gozar a ella olvidándose del placer propio. Le dedicó una sonrisa que se perdió entre sus jadeos.

Sí, jadeaba; para su sorpresa, Cony jadeaba como una posesa… como si pretendiera absorber el placer del aire. Gabriel pasó a recorrer con una de sus manos su abdomen, con dedos que a ella se le antojaron de seda… dedos que quemaban a su paso y dejaban rastros obscenos de gemidos candentes que subían desde su pecho a su garganta… que amenazaban con ahogarla. Sintió también la otra mano subiendo hasta su cintura por el centro de su espalda, jugando con el sudor que comenzaba condensarse en ese río natural…

… Y también sintió cuando ambas manos trabajaban juntas.

Gabriel usó de apoyo la mano que tenía en la espalda de su ardiente tía y subió la que jugaba en su abdomen hasta el centro de su pecho, haciendo presión y encorvando a Cony suavemente, haciéndola adoptar una pose extraña, pero para nada incómoda… Muy por el contrario, Cony disfrutó de la tensión que le brindaba y notó que en la cara de Gabriel había una mirada aprobatoria. Se sorprendió a sí misma al darse cuenta que le agradaba aquello, que deseaba la aprobación del joven.

Entonces, comenzó a entender el porqué de aquella preparación.

Gabriel la volvió a tomar por sobre las caderas hundiendo sin prisa, pero con todas sus fuerzas, su pene en la entrepierna de Cony. Dejó escapar un gemido aprobatorio de la labor del joven, quien continuó explorando en busca del placer de su amante. Cuando estuvo seguro de no poder adentrarse más, comenzó nuevamente con el mismo bamboleo que había probado antes, pero esta vez dirigiendo en todo momento los movimiento de Cony. No la forzaba -una obviedad dada su poca potencia física-, sino más bien la dirigía en la búsqueda de un camino ignoto, cosa que ella agradecía mediante su aroma, su sudor, sus jugos, sus gemidos, mientras se sentía subir y subir hasta una altura hasta ahora desconocida… le recordaba el calor del sol y la frescura del viento que cuando niña sintió más de una vez, estando en lo alto de una colina… la sensación la llenaba, la embriagaba… la hacía sentir bien.

Pasaron los minutos… quizás las horas, no lo sabía, pero la temperatura no hacía sino subir. En su pecho, sus labios, su entrepierna, toda ella estaba hecha un incendio… ¡Virgen santísima, como le gustaba!. Se encharcaba cada vez más, podía sentirlo. Hacía un rato había dejado de sentir sus piernas, pero no le importaba… bien podría habérselas cortado y no hubiera acusado recibo ante la calidez que sentía.

Fue allí que se desató. La tomó totalmente por sorpresa.

Gabriel presionó un poco más hacia adelante, haciendo que su clítoris se rozara con la piel del muchacho, y eso la hizo alcanzar otro cielo. Nació desde dentro de su sexo, hubiera deseado poder decir más, pero creció tan rápido que no pudo, no quiso oponerse al placer. Uno tras otro, una serie de gentiles orgasmos la llevaron al éxtasis. Trató de contar, pero cesó el empeño al llegar al sexto… de allí en más todo se volvió una masa de luz, calor, gemidos y humedad que duró un segundo o un siglo. Se sintió morir, sobrepasada por las sensaciones… se sintió más viva que nunca, conociendo un nuevo placer, una forma distinta de sentir. No era consciente de sus espasmos, de su respiración, de los rasguños en el pecho de Gabriel; nada de eso importaba.

Despertó.

Se había dormido sobre el pecho de Gabriel… se había desmayado… no lo sabía bien. Sintió en su cara la tensión de lágrimas secas y pudo oler los aromas que aquel encuentro había dejado en el ambiente. Miró a su amante, aún cubierto por la ridícula venda con la que había pretendido dominarlo.

– Perdona… no se que me pasó… ¿que fue lo que me hiciste?
– Erm…. bueno… no sabía si iba a funcionar, tía, pero parece que sí… espero le haya gustado
– Aún no me respondes -inquirió separándose un poco-, ¿qué fue eso?… ¿dónde lo aprendiste?… ¿no decías que eras virgen?.
– Lo soy, en serio… o sea, quiero decir… nadie me ha podido dar un orgasmo… ni las chicas en el orfanato, ni las chicas en las casas de tutelaje…

Se detuvo… ella lo noto… lo sintió.

Él seguía dentro de ella, igualmente erecto que antes…

… Ella se había venido como una loca, gozando como nadie la había hecho gozar en años, y él, un mocoso que ni siquiera era mayor de edad, un mocoso virgen -según sus palabras-, alguien a quien con sólo mirarlo debió deshacerse en una piscina de semen, seguía allí, insatisfecho, luego de horas de sexo con la mujer más deseada de Miami.

… No podía entenderlo.

– Lo siento tía, pero no se sienta mal; no es su culpa… soy yo quien está mal

¿¡Qué hacía!?… ¿el mocoso trataba de consolarla?… ¿a ella, una sacerdotisa del placer?

– … es un problema neurológico… mi sensibilidad es tan baja que sólo mediante el dolor siento algo; aún así nunca me he venido… bueno, los sueños no cuentan, supongo…

Su reacción fue casi visceral. Tomó el pene de Gabriel y lo metió en su boca, comenzando una furiosa mamada. Se aplicó con lo mejor de sus trucos, usando incluso su lengua, su mejor arma, en todo su esplendor. Los minutos fueron pasando y los quejidos del muchacho no llegaban…. se negaba a aceptarlo, pero con cada embiste de su boca la respuesta era más obvia.

Fue extraño; ella no era de esa forma. No se permitía esos deslices. Le afectaba demasiado el sentirse incapaz…el saber que Gabriel no había disfrutado le dolía más de lo que quería aceptar. Algo creció en su pecho y se forzó a callarlo, a pesar de querer gritarlo a los cuatro vientos.

Un momento de introspección, quizás, eso era lo que aquello había provocado. El verse a la cara en el espejo de su alma y saber que la visión no le gustaba… el conocer aquella faceta que no mostraba a nadie, ni siquiera a sí misma.

… Odiaba sentirse no deseada.

Se tragó las lágrimas que amenazaban con explotar en su pecho, contuvo aquel grito que quería narrar al mundo todo su sufrimiento. Simplemente tomó un par de piezas de ropa y se retiró del lugar… salió del apartamento y subió a su automóvil.

Allí, mientras las nieblas del sueño la envolvían, comenzó amargamente a llorar

– ¡Deja de sollozar!, ¿quieres?

Las palabras de la compañera de celda de Cony la hicieron dar un respingo. Era la primera noche que pasaba en la cárcel, luego de una semana en desintoxicación. Las drogas que le suministraron como reemplazo se le entregaron únicamente para sacarla de peligro vital; como imputada por el crimen que, orgullosamente, había cometido. Tristemente, sus derechos no le daban el privilegio de tener acceso a un tratamiento, simplemente a lo justo y necesario para no morir..

– Perdona Lexie -dijo mientras se limpiaba el sudor de su frente- … pensé que dormías
– Mira, está bien que sea tu primer día, la pálida por la abstención y todo eso, pero si no cierras el pico te juro que te daré verdaderas razones para llorar
– ¡Já!… Quizás eso sea una buena idea

La cara de Lexie asomó, intrigada, por el borde de la cama superior

– ¿No me digas que eres de las depresivas?… a ver, ¿qué fue lo que te metiste?
– … Euforia (metanfetamina de cristal)
– Fiuuuu… de las duras, ¿eh?, ¿y cuanto tiempo?
– ¿Diez… quince… veinte años?… no lo sé realmente
– ¡Jajajajaja!… ¡esa no te la cree nadie cariño!, ¿veinte años adicta al cristal?, ¡nadie dura tanto!
– No, supongo que no -dijo Cony conteniendo el dolor-… probablemente partí con algo más suave, no lo sé… mi mente no es lo que solía ser.
– ¡Eso, usa esa estrategia!… a veces el jurado lo cree -dijo secamente Lexie volviendo a acostarse-… buenas noches.

Pasaron los minutos y, por más que lo intentó, Cony no logró contener los embates de la abstinencia. Lo peor de los sueños vívidos ya habían cedido, gracias a la medicación, pero aún no era dueña de su cuerpo. Se sentía como una babosa en sal, no coordinaba bien sus movimientos, no podía dormir a pesar de que su cuerpo se lo pedía e, internamente, se sentía a punto de estallar. Se volvió a mirar el techo y un súbito ataque de claridad mental le reveló la mierda en que se había convertido su vida en un abrir y cerrar de ojos, y no pudo menos que llorar.

– ¡Ah mierda! -gritó hastiada Lexie- ¡ya cállate!
– Perdona, no puedo controlarlo
– Uy, “perdona, no puedo controlarlo” -se burló-… deja de quejarte si no quieres un puntapié en la cara.
– En serio… no puedo
– ¡Estoy hasta las tetas de tus cambios de humor!, ¡parece la regla con patas!
– Si tanto te molesta ve a quejarte al dueño del hotel
– ¡Ah, y graciosa la lindura!
– Cállate quieres…
– Cállate tú, idiota… eres tú la que no deja de quejarse, revolverse y llorar.
– Es que… nada es como debiera
– ¿Qué?… ¿arrepentida?
– Sí… no… no lo sé
– ¡Eres una puta drogadicta y mataste a alguien simplemente!, ¡ya supéralo!.

Eso le dió a Lexie unos minutos de paz… hasta verse interrumpida nuevamente

– Pero, ¡era mi familia! -sentenció Cony al borde de las lágrimas-

Casi… casi, tan cerca del sueño y tan lejos a la vez… Maldita vieja panchita… ¿acaso estaba buscando pelea?.

– A ver -juntó toda la paciencia que pudo reunir-, mira, yo maté a un cliente que se quiso propasar… tú y yo sabemos que el trabajo es peligroso, tus razones habrás tenido para hacer lo que hiciste, muñeca
– Por supuesto que las tengo: por su culpa mi hombre está en la cárcel… me traicionó, se lo merecía

El hastío en la voz de Lexie fue notorio, pero no pudo determinar si Cony se percató

– ¡Ja, ya decía yo!… tenía que haber un hombre metido… una movida de polla y te mojaste tó el coño, seguro
– Sí, claro… como si todo en la vida fuera tan simple… si hubiera podido arreglarlo con una cogida no estaría acá
– Pero cómo… ¿fue entonces culpa de un hombre que no te follaste?
– No, por supuesto que no… la culpa fue de dos personas.
– Entonces no te entiendo, “chavalilla”.
– Es algo más complicado de explicar
– Ah, ya… a ver -suspiró Lexie- cuéntamelo… ya que no me vas a dejar dormir tranquila, en el peor de los casos me tienes bien despierta hasta el desayuno y en el mejor de los casos tu historia es entretenida.. hazme un lugar en tu cama, no quiero que un guardia venga a molestar

Cony miró a su compañera de celda. Cuando se conocieron, hacía unas 16 horas, no había necesitado ser una detective para darse cuenta que era una prostituta al igual que ella. pero el desparpajo de la joven le resultaba divertido. Tenía la actitud de querer comerse el mundo y claramente no tenía los años de experiencia con los que contaba Cony, pero era también obvio que la vida la había hecho madurar a la fuerza.

– … Además -le dijo Lexie casi al oído-, si tu historia es buena prometo compensarte…

La midió un par de segundos más. No era excesivamente atractiva, pero el hecho de no haber perdido aún su acento español la volvía muy deseable para los clientes… La oferta era tentadora simplemente por el hecho de poder olvidarse, al menos vagamente, de su dolor, tanto del cuerpo como del corazón… y, le resultó sorprendente luego de días de total apatía, a ella también le provocaba un leve cosquilleo la idea.

Se movió hacia el lado y abrió las mantas

– Entra rápido… y no te olvides de poner tu almohada arriba para que no te echen en falta
– Mi vida, tú serás más vieja, pero yo llevo mucho más tiempo en el circo de overoles naranja.

Lexie entró lentamente en la cama, haciendo del proceso un pequeño ritual. Una vez dentro, se acercó a Cony coqueteándole de forma burlona, acariciando su culo y bajando por su pierna

– Bueno, ¿quieres o no escucharme?
– ¡Ay, que pesada!… está bien -dijo calmándose mientras ponía su cabeza sobre el hombro de Cony-… recuerda hablar bajito.

Cony miró a Lexie. La expresión de la chica era un tanto infantil, llena de curiosidad y con un dejo de morbo. Sus ojos cafés parecían atraerle de una forma misteriosa y, extrañamente, no sexual. La chica tenía esa propiedad de generar el deseo de estar con ella, no solo de poseerla.

– A ver, muñequita… ¿por donde empiezo?
– Ehm… ¿por el principio?
– Já… no, es mejor que empiece un poco antes: Verás, no siempre fui prostituta… claro, no nacemos siéndolo, pero la vida es la más puta de todas las putas y siempre quiere compañeras.
– ¡Buena esa!… recuérdame que la anote.
– Nací en El Paso, pero mi familia venía originalmente del otro lado del río, desde Ciudad Juárez. Me casé una vez en las Vegas, otra en San Francisco y otra en Miami, del primer matrimonio, con mi verdadero amor, me quedaron una viudez inesperada, una hija y el enfrentarme a la dura realidad que no sabía cómo ganarme la vida. Del segundo matrimonio me quedaron un par de fracturas y el saber que podía ganarme el pan para mi hija y yo en camas ajenas. El tercer matrimonio aún no se acaba, pero el lío en el que estoy tiene que ver con él.
– – Te sigo, continúa… pero te advierto que me empiezas a aburrir -dijo Lexie con una sonrisa pícara-… tu premio está corriendo peligro.
– Mi primer esposo, como te dije, fue mi único amor: Raúl Beltrán… un hombre donde los haya. Sabía tratarme, me cuidaba, en la cama era mi dios… yo besaba el suelo que él pisaba. Lo conocí una noche en un casino en Las Vegas cuando estaba en mi viaje de licenciatura y el amor fue instantáneo. Yo era una jovencita que aspiraba a ingresar a la universidad y el un joven comerciante que quería conquistar el mundo.  Estuvo dos semanas en la ciudad y no recuerdo haber salido más de 6 veces de la habitación. Pasadas esas dos semanas él tendría que viajar con urgencia a Sacramento y, la última noche que pasamos juntos, me propuso matrimonio.

Por primera vez en la velada, una sonrisa acudió al rostro de Cony… Continuó.

– Obviamente no es que no fuéramos a volver a encontrarnos. El era soltero y yo también, y teníamos los teléfonos y direcciones postales y de email del otro. Además de eso aún me quedaban algunos ahorros y podría haber acudido donde él me llamase… realmente si me hubiera pedido ir al infierno con él también le hubiera dicho que sí.
– No me digas nada: Tu boda fué de las instantáneas y Elvis fué tu juez de paz.
– ¡Ja!… te equivocas: Nos casó un imitador de Cantinflas… Raúl era fanático -recordó Cony-
– ¿Y luego?
– … Los mejores años de mi vida; nunca me faltó nada a su lado, ni material ni sentimentalmente. Trabajaba en el negocio de importaciones, así que sus labores lo llevaban a viajar constantemente; yo iba con él casi siempre, y gracias a eso pasamos años hermosos viajando por todo el país… una locura padrísima, conocí los 50 estados, más algunos de los mexicanos… fuí a las mejores fiestas, me codeé con gente sofisticada… y tuve mis primeros acercamientos con el mundo real.
– ¿Sexo… drogas?
– … Y rock and roll, chavita. Raúl era un hombre fogoso, amante de la vida… además, tú y yo sabemos bien que. si quieres obtener dinero y poder, tienes que ir donde esos bienes se transan… y esas “reuniones” no son más que orgías para gente rica.
– Lo siento, no sabría decirlo: mi manager nunca me consiguió un trabajo tan bueno como uno de esos.
– Quizás sea mejor así. Allí conocí el sexo duro, intercambio de parejas, tríos, cuadros plásticos y salté del caño ocasional de maría a darme una ración de azúcar (cocaína) de cuando en cuando… todo eso de bajo la atenta mirada de mi esposo.
– Hmmm… sigue, se empieza a poner interesante -dijo Lexie deslizando sus dedos por una de las piernas de Cony-
– Tranquila chiquita, no comas ansias… aún no llego a lo bueno. Toda esa vorágine terminó de golpe. Primero, me embaracé. No cabía en mí de felicidad y, al principio, Raúl estaba felicísimo… hasta que empecé a engordar
– Ya sé: el muy puerco te dejó botada… ¡todos los hombres son unos putos cerdos guarros!
– No exactamente. Al pasar los meses ya no me dejó acompañarlo en sus viajes… decía que le podía hacer mal al bebé…. Supuse también que se buscó una amante, porque comenzó a tener menos sexo conmigo… me juraba que estaba cada día más hermosa, pero había días en los que incluso su herramienta no funcionaba… lo notaba ojeroso, cansado. Peleamos varias veces y un día, en el parking de un centro comercial, después de habernos reconciliado en un hotel cercano, una rubia aparcó una furgoneta, se bajó de ella y mi mundo se fué al carajo -dijo Cony ya presa de las las lágrimas-

Lexie la miró con ternura. Fuera fingida o real, Cony no logró determinarlo… luego le dió un tierno beso en los labios y se abrazó a ella tratando de reconfortarla.

– Ya panchita… no llores… ¡todos los hombres son unos cerdos!.
– ¡No entiendes, pendeja!
– ¡SHHHHH!
– La rubia sacó un par de pistolas mientras que de la furgoneta bajaban 2 tipos más, con más armas, y empezaban a disparar hacia un automóvil a nuestras espaldas. Muerte por fuego cruzado en un asunto entre bandas de drogas, dijo la policía. Yo estuve en el hospital porque recibí dos balazos, uno de ellos en la panza… casi casi pierdo el bebé.
– Vaya…
– Desde el hospital, directo al abismo: Los últimos años me había portado muy mal con mi familia, así que me desconocieron. Las cuentas del hospital eran gigantescas y la familia de Raúl también desapareció. Afortunadamente, o eso pensé, uno de los hombres que conocí en aquellas fiestas me deseaba lo suficiente para casarse conmigo… ¡ja!, afortunadamente mis cacahuates…

Lexie comenzaba a adormilarse. Cony lo notó, pero sabía que dentro de poco su historia se pondría algo más interesante… quiso continuar.

– Al cabrón se llamaba Peter Avery, y luego de la primera semana, las cosas empezaron a ir mal. Nos instaló en una casa en los suburbios de San Francisco, pagó las cuentas vencidas del hospital y tuvimos aquella semana de “luna de miel en casa”. No se caracterizó por ser suave conmigo, pero no era algo que me incomodara realmente. Mi cuerpo era joven y supuse que podía afrontarlo sin problemas. Además, siendo sincera, me encantaba el sentirme deseada aún con la panza que tenía.
– Cuéntame, que te hacía -dijo Lexie volviendo a interesarse-
– A ver… para empezar, apenas me cargó dentro de la casa me empujó contra la pared, me levantó el vestido, bajó mis bragas y me clavó la verga hasta el fondo, en seco
– ¡Uy, que daño!
– Sí, pero realmente no me importaba. Era mi esposo y no hacía más que tomar posesión de lo que era suyo… lo que había comprado. Masajeó mis tetas sin piedad mientras que mordía mi cuello hasta hacerme un poco de sangre. Decía que quería borrar a mi anterior dueño y yo, en medio de esa vorágine de placer y dolor, estaba en el cielo. Me estuvo clavando más de veinte minutos y no parecía querer venirse. Me dio vuelta y me agachó para que comenzara a mamársela… ¡Dios, que pedazo de tranca tenía el desgraciado!, no por lo gigante, aunque tampoco era pequeña, sino por el aguante. Arrodillada frente a él comencé a usar mi lengua para darle placer; recorría su verga a lo largo y ancho, me la tragaba completa y aún así no se venía. Empezó violar mi boca, forzando su herramienta hasta atragantarme. Comenzó a jugar a asfixiarme con ella hasta que lo obligué a acabar metiéndole un dedo en el culo… y eso fue apenas entrando a la casa.
– ¿Y luego?
– El resto de la primera semana fue igual o más intenso. Yo quería olvidar la muerte de Raúl y él quería dar rienda suelta a su obsesión por mí. Me clavó y enculó en cada lugar de la casa. Se la mamé y me comió en los lugares que faltaron… la casa entera olía a sexo, era entrar él a la casa y buscarme como perro en celo y, sin darme tiempo a decir hola, embutir su herramienta en mí.
– Espera, espera, espera… hay algo que no me cuadra: ¿No estabas tú embarazada?
– Sí -dijo Cony sollozando-, pero entonces deseaba que ese bebé no existiera. Raúl dejó de amarme por su culpa… si no hubiera sido por él no hubiéramos estado en aquel parking… francamente quería que Peter me rompiera el coño y también mi útero… si aún hubiese sido legal habría abortado el bebé, pero el embarazo estaba demasiado avanzado…

A veces el universo es tan cruel como irónico

– Pasada la primera semana, se ausentó por medio mes. Un viaje de negocios, fue lo que me dijo. Dejó el dinero justo para mantener la casa y, cuando volvió, comencé a ver que aquel “afortunadamente” no era tal
– ¿Te metió cuernos?
– No chiquita… cuernos incluso los hubiera entendido. Cuando lo recibí con un beso iba, según yo, vestida para matar. Un babydoll que ocultaba bastante bien mi barriga y mostraba mis enormes tetas, regalo de las hormonas del embarazo y un conjunto de lencería color violeta eran mi armadura de combate para esa noche. También preparé el lugar con velas, incienso, luces bajas y música suave.
– Hmmm… puedo verlo -intervino Lexie, relamiéndose y tomando uno de los pechos de Cony-
– Mmmm… tranquila, aún es muy pronto -dijo Cony con un quejido, pero sin retirar la mano de la española-… No Lexie, lo siguiente que supe es que estaba en el suelo en una posición extraña, mirando entre la pared y el techo… mi visión se  movía rítmicamente, me dolía la cara de forma brutal y escuchaba sólo un pitido… mi cuerpo se negaba a responder e incluso algunos destellos de luz aparecían en mi visión
– ¡Maldito! -exclamó Lexie interrumpiendo su masaje-
– Veo que también te ha pasado. El sabor de la sangre en la boca fué lo que me devolvió al instante la conciencia. Escuché como él gritaba mientras me penetraba con algo más grande que su verga. Decía que era una puta, que cómo me había atrevido a traer acá a mi amante, que si hubiera llegado unos minutos antes también podría haberlo encontrado a él, que vió su carro irse cuando él llegaba, que me reventaría el coño con el bat como la puta que era, que me gustaba, que mis jugos no mentían, que cuando me compró no pensó que sería como las otras… que me mataría.
– ¡No!
– Después de ese día, me encerró en el sótano… casi me muero cuando me dí cuenta que, detrás de un estante de herramientas, había una puerta reforzada y, dentro de ella, la que sería mi “habitación” por casi dos meses… lo peor de todo fue cuando me encontré con que eso no detendría su modo de ser. Que abusara de mí se volvió cosa de todos los días… que me golpeara, también.
– ¿Cómo lo sobrellevaste?
– Hmpf… es extraño como la vida juega con la ironía, ¿no?. Soñé… Soñé con mi bebé; yo la estaba abrazando en un hospital… parecía recién nacida, pero su cara me recordaba tanto a Raúl que no podía sino llorar. Eso fue lo que me ayudó a soportar el encierro, los abusos, las golpizas… y el hambre.
– No te sigo
– Era una prueba de amor, me dijo Peter: me dejó sola por un mes, encerrada en aquella celda, vestida únicamente con una bolsa de estiércol, sin luz, calefacción, con un goteo de una cañerías rota como fuente de agua y con 3 latas de carne enlatada por toda comida.
– ¡Dios mío!
– Cuando volvió fue lo peor de todo -comenzó Cony mientras las lágrimas corrían por su rostro-… me tomó del pelo y me arrancó un buen mechón, mientras comenzaba a gritar y golpearme… decía que sólo teniendo un amante era posible que yo siguiera viva… que estaba harto de las putas como yo y que me haría pagar por reírme de él… el ambiente se llenaba con gritos, míos, de él, ¿qué más daba?… comenzó a llorar pidiéndome perdón pero al tocarme los golpes volvieron… que no toleraba que otro hombre me hubiera tocado, que era culpa de mi barriga, que le recordaba que no siempre fui suya… me golpeó, me orinó encima, según él, para marcarme como suya… yo no hacía sino pedirle que parara, que me perdonara, que me dejara ir y se olvidara de mí, que haría lo que él quisiera… “¡lo que quiero es que me respetes!” me gritó junto a un puñetazo en la cabeza que me mandó al suelo… entonces comenzó a patearme en la cara, el pecho, la barriga, la entrepierna… sentí que me fracturaba un par de costillas. Al cuarto o quinto golpe de patada en la cabeza casi pierdo el conocimiento… lo oí salir hecho una furia, diciendo que ahora sí que me mataba… dejando la puerta abierta.
– ¡Para Cony, ya no sigas! -dijo Lexie viendo los sollozos de Cony-
– No Lexie, déjame… me hace bien, me siento más ligera… ya casi termino… No se como pude pararme; un dolor horrible en una pierna casi me hace caer y podía respirar mal y ver peor. Llegué al patio y lo volví a ver: tenía una pistola en las manos… traté de correr pero apenas lograba caminar. Yo lloraba y gritaba pidiendo ayuda cuando escuché un disparo… comencé a correr, el dolor dejó de ser importante… “corre puta, la próxima no tendrás tanta suerte” me gritó a mis espaldas tan cerca que sentí el “clic” del arma cuando se preparaba a disparar… el tiro sonó cuando yo me perdía por la esquina del patio, a unos metros de la puerta del jardín… entonces escuché la música más linda, como enviada del cielo: sirenas de policía.
– ¿Te salvaron ellos?
– A medias. Los gritos de la pelea habían sido escuchados por los niños de uno de los vecinos; ellos le avisaron a sus padres y ellos a su vez a la policía. Entre que yo llegaba a la calle, esquivando un tercer balazo y mi esposo aparecía por el portón dos carros de la policía aparecieron en el lugar, uno de ellos se puso entre Peter y yo y el otro se detuvo detrás bajando rápidamente una pareja de policías pistola en mano. Peter no era tan idiota como yo creía y soltó el arma de inmediato y levantó las manos… si hubiera sido negro o latino yo creo que lo mataban, pero le ordenaron ponerse de rodillas con las piernas cruzadas y poner las manos tras la cabeza. Cuando lo detuvieron decía que todo había sido una broma; el arma resultó ser de fogueo, pero los golpes no tenía cómo explicarlos ni que yo estuviera vestida con una bolsa maloliente de arpillera… entonces… entonces, cuando ya me creía segura, ví como se hacía realidad el deseo que había pedido hacía algunos meses

La española le dedicó una larga mirada… al ver débilmente el rostro apretado de Cony comprendió

– … Vi como rompía aguas cuando me llevaban a una ambulancia… y el líquido no era claro, sino con sangre.

Lexie la miró casi llorando. Ambas eran prostitutas, mujeres que conocían el lado menos amable de la vida, mujeres que habían caminado por más calles de las que les gustaría reconocer, mujeres que sabían que tan bajo o que tan lejos puede llegar la irracionalidad del ser humano… mujeres al fin y al cabo.

Tímidamente acercó su cara a la de Cony hasta tocar su frente con la propia y le sonrió de forma inocente. Lexie conocía perfectamente el sentimiento; también había pasado por aquel lance en su trabajo, quizás de forma no tan brutal ,pero sabía perfectamente lo que se sentía. Nada puede realmente prepararte para el dolor, la humillación, el miedo, la vergüenza, las lágrimas. Te mientes, te dices que no fue nada, que ni siquiera lo sentiste, pero no es tu cuerpo el que más duele. Quiso, sinceramente, consolarla… en aquel agujero de mierda quería ser para ella un bálsamo, un oasis que le permitiera olvidar aquello.

Cony tampoco necesitó que le explicaran nada. Las miradas entre colegas le eran más elocuentes que las palabras. Aceptó simplemente el consuelo y lloró

– En serio, perdóname por lo de antes -dijo Cony enjugándose las lágrimas-… la pálida me tiene idiota, no sé lo que hago… ni siquiera sé cómo me siento
– Ya, tranquila… mi veneno no es ese pero entiendo como funciona. ¿Has logrado dormir algo?
– Nada… hace tres días que no duermo… me siento morir -dijo sollozando nuevamente-
– ¿Y el cuerpo?
– Lento… no me responde… estoy como ida… estoy cansada, hastiada…quiero…
– No sigas…
– Pero
– Shhh… todos tenemos algo… alguien.
– Yo… yo.

Lexie le dió un abrazo. Rodeó a Cony lo mejor que pudo con su cuerpo e intentó traspasarle su calor, su aliento, su cercanía. Ambas estaban vestidas con las prendas reglamentarias de la prisión a la hora de dormir, a saber: camiseta, sostén y braga holgada, tipo boxer, todo de algodón y de color blanco; difícilmente ropa para seducir… cosa que no tenía demasiada importancia en ese momento.

Comenzó por tocar las manos de Cony casi con reverencia. Envolvió la izquierda entre las dos suyas, la acarició y examinó con sus labios, usándolos como sus ojos en aquella oscuridad. Recorrió cada arruga, cada marca, cada accidente de esa mano. Paseó por las uñas, tan dañadas luego de los días en desintoxicación. Dibujó las venas del dorso de la mano, alzándose desafiantes aún de haber recibido el castigo de las agujas. Por algún motivo la fragancia de aquella mano le provocó un cosquilleo, era más que el simple jabón de la correccional… le dió un mordisquito a la parte gruesa antes del pulgar mientras iba en busca de la otra mano.

Un gritito coqueto de Cony le dijo que lo estaba haciendo bien.

– Tienes unas manos preciosas -le dijo Lexie besando efusivamente una de ellas-
– Estás loca -contestó Cony esbozando una sonrisa melancólica-… son feas… son manos de vieja… tienen arrugas… y cicatrices
– No son cicatrices Cony: son medallas de guerra -dijo Lexie mirándola, decidida a cambiar de juego-

Entrelazó los dedos de su mano derecha con la izquierda de Cony y, llevando la derecha de la misma a sus labios, exhaló el calor de sus pulmones en ella. Notó como Cony se movía discretamente mientras ella comenzó primero a mordisquear aquella mano y luego a besarla… eso la envalentonó a empezar a recorrerla con su lengua.

Otro cosquilleo le recorrió la nuca cuando notó en su lengua la sal de esa piel. Eso la hizo descargar otra andanada de lengüetazos entre los dedos de Cony, quien, por su parte, no daba crédito a las sensaciones que la joven Lexie le provocaba con sólo jugar con sus manos. Fuera de los márgenes de una relación, estaba acostumbrada a lo típico: un rápido mete y saca y el cliente había terminado. Si tenía suerte el galán o la dama de turno resultaba ser alguien con iniciativa y aguante, en cuyo caso solía olvidarse de los límites de tiempo y simplemente dejarse llevar… pero esos eran casos contados… ahora aún no se habían besado y la tristeza que habitaba su corazón de unos minutos atrás comenzaba a ser rápidamente reemplazada por una sensación de calor que nacía desde su bajo vientre.

No quiso seguir siendo una mera espectadora. Lexie tenía placenteramente inmovilizadas sus dos manos, pero esas no eran todas sus armas. Distrajo un poco la atención de la joven al presionar su entrepierna con su muslo, provocándole un pequeño quejido de placer y haciendo que mirara en dirección de su sexo: eso era lo que esperaba. Lanzó su boca en busca del lóbulo de la oreja de la española y, mordiéndolo con sus colmillos, comenzó a aplicar presión de forma intermitente.

Al tercer embate en su oreja, Lexie tuvo que interrumpir su juego de manos para exhalar un decidor gemido. Se miraron unos segundos y fue como si alguien hubiese dado el pistoletazo de partida a una carrera de placer y morbo.

Volvieron las dos a lo que estaban, pero con renovados ímpetus. Cony pudo notar fácilmente que las orejas eran uno de los puntos débiles de Lexie. Bastó con la estimulación anterior para que pudiera notar como subía la temperatura y el respirar de la muchacha se hacía más irregular, así que se decidió a recorrer el resto de esas curvas normalmente olvidadas de su anatomía y, una vez bien excitada, preparar el asalto sobre el cuello y el hombro a base de más besos y mordidas.

Lexie por su parte tampoco se andaba con juegos. Adivinó bien la sorpresa en el respirar de Cony al empezar a recibir placer desde sus manos, así que decidió pasar al siguiente nivel. Mientras recorría el espacio entre los dedos de Cony metió por sorpresa el dedo índice de la mayor dentro de su boca y lo envolvió con su lengua. La saliva embadurnó rápidamente el dedo y comenzó a escurrir por la mano de Cony de una forma tan obscena que a esta le recordó un coño mojado. Lexie aprovechó para meter en su boca en una sucesión continua los dedos medio, anular y meñique y comenzar a darles el mismo tratamiento que a su compañero.

La sensación fue extraña para Cony: Normalmente, era ella la obligada a recibir actos como ese; nunca había experimentado el placer de aquello y comenzaba a maldecirse por no haberlo hecho. Separó su cara del cuello de Lexie para mirarla en la penumbra. El brillo en sus ojos era acompañado por pequeños destellos alrededor de su boca. La saliva que escurría por su brazo le daba aún un toque más morboso a la escena… era como si Lexie le dijera que se follara su boca con su mano. La lengua de la joven tampoco hacía más fácil el mantener la calma y los apagados gemidos y la respiración entrecortada acentuaban el ambiente de erotismo… entonces le llegó la primera sorpresa.

Lexie metió su lengua entre sus dedos medio y anular y presionó hasta el final.

… y Cony tuvo un pequeño orgasmo.

No fue apoteósico ni la hizo conocer nuevas dimensiones. Fue una pequeña contracción en su vagina, casi como si su coño despertara, sin embargo el latigazo de placer fue real y, lo peor, totalmente sorpresivo. Según ella, aún no estaba ni cerca de venirse… cierto, la cosa iba por buen camino, pero el juego recién comenzaba.

Se separó para mirar a Lexie. Pudo notar en sus ojos un toque de superioridad que le divirtió y enfadó a la vez… No supo si besarla, golpearla, cogerla, nalgearla, comérsela o todo ello simultáneamente.

– ¡Que!… ¿te gustó? -preguntó Lexie-
– Condenada muchachita… ¿como hiciste eso?
– A todo el mundo le sorprende -rió Lexie-… no se porqué, pero casi nadie se da cuenta de lo excitado que está cuando lo hago. A los hombres normalmente les despierta la polla de inmediato.
– Pues yo como que me anduve viniendo
– Lo noté -dijo Lexie divertida-… eres una guarrilla oye, a la mayoría le toma unos diez o veinte lametones
– … Debe ser porque estaba fuera de forma.
– … O porque empiezo a gustarte.
– No lo creo chiquita… no podría gustarme alguien tan descuidada

Lexie no entendió de inmediato la frase, pero la sonrisa de triunfo de Cony la excitó sobremanera…

La mayor de acercó lentamente a su oído para hablarle… la voz fue fría, acerada… casi ajena.

– Olvidaste algo: Me soltaste las manos.

El movimiento fue sorpresivo. Cony abrazó a Lexie con brazos y piernas y, aprovechándose de su tamaño y fuerza superiores, se puso encima de Lexie con la facilidad que le entregaban sus años de experiencia en las lides del amor comprado.

Lexie no entendía qué pasaba. Era como si de pronto estuviese en la cama con otra persona. El brillo en los ojos de Cony era distinto; amenazador, leonino, hipnótico… aterrador.

– Me enseñaste algo nuevo usando la lengua, y no permito que nadie me supere en mi juego

El tono de Cony era verdaderamente intimidante… ¿¡Quién era esa mujer!?. Tenía una fuerza inesperada y una actitud que rezumaba peligro.

Lexie recordó entonces un detalle que había olvidado: no conocía los detalles reales del delito de Cony; bien podría ser que todo lo anterior fuera una pantomima y tratarse de una asesina a sangre fría. había leído un montón de casos similares y, si bien es cierto era pocas, existían mujeres que cometían semejante crimen simplemente porque podían hacerlo.

Un escalofrío recorrió su espalda. Sus vellos se erizaron por todo el cuerpo y su sudor se tornó frío. La palidez acudió a su rostro y comenzó a forcejear, pero la superioridad física de Cony era obvia. Recurrió a todas las armas que disponía, pero cada intento de zafarse era ágilmente contrarrestado por Cony. La maldita puta vieja era más ducha que ella. Quizás sabía artes marciales, quizás era la escuela de la calle, el hecho es que se veía indefectiblemente vencida.

– Condenada mocosa… -interrumpió Cony- te haré pagar la humillación hasta que no te quede sangre en las venas…
– No… ¡no! -sollozó Lexie-
– ¿Nunca te dije cómo fue que me gané mi estadía en la cárcel, cierto?
– … Para… para por favor
– … Asfixia
– ¡NO! -gritó brevemente Lexie-

Cony no le permitió seguir. Introdujo su lengua en la boca de Lexie con tal fuerza que la joven casi pierde el aliento, mientras sujetaba sus manos por sobre su cabeza… Lexie había pisado el terreno de Cony y no estaba dispuesta a dejar que la muchacha se marchara de allí con aquella victoria.

Lexie sintió como esa lengua invadía su boca inexorablemente. Palpando, presionando, removiéndose. Su propia lengua retrocedió ante el impulso de la intrusa y comenzaron a forcejear. Su cerebro pareció fallarle; en ningún momento se le cruzó por la cabeza el morderla, solamente el expulsarla. No permitiría que se quedara con su boca, pero de pronto se dió cuenta que su respiración se entrecortaba… ¿Qué tan larga era la lengua de esa maldita?.

Forcejeó por cosa de dos minutos hasta que la sensación de hormigueo en la cabeza empezó a ganarle. Recién entonces contempló la posibilidad: Estaba ante las puertas de la muerte y las fuerzas le fallaban. Comenzaron a pasar por su cabeza imágenes inconexas acerca de diversos estadios en su vida. Le costó un poco darse cuenta, ya que no fue en orden cronológico, pero al final notó que era aquel mítico momento en que ves tu vida antes de morir… cerró los ojos y se abandonó al destino.

Cony sintió que las fuerzas de Lexie se apagaban de forma definitiva y se supo por fin victoriosa. Apretó fuertemente el clítoris de Lexie con su rodilla mientras se separaba de ella, sin soltar sus manos.

… Lexie volvió a la vida, y se corrió.

No, eso no cabía dentro de ese parámetro. Se corrió, se vino, terminó, acabó, coceó como una burra, mató al monstruo de dos espaldas, sufrió la pequeña muerte… todo ello combinado y sin posibilidad de redención para ella.

Aspiró aire como quien, literalmente, aspira la vida, mientras que Cony seguía presionando rítmicamente su clítoris. Los orgasmos se sucedían uno tras otro sin que ella pudiera identificar dónde terminaba uno y comenzaba el otro. Le embargaba la alegría, estaba viva… coño, ¡estaba viva!, ¡estaba cachonda!, ¡estaba satisfecha!… y no paraba de correrse.

Dejó las sábanas perdidas con su sudor y algo de orina que escapó de su control. Al día siguiente les esperaría un castigo por el descalabro, pero ahora eso no le importaba… ¿cómo podría importarle algo tan banal?. Las oleadas de placer aún continuaban azotándola con menor intensidad cuando su cerebro volvió a funcionar. Sintió… sintió… Dios, no sabía que sentía, todo estaba confuso en su cabeza, lo único que tenía claro es que había sido la experiencia más placentera de su vida; bien valía el precio que había tenido que pagar por ella.

Cuando comenzó a calmarse se dio cuenta que Cony la miraba desde arriba… la mirada de superioridad había cambiado de dueño y, ahora lo sabía, estaba con quien la merecía. ¡Loores a quien se los merezca!: La experiencia triunfó sobre el brío.

– Y… ¿te gustó lo que te tenía que enseñar la viejita? -dijo Cony-
– Cabrona.. puta… capulla… zorra -dijo mientras comenzaba a sollozar-
– Shhh… no hables… descansa.

La soltó y la joven no hizo ademán de querer desembarazarse de ella. Cony atinó a pararse para dejar a Lexie sola en la cama, pero la muchacha le tomó la mano.

– No me dejes sola -le dijo-
– Lexie…

Cony no se pudo resistir a su mirada… se odió por ello, pero los ojos de la chiquilla comenzaban a hechizarla de una forma que no podía explicar y, lo peor de todo, le advertía una vocecita en su cerebro, no quería ignorar.

Volvió a entrar a la cama. Lexie la abrazó con fuerza

– Quédate conmigo… la noche aún no termina
– ¡¿Todavía quieres más?! -preguntó Cony sorprendida-
– ¡Sí!, ¡no!… no lo sé… me pusiste cachonda perdida, ya no sé que es arriba y que es abajo… ¿qué me hiciste?
– Una forma de asfixia erótica… me la enseñó mi sobrino, y a él se la enseñó un japonés… supongo que cuando tienes la verga pequeña no te queda otra que ser creativo

Se miraron unos segundos y estallaron en una risita cómplice.

– Serás tonta -dijo Lexie-
– Oye, oye, no me mires en menos… me conocen en Little Havana como “La mejor lengua de Miami”… mira

La lengua de Cony, estirada, le llegaba casi diez centímetros bajo el mentón.

– ¡Madre de Dios todopoderoso!… ¿es natural?
– Claro, como todo lo que ves… bueno, tengo un par de retoques encima, nada más que cosméticos, pero todo natural, nada más que lo que me dio la virgen y pervirtió el diablo

Rieron por lo bajo y al cabo de un rato Lexie volvió a mirarla de forma especial. Definitivamente Cony empezaba a odiarse seriamente por ello, pero comprendió que, le gustara la idea o no, la noche aún no había terminado

– Aún quiero jugar -dijo Lexie-, pero no seas tan violenta esta vez
– Anda, a dormir -dijo Cony sin mucho convencimiento-, que ya va a amanecer
– Todavía hay tiempo, además, tengo que darte tu premio por la historia
– Pero mi historia todavía no termina
– ¿¡Hay más!?
– Pues sí… no sé si igual de intensa, pero creo que más caliente
– ¿Cómo es eso?
– Pues, aún no te he hablado de mi manager, mi esposo actual… ni de mi sobrino.
– Hmmm… ¿tres hombres para la dama?
– Sólo dos: mi esposo es mi manager
– ¡Ah caray!
– Ya te dije, a dormir y mañana continuamos hablando, prometo entretenerte.
– No quiero… arrúllame.

Decir quien inició el beso no tendría sentido… la única verdad es que un par de horas antes del amanecer dos pares de tibios labios se encontraron en la oscuridad. Se besaron suavemente por varios minutos, sin siquiera sacar sus lenguas de sus vainas. Para sorpresa de la agresiva Lexie, fue Cony quien abrió los fuegos acariciando distraídamente el culo de su compañera, quien correspondió la atención con un mordisquito en el labio de Cony.

Las acrobacias, si no querían llamar la atención, les estaban vedadas. Eso no impidió que, cuando las respiraciones se hicieron entrecortadas, las manos no comenzaran un viaje de exploración. Cony mantenía la voz cantante, era para ella un asunto de antigüedad entre las sábanas. Además, el exiguo peso de Lexie le permitía moverla a su antojo. la atrajo aún más hacia su cuerpo, casi poniéndola del todo encima de ella y comenzó a masajear sus nalgas de forma lenta e inexorable. El gemido que dio Lexie cuando uno de sus dedos traviesamente se paseó acercándose su ano le dijo que sus caricias eran bien recibidas por la más joven. Metió su mano bajo las bragas y acaparó con su dedo medio la atención de su abertura, simplemente jugando sobre ella. Llevó su otra mano a la parte frontal del calzón y Lexie arqueó su espalda para levantar su pelvis, sin embargo se llevó una sopresa cuando Cony, en vez de quitarle la prenda, jaló suave y rítmicamente de ella, usando la tensión para estimular su vulva y apresar su clítoris

– Nggghhh… me matas… -dijo Lexie-… más rápido.

Cony simplemente atacó su boca con su larga lengua. La de Lexie de inmediato salió al encuentro y comenzaron una dura batalla. Cony sin embargo no aceleró sus acometidas con sus manos, excepto cuando notaba que Lexie quería tomar el control. La maestría de la mayor se demostraba por el hecho que la más joven no atinaba a nada más que masajear los senos de Cony… hasta que esta última cometió un pequeño error.

Cony retiró su mano con la que jugaba con la braga y quiso llevarla a la nuca de Lexie para forzar un beso más profundo, pero eso fue suficiente para Lexie. Con la agilidad que le daba su juventud se desembarazó de los labios de Cony y comenzó a serpentear con su lengua en dirección al coño de su compañera. Partió su recorrido con un certero mordisquillo a uno de sus lóbulos y fue bajando hasta llegar a su cuello. Se detuvo un momento a chupar con intensidad entre el cuello y el hombro de aquella hembra mientras levantaba velozmente su camiseta, dejándole un chupetón de recuerdo. Siguió su viaje dejando un rastro de saliva en pos de su canalillo y hundió su cara entre aquellos dos monumentos a la femineidad, mientras que con sus manos los acariciaba de arriba hacia abajo, deslizando los enhiestos pezones entre las comisuras de sus dedos… eso fue la perdición de Cony.

– Aaaaah!!!!… chiquilla traviesa, ¿cómo lo supiste?

Cony sacó su cara del sandwich de teta que se había fabricado, sonriendo por su ocurrencia

– No lo sabía, pero tus pitones son tremendos y están durísimos… los imagino rosado oscuro, sin ser aún café… me pregunto, ¿a qué saben?
– Noooooooooo…… ahhhhh…. mmmm….

… Y ya no se escucharon quejas por parte de Cony. Quejidos sí, a montones. Lexie había tomado con destreza entre sus labios uno de los pezones de Cony y lo aplastaba suavemente con los mismos, mientras que con su lengua estimulaba la punta de pezón sin chuparlo. Cuando la mayor de acostumbró, abrió su boca en plenitud y tragó, succionó y relamió en un solo movimiento cuanta teta le cupo dentro. La lengua de Lexie hacía el trabajo simultáneo de pistón y brocha y el orgasmo de Cony comenzaba a verse venir.

– Ufff… déjaaaaaame… déjame hacer algo por tí también, chiquilla

Con el poco autocontrol que le quedaba, Cony atacó con sus manos la zona en la que Lexie había mostrado respuesta. Se humedeció generosamente los dedos de ambas manos mientras jalaba de las nalgas a Lexie. Esta entendió de inmediato el mensaje y, buscando también ella disfrutar del encuentro, se encorvó lo suficiente para que Cony tuviera acceso a su entrada trasera. Hizo que la misma Lexie lamiera sus dedos antes de comenzar a trabajar el ano de la española.

– Hmmmm… se nota que no lo usas demasiado, Lexie
– No… como trabajo en la calle, mis clientes son casi todos jovencitos con poco aguante y no alcanzan a catarme el culo… ¿te gusta?
– Es estrecho, pero no me costará entrar… elástico… caliente… ¡Dios, te lo quiero comer!
– ¡Ja!, tranquila, tenemos años de encierro

Ambas aceleraron sus empeños… estaban seguras que al menos uno de los guardias debía haber pasado ya.

Cony empezó a masajear lentamente la abertura de Lexie. El sudor empezó a empapar la raja de ese pequeño culo y al rostro de Cony comenzó a llegar ese aroma inconfundible que le decía que su compañera estaba excitada, sin embargo no cambió de objetivo; quería probar si la chica era capaz de venirse usando sólo su ano. Cuando lo invadió con su índice el cuerpo de Lexie se tensó, pero no se quejó ni dijo nada. Empezó a moverlo y el culo de Lexie comenzó a acompañar el movimiento, regando con los jugos de su sexo el monte de venus de Cony. Aumentó las apuestas metiendo su dedo medio y Lexie tuvo un pequeño orgasmo que hizo que interrumpiera por un segundo el trabajo que hacía sobre las tetas de Cony. Volvió de inmediato a la faena: La estadounidense le sacaba unos diez años de edad, calculó, pero eso no implicaba que ella no tuviera también su orgullo… le demostraría lo que puede hacer la juventud.

Cony sintió el cambio de ritmo en sus senos, y le gustó. Las caricias y chupetones eran aplicados de forma experta por Lexie… casi diría que nadie le había comido nunca las tetas de esa forma. Con hambre, con pasión, con deseo e incluso con cariño. La chica sabía dónde apretar, cuándo chupar, y cómo lengüetear… y había descubierto sin ayuda una de las formas que más le gustaba que le chupasen sus hermosos y largos pezones.

Se estuvieron dando placer varios minutos más hasta que escucharon los ruidos que indicaban que comenzaba la última ronda de la noche… sí, se habían saltado una, y era imposible que el guardia no lo hubiera notado… mañana tendrían un segundo motivo para ser castigadas. Quizás las mandaran un día o dos a solitario, pero ya no importaba… todo lo que importaba era el ahora.

Cony usó su pulgar para atenazar el ano de Lexie desde afuera y comenzó frenéticamente a frotar esa pinza. Lexie por su parte, aprovechando la generosa anatomía de Cony, metió ambos pezones en su boca a la vez que clavaba dos de sus dedos en el sexo de la mayor. La corrida de ambas fue casi simultánea y, si bien para Lexie no fue tan intensa como la anterior, debieron ahogar sus berridos mutuamente con un beso largo y caliente.

Cuando se separaron, Lexie llevó sus dedos a su boca.

– Cony, sabes deliciosa
– ¿Que pasa? -le contestó con un beso en la frente-… ¿acaso quieres enamorarme?
– Bueno… sólo si tú te dejas.
– ¿Es eso una propuesta?
– Más o menos… -dijo Lexie con un leve sonrojo-
– ¿Y eso, chavita?… ¿no eras tú la dura prisionera con experiencia?
– … Digamos que me das pena, panchita.
– ¿Cómo dices?
– Sí, eso… tienes el aire como a perrito abandonado… “la mirada mustia” como decía mi abuela
– ¿O sea que soy como tu mascota?
– Hey, tampoco es eso… en ningún momento dejaría que mi mascota me comiera el coño -dijo Lexie con una mirada pícara-
– ¿Es otra propuesta?
– Es una promesa

Lexie le dió un pequeño beso en los labios a modo de buenas noches y se abrazó a ella. Cony aspiró nuevamente el aroma de su cabello y miró al cielo… no sabía que le estaba pasando, pero seguramente tendría mucho tiempo para averiguarlo.

… Esa noche, dos ángeles naranja soñaron amor.

  • : Cony siempre fue la princesita de su casa, hasta que conoció a Raúl. Quedó prendada de él a primera vista... y este fue el hecho que precipitó la historia. Cuatro primos en busca del asesino de sus padres.
 

Relato erótico: En pecado concebida (POR VIERI32)

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UNA EMBARAZADA2En Pecado Concebida
Sin títuloEn unas cortas vacaciones familiares la conocí como nunca. Mi prima, con quien toqué el Cielo… y caí al Infierno.

El sol naranja del crepúsculo me golpeó al salir del auto y la vista de la playa se me hizo imposible. Lo primero que pensé fue que había caído al mismísimo infierno, lejos de la tecnología, lejos de los amigos… y lo peor de todo, cerca de todos los familiares.

Cada año viajábamos a este “paraíso” en donde todos nos encontrábamos, tíos, sobrinos, primas, más tías… a reunirnos por al menos un día en una casa de playa bastante bien amoblada y dispuesta a soportar varios hospedantes. Era sábado atardeciendo, ya que mis padres decidieron venir un día antes que el resto, en el horizonte el sol desapareciendo lentamente, la panorámica del mar resplandeciente me pareció de lo más aburrido, melancólica sí, aunque debo admitir que estos atardeceres nunca me gustaron en absoluto.
Sí fue grata la sorpresa al descubrir que no fuimos los primeros en querer adelantarnos al resto, pues al entrar en la casa ya nos topamos con una tía y su hija, cuyo padre por cierto no pudo venir por cuestiones laborales.
Y es ahí donde la vi… Adela, mi prima. La última vez que nos encontramos – también hace un año en las últimas vacaciones- parecía una niña mal criada que protestaba y lloraba por cualquier nimiedad… pero ella, la que estaba actualmente observando, simplemente había desarrollado su físico de manera insospechada.
Diecisiete años en su pequeño cuerpo, ojos miel y la piel bronceada, vestida con únicamente una franela blanca, que si bien larga, apenas llegaba a ocultar sus muslos,. Sufrí todo un nudo en la garganta cuando ella se acercó a saludarme con unos corteses besos en ambas mejillas.
Los cinco entonces, nos sentamos en una sala en donde las sillas hacían un redondel, cada uno agarró alguna que otra lata de cerveza, incluso nosotros dos, sin siquiera causarle la molestia a los adultos. Adela se había sentado frente a mí, dejándome la visión de sus constantes cruces de piernas, comprobando mis sospechas, no tenía nada bajo la franela.
Si mis familiares hablaban de viejos recuerdos o estaban actualizándose, no me importaba, mi mirada estaba fija en aquel capullo delicadamente cubierto de vellos, casi ocultos por el par de muslos dorados y torneados… subí mi vista y vi a Adela, recogiéndose un mechón que le ocultaba un ojo.. estaba mirándome y se me cayó el mundo.
Ahora sí había jodido mi fin de semana, metí un gran trago de la cerveza, si Adela se los contaba, ¿¡quién sabe a qué reformatorio me enviarían!? Conociendo a mis padres, lo más probable me manden junto a un sacerdote a exorcizarme por mirar a mi prima.
Mi rostro estaba en extremo rojo cuando volví a reparar en su rostro… ella estaba sonriendo… y abriéndome más sus piernas. ¿Me estaba invitando a verla?
– Madre mía… – susurré y le sonreí, tomando otro trago.
Adela arrugó su nariz y mordió su labio inferior, negándome lentamente con su cabeza… y cerró sus piernas. Varios minutos pasaron y ella ni siquiera me devolvía la vista, se limitaba a escuchar y sonreír por las anécdotas de su madre. Cuando pensé que simplemente todo había acabado, ella me lanzó un guiño… y volvió a abrir sus piernas.
Definitivamente estaba endureciéndome, no lo podía evitar, aunque lo que más me desagradaba de ella era su juego a cerrar sus piernas y no hacerme caso por varios minutos para luego abrírmelas y mostrarme sus carnes sin pudor. Y lo hacía una y otra vez, sí, me estaba demostrando quién era el desesperado.
Nuestros padres se levantaron y nos invitaron a pasear por la bahía de noche con la luna como único farol;
– Estoy cansada- dijo Adela alzando sus brazos y bostezando falsamente, me observaron ahora a mí, preguntándome lo mismo:
– Yo también- dije alzando los brazos y bostezando falsamente.

Salieron ellos hacia la noche -protestando el porqué traer a sus hijos si sólo venían a dormir -fui a despedirlos en la salida y volví sonriente a la sala… con mi entrepierna vergonzosamente vigorizada. Pero Adela no estaba allí, miré más al fondo y ella estaba subiendo las escaleras;

– ¿Acaso subes a tu cuarto?
– ¿Qué crees?- dijo pasiva. La nena me estaba jugando duro, seguro esperaba que corra hacía ella y la tome, surque mis manos entre sus piernas y la bese con violencia… no, no me rebajaría a buscarla. Tan desesperado no estaba.
Bueno, sí lo estaba. Fui a buscarla en un momento surrealista y con mi corazón a reventar, la aprisioné contra la pared, mecí mis manos entre sus piernas y la besé con violencia, girando mi boca como una rosca mientras, Adela, lejos de resistirse, llevó una mano hacia mi sexo.
– ¿Te encanta hacerte la difícil?- dije mientras hundía unos dedos en ella.
– No. – sonrió, y sentándose en la escalera, me abrió sus piernitas, invitándome a penetrarla mientras subía su franela por su torso para revelar sus poco insinuantes senos, su pancita dorada… aquel ombligo… ¡Qué perversa! Sí la notaba un tanto rara, tal vez las bebidas… recogió un mechón rebelde y me sonrió más;
– ¿Qué esperas, pendejo?- definitivamente ella no era fácil, me era indescifrable su forma de operar.
– No debo seguir con esto – pensé. Tenía que reunir fuerzas para no rendirme al júbilo de tener sexo salvaje con mi primita… debía ser fuerte, por más surrealista que me resultase, por más hermosa, caliente y seductora que se veía desnuda y dorada. ¡Debía aguantar!

No aguanté, me incliné para clavar el beso-tuerca más sucio y morboso de mi vi

da, mis dedos desaparecieron en su sexo y comprobé que estaba en una especie de periodo de celo, chorreante a más no poder. Vibré mi mano allí, Adela jadeó y sucumbiendo posaron sus manos en mi hombro.

Presioné con soltura mi mano entre sus labios tal cuchara, hundiéndolos hasta que sus jugos rezumaron entre mis dedos mientras ella abría la boca y cerraba los ojos en obvia señal de calentura… tal cual yo.
Que me perdone el Cielo. Reposé el glande en su rajita. Iría al infierno. La sujeté por la cadera mientras se inclinaba a morder mi cuello. Ni mil y un Ave María me salvarían. La besé y observé sus hermosos ojos miel antes de penetrarla. Me despedía del paraíso. Se la introduje, se la hundí sin reparos… chilló como nunca y enterró sus uñas en mi espalda mientras que su estrecha vagina me la engullía.
Adela gritaba que la lastimaba, que le dolía. ¡Que el cielo me destierre, en aquella noche de incesto firmaba mi sentencia de muerte!
Ella suplicaba con su tierna voz y con lágrimas que disminuya la velocidad, sus intensos chillidos de pequeña fueron alimento para mis arremetidas. Hasta el fondo, hasta sentir su cuello uterino, llevando mis manos por su espalda tan recta y bajarlos hasta sus nalgas, apretarlas y alzarla. Sus muslos me rodearon, sus pezones se erguían y punzaban mi pecho, sus apenas visibles vellos espoleándose contra mí, la espalda me ardía a puro fuego gracias a sus uñas, ¡hasta el fondo de su vagina, pasaje directo al infierno!
Sexo sucio, obsceno y de lo más tórrido en la casa de playa, miré nuestros sexos unidos en el incesto y surgieron mis miedos, sendas gotitas rojizas se mezclaban con nuestros líquidos, sus labios vaginales estaban hinchados y con una tonalidad escarlata… Adela era virgen.
– ¿Adela?
– Duele… – musitó con lágrimas mientras sus manos dejaron de rasguñarme y cayeron debilitadas. Su virgo ya no era virgo, mi alma quedó condenada, mi sexo repletándola, ella sollozando…
– ¿Adela? – cayó desmayada en mi pecho y la reposé sobre la escalera. Estaba impávido, si por mirarla me mandaban a exorcizar… por tener sexo incestuoso con ella, seguro me cortaban mis… mejor no pensar en ello. En ese momento lo mejor que pude idear fue vestirla, cargarla en mis brazos, atravesando a pasos lentos para llevarla a su habitación.
Tal vez lo mejor fuera callarlo… sería mi cruz el secreto, que el semen que se le escurría de su entrepierna era el mío, que fui yo quien la hizo gritar en aquella tierna feminidad… ella estaría en mis pensamientos en cada libro que intentara estudiar, en cada encuentro incómodo que tengamos, si aquello fue producto de las cervezas o no, quedó como incógnita por la eternidad.
Bueno, al menos hasta el día siguiente, ya domingo, día en el cual toda la familia llegaba a reunirse para el almuerzo. No pude dormir pensando en ella, el cómo sería hablar nuevamente con Adela… la incomodidad de hacerlo sin que me vengan los recuerdos de su pequeño cuerpo unido al mío, chillando del sexo más caliente que tuve.
Genial, ya llegaron todos, abuelos, tíos, más tíos, sobrinos y compañía que se la pasaban gritando, abrazándose y chismorreando de felicidad en la sala, debía alejarme de todo ello, fui de nuevo a mi habitación no sin antes saludar a mis familiares. Sí se extrañaron de que fuera bastante frío al saludarlos… ¿Pero cómo encararles que la causa de mi agonía fuera mi prima Adela? ¿Cómo decirles todo lo que había hecho la noche anterior, lo que sentía por ella? Con la excusa de seguir estudiando fui a mi habitación a caerme rendido en la cama.
Alguien entraba… levanté la vista y era ella, con el cabello desaliñado por su reciente despertar y un corto vestido de dormir de rosas, me revelaba demasiado.
– ¿Qué pasa? Me estás interrumpiendo- mentí.
– Me molestan cómo gritan los tíos – mintió- y quise venir aquí.
Por un momento pensé que todo había quedado en el olvido, pero…
Cerró la puerta y la aseguró, giró su rostro hacia mí y pícaramente me sonrió como sólo ella sabía hacerlo, mordiéndose su labio inferior, junto a su cabello desarreglado, ojos miel, pómulos sonrosados, vestida de una sola pieza… ¡Cómo me calentaba la muy zorrilla! ¡No lo podía evitar!
– Lo de anoche – dijo ella y mi corazón subió a mi boca- no me gustó nada.
– Dicen… dicen que la… primera vez no es tan agradable… – solté apenas, es que el corazón seguía en mi boca.
– ¿Y de la segunda vez, qué dicen? – entonces mi sexo subió hasta el techo al oírla.
– Que son mejores – mentí, y me senté en la cama para disimular mi erección.
Al decir ello se acercó y cayó arrodillada frente a mí;
– Esto lo vi a mamá haciéndoselo a papá. – Sin dejar de mirarme, agarró de mi jean desajustado y me los bajó hasta la rodilla, allí sí me vio totalmente vigorizado.
– ¿A tus padres? ¿Los descubriste en una felación?- pregunté incrédulo.
– No los descubrí.- y bajó mi ropa interior, tomó sin vergüenza alguna de mi sexo y empezó a subir y bajar la piel por el largor con una tranquilidad y experiencia de locos y nada correspondiente a la de una recién desvirgada.
– ¿No los descubriste?
– Los espié… – dicho esto se la metió en su boca lentamente, el sentir su humedad me hizo quedar boquiabierto, mis venas a reventar y mi temperatura era tal que me había olvidado que afuera yacían nuestros parientes.
– ¿Los… los espiaste?
– Mmm…
Menuda fiera, el incesto le caía de mil y un maravillas, espiaba a sus padres cuando tenían sexo. Y con razón tanta calentura acumulada, vivía muy sobreprotegida, patrullada, se me estaba haciendo obvio el porqué libraba su éxtasis conmigo… Simplemente no tenía con quién hacerlo.
Su lengua tibia y juguetona repasaba mi glande, me llevaba al paraíso los sonidos de succión, la lenta paja bucal y manual, los hilos de saliva con líquido preseminal que se le escurrían de su boca y caían en sus tostados pechos.
No pude evitar mandar mis manos tras su nuca y obligarla a aumentar la profundidad y velocidad de la chupada, mi sexo repletaba completamente su boca, mi glande reluciendo bajo uno de sus pómulos, Adela no tardó en lanzar sonidos de gárgaras, intentó salirse pero fue muy tarde, deposité todo lo mío en su boca. Me miró con sus ojos lacrimosos, quise pedirle perdón… pero era enorme el morbo de verla con mi semen escurriendo de sus labios mientras la tenía sujeta de la nuca, resbalando por sus senos y aureolas hasta su pancita…
Se apartó y se levantó con la cara molesta, fue en busca de un pañuelo para escupir con asco todo el semen que había caído en su cavidad.
– Me voy.
– ¿¡Qué!? ¿Por venirme dentro de tu boca?
– No. Me refiero a Ruth.- dijo entrecruzando sus brazos.
– ¿Mi novia? ¿Cómo sabías que tengo…?
– Vi la foto de ustedes dos en tu billetera esta mañana.
– ¿Estás celosa?
– ¿Celosa yo?… Sólo te pido que la abandones pues no la soporto verte contigo.
– ¿No exageras? Ni la conoces.
– Entonces contaré todo. A todos. – dijo con una sonrisa diabólica que me hizo sentir nuevamente de lo peor. Se me caía el mundo, se me nublaba la vista, caía desmayado…
– Estoy jugando – dijo mientras se despojaba de su ropa de dormir, revelándoseme, una vez más, completamente desnuda- Pero quiero que termines con ella, que de verdad, no la aguanto. ¡Y no lo digo por celosa!
El sentimiento de celo más indecente que haya visto lo veía en sus ojos, sonreí afirmando con mi cabeza: – La dejaré, por ti la dejaré… – la vi reír como un ángel mientras la luz del sol que entraba iluminaba su cuerpo bronceado como a una diosa.
Me levanté y pegué nuestros cuerpos hasta cercarla contra la pared, besándola mientras que con una mano otra apreté su trasero con fuerza.
– Pero no vuelvas a bromear así, Adela. ¿Tienes idea del lío en el que nos estamos metiendo?
Cuando me afirmó como el ángel que era, la llevé en la cama y reposando ella allí, me arrodillé en el suelo para hundir mi rostro en su entrepierna. Gimió y tembló cuando soplé en su vagina, aquel que fue desvirgado por mi sexo la noche anterior, pequeño capullo con finos vellos, abultado, húmedo y carmesí.
Acerqué mi rostro, tremendo olor que emanaba su feminidad tras su reciente ducha, Adela temblaba y gemía al ritmo de mi lengua que empezaba a punzar y hundirse en sus carnes. Incesto de lo más bello y delicioso… afuera los gritos y risas de nuestros familiares… aunque aquello ya no importaba.
Al parecer se mandó un puño a su boca, sus gritos estaban siendo ya muy notables por lo que decidió acallárselo, su cuerpo se convulsionaba a cada arremetida bucal, la sentía llegarse en mi boca, se venía, se retorcía, sus muslos rodearon mi cuello, no aguantó y gritó mi nombre como si fuera el último hálito de su vida que salía de su boca repleta aún de mi semen. Y afuera seguían los gritos y risas…
Mi sexo volvió a vigorizarse al escucharla… subí en la cama para abrazarla y hacer el amor.
Abracé y mimé aquel pequeño cuerpo que se entregó a mi perversión, besé sus pómulos surcados por las lágrimas que ella derramó del placer mientras la cama se bamboleaba de mis lentas embestidas… clavé mi mirada en sus ojos miel mientras ella fruncía su naricita… y pactamos nuestro secreto, de mantener nuestra inmoral pasión. Y afuera los gritos y risas…
– ¿Sabes en qué nos estamos metiendo? – decía conforme besaba el nacimiento de sus pechos y limpiaba su rostro de sus lágrimas.
– ¿Acaso tú sí?
Le sonreí, supe, que por el resto de mi vida, sería mi cruz su sonrisa perversa y mirada corrompida. Abrazados continuamos nuestro incesto… y afuera seguían los gritos y risas…
Ya atardecía y el domingo terminaba, sí fue raro que, a diferencia de nuestros familiares, no hayamos tenido ganas de lanzarnos al agua turquesa del mar con ellos… “Para la próxima ocasión” me susurró ella mientras compartíamos una bebida.
Y ambos sentados en el balcón, miramos el atardecer, nunca pensé que ello sí pudiera ser bonito, el sol ocultándose y bañando de un naranja rojizo todo el paisaje, tomé de su mentón y la giré hacia mí, antes de besarla vi su rostro bañado con las luces naranjas del crepúsculo, sus ojos tan parecidos a lo que acontecía en el horizonte… y supe que mi excitación se convirtió en amor.
Intercambiamos unas cartas y juramos volver a encontrarnos al año siguiente en la próxima reunión, en la misma playa y con nuestras mismas pasiones. Nos besamos como si fuera la última vez… y tal vez así lo fuera.
Más tarde nos distanciaron nuestros padres y nos fuimos cada uno por nuestro rumbo. Fue de lo más cruel verla partir con su madre en su coche al otro extremo de la autopista mientras yo yacía en el asiento trasero del nuestro auto, abatido abrí la carta que con tanto amor me escribió, en donde dibujó un corazón con nuestros nombres junto a un “Te espero aquí“. Acompañaba una postal del atardecer de la misma playa.
Con la misma carta seguiré aguantando su ausencia, y con la misma regresaré a la playa en donde nos conocimos de verdad, no como primos… sino como amantes. Tenerla nuevamente, con sus locuras, depravaciones y juegos. Aún falta todo un año… pero resistiré… su mirada, su sonrisa, su cuerpo y mi esperanza serán mi viga.
Mientras, me quedaré con sus ojos miel que resucitarán con los hermosos atardeceres que aquí caerán todos los días.
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
 

Doce noches 4 mi prima y su amiga se emborrachan (POR GOLFO)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

Llevábamos siete días, varados en esa isla desierta y sin visas de ser rescatados. Durante una semana, no habíamos visto ningún signo de civilización. Por mucho que oteábamos el horizonte en busca de algún barco o la estela de un avión, jamás conseguimos descubrir nada. Buscando ser practico, marqué unas normas que todos debíamos cumplir así como una división de las tareas diarias. Tanto María, mi prima, como Rocío, su amiga, aceptaron mi liderazgo desde el primer día y el haberse convertido en mis amantes no hizo más que afianzarme en el mando.
Aunque parezca imposible, esas dos niñas pijas se habían olvidado de su vida anterior y se habían hecho a la idea de que pudiera darse el caso que jamás nos rescataran.  Una muestra clara de lo que os digo, ocurrió esa mañana:
Estaba profundamente dormido cuando un ruido me hizo despertar. Al abrir los ojos, las vi entrar en la choza agarradas de la mano. Desnudas, nada me perturbaba para admirar la perfección de sus cuerpos. Rocío era mas alta, morena con unos pechos pequeños que pedían a gritos ser besados, un estómago firme de mujer que hacía poco había dejado atrás la adolescencia.  Maria en cambio, era un maravilloso ejemplar de rubia, con su pelo casi albino y ondulado por los rizos, tenía la piel morena que hacia resaltar sus ojos azules. Si su cara ya era hermosa, su cuerpo era perfecto, con la belleza juvenil de sus veintitrés años, sus senos eran la delicia de cualquier hombre, no solo por su gran tamaño sino que se mantenían inhiestos pidiendo ser tocados.
-Venid aquí-,  ordené golpeando con mi mano la rudimentaria cama.
Al obedecerme, movieron sus caderas intentando con ello provocar mi libido como solo saben hacerlo las mujeres que se sabían atractivas y bellas. Al llegar hasta el catre, se arrodillaron y  gateando, dejaron que mis ojos contemplaran la rotundidad de sus curvas. Rocío y María eran dos panteras y yo su voluntaria presa. Sin mediar palabra, María me bajó el short que llevaba mientras con sus labios buscaba mis besos, Rocío en cambio se entretuvo cogiendo los pechos de mi prima con la mano y acercándolos a mi cara, me los ofreció como ofrenda.
No me pude negar a sus caricias. Sin moverme mi lengua recorrió el inicio del pezón que voluntariamente me acercaban, y al hacerlo pude ver como se retraía tímidamente, endureciéndose excitado. Rocío al verlo, quizás envidiando mi lengua, se pegó a mí y también puso sus senos a mi disposición. No me podía quejar, al alcance de mi boca estaban cuatro de los mejores pechos de mi vida, deseosos que hiciera uso de ellos.
Lo excitante de la escena, me hizo acomodarme en la cama y cuando ya estaba intentando acelerar sus maniobras oí a María que me decía:
-¡Manuel! ¡Relájate!,¡ déjanos hacer!– y entre las dos me terminaron de quitar el pantalón, de forma que entre besos y caricias, me vi desnudo enfrente de ellas.
Rocío tomó la iniciativa, bajando por mi cuerpo, su lengua se deslizó suavemente por mi cuello, pecho, entreteniéndose cerca del ombligo, mientras sus manos subían por mis piernas, acercándose a mi entrepierna. María, en cambio, seguía dándome de mamar, mientras sus manos acariciaban la espalda de su amiga.
-¿Te gusta?-, me decía mientras yo mordía sus pezones, torturándolos.
Seis manos, seis piernas entrelazadas en busca de placer, tres mentes perfectamente coordinadas en una meta común, la unión de nuestros cuerpos y la exploración de nuevas sensaciones.
El sentir, la humedad de la boca de Rocío cerca de mi pene, me hizo gemir anticipando el placer que me iban a otorgar. Fue la señal que esperaba la rubia para unirse a la otra y cogiendo mi pene con la mano, jugueteó con mi glande mientras exploraba todos sus pliegues. La moreno no queriéndose quedar atrás sin ningún recato se apoderó de mis huevos, introduciéndoselos en la boca.
Atacado por dos frentes, sentía como esas dos chavalas competían entre sí, buscando mi excitación, mientras sus cuerpos se agitaban nerviosos por las caricias que mutuamente se daban. Estaba disfrutando y ellas lo sabían, por lo que coordinándose, ambas se apoderaron de mi falo con sus bocas. Alucinado me dí cuenta que mi prima y su amiga se estaban besando a través de mí. Sin darse apenas cuenta, sus labios se tocaban mientras  sus lenguas jugaban sobre mi piel, siendo yo un mero vehículo privilegiado de sus caricias.
Tantos estímulos hicieron que se acelerara mi excitación y al sentir mis dos amantes que se acercaba, como posesas buscaron ser cada una de ellas la dueña de mi explosión. Os juro que en ese momento, no pude distinguir quien era la dueña de la lengua que me acariciaba, ni la que con sus dientes mordisqueaba la cabeza de mi pene porque eran ambas, las que intercambiándose la posiciones, deseaban ser la primeras en beber de mi simiente.
-¡Yo también quiero!- protestó Rocío al ver que María se apoderaba de mi sexo.
Al expulsar mi pene las primeras gotas, fueron dos lenguas las que disfrutaron de su sabor y ansiosas fueron dos manos las que asieron mi extensión para buscar mi placer. Dominadas por la lujuria, mi prima y su amiga  comenzaron a menear m pene mientras sus dos bocas estaban listas para recoger la cosecha. Creí que jamas iba a disfrutar de algo semejante cuando mi semen  recién salido fue devorado por ellas. Como buenas amigas, María y Rocío compartieron alternativamente el chorro que salía de mi capullo en perfecta unión y  no dejaron de ordeñar mi miembro hasta que convencidas que habían sacado hasta la última gota. Entonces y con una sonrisa en sus bocas, me preguntaron que me había parecido.
No les pude mentir:
-Ha sido la mejor mamada que nunca me han hecho-.
Satisfechas por su hazaña, se tumbaron a mi lado y se abrazaron a mí, besándonos los tres con pasión. No habíamos tenido suficiente y el sudor que corría por nuestros cuerpos facilitaba nuestras maniobras. Al ver como Rocío se comía con los ojos a mi prima, decidí ayudarla y poniendo a la rubia entre nosotros, empecé a acariciarle los pechos. María se estremeció al sentir como cuatros manos recorrían su cuerpos y notar como nuestras bocas se apoderaban de sus pezones.
-Me encanta-, gimió cuando Rocío inició el descenso hacia su vulva y abriendo le gritó que era todo suyo.
La morena no se hizo de rogar y separando con los dedos los labios inferiores de su amiga, acercó la lengua a su botón de placer. Solo el aliento de la mujer, cerca de su cueva hizo que mi prima sollozara de placer. Pero cuando introduciendo un dedo en la vagina, comenzó a torturarla, esa humedad inicial se transformó en río y un torrente de flujo mojó la mano de la otra mujer. Rocío, al percibirlo, ansiosamente se llevó la mano a la boca bebiendo de su sabor agridulce.
-¡Hazme el amor!- me rogó mi prima ya completamente excitada.
Sin esperar mi respuesta, se subió a horcajadas sobre mí y empezó a ensartarse toda mi extensión. Al hacerlo dándome la espalda, la postura permitió que su sexo seguía estando a disposición de Rocío. Aunque no pude verlo, mi prima sonreía a su amiga mientras se empalaba con mi miembro. La lentitud con la que se lo incrustó, me permitió notar cada uno de sus pliegues al ir desapareciendo mi pene en su interior y disfrutar de como mi capullo rozaba la pared de su vagina al llenarla por completo.
Rocío al verla abierta de piernas con mi sexo en su interior, debió de pensar que era algo demasiado atrayente para desperdiciarlo y agachando la cabeza entre las piernas de mi prima, con la lengua se adueñó de su clítoris., Y mientras se comía ese coño y bajó la mano a su propia entrepierna y empezó a masturbarse.
-¡No es posible!, seguid así ¡soy vuestra puta! – dijo María. Totalmente excitada por nuestros dobles manejos, aceleró sus movimientos en un loco cabalgar. Con su respiración totalmente entrecortada y el corazón latiendo desenfrenadamente, gemía pidiéndonos que continuáramos, mientras su vulva se derretía por el calor y sus manos pellizcaban sus pezones en busca de un plus de excitación.
Pero fue cuando Rocío se levantó y le puso su sexo en la boca de la morena, cuando ésta estalló retorciéndose como posesa. Sin parar de zamparse el coño de su amiga, se corrió dando gritos. Demasiado excitado por la escena, mi pene explotó dentro de ella de forma que mi simiente y su flujo se mezclaron antes de resbalar por nuestros cuerpos.
Agotados caímos sobre la cama y entonces Rocío se dedicó a absorber los restos de nuestra unión y reiniciando su masturbación, consiguió su propio orgasmo justo cuando su lengua había conseguido su propósito y sobre nuestros cuerpos no quedaba ningún huella del éxtasis que nos había dominado.
Fue la propia Rocío quien, tras unos momentos de descanso, rompió el silencio llorando:
¡No me lo puedo creer!, siempre busqué en el sexo mi propio disfrute, y me habéis enseñado lo estupendo que es dar en vez de recibir.
Pensando que lo único que le ocurría era que se había puesto tierna por la tensión sufrida en la isla, dejé que mi prima la consolara mientras pensaba en que ese infortunio nos había cambiado. No solo había conseguido que dos mujeres de bandera compartieran gustosas mi cama sino que ambas estuvieran ansiosas de acariciarse entre ellas. Con mi morbo saciado, observé a María besar a su amiga, diciéndole:
-Cariño, no llores. También Manuel y yo sentimos lo mismo- y para afianzar sus palabras, dijo sin parar de acariciarla: -¿Quieres que ahora seamos nosotros quienes te amemos?
Afortunadamente para mi alicaído miembro, Rocío pidió que solo la abrazáramos y por eso unidos sobre esa rudimentaria cama, nos besamos con ternura mientras ella se tranquilizaba. Una vez repuesta, se levantó y mirando el reloj, soltó una carcajada diciendo:
-Son las diez- y sacando a mi prima de mis brazos, le soltó: -si no nos damos prisa en recoger algo de fruta mientras Manuel pesca algo, ¡Hoy vamos a pasar hambre!
Comprendiendo que tenía razón, salí del puñetero catre y sin esperar a ver que hacían, salí en busca de comida. Con la caña en mis manos y mientras intentaba sacar un pez de las mansas aguas, me dio tiempo a pensar en lo sucedido:
“Yo también las amo”, sentencié mentalmente al percatarme de que no solo era atracción física lo que sentía por esas dos chavalas.
Esa mañana me la pasé pescando y solo cuando ya había atesorado siete jureles, decidí volver. Al llegar mi prima y su amiga no habían vuelto de la plantación por lo que aproveché el tiempo para dar de comer a los cerdos que teníamos en la cerca. Según el plan que nos habíamos marcado, al día siguiente tendría que sacrificar a uno de ellos y contrariamente a lo que hubiese supuesto solo unos días antes, no sentí remordimiento alguno mientras los cebaba.
Al rato las vi llegar cargadas de fruta, por lo que corrí a ayudarlas. Rocío se negó a que le cogiera el bulto diciendo:
-Ayuda mejor a María, viene un poco indispuesta.
Sorprendido la miré y entonces me di cuenta de que venían las dos borrachas. Intrigado por que hubiesen bebido alcohol al no haberlo en esa mierda de isla, directamente pregunté a la morena, de donde lo habían sacado.
-Mira- respondió y sacando una especie de mango, me lo dio diciendo: -hemos encontrado estos frutos tirados por el suelo y al probarlos están deliciosos.
Tanteando el terreno, mordí uno de ellos y no me costó reconocer el tufo que desprendía. Supe entonces que el sol y las altas temperaturas habían acelerado la fermentación convirtiendo el azúcar en alcohol. Al no saber si eran comestibles, regañé a las dos muchachas por haber sido tan brutas de comerlos sin estar seguras.
-No lo pensamos- contestó la morena muerta de risa -¡Me siento de puta madre!
Mi prima que debía de haber comido más, tambaleándose,  me preguntó de dónde venía la música.
-¿No la oyes?- soltó al ver mi cara alucinada y sin más empezó a bailar.
Su amiga se le unió en la arena y siguiendo unos acordes que solamente ellas dos oían, se abrazaron mientras sus pies no paraban de bailar. Comprendí en seguida que esos frutos además de un contenido alcohólico alto debían de contener alguna especie de alucinógeno y por eso, francamente nervioso, me quedé observando la reacción de las dos muchachas. No tardé en descubrir que sin buscarlo, tanto Rocío como mi prima empezaron a dotar a sus movimientos de una sensualidad sin límite
-Tengo mucho calor- dijo la morena mientras con una mano se pellizcaba uno de sus pezones ante la atenta mirada de su amiga.
– Déjame ayudarte, ¿sí?- murmuró María estimulada al ver a su compañera de niñez acariciándose. 
Rocío asintió un tanto sonrojada. Mi querida prima con sus ojos impregnados de un extraño deseo, acercó su boca al pecho de su amiga y lo besó mientras con sus dedos le acariciaba la espalda. Al oír el gemido que produjo su acción, dejo que una de sus manos fuese bajando y ya convencida, toqueteó la entrepierna de la morena. Rocío no pudo reprimir su deseo y separando sus rodillas permitió que se apoderara de su sexo. 
– Mi amor…- suspiró al sentir que una de sus yemas jugueteaba con el botón que se escondía entre sus pliegues. 
El corazón de María dio un vuelco al oír esas dos mágicas palabras. Decidida a demostrarle que compartía el mismo sentimiento, la besó con pasión tomándola por la cintura con su brazo derecho y por su espalda con el izquierdo. Sin importarles que estuviera presente, esas dos mujeres entrelazaron sus lenguas mientras con sus dedos buscaban el placer de su contraria.
Rocío, en un momento dado,  con la pierna derecha abrió espacio entre las de su amada y dejó de acariciarle la espalda para comenzar a acariciar sus glúteos. Entonces, sin pedirle dejó sus manos sobre los pechos de mi prima, presionándolos al mismo tiempo que volvía a meter su pierna entre las rodillas de la rubia. Ya bastante excitado por ello, observé como sus cuerpos se contagiaban de deseo y ya sin recato alguno, rozaban sus coños uno contra el otro mientras no dejaban de besarse.
Fue María la que dio el siguiente paso, violentamente, tumbó a su amiga sobre la arena y tirándose encima de ella, empezó a morderle los pechos. Los gritos que salieron de la garganta de Rocío me hicieron comprender que, aunque le hacía daño, estaba disfrutando y por eso me mantuve quieto mientras mi prima se lanzaba al asalto de su compañera.
“¡Qué bruta!” pensé al verla torturar los pezones de la morena.
Esta sin quedarse corta, clavó sus uñas en la espalda de la rubia y dejó un profundo arañazo sobre su piel. Mi hasta entonces tranquila prima, pegó un alarido y llevando su boca a la de su amiga, le mordió el labio mientras su coño rebosaba de humedad. Sé que entonces me di cuenta de que algo andaba mal pero contagiado por la excitación del momento, me quedé plantado allí sin hacer nada. Estimuladas de forma brutal por la sustancia ingerida, ninguna de la dos era consciente de la violencia que estaban ejerciendo una contra la otra.  
La respuesta de Rocío no tardó en llegar y cogiendo del pelo a María, le obligó a agacharse entre sus piernas, diciendo:
-¡Comételo!
La rubia respondió introduciendo con salvajismo dos dedos en la vulva de la morena mientras relamía dulcemente el clítoris que le había ofrecido. Los chillidos de su amiga al sentir la intrusión, no le bastaron e iniciando un mete-saca atroz, empezó a follar con sus yemas el estrecho conducto de Rocío.
-¿Te gusta verdad?- le gritó al ver que tenía el sexo encharcado.
–¡Eres una puta!- respondió con la voz entrecortada su amiga mientras se retorcía buscando el contestar a esa agresión. Increíblemente, consiguió darse la vuelta y metiendo su cara entre los muslos de mi prima, cogió entre sus dientes el botón del placer de su agresora.
Viendo que estaban llevando al extremo la mutua violencia, intenté intervenir pero con los ojos inyectados en ira, María me soltó:
-¡No te metas!, ¡Esto es entre esta zorra y yo!
Con el rabo entre las piernas, volví a sentarme. Desde el tronco que me servía de asiento, observé que las dos mujeres alternaban golpes y mordiscos con verdadera dulzura y que tras unos minutos donde no sabía el resultado de todo aquello, vi que poco a poco la brutalidad de sus actos iba menguando incrementándose la pasión.

En un momento dado, las muchachas cambiaron de postura y entrelazando sus piernas, empezaron a rozar sexo contra sexo. Más tranquilo por haber  desaparecido la violencia pero más excitado que nunca, fui testigo del modo en que esas dos unieron sus coños dejando atrás todo rencor. La primera en correrse fue Rocío que totalmente descompuesta, gritó su placer a los cuatro vientos y convulsionando sobre la arena, buscó el gozo de su compañera con mayor pasión. María al sentir el flujo de su amiga recorriéndole las piernas, halló su compensación con un prolongado y brutal orgasmo.

Tras el mutuo climax, las dos cayeron desmayadas por lo que, viendo que estaban en una especie de trance, tuve que ser yo quien las llevara hasta la choza. Una a una, las cogí en brazos y las acosté en la cama. Solo cuando me aseguré de que dormían y que estaban bien, decidí cocinar los peces en la hoguera.
Al cabo de dos horas, me acerqué hasta donde estaban y despertándolas, les pregunté cómo estaban.
-Tengo sed- respondió la morena y mirando a su alrededor me preguntó por qué estaba acostada.
-¿No te acuerdas?- contesté.
Intentando hacer memoria, se rascó la cabeza y bastante aturdida, me respondió que solamente se acordaba de estar con María recogiendo fruta. Para entonces mi prima se había incorporado y ratificando las palabras de su amiga, confirmó que a ella le ocurría lo mismo.
Al oírlas solté una carcajada y tomando asiento en una orilla de la cama, les expliqué lo ocurrido. Me divertí al comprobar sus caras de espanto por el modo en que se habían comportado y ya con ellas más tranquilas, les amenacé con que algún día, yo probaría esos malditos frutos.
-¡Ni se te ocurra!- exclamó la rubia señalando el arañazo que le recorría el pecho –Si esto me lo ha hecho Rocío, imagina que me harías.
La aludida sonrió antes de contestar mientras le acariciaba el trasero:
-Te rompería este culo tan bonito.
Muerta de risa, mi prima le pasó su brazo por la cintura y mirándome con deseo, me soltó:
-Para que me hagas eso, no necesitas ese fruto. ¿Verdad? Cariño.
 
 
 
 

Relato erótico: “De cornudo a corneador” (PUBLICADO POR PEDRO)

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PORTADA ALUMNA2Vivo en un piso en un barrio de Madrid, hace un año me case, mi esposa me dijo

     Sin título –  Mau, amor quiero quedarme a vivir aquí

  Mauricio es mi nombre el de mie esposa es Milagros

     –   Amor que hacemos con el chalet

     –  Quiero vivir aquí, como en mi infancia, mis padres se van al pueblo

 Pasaron unos meses, un día se descompuso el coche, espero al de la grúa, más de una hora, a pleno medio día, regreso cabreado, cansado, paso a tomar una cerveza, en el bar del barrio, es cuando escucho

    –   Laurita, tremenda cornamenta le pone al marido

     – Para cornamenta, el del marido de Mili

      – entra con dos  o tres tíos al piso, los acompaña otra tía, no salen antes de que llegue el cornudo

 Salí del lugar cabreado, fui directo al piso, al entrar estaban dos tíos, en eso la vi

      –  Mili que pasa

      –  Vamos al cuarto, te cuento

 Entramos al cuarto

      – Mauri amor, olvide decirte, mi prima tiene un embarazo complicado, vienen del pueblo para su tratamiento

       – Porque no me lo dices

       – Lo siento

 Regreso al trabajo, todo paso normal, en casi un mes me dijo

         – Mau tengo que ir con mis padres, mi abuela enfermo, volveré pronto

          –  amor necesitas algo

           –  Solo me lleves a la estación mañana, pidas un permiso en mi trabajo

 En la mañana, la llevo a la estación, me marcho a mi trabajo, pasa una semana, regresa mi esposa

             –  Mau amor, nos vamos, Papá no tiene pasta para pagar la operación de mi abuela, venderemos el piso

              –  Cuando lo desocupamos

               –  Esta semana, regreso, tenemos problemas en el pueblo

              –  Nos cambiamos al chalet, hablo con mi hermana

             –  marche  a hablar con mi hermana, me dijo

              –  Hermano, no tengo donde marchar, mi marido murió, bueno lo encontraron muerto, en un hotel de paso, con una tia, creen que el marido de ella los mato, no lo encuentran, tengo un compañero, quiere follar me, puedes pasar por mi novio, él no te conoce

         –  ¿Estas segura?

          –  él casi me folla, solo me quiere hacer su puta

          –  Milagros, esta en el pueblo de sus padres

          –  Gracias amor

          –  Segura

 Me sonrió, marchamos hacer las compras, pasear, nos viera,  nos presentó, marche al piso, recoger nuestras cosas, ropa, cosas personales, cuando

          –  Mauricio verdad

          –   Si

           –  Supe que venden el piso, puedo verlo

           –  si, talvez te interese

 Le mostré el salón, la cocina, el baño, los cuartos, al llegar al principal,

          –   Aquí es donde …

          –  Si, aquí hice el amor con Milagros

           –  Bueno los chismes en el barrio no creo nada si te digo que siempre me pones cachonda

 

No puedo decir nada cuando se me echa encima nos besamos no sé cómo quita mi ropa, ella su camisa, sostén me mete sus pechos a mi boca juntos me ahoga los intercala se quita la falda la braga se penetra lenta mente

 

    Haz me el amor no me folles

 

No me deja hablar cuando comienza a moverse de una forma que los dos nos deja al borde del orgasmo tres veces hasta que los dos tenemos el orgasmo caemos casi sin aliento, me  abraza dormimos creo cuando se despierta

 

    Qué hora es

    No sé, cual es la prisa podemos bañarnos

    Me baño sola tu después mi marido seguro me mata

 

Entra al baño sale casi no se tardó la veo salir rápido regreso a mi chalet al otro día regreso por las cosas que faltaron

 

    Hola Mau buena tarde

    Buena tarde Ana

    Puedo verlo talvez me interese

    Claro

 

Entramos le muestro el piso

 

    Mau perdona pero esto me pone, el pendejo de mi marido no me folla

 

No me deja hablar me besa aprovecha para bajar mi pantalón junto con mi bóxer solo se retira a un lado su tanga se penetra

 

    Con razón Mili no te deja tengo algo para ti mi…

 

Gime de gusto su cuerpo parece que hace una danza baila encima de mi tiene su corrida cae encima de mí, se recupera

 

    Esto lo llamo la licuadora quiero ver que te hace

 

Me besa no sé como pero me muele dentro de su vagina la pinga, tiene su corrida nos besamos para que no grite, sus convulsiones logran que tenga mi gozo lleno su vagina, que damos abrazados un rato

 

    Quiero repetir ahora me baño tengo que preparar la cena al pendejo de mi marido

    No creo que se repita

 

Entro al baño me dio un pico salió del piso al otro día tenía una cita con unas tías por lo del piso solo se los mostré al siguiente con otras casi después de que se fueron llego Josefina

 

    Mau supe que venden su piso no será por

    No Josefina

    Dime Chepí hace cuanto vives aquí

    La verdad

    Puedo ver el piso claro

 

Entramos al piso se lo enseño volvemos a la sala

 

    Mau quiero poner una cornamenta a mi marido

 

Cuando me dice esto me tiene en pelotas me besa

 

    Con razón tienes feliz a Mili

 

Me besa no puedo hablar me tiene sometido sin contar que mete sus pechos a mi boca es un delicioso tormento

 

    Sabes Mau asisto a las clases de danza árabe mi marido no aguanta esto

 

No sé qué hace pero ella gime de gusto cae encima de mi

 

    Tu si tienes para dar placer ahora hazme un hijo préñame ponle una bonita cornamenta al pendejo de mi marido

 

Sigue con lo de su danza hasta que los dos terminamos corriéndonos cae ella encima de mi sin aliento los dos meda un pico se duerme despierta alterada

 

    Pero que hice, mi ropa

    en la sala

 

Solo alcance a ver como salió después de vestirse encontré su braga sostén regrese a mi chalet donde mi hermana me esperaba hicimos el amor

 

    Mau tengo que salir por el trabajo  solo son unos días  regreso el viernes

    Me dejaras solo

    Si  es el trabajo no quiero ser una

    No digas nada

 

Nos besamos dormimos el domingo fui a mostrar el piso a María

 

    Mau me interés el piso para cuando lo des ocupan

    Si quieres te dejamos los muebles o los llevamos

    Es bastante grande puedo ver los cuartos

    Claro

 

Había olvidado lo que paso con las otras que podía pasar en eso me agarro por la espalda sobo mi entre pierna

 

    Pero que te dieron de niño o esto es por mi

    No que haces

    Lo quiero no lo soporto el pendejo de mi marido se va de putas es tiempo de poner la cornamenta lo merece

    Pero…

 

Estas tías tienen una habilidad que me quito el pantalón rápido me tapo la cara con la playera solo cuando pude acomodarme la playera ella se terminó de penetrar

 

    Con esto tienes feliz a Mili vamos hazlo conmigo

 

No sé qué hizo pero me perdí al despertar  ella estaba tirada a un lado de mi con la mirada fija perdida sé que estaba bien porque respiraba era una muñeca de trapo la lleve al baño llene la tina entre con ella, la bañe acaricie su cuerpo sus tetas eran firmes no eran grandes de tamaño justo así termine de bañarnos la lleve a la cama puse una toalla la acosté en la cama la vestí no puse las bragas estaban mojadas  cuando se recuperó me dijo.

 

    Amor otro día repetimos tengo que llegar  a mi piso

 

Salió como que no ocurrió nada al salir me la encontré

 

    Mau que suerte encontrarte

    Hola Marta que pasa

    Olvide las llaves de mi chalet mi hermana me dijo que te encontraría aquí

    Tienes suerte estaba por irme

    Puedo quedarme en tu chalet mañana llamo al cerrajero

    Claro vamos

 

Vamos al chalet se queda a dormir dejo que elija el cuarto en eso

 

    Mau hable con mi hermana quiero quedar embarazada mi marido lo sabe están de acuerdo solo falta tu aceptes

    No sé qué decir

 

Me besa baja mi pantalón junto con mis bóxer me acuesta

 

     ahora lo haremos no me folles

 

Me besa no puedo decir nada me da su pecho es sorprendente como lo hace se sincroniza para subir bajar darme sus pechos uno después otro esto hasta que cae agotada casi sin respiración

 

    Tienes mucho aguante pero esto no termina

 

Sigue con su sube baja me cambia  ahora ella colabora con mis embestidas hasta que dar los dos casi sin aliento me abraza recuperamos un poco me besa nos recuperamos caemos dormidos, en la mañana entramos a bañarnos, almorzamos  vamos a buscar al cerrajero no abre porque tiene contrato con una empresa de seguridad nos pueden llevar detenidos  pagamos al cerrajero regresamos

 

    Que vas hacer

    El lunes regresa mi esposo esto lo aprovechamos

 

Me hablan para ver el piso, la dejo, en eso me ve

 

    Hola Mau

    Hola buena tarde Yolanda

    Tu suegra me conto que venden el piso

    Si les urgen los Euros la abuela de mi esposa  enfermo

 

Le muestro el piso al terminar me lo dice

 

    Sabes tú siempre tan respetuoso eso me pone mucho

    Pero …

     Nada quiero que me hagas el amor

 

Me besa otra vez no las entiendo estas tías deberían dedicarse a desvestir gente en los hospitales me tira en el sillón de tres plazas se monta encima de mí se penetra lentamente

 

    Esto le haces a Mili es una gozada creo que te tiene a pan y agua

    No es por…

    No digas nada quiero sentir lo me abre no me cabe toma mis pechos aliméntate quiero sentir esto más seguido

 

Tiene su corrida cae encima

 

    Esto no puede ser no te muevas me matas siento como me abres me gusta me desvanezco de gusto no,  no sigas

 

Cae  encima de mí no se mueve la quito de encima la veo tiene una sonrisa me parece de oreja a oreja la mirada perdida la llevo a bañar en la tina la lleno nos metemos la baño terminamos claro que aprovecho no es lo mismo pero es mejor que una muñeca hinchable, la seco,  visto con su ropa no puedo colocarle el sostén las bragas no las encuentro  creo que se recupera voltea me sonríe

 

    Qué  hora es

    No lo se

    Mi marido está por llegar

 

Sale tan rápido que no se acuerda delo que paso regreso al chalet ceno con Marta vamos adormir hacemos el amor en la mañana todo va normal, el lunes la llevo a su trabajo  vamos al chalet después el martes tengo que mostrar lo a unas personas al terminar la veo

 

    Mau buena tarde

    Buena tarde victoria

    Viki por favor  puedo ver el piso

    Claro todos lo ven pero creo que nadie lo quiere comprar

    Cuando niña venía a jugar con Mili me parecía grande

    Creo que tiene pocas cosas

    Sabes que un tiempo Mili compartía todo con migo

 

Me besa me agarra la entre pierna

 

    Esa zorra de Josefina tenía  razón tienes para dar  repartir

 

Me baja el pantalón mi cuerpo copera se penetra poco a poco gime ahoga sus gemidos más fuertes  logra su objetivo

 

    Esto me abre es un jodido gusto dame como los hombres los machos embarázame, préñame, hazme una panza bien grande que pueda lucir frente al pendejo de mi marido

 

Ella se mueve creo que me hace la licuadora mueve sus caderas como en la danza árabe me deja casi al borde de mi corrida ella llego primero nos besamos después de recuperarse

 

    Tu turno dame con todo hazme tu mujer tu hembra follame déjame preñada dame el hijo que mi marido no puede darme

 

Sus palabras me alientan la penetro con saña en poco tiempo ella gime grita dentro de mi boca tiene su corrida tan fuerte que cae desmadejada la vista perdida una sonrisa quedo casi igual casi no me puedo mover espero recuperarme la llevo a bañar dormimos un rato claro la visto no coloco la ropa interior que digo de las medias al despertar ella dice

 

    Qué  pena me comporte como una fula una puta

 

Sale tan rápido que casi me tira por tratar de detenerla, regreso a mi chalet donde me espera Marta, hacemos el amor el resto de la semana no tengo nada solo le mostré a una pareja a dos tías unos tíos el viernes por la tarde es cuando las veo vienen las cinco mujeres con un tío

 

    Mau buena tarde él es nuestro instructor de danza árabe

    Le platicamos sobre el piso

    Puedes mostrárselo

    Claro adelante puede ver todo

 

No me di cuenta cuando lo dejaron fuera

 

    Ahora les mostrare como él puede con las cinco

    Eres una zorra Josefina

    Lo pondré en estado semental solo no dejen me quede como muñeca de trapo

    No quiero ser infiel a mi esposa

    Tremenda cogida nos dio a cada una

    No quiere ser infiel

    Está bien pero no mas

    Cooperas o lo hacemos o la mal

    Acepto

    Lo pondré en estado semental luego la que quiera seguir

 

Me quito la ropa me acuesto en el piso se monta hace su licuadora después su danza árabe cuando me recupero todas están idas solo la sonrisa en sus caras los ojos perdido cinco pares de tetas para aprovechar, las llevo a bañar las visto ´por suerte no tengo problemas las visto no recuerdo de quien es la ropa íntima solo la ropa de afuera me quedo dormido es cuando despierto  todas salen rápido olvidan sus bragas sostén regreso al chalet

 

    Por fin vamos hacer el amor un tío me puso caliente tuve que embriagarlo para que me dejara

 

Hacemos el amor el lunes regresa mi hermana,  Marta se va con su marido el miércoles regresa mi esposa le platico lo que paso con mi hermana, sé que da a vivir con nosotros al mes me dice mi esposa

 

    Mau quiero decirte algo importante

    Que pasa amor

    No te enojes tu hermana está embarazada nosotros también tendremos un hijo

    Eso es cierto amor claro el fin de semana vamos con mi hermano

    Vendieron el piso

    No él se lo quedo vive con su esposa Yolanda nos invitó a celebrar su cumpleaños

 

Llega el sábado vamos los tres al piso donde vive su hermano Jorge los saludamos en eso

 

    Jorge amor invite a unas amigas espero no te moleste

 

Vi a Yolanda, Victoria, Ana, María, josefina me se pararon de mi esposa

 

    Mira él es papa

    Es quien te hizo realidad

    Si mi amor él es papito

    Es tu papa

    Mira papito conócelo

 

Me puso nervioso vi que todas se quitaban algo menos Viki también Yolanda fue cuando me dijo mi esposa

 

    Amor Viki está embarazada el marido la abandono por irse con su secretaria vendrá a vivir al chalet es prima hermana de Yolanda

    Si está bien

 

Pasaron los nueve meses tuve cinco hijos niños vivo feliz con mis tres hijos tal vez mi esposa tenga otro mi hermana tal vez.

  • : me entero que mi mujer viene al piso con dos tios una tia, se pasan las horas hasta antes de mi llegada, me entero que vendera el piso, las vecinas finjen ver el piso para que folle con ellas al final no lo vendemos embarazo a mi esposa
 

Relato erótico: “En la estrella de la muerte” (POR ALEX BLAME)

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herederas3Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…

EN LA ESTRELLA DE LA MUERTE

Sin títuloLa princesa Leia, aliada con la causa rebelde en contra del malvado Emperador Palpatine, tras una cruenta batalla, consigue robar los planos de la estrella de la muerte.

En su desesperada huida, camino del sistema Alderaan, es interceptada por la armada imperial en las inmediaciones del planeta Tatooine. En el último momento, la princesa consigue poner los planos a salvo en la superficie del desértico planeta, pero no puede evitar caer prisionera de las tropas imperiales.

Inmediatamente, es conducida a la estrella de la muerte, donde el destino le espera para jugarle una mala pasada…

Aquella chica era un maldito incordio. Darth Vader se estiró la túnica, ajustó los graves de su micrófono manipulando un par de diales de su pechera y entro en la sala de torturas. Como había imaginado +KP2, la flamante unidad de tortura de última generación del almirante Piett, no había conseguido nada de aquella testaruda joven.

Estaba seguro de que había robado los planos de la estrella de la muerte y pretendía llevarlos a la base rebelde con la vana esperanza de encontrar un punto débil en aquella fenomenal arma de destrucción total y antes de su detención los había escondido, pero ese montón de chatarra no había conseguido extraer ni lo uno ni lo otro de aquella valiente joven rebelde.

—¡No tiene derecho a mantenerme aquí encerrada! —exclamó la joven con la voz firme como si ninguna de las torturas que le habían aplicado hubiese causado efecto en su determinación— Soy la princesa Leia Organa, miembro del Senado Imperial. Voy en misión diplomática a Alderaan. ¡Esto es una infamia! ¡Tendrá noticias de ello el Emperador!

—¡Basta! —rugió Darth Vader con una voz grave y metálica— No hace falta que sigas con esta impostura. Sé perfectamente que apoyas a la causa rebelde y voy a conseguir que me digas dónde guardas los planos de esta nave y sobre todo, dónde está la base rebelde.

Darth Vader echó un rápido vistazo a la muchacha que se había erguido y mantenía un gesto adusto. No había nada destacable en ella. Su rostro era vulgar aunque tenía unos ojos grandes y castaños que revelaban una feroz determinación. La fina túnica blanca no podía disimular un cuerpo esbelto y voluptuoso a pesar de su juventud.

Pero lo que más le sorprendió fue lo intensa que era la fuerza en ella. Mientras se acercaba a ella amenazador, se recordó a si mismo que debía hacer un recuento de midiclorianos de los restos ensangrentados del robot de tortura.

—Princesa Leia, por última vez. ¿Dónde está la base rebelde?

Aquel hosco silencio y la mirada dura de la joven despertaron algo en él, algo que no sentía desde hacía mucho tiempo. Quizás fuese el parecido con su ya casi olvidada Padme. Perdida de una forma absurda. ¡Perdida porque él no pudo mantener su promesa! Perdida por culpa de aquel maldito Obi Wan Kenobi que le metió absurdas ideas en la cabeza…

Sintió como la ira calentaba su cuerpo, como el reverso oscuro de la fuerza le envolvía y le proporcionaba un poder aun más extraordinario hasta el punto de sentir la necesidad de hacerle experimentar a aquella joven el terrible poder que poseía.

Con lentitud levantó un brazo y haciendo un pequeño gesto consiguió levantar a la joven por el aire a la vez que cerraba su garganta. La princesa emitió un estertor, pero no apartó la firme mirada. Tampoco se debatió, consciente de la inutilidad de toda resistencia.

—Veo que eres una mujer valiente, quizás lo que debo hacer es cambiar de táctica. —dijo Vader soltando una risa cascada.

Aflojando la presión en la garganta, pero manteniendo a la princesa indefensa en el aire con un nuevo gesto hizo que la frágil túnica volara desintegrada en mil retazos.

La joven intentó tapar su cuerpo desnudo, pero Darth Vader ya se había adelantado y la mantenía totalmente paralizada. Por fin, mientras admiraba aquellos pechos pálidos y turgentes y aquella suave mata de pelo oscuro y rizado cubriendo su pubis, vio un destello de miedo en sus ojos.

—No sé qué es lo que pretendes, cerdo, pero te aseguro que nada de lo que me hagas podrá acabar con mi determinación de liberar a la galaxia de tu oscura presencia y de la del Emperador.

—Sí, sigue así. Siento como la ira y el miedo crecen en ti. Deja que la oscuridad te envuelva y te de fuerzas.

—No me das ningún miedo, cabeza de Minock, sabandija de los pantanos de Dagobah…

Darth Vader la ignoró y dio una vuelta alrededor del cuerpo paralizado, pensando que aquella joven ganaba bastante desnuda. Sus piernas eran largas y atléticas y su culo era tan apetitoso que no pudo evitar quitarse uno de sus guantes y acariciarlo con suavidad con una mano artificial.

La joven princesa crispó todo su cuerpo al notar el contacto. Era como si algo oscuro y venenoso, como un gusano geonosiano reptara por su culo amenazando con convertir su cuerpo en una yaga purulenta.

Lo que quedaba de los labios del maestro oscuro sonrieron con malicia bajo la máscara al ver la reacción de repugnancia de la joven. Con un gesto la depositó de nuevo en el suelo, aun paralizada. Quitándose el otro guante acercó una mano sarmentosa, cargada de cicatrices de las terribles quemaduras sufridas en un mundo olvidado. Acarició la espalda y el culo de la princesa, que soportaba impotente aquella nueva tortura, recorrió con sus dedos ásperos sus pechos y pellizcó sus pezones hasta que estuvieron erectos.

Leia se mordió los labios intentando mantener el control sobre sí misma. El dolor de sus pezones y la respiración metálica e intimidante hicieron que no pudiese evitar que se le escapase una solitaria lagrima que Darth Vader se apresuró a recoger con una de sus frías garras.

El húmedo calor de la lágrima de la princesa calentó su dedo. Sintió como la fuerza corría a raudales por aquella minúscula gota y la observó hipnotizado por un instante. Aquella mujer era una amenaza, tanto por su potencial para convertirse en una Jedi como por su capacidad para parir nuevos individuos con esa enorme concentración de midiclorianos… Aunque bien pensado… que mejor aprendiz que un hijo de las dos personas vivientes con mayor concentración de esas microscópicas criaturas en la galaxia. Un hijo al que poder criar y adiestrar en el reverso oscuro de la fuerza desde su más tierna infancia. Durante unos segundos fantaseó con el poder que podría acumular aquella criatura cuando fuese adulto.

Antes de que la joven se diese cuenta, salió de su ensimismamiento y acercó sus manos con desesperante lentitud a su cuerpo paralizado e indefenso, disfrutando del terror de la jovencita. Si la concepción se producía en un entorno en el que la ira y el miedo era intensos el poder de la criatura sería aun mayor.

—Es hora que sepas que tienes mucho que aprender jovencita. —dijo Darth Vader soltando una tétrica carcajada.

Manteniendo a la joven princesa inmovilizada, se abrió la túnica extrayendo de su interior un miembro negro y brillante como la carbonita. Levantando su antebrazo hasta la altura de su cintura, puso la palma de la mano hacia arriba y fue cerrando poco a poco el puño con fuerza a medida que lo levantaba ligeramente.

La polla de Darth Vader comenzó a crecer y endurecerse al mismo ritmo hasta alcanzar un grosor y tamaño considerables.

Leia miró aquella polla negra y hambrienta palpitar en busca de su coño. Si hubiese podido, hubiese salido corriendo, pero a pesar de sus esfuerzos estaba totalmente paralizada.

Cuando Darth Vader estuvo totalmente empalmado, su atención se fijo en la joven que miraba su miembro con ojos grandes y asustados, forcejeando con sus invisibles ataduras.

Aquella joven de piel tierna y cremosa le excitaba sobremanera. Con un ligero gesto hizo que el sexo de Leia se hinchase y se volviese tan sensible que hasta una leve corriente de aire conseguía estimularlo. Con un pequeño giro de muñeca hizo que la fuerza estrujase su clítoris y se introdujese por su coño expandiéndolo hasta alcanzar el límite. La joven crispó todos sus músculos al sentir como una presencia extraña la invadía y tuvo que morderse el labio para no gritar asaltada por un intenso placer.

Aquella criatura maligna la estaba violando sin apenas tocarla y lo peor de todo es que había un lado oscuro en ella que estaba disfrutando con ello. Cuando aquel hombre sin rostro se acercó y la penetró físicamente con su enorme polla, no pudo evitar un apagado suspiro. Aquella polla era fría y grande, pero sobre todo era una inmensa fuente de placer. Cuando se dio cuenta estaba tumbada sobre la mesa de torturas con las piernas abiertas deseando más.

El general imperial metía y sacaba su miembro de ella usando sus garras para estrujar sus pechos y pellizcar sus pezones mientras la invitaba a unirse al lado oscuro de la fuerza.

Leia no tuvo más opción que rendirse al placer para poder seguir concentrada en evitar la terrible tentación de sucumbir al mal.

Darth Vader estaba satisfecho. La mujer, a pesar de resistir sus intentos para unirse a él, también en mente, además de en cuerpo, estaba sucumbiendo a la lujuria, una de las más poderosas fuentes de poder del reverso oscuro de la fuerza. Su vástago sería oscuro y poderoso.

—Hijo de puta. Nunca seré tuya. —dijo la princesa entre gemidos—Puedes torturarme. Puedes dominar mi cuerpo y convertirlo en un guiñapo hambriento de sexo, pero mi espíritu está muy lejos, con mis seres queridos.

El hombre interrumpió el discurso con dos poderosos embates. El cuerpo de la mujer, al fin libre de moverse, se retorció extasiado mientras ella apretaba los dientes y soltaba un grito ahogado.

Hacía tiempo que Leia había perdido todo control sobre su cuerpo, que se estremecía aguijoneado por intensos relámpagos de placer. En ese momento, el Lord de la oscuridad la levantó en el aire y agarrándola por aquel culo terso y cremoso y separó sus cachetes.

Con su coño aun ensartado por el enorme falo de aquel espectro negro Leia sintió como algo pugnaba por penetrar en su virginal ojete.

Tras un par de tanteos sintió como una presencia atravesaba sus esfínter sin contemplaciones. Con un alarido recibió aquella presencia ardiente mientras la polla de Darth Vader seguía machacando su coño sin piedad.

Fuego y hielo, placer y dolor. Luz y profunda oscuridad. Aquel contraste era tan placentero que tardó apenas uno segundos en correrse. Su cuerpo se estremeció su culo se contrajo dolorido y su sexo vibró estrujando la polla de Darth Vader lo que a ella le pareció una eternidad.

Las oleadas de placer se sucedían mientras Darth Vader reía con voz cascada y empujaba dentro de aquel cuerpo joven e inocente con una insistencia sobrenatural.

El control sobre la fuerza le permitía machacar a la princesa todo el tiempo que le pareciese. Le preguntó una y otra vez por el planeta donde estaba la base rebelde hasta que la joven en un momento de debilidad, asaltada por un mezcla de intenso dolor y placer, susurró el planeta Dantooine.

—¿Es cierto eso? —preguntó Darth Vader dándole dos brutales empujones.

—Sí, Sí. —respondió ella entre alaridos de placer.

—Eres una perra mentirosa. —dijo él consciente de que la princesa le mentía— Pero yo voy a decirte algo que inmediatamente sabrás que es verdad; Princesa Leia, yo soy tu padre.

En ese momento un arrasador torrente de semen inundó su coño. Entre lágrimas de dolor y miedo sintió como le golpeaban cada una de las palabras amenazando con llevarla al borde de la locura, a la vez que sentía como aquella presencia maligna inundaba e impregnaba todas su entrañas buscando echar raíces en ellas para formar una nueva vida…

Continuará…

 

Relato erótico: “Trance azul. Actos 1 y 2.” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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cuñada portada3Acto 1. Cálculo complejo.

Sin títuloEl salón recibía elegante el final de la tarde. Los últimos rayos de sol se colaban formando ángulos obtusos sobre los muebles de madera noble, dejando los jarrones, cuadros y al espejo en sol y sombra. La soledad de la ciudad permitía que solo se colara el canto de las golondrinas al atardecer. Domingo maldito de verano, lejos del mar, sobre las calles peatonales de la pequeña ciudad.

Pocas nubes en el cielo, formando una extraña espiral, como una puerta a otro mundo. Apuró el Whisky y notó como una sombra recorría el salón. Tuvo un susto momentáneo, antes de ver la silueta de su madre aproximarse a través de la primera oscuridad de la noche, o la última claridad del día.

– Bebiendo otra vez.

No fue ni una pregunta ni un reproche. Solo se limitó a decir lo que su hijo hacía, beber otra vez. Volvió a su hogar hacía cuatro años, víctima de una dolorosa separación. No tuvo más opción pues era un vago de treinta y tantos años que nunca trabajó; despreocupado por la fortuna que heredará. Ahora de nuevo en la mansión familiar, con su madre y con su padre, el cual no pensaba ejercer su próxima jubilación, adicto al frenético trabajo que le llevaba a estar largas temporadas fuera del hogar.

Ahora era una de esas temporadas.

Mansión familiar, ángulos de sol desde la mañana, luna inundada en la noche. Ocupa toda la planta de un histórico edificio rehabilitado de un piso, sobre un local comercial en alquiler. Seis habitaciones, dos salones, dos cocinas, cuatro cuartos de baño, amplia terraza. Primera y única planta. Frente al campanario viejo, objetivo de los objetivos fotográficos de cuantos turistas se aventuraran en las estrechas calles peatonales de la parte vieja de la ciudad.

El campanario marcó la hora de las sombras una noche más, provocando el último vuelo errático de un grupo de palomas, que buscaron acomodo en la cercana repisa del ayuntamiento.

Se giró pero su madre ya no estaba ahí. Miró la copa vacía, melancólico y abatido. Solo hacía beber y esperar que pasase el tiempo, sin deseos ni emociones. Tétrico. Solo se sentía un poco mejor al llegar la noche y saludar a la luz plateada de la luna, proyectando difusas sombras sobres las paredes de la mansión.

En las noches se sumergía en las profundidades de su pensamiento, mientras regaba con whisky sus recuerdos y anhelos. A veces sentía una sombra atravesar algún espacio alrededor, pues a su madre no le gustaba encender la luz para no molestarle, ella solo ocupaba su habitación de matrimonio y una pequeña sala contigua con todas las comodidades, como si de un lujoso hotel se tratara, con cocina y baño próximo. Pero sólo era así cuando estaban solos. Ambos se recluían sobre sí mismos, tratando de vencer sus deseos y miedos

Al hijo las largas ausencias del padre le causaban una extraña sensación. Solía sentarle peor la bebida, con una mayor ensoñación y confusión. Tal vez bebiera más, pues no soportaba la idea de envejecer junto a su madre, la cual también envejecía, aunque buscaba detener el tiempo en sus cincuenta y cinco años de apariencia decente.

Todas las ventanas abiertas, el calor cediendo a la noche, las calles desiertas. El campanario parecía respirar observando en silencio la ventana a través de la cual lo miraba. El alcohol le adormecía sin tener sueño, se apoderaba cada vez más de sus miedos y deseos. Las sombras crecían de un lado a otro.

Apenas quedó dormido un instante, sentado en el sofá. Se despertó con el estruendo del vaso al romperse en mil pedazos contra el suelo de mármol italiano. Miró alrededor, solo pudo ver la sombra salir apresurada del salón y perderse por el corredor hacia la otra zona de la mansión. Lo demás permanecía igual, la luna plateaba los muebles y esquinas de la casa, y en el exterior solo se intuía el respirar del viejo campanario.

Caminó despacio siguiendo el camino por el que intuyó ver marchar la sombra. Tuvo un potente recuerdo de haber soñado con ese momento, o de haberlo vivido varias veces. Es como si cada paso, cada esquina tétrica del corredor, cada estancia poco iluminada que miraba al pasar, como si todo eso lo hubiera visto con anterioridad. Al llegar a la última esquina se detuvo. Al fondo a la derecha, frente a la habitación de matrimonio, una luz tenue y azul asomaba del resquicio de la puerta de la habitación de invitados, marcando el mismo ángulo que marca la luz del sol con las cortinas en cada atardecer.

Despacio llegó y asomó débilmente la vista hacia el interior de la estancia. Sus ojos se tiñeron de azul, impregnados del color intenso que presenció. La luz de la lamparita azul, sobre la mesita de noche que separa ambas camas. Una de las camas bien hecha con sábanas blancas, la otra desecha con sábanas azules. Sobre ella su madre, recostada con su espalda sobre el cabezal, vistiendo un suave camisón de seda azul, con las piernas cruzadas mostrando un muslo blanquecino. Siguiendo la línea de sus piernas pudo ver sus delicados pies, cuyas uñas estaban pintadas de azul.

Permanecía quieta, mirando a algún punto determinado de la pared de enfrente, tal vez a la puerta, tal vez le miraba a él, no podía determinarlo pues su cabello negro había sido sustituido por una peluca azul, que le caía sobre el camisón escotado y su cara, dejando los ojos ensombrecidos, que parecían poder mirarle por la posición de la cara, pero tal vez no.

Era su madre, convertida en una enigmática sombra azul. Esa imagen también le vino con un potente recuerdo, como si lo soñara cada noche; seguramente lo estaría soñando en ese instante. Cerró fuerte los ojos intentando despertar, pero al abrirlos se tiñeron de nuevo del omnipresente color.

Su madre era baja, algo entrada en carnes pero esbelta, de piernas bellas y muslos regordetes, pechos generosos y figura lo mejor cuidada posible por las dietas y las sesiones del gimnasio. Pero ahora parecía otra mujer, una especie de reina y diosa del color del cielo en mitad de la tarde. El efecto de la luz, del color de las sábanas, de su camisón de seda y peluca, le hacían mimetizarse en el entorno como un camaleón, como en una realidad paralela. Su blanca piel relucía suave y contrastada, las piernas, el escote y la cara oscurecida.

Se adentró despacio. Sin duda todo eso ya lo había vivido o soñado antes, pues cada segundo transcurrido en aquella atmosfera azul lo recordaba con una nitidez tan difusa como la copulación entre madres e hijos para salvar a la humanidad en un apocalipsis, que obligara a las familias supervivientes a permanecer recluidas en sus mansiones.

Se adentró despacio, cerrando la puerta. Ahora todo era artificial y cálido. Atmósfera viciada del color de las profundidades de los océanos. Se detuvo ante la cama. Notó como su madre giró la cabeza hacia él, ahora pudo ver su cara iluminada por la lámpara. Piel azul, ojos azules, pestañas azules, labios pintados de azul. Se limitó a sostenerle la mirada, sin hablar ni pestañear, parecía que incluso sin respirar.

De repente su madre habló.

– Fóllame.

Despertó.

Su habitación le recibió calmada. Miró en derredor, no sabía cómo había acabado allí, lo último que recordaba es estar sentado en el sofá del amplio salón, en la soledad de la noche. Sin duda había vuelto a beber demasiado whisky.

Intentó dormir pero no pudo, el sueño le había dejado tocado. Una potente erección le incomodaba, y el recuerdo de su madre convertida en la sensual y misteriosa mujer azul le invadía la mente de vigilia.

Avanzó despacio y desnudo, tal y como dormía, en la oscuridad de la noche. Su pene se proyectó sobre la pared blanca del corredor antes de su perfil al pasar por la puerta del salón, con las cortinas descorridas. Al llegar a la última esquina se sintió extrañamente decepcionado al no ver la luz azul saliendo de la habitación de invitados. Todo estaba a oscuras y la única luz era la plateada lunar que se colaba sin pedir permiso por cada resquicio.

La puerta de la habitación de sus padres estaba entreabierta, así que se asomó y adentró lentamente. Ella reposaba sobre la cama, con la ventana abierta y la luz de blanca iluminando completamente la estancia. Parecía haber más claridad que fuera, pero ni rastro del azul, cuyo trance le había hecho ir hasta allí de forma mecánica, sin pensar, como movido por una extraña fuerza. Ahora estaba despierto y su madre dormía plácidamente sobre la amplia y lujosa cama, boca abajo, pegada al lado más próximo a la puerta por la que acababa de entrar.

Vestía camisón de seda blanco, curiosa combinación con la blanquecina luz de la luna llena. Como en el azul del sueño. Pero ahora sus ojos no podía verlos por la sombra que provocaba en su cara su larga melena morena, teñida hasta eliminar hasta el más mínimo resto de cana.

Dormía, aunque no la escuchaba respirar.

– ¿Mamá? – Susurró.

Ella ni se inmutó. Una brisa se coló por la ventana, empujando a las cortinas en una danza suave, resbaló sobre el cuerpo de su madre, acarició la seda de su piel y la tela de seda blanca como la luna, siendo la misma brisa la que inundó su cuerpo musculado y desnudo, reavivando inesperadamente la descomunal erección.

Recordó lo que ella le susurró en el sueño. “Fóllame”. No podía creer lo que le pasaba por la mente hacer. No era capaz de decidir si estaba bien o mal.

Ella le estaba esperando desde hacía meses. Había sentido un primer impulso de deseo hacia su hijo recién reinstalado este de nuevo en el hogar. De repente un hombre joven, guapo, musculado, parecido a su padre pero mucho más joven y apetecible. La evolución de la especie; era el nuevo macho alfa. En el mundo animal se habían desechado del macho alfa anterior, magullado y envejecido, y la hembra hubiera dominado al joven, dando igual que fuera o no descendencia suya. Pero el ser humano es más complejo, la evolución nos ha llenado de cargas y tabús; hasta el punto de que una mujer se sienta avergonzada de sentir algo tan natural, animal y humano.

Se obligó a apartar esa idea de su mente y lo consiguió durante un tiempo, pero siempre le volvía el deseo. Esto, unido a que su marido estaba casi todo el tiempo fuera de casa, y de que ya apenas hacían el amor, hizo que ella se mirase un día de forma intensa en el espejo y decidiese actuar.

Contactó con mujeres incestuosas en internet, pero no les convencían sus opiniones y sugerencias para acercarse a su hijo. Hasta que conoció a Anne, una psicóloga en los cincuenta que gozaba de una saludable vida sexual con su hijo varón mayor, a espaldas de toda la familia. Y la técnica que usó para acabar atrayéndole a su cama, la cual desarrolló durante meses, en un lapsus temporal en el que su hijo fue a vivir a su casa por motivos personales.

El caso de Anne era muy similar al suyo, con la diferencia de no poder estar ella disfrutando de su apuesto hijo. Anne le contó como lo consiguió. De forma discreta, con mucha paciencia y trabajo, con mucho tesón; pero Anne le aseguró que, más pronto que tarde,su hijo estaría follando su mojado coño maduro, cada día, como si no existiese un mañana.

Y allí estaba. De pie, desnudo y empalmado, justo al lado de su cama, mientras ella se hacía la dormida con un ojo entreabierto, protegido por la oscuridad. Nerviosa y deseosa, pero cauta. Le dejaría hacer. Si no se atreviese seguiría insistiendo hasta que diera el paso. Si algo había aprendido en esos meses de terapia, era a tener paciencia para poder conseguir algo que verdaderamente deseaba. Tenerlo allí desnudo y empalmado, a menos de un metro de su cuerpo ardiente, era lo más cerca que había estado nunca de conseguir su objetivo; follar con su hijo hasta desfallecer, beber todos sus líquidos y llenarse de él cada día. Morir por él si hiciese falta.

Se fue y volvió a su cama. Su ansiosa madre quedó defraudada y mojada. Pensando en que había faltado poco, quedó dormida tomando nota mental de contactar con Anne al día siguiente para comentarle el progreso y trasmitirle sus dudas de que finalmente pudiera conseguir nada.

La mañana era húmeda. El verano hacía todos los días iguales, aunque había algo de más ambiente en las estrechas calles peatonales de la ciudad vieja, con los comercios abiertos.

Él, a quien me he referido como él hasta ahora, se llama Edipo, y conserva la masculinidad filial apetecible, mezcla de músculo y calma infantil en la mirada. Ella, a quien me he referido como ella, se llama Tormenta, y sus cabellos y ojos negros son como nubes cargadas de lluvia, siendo sus curvas, generosas y atractivas, como las olas del mar furioso; reclamando fertilidad a los Dioses, deseosa del hijo en edad de procrear.

Desayunaron juntos, sobre la mesa de la cocina que usaban habitualmente. Apenas hablaron, cada uno en sus pensamientos. Edipo no estaba seguro si todo había sido un sueño. Tormenta daba vueltas a la cabeza, evitando mirar a su hijo.

Edipo fue al gimnasio y Tormenta se quedó en casa, tomando nota mental de cosas que quería hacer para continuar con su plan.

Cuando llegó Andrea, la mujer encargada del servicio diario (limpieza más cocina cada mañana), Tormenta se ausentó y fue al despacho de su marido, en el cual solía estar cuando él no estaba en casa.

Lo primero que hizo fue telefonear a su marido para confirmar que tendría algunos días más. Este le comentó que su hoja de ruta seguía intacta, estando fuera de casa, de la ciudad, del país y del continente hasta el siguiente lunes. Sí, toda una semana para que tormenta pudiera subir la apuesta, nunca sabía cuándo podría llegar la siguiente oportunidad en forma de ausencia del antiguo macho alfa.

Lo siguiente era abordar el plan, en el que nunca había avanzado tanto, como la noche anterior, en los casi diez meses que llevaba de intentos interrumpidos cuando no estaban los dos solos en casa. Necesitaba pensar con frialdad y contactar con la misteriosa Anne.

Se encerró en el despacho, se acomodó en la lujosa mesa de roble y abrió su portátil. Lo primero que hizo fue mandar un correo a su ayudante y cómplice.

” Anne, necesito hablar contigo. Ha habido avances y creo que ha llegado el momento de ir a por todas. Me gustaría charlar contigo, ¿quizá en una hora?. Tormenta.”

Cerró el correo y abrió el archivo oculto donde se registraba todo el plan y los pasos dados. Estuvo un rato pensativa. Su amiga le dijo en una ocasión que había un medio de ir más rápido pero que no era aconsejable, el cual le explicó ante su insistencia; pero le aseguró que lo ideal era seguir el plan poco a poco, con paciencia y rutina; y que si así no conseguía nada es que quizá lo mejor sería dejarlo. No obstante siempre le había transmitido mucha confianza. Pero la noche anterior había estado muy cerca y sentía que si no lo conseguía pronto, antes de que volviese su marido, quizá el barco zarparía para siempre y ella se quedaría con la miel en sus labios, la miel dulce y varonil de su único hijo.

Dedicó un rato a repasar el plan por enésima vez.

Todo se basaba en el subconsciente y en la química. Ni más ni menos. Anne le envió unas misteriosas pastillas, prohibidas en todo el mundo pero, según ella, usadas de forma secreta por gobiernos para sonsacar información a presos políticos. Ella las llamaba “pastillas para soñar”. Al parecer el uso prolongado de ellas al dormir va eliminando poco a poco el sentido común y el control sobre sí mismo de la persona que las toma, potenciando a la vez el área del cerebro destinada a los deseos. De forma que, bien usadas, podrían hacer actuar, o hablar, a alguien de forma guiada previamente, y haciendo que esta persona lo percibiera sin sentido común, como si de un sueño se tratara. De hecho, lo vivido durante el efecto de éstas, unas ocho horas, era percibido como un sueño por parte del afectado; no sabiendo separarlo de la realidad.

Así que, en cuanto las tuvo, empezó a dárselas, vaciando el polvo en uno de sus whiskis diarios del anochecer, aprovechando una de las veces que iba al baño; escondida en la oscuridad, moviéndose como una sombra.

Pero el efecto químico no era suficiente, se necesita de un apoyo psicológico, trabajando pacientemente el subconsciente durante un tiempo indeterminado. A veces funciona en días, otras en semanas, otras en meses, otras jamás. Anne le aseguraba que a ella le funcionó y le sigue funcionando, teniendo sexo cada vez que ella quiere, sin que su hijo sepa con seguridad si lo está viviendo o es solo un sueño, habiéndolo convertido en una especie de follador zombie, llenando sus antiguas madrugadas de divorciada en un desenfreno de sexo sin tabú. Justo lo que quería Tormenta, por eso se había sentido tentada por el método, hasta el punto de ponerlo en marcha.

La química de las pastillas cuadricula perfectamente la mente y hace que cualquier idea, o deseo, pueda ser fácilmente introducido en ella durante el periodo de máximo efecto. Normalmente el máximo efecto se produce en el momento de máxima subconsciencia, es decir, al dormir.

Inicialmente hay que introducir lo que Anne llamó, “el decorado”. Repetir suavemente algo que él localice rápidamente, para que todo lo posterior gire en torno a ello. Puede ser un color, un lugar de la infancia, un número. Tormenta eligió el color favorito de su hijo, el azul. Así que durante meses, con la voz más cálida y sensual que pudo, estuvo repitiendo la palabra “azul” al oído de su hijo mientras dormía profundamente bajo los efectos de las pastillas.

Edipo no tardó en soñar en azul, música azul, calles azules, recuerdos en azul. Se trataba de introducir ahora la imagen de Tormenta en mitad de aquel azul, hacer que soñase con ella. El azul se convirtió en “mama azul” durante semanas.

Cuando Anne lo vio oportuno le dijo que había llegado el momento de dar el último paso que ella podía dar, el más arriesgado dentro del poco riesgo que el método empleaba. Se trataba de que se mostrase mínimamente de la forma más erótica que pudiese, además de aumentar la apuesta de lo que le susurrase al dormir. Así que durante los días en los que estuvieron solos, ella se dejó ver de las formas más accidentales y eróticas que pudo. Auparse en la cocina simulando coger algo hasta quedar sus nalgas desnudas al aire, agacharse en el salón, ante él, simulando limpiar el suelo hasta mostrar su trasero con tanga o braguitas diminutas. Salir de la ducha desnuda, pensando estar sola en casa,….. Y por las noches, bajo el efecto de las pastillas, trabajar su deseo de forma más directa. “azul”, “mama azul”, “luces azules, cama azul”, “folla a mamá”, “fóllame”, “fóllame”.

Tras meses así, y tras el último fóllame, cuando de nuevo se acostaba sin esperar gran cosa, fue cuando apareció su hijo por la puerta de su habitación, desnudo y empalmado. Su coño se mojó al instante, quedando totalmente empapado cuando él se marchó de nuevo, dejándola con el corazón palpitando de forma salvaje, como su sexo, como su deseo.

Por eso deseaba rematar la faena cuanto antes, temerosa que volviese su marido y el nuevo parón hiciese retroceder todo lo avanzado de nuevo.

El problema de ella era que no podía hacerlo de forma constante, solo en las ausencias de su marido. Por eso temía que jamás diese resultado. Pero ahora, tras lo vivido la noche anterior, pensaba que era el momento de aumentar la apuesta, corriendo con los riesgos que ello implicaba.

Miró el reloj del portátil, había pasado casi una hora. Abrió el correo, Anne le había respondido casi al instante de ella escribir:

“De acuerdo, en una hora chateamos. Quita de tu cabeza la idea que tienes. Anne”.

Entró en el chat privado donde charlaban, su compinche ya estaba ahí. Le pinchó en privado.

Tormenta – Hola.

Anne. – Ah, hola cielo. Te estaba esperando. ¿Me cuentas ese avance?. Estoy muuuuuy intrigada.

Tormenta le contó todo lo acontecido. Anne tardó en responder.

Anne- ¡Eso es genial!, ya lo tienes en el bote cariño. Solo has de tener un poco más de paciencia. En pocos días lo tendrás follándote como un animal, ya lo verás. Incluso es posible que sea esta noche.

La idea de que su hijo la follara como un animal le hizo sentirse caliente, mojando las bragas bajo el camisón de dormir que aun tenía puesto.

Tormenta.- quiero que sea ya, mi marido viene dentro de una semana. Tiene que ser ya, voy a dar el paso.

Anne.- No, no lo hagas es muy peligroso. Me arrepiento de haberte hablado de esa otra posibilidad. Céntrate en el método; llevas meses de paciencia y estás más cerca que nunca. No lo hagas ya sabes qué es lo que puede pasar así que……

Tormenta se desconectó, dejando a Anne escribiendo sola.

Se sentía motivada y caliente como una perra. No iba a tocarse, pensaba mantener esa calentura todo el día hasta la noche. Estaba totalmente decidida, pensaba que era buena idea contar con la ayuda de Anne pero ella no estaba por la labor, así que se centró en volver al archivo oculto y leer bien lo que ella le había contado sobre el plan alternativo.

Básicamente era lo mismo, pero con más dosis de química y una mayor profundización del subconsciente mediante una técnica de hipnosis, la cual estaba totalmente detallada. Según le dijo eso daría resultado inmediato, en una semana como máximo, pero había riesgos que no podían ser obviados. Desde problemas para despertar, sonambulismo extremo con locura transitoria, hasta posible entrada en coma.

Imprimió la técnica de hipnosis para repasarla durante el día. Antes de cerrar el ordenador vio que su bandeja de correo seguía abierta, en ella varios correos de Anne con asuntos de advertencia con palabras apocalípticas. Los borró sin leer, segura de que lo que quería era llamar su atención para que pinchase; no iba a conseguir que su hijo no entrara dentro de ella. Estaba tan excitada como decidida.

Según el manual que Anne le hizo llegar, con esa técnica el objetivo se puede conseguir inmediatamente, en dos o tres días a lo sumo, siempre y cuando se hubiera hecho todo el trabajo previo que ella llevaba. estaba orientado a acortar plazos y asegurar el éxito, pero no era recomendado por los peligrosos posibles efectos secundarios.

Fue a su espejo preferido. Se miró durante un rato fijamente a los ojos. Cada vez se veía más envejecida, en pocos años ya no interesaría a los hombres. Respiró profundamente y decidió hacerlo esa misma noche.

Su hijo regresó de ejercitar un poco más los músculos. Como de costumbre se evitarían, perdidos en aquella mansión, cada uno en un extremo, ocupando Edipo la zona principal del salón y la terraza, además de su cuarto. Andrea había dejado comida preparada antes de irse, así que comerían por separado y a horas dispares, como habitualmente hacían. Pero Tormenta no pensaba comer, toda su atención y estómago estaban centrados en lo que se traía entre manos.

Su hijo ya había comido y ahora miraba una película en la pantalla del salón. Tormenta se sirvió una copa de vino tinto francés de la bodega de su marido y se sentó en la butaca de la salita contigua a su dormitorio. Tranquilamente se puso a leer con detenimiento los papeles de Anne, con todo lo que debía hacer.

Se aconsejaba ración triple de pastillas a lo sumo. Una dosis superior podría dar problemas de absorción metabólica. La autonomía seguiría siendo de unas ocho horas, pero el nivel de exposición mental del paciente sería mayor, convirtiéndose en poco menos que una marioneta, con todos los sentidos del miedo y el ridículo desbloqueados, y la cuadrícula del deseo potenciada.

Pero lo más importante, de nuevo, era el trabajo psicológico de su subconsciente durante el sueño; convertido ahora en una especie de sesión de hipnosis.

El trabajo previo era indispensable, si todo lo que había avanzado nada de lo que iba a hacer tendría sentido, y él lo percibiría como una especie de sueño extraño y estrambótico. Así que gran parte del trabajo ya estaba hecho.

Se trataba de ir psicológicamente a por todas. Había que hablarle mucho, hacerle regresar al azul, del azul a ella y una vez allí hacerle imaginar cómo sería estar con ella en una completa sesión de sexo; para ello tendría que tener inventiva y contarle toda una historia de sexo con ella; lo cual sería su sueño en ese instante. Otra salvedad es que había que introducir palabras subliminares relativas al diablo y el infierno, en mitad de la historia. Desconocía el motivo, pero pensaba seguir los consejos a rajatabla. Una vez detallada la historia hasta el final tendría que darle a beber parte de su sangre, sangre de Tormenta. Y luego irse y esperar. Lo más normal es que Edipo fuese hacia ella en estado de sonambulismo, pero sin titubear. Lo peor que podría pasar es que nunca más despertara del sueño; aunque esto último no formaba parte de sus opciones.

Acto 2. El despertar.

La tarde de nuevo caía de forma irremediable. Edipo estaba postrado ante la ventana del salón, como cada ocaso, mirando al campanario. Las sombras obtusas volvían al interior como espíritus que acechan. El ruido de los cubitos chocando entre sí, y con las paredes del vaso, marcaba la tintineante banda sonora del final de cada día, y el saludo a la clara oscuridad de la luna; llena en aquellos días.

Apuró el primer vaso y se volvió camino del mueble bar para echarse más. Dio un brinco asustado, no esperaba la figura de su madre en pié en mitad del salón, impávida cual si llevase ahí largo rato observándole, como una aparición. La sensación de espectro se acentuaba por estar ya con su camisón color plata de dormir, al que llegaba el vértice de la luz última apagada del día, que se filtraba hiriente a través de la cortina.

– Estás bebiendo.

De nuevo lo dijo sin entonación, casi susurrando.

– Sí, me ayuda a dormir. ¿Ya te vas a la cama?.

– Sí. venía a desearte las buenas noches.

Desapareció silenciosa, como levitando, mientras abría la botella y dejaba caer un buen chorro. De repente le llegó la imagen de su madre acostada con ese camisón, con él desnudo y empalmado a los pies de su cama. Era el extraño sueño que había tenido la noche anterior, como aquellos sueños que se repetían a menudo, donde ella aparecía como una Diosa en mitad del azul. No pudo evitar una erección.

Tormenta aguardó agazapada tras la puerta de una de las habitaciones contiguas al salón, la que usaban a modo de biblioteca. El olor a libros viejos y madera le trasportó a su infancia, cuando su padre le contaba un cuento mientras ella se vencía por la imaginación, sentada en sus rodillas.

Tardó una media hora en ir al baño. Momento que aprovechó para colarse en el salón y vaciar la bolsita donde había picado tres de las pastillas, removiendo bien con el dedo, el cual chupó, inundando su paladar de sabor del destilado escocés. Desapareció justo antes de que su hijo pudiera verla.

Edipo regresó del baño. Justo al entrar de vuelta al salón volvió a percibir una de esas sombras que parecían rodearle cada noche. Siguió bebiendo, calmado, tratando de no pensar en nada, asomado a la ventana, viendo como la noche cerraba del todo ante su mirada y ante el respirar eterno del campanario.

Sintió que alguien le miraba. Se volvió pensando que su madre habría entrado de nuevo en el salón, pero de repente se vio sentado en el sofá, con la copa vacía entre las manos. Otra vez se había quedado dormido sin darse cuenta. Se levantó para acostarse, pero al llegar al corredor vio algo extraño procedente de la otra zona de la casa, un intenso reflejo azul.

Avanzó cauteloso hacia el epicentro del reflejo. Tras doblar la última esquina vio que procedía de la habitación de invitados, frente al dormitorio de sus padres. Sintió como si aquello ya lo hubiera vivido antes, varias veces. Se dijo que tendría que ser un sueño.

Tormenta esperó en su habitación una hora aproximadamente. Después se aproximó despacio hacia el salón. Su hijo ya no estaba allí. Fue a su cuarto donde lo encontró plácidamente dormido sobre la cama, desnudo, como siempre, apenas medio tapado con las sábanas que dejaban su trabajado torso al aire.

Las tres pastillas ya habrían empezado a hacer su efecto, de hecho lo notaba más profundamente dormido de lo habitual. Se sentó despacio en la cama a la altura de su abdomen y se venció hasta su oído para iniciar la segunda parte del arriesgado intento. Se sentía muy excitada y cachonda, con ganas de saltar sobre aquel macho, pero se obligó a contenerse, a seguir el plan…

“azul”

Sus labios muy rojos apenas susurraron.

“mamá azul” “azul” “luz azul” “luz azul” “mamá está en mitad del azul”

Avanzó hasta llegar a la puerta, se asomó y sus ojos se tiñeron de azul. La habitación estaba pintada entera de azul, en la mesita de noche reposaba una lámpara que daba la única luz, azul, que iluminaba el cuarto de invitados. La cama de la izquierda estaba bien hecha, con ropas azules, y en la cama de la derecha, de sábanas azules, reposaba su madre vestida con un sedoso y sexy camisón azul. Dejando las piernas al aire, con las uñas de los pies pintadas de azul. Apenas podía verle la cara pues la ensombrecía una larga melena azul, pero ella parecía estar mirándole.

Tormenta cruzó los dedos, ya sentía como su coño había mojado sus braguitas blancas luz de luna, como el color del sedoso camisón. Ambas, las únicas prendas que llevaba.

De nuevo sus labios se acercaron al oído de Edipo.

“Fóllame” “folla a mamá”

Al decirle fóllame pudo verla ya de cerca, había avanzado a los pies de la cama azul. Sin duda era su madre, pero con pestañas azules, sombra de ojos azules y los labios pintados del mismo color.

“Mamá quiere que la folles”

Ya llevaba algo más de una hora así. Tormenta recordó lo siguiente que tenía que hacer, explicar detalladamente cómo sería que ambos follaran y meter palabras diabólicas entre medio a modo subliminar.

“Mamá se arrodilla ante ti. Coge tu enorme polla y la pajea mientras lame tus músculos”. “Luego mamá te come la polla como nunca te la ha comido ninguna mujer”. “Satanás”. “la polla rica y grande de Edipo para su mamá, Tormenta” “infierno”……..

De repente su madre se levantó de la cama y se arrodilló. Su lengua era azul y lamía los músculos de su abdomen, mientras sus manos, cuyos dedos terminaban en largas uñas del color que lo inundaba todo, pajeaban despacio su enorme polla. Luego se la metió en la boca, todo era azul menos su polla y la piel de su madre, la cual aguantaba que el capullo llegara hasta su campanilla sin arcadas.

Apenas empezó a disfrutar cuando ella le miró. El susto lo echó hacia atrás de un salto. No era su cara, era el diablo. Satanás le miraba desde las profundidades del azul con los ojos ensangrentados.

“mamá te cabalga con ternura y dulzura, pero sabes que mamá es una mujer que necesita caña. Tú me azotas y me agarras para penetrarme fuerte desde abajo”. “puto cabrón, príncipe del más allá”.

Ahora la diosa se puso a cuatro patas para que la follara desde atrás. Deslizó la bata azul hacia arriba para poderla agarrar, liberándose una alargada cola roja que lo agarró por las prietas nalgas y lo empujó hacia ella. No podía hacer otra cosa que follar el coño de aquel extraño ser parecido a su madre, mientras veía como la luz azul bailaba al compás de la follada y a ella le salían pequeños cuernos rojos a través de la peluca.

Se aseguró que el final fuera lo más satisfactorio para su hijo, dejando que se corriera por todo su cuerpo, y lamiendo después hasta la última gota de leche mientras él la miraba. Entonces recordó el final, hacerle beber algo de su sangre. Estaba preparada para ello.

Cogió un alfiler que había colocado en su camisón y se pinchó varias veces en la yema del dedo índice de la mano izquierda. Luego apretó hasta conseguir que todo el dedo se llenase de sangre. Una vez había bastante, lo deslizó por los labios de su hijo, introduciéndolo hasta que notó como su lengua lo chupaba. Miró abajo mientras le chupaba el dedo y notó como una enorme erección levantaba las sábanas. Se excitó más de lo que hubiera deseado. retiró el dedo y se fue corriendo a su habitación para refregar el coño contra su almohada, esperando ansiosa que el cabrón de su hijo fuera a follarla.

De repente volvió a ser su madre, sin rastro del diablo. Pero su cuerpo era todo azul, cada rincón de su piel. Sintió como una enorme eyaculación le sobrevenía pero no era más que sangre. Su polla escupió sangre por todo el cuerpo de su madre, la cual acabó impregnada por completo. De repente todo el azul fue rojo, las sábanas, la luz, las paredes, el cabello. Toda la piel de Tormenta estaba llena de sangre y él empezó a lamerla, los pies, piernas, vientre, brazos, buscando quitar la sangre y ver de nuevo el erótico azul. Pero ella se desvaneció, fue en su búsqueda y no la encontró en ningún lugar de la casa. Cuando entró en uno de los baños notó algo raro en el espejo, al encender la luz gritó. Su reflejo no era más que el de una especie de bestia, con sangre en la boca y carne humana entre los dientes, ojos enrojecidos y furiosos. Comenzó a gritar, y a gritar, y a gritar.

Despertó.

O eso es lo que él pensaba.

Aquel sueño formaba parte de los que venía teniendo últimamente, pero ahorahabía sido más raro que de costumbre. Sintió alivio de estar despierto. No obstante notó que sufría una erección anormalmente grande. Notó un regusto metálico en su boca, se tocó y miró, había sangre. Se debía haber mordido durante el sueño, pero no le parecía tener ninguna herida. Suspiró y se levantó. No sabía por qué se había levantado, sintió un poco de mareo. Después se dirigió desnudo hacia la habitación de su madre, andando con una torpeza que no podía enmendar.

Tormenta escuchó los gritos, pero cuando se levantó para ver si realmente necesitaba ayuda, éstos cesaron. Se quedó de pié y completamente inmóvil, al lado de la puerta de su dormitorio, agudizando el oído. La casa estaba en completo silencio. Temió lo peor hasta que escucho los pasos de pies desnudos, aproximándose lentamente desde la otra ala de la mansión.

Sintió una mezcla de miedo y deseo, en parte arrepentida por haber llevado todo al límite, en parte excitada y deseosa de que aquel macho la tomara.

Se apresuró a la cama y Se tumbó de lado, mirando hacia la entrada de la habitación. Colocando el pelo de forma que pudiera mirar sin que le viese los ojos. Subió deliberadamente el camisón de forma que se vieran las piernas hasta el nacimiento de las nalgas, para que pudiera ver las braguitas medio metidas en el trasero. Notó como los pasos se detuvieron justo tras la puerta. Se concentró en no moverse y mirar mínimamente, para hacerse la dormida. La puerta chirrió al ser abierta despacio.

Había llegado el momento de la verdad.

 

Relato erótico: ¿Te follarías a mi madre?: preguntó mi esposa (POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2

 
Que tu mujer te haga esa pregunta es al menos extraño por no decir rarísimo y más aún cuando la relación con su progenitora es casi Sin-t-C3-ADtulo40inexistente.  Desde que nos casamos solo había coincidido con esa bruja un par de ocasiones y siempre por alguna causa mayor: La primera fue en el funeral de su marido y la segunda en el bautizo de una sobrina.  
El resto del tiempo, mi suegra era un ser inexistente que hacía su vida al margen nuestro. Profundamente ególatra, creía que todos le debían rendir pleitesía y como sus dos hijas, asqueadas quizás por la forma en que las educó,  se negaban a reírle sus gracias, había decidido dejarlas a un lado y seguir con su vida.
En los tres años que llevaba viuda, había tenido media docena de “novios”: si es que se le puede llamar así a los parásitos que remolinaban a su alrededor. Decidida a no envejecer, a mi suegra le gustaba pasearse con hombres mucho menores que ella y cuando alguna de sus hijas le echaba en cara ese comportamiento, la jodida viuda siempre contestaba:
-Son buenos en la cama.
Siempre supuse que esa contestación era una forma de autodefensa pero la vida me demostró que estaba equivocado:
“¡Mi suegra andaba con jóvenes para que se la follaran!”
Os preguntareis como llegué a esa conclusión:
Muy fácil, ¡Yo fui uno de los que se la tiró!.
La discusión
Aunque nunca en mi vida me había sentido atraído por Teresa, tengo que reconocer que mi suegra es una cincuentona de buen ver. Dotada por la naturaleza de unas buenas tetas y un buen culo, esa zorra se había preocupado de hacer ejercicio para que la gravedad y los años no hicieran estragos en su anatomía. Todas las mañanas, invierte un par de horas en el gimnasio, para al terminar salir a correr por el retiro. Tanto deporte, ha conseguido que su cuerpo no parezca el de una mujer de cinco décadas sino el de una hembra de al menos veinte años menos.
Más de una vez, algún amigo me ha dicho mientras le daba un repaso con la vista:
-Está buena tu suegra. Yo le echaba un buen polvo.
Y siempre le había animado a intentarlo, diciendo:
-Me harías un favor si te la follaras.
Desgraciadamente, ninguno me hizo caso y creyendo que era una señora,  había pasado de echarle los tejos. La realidad es que la madre de mi mujer era, es y será siempre una zorra. Le gusta que le den caña una cosa fina y está siempre dispuesta a meterse en la cama con un desconocido con el pretexto de que es viuda y que no responde ante nadie.
Pero volviendo a cómo llegué yo a ser uno de sus amantes y que encima fuera mi mujer quien me lo pidiera es otra historia. Todo empezó el día en que María, su hija, le pidió ayuda. La crisis había provocado que nos hubiésemos quedado sin trabajo y al no ser capaces de llegar a fin de mes,  mi esposa pensó que su madre nos ayudaría.
¡Qué equivocada estaba! No solo se negó a ayudarnos sino que le echó en cara el haberse casado con un vago como yo. Al escucharla, mi mujer totalmente fuera de sí le contestó que podría ser un inútil pero que al menos la dejaba satisfecha en la cama y no como los eunucos con los que mi suegra solía rodearse.
El insulto hizo mella en la cincuentona y cabreada hasta la medula, le soltó:
-¡Eso habría que verlo!. Tu marido sería incapaz de satisfacer a una mujer como yo.
Ya metida en faena y sin prever hasta donde llegaría esa discusión, mi esposa la miró sonriendo y le respondió:
-No solo es capaz de complacerme a mí. Si yo se lo pidiera, te haría gozar como la puta que eres.
Fue entonces cuando su madre la contestó con otro órdago, diciendo:
-Ya que estás tan segura de que es tan macho. Si deseas mi ayuda, el imbécil de tu marido deberá hacerme disfrutar con anterioridad.
Alucinada, mi mujer se la quedó mirando sin saber que decir.  La zorra de mi suegra creyendo que había vencido, soltó una carcajada mientras disfrutaba de su victoria. El menosprecio fue tan brutal que sin recapacitar en sus palabras, hizo que le contestara:
-¡Está bien!. Si para ayudarnos, exiges Manuel te folle, solo dime cuando quieres que venga y te lo haga.
Como dos gallos de pelea enzarzados en la arena, ninguna de las dos mujeres dio su brazo a torcer y por eso tras pensarlo durante unos segundos, su madre le respondió:
-El viernes en mi casa, a la hora de cenar.
No quedándose callada, mi esposa le contestó:
-¡Allí estará!
María, una vez fuera de la casa de su madre y sin la adrenalina  de la discusión, llegó a casa destrozada y me contó lo ocurrido.  Al irme explicando lo que pasó, mi mujer se volvió a enfadar y por eso al terminar, me preguntó:
-¿Qué te parece?
Como era su madre, no le respondí lo que realmente pensaba de esa zorra y tratando de no entrometerme en una pelea familiar, le solté:
-Ni se lo tomes en cuanta. Tu vieja estaba picándote.
Mis palabras lejos de calmarla, la encabronaron aún más y con los ojos impregnados de odio, me preguntó:
-¿Te follarías a mi madre?
-Si tú me lo pides, ¡Sí!
Siguiente viernes en casa de mi suegra.
Una vez me había sacado la promesa de que me tiraría a mi suegra, mi mujer se comportó como un hembra en celo y durante toda la noche no hicimos otra cosa que follar. Os reconozco que esa mañana cuando me levanté, pensaba que con la luz del día María se olvidaría de esa locura y por eso no volví a hacer mención alguna sobre el tema.
Curiosamente, mi esposa no lo volvió a tocar hasta ese viernes. Acababa de llegar a casa cuando me dijo que me tenía que dar prisa.
-¿Para qué?- pregunté.
-Has quedado con mi madre- contestó y al ver mi cara de alucine, me besó en los labios y entornando sus ojos, me soltó: -Necesitamos ese dinero.
Sin llegarme a creer que me estaba pidiendo que me tirara a su vieja, me vestí y antes de salir, insistí:
-En serio, ¿Quieres que me tire a tu madre?
Recalcando sus intenciones, contestó:
-Hasta por las orejas. ¡Qué se entere lo que es un hombre!
No pudiendo negarme y no solo porque nos urgía la pasta sino porque lo reconociera o no, me daba morbo el follarme a su vieja, salí rumbo a donde vivía esa mujer. Al llegar a casa de mi suegra, esta me recibió vestida con un conjunto de raso negro que lejos de esconder sus curvas, no hacía otra cosa que magnificar la  rotundidad de sus formas. Nada más abrir la puerta y con su mala leche habitual, me soltó:
-¿A qué vienes?

 Su suficiencia me caló hondo y dotando a mi voz de todo el desprecio que pude, le contesté:

-A follarme a la puta de mi suegra.
Indignada por mi respuesta, me abofeteó con fuerza. El dolor provocado por su ruda caricia sumado a mi propia rabia hicieron que cogiéndola del brazo se lo retorciera y dándole la vuelta la empujara contra el sofá.
-¿Qué vas a hacer?- me preguntó ya no tan segura.
Viendo que no se esperaba una reacción como la mía, la cogí del pelo y bajando su cabeza a la altura de mi entrepierna, contesté:
-Yo nada, pero tú ¡Vas a comerte mi polla!
Y antes de que pudiera reaccionar, me bajé la bragueta y sacando mi pene de su encierro, lo puse a su disposición. Sorprendida, no pudo negarse a obedecer y tras obligarla a arrodillarse ante mí, abrió su boca  engullendo toda mi extensión.
-Así me gusta, zorra- grité mientras me terminaba  de quitar el pantalón.
Tener a la madre de mi mujer arrodillada ante mí mientras me hacía una mamada era algo sumamente excitante pero más aún que lo estuviera haciendo a regañadientes. Reconozco que me encantó verla descompuesta mientras sus manos me bajaban la bragueta y más aún cuando esos labios acostumbrados mandar, se tuvieron que rebajar y abrirse para recibir en el interior de su boca el pene erecto del vago de su yerno.
-Así me gusta, ¡Perra!. ¡Métela hasta dentro!-
Tremendamente asustada y con su piel erizada cual gallina, mi pobre suegra se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta. Sin quejarse empezó a meter y sacar mi extensión mientras gruesos lagrimones recorrían sus mejillas. Tratando de reforzar mi dominio pero sobre todo su humillación, le ordené que se masturbara al hacerlo. Sumisamente, observé como esa zorra madura separaba sus rodillas y llevando una de sus manos a su entrepierna, se empezaba a tocar.
-Mi querido suegro siempre se vanagloriaba de la putita con la que se casó pero nunca le creí hasta ahora – le solté para seguir rebajando su autoestima y cogiendo su cabeza entre mis manos, la forcé.
Disfrutando de su miedo, usé su boca como si de su sexo se tratara y metiendo y sacando mi miembro de su interior, empecé a follármela. Mi suegra habituada a llevar la voz cantante, colaboró conmigo y abriendo su garganta de par en par, permitió que hundiera mi extensión en su interior sin importarle que al hacerlo, mi glande rozara su campanilla y temiendo contrariarme, se abstuvo de vomitar al sentir las arcadas. Su completa sumisión, me terminó de calentar y derramando mi simiente en su boca, me corrí gritándole:
-¡Trágate todo!
La madre de mi esposa, obedeciendo, no solo se bebió toda mi corrida sino que cuando mi pene ya no escupía más, se dedicó a limpiarlo con la lengua. Viendo su entrega, la obligué a ponerse a cuatro patas en la cama y entonces, mientras le quitaba las bragas,  le pregunté si alguno de sus amantes la había follado por el culo. Totalmente avergonzada, me contesto no. Su respuesta me satisfizo y separándole las dos nalgas, disfruté por primera vez del rosado ojete que escondían.
Pasando mis dedos por su sexo, recogí parte del flujo que anegaba su cueva y untando su esfínter, metí uno de ellos en su interior mientras le decía:
-Eres una guarra, ¡Tienes los pezones duros como piedras!- y recalcando mis palabras, pellizqué sus aureolas.
Mi suegra gimió al sentir mi caricia y acomodándose sobre el sofá, permitió que mi glande jugueteara con su entrada trasera, diciéndome:
-Fóllate a la puta de tu suegra.
Si de por sí estaba excitado por la facilidad con la que se estaba desarrollando los acontecimientos, oírla reconocerme que era una fulana, me terminó de calentar y casi gritando le dije que se empezara a masturbar. No tuve que repetir mi orden, Teresa apoyando su cabeza en uno de los brazos del sillón, llevó su mano a su sexo y recogiendo entre sus dedos su clítoris, lo empezó a toquetear mientras no paraba de gemir diciendo:
-Fóllame, ¡No aguanto más!
Su sumisión me dio alas y presionando con mi pene su esfínter, conseguí romper su resistencia mientras mi querida suegra pegaba un alarido de dolor. Obviando su sufrimiento, empecé a sacar y meter mi miembro en su interior. Los chillidos de la madre de mi mujer fueron in crescendo hasta que desplomada sobre el sofá, se quedó callada temblando al sentir que el dolor se iba transformado en placer. Alternando mis incursiones con insultos, la fui llevando a un estado de calentura tal que olvidándose que el hombre que le estaba rompiendo el culo era su yerno, esa cerda me chilló:
-No pares, ¡Cabrón!
Aunque no lo dijera, sabía que esa madura estaba al borde del orgasmo y previendo lo inevitable, forcé su ano hasta el límite con una profunda penetración. Teresa se corrió al sentir mis huevos rebotando contra su sexo mientras mi extensión desaparecía una y otra vez en sus intestinos.  Solté una carcajada al escuchar su clímax y dándole un fuerte azote en su culo, le pregunté:
-¿Dónde quieres que me corra? En tu culo o en tu boca.
Elevando su voz, gritó contestando:
-¡En mi culo!
Como era allí donde deseaba hacerlo, de un solo empujón le clavé mi extensión hasta el fondo mientras la informaba:
-Te haré caso pero luego me tendrás que limpiar el pene con tu lengua.
-Ahh- gritó al sentir su intestino completamente relleno.
Al hacerlo llevé mi mano hasta su coño para descubrir que esa zorra estaba empapada y por eso sin dejar que se acostumbrase, imprimí a mis incursiones de una velocidad endiablada.
-¡Dios!- gritó al pensar que la partía en dos.
Sin darle tiempo a reaccionar, cogí entre mis dedos sus pezones y presionándolos, ordené a mi suegra que se moviera. Para el aquel entonces, Teresa estaba totalmente dominada por la pasión y retorciéndose entre mis piernas me rogó que la siguiera haciendo mía. Recordando el modo en que esa zorra trataba a su hija, reinicié las nalgadas mientras no cejaba en forzar su trasero con mi verga.
-Sí- gritó con sus últimas fuerzas antes de caer agotada.
Su entrega era total y como todavía no me había corrido, la obligué a incorporarse y a colocarse nuevamente a cuatro patas. Mi suegra con lágrimas en los ojos, se dejó poner en esa posición aunque en su interior estaba ya saciada. Con el ojete tan dilatado como lo tenía, no me costó horadar por enésima vez esa hasta hace unos minutos virginal entrada. Curiosamente, mi nueva incursión no tardó en rendir sus frutos y comportándose como multiorgásmica, mi suegra berreó de placer al sentir que le clavaba mi extensión hasta la base.
-¡Que gusto!- aulló sin darse cuenta que estaba aceptando ser violada y como si fuera un hábito aprendido, empezó a moverse como una loca.
Olvidándose de que su cuerpo estaba soportando un castigo infernal, sus gemidos fueron aumentando su volumen mientras mi víctima sentía que su esfínter se había convertido en una extensión de su sexo. En un momento dado, Teresa aulló como si la estuviera matando al ser desbordada por el cúmulo de sensaciones que iba experimentando.
-¡Me corro!- chilló mientras convulsionaba.
Una vez había conseguido que esa zorra se corriese por tercera vez, me vi libre de buscar mi propio placer y cogiéndola de los pechos, esta vez fui yo quien aceleró sus sacudidas. Al acrecentar tanto el ritmo como la profundidad de mis incursiones, prolongué su clímax de forma tan brutal que con la cara desencajada, la madura me rogó que parara. 
-¡No aguanto más!-
Sus ruegos cayeron en el olvido y tirando de ella hacía mí, proseguí con mi mete-saca `particular sin importarme sus sentimientos. Con la moral por los suelos, la madre de mi esposa fue de un orgasmo a otro mientras su yerno seguía mancillando y destrozando su culo. Afortunadamente para ella, mi propia excitación hizo que explotara regando con mi semen sus adoloridos intestinos. Aun así seguí machacando su entrada trasera hasta que mi miembro dejó de rellenar su conducto y entonces y solo entonces, la liberé.
La pobre y agotada mujer cayó sobre el sofá como desmayada. Al verla postrada de ese modo, supe que había vengado a su hija y orgulloso de mi desempeño, me levanté al baño a limpiarme los restos de mi lujuria. Ya de vuelta a la habitación, mi suegra ni siquiera se había movido. Indefensa esperaba que en silencio. Nada más sentarme a su lado, le pregunté si su hija había exagerado cuando le dijo que era bueno follando.
Avergonzada, me reconoció que no y poniendo cara de puta, me preguntó:
-¿Cuánto dinero necesitáis al mes?
Sabiendo a que se refería, contesté:
-La letra de la hipoteca son mil euros.
Levantándose del sofá, me cogió de la mano y llevándome hasta su habitación, abrió un cajón, diciendo:
-Aquí tienes los dos primeros meses.
Al ver los billetes, solté una carcajada y mientras la tumbaba a mi lado, le pregunté:
-¿Cómo quieres que te lo paguemos?
Poniendo una sonrisa en sus labios, respondió mientras se agachaba a reanimar mi exhausto pene:
-¡Con más sexo!

 

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: “Alba y su suegro” (POR DULCEYMORBOSO)

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NUERA4Se miraron avergonzados y todavía exhaustos. Sus respiraciones estaban agitadas. El deseo y el morbo los había sin-tituloempujado a hacer aquello y nada volvería a ser igual. Tanto ella como él sabían que volvería a suceder…
Alba se levantó de la cama y recogió su camisón del suelo. Al salir de la habitación vio tirada en una esquina su braguita y se agachó. Jesús la miraba absorto. Aquella mujer era terriblemente bonita y sensual. Sus embarazos al contrario que muchas mujeres, le habían hecho ganar en belleza y sensualidad. Quien la viera le costaría creer que era madre de tres hijos y que hacía tan solo seis meses había tenido su último retoño. Al llegar a su cuarto vio a su hijo pequeño dormido plácidamente en la cuna. Alba se sentó en la cama y se quedó pensativa. No entendía cómo había sido capaz de hacer eso. Entre sus piernas sentía escurrirse la huella que aquel hombre había derramado en sus entrañas. Se estremeció al llevar su mano a la vagina y recoger con sus dedos semen de Jesús. Miró sus dedos llenos de semen y los llevó a su cara y lo olió. Se excitó al llevar los dedos a sus labios y comenzar a chuparlos lentamente. Los saboreaba como el más sabroso de los manjares. Se acurrucó en la cama sintiendo pequeñas contracciones en su vagina…Miró el reloj , eran las cinco. Había estado mucho tiempo en la cama con Jesús, debería ducharse antes de que llegara su marido….
Aún estaba despierta cuando llegó Ramiro. A pesar de haberse duchado hacía unos minutos, temía que su marido notara el olor de otro hombre en su cuerpo.. Ella se hizo la dormida cuando lo sintió meterse en la cama. En la oscuridad de la noche se quedó dormida pensando en sus hijos, en su marido. Una nueva contracción de su vagina la hizo avergonzarse.Jamás un hombre la había hecho alcanzar orgasmos tan fuertes. Odió por un instante a ese hombre que hacía una hora la estaba follando como nunca la habían follado. Odió a su suegro con toda el alma y sin embargo sentía que deseaba que llegara el momento de estar otra vez en sus manos.
Jesús se despertó a las ocho. Pensó en su nuera. Temía que se quedara dormida porque debía levantar a los niños para ir al colegio. Agudizó el oido para intentar escuchar algún sonido que llegara desde la cocina. El sonido del microondas lo tranquilizó, Alba estaría levantada. Una sensación de vergüenza alcanzó su cuerpo al pensar en cómo sería ese momento de verse cara a cara después de lo ocurrido esa noche.
La vió en la cocina sirviendo el desayuno a sus hijos. Estaba más hermosa que nunca. Alba se sonrojó al verlo entrar y darle los buenos días. Como cada mañana bromeó con los pequeños y estos se pusieron muy contentos al recibir la noticia de que su abuelo los llevaría al colegio.
Vuestra madre estará muy cansada y os llevo yo, vale? – Jesús le hizo un guiño de complicidad a su nuera.
Gracias Jesús – sus mejillas sonrojadas delataban que estaba recordando todo lo ocurrido.
Gracias a ti por todo Alba.
Jesús dejó a los niños en el colegio y decidió regresar a casa para ir a cambiarse y salir a hacer algo de footing. De camino a casa pensó en su nuera. A su cabeza volvieron las imágenes de su nuera sentada en el sofá a su lado. Siempre había pensado que esa mujer era una verdadera preciosidad. La conocía desde hacía muchos años. ¿Veinte? Se preguntaba. Calculó mentalmente, su hijo y ella tenían la misma edad, cumpliero 35 años el mismo mes. Un sentimiento de culpa a su vez de felicidad le hicieron sentirse extraño. Se sentía culpable de desear y haberse acostado con la mujer de su hijo, la madre de sus nietos y se sentía feliz porque nunca había imaginado que se acostaría con una mujer treinta años más joven que él y con esa belleza. Su sexo comenzó a cobrar vida cuando recordó el cuerpo desnudo de esa mujer. Esa joven era todo sensibilidad corporal…Nunca viera a una mujer tener orgasmos tan intensos. Recordó como aquella vagina eyaculaba mojándolo todo…El sonido estridente de un claxon lo devolvió a la realidad y pidiendo perdón al conductor del otro coche suspiró. Se dio cuenta de la erección que tenía con solo recordar…
Alba recogió las tazas del desayuno y las metió en el lavavajillas. Este estaba bastante lleno y decidió encenderlo. Pensó que mientras terminaba cambiaría las camas de los niños y de su suegro. Una sensación extraña recorrió su columna vertebral y fue a la habitación de Jesús. Al ver la cama se apoyó en la pared y todo volvió a su cabeza. Allí era donde había sido infiel a su marido, en esa cama había entregado su cuerpo a otro hombre. Un cosquilleo intenso se apoderó de su vagina. Se acordó de cómo aquel hombre la había hecho correrse varias veces. Se acercó a la cama y se ruborizó al ver aquella enorme mancha de humedad en la sabana. Nunca se había corrido de esa manera, era como si se hubiera orinado. Su cabeza viajó al momento que su mano rodeó el sexo de aquel hombre. Era grande, grueso y desprendía un deseo absoluto por ella. Alba vió el slip que llevaba Jesús por la noche. Su cabeza revivía momentos de la noche y se sentó en la cama. Acercó la mano a la prenda íntima de su suegro y al cogerlo un escalofrío atravesó su cuerpo. Su vagina se humedeció. Sentía miedo por todo lo que su cuerpo estaba sintiendo. Miró el slip y se dejó caer sobre la cama. Inconscientemente acercó la prenda a su cara y la olió. Respiró profundamente, deseaba sentir aquel olor recorrer su cuerpo por dentro. Mientras respiraba comenzó a llorar. Alba se había dado cuenta que amaba a su marido pero deseaba con locura a su suegro. Jesús desde esa noche era el dueño de su cuerpo , de su sexualidad y eso la asustaba…
El llanto de su bebé la devolvió a la realidad, vió el reloj, era la hora de darle el pecho. Se sentó en el sofa con el pequeño en brazos y liberó su pecho. Enseguida la boca del niño se agarró a su pezón y comenzó a mamar. Alba se dió cuenta que así había comenzado todo…
Veía la televisión cuando su bebé empezó a reclamar su alimento, ella por no perderse el final de la película se había dejado allí en el salón. Normalmente le daba el pecho en la habitación porque le daba mucha vergüenza que la viera su suegro. Pensó que Jesús estaba en la cocina y aún tardaría en ir al salón. A los cinco minutos de estar dando de mamar a su hijo, Jesús apareció por la puerta del salón. Los dos se quedaron paralizados sin saber que hacer. Su suegro iba a dar media vuelta cuando de su boca salieron esas palabras.
Quédese Jesús….
De verdad puedo quedarme? – su voz era entrecortada por la sensación de nervios y vergüenza
Si, es su nieto y también tiene derecho a verlo comer.
Jesús se sentó en silencio a su lado. Alba miraba la tele pero no era capaz de seguir la película, era la primera vez que un hombre veía como daba de mamar a su hijo. En realidad era la primera vez que otro hombre que no fuera su marido le veía el pecho desnudo. Desde muy jovencita Alba había tenido complejo y no por sus pechos sino por sus pezones. Estos eran más grandes de lo normal y le avergonzaba hacer topless en la playa.
Gracias por permitirme ver a mi nieto alimentarse Alba
De nada Jesús – Alba le hablaba sin mirarlo a la cara, sus mejillas estaban coloradas por la situación
Es muy hermoso ver a una madre dar de mamar a su hijo
Gracias….

La voz de Alba sonaba entrecortada. No podía creer lo que le estaba pasando. La succión de su bebé sobre el pezón y a su vez sentir que su suegro estaba mirando la hacía estar sintiendo un hormigueo intenso entre sus piernas. El bebé soltó el pezón y Jesús se quedó mirándolo totalmente hechizado. Ella no pudo evitar taparlo con la mano.
Que verguenza Jesús!!!
Te da vergüenza que miren tus pechos?
Si, muchísima. Solo su hijo me los vió – Alba puso al niño en el otro pecho y se cubrió el que acababa de ser mamado con una tela del niño
No haces topless?
Noooo….- el énfasis en la negación sorprendió a Jesús, ella se dió cuenta y se lo explicó- desde muy joven me dieron mucho complejo mis pezones.
Alba te aseguro que por lo poco que vi me parecieron preciosos, no deberías tener complejo
De verdad ?
Si
La complicidad de la situación y el que ella había sido capaz de contarle su problema llevó a Jesús a inclinarla poco a poco contra su pecho.
Estate cómoda Alba, gracias por sincerarte conmigo
Usted me hace sentir cómoda Jesús, gracias
Gracias a ti por permitirme ser el primero en verlos
Ellos se sienten como atrapados en una cárcel.
Los comprendo Alba – Jesús veía la fina tela que cubría el pecho, en la tela se dibujaba perfectamente el pezón – deberías liberarlos…
Me da tanta vergüenza Jesús…
Hazlo Alba…me gustaría mucho verlos libres de esa cárcel que es tu complejo
De verdad desea verlo? – Alba miró hacia la tela y se notaba totalmente el pezón erecto e hinchado
Me harías feliz Alba
Mírelo Jesús – Alba deslizó la tela que cubría su pecho y liberó su pezón ante los ojos de su suegro. Un pequeño gemido liberador escapó de su garganta.
Es precioso …
Le gusta?
Mucho … Nunca viera un pezón tan hermoso
Alba entre la succión de su bebé en un pecho y sentir la mirada de Jesús en su otro pezón, notaba entre sus piernas la humedad del deseo. El pezón que miraba Jesús goteaba leche y Alba limpiaba con una toallita húmeda. Su suegro le quitó la toallita de la mano y Alba se estremeció al sentir que se lo limpiaba con delicadeza. Al terminar de limpiarlo sintió como Jesús rodeaba el pezón con la toalla y sus dedos lo estiraban despacio. Alba gimió excitada.
Liberaré tus pezones ….
Si, por favor, libéralos de su cárcel

Jesús lo estiró un poco más. Nunca había visto unos pezones tan grandes y bellos….
El bebé terminó de comer y soltó el pezón. Ante Jesús apareció hermoso, grande, gordo.Acercó su mano y lo limpió con la toalla húmeda. Con un gesto Alba le hizo entender a su suegro que tenía que hacer eructar al niño y dormirlo.
Te espero aquí Alba

Ella salió del salón con el pequeño en brazos y desapareció por el pasillo. Pensaba que debía parar aquella locura y no volver al salón. Acostó al niño. Miró su cama y vió la luz del salón iluminar el pasillo. Jesús la esperaba en el salón. Si salía por la puerta sabía lo que iba a pasar. Se asustó. Vió la foto de su marido sobre la mesita de noche. Se miró reflejada en el espejo del armario. El camisón no lograba disimular sus pezones hinchados. En su cabeza volvió a sonar la voz de su suegro diciéndole que él liberaría sus pezones de esa cárcel. Se tumbó en su cama, deseaba ir pero era una locura. Había pasado media hora y se levantó. En esos momentos ella no era dueña de sus acciones, su cuerpo le reclamaba que fuera a junto de ese hombre. Al abrir la puerta de su habitación vió que la luz del salón estaba apagada. Sintió miedo, un miedo diferente al que sentía antes. Se dió cuenta que tenía miedo de no poder dar a sus pezones la oportunidad de que alguien los liberara.
Nerviosa se acercó a la puerta de la habitación de su suegro….

 

Relato erótico: “La gemela 2” (POR JAVIET)

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UNA EMBARAZADA2Hola amigos, ante todo gracias por la cantidad de lecturas del primer relato de esta serie, además debo agradeceros los sin-tituloamables comentarios recibidos y darle una continuación como ha sugerido gor, ¡va por vosotros¡

Voy a presentaros a Pili, la autentica causa del ¿problema? Más bien el “Don” que poseen Laura y Lola, las gemelas telepatas. Ella es su madre y tiene 49 años, es alta y pesa unos 60 kilos, se conserva bien de forma física y su cuerpo está bastante bien, pechos y caderas amplios, cintura firme y bonita, un culete bien puesto, es morena atractiva y con una larga melena, no son pocos los que se paran a mirarla cuando pasa admirando sus rotundas curvas.

Ella nació y se crió en una pequeña ciudad de provincias, era desde joven una ferviente lectora de revistas como “Año cero” ó “Mas allá” ferviente admiradora del doctor Jiménez del oso y actualmente de “cuarto milenio” le interesaban los temas de ciencias ocultas y ovnis, así como la parapsicología y los viajes astrales, a los veintipocos años llegó a la capital para seguir sus estudios; estando en la universidad leyó un anuncio buscando voluntarios para un experimento de telepatía y se presentó junto con varios estudiantes mas.

El grupo de voluntarios pasaron varias pruebas, con ellas se procedió a eliminar a los que no tenían el potencial necesario, unos días después solo quedaban tres, ella y otra chica además de un joven pelirrojo, con posibilidades reales de éxito, el equipo médico se volcó en ellos y les hizo un poco de todo, desde inyecciones a electrocardiogramas, se pasaban horas con electrodos en la cabeza, los doctores les insistían en que se comunicaran entre sí sin hablar, pero … nada de nada, después de tres meses de pruebas y varios tipos de drogas e inyecciones, el experimento se dio por finalizado y catalogado de fracaso.

Durante el resto de su época de universidad y mientras estudiaba derecho, la controlaron regularmente pues las drogas inyectadas eran experimentales, pero no se la presentaron problemas ni efectos secundarios, finalmente acabó sus estudios y volvió a su pequeña ciudad, pera trabajar en el despacho de su papa con su flamante titulo de abogada.

Jesús su novio de toda la vida la esperaba ansioso, era moreno, delgado y fuerte pues trabajaba de mecánico en un concesionario de coches, reanudaron su relación y al poco tiempo se casaron. En general la vida les fue bien, aunque él se quejaba de que ella era algo fría en la cama, Pili tenía 26 años cuando se quedó embarazada, de aquel parto nacieron nuestras gemelas.

La niñez y la juventud de las niñas fue estupenda, eran buenísimas en todo y buenas estudiantes, Pilar y Jesús se volvieron la típica pareja de padres que vivían bien y empezaban a engordar sin preocupaciones graves, pero las chicas llegaron a los 14 años y la pubertad irrumpió en sus vidas, ocurrieron cambios en sus cuerpos y sus mentes, las niñas descubrieron de repente el sexo y todo cambió.

Sus primeros toqueteos y exploraciones se desarrollaban en sus camitas, cuando una empezaba a tocarse, el gustito era percibido por su hermana, que no tardaba en imitarla y compartir el placer. En pocos días una de ellas pasó a la cama de la otra y comenzó una época llena de exploraciones mutuas, se besaban acariciándose temblando de placer, probaban juegos y posturas nuevas para ellas entre gemidos y sus primeros orgasmos.

Cuando eso ocurría, Pili en su cama se sentía repentinamente excitada, naturalmente ella no sabía el motivo pero disfrutaba del resultado, se volvía hacia Jesús y le acariciaba mientras decía:

-Chus cielo, hazme unos mimitos anda, mira como estoy.

-Pero Pili, estoy cansado ¡déjame dormir.

-No seas malo Chus, dame tu palo ya verás…

Pili no era tonta y sabia lo que hacer, mientras le metía la lengua en la oreja bajaba sus manos hasta su miembro por debajo del pantalón del pijama, en breve el miembro de Jesús alcanzaba su erección y ella subía sobre el clavándoselo en el chochete, cabalgándolo como una amazona frenética y engulléndolo en su vagina untuosa, hasta que se corría en su interior llenándola de esperma hasta la matriz.

Este tipo de situación se repetía muy a menudo según las niñas experimentaban en sus camas, no tardó mucho Pili en darse cuenta de lo que pasaba, pues cuando Jesús salía al trabajo y llevaba a las niñas al colegio ella hacia las camas, entonces se dio cuenta de que las manchas de flujo en las camas de las niñas coincidían con sus días de calentura repentina, entonces lo entendió todo, recibía en su mente el placer de las niñas.

“Pero qué tontería” pensó para sí misma, recapacitó durante mucho tiempo recordando su juventud y el experimento en que participo, no se lo había contado a casi nadie, pero desecho sus temores y volvió a su problema sin encontrarle respuesta, pero los hechos aunque casuales la molestaban pues se sentía sucia y decidió que no haría caso a sus sensaciones sin antes comprobarlas.

Dos noches después se noto caliente de nuevo, Jesús estaba dormido y la casa en silencio, se sintió los pezones erectos y el chochete mojado, resistió la primera idea que le vino que no era otra que hacerse una paja, intento dormirse pero la sensación en su vagina aumento de intensidad, notaba el clítoris rozándole contra la braguita y esta como una bayeta empapada entre sus piernas, se levantó de la cama y se puso las zapatillas saliendo de la habitación hacia la de las niñas.

Entreabrió la puerta y las vio, estaban haciendo un 69 Lola arriba chupaba vorazmente el coñito de Laura que la devolvía la mamada como buenamente podía, sus cuerpos delgados y claros resaltaban contra las sabanas azules con dibujos, los gemidos de las chicas y el sonido de los lametazos que se propinaban parecían restallar en el pequeño cuarto, sus cuerpos se estremecían y arqueaban por el placer que experimentaban.

Pili se apoyó en el marco de la puerta pues la sensación de cachondez aumento de golpe y mientras se apretaba los pezones con la zurda llevó la mano derecha a su braguita empapada, presiono sobre ella con los dedos notando como sus labios vaginales se entreabrían y el tejido entraba en ella empujado por sus dedos, en la cama las chicas alcanzaban el orgasmo, Lola fue la primera en correrse en la boca de Laura, la temblaron las piernas y se estremeció de gusto mientras su hermana no dejaba de lamerla mientras gozaba, Pili aparto a un lado su braguita y se metió dos dedos de golpe agitándolos velozmente dentro y fuera de sí, se rozaba los pechos contra el quicio de la puerta sin dejar de tironearse de los pezones y no dejando de contemplar la escena que se desarrollaba en la cama de las chicas.

Estas seguían en la misma postura y parecían más activas que antes, Laura aparto un momento la boca del coñito de su hermana para decir entre maullidos de placer:

-Asiii Loliii me corroooo, me vieeene el guuustitooooo.

Al oír esto Pili metió dos dedos más en su chochete, dejando solo fuera el pulgar y acelero su paja sin dejar de mirar a las chicas, el cuerpo de Laura pareció botar en la cama mientras se corría entre grititos que proclamaban su placer, mientras la voraz Lola no dejaba de chuparla con su boca bien adherida como una ventosa al coñito de su hermana.

En la puerta, Pili alcanzo su propio orgasmo que resulto tan demoledor que la hizo caer de rodillas entre gemidos, el flujo resbalaba por sus muslos y la había mojado hasta la muñeca, había sido un orgasmo fortísimo y tan intenso que todo su cuerpo temblaba y vibraba de placer.

Curiosamente observo que las chicas parecían haberse reactivado, en lugar de detenerse y relajarse continuaban haciendo el 69 al parecer con más ganas que antes, vio como Laura abría el chochito de Lola y la mordisqueaba ansiosamente el clítoris aun pequeño pero al parecer bastante activo, pues su dueña prácticamente rugía de gusto, mientras intentaba hacer lo mismo con su hermana, al parecer con un resultado igual de bueno.

Pili caída de rodillas en la puerta, se sentía tan caliente como al principio, cerró los ojos y se concentro como hacía años la enseñaron a hacerlo, entonces las vio nítidamente en su cabeza, tan nítidas como si estuviera con los ojos abiertos, su mano se volvió a mover dentro de ella como si tuviera vida propia dándose gusto, se concentro en Laura y vio un primer plano del coñito de Lola, lo veía como debería de verlo ella misma a centímetros de sus ojos, Pili llevo la mano izquierda atrás y de un tirón rompió un tirante de su braguita, se acaricio las nalgas con aquella mano mientras con los ojos cerrados sacaba la lengua.

Pili creía estar lamiendo y mordisqueando el clítoris de Lola, la sensación en su mente era la misma que tenía Laura en primera persona mientras comía el coñito a su hermana, el olor a sexo, el sabor del flujo e incluso el tacto y la humedad parecerían reales en la caliente mente de Pili, sus manos se movían más rápido, con cuatro dedos de la diestra se penetraba el chochete empapado y los agitaba dentro, dos dedos de la mano zurda se empaparon de flujo y comenzaron a insinuarse apretando y entraron en su ano venciendo la resistencia del esfínter, sus pechos se rozaban contra el rugoso gotelé de la pared y la madera del marco.

Mientras disfrutaba, Pili se movía sobre sus dedos, la entrada de estos en su ano la hizo un poco de daño y aprovechando el ramalazo de dolor cambio la concentración de Laura a Lola, vio ante sus ojos el ano de Laura y sintió contra su boca el coñito, notó como la boca se movía y los dientes tironeaban de los labios vaginales, los mordisqueaban y luego hacían lo mismo en el botoncito del clítoris, sentía la boca llena de flujo de Laura, mientras experimentaba en su mente en primera persona como las chicas se comían el coño, saltaba sobre sus manos y dedos, se sentía doblemente penetrada y el gustazo que sentía no era comparable a nada que hubiera sentido jamás, sabía que no podía parar de disfrutar hasta correrse.

Fue cambiando su concentración de Laura a Lola mientras se comían los coñitos, incluso variaba el ritmo y la velocidad en su mente las corregía un poco, cosa que hacían las chicas también sin ser conscientes de ello, pero el placer que sentían todas era demasiado intenso y no tardaron en alcanzar el final esperado, Pili se corrió moviendo vigorosamente los dedos en su interior, sodomizada por sus dedos índice y medio de la mano zurda, al mismo tiempo que con cuatro dedos de la derecha en su interior y el pulgar sobre el clítoris, se agito y encorvó, su cuerpo temblaba mientras descargaba una corrida inmensa entre grititos y gemidos soltando una gran cantidad de fluidos que chorrearon entre sus dedos formando un pequeño charco en el suelo, mientras ella caía semiinconsciente hacia atrás percibió nítidamente el orgasmo de las chicas Laura y Lola que se empapaban las bocas la una a la otra en una espectacular corrida simultanea.

Al día siguiente ella recapacitó sobre lo ocurrido, las chicas no sabían que había pasado y ella no se lo diría por lo menos en un tiempo, ella percibía lo que ellas hacían y suponía que la una a la otra también se “detectarían” pero que harían de aquí en adelante…

La respuesta llegó mucho mas tarde, el tiempo fue pasando y el apetito sexual de las tres hembras aumento exponencialmente, cuando una se excitaba era percibido por las otras que asimismo se calentaban bastante, ni que decir tiene que durante un tiempo las gemelas fueron las chicas más populares de la clase, sobre todo entre los chicos… (Ya me entendéis)

Por su parte Pili y Jesús parecían en celo permanente, adelgazaron y se pusieron en una forma física que nunca habían tenido, su frecuencia sexual había pasado a niveles extraordinarios y nunca pasaron más de dos días sin alguna variante de sexo, incluido el anal y el oral a los que ella siempre se había mostrado reticente, en esa época caminaban abrazados por la calle y todos los vecinos afirmaban que se les veía muy felices.

A veces Pili sentía durante su trabajo en el despacho la excitación, era señal de que sus hijas estaban haciendo algo en el instituto, en esos casos algún compañero de trabajo ó cliente fue el feliz receptor de sus atenciones, otras veces era ella la que se introducía en la mente de ellas pera que se follaran a alguien, hace un año la situación se desmadro bastante por un posible embarazo de una de las chicas, que fue felizmente solucionado y aprovecharon una oportunidad de trabajo para salir de su pequeña ciudad para ir a vivir a la capital, al llegar aquí Pili dijo a sus hijas que se moderaran con sus ligues e intentaran buscar un novio fijo, lo que surgiese debería ser en la intimidad del hogar o como mucho en familia.

Lola fue la primera en buscarse trabajo y novio, Laura tenia trabajo y seguía estudiando, pero como hemos visto en el episodio anterior ha conocido a Paco, ¿Qué ocurrirá con ellos?

CONTINUARA…

Bueno, espero que nadie me acuse de pedofilia, nada más lejos ni de mi intención ni de mis preferencias intimas, solo he intentado describir a dos chicas experimentando, recomiendo que hagáis como yo e imaginéis que las chicas tienen los 18 cumplidos… ¿vale?

En caso contrario y según la ley sois unos guarros y estáis enfermos. Si además os habéis excitado leyendo esta historia, iros urgentemente a una comisaría y auto-denunciaros. En cualquier caso ¡sed felices!

 

Relato erótico: “Leia entre asteroides.” (POR ALEX BLAME)

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herederas3Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…

Sin títuloLEIA ENTRE ASTEROIDES

Ayudados por el caballero Jedi Obi Wan Kenobi. Han Solo, Chewbacca y Luke Skywalker logran rescatar a la princesa Leia Organa de las garras de Darth Vader.

Durante la operación, Darth Vader logra derrotar a Obi Wan, que desaparece antes de que el lacayo del Emperador consiga darle la estocada final.

El pequeño grupo rebelde huye en un viejo carguero corelliano aprovechando que el rayo tractor de la estrella de la muerte está temporalmente inutilizado, perseguidos muy de cerca por varios Tie Fighter imperiales…

Mierda de Rancor. Estaba totalmente jodida. Huía en un montón de chatarra de los cazas imperiales en compañía de un zumbado que se creía un caballero Jedi, el contrabandista más cotroso y poco confiable de toda la galaxia y un enorme y peludo Wookiee.

Un nuevo impacto en la cola hizo temblar aquella lata interespacial haciéndola temerse lo peor.

—Princesa, apártese y no moleste demasiado. —dijo Han Solo dirigiéndose a uno de los turboláser mientras indicaba a Luke Skywalker que ocupase el otro.

—De eso nada, —replicó Leía dando un empujón a aquel chico medio tonto— Tu eres piloto, vete a la cabina y sácanos de aquí. Yo necesito matar a alguien.

La sesión de sexo con su padre y la destrucción del planeta Alderaan la habían puesto de un pésimo humor. Tenía ganas de matar a alguien. Habían logrado escapar por los pelos de las garras de Darth Vader, pero cada vez estaba más convencida de que albergaba una nueva vida en su seno. Llevaba la semilla de su padre en sus entrañas.

Se sentía perdida. Como princesa no podía presentarse ante la causa rebelde como la mujer que llevaba la semilla del mal en su cuerpo. Pero no pensaba renunciar a su hijo así que tenía que conseguir un padre para él antes de que su embarazo se hiciese patente. Y la perspectiva no era muy halagüeña. Si sobrevivían lo suficiente para no ser desintegrados, tendría que elegir entre un yogurín con ínfulas y un gilipollas al que media galaxia quería ver muerto. El único que parecía tener algo de sesera era Chewbacca, lástima que los Wookiees estuviesen totalmente descartados.

—Espero que tengas tanta puntería como mal genio, princesa. Necesitamos quitarnos a esos hijos de puta de encima. —dijo Solo sentándose y activando el armamento.

El láser era un viejo modelo KTTO de doble tubo y mira GH. Lo activó y se puso los auriculares para poder escuchar al otro artillero. Antes de que estuviese en posición, dos Tie Fighters pasaron aullando peligrosamente cerca mientras dejaban un nuevo rastro de explosiones en el maltrecho escudo de energía de la nave.

—Ya puedes darte prisa encanto si no quieres que acabemos como pedacitos de escoria estelar. —oyó decir a Han en el auricular.

—¿Por qué no te callas y disparas a esos dos que se te acercan por la izquierda?

—¡Mierda! Se me han escapado y vuelven a la carga por tu lado. Dales duro, cielo.

—Como vuelvas a llamarme cielo, babosa de azufre, te arranco la cabeza. —dijo Leia dejándose llevar por la intuición y apretando el gatillo.

El doble cañón laser escupió una ráfaga que acertó a uno de los cazas imperiales en pleno centro. La explosión fue tan brusca y cercana que Leia tuvo que cerrar los ojos para no quedar deslumbrada. Un instante después llevada por un nuevo impulso abrió los ojos y apretó de nuevo el gatillo arrancando de cuajo una de las alas de otro Tie Fighter que se alejó dando tumbos sin control hasta estrellarse con un pequeño asteroide unos par de segundos luz más allá.

—Joder con la princesita. No sé si te rescatamos a ti de las tropas imperiales o le hemos salvado a esos pobres de una muerte segura. —dijo Solo soltando un grito de triunfo.

En ese momento pasó un nuevo caza por su lado y evitando de nuevo los disparos del contrabandista, volvió a realizar dos nuevos disparos que alcanzaron la nave.

—¿Podrías dejar de hacer el payaso y cargarte el caza que queda? ¿O voy a tener que hacerlo yo todo?

El tiempo se les acababa. Si no se libraban del caza restante, el sacrificio del viejo encapuchado no serviría de nada. Afortunadamente, cuando estaba a punto de sacar a patadas de su puesto a aquel jodido inútil, Han Solo estornudó en el momento en que disparaba una nueva ráfaga, consiguiendo un tiro perfecto y haciendo volar el último Tie Fighter en pedazos.

—¡Has visto, nena! ¡Un tiro perfecto! Sí señor.

Leia bufó por toda respuesta y se dirigió hacia la cabina para ver cómo le iba a los otros dos idiotas.

—¿Cómo va eso? ¿Cuándo alcanzaremos la velocidad de la luz? —preguntó.

—Cuando Chewbacca consiga arreglar los impulsores. —dijo Luke dejando que Solo tomase los mandos— Este trasto es un montón de chatarra.

—Y mientras tanto, ¿qué hacemos? ¿Esperamos a que uno de esos destructores imperiales nos alcance y nos convierta en un montón de carbón intergaláctico?

—No, nos esconderemos. —dijo Han con una sonrisa.

—¿Qué demonios dices? ¿Dónde… —un frío sudor corrió por la espalda de la princesa al darse la vuelta y ver por las pantallas el campo de asteroides.

—Sí, cariño vamos allá —dijo Solo ignorando el grito de angustia del wookiee que trasteaba todo lo rápido que podía con los impulsores.

Nada más entrar en el campo de asteroides supo que no sobrevivirían. Aquel inútil en vez de evitar los asteroides parecía que quería jugar al billar con ellos. Afortunadamente Luke le apartó de los mandos y demostró lo que el Halcón Milenario era capaz de hacer.

El instinto de aquel chico era impecable. A pesar de evitar los pedazos de roca y algún que otro tiro lejano de un destructor, que era lo suficientemente estúpido para seguirlos por aquel laberinto, el chico parecía estar divirtiéndose. Han permanecía con de brazos cruzados observando con aire de entendido cómo su nave pasaba limpiamente entre los apretujados asteroides sin llegar a rozarlos.

Leia aprovechó la concentración de ambos para compararlos. Era evidente que Han Solo era un perfecto idiota, pero esa era su principal atracción; estaba segura de que no le costaría hacerle creer a aquel pánfilo que el niño era suyo. Además tenía que reconocer que ese pelo castaño y esa sonrisa de gañan le atraían irremediablemente.

Luke sin embargo, a pesar de ser evidente que estaba un poco pa allá con el rollo ese de los caballeros Jedis y esos cuentos de vieja sobre la Fuerza, parecía bastante más espabilado y más capaz de liderar la causa rebelde a su lado. Además sus increíbles dotes como piloto y esas miradas tímidas pero cargadas de deseo que le lanzaba eran la mar de excitantes.

—Ese destructor imperial se acerca. Creo que va a conseguir alcanzarnos. —dijo Luke.

—Esos gilipollas se están arriesgando a perder una nave como esa por alcanzarnos… Debemos gustarles un montón. —dijo el bocazas de Han.

En ese momento vio a su derecha un gran asteroide con un agujero en el que cabía la nave. Solo hizo falta señalárselo a Luke para que este diese un largo rodeo detrás de otros dos planetoides para salir del campo visual del destructor y maniobrando con elegancia girar la nave ciento ochenta grados y meterse en el oscuro agujero.

El Halcón Milenario aterrizó suavemente en el fondo del orificio. Tanto el wookiee como Han Solo y los dos androides salieron de la nave para terminar de reparar los impulsores mientras Luke y Leia se quedaban descansando.

Leia vio la oportunidad y se acercó a Luke acariciando su pelo rubio.

—Has estado muy bien. Eres un piloto extraordinario. —dijo Leia acercándose aun más para que Luke pudiese oler el aroma de su cuerpo.

—Yo… esto… no es nada… un caballero Jedi no…

La timidez que mostraba el joven la estaba poniendo aun más caliente. Acariciando la mejilla del joven, acercó su cabeza e interrumpió sus balbuceos con un beso. El chico, al principio se quedó como helado, pero cuando la princesa introdujo la lengua entre sus labios inundándole con su sabor reaccionó devolviéndole el beso con ansia.

Por la torpeza de sus besos era evidente que aquel chico nunca había estado con una mujer, eso la excitó aun más. Tomando la iniciativa, Leia deshizo el beso y empujando al joven contra el casco de la nave se arrodilló frente a él.

Con una sonrisa traviesa, acarició el interior del los muslos a la vez que dejaba caer una de las mangas de su vestido enseñándole una buena porción de su escote. Luke se quedó quieto dejando que ella le acariciase el miembro a través del tejido de los pantalones, mirando hipnotizado el cremoso escote de aquella desconocida.

—¡Joder! —dijo Leía en un susurro al ver crecer una mancha de humedad en la entrepierna de Luke.

—Lo siento… —fue todo lo que acertó a decir el chico con el rostro rojo como la grana.

—No importa. —dijo ella sacando el miembro de Luke aun goteando semen.

Observó aquel miembro un instante mientras lo sostenía entre sus manos. Tenía algo en su forma y tamaño que le resultaba vagamente familiar. Le hubiese gustado escarbar un poco más en su mente, pero el miembro de Luke estaba empezando a menguar. Fingiendo acariciarla quitó los restos de semen de su superficie y se la metió en la boca.

Aquella mujer era una diosa. A pesar de que aparentaba tener la misma edad que él, parecía mucho más experimentada. Los labios de la princesa se cerraban en torno a su miembro mientras su lengua jugaba con su glande y su boca chupaba haciendo que la polla creciese y palpitase amenazando con volver a reventar de un momento a otro.

No sabía si era la Fuerza, pero con un par de chupadas el miembro del chico volvía a estar como una piedra. Cuando se dio cuenta, Luke le estaba agarrándola por las trenzas e hincándole profundamente el miembro en su garganta.

Con un empujón apartó la cabeza. El miembro de Luke brillaba cubierto de una espesa capa de su saliva. Con una mueca lasciva acercó la lengua a la punta del miembro y cogiendo un hilo de saliva jugueteó con él dejando finalmente que cayese entre sus pechos.

Luke soltó un gemido y le arrancó el tenue vestido de un tirón. El cuerpo de la mujer era tan atractivo y rotundo que tuvo que contenerse para no empujarla contra la pared y follarla sin contemplaciones.

Leía estaba tan caliente que lo único que deseaba es que aquel parado la empujase contra la pared y la follase sin contemplaciones. Reprimiendo un gesto de contrariedad se levantó y poniendo la cara más sucia posible se acarició las caderas y se sobó los pechos, pellizcándose los pezones hasta que se pusieron duros mientras le indicaba que se desnudase.

Luke notaba como sus huevos hormigueaban de deseo al ver como Leia se acariciaba de forma impúdica su cuerpo desnudo… Pero, ¿Era verdaderamente aquel el camino de un Jedi?

Leía no le dejó terminar el hilo de sus pensamientos. Acercándose a él le abrazó pegando su pubis contra la polla erecta y caliente de Luke.

Por fin aquel paleto campesino de Tatooine reaccionó y levantándola en volandas la penetró. La polla de Luke llenó su sexo embargándola con un placer indescriptible. Agarrándose a su cuello comenzó a balancear sus caderas mientras el joven hundía la cara entre sus pechos lamiendo y mordisqueando su piel.

El coño de la princesa era cálido y estrecho y todo su cuerpo vibraba y se estremecía con sus empeñones. Deseando tomar el control, Luke se separó y empujó a la joven contra la mesa de ajedrez galáctico.

Leia solo tuvo tiempo de apoyar las manos contra la mesa antes de sentir el miembro de Luke resbalando en su interior y colmándola con su calor. Con un grito de salvaje alegría dejó que el hombre la follara con una fuerza que amenazaba con arrancar de cuajo la vieja mesa.

Cuando se dio cuenta tenía todos los músculos de su cuerpo contraídos y cubiertos de sudor. El joven aprendía rápido y cuando Leia estaba a punto de correrse se separó. La princesa gruñó frustrada y le pidió entre gemidos y jadeos que continuase.

Luke, sin embargo, se dedicó a admirar aquel cuerpo esbelto y jadeante brillando de sudor a la luz de los fluorescentes. Hipnotizado por el espectáculo, acarició el cuerpo de la joven, besando y lamiendo aquí y allá, impregnándose de su potente sabor.

Dándola la vuelta la sentó sobre la mesa y enterró la boca entre sus muslos. Leía pegó un grito y encogió todo su cuerpo estremecida por el intenso placer antes de que Luke con la boca saturada con el sabor de su sexo y su sudor, le separase las piernas para volver a penetrarla.

Leia pegó un largo gemido acompañando la entrada de aquel poderoso miembro en su seno. Era una lástima que el hijo no fuese suyo… Un nuevo empujón le obligó a dejar de lado cualquier pensamiento que no fuese la pura lujuria. Mirándole a los ojos siguió gimiendo cada vez con más desesperación hasta que una avalancha de sensaciones la derribó. Su cuerpo se descontroló impidiéndole hasta la respiración durante un instante.

—¡Vamos! ¡Fóllame fuerte cabrón! —exclamó presa de un indescriptible placer— ¡Córrete dentro de mí! ¡Hazme tu…

—¡Joder! ¡Basta ya! ¡Mecagüen el lado oscuro! —dijo Obi Wan apareciendo como por ensalmo en el momento que Luke estaba a punto de correrse.

Los dos jóvenes exclamaron sorprendidos. Luke se separó trastabillando y cayendo de culo sobre el suelo de la nave.

—He sentido una fuerte conmoción en la fuerza y he aparecido creyendo que estabas en peligro y te encuentro follando con… tu hermana.

—¿Qué coños dice este viejo? —dijo Leia tapando su cuerpo desnudo con los restos de su vestido.

—Obi Wan me estás diciendo que…

—En efecto le interrumpió el anciano Jedi. Tu y Leia fuisteis separados al nacer por vuestra seguridad ya que la fuerza era intensa en vosotros.

—Joder que puta mala suerte. —pensó Leia—Follarse a su hermano, después de follarse a su padre, no era lo que necesitaba una princesa para parecer honorable. Ahora qué coño iba a hacer. Después de aquel viaje iba a necesitar una buena temporada en un centro psiquiátrico.

Un par de ligeros temblores y ver a Han Solo corriendo precipitadamente camino de la cabina de mandos, hizo que todos sus pensamientos se esfumasen.

—Señores más vale que se ajusten los cinturones, tenemos un problemilla sin importancia. —dijo Solo en el instante en que aceleraba el vetusto trasto para salir del agujero.

Se sentaron todos rápidamente en sus puestos. Solo Obi Wan se quedó de pie al lado de Leia.

—Es conveniente para el equilibrio mental del joven Skywalker que no sepa por ti la identidad de sus progenitores. En este momento tan delicado podría dejarse llevar por el lado oscuro. —susurró el caballero Jedi— Y por el amor de la Fuerza, no vuelvas a tocarle. —añadió desapareciendo en el aire.

Los gritos de Solo y el Wookiee le devolvieron a la realidad. Parecía ser que el escondite era la madriguera de un hambriento gusano espacial. Luke se estremeció y prometió no volver a entrar en ningún agujero si se libraba de esa.

Mientras tanto, Leia no paraba de pensar en qué demonios iba a hacer con el niño que crecía día a día en sus entrañas. Cada vez le quedaba menos tiempo y menos opciones.

Continuará…

 

Relato erótico: La señora. Lunes al medio día (POR RUN214)

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no son dos sino tres2EPISODIO  VIII
 
LUNES MEDIODÍA. VIEJAS DEUDAS
 
Sin-t-C3-ADtulo35

Había pasado toda la mañana y Garse se decidió por fin a entrar en el dormitorio de su hermana sigilosamente. Ella estaba de espaldas ordenando algo de ropa sobre la cama. Se había convertido en una mujercita muy hermosa. Sus caderas sus piernas y su busto ya tenían formas de mujer. En cuanto ella se giró descubrió a su hermano tras ella, sonriéndola. Correspondió con otra sonrisa y abrió los brazos.

-Hermano. ¡Cuanto tiempo!
Garse se acercó para abrazarla. Un buen método para poder examinar las anchuras de su hermana. Avanzó unos pasos. En el último instante, justo cuando estaba a punto de abrazarla, se agachó, puso una rodilla en el suelo, agarró de los costados de su falda y tiró con todas sus fuerzas hacia abajo.
 Las costuras se desgarraron y algunos botones salieron despedidos. La prenda quedó por completo en sus tobillos. Sus bragas, que habían sido arrastradas junto con la falda, quedaron a la altura de las rodillas.
 Garse pudo apreciar perfectamente su coñete. El fino vello que cubría sus labios, la blancura de su piel en la zona más íntima. La anchura de su cadera. Maravilloso.
 Las manos de su hermana tapando su sexo y un chillido ensordecedor le dejaron ciego de su espectáculo y sordo de un oído. Se levantó volviendo a quedar cara a cara frente a ella.
 En otras circunstancias se abría preocupado de que alguien oyera los gritos de su hermana pero hoy no. Sabía que sus padres se habían ido de casa por la mañana, nada más pisar el suelo, para no volver jamás. Su abuela se lo había asegurado, le había dicho que se desharía de sus padres en cuanto les viera. Había sido un acierto hacer de ella su aliada. Su abuela había comprendido lo injusto de su situación cuando oyó su explicación con detenimiento. Él era una víctima de las circunstancias rodeado de una familia de ingratos y degenerados.
 Por fin se había hecho justicia con él. Y por una vez había recibido un golpe de suerte. Ayer solo disponía del coño revenido de su abuela para poder aliviarse, en cambio hoy tenía también el de su hermana. Dos coños como dos soles. La vida era bella por una vez.
 Su hermana estaba de mil colores.
-Pero… pero… ¿que coño haces? ¡Estúpido!
No contestó. En lugar de eso la cogió por el pecho con ambas manos y desgarró la parte superior del traje haciendo que los botones saltaran como disparos.
 Unas tetas como manzanas aparecieron de un bote. Antes de que su hermana pudiera reaccionar tiró de la prenda hacia abajo y se la sacó de los brazos. La dejó completamente desnuda.
 Berta intentó tapar su desnudez pero, o le faltaban manos o le sobraban partes que tapar. Estaba colorada, furiosa.
-¿Tú eres tonto o que te pasa? ¡IMBÉCIL!
Garse no se molestó en contestar. Simplemente dio un empujón a su hermana que tropezó con las faldas enredadas en sus tobillos y cayó estrepitosamente de espaldas sobre la cama. Las bragas salieron despedidas y quedó despatarrada con los brazos extendidos. Garse la miró obnubilado. Era preciosa. Sus tetas, futuros melones, estaban coronados por unos pezones que pronto él iba a probar y sus piernas se unían en un coñete espectacular. No, hoy no le iba a follar el culo. Ese coñete tenía prioridad absoluta.
 Berta se incorporó y se cubrió como pudo sus pechos. Miró a su hermano que ya se había bajado los pantalones y los calzoncillos. Tenía la polla al aire y estaba dura. Muy dura.
 Garse disfrutaba con la cara de sorpresa de su hermana que no paraba de mirarle la polla. Hoy su hermana iba a aprender para qué servía ese instrumento. Iba saber lo que es follar. Se acercó a la cama y esperó a que le mirase a la cara. Disfrutaba con su sufrimiento.
 Cuando Berta le miró a los ojos soltó tal risotada que casi se le salen los mocos.
 

-Pero… pero… ¿De verdad quieres follarme con esa mierda de pito?

Quedó descolocado, miró de nuevo a su polla para asegurarse que ambos estaban mirando lo mismo. Pero ¿qué decía esta gilipollas? ¿No se da cuenta de que se la voy a meter por el coño? No sabe que le voy a follar su coño virgen ¿o qué?
-Menuda mierda de flauta. La última polla que me folló era así de grande y a sí de gorda. Y fue hace poco, por cierto.
El tamaño que su hermana describía era 2 veces el suyo. Le estaba tomando el pelo la muy idiota. Esas pollas no existen.
-Que te jodan. Te vas a hartar de polla hermanita. Vas a saber lo que es una buena follada.
Berta se tumbó hacia atrás, abrió las piernas tanto como pudo y pasó sus manos detrás de la cabeza sonriendo. Garse casi se muere de la impresión. Su hermana había destapado sus tetas que le miraban diciendo “cómeme”. Además tenía las piernas abiertas para dejarse follar por él sin oponer resistencia. De puta madre. Puso una rodilla en la cama.
-Ya me ha advertido papá de que intentarías violarme a traición antes de irse hace un momento.
-¿Hace un momento?
A Garse se le subió un huevo.
-Me ha dicho que volvería para la hora de comer y que si me tocabas un pelo te iba a apretar… no se qué.
Garse tragó saliva y miró de nuevo a su hermana que aguardaba frente a él despatarrada. Tenía la almeja abierta por la que asomaba una zona rosada entre sus labios a escasos centímetros de su polla tiesa. Hasta podía tocarle una teta si alargaba el brazo.
 Retrocedió y se bajó de la cama dubitativo. Empezaban a dolerle los huevos como si se los estuviesen estrujando a mala hostia. Su hermana se sentó en el borde de la cama y le miró divertida.
-Me ha dicho que si entrabas a mi cuarto le contara…
-¡No tienes que contar nada! –gritó como un chiquillo.
-Has intentado violarme.
-¡Eso es mentira! No te he tocado. No te creerá.
-Si que lo hará, y le diré que te he visto ese arañazo que tienes en la ingle.
Garse se tapó instintivamente la marca. ¿De donde cojones había salido ese rasguño? Ya no estaba en erección y empezaba a tener miedo.
 Berta se levantó y avanzó hacia él. No se molestó en cubrirse pese a que seguía completamente desnuda. Ninguna prenda cubría su cuerpo. Su hermano se había encargado de ello al arrancarle toda la ropa a tirones. Toda excepto los botines. Craso error.
 La patada que recibió en los huevos le levantó varios centímetros del suelo. Cayó de rodillas, con las manos entre las piernas y sin aire en los pulmones. Estiraba su cuello hacia delante con la cara colorada, los ojos abiertos como platos y la boca intentando pronunciar una “U” como si fuera un lobo aullando. Tenía una voz aflautada como la de un chiquillo.
-Hija puta.
Sus ojos quedaron a la altura del coñete peludín. Podía verlo con total claridad. Un fino vello cubría sus labios delicados y tiernos. Era lo más bonito que había visto nunca. Las piernas torneadas de su hermana también eran perfectas, vio como se elevaba una de ellas antes de que una patada voladora impactara contra su cara.
 La cabeza golpeó contra el suelo con los cordones de un botín marcados en el moflete derecho y aun con las manos entre las piernas. La oreja le ardía y no oía por ese oído. La cabrona de su hermana le había metido una hostia que le había partido el labio que no tardaría en hincharse.
 Si cerraba un ojo lo veía todo borroso. Si cerraba el otro lo veía rojo. A duras penas pudo ver a Berta volverse de espaldas e ir hacia la pared. Tenía un trasero hermoso, soberbio, tanto o más que lo que se había imaginado. Cuando se agachó, sus labios vaginales aparecieron entre las nalgas. Sobre ellos se podía distinguir un agujerito escoltado de fino vello. Precioso, colosal, sublime. Garse disfrutaría de una erección si no fuera por que era más que probable que tuviera un desgarro escrotal de pronóstico reservado con daños severos en su bolsa testicular. El dolor era insoportable.
 Cuando su hermana se volvió traía en la mano… ¿un bastón? Garse apenas podía gemir.
-¿Qué vaf a hafer con efo?… ¡puta!
– · –
Janacec, el ladino asesor y falso amigo de Eduard, disponía de un ático en el centro de la capital que utilizaba para esporádicos encuentros y escarceos extramatrimoniales. Estaba desnudo, tumbado boca abajo sobre la alfombra con el cuerpo empapado en sudor lanzando leves gemiditos.
 Tras él había un hombre arrodillado entre sus piernas abiertas.
-Ya es suficiente. –Susurraba. Tenía muchas partes del cuerpo entumecidas además del ano.
-Solo un poco más. –Contestó el hombre tras sus piernas.
-Te digo que así está bien.
El hombre asintió y se puso de pie. Era un hombretón de aspecto feroz con una camisa arremangada hasta los codos. Le propinó una patada en las costillas.
 Janacec lanzó otro gemido acompañado de sangre. Lo escupió sobre su carísima alfombra. Tenía tanta sangre que iba a necesitar llevarla al tinte o al matadero.
-Por favor Eduard, te digo que ya es suficiente, te he contado todo lo que sé.
Tenía varias costillas rotas así como diversos cortes y contusiones por todo el cuerpo. Brazos, piernas, rostro, sus magulladuras se contaban por docenas. Una botella estaba metida por el culo.
 Eduard Brucel metió la mano entre sus partes y le acarició las pelotas unos instantes. Jannacec arrugó la cara. De nuevo la misma tortura. No tuvo fuerzas ni para gemir cuando su acompañante volvió a estrujarle los huevos.
–Por favor, te aseguro que he dicho todo lo que sé.
–Lo sé, lo sé. –Le consoló. -Solamente estoy disfrutando con tu dolor igual que tú disfrutaste con el mío. ¿Te gusta disfrutar con el dolor de los demás, cabrón?
Janacec lloraba. Aquel suplicio no acababa nunca. El tiempo pasa muy despacio cuando lo estás pasando mal. Janacec lo estaba pasando muy mal, rematadamente mal.
 Habían pasado horas desde que Eduard llegó a su ático en busca de respuestas. Y las encontró. Vaya si las encontró. Respuestas, culpables, preguntas, documentos, más respuestas. Allí lo encontró todo.
– · –

Garse se despertó sobre su cama. Tenía más sueño que un cesto lleno de gatitos. Le dolía la cabeza y le pitaba un oído. Tenía el labio hinchado. Se pasó la lengua por los dientes. Gracias a dios los conservaba todos. Esa vacaburra casi le arranca la cabeza de una patada.

 Intentó tocarse la cara pero tenía las muñecas atadas. Parpadeó y levanto la cabeza. ¿Dónde cojones estaba? Esa no era su cama y tampoco estaba en su cuarto.
 Seguía en el dormitorio de su hermana. Tumbado boca abajo sobre la cama en sentido transversal de tal forma que su cabeza colgaba por un lateral de la cama. Sus pies pisaban en el suelo pero estaban atados por los tobillos a las patas de la cama.
 Descubrió a su hermana junto a la mesilla. Seguía desnuda pero llevaba una especie de cinturón sobre su cadera. En la parte frontal, donde debería estar su chochete aparecía un falo como si fuera una polla. ¿Qué cojones estaba haciendo esa puta desviada?
 Berta se acariciaba el falo lentamente como si estuviese masturbando una polla. Cuando se percató de que su hermano volvía a estar consciente se colocó frente a él con el falo a la altura de su cara. Le cogió de la barbilla y le levantó la cabeza.
-Hola bella durmiente ¿Te gusta lo que ves?
Delante de su nariz tenía el falo, más arriba continuaba el cuerpo de su hermana al final del cual estaba su cara de princesa.
-B…Bueno, ya que lo preguntas tienes unas tetas muy bonitas.
-Me refiero a mi polla.
-N…No me gustan las pollas.
-Esta te gustará. Anda, chúpamela.
-¡Ni hablar! Que asco, joder. A saber donde habrá estado metido eso.
Su hermana sonrió y le acarició el pelo.
-Te puedo decir donde va a meterse ahora. Abre la boca.
 

Lo tenía claro si pensaba que iba a chupar ese mango.

-Tendrás que romperme los dientes, yo no chupo pollas. –Berta no se inmutó.
-¿Alguna vez te han dado por el culo con una polla sin lubricar?
A Garse se le escapó un pedo. Estaba completamente desnudo, con las piernas abiertas y el culo en pompa. ¿Esa enferma de mierda quería perforarle el ojete?
-Más vale que le untes bien de saliva porque si no te va a doler… mucho.
-¡Que te jodan! Puta.
Berta rodeó la cama lentamente hasta colocarse tras él. Colocó sus manos sobre las caderas de su hermano y pegó el falo a su culo. Le acarició las nalgas con cariño al mismo tiempo que el falo de deslizaba sobre su ano en toda su longitud. Arriba y abajo.
-Por favor hermana, espera.
-Me han dicho que te gusta mucho meterla por el culo.
-¿Qué? n…no, eso no es verdad, espera.
-Voy a darte una buena follada de culo. Te gustará.
Estaba loca de remate. ¿Pero es que no hay nadie cuerdo en esta familia? Joder, todo lo malo siempre le toca a él. Pandilla de hijos de puta.
 Berta colocó la punta en la entrada de su ano y apretó con fuerza. Apenas entró.
-Joddddd…er, que daño. Espera, por favor.
-Seguro que a la próxima entra hasta adentro.
-Noooo, espera. Por favor, espera. Vale, la chuparé.
-Ya no quiero que me la chupes.
Empujó de nuevo su cadera contra el culo de Garse. El falo entró algo más. El rozamiento le producía un dolor insufrible.
-Ññññññ, déjame chuparla, por favor, te lo suplico. –Garse lloraba.
-Está bien. Tú ganas, te dejo chupármela, haces de mí lo que quieres, truhán.
-Gracias, gracias hermanita, gracias. –Gimoteó como un niño.
Se colocó frente a su hermano y le metió su polla en la boca. Sabía a demonios pero Garse la chupó y lamió como si su culo dependiera de ello. Y de hecho lo hacía, en sentido literal. Solo abría la boca para agradecerle a su hermana la oportunidad de dejarle rectificar.
 Berta había cogido a Garse por las orejas y empujaba su cabeza contra su polla. Movía las caderas rítmicamente como si le estuviera follando la boca. De alguna manera, se sentía poderosa. No estaba mal.
-Va a ser cierto lo que dice papá. Cuanto más daño hagas a alguien más agradecido te estará.
-¿Como?
-Nada. Ya está bien lubricada, ahora prepárate para disfrutar… Putita.
Se colocó de nuevo tras él y le pasó el dedo por la raja del culo, desde las pelotas hasta el ano. Garse temblaba como una hoja. Berta introdujo la primera falange del dedo en el ano de su hermano que se mordía los labios de angustia. Cuando lo introdujo por completo empezó a sacarlo y meterlo suavemente. Menos mal, esa puta desviada había terminado por conformarse con follarle con el dedo.
-Uf, que mala pinta. Lo siento doctor pero tenemos que operar.
-¿Qué? ¿Qué dices?
-Hay que abrir.
-¿Abrir? ¿Abrir el qué? ¿De que hablas, ¡puta loca!?
Berta sacó el dedo y en su lugar coloco su polla. Apretó hasta que la puntita entró. Después comenzó un suave movimiento pélvico para introducir el falo poco a poco, sin anestesia pero sin dolor. Al cabo de unos pocos empujones la polla de Berta estaba dentro y Garse gimoteaba como un nene con el culo abierto por la polla de su hermana. Se lo estaba follando. A su hermano. Desde atrás. Le estaba dando por el culo.
 Si el abuelo estuviera aquí, pensaba Garse, se iba a enterar esta cacho puta de lo que es una polla. El abuelo se la follaría. Solo es una mujer, un coño. Nos la follaríamos los 2, yo por detrás y él por delante. Tendría que ser yo quien se la meta a ella, joder.
 La puerta se abrió a sus espaldas, ninguno de los 2 la oyó y una figura oscura se coló en la habitación.
– · –
 

Eduard brucell se refrescó antes de salir de aquel apartamento. Su frente estaba surcada de arrugas. A lo largo de su vida hubo multitud de veces en las que dudó entre hacer algo que está bien y algo que no lo está. La decisión correcta siempre era inequívoca: Un hombre ha de hacer lo que debe hacer.

 Eso nunca le hizo feliz ni consiguió que se sintiera bien pero al menos quedaba en paz consigo mismo.
– · –
La escena era de lo más dantesca. Garse desnudo y atado sobre la cama con las piernas abiertas. Berta, tras él y completamente desnuda también, en botines y con un extraño cinturón como únicas prendas. Tenía agarrado a su hermano por las caderas con un objeto metido en su ano.
-Dile que pare, dile que pare. –Gritaba Garse.
-Quería violarme.
-No es verdad.
-Sí lo es. –Replicó Berta. -Este hijo de cabra intentó follarme.
-No la he tocado. Dile que me suelte, por favor. Me hace daño.
Bethelyn miraba a sus hijos y sus hijos le miraban a ella. Le habló a Garse.
-¿Tanto como el que tú me hiciste a mi cuando me violabas? Maldito demonio.
Garse se encogió y Bethelyn habló de nuevo pero esta vez a su hija.
-Que sepa lo que es que le metan una polla por el culo contra su voluntad.
Berta obedeció ipso facto y reanudó de nuevo su tarea. Ya conocía lo que le había hecho a su madre. Se sentía útil.
-¿Te acuerdas cuando me violabas? Cerdo. ¿Te gusta que te violen a ti?
Garse no contestaba. Tarde o temprano ese suplicio terminaría, su abuelo volvería a casa y ese par de putas se iban a enterar.
-¿Sabes lo que me he visto obligada a hacer por tu culpa?
-La culpa es tuya. Te tirabas al jardinero.
-Pagué por ello. Con creces.
-Papá casi me revienta los huevos cuando te chivaste, ¡jódete!
-¡Y yo tuve que lamerle el coño a otra mujer para que me perdonara!
-¿¡Que le has lamido el coño a una mujer!?
La pregunta la formularon a la vez sus 2 hijos. Berta, que había interrumpido su metesaca, la miraba incrédula. Garse en cambio se mojó los labios y dirigió la mirada instintivamente a la entrepierna de su madre que pudo sentir como la desnudaba con la mirada. Estaba babeando. Si pensaba que su hijo iba a mostrar algún arrepentimiento o sentirse culpable por ello estaba muy equivocada.
-¿A que mujer? –Preguntó Berta.
-Eso, eso. ¿A que mujer? –Repitió Garse.

Bethelyn se pasó la mano por la frente y se masajeó las sienes. Se había pasado de bocazas.

-Eso no viene al caso. Lo que importa es que me he tenido que humillar por tu culpa.
-Estoy dispuesto a lamerte como compensación. –Dijo con sorna.
-Eso te gustaría ¿No, cabrón?
Su hijo no contestó. La miraba de arriba abajo imaginándola desnuda con su cara entre las piernas de otra mujer. Aun en su penosa situación no podía evitar querer follársela y lamerla. Se la comía con los ojos.
 Bethelyn estaba roja de vergüenza y rabia, con los puños apretados y las miradas de sus hijos clavadas en ella. Para sorpresa de todos se deshizo de la falda y se bajó las bragas quedando desnuda de cintura para abajo. Con su coño negro a poca distancia de la cara de su hijo. Esto se ponía interesante. Una disimulada sonrisa cruzó el rostro de Garse.
-Te gustaría lamerme ¿no? Pues te vas a hartar.
Se giró poniéndose de espaldas a él y se dobló por la cintura.
Su madre tenía un trasero hermoso. Entre las piernas asomaba su almeja con unos labios gruesos. Negra, atrayente. Encima, justo delante de su cara había un agujero negro rodeado de pelos ¿Qué cojones quería su madre, tirarle un pedo en la cara?
-Querías mi culo, cabrón. Pues lámelo.
 

¿De que hablaba esta mujer? No le iba a lamer el culo ni por asomo. Los culos de las mujeres se pueden follar o meter el dedo mientras se les folla el coño pero ¿lamerlos? Que asco, y menos con todo pringado de esa cosa blanca. Un momento, ¿Qué cojones era esa cosa blanca?

-No tienes ni idea de todo lo que me he visto obligada a hacer para poder conseguir un miserable carromato que nos trajera hasta aquí.
-¿De que hablas?
-¿Sabes cuantos asquerosos y sucios hombres han pasado por mí desde que te fuiste?
Garse tragó saliva, cerró la boca y reprimió una arcada. Ya sabía lo que era la cosa blanca.
-Hemos venido desde nuestra casa en el carromato del porquerizo. ¿Te acuerdas de él?
-Joder, ¿ese hombre te ha…? que asco me das. ¡Aparta tu culo, zorrón!
-Lame su semen.
-Ni hablar.
Garse se retiró hacía atrás lo que pudo pero su hermana le frenó con un empujón de cadera metiéndole su polla de madera.
-Quieta cordera, quieeeta ¿A dónde crees que vas, putita? Mamá te ha dicho que lamas. Lame.
-N…No pienso hacerlo. Los hombres no lamen el semen de otros hombres. Y menos del culo de una mujer. Soltadme ya, hostia.
Berta sabía lo que su madre había tenido que hacer para conseguir aquel medio de transporte porque estuvo presente cuando aquel sucio y maloliente individuo se aprovechó de su penosa situación. No le gustó ver a su madre rebajada de esa manera. No le gustó nada. Todos los hombres son unos cerdos.
 Pasó las manos por la espalda de su hermano y las deslizó hasta sus pezones. Jugó con ellos utilizando las yemas de sus dedos para acabar pellizcándolos con fuerza. Garse chilló como una nenaza que ve aparecer un ratón bajo sus faldas.
-iiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
-Lame, putita.
-Noooo, ni hablar. Me da asco. Es una cerdada. Estáis enfermas.
Berta retorció los pezones de su hermano como si se los quisiera arrancar y le clavó su polla de un empujón tan profundamente que su pelvis se pegó a las nalgas de su hermano. Garse abrió la boca en un quejido sordo, con los ojos a punto de salirse de las cuencas. Su cara golpeó contra el culo de su madre.
-Y ahora lame, putita. Lame hasta que te duela la lengua. Ahora ya sabes lo que tu madre ha tenido que hacer para que podamos llegar hasta aquí.
Las lágrimas de Garse se mezclaban con sus mocos mientras pasaba la lengua una y otra vez por el ano de su madre. Aquello olía a demonios. El sabor terroso del semen ya era desagradable por si mismo. Saber que era del porquerizo lo hacía aun más deplorable. Tras él, Berta se mordía el labio inferior mientras le sujetaba por las caderas y continuaba follándole el culo con insistencia.
-Sigue putita, sigue. Lo haces muy bien.
Bethelyn aguardaba en silencio con la cadera flexionada y las piernas abiertas mientras su hijo le lamía el culo. No lo estaba pasando bien, no disfrutaba con ello. Era una posición ridícula y humillante pero había pasado por situaciones más bochornosas por culpa de su hijo. Ese demonio encebollado era la viva imagen de su verdadero padre, su suegro. El hombre más degenerado, misógino y pendenciero que había conocido.
 La visión de su hija no era menos ridícula. Desnuda, con una polla de madera atada a su cintura y porculizando a su hermano.
 Estiró el cuerpo y se puso firme apartándose de su hijo. Se llevó las manos a la cara y empezó a llorar. Garse se quedó con el rictus contraído por el asco y con la lengua fuera que no se atrevía a meter en la boca.
 Berta dejó de follar a su hermano y miró a su madre preocupada.
-¿Qué te pasa mamá?
-Nada.
-¿Quieres que cambiemos de posición?
-Joder, ya era hora. ¿Dónde me toca a mí? –Intervino Grase.
Ninguna de las 2 le prestó atención. Berta sacó su polla del culo de Garse, rodeó la cama y abrazó a su madre. Garse vio con asombro como las tetas de su hermana se pegaban contra el cuerpo de su madre mientras su polla de madera se colaba entre las piernas de su progenitora, rozando los labios de su coño. La imagen no podía ser más turbadora y fatal en estos momentos. Apartó la mirada rápidamente y cerró los ojos intentando borrarla de su memoria. “Garse no te empalmes” pensaba. “Por lo que más quieras. Como te vean con la polla dura te matan a hostias”.
Tarde.
 

La erección llegó inmediatamente. Si alguna de las 2 la viera sería hombre muerto. Pegó su cuerpo a la cama todo lo que pudo para esconder su polla erecta mientras agachaba la cabeza intentando ocultar su cara de culpabilidad manifiesta. En cuanto su hermana volviera a colocarse tras él descubriría su indecente miembro. Le castigaría a él o a su culo inocente.

 Pasaba el tiempo y no sucedía nada así que se atrevió a mirar. Su madre se había colocado la falda y estaba apoyada contra la ventana con la mirada perdida en el horizonte. Ya no lloraba. Berta estaba detrás con una mano en su hombro.
-Mamá, ¿Estás bien?
-Tu padre vendrá en cualquier momento. No quiero que te vea así, vístete.
-Ah sí, vale. En cuanto me soltéis me pongo algo elegante. ¿O mejor voy de sport?
-No te decía a ti, putita. -Contestó Berta girándose y amagando una patada.
– · –
El abuelo de Garse tenía un despacho en el centro de la capital. Eduard había acudido a verle de muy mal humor. Estaba frente a él, gritaba y braceaba mientras su padre le escuchaba cómodamente sentado detrás de su escritorio.
-Eres un hijo de puta.
-Cuida tus modales.
-Me desheredas y me echas de tu casa como a un perro.
-No eres digno de llevar mi apellido. Has dilapidado una fortuna como un zoquete.
-Con tu ayuda, por lo que sé.
Su padre se puso en alerta y mantuvo la boca cerrada.
-Janacec me lo ha contado todo.
-No sé de que hablas.
-Tú me arruinaste. Tú y ese cabrón de Janacec. Él era tu esbirro. Difundisteis la falsa noticia de grandes yacimientos extranjeros. Vendiste desde tu único y paupérrimo yacimiento en el extranjero a precios ridículos para hacer caer el precio del carbón mientras adquirías todas mis deudas convirtiéndote así en mi máximo acreedor en la sombra. La ley que debía salvarme no se aprobó porque influiste deliberadamente en la toma de decisiones del gobierno. Ahora eres el dueño de toda mi fortuna y controlas todo el carbón de la zona que ha recuperado su precio original.
 Su padre le miró impasible desde detrás de su escritorio.
-Escucha hijo…
-No me llames hijo. Yo no soy tu hijo. La bruja de mi madre ya me lo ha contado.
-No sé que más te habrá contado pero…
-¡Que te follabas a mi mujer!, que la dejaste preñada, ¡Que le dabas por el culo a mis espaldas recién casada conmigo!
-PUES JÓDETE. –Estalló su padre. –Sí, me la follaba ¿Y que? Te dije que no te casaras con ella.
-Pero me casé. Era mi mujer y no tenías derecho.
-Tu mujer es una cualquiera que viene de un hospicio.
-Eso no tiene nada que ver. Era mi mujer. Las personas no se miden por el tamaño de su cuna. Viejo rancio.
Su padre contuvo su acceso de ira, cerró los ojos y se masajeó las sienes.
-¿Te ha contado también tu madre que tuvo otros partos antes que el tuyo?
-Sí. –Escupió sus palabras. -Al parecer mis “hermanos” acabaron en un orfanato.
-¿Y sabes, por casualidad, en que orfanato?
Eduard se puso rígido y tragó saliva. Por su mente se le pasó una idea diabólica.
-¿De que estás hablando, viejo?
-¿Sabes como consiguió acceder tu mujer a un internado femenino?
-Trabajando, por supuesto. –Bufó.
-No. Trabajando pagaba su sustento. Para conseguir una plaza y acceder a un internado como ese tienes que tener un padrino.
Eduard ya estaba sudando. No le gustaba lo que su padre le estaba tratando de decir.
-Yo fui el padrino en la sombra de tu mujercita. Yo conseguí que ella pudiera estudiar en un internado femenino. Yo me encargué de que la hija ilegítima de tu madre tuviera un futuro lejos del orfanato donde se crió.
-Mientes. Bethelyn no es mi hermana.
-Te dije que no te casaras con ella. Te lo prohibí y no me hiciste caso.
-Madre me lo hubiese contado.
-Ella no sabe nada porque se desentendía de sus hijos al nacer. Yo le seguí la pista a ella y me ocupé de darle algún empujoncito.
 

-Sí que la empujaste, sí. Desde atrás, mientras te la follabas.

-Porque tenía mis derechos, vivíais en mi casa.
-¡No tenias una mierda!
-Te follabas a tu hermana. Que más da que me la follara yo también.
-¡Que no es mi hermana, joder!
Eduard daba vueltas por la estancia a grandes zancadas. Se paró y señaló a su padre con el dedo.
-Escucha viejo. Quiero que sepas que acabo de follarme a la puta de mi madre antes de venir aquí, a tu mujer. Te aseguro que la he jodido bien jodida. Si no quieres que te joda a ti también más vale que no me toques los cojones. Como me estés mintiendo te mato.
Su padre pareció sopesar la amenaza y hablo con voz calmada.
-Si es cierto que la has follado habrás notado que tu madre tiene un coño enorme.
Eduard cerró los puños mientras su padre seguía hablando.
-Tu mujer tiene un coño igual de grande, como ambos sabemos.
-¿A dónde quieres llegar?
-Y por lo que tengo entendido también te follaste a tu hija y, según me han contado, su coño se tragó tu polla por completo.
-Ya veo que Janacec te tenía al corriente de todo.
-La madre de tu madre también tiene un gran coño.
-Deja de hablarme de coños o te juro…
-¿No te das cuenta de lo que trato de decirte? Cada una de ellas ha heredado el coño de su madre, igual que sus tetazas. ¿A cuantas mujeres conoces con un coño así?
Eduard respiraba agitadamente. Se limpió el sudor de la frente con la palma de la mano. Él mismo se sorprendió de su tamaño y similitud cuando folló con ellas y veía desaparecer su polla por completo dentro de sus vaginas.
-¿Y has sido capaz de dejar que me folle a mi propia hermana durante años y que fecunde a su hija?
-Ya te dije que no te casaras con ella.
-¡Y una mierda! A ti eso te da igual.
-¡Pues sí, joder, me da igual! Y me sudan los cojones que te folles a tu hermana y la preñes. Las mujeres están para eso, hostia. Solo son coños y tetas, a ver si te enteras, idiota. Me follé a tu mujer ¿Y qué? También me follé a la madre de mi mujer y a todas las criadas que pasaron por esta casa. Las que quedaron preñadas deberían estar agradecidas.
-Agradecidas de engendrar pequeños psicópatas sin escrúpulos como todos tus antepasados.
Su padre le miró con asco y resentimiento.
-¿Mis antepasados? –Tomó aire. -No me gustó que te casaras con una mujerzuela indigna. Pero lo que nunca te perdonaré es que hayas privado a Garse, mi verdadero hijo, de llevar el nombre que han ostentado todos los primogénitos Brucel, antepasados gloriosos.
 

A Eduard se le encendió la sangre.

-Yo era tu primogénito. Tú me privaste a mí de llevar tu nombre. No estaba dispuesto a concedérselo a tu nieto por encima de mí.
-Tú no eres mi primogénito, solo un bastardo. Que no se te olvide.
-Todos los que habéis llevado ese nombre sois unos enfermos y unos psicópatas. Y lleváis un nombre de perro. Que no se te olvide a ti tampoco.
-Todos los Artan Brucel hemos hecho grandes cosas. Estamos destinados a hacerlas en el futuro también.
-No lo dudo. Grandes y malas todas ellas.
Artan Brucel, el padre de Eduar Brucel dio un golpe sobre la mesa.
-¡Basta ya! No quiero discutir más. Coge a tu familia. Sal de mi casa y lárgate. ¡Lárgate de mi despacho ahora!
-¿Irme? -Eduard miró a su padre como quien conoce un secreto muy grande. -No padre. He venido aquí a recuperar lo que es mío por derecho propio. Lo que me robaste.
-Imbécil, no vas a ver ni una moneda. Estás desheredado. Todo lo que ves pasará de mí a las manos de Garse.
Eduard lanzó sobre la mesa una carpeta. Su padre miró dentro y se quedó de piedra.
-Sin testamento yo soy tu legítimo y único heredero. Da la casualidad de que solo hay 2 copias de tu adjudicación. Justamente las que tienes en la mano. ¿Quieres saber como las he conseguido?
Su padre tragó saliva.
-¿Qué le has hecho a Janacec?
Apoyó los puños sobre la mesa y se inclinó sobre su padre que se recostó sobre su sillón asustado.
–Te follas y preñas a mi mujer que resulta ser mi hermana con la que tengo una hija, me arruinas y consigues que tu secuaz se folle a mi esposa delante de mí mientras violo a mi propia hija. ¿Qué me has hecho tú a mí? Cabrón.
Eduard Brucel era un orangután de 2 metros de alto con el cuello de un toro. Un vagón de tren con la espalda de un buey. Sus brazos eran troncos peludos con 2 puños como palas de excavadora. En comparación su padre parecía un gorrión con pulmonía. Eduard ocultaba el sol y su padre quedaba tapado bajo su sombra encogido en su sillón tiritando de miedo. Eduard Brucel no era un hombre, era un edificio.
-Sabes que te voy a matar ¿verdad?
– · –
A mucha distancia de allí, en un pequeño apartamento de alquiler, Elise estaba con la espalda contra la pared, asustada y desnuda de cintura para abajo, intentando tapar sus vergüenzas como podía mientras sostenía en alto el objeto que Bethelyn le diera un día, un abrecartas. Aléjate de mí, aléjate o te mato.
-Pero mamá, solamente quería verte el coño. Enséñamelo, ¿qué más te da? Además, a ti no te cuesta nada dejarme follar. ¿Es que no puedes hacer ni eso por tu hijo? ¿Cómo puedes ser tan egoísta?
FIN.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
 
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