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Relato erótico: “Blood is thicker than water” (POR HELENA)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

Aquella noche la ciudad no  parecía distinta en nada. Y quizás no lo fuese y el único matiz de distinción es el que ahora le otorga mi mente al recordar lo que estaba por venir.

Sin-t-C3-ADtulo35Todavía no había pegado ojo a pesar de que el reloj ya marcaba una hora muy poco ortodoxa para aquellos que esperan descansar algo. Pero no era el caso. Yo había salido de cena con los socios del bufete para celebrar un fallo a nuestro favor en un caso que había tenido bastante eco en Nueva York, y podía permitirme no aparecer por allí al día siguiente. Nadie esperaría que lo hiciese, a decir verdad. Era mi primer gran caso como socio, aunque ya habíamos tenido uno de bastante repercusión mediática poco después de que yo llegase aquí para ser durante unos meses el empollón colmado de sabiduría teórica que no tenía ni idea de moverse en el duro mundo de ejercer la abogacía en aquella parte del planeta en la que el vocablo adquiere su versión más cruda y audaz. Pero acabé abriéndome camino y ahora soy de ésos que lo tienen todo.
Miré a aquella chica que dormía a mi lado. Era una de las camareras de un exclusivo club en el que decidimos cerrar la noche. Y la presencia en mi cama de alguien que apenas debía gatear cuando yo entré en la Universidad debería colmarme de autosatisfacción, pero era precisamente el exhaustivo análisis de una situación como aquélla el que me hacían sentir cierta punzada de malestar. La satisfacción sólo duraba lo mismo que yo tardaba en correrme. Siempre ocurría lo mismo.
No es que yo sea un maldito viejo verde. Ya casi tengo mis cuarenta, cierto, pero el hecho de no encontrar a nadie que se ajustase completamente a mis expectativas me ha empujado casi por obligación a consagrar mi escaso tiempo libre a mi persona. Me gusta cuidarme, siempre me digo que me cuidaría de la misma manera si tuviese una mujer e hijos, pero sé que no lo haría. No tengo más que mirar alrededor y elaborar una vaga estadística para comprobar que mi vida probablemente cambiaría drásticamente. La experiencia me dice que resulta casi imposible arrastrar a esos hombres casados más allá de la una de la mañana, o quedar para hacer algo durante las vacaciones porque siempre tienen planes familiares. Y está bien, no digo que esté mal, para nada. Pero resulta trivial deducir que si apenas tienes tiempo para socializar, siendo el ser humano un animal social por naturaleza, ¿de dónde iba a sacar yo tiempo para mis horas de gimnasio, spa, masajes o cualquier otra cosa de las muchas que hago para mantener el tipo? En realidad sé que me miento a mí mismo al decirme que seguiría haciéndolo, porque tampoco soy de los que delegaría sus deberes paternales en otras personas para poder seguir manteniendo mi vida a pesar de estar en condiciones de poder asumir esos gastos.
Cavilaba en todo eso cuando mi teléfono comenzó a sonar. Ella se removió en cama, pero apenas se percató de que yo me levantaba. Me puse mis bóxer y me acerqué a la chaqueta de mi traje para rebuscar en ella hasta dar con mi teléfono.
Era mi madre. Suspiré pensando que nunca se acostumbraría a que yo viviese al otro lado del Atlántico ni aunque llevase allí ya casi quince años, y quité el sonido para tirar el teléfono sobre la butaca de mi habitación de invitados, donde podía vibrar hasta que se cansase de llamarme. Ya le devolvería la llamada dentro de un horario más prudente para ambos.
Pero me quede de pie en medio de la habitación mirando la pantalla del teléfono y constatando que mi madre me llamaba una y otra vez. Algo me dijo que tenía que contestar. Miré hacia la camarera, que seguía como un tronco sobre el colchón. Cogí el teléfono y salí de la habitación para contestar a medio camino hacia la cocina. El ajetreado saludo de mi madre me indicó enseguida que algo estaba perturbando la tranquilidad que siempre supongo para ellos.
-¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué hacías?!
-Dormir, ¿tienes idea de la hora que es aquí? – contesté de todos modos. Su llanto me inquietó al instante. Iba a servirme un vaso de zumo pero me paré en seco – ¿qué ocurre, Mamá? – inquirí ya con el corazón en un puño.
-Tu hermana se ha ido.
Me quedé pálido al escuchar aquello mientras mi madre seguía llorando al teléfono y diciendo cosas que para mí no tenían sentido.
-¿Qué? ¿A dónde se ha ido Eva? – pregunté con la garganta seca. Cuando te dicen llorando que alguien “se ha ido”, el paradero de esa persona no suele ser un destino vacacional precisamente.
-No lo sabemos. No sabemos nada… – me informó entre sollozos.
Escuché una leve interferencia y luego me habló la voz de mi padre.
-Nano,  escucha. Parece ser que Eva y Carlos han discutido. Ella nos mandó a la niña hace un par de días e interpuso una demanda de divorcio. Es lo único que sabemos, porque nadie ha vuelto a verla desde entonces.
-¿Cómo? – respondí incrédulo – ¿y el padre? ¿No quiere a la niña?
-Eva nos dijo que se quedase con nosotros, que vendría cuando recogiese sus cosas, pero no volvió. Carlos vino a casa a por la cría, le hemos dicho que no se la llevaría hasta que no aparezca Eva, pero puede estar con ella el tiempo que quiera. La policía está buscando a tu hermana… – me quede petrificado en medio de la cocina, mirando al Hudson a través de las luces de los edificios que se elevaban entre él y yo, y por un momento me sentí como si me sumergiese en aquella masa de agua helada. Un escalofrío me hizo volver a la realidad y entonces escuché de nuevo a mi padre – ¿Nano? Nano, ¿estás ahí?
-Sí, dime…
-Hijo, que la policía nos ha pedido que te llamemos para preguntarte si sabes algo de Eva.
-¡No! ¡Claro que no sé nada de Eva! – Protesté levemente atemorizado al comenzar a pensar en dónde podría haberse metido mi hermana.
-Lo sé, lo sé… ya veo…
-Papá, Eva se ha ido sola, no le pasará nada… – musité con afán tranquilizador. Pero ni yo mismo me lo creía del todo. En ese momento sólo quería colgarles y marcar una y otra vez el número de mi hermana hasta conseguir hablar con ella.
-La policía dice que probablemente sea así, que no nos pongamos nerviosos, que llamará de un momento a otro. Pero tu madre está que no puede más, Nano. Tu hermana no coge el teléfono ni ha dejado nada que indique qué ha hecho o qué no. Carlos ni siquiera la vio por casa. Dice que si fue a coger algo, tuvo que ser mientras él estaba trabajando. También llamamos a su oficina, pero allí dicen que se excusó informándoles de que no podría acudir durante una temporada, que tomasen las medidas que creyesen oportunas. Le han pedido a Carlos que haga un recuento de sus cosas, pero él dice que bien podría pasársele por alto que se llevase algo. Al parecer, llevaban un tiempo bastante distanciados… ¿tú sabías algo?
-No. No tenía ni idea, Papá. Yo siempre que hablaba con ella me decía que estaba todo bien… aunque yo me intereso más por la niña. No sé, uno no pregunta “¿cómo van las cosas con tu marido?” si no se le dice algo antes…
-Ya, Nano. Pero a ti quizás te lo hubiese mencionado… – insistió mi padre.
-¡Pues no me lo dijo! Además, ¿de qué serviría saber ahora si me había dicho o no que estaba mal con Carlos?
-Está bien, está bien… Si se pone en contacto contigo, por favor…
-Lo sé, os llamaré enseguida. No tenías ni que decírmelo.
-Ya, bueno…  Nano, intenta hablar con ella, anda. Quizás a ti te coja el teléfono, hijo.
-Eso tampoco tenías que decírmelo. Es evidente que no voy a parar hasta que hable con ella, Papá. Tú intenta tranquilizar a Mamá – le pedí antes de deshacerme lo más rápido posible de ellos y marcar el número de mi hermana.
El teléfono no daba señal. Lo intenté en al menos diez ocasiones, pero el resultado fue el mismo. Comenzaba a ponerme nervioso ante semejante panorama. No entendía qué demonios podía haberla llevado a cometer aquella tontería de dejar a Irene con nuestros padres y esfumarse de la faz de la Tierra con esa demanda de divorcio pendiente.  Si su intención era divorciarse eso no serviría de nada si no seguía con el proceso. La demanda era sólo el principio. Pero ella lo sabía, le habrían explicado todo el procedimiento antes de interponerla. ¿Qué mierda estaba haciendo?
Fui a mi estudio, puse en marcha mi ordenador y comprobé que no se había puesto en contacto conmigo por medio de ninguna de las opciones que la red de redes nos ofrecía. Redacté varios privados y correos electrónicos con la esperanza de que su aislamiento voluntario no incluyese también el abandono de sus cuentas virtuales. Pero algo me decía que, de ser vistos, esos mensajes probablemente no iban a ser contestados. Al menos de manera inmediata.
Esperé como un idiota frente a la pantalla, alternando mi atención entre el ordenador y mi teléfono, quizás albergando la esperanza de que ella fuese a dar señales de vida de un momento a otro. Dejé pasar de ese modo un intervalo de tiempo que me pareció infinito, tan sólo interrumpido por retorcidas sensaciones de vértigo que se arremolinaban en mi estómago cada vez que yo reparaba en que mi hermana estaba en lo que oficialmente se conoce como “paradero desconocido”. Las estadísticas eran crueles con las personas en paradero desconocido.
Con una amarga nota de desesperación abrí la web de una aerolínea y reservé un billete a España para la tarde de aquel mismo día que todavía no había terminado de empezar. Dejé el ordenador en reposo y volví a la habitación de invitados para despertar a mi acompañante. De una manera muy suave al principio, pero casi sin piedad pasados un par de minutos sin que ésta mostrase la intención de responder.
-Hey, you have to go away – le dije cuando la vi abrir mínimamente los ojos.
Ella suspiró y dejó caer su cara de pleno contra la almohada. Después de una noche en la que yo le había descubierto un Dom Pérignon de trescientos pavos por botella supongo que tenía que estar cansada por narices, y yo tampoco me iba hasta la tarde siguiente. Lo pensé mejor durante un par de segundos, pero definitivamente ya no quería que estuviese allí. Su presencia casi me molestaba porque quería dejar la habitación ordenada y empezar a hacer la maleta para irme. Aquello me urgía como si el avión me estuviese esperando y su hora de salida dependiese sólo de mí.
-Bullshit!… – se quejó con una voz ronca y nada femenina – Why?
-I have to go to Spain. It’s an emergency, ok? Don’t ask me more, just go away, please ­– contesté molesto por su interés. Era ella la que estaba en mi casa y yo en el derecho de pedirle que se fuse de allí.
-Spain? ­– repitió mientras se erguía sujetándose la cabeza con una mano.
-I’m spaniard, remember?
No sé si se enteró de algo. Ella sólo se levantó y comenzó a recoger sus prendas del suelo de la habitación. Posó aquella desteñida mirada sobre mí tras mirar su reloj de muñeca y suspiró de forma poco cordial antes de volver a abrir la boca.
Yeah, but… can I have a shower before?
La miré como si no me lo pudiese creer, pero traté de relajarme y me comporté correctamente. Aunque no le profesase ningún cariño, tarde o temprano me reprocharía el haberla largado de aquella manera. Ella no tenía la culpa ni nada que ver con lo que me estaba empujando a despacharla así a un par de horas del amanecer.
-Ok. Come with me­ – le pedí saliendo de la habitación y llevándola a uno de los baños.
Mientras ella se duchaba cambié las sábanas de la cama y preparé café, pero lo dejé a la espera en la cafetera. Mis planes eran tomarme mis pastillas para el estrés a fin de poder dormir un poco antes de levantarme con el tiempo justo de ducharme, ingerir el café que para entonces ya no estaría “recién preparado”, llamar al trabajo para decir que necesitaba algunos días de asuntos propios antes de marcharme, preparar rápidamente una maleta y salir rumbo a casa. Repasaba mentalmente mi plan de acción cuando  la chica se acercó a la puerta de la cocina a tiempo de contemplar cómo me automedicaba.
-Hey, daddy – se burló con una media sonrisa que no correspondí. Seguramente no se creyese que tenía que irme a España, pero era cierto, y el motivo de aquello ya no me dejaba reaccionar del mismo modo que había reaccionado sólo algunas horas atrás cuando ella decidió que aquella noche yo sería su “daddy” -. Ok, I just came to say you goodbye – musitó casi con una mueca de ofensa en su cara.
La acompañé a la puerta por obligación y la despedí tratando de ser lo más humanamente cortés en mis nuevas circunstancias. Sólo cinco minutos después, estaba en cama esperando a que mis fármacos hiciesen efecto mientras sostenía mi teléfono con ansiedad y consultaba el correo en mi iPad con enfermiza insistencia. Ninguno de los dos dispositivos dio fe de que alguien tratase de ponerse en contacto conmigo. Al menos no antes de que me durmiese.
Más tarde la alarma me despertó con lo que me pareció un estruendo. Me apresuré para apagarla, azorado y lento en todos mis movimientos a causa de mi antinatural descanso. Pero lo suficientemente despierto como para que el estómago se me encogiese al comprobar que mi hermana seguía en un punto muerto del planeta. Me metí en la ducha, tardé un par de minutos en rememorar el esquema que había trazado minuciosamente antes de dormir y salí dispuesto a seguirlo al pie de la letra. Llamé al despacho mientras me tomaba una taza de café recalentado, me vestí, saqué una de mis maletas tras imprimir el resguardo del vuelo que había comprado y me dispuse a rellenarla con lo estrictamente necesario antes de que mi timbre sonase.  Me quedé de pie en medio de la estancia reparando en la inoportuna visita. Tenía que ser algún vecino, de lo contrario, Gaspar –el portero del edificio- me habría puesto en sobreaviso.
Suspiré molesto, pero me dirigí a la puerta de la entrada retorciéndome de ira por la insistencia con la que ahora timbraba quienquiera que osase perturbarme de aquella manera en aquel preciso instante.
-Hola Nano – fue todo cuanto mi hermana alcanzó a musitar antes de que la abrazase condensando en aquel gesto todo el miedo y la desazón que había sentido al creer que no volvería a hacerlo.
Eva estaba allí, en mi puerta, plantada en mi pasillo con una mísera maleta de mano y una pinta de haber venido de algún suburbio. No fui capaz de decirle nada. Yo sólo me esforcé por no derramar ninguna lágrima y no sufrir un infarto mientras la hacía pasar y cogía su equipaje. No le indiqué nada. No era necesario, Eva me había visitado en más de un par de ocasiones desde que me había comprado aquel ático, sabía dónde estaba todo y que podía moverse por allí con la misma libertad que yo.
-Supongo que ya lo sabrás… – balbuceó tras rebasar apenas el recibidor.
-Mamá me llamó de madrugada – confesé sin más preámbulos -. Espero que entiendas que tengo que decirles que estás aquí. Todo el mundo te está buscando.
Eva rechazó mi propuesta con un violento aspavientos. Como si de repente el hecho de haber venido a mí fuera un grave error por su parte. Fue entonces cuando me abandonó el mar de tranquilidad que me había sepultado al verla allí.
-¡Oye! ¡Desapareciste de tu vida sin decir siquiera: “estaré bien”! – le espeté sin más premeditación dejándola muda con mi arranque -. Es decir, nadie te reprocha que necesites un respiro. Pero, ¿tenía que haber sido así? Podrías haberte cargado tranquilamente a Mamá, estaba al borde del colapso… Y eso sin mencionar a tu propia hija… – rezongué tratando de suavizar las cosas mientras me iba a por mi teléfono.
Le pregunté si quería hablar con alguien, pero negó con la cabeza. Sin embargo, se acercó tímidamente más tarde, cuando escuchó que estaba hablando con mi sobrina. Supuse que querría oír la vocecilla de la niña, pero echó a llorar antes de que yo tuviese la certeza de que lo había hecho. Dejé a Eva en uno de los sofás mientras me dirigía a mi habitación tratando de tranquilizar a mi madre, que exigía imperiosamente hablar con mi hermana. Logré convencerla de que no era lo mejor en aquel momento, me despedí de ellos y regresé al salón.
Quería saberlo todo. Me escocía el ansia de que ella me diese alguna explicación para haber cometido toda aquella locura. Pero sólo fui capaz de corresponder el abrazo que ella buscó cuando me senté a su lado y de ofrecerle mi propia cama cuando mencionó  que le vendría bien echarse un rato.
Esperé una hora eterna en aquel sofá, cavilando sobre sus motivos e intentando ponerme en su situación pero fui totalmente incapaz porque en realidad, por mucho que yo la apoyase incondicionalmente, nunca lograría entenderla. Siempre había sido así. Finalmente me levanté, comprobé que dormía relajadamente sobre mi cama y salí a la calle para comprar un par de cosas tras dejarle una nota sobre la mesilla de noche. Desaparecí con sigilo, cerrando la puerta de mi casa como si acabase de hurtarme a mí mismo. Gaspar me recibió sonriente en el vestíbulo.
-¿Cómo le va, Fernandito? – Le sonreí tímidamente cuando su acento mejicano me saludó exactamente con el mismo tono de siempre. Gaspar se dirigía a mí en español desde que el primer saludo que articulé para él le bastó para clasificarme dentro de su amplio grupo de conocidos hispanoparlantes -. Qué sorpresa la de su hermana, ¿no? Me pareció un lindo detalle lo de presentársele a su hermano en la otra punta del globo.
-Sí – asentí  dándole la razón. Me había acordado de Gaspar antes de abrir la puerta, pero una vez que lo hice y vi allí a mi  hermana no me había planteado que tenía que haber pasado por su inquebrantable portería para llegar a casa. Supuse que no le había contado nada de interés si él creía que se había presentado allí para darme una “agradable sorpresa” -. Le hubiera anunciado su llegada de haberlo sabido. Suerte que estaba en casa, sino tendría que haber esperado aquí con usted.
-No se preocupe. Le hubiésemos telefoneado al celular y le habría dado la copia de las llaves que tengo para emergencias – informó sonriendo mientras me abría la puerta con gran naturalidad. Le había dicho infinidad de veces que no lo hiciese, pero nunca había logrado adelantarme a él para abrirla yo mismo -. Aunque para nada me disgusta la idea de tenerla esperando aquí conmigo, porque su hermana es muy linda, Fernandito. Yo mismo se lo digo bien de veces cuando anda por acá.
-Lo sé, a mi cuñado no le hace ninguna gracia – le informé poniéndome mis nuevas Ray Ban antes de salir al asfalto.
-Bueno, pero el bruto de su cuñado no vino esta vez. Aunque fíjese que sí me hubiera gustado ver a su sobrinita – dijo con cierta lástima -. La niña salió a su mamá, siempre lo dije. Con esos ojazos bien grandotes, esa risotada que es pura vida y ese pelo que le cae como la miel sobre los hombros… Más de un inocente se va a torturar con eso, créame…

Me reí de sus conjeturas despidiéndome con la mano antes de dejarme engullir por el bullicio de las aceras neyorquinas. Gaspar flaqueaba con Irene. Todos flaqueábamos con Irene, a decir verdad. Era cierto que era una niña guapísima y que mucho tenían que torcerse las cosas para que no lo siguiese siendo. Lo cual, también implicaba que –como Gaspar decía-, no había heredado ni un ápice de la apariencia de su padre. Un leve murmullo de lástima por mi cuñado recorrió esporádicamente mi cuerpo. Pero se esfumó con la misma facilidad con la que había aparecido. Carlos nunca me había caído exageradamente bien.

Esperaba que  Eva estuviese a pie cuando llegase a casa, pero todavía dormía cuando me asomé al umbral de mi habitación antes de volver a la cocina para colocar la escasa comida que había traído. Siempre me alimento fuera así que es totalmente imposible encontrar en mi casa cualquier cosa susceptible de convertirse en menú. Me asomé ligeramente a la terraza exterior comprobando que el sol comenzaba a caer tras la muralla de edificios que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Mi teléfono vibró en mi bolsillo: mi madre otra vez. Contesté sin vacilar, consciente del suplicio por el que debía estar pasando, pero repitiéndole una vez más que Eva estaba a salvo en mi cama. Había dormido desde que había llegado a la ciudad, lo cual no dejaba de ser una buena señal. Colgué el teléfono tras asegurarme de que se quedaba más tranquila y me acerqué al restaurado balcón de piedra. Observé detenidamente el entramado de asfalto que quedaba muy por debajo de mis pies y me pregunté cuánto podría tardar en cruzar el par de calles que me separaban del Starbuck’s más cercano. Trataba de calcularlo al segundo cuando la voz de mi hermana me distrajo de todo.
-Buenos días – bromeó suavemente acercándose a mi posición -. ¿No has ido a trabajar hoy?
-Tengo unos días de vacaciones. Los pedí porque iba a irme a casa esta tarde – le dije sin ocultarle nada.
 Ella suspiró derrotada y se desplazó hasta el sofá de exterior que todavía estaba cubierto con la lona de invierno. Me había olvidado de descubrir el mobiliario de la terraza aquel año a pesar de que el buen tiempo ya había llegado.
-¿En qué pensabas, Eva? – Le pregunté sin más rodeos antes de que ella sacase un cigarrillo y se aferrase al hecho de encenderlo como si eso fuese a condonar la explicación que le estaba pidiendo -. ¿Qué narices te ha llevado a hacer todo esto? – Insistí sin muchas expectativas.

Mi hermana tenía ese afán de espíritu libre por evadir responsabilidades y tomar alocadas decisiones de cuyas consecuencias no se encargaría si le era posible. Era lo que mi madre siempre tachó de “máximo exponente de irresponsabilidad”. Aunque para mí, ésa siempre fue una de sus grandes cualidades. Entre independiente y temeraria, mi hermana siempre fue mi imagen de esa persona que abandonará esta vida sin dejarse nada en el tintero. No obstante, se había pasado con creces.
-Las cosas con Carlos no funcionan – dijo de repente -. Llevamos algún tiempo bastante mal, aunque aguantábamos el tipo por la niña. Pero ya no lo soporto, Nano. No podía estar ni un día más bajo el mismo techo que él.
Sus palabras emanaban un visceral odio en el que no sabía muy bien si hurgar. Pero decidí hacerlo sin mucho convencimiento y le pregunté qué había sucedido exactamente para que tuviese que explotar de aquella manera. La respuesta me dejó de piedra. Mi querido cuñado andaba en líos de faldas con una treinteañera que trabajaba en su misma oficina de ingeniería. Tuve que escuchar estupefacto cómo Eva comenzó a sospechar de todo hasta que acabó leyendo uno a uno los e-mails que Carlos todavía conservaba en su cuenta de correo electrónico de la empresa. En ellos, aparte de dejar plena constancia de algunos de sus furtivos encuentros con la interpelada treinteañera, le prometía a ésta que algún día no muy lejano mi hermana sería agua pasada. No sentí nada por Carlos. Ni odio, ni apego, ni lástima. Sólo la más total de las indiferencias, como si siempre supiese que aquello terminaría pasando y no le culpase por haber jugado su papel en el devenir de las cosas.
-Tenías razón – sollozó Eva interrumpiendo mis cábalas -. No tenía que haberme casado con Carlos.
-Bueno. Ya es un poco tarde para eso – articulé débilmente volviendo mi cara hacia otro lugar por miedo a que ella viese más de mí que lo que yo realmente quería expresar -. Además, piensa que te ha dado a Irene.
-No le necesitaba para ello – objetó rápidamente mientras intentaba que su llanto no fuese a más.
No se me ocurría qué más podía yo decir. No podía aportar nada bueno de mi cuñado porque nunca me relacioné demasiado con él, y tampoco servirían de nada los discursos tipo “te lo advertí”, “esto lo sabía un tonto” o “siempre haces lo que te da la gana y luego te estampas”. Eva estaba harta de escucharlos y jamás los había usado. A sus cuarenta años yo no estaba en posición de entrar en ese sendero que no nos llevaría a ninguna parte.
-Pero Irene está ahí, Eva. Es maravillosa y te guste o no, es su hija… Te va a dar más de una jaqueca si pelea por la custodia… No debiste dejarla con Mamá y Papá sin ponerle al tanto – le dejé caer.
Eva suspiró dejando caer su cara sobre sus manos.
-¡Dios! ¿Es que no puedes dejar de pensar nunca en el trabajo? No te he pedido consejo de nada relacionado con el divorcio, y eres el mejor abogado que conozco, Nano – protestó molesta -. Sólo necesitaba ver a mi hermano, joder…
-Vale, sorry – me disculpé mostrando las palmas de mis manos en alto para implorar mi perdón.
Realmente no pude evitar el hecho de comentárselo. Irene era mi sobrina, yo no quería que el cabrón de Carlos le ganase una custodia y mi familia tuviera que limitarse a ver a la cría bajo un escueto y estricto régimen de visitas. La madre lleva las de ganar si sabe jugar sus bazas, pero ¿por qué tuvo que montar aquel circo? Supuse que en el fondo lo sentía aunque no lo exteriorizase.
Me sentí descolocado en mi propia terraza. Con mi hermana fumando aovillada sobre un sofá cubierto, en estricto silencio después de haber desaparecido como por arte de magia de la geografía española. La falta de palabras no era incómoda. No ante su presencia. Pero ella parecía tranquila mientras yo evaluaba su situación para mis adentros y determinaba que no debería estarlo. Aun con la infidelidad de Carlos, supuse que ella ya no tenía trabajo en España. Desconocía el estado de su economía ni el régimen con el que Carlos y ella se administraban. Esperaba que hubiera sido lo suficientemente inteligente como para conservar sus propias cuentas bancarias, puesto que había sido ella la que había abandonado la vivienda familiar. Carlos la dejaría sin un duro si tenían sus ahorros en la misma cuenta. Me alertaba y me tranquilizaba a mí mismo suponiendo lo peor y repitiéndome que sólo estaba haciendo eso: suponer. Pero no encontraba algo a lo que aferrarme definitivamente para no naufragar en la situación en la que Eva parecía mantenerse a flote sin problemas.
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-Me alegro de que por lo menos a ti la vida te haya ido tan bien, Nano. Si alguien se merece todo esto, está claro que eres tú – dijo rompiendo el silencio con un atisbo de sonrisa en su cara -. Tenía que haber escuchado a Mamá cuando dejé la carrera, tenía que haber hecho un montón de cosas antes de casarme con ese gilipollas…
Me reí quedamente al escucharla de nuevo con la misma cantinela. A pesar de lo que yo opinaba de ella, Eva siempre tenía en mente una retahíla de cosas que “tenía que haber hecho”. Yo lo achacaba al inagotable ímpetu que sólo tienen quienes saben vivir de esa manera, pero curiosamente, era la primera vez en la vida que le escuchaba reconocer que tenía que haber terminado su carrera. Hubiera podido hacer grandes cosas sin una licenciatura, para mí sólo había errado al casarse e intentar ser la perfecta ama de casa durante los primeros años de su matrimonio. Eva era demasiado inquieta para eso.
-¿Qué demonios te queda por hacer a ti? – Inquirí con curiosidad mientras le robaba un cigarrillo -. Si eras tú la que siempre me decías que tanto libro iba a quemarme las pestañas.
Ella se rio abiertamente mientras asentía. Me alegré repentinamente de verla reír en medio de un momento como aquel.
-Es verdad. Pero mírate ahora, viviendo todo lo atrasado mientras yo trato de agarrar desesperadamente los trozos de una vida tirada por la borda.
-Es demasiado pronto para decir eso, Eva. Sólo tienes cuarenta años – intervine sin gustarme un pelo sus palabras. Ella me miró con aquellos penetrantes ojos que también había heredado Irene y, por un momento, creí verla sonreír -. Además, si vivir lo atrasado es para ti no tener tiempo para nada más que para mantener a raya un incipiente vello que de repente asoma desde tus fosas nasales. Bien, te aseguro que estoy viviendo mucho lo atrasado…
La carcajada  de Eva inundó momentáneamente la terraza, provocándome una leve risotada que se me pasó al preguntarme cómo podíamos terminar bromeando en medio de algo así.
-Anda, Nano, déjate de historias. Si eres una especie de soltero de oro. Siempre le digo a todo el mundo que eres el típico hombre por el que las tías de Sexo en Nueva York perderían el culo.
Sonreí sin muchas ganas pero no agregué nada más a su comentario. Me levante para ir a por la cena a la nevera y serví lo que había cogido en el japonés que quedaba de camino a casa. Eva comió poco. Protestó un par de veces por la dieta y me hizo prometerle que iríamos a por comida de verdad al día siguiente. Asentí sin añadir nada, a pesar de que yo sabía que aquello le gustaba porque pedí lo mismo que ella pide siempre que entra en un japonés. Hablamos un poco por encima sobre lo que debería hacer y concluimos vagamente que se quedaría alrededor de una semana antes de que yo la acompañase de vuelta. Supuse que sería un inmejorable momento para dejarme caer por España y que ella se iría mostrando más receptiva a tratar el tema de su divorcio conforme se acercase el día de irnos.
Eva instaló sus cosas en la habitación de invitados. Pero volví a pedirle que durmiese en mi cama una vez más cuando me asaltó el remordimiento al imaginármela allí sola, tumbada en la cama sobre la que yo culminaba sexualmente los encuentros que terminaban en mi casa, porque soy bastante reservado en cuanto a lo que considero “mi intimidad” y no acostumbro a meter en mi cuarto a ese tipo de visitas que sólo van a quedarse una noche. Me parece que es mostrarles demasiado sobre mí aunque vayan a ver cada parte de mi cuerpo. Una cosa es desnudarse por fuera y otra es desnudarse por dentro, y lo segundo me incomoda en grado sumo.
Un remordimiento del todo inútil al reparar también en el hecho de que ella ya había dormido allí cuando había venido con Carlos o con Irene. Mis padres también habían dormido allí, y todo amigo o familiar que me había visitado desde que vivía en aquel edificio. Sin embargo, en aquel preciso momento me pareció incluso sacrílego dejarla descansar allí sola donde la noche anterior había dormido una camarera que probablemente no volvería a ver en mi vida. Como dicen los yanquis; “blood is thicker than water” que literalmente traducido viene a decir que la sangre es más espesa que el agua, y en sentido figurado, hace referencia a la fuerza de los lazos familiares por encima de las demás relaciones. Debía de ser cierto porque la verdad es que no soporté la imagen de Eva pasando la noche sola en la habitación de invitados. Ella simplemente, estaba en otra categoría.
No obstante, ajena a todo mi caudal de culpabilidades infundadas y a lo ocurrido la noche anterior, aceptó sin darle más vueltas. Dudé un par de segundos sobre si debería manifestar mi intención de ser yo el que me fuese a la habitación de invitados pero ella misma dejó claro que no le importaba en absoluto mi compañía en cama. Así que apenas quince minutos después de aquella conversación Eva apareció en mi dormitorio mientras yo revisaba el correo desde mi iPad y se metió bajo las mismas sábanas en las que yo me hallaba. Sonrió ligeramente sin decir nada y se dio la vuelta como si no quisiera causar mayor molestia. La miré furtivamente antes de dejar la tableta sobre mi mesilla y apagar la luz para acomodarme en cama reparando en lo extraño y familiar que era tenerla allí.
Noté la calidez de sus piernas, su serena respiración y su olor llegando lentamente a mis sentidos para quedarse. Eva siempre olería a aquel matiz de hierba seca que yo relacionaría inequívocamente con ella hasta el fin de mis días. Cerré los ojos y volví a mis veinte años recién cumplidos, cuando el cuerpo de Eva era para mí lo que nunca ha sido otro cuerpo. Cuando la contemplaba tras la fachada de hermano culpándome por la manera en la que sólo yo sabía que la estaba viendo. Entonces ella siempre sonreía, siempre llegaba a mi habitación y se tumbaba en mi cama para hablarme acerca de su último descubrimiento musical mientras yo estudiaba. O me hablaba de lo idiota que era la gente en la Universidad. Sonreí plácidamente en la semioscuridad al tiempo que la voz de Eva rompió el silencio con suavidad.
-Nano, ¿cómo estaba Irene? – preguntó mientras se volvía hacía mí.
-Bien – le respondí abandonando mis recuerdos para volver a la realidad -. Quería venir aquí contigo. Se quejaba de que no le hubieras dicho que venías y de que la hubieras dejado allí. ¿Sabe lo que está pasando?
-No, no lo creo. Sólo es una niña.
-En el Bronx los niños de diez años ya saben disparar… – argumenté.
-Pero Irene no ha crecido en el Bronx – se defendió golpeándome el hombro.
-En el fondo, la proteges demasiado de cosas que no deberías – pensé en voz alta -. No creo que haya sido lo más acertado dejarla en casa de Mamá y Papá para que ellos la mantengan ajena a todo este jaleo… – ella no dijo nada -. En realidad, todo este jaleo es muy poco acertado.
No quería hacerle daño. Supuse que Eva lo sabía también, pero el silencio posterior dio fe de que algo no iba bien. Iba a disculparme tras hartarme de esperar alguna palabra por su parte, pero ella me interrumpió sin saberlo.
-Quizás tengas razón, ¿me ayudarás a hablar con ella cuando lleguemos? – Acepté sin reparo aunque de repente pensé en Irene llorando y se me encogió el corazón -. Se parece mucho a ti, ¿sabes? – Añadió mi hermana mientras se cubría con las sábanas hasta la mitad de la cabeza -, saca unas notas buenísimas y los profesores que le dan clase hablan maravillas de ella.
-Mamá dice lo mismo – le confirmé ligeramente orgulloso -. Pero me ha dicho que la niña dice que quiere ser ingeniera como su padre…
-Bah – desechó  rápidamente -, eso no son más que tonterías que Carlos le hace decir. Creo que apuntará más hacia algo de biología o ciencias naturales. Le fascina todo bicho y no hay quien le haga perderse un documental.
Me reí para mí mismo al escuchar aquello. Era cierto, el zoo de Central Park o el museo de Historia Natural eran visitas obligatorias que siempre me tocaba cubrir a mí cuando venía a verme. Bien porque sus padres ya estaban hartos de llevarla a sitios similares o porque me la enviaban unos días que para ellos debían suponer unas vacaciones. En cualquier caso, yo me ocupaba de aquello con sumo gusto.
A la mañana siguiente me desperté con el ruido del agua de la ducha. Había demasiada claridad allí así que miré el reloj, era relativamente tarde para mí. Hacía años que no dormía tanto sin ayuda de la ciencia. Me volví hacia el teléfono que había dejado en la mesilla y que debería haberme despertado hacía ya más de cuatro horas, pero no estaba allí. Lo busqué con la mirada, encontrándolo en la mesilla de Eva. Comprobé que estaba apagado, razón por la cual no desempeñó su rol de despertador aquella mañana.
Estaba encendiéndolo cuando Eva salió del baño de mi habitación recién duchada y vino a cama de nuevo.
-¡Buenos días! Apagué tu teléfono cuando Mamá te llamó de madrugada – me explicó.
-Podías haberle cogido – le reproché -. ¿Y si fuese algo de la niña? Y de todos modos, piensa cómo te sentirías tú si Irene te hiciera esto. Sólo quiere escucharte decir que estás bien, ¿tanto te cuesta hacer sólo eso?
Suspiró profundamente mientras yo encendía el teléfono y comprobaba cuántas veces había intentado nuestra madre ponerse en contacto conmigo en vano. Era insistente hasta lo molesto, pero me preocupaba su salud así que yo no era capaz de darle largas con la facilidad que mi hermana destilaba para ello.
Gruñí ligeramente mientras mi cabeza preparaba la continuación de mi discurso tras comprobar que nuestra madre seguramente no habría podido tomarse las cosas con más calma a juzgar por mi historial de llamadas, pero las manos de Eva sujetaron mis mejillas y me hicieron mirarla fijamente. Su cara se acercó con alarmante decisión hacia la mía hasta dejar que nuestras frentes se tocasen. Mi piel recogía el agradable cosquilleo de su respiración, mi corazón se aceleraba con el olor a baño matutino que su pelo desprendía, y mis manos no pudieron evitar temblar ligeramente dejando caer el teléfono sobre la colcha. Eva sonrió.
-Está bien. Llamaré a Mamá esta tarde, ¿de acuerdo?
No le contesté. Repentinamente molesto por aquella actitud, rodeé sus muñecas con mis manos y las aparté lentamente como si me estuviese librando de un frágil hilo de seda que se me había enredado. Traté de recomponerme y me dirigí al baño para hacer uso de mi turno mientras intentaba no volver la vista atrás.
Aquel día Eva habló con nuestros padres y con su hija. El huracán que había montado con su desaparición retrocedió hasta la categoría de “río desbordado”, que supuse que no abandonaría hasta que pusiera los pies en suelo español. Pero para aquello faltaban cinco días exactamente. Yo mismo imprimí nuestros billetes mientras ella hablaba por teléfono, pensando una y otra vez en aquel acercamiento que había tenido lugar a primera hora de la mañana. Me aferraba desesperadamente al momento por el que ella estaba pasando para justificarla, pero mis pensamientos oscilaban entre extremos tan opuestos como la imagen de una mujer insaciablemente irresponsable y caprichosa y la posibilidad de que yo me hubiese portado como un idiota al apartarla, alarmado por motivos que quizás sólo me incumbiesen a mí.

Habló durante más de una hora. Fui hasta la cocina tras ponerme ropa de casa para coger algo de fruta mientras ella todavía seguía al teléfono. Estaba sentada sobre la isla de cocina con su nuevo camisón de Victoria’s Secret mientras comía fresas que bañaba generosamente en un bol de yogur natural. Supe que hablaba con Irene por las continuas promesas de traerla a mi casa y el derroche de palabras cariñosas entre risas, sólo interrumpidas para dar evasivas sobre Carlos. Sentí lástima por ella al escuchar sus disculpas porque mi hermana podía ser cualquier cosa, pero a pesar de lo que había hecho, doy fe de que era una madre estupenda.
Saqué el melón que habíamos comprado aquella misma tarde y comencé a cortarlo mientras el movimiento de las piernas de Eva me distraía inevitablemente. Sus pies descalzos surcando graciosamente el espacio de mi cocina atraían mis pupilas haciendo de cebo para que, tras reparar en ellos, mis ojos surcasen sus tobillos y la rectitud de sus tibias para otear sus rodillas antes de llegar a sus muslos. Reconocí la misma piel de veinteañera en sus piernas de cuarenta años y me recreé en la infinita cantidad de veces que las había visto. Los veranos en familia ocuparon de repente todos mis pensamientos, mostrándome la imagen de Eva en la playa aferrándose como una lapa a mi brazo porque el agua solía estar helada. Su piel apuntillándose en el mismo momento en el que ella entraba en el mar haciendo de aquello un verdadero drama, y sus pezones acribillando los triángulos de su bikini. Después de aquel recuerdo, inevitablemente, vi mi lengua sobre ellos. Vi mis manos sobre los muslos que me habían hecho recordar todo aquello y vi a Eva sentada a horcajadas sobre mí mientras me abrazaba tan fuerte que mi estómago se retorció en un cosquilleo cuando creí sentir aquellas piernas rodeándome.
Salí del limbo cuando su mano robó la única rodaja de melón que había sido capaz de cortar y sus labios me regalaron un inocente beso en la mejilla a cambio antes de que ella abandonase la cocina. En aquel momento supe inequívocamente que era plenamente consciente de lo que me había pasado por la cabeza mientras yo hacía el tonto con un cuchillo y un melón, y volvió a embargarme la misma sensación de pánico, desazón y desesperada necesidad que sentía cuando vivía únicamente pendiente de ella.
Decidí al respecto que no podía permitirme a aquella edad tropezar en la misma piedra. Había llegado a perder la razón por Eva, pero lo había superado y se me antojaba imposible caer de la misma manera en aquel error años después.
Durante aquellos días Intenté no confundirme con sus muestras de afecto, me concentré en recibirlas con la mayor seriedad posible y sujeté mi imaginación todo lo que pude cuando ésta amenazaba con echar a volar. Y supongo que lo conseguí la mayor parte del tiempo. Cuando las cosas se ponían lo que yo consideraba “feas”, intentaba hablarle de Carlos, del divorcio, o sonsacarle alguna información que me sirviese para evaluar las posibilidades reales que ella tenía para que todo aquel asunto no le pasase una factura verdaderamente cara, no sólo económicamente hablando.
La verdad es que lo tenía bastante crudo por haber obrado de aquella manera tan absurda. Su abogada incluso se negó a defenderla por haberse largado dejando la demanda de divorcio pendiente y habiéndole “arrebatado la hija a su padre” -legalmente hablando-. Había tenido una suerte infinita de que éste no la demandase por aquello. Yo había vivido con el miedo de que le notificasen tal cosa desde que conocía el dato. Y si hubiera sucedido, podía olvidarse de la custodia de Irene, como poco hasta que mi sobrina fuese considerada mentalmente capacitada para decidir con cuál de sus padres quería vivir. Supuse que o bien Carlos andaba muy liado con la treinteañera, o bien era una deferencia que le concedía a mi hermana en compensación por su infidelidad. Al final tuve que mover algunos hilos con antiguos compañeros de carrera para encontrarle a alguien medianamente decente que nos hiciera el favor de llevar su divorcio. Habíamos quedado en ir a verle un par de días después de que llegásemos a España.
Acababa de cerrar mi maleta la noche antes de nuestro regreso cuando Eva apareció en la habitación.
-Nano – me llamó mientras avanzaba hasta mi cama para sentarse sobre ella -, ¿qué opinas sobre mis posibilidades en todo esto?
Bueno, había pensado mucho sobre sus posibilidades y no había concluido nada positivo, pero no quería decírselo.
-Depende – vacilé -. Depende de las expectativas que tengas… La casa, el dinero, la niña, el coche… ¿con qué esperas tú salir de un matrimonio de diez años?
-Con mi hija – contestó sin dudarlo -. Todo lo demás puedo conseguirlo de nuevo. No me importa si tengo que volver a casa de Mamá y Papá. Es más, me gusta la idea de empezar de nuevo por mí misma…
Yo suspiré al imaginarme que estaba haciendo de aquello su nueva aventura en la vida. Siempre está bien ser optimista, no dejaba de tener mérito. Pero no estaba en posición.
-Verás. No puedes quitarle una hija a un padre. Si quieres tener a Irene sólo para ti tienes que conseguir que Carlos renuncie voluntariamente… Pero igual no te resulta económicamente rentable que tal cosa suceda… Estas son el tipo de cosas que tienes que consultar con tu abogado. Los divorcios no son mi especialidad y la legislación española al respecto la tengo más que oxidada.
-Pero eso sería como alquilar a Irene, Nano… – dijo con aires de reflexión -. Si el cabrón renunciase, por mí podría quedarse con todo lo demás…
-Mira, entiendo que lo de la treinteañera y todo eso sea un golpe bajo y que le odies irreversiblemente por ello – le comuniqué mientras me sentaba a su lado -. Pero tiene toda la vida para reclamar a Irene aunque renuncie ahora a ella. Puede tenerte en los juzgados hasta que ella sea independiente. Así que fíate de lo que te diga tu abogado, consigue un reparto de bienes que beneficie a ambas partes y si él quiere seguir ocupándose de su hija, te aconsejo que hagas lo imposible por acordar el mejor régimen para los dos. Si lo solicitas, ni siquiera tienes que volver a verle… pueden ser parientes cercanos los que se encarguen de llevar y recoger a la niña.
Eva me miraba como si no pudiera creer lo que le estaba diciendo. Yo simplemente le daba mi humilde opinión en base a lo que suponía mejor para ella. Me parecía inviable renunciar a todo por la niña. Si luego Carlos la reclamaba alegando que Eva le había coaccionado o presionado para que lo hiciera a mi hermana no le quedaría ningún recurso para justificar que Irene estaba mejor con ella. Esas cosas nunca salían bien.
-¡No me jodas, Nano! ¿Qué beneficio puede aportarle a mi hija un hombre que engaña a su madre?
-Es mejor que no uses su infidelidad para nada más que para justificar la demanda de divorcio. Si él le hace preguntarse al juez qué beneficios puede aportarle una madre que se la lleva de casa sin previo aviso para dejarla con sus abuelos, abandona su puesto de trabajo y desaparece de la faz de la Tierra… créeme que no podrás levantarlo.
El silencio se apoderó de la estancia durante unos minutos aun estando en medio de Nueva York, hasta que finalmente Eva dejó caer su cara sobre mi clavícula para acomodarse cerca de mi costado sin que yo moviese un solo músculo para impedirlo.
-Siempre pensando en todo, ¿eh? –  dijo en lo que pareció una queja cargada de impotencia.
Su extrema cercanía era inusitadamente placentera e incómoda a la vez. Su tacto me arrastraba contra mi voluntad hasta verme a mí mismo obligándome a mantener mi posición mientras mentaba su desnudez en mi fuero interno. Mientras veía sus manos colándose veloces bajo mis calzoncillos mientras yo la observaba expectante y mudo, aunque deseando con todas mis fuerzas que sujetase por fin aquella erección que estaba aflorando.
Su brazo cercó mi cintura en aquel momento y me levanté apresurado para atajarla antes de que rodease mi torso. Eva se rio en cuanto me puse de pie, dejándose caer en cama para mirarme desde el colchón. Su camisón era demasiado corto para aquella postura, pero a ella parecía divertirle y ni siquiera dudó en atormentarme todavía más apoyando un pie sobre la cama, de manera que la inclinación de su muslo arrebolaba aquella fina prenda todavía más cerca de sus caderas.
-Nano, ¿puedo preguntarte algo?
-Algo más, querrás decir – contesté tembloroso tras tragar saliva.
-¿Todavía duele? – No la entendí y supuse que mi rostro me delató porque no pude contener el gesto de curiosidad al respecto -. Es decir, creía que lo habíamos superado. Ha pasado mucho tiempo… – contuve la respiración al entrever por dónde iban los tiros.
-No más de lo que ha dolido – contesté aturdido por un brote de irritación.
-¿Entonces? No hace falta que te apartes como si tuviera la peste – bromeó alargando una de sus piernas para intentar alcanzarme con ella.
Su ropa interior apareció al descubierto cuando lo hizo y mi primer instinto fue apartarme antes de que pudiese llegar a tocarme. Eso le provocó otra carcajada.
-No me gusta que bromees con eso, no me hace ninguna gracia – le espeté molesto.
-¿Bromear con qué? – inquirió casi con inocencia mientras se apoyaba en sus codos para elevar el torso.
-Con “eso” – enfaticé -. Lo sabes perfectamente.
Eva se levantó con rapidez felina y se plantó bajo mi cara antes de que terminase la frase. Quise apartarme de nuevo pero sus manos sujetaron mi cuello impidiendo que pudiese hacerlo sin antes deshacerme bruscamente de ella. No quería hacer eso así que mantuve mi posición aun cuando sus labios comenzaron a acercarse a los míos.
-Dilo, Nano. O voy a creer que todavía sigues pensando en “eso”.

Me costaba respirar en aquellas circunstancias. A duras penas podía regular el ritmo de mis pulmones, así que ni hablar de articular una respuesta coherente. Mis ojos registraron el movimiento de su rostro ante mi incapacidad para hablar a muy corto plazo, quizás por eso mis párpados los cubrieron antes de lo inevitable. Inmediatamente después, los labios de Eva devoraban los míos con la misma suavidad que yo no había conseguido olvidar en toda mi vida. La seguí inconscientemente, sabiendo que volvería a hacer de mí lo que se le antojase porque siempre había sabido que podría hacerlo en cualquier momento. Y mientras mis manos volvían a recorrer el cuerpo de mi hermana hasta estrecharla sobre mi torso yo sentía cómo se desmoronaba toda la lucidez que había ido acumulando desde la última vez que pude tenerla.
-Lo siento – susurró sin llegar a irse muy lejos. Mis labios la buscaron de nuevo para que no se echase atrás a aquellas alturas. Era demasiado tarde para arrepentirse de verdad por algo que habíamos hecho tantas veces.
Callé su boca con la mía. Ligeramente molesto por sus disculpas después de que ella misma me buscase conscientemente desde que había llegado allí. Molesto porque había sido yo el que me había propuesto no cometer el mismo error de nuevo y aun así no había hecho nada contundente mientras la veía venir. ¡Qué tontería! ¿Cómo no iba a verla venir si ya lo había sufrido más de mil veces? Eva iba y venía en mi vida desde que le dio la gana. La amaba hasta el extremo cuando ella decidía amarme y la odiaba también hasta el extremo cuando ella decidía que lo nuestro estaba mal. Me obligué a olvidarla tantas veces como ella volvió a mí haciendo que la recordase de nuevo. Un infernal zigzagueo de emociones que resucitaba en aquel preciso momento enterrando una relativa calma de más de diez años.
-Te quiero, Nano – susurró dejándose caer de espaldas sobre la cama cuando yo la arrastré allí.
No contesté. Me limité a buscar mi posición entre sus piernas tras levantar ligeramente su camisón y volví a besarla con toda la rabia contenida que sus palabras desataban. Me lo había dicho miles de veces. Me juraba y perjuraba que sólo me quería a mí y que nunca podría sentir eso por nadie más. Pero diez años después el tiempo había dejado claro quién de los dos había sido incapaz de olvidar a quién. Como también volvería a determinar quién era el eterno perjudicado en todo aquello y yo lo sabía de sobra.
<< ¡No soy una margarita que puedas deshojar al son de “me quiere, no me quiere”! ¡No voy a esperarte pacientemente en la habitación trasera a que te canses de lo políticamente correcto! Vete a la mierda, Eva… >>  Fueron las palabras con las que yo zanjé por teléfono nuestra última “ruptura”. Las había pronunciado ciego de ira y totalmente seguro de que nunca la tendría de nuevo. Consumiéndome en el odio más primitivo que me produjo la aterradora noticia de que se casaba con Carlos cuando apenas dos meses antes había venido a pasar unos días conmigo y se fue tras prometerme hasta la saciedad que todo había terminado entre ellos. Ni que decir tiene que no fui a su boda. Me disculpé poniendo la excusa del trabajo y aunque mis padres me insistieron hasta la desesperación, ella jamás volvió a llamarme. Para cuando volví a poner un pie en España y la vi de nuevo, Irene se aferraba a su pierna escondiéndose de mí y aprovechando el gesto para mantenerse en pie. En ese momento me arrepentí de no haber ido antes. No quererla fue imposible, Irene me ayudó inconscientemente a olvidar a su madre. Estar con ella era obligarme a contemplar al mismo tiempo lo increíblemente maravillosa que era y que, por lo menos, el hecho de que Carlos y Eva estarían irremediablemente unidos hasta el fin de sus días había dado como fruto algo tan adorable como ella. Quizás, sin Irene de por medio, yo jamás le hubiera vuelto a dirigir la palabra a Eva.
Pero allí estaba yo de nuevo, naufragando deliberadamente en el cuerpo de mi hermana. Respirando sobre su piel mientras la recorría con todos mis sentidos, justo como ella me había enseñado a hacerlo haciéndolo sobre mí. Eva había decidido volver y, como yo ya sabía, no estaba en mi mano el poder elegir una posición al respecto. Aquella era mi posición desde que todo había empezado hacía ahora ya más de veinte años.
-¿Tú no me sigues queriendo? – me preguntó su voz en un tenue y entrecortado jadeo mientras mis manos deslizaban los tirantes de su camisón sobre sus hombros y mi boca se enterraba en su cuello.
<> pensé mientras seguía mi camino. Ella ya sabía esa respuesta, de lo contrario nada de aquello estaría sucediendo. Sólo quería escucharla para que constase que yo era tan culpable como ella. Lamí con fuerza uno de sus pezones mientras mi mano abarcaba aquel pecho con voracidad y éste respondió alzándose rápidamente entre mis labios al mismo tiempo que Eva gemía suavemente y repetía la misma pregunta hundiendo sus manos en mi pelo, sujetándome contra su cuerpo como si yo tuviese la opción de separarme de él. Quería gritarle que parase de una vez, que no dijese nada, y menos para preguntarme aquello. La impotencia me corroía porque no quería contestar, no quería que preguntase, pero por encima de todo yo no quería contestar y tener que escucharme a mí mismo diciéndole de nuevo, como tantas otras veces, que nunca en mi mísera vida pude dejar de quererla.
-Tú no me sigues queriendo, Fernando… – afirmó esta vez de la misma manera que antes. Pero usando mi nombre completo y atenuando la presión de sus manos en lo que pareció un intento de reclamar cierta distancia que no existía en absoluto.
 -Estoy harto de esto, Eva – contesté con vehemencia elevando mi cara para mirarla. Ella continuaba deleitándose sobre el colchón con todo cuanto yo le hacía, incluso esbozó una débil sonrisa cuando escuchó mi voz.
No logré saber si decía algo al respecto o no, yo simplemente me incorporé levemente para deshacerme de mi fina camiseta de andar por casa y regresé sobre su cuerpo tras elevar aquel fino camisón hasta sus axilas. Pude sentir cómo ella misma se deshacía de la prenda mientras yo recorría su abdomen con mi boca, completamente desenfrenado y directo al calor de su entrepierna, que ella me dejaba ya sentir sin ningún tipo de complejos, situándose a horcajadas sobre la cama para facilitarme un sitio y retorciéndose como una verdadera culebra cuando atrapa a su presa.
Mis dedos se clavaron en sus nalgas cuando pensé en lo certero de mi metáfora. Eva se retorcía de placer mientras mis manos y mi boca la recorrían dando fe de mi total rendición, saboreaba su victoria igual que yo saboreaba cada escama de la piel de aquella culebra que iba a devorarme de nuevo.
Su sexo ardía sobre mi pecho cuando aparté su ropa interior para palparlo con mis manos y los dos gemimos al unísono cuando introduje un par de dedos en aquella cavidad que me esperaba atrayentemente húmeda. Retiré los dedos tras un par de suaves embestidas y recorrí con ellos todos sus pliegues antes de hacerlo con mi boca, al mismo tiempo que volvía a penetrarla.  La devoraba deliciosamente mientras ella disfrutaba haciéndome disfrutar con su cuerpo, y yo me consumía a medida que iba encontrándome de nuevo con esa suprema necesidad de tenerla. Después de tanto tiempo, después de superarlo mil veces, allí estaba yo a pie de mis cuarenta y saciándome en el sexo de mi hermana mientras una monumental erección me torturaba bajo los pantalones.
Cesé en mis atenciones cuando Eva se incorporó con decisión y se inclinó ligeramente hacia un lado para sacarse aquellas húmedas braguitas a escasos centímetros de mi cara. No fui capaz de apartarle mis ojos de encima en ningún momento, así que mi mirada la siguió incluso cuando se desplazó suavemente hasta tumbarse sobre las almohadas de mi cama, desde donde me miró con el mismo gesto de deseo que mi cerebro ha grabado a fuego en el legado de mi memoria.
-Ven aquí – susurró delicadamente.
Lo cierto es que yo ya me había incorporado y ya estaba en proceso de llevarlo a cabo incluso antes de que ella pronunciase su petición. No somos precisamente dos extraños y nos conocemos demasiado bien, incluso en ámbitos que no deberíamos.
Me tumbé a su lado y fui directo a su boca. Ella me dejo besarla durante un instante, entregando su lengua a la mía antes de desviar su mano a mi sexo y cernirse sobre mí para devolverme la atención que yo le había brindado. Para mí no era necesario, anhelaba penetrarla por fin y dejarme ir dentro de ella hasta que mi cuerpo no lo soportase más. Pero ahora era ella quién lamía cada centímetro de mi piel y se aventuraba en picado hacia mis pantalones de algodón, ya completamente incapaces de ocultar que toda la sangre de mi cuerpo latía en aquel momento dentro de aquella desmedida erección que Eva descubrió cuidadosamente con ambas manos.
Forcejeé ligeramente con mis pantalones, ayudado también por mi hermana, que me echó una mano para deshacernos de ellos antes de echármela donde yo temía y deseaba. Su mano me agarró con firmeza y recorrió toda la extensión de mi polla mientras yo comenzaba a derrumbarme ante la atenta mirada de una descarada Eva que no quiso perder detalle de mi absoluta entrega antes de envolver mi glande con su lengua. En ese momento fui completamente incapaz de reprimir un gutural gemido que se fugó de mi pecho al mismo tiempo que me enterraba en el mullido respaldo que me ofrecían las almohadas de mi cama. Cerré mis ojos y los cubrí con mi antebrazo mientras mi otra mano se aferraba ya a la colcha. Preferí no mirar activamente cómo Eva introducía mi miembro a punto de reventar en su boca, a pesar de que mi cabeza me lo mostraba con todo lujo de detalles según mi cuerpo lo iba sintiendo. La había visto demasiadas veces hacer aquello, y he de decir que en aquel momento me aniquilaba el hecho de que el placer que me producía siempre era mayor del que yo recordaba.
La dejé hacer sobre mí mientras me abandonaba por entero a su voluntad, luchando desesperadamente por no correrme entre la inmensa comodidad de su boca en al menos un par de ocasiones, mientras ésta liberaba y enfundaba mi verga como nadie más sabía hacerme aquello. De manera casi involuntaria desasí la colcha y posé mi mano sobre la cabeza de Eva, sólo por seguir con mi mano aquel exquisito movimiento que arrasaba mis sentidos, como si con ello le estuviera diciendo que así, de aquella manera, era simplemente perfecto.
Todavía aturdido por la majestuosa felación que me estaba proporcionando pude distinguirla deslizándose por mi cuerpo hasta que su boca atrapó mi mentón antes de besarme de nuevo en el mismo momento en el que mis brazos la abarcaron con gula. Jadeaba triunfante mientras hacía todo lo posible con sus caderas para que yo pudiera sentir su sexo resbalando una y otra vez sobre el mío, y mis manos fueron dejando su torso poco a poco para anclar con fuerza sus caderas y conducirlas sin reparo alguno hasta que mi cuerpo encajó perfectamente dentro del suyo.

Eva gimió salvajemente sobre mi boca a medida que iba colándome en su interior, un poco comedido al principio, para obligarme a disfrutar cada mínimo avance sobre aquel recorrido que tantas veces había dado por extinguido entre nosotros, pero acrecentando el ritmo paulatinamente ante la imposibilidad de contenerme haciendo aquello que deseaba con todo el anhelo del mundo. La voluntad siempre se me quedaba atrás cuando se trataba de mi hermana.
En un principio ella permaneció relativamente estática sobre mi cuerpo, besándome con avaricia mientras jadeaba y dejaba que la penetrase a mi criterio al mismo tiempo que la recorría con mis manos como si no pudiese creerme que estaba allí de nuevo. Pero poco a poco fue izándose sobre mí y retirándome la potestad sobre mis movimientos. Sin saber muy bien cómo, cuando quise darme cuenta mis manos reposaban sobre sus caderas mientras ella me montaba con desenfrenada voluntad. Al parecer, yo no era el único que se estaba dando cuenta de lo mucho que deseaba aquello de nuevo. O eso quería creer.
De todos modos, me regocijé en la idea de que solamente yo podía provocarle aquel amalgama de sensaciones, igual que sólo ella podía provocármelo a mí, y me incorporé sentándome sobre el colchón para volver a rodearla con mis brazos y meterme uno de sus pezones en mi boca. Esta vez un sabor ligeramente salado se durmió sobre mi lengua al hacerlo, estábamos sudando como dos toros, pero las diminutas gotitas que nuestra piel transpiraba no fue motivo para que nuestros cuerpos disminuyesen el frenético ritmo que nos mantenía unidos.
Ahora totalmente encajada sobre mi regazo, la pelvis de Eva galopaba lascivamente sobre mi sexo, que yo podía sentir latiendo en su candente interior, completamente perdido en aquel cuerpo al que juramos no volver en innumerables ocasiones aun sabiendo que volveríamos cada vez que tuviésemos la oportunidad.
-Córrete para mí – me pidió de manera apenas audible la voz de mi hermana.
Hice un esfuerzo por elevar mi cara hacia ella y pude verla observándome con atención mientras se clavaba mi enhiesta verga una y otra vez, completamente desatada y mordiéndose el labio inferior con furia a la vez que se aferraba mi cuello. Nos sonreímos ligeramente con cierta complicidad cuando apreté su cintura con fuerza y la obligué a enterrarme todavía con más saña entre sus piernas. Siguió con aquellas endiabladas embestidas hasta que yo sentí que me iba de manera irremediable, entonces redujo la intensidad y acompañó su vaivén con movimientos más suaves que me dejaban sentir su clítoris sobre mi vientre.
-Venga, Nano, córrete… -insistió.
Yo estaba a punto, los dos lo sabíamos, por eso ella me lo repetía con vicio. Sólo pude responderle con un tenue alarido que me abandonó cuando comenzó a aumentar el ritmo de nuevo. También ella estaba a punto, porque podía sentir sus dedos clavándose con ansia sobre mi cuello de tal manera que no tenía más remedio que mantener mi cara sobre sus pechos, observando metódicamente uno de sus pezones mientras podía sentir el otro bajo mi pómulo. Todo en Eva era exquisito para mí, era mi gran perdición. Me excitaba su forma de moverse, el aire de sus pulmones que conformaba aquellos gemidos que me acribillaban los sentidos, sus tetas, toda su piel y me excitaba hasta el corazón que latía junto a mi cara al unísono con todo mi cuerpo. Realmente no sabía si aquello era su corazón o era toda la sangre que se agolpaba en mis sienes y me hacía retumbar la cabeza con fuerza a causa del salvaje punto que estábamos alcanzando, pero me daba igual, para mí era el Nirvana.
Los alaridos que Eva emitía sobre mi frente se tornaron más profundos y primitivos mientras yo luchaba por no correrme sin remedio, porque si aguantaba solo un poco más terminaría con ella, nos fundiríamos en un solo orgasmo con la profundidad que yo no puedo encontrar en nadie más. No tardó demasiado, podría reconocer su clímax sólo con verla o escucharla, así que con todos mis sentidos saturados de su presencia es imposible para mí no darme cuenta y dejarme ir con ella. Mi cuerpo se contrajo brevemente cuando todo empezó, para aflojar y desmoronarse a medida que yo percibía mi propia eyaculación perdida en medio de la exaltación de mi hermana, que se retorcía de manera sensual y salvaje disfrutando con un apetito voraz de nuestra colosal culminación.
Adoraba verla de aquella manera, me desprendí de su cuerpo y me dejé caer de nuevo sobre las almohadas para contemplarla mientras jugueteaba ya con los restos de un delirante orgasmo. Me sonrió con cariño tras un par de segundos, antes de dar por extinto aquello que la enfrascaba y cernirse sobre mí para besarme de nuevo.
-Sigues siendo el encantador hermano pequeño en la cama… – dijo con impúdico entusiasmo.
Quise decirle que, al parecer, ella seguía siendo a la que le importaba todo un comino. Pero no pude.
-Sólo contigo… -susurré.
Mi respuesta le arrancó una imperceptible risita antes de que se tumbase a mi lado, apoyando su cabeza sobre mi pecho mientras yo la acomodaba entre mis brazos, tan cerca de mí como me era posible, para poder mirarla y sentir su trigueña melena cayendo sobre mi cama. Lo cierto es que no sé si le estoy mintiendo cuando le digo ese tipo de cosas, porque nunca estoy pensando en lo que hago con las demás, sólo pienso en ella, pero apuesto a que no ando muy desencaminado.
Permanecimos en silencio durante unos instantes, abrazados y sólo haciéndonos pequeños gestos de cariño de vez en cuando antes de movernos solo lo estrictamente necesario como para meternos en cama, apagar las luces y volver a acurrucarnos bajo las sábanas. Pero incluso entonces no dijimos nada. Ya sabíamos lo que acababa de pasar, y ya sabíamos también lo que acabaría pasando.
La odiaba ligeramente por seguir teniendo aquella influencia sobre mí, pero la amaba muy por encima de todo. Aunque ella fuera el icono de mi desgracia y miseria, aunque fuera a machacarme y hundirme en la mierda más sucia y apestosa cuando de nuevo decidiera que no podía ser. Y tampoco podía culparla porque ahora con Irene de por medio era bastante peor que con Carlos. Porque mi cuñado no me importaba lo más mínimo, pero mi sobrina era otra historia, y no podía crecer mientras su madre y su tío se querían hasta extremos insospechados o se odiaban algún tiempo con la misma intensidad.
Besé la yugular de Eva, ahora serenamente escondida entre mis brazos mientras yo cubría su espalda, y me culpé enormemente por no pensar en Irene antes de cometer aquel error de nuevo. Que yo querría a su madre hasta mi último aliento era una verdad tan firme como que no podría vivir sin ella, de modo que buscaría o esperaría pacientemente una nueva oportunidad de tenerla. Ése era el estigma de mi sino y nos odiaba a los dos si lo pensaba detenidamente.
-Eva, te quiero – musité acomodando mi cabeza ligeramente sobre la suya.
-Ya lo sé, Nano… – me contestó con dulzura tras acariciar mi antebrazo.
No estaba siendo incongruente, sólo pensaba que aquello estaba mal. Lo supe cada vez que lo hicimos, pero no me importaba y reconocía que ella era mi debilidad porque siempre la querría. Era la única persona a la que podría perdonarle todo y volver a ponerla de nuevo en mi vida en el mismo lugar de siempre. De hecho acababa de dejar a un lado que había estado casada con otro hombre los últimos diez años, que todavía seguía casada con él para ser exactos. Pero lo olvidaba porque ahora volvía a ser mía y entonces no podía evitar quererla muchísimo más que nunca.
Me dormí embelesado en la gratificante sensación que era tenerla otra vez y me desperté con los primeros rayos de sol en la misma postura en la que me había quedado dormido. Eva no se había despertado así que me levanté cuidadosamente y la observé mientras volvía a cubrirla con la ropa de cama. Su cuerpo apenas había cambiado tras diez años. Reflejaba el paso del tiempo, sí, pero no sabría decir si de una cantidad de tiempo proporcional o no, para mí seguía siendo perfecta.
Me duché pensando en cómo narices íbamos a salir de ésta. En cómo iban a ser las cosas cuando ella decidiese que ya había sido suficiente y que teníamos que volver a ser sólo hermanos, porque sin duda aquello terminaría pasando. Supongo que me dejaría ver a Irene y me la seguiría mandando a Nueva York, pero no podía estar tan seguro porque ni siquiera sabía cómo iban a quedar las cosas con Carlos. Con una custodia compartida no creo que quisiera malgastar el tiempo que podría estar con ella enviándomela a mí. Estaba bastante jodido, la verdad, pero me esforcé por no pensar en aquello.
Me vestí y bajé al Starbuck’s porque no quería preparar café. Nos iríamos a última hora de la tarde así que no quería utilizar mi cocina para nada. Iba sólo a por un par de cafés, pero también volví a casa con quince pavos en muffins, brownies y cookies variadas. No eran para mí, por supuesto. Eva me vacilaba por no tener comida de verdad en casa pero luego no censuraba toda la mierda del Starbuck’s e insistía en volver allí cada vez que pisaba la calle porque siempre tenían algo que no había probado.
Gaspar bromeó cuando me vio regresar con aquel arsenal y me contó que su mujer también sentía debilidad por las “tortas” de las susodichas cafeterías. Intercambiamos algunas palabras mientras esperaba el ascensor pero enseguida me hallé cruzando la puerta de mi casa. Eva ya estaba levantada, apareció desde la cocina con un fino vestido y el pelo todavía húmedo. La noté alegre, sonreía mientras se dirigía hacia mí así que supuse que todavía no se arrepentía de nada y le devolví el primer beso del día con la misma calidez con la que ella me lo ofreció.
Le encantó la dichosa cajita atestada de basura comestible, lo sirvió todo en un par de platos y lo llevó al salón, donde puso la tele mientras se quejaba inútilmente porque no quería irse.
-Si no fuera por Irene no me iría, te lo juro. No volvería jamás – me contaba entre bocado y bocado.
Bueno, yo la contemplaba y la escuchaba, y tampoco quería que se fuera. Mi vida era jodidamente sublime cuando sólo éramos ella y yo. Con nosotros e Irene también, claro. Pero era imposible tenerlas a las dos y poder seguir estando con ella como yo quería estar. De cualquier modo, era estúpido desear algo por mi parte. Nunca había salido bien parado con sus decisiones y creo que incluso dándose las circunstancias óptimas para que ella pudiese quedarse conmigo todo se iría a la mierda si decidía hacerlo. Yo me regocijaría en la perfección de mi vida a su lado, me olvidaría de todo menos de ella y la trataría como una especie de esposa. Pero más allegada, más intenso que eso porque es mi hermana y lo sabemos todo el uno del otro.  Viviría de esa manera sin ni siquiera proponérmelo hasta que algo le hiciese darse cuenta de nuevo de que somos hermanos. Entonces montaría uno de sus números de circo sólo para mí y me sumiría en la decadente existencia que llevo como puedo cada vez que tengo que olvidarla.
-¿Por qué estás tan callado? – su voz me sacó de mis pensamientos para devolverme al plano real. Seguía portando aquella inusual alegría.
Dudé un instante sobré lo que podría contestarle, pero finalmente me encogí de hombros y fingí interesarme por el noticiario matutino que estaban dando. En el fondo tenía miedo de sacar a colación el tema y desencadenar lo que más me temía, y me producía cierto malestar su exagerado buen humor. Parecía que quisiera envolverme con él para que no le diese demasiadas vueltas al asunto. Ojalá yo hubiera heredado solo un ápice de la despreocupación de Eva, pero a mí me carcomería la incertidumbre hasta que pusiésemos todos los puntos sobre las íes.
No obstante soporté estoicamente toda una mañana de compras con mi hermana. No compró demasiado, sólo algunas cosas para Irene y apenas un par de prendas de ropa que dejaría en mi casa. Me lo dejó caer de un modo muy casual, incluso con demasiado tacto para tratarse de ella, porque según sus propias palabras tenía intención de volver a pasar una temporada conmigo tras poner un poco de orden en todo lo de la separación. No le dije nada cuando mencionó la posibilidad de traerse a mi sobrina con ella, pero no iba a poder sacarla de España hasta que se aclarase lo de su custodia. Por mi parte no me opuse a nada, acepté sin reparo porque lo cierto es que me encantaría que hiciese lo que me decía, pero todavía estaba por ver cómo se desarrollaban las cosas cuando volviésemos.  
Regresamos a mi casa con comida para llevar y nos dejamos caer sobre el sofá para dar cuenta de ella mientras el televisor pretendía entretenernos. Eran mis últimas horas a solas con Eva en sabe Dios cuánto tiempo, éramos de nuevo dos fogosos amantes y yo sólo podía pensar en qué iba a ser de nosotros mientras me hablaba con ilusión de comenzar su vida con su hija. Llevaba todo el día hablándome de ello, remarcando lo de “su vida” y a veces también el “nueva”, pero entonces me sorprendió mencionando su última idea de bombero.
-¿Sabes, Nano? A lo mejor me replanteo mi vida por completo y cambio todo desde los cimientos – comentó ya con menos euforia. Hizo una pausa para dejar su plato sobre la mesa de café y continuó hablando con bastante cuidado -. He estado pensando en venirme a Nueva York contigo – anunció finalmente.
Mi espinazo reprodujo un escalofrío cuando mi cerebro procesó la información. Tragué la comida que estaba masticando lentamente y volví mi cara hacia ella. Alargó su mano para beber un poco de agua y pude notar que estaba ligeramente nerviosa.
-¿Conmigo? – Repetí. Ella solo asintió mientras alcanzaba un cojín al que abrazar y con el que cubrirse el torso – ¿a qué te refieres con “conmigo”? Es decir, ¿qué implicaría que te vinieras a Nueva York “conmigo”? ¿Vivirías aquí? – no se lo estaba preguntando porque no quisiera tenerla bajo mi techo, es evidente. Yo sólo estaba intentando circunvalar el gran punto que quería abordar.
-Bueno, con el tiempo tendría que buscarme una casa para mí y para Irene, claro… – contestó ciertamente decepcionada.
O sea, que su plan también implicaba a su hija. Yo seguía sin creerme que me estuviera planteando aquello.
-Eva, no es eso. No me importa que vivas aquí el resto de tu vida incluso si quieres traerte a Irene, ¿vale? Pero, ¿qué pasa con nosotros dos? – Solté del tirón sin amilanarme.
Ella permaneció callada durante un par de minutos. Iba a exponerle mi punto de vista, porque si ella había estado pensando yo no había sido menos. Pero entonces me contestó.
-Tú y yo siempre vamos a encontrar la forma de estar juntos – manifestó con una voz a punto de quebrarse -. No importa que tú estés aquí, que yo esté casada allí o que los dos lo estemos. Al final siempre vas a ser el único para mí.
Tengo que admitir que no era la primera vez que la escuchaba decirme aquello, y siempre lograba el mismo efecto que adormilaba y peinaba cada fibra de mi ser que manifestase opinar lo contrario. Pero aquel plan maestro seguía antojándoseme una locura.
-¿Y qué pasa con Irene? No podemos vivir así con ella, ¡menudo ejemplo!
-Irene no tiene por qué saberlo – me contestó como si aquello no fuera un impedimento razonable. No necesité decir nada al respecto, el gesto de mi cara tuvo que delatarme porque Eva continuó hablando -. Nano, no lo sé, ¿vale? No sé cómo hacerlo pero ya me he cansado de todo, no voy a volver a alejarme de ti –. Ahora estaba exaltada, parecía que iba a comenzar a llorar de un momento a otro y yo solo quería abrazarla para que no lo hiciese. Acabaría cediendo a sus alocadas ideas, es mi gran cruz, pero tenía que intentar que ella viese que no era viable -. No creas que solo has sufrido tú con todo esto, le he dado diez años de mi vida a un imbécil tratando de hacer lo correcto, pero no voy a volver a aparentar jamás que me conformo con lo que tengo para no hacer daño a nadie. No, Nano… te quiero a ti y jamás lo tuve tan claro. Me arrepiento de cada mierda que te he hecho pasar en la vida, pero te juro que no voy a molestarme en intentar estar con nadie que no seas tú.
Su voz la delató, definitivamente, iba  a llorar. Estupefacto todavía con todo lo que aquello suponía me arrastré hasta su lado para arrebatarle aquel cojín con el que se cubría y hacerlo yo mismo con mis brazos. La sentía frágil sobre mi cuerpo, sollozando sin remedio mientras que yo me quedaba sin opciones. Había esperado toda mi vida aquella determinación por su parte, y diez años atrás hubiera sido el ser más dichoso del planeta, pues yo mismo le pedí que se quedase conmigo allí, en aquella ciudad donde no nos conocía nadie. Pero se fue y luego supe lo de Carlos y todo se torció. Ahora, si quería ser sincero conmigo mismo, tenía que reconocer que seguía queriendo aquello con todas mis fuerzas, pero no tenía más que dudas al respecto.
-¿Estás con alguien? – musitó tras tranquilizarse un poco.
-No – respondí al instante.
Ella me abrazó acomodándose sobre mi pecho. Acaricié su pelo y besé su frente cerca de la sien que quedaba bajo mi barbilla.
-Nano… – susurró todavía entre un leve llanto. Yo le contesté acariciando su mejilla para apartarle un mechón de la cara y colocarlo tras su cuello con cuidado -. De verdad que quiero sacar a Irene de allí y traerla aquí con nosotros. Quiero empezar de nuevo y quiero que crezca contigo.
 Suspiré cerca de ella. Nada me gustaría más pero a falta de lo que el padre tuviera que decir, lo teníamos bastante jodido de entrada. Y de salir bien aquello, ¿qué pretendía hacer exactamente? ¿Decirle a todo el mundo que uno de los dos era adoptado y que estábamos juntos? ¿Qué le íbamos a decir a Irene? Y si Irene llegaba a saberlo, cosa que de por sí ya me resultaba aterradora, ¿qué pasaba con el resto de la familia? ¿Cómo no iba a reclamarla su padre si Eva daba aquel paso? No podíamos dar por hecho que todo iría sobre ruedas llevándolo en secreto, las cosas acaban saliendo a la luz. Y ni siquiera me había planteado qué sería de mí y de mi trabajo. No tenía una profunda amistad con nadie del bufete, al menos no como para presentarle a mi “familia”, lo que jugaba a mi favor, porque me protegía de sus voraces opiniones. Pero si aquello explotaba por algún lado, no importaba cuál, salpicaría todos los ámbitos de nuestras vidas.
-Eva, ojalá fuera tan fácil – le dije con delicadeza -. Tienes que hablarlo con Carlos. Tienes que contarle lo que pretendes para que vuestros abogados lo tengan en cuenta…
-Olvídate de Carlos, voy a intentar que renuncie a la custodia de la niña a cambio de todo lo demás.
-No lo hagas, no ganas nada con eso – le repetí.
-Nano, no lo entiendes… – me interrumpió mirándome a los ojos -. Irene no es hija de Carlos – me estampó antes de echar a llorar y refugiarse de nuevo sobre mi pecho.
Todas mis vísceras se arrebolaron en mis entrañas cuando escuché aquello. No sabía cómo debía sentirme, pero me sentía como en plena caída libre, sabiendo que cuando llegara al suelo iba a romperme el cuerpo entero en mil pedazos. Irene no era hija de Carlos. Mis manos tiritaron sobre la piel de Eva al darme cuenta de todo, al recapitular punto por punto lo que aquello significaba. Sentí escalofríos, vahídos e incluso náuseas. Sentí también cierta tranquilidad al conocer que Irene no guardaba parentesco con mi cuñado, pero se esfumó con el vértigo que latigueó mis vértebras cuando mi mente articuló para mí <>, y acto seguido quería llorar por todo lo que aquello significaba. Por todo lo que me había perdido y que no podría recuperar; aquellos momentos de nuestra hija que Eva le regaló a Carlos para que nadie tuviera que cargar con lo que habíamos hecho. Pude llegar a entenderla, al menos en parte, por querer escapar de todo el lío con el que tuvo que vivir tanto tiempo. Aunque también caía ahora en la cantidad de cosas con las que había tenido que lidiar completamente sola. Todo mezclado mientras Eva lloraba aferrada a mí, y eso me hizo quererla todavía más.
-Vamos a traerla, cariño… -musité finalmente conteniendo mis lágrimas.
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Relato erótico: Mi prima, mi criada y yo somos una extraña familia (POR GOLFO)

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Sin título1

Hay un viejo dicho que dice:
“La familia como el pescado al tercer día apesta”
Aun estando casi siempre de acuerdo con esa frase, tengo que reconocer que en el caso de Marina no ocurrió así.  Al contrario, lo que iba a ser una corta visita de diez días ya va para dos años y os juro que no tengo ganas que esa monada se vaya de casa.  Antes de contaros el por qué no quiero que se vuelva al pueblo y por qué estoy encantado con que viva conmigo, permitirme que me presente.
Me llamo Juan y soy el clásico desertor del arado que habiendo  salido más avispado que el resto de los muchachos de mi aldea, hace más de quince años salí de allí para estudiar medicina en la capital.  Todavía recuerdo el orgullo de mi viejo al irme a despedir a la estación de tren. Incapaz de mantener callada la satisfacción de que su primogénito fuera a ser universitario, obligó a toda la familia cercana a ir a decirme adiós.
Ese día entre la marabunta de familiares que se reunieron en ese andén, había una niña rubita de ocho años que al despedirse de mí, me dijo:
-Cuando crezca, prométeme que podré ir a vivir contigo a Madrid.
Esa niña no era otra que Marina, mi prima hermana. Nunca supuse que esa promesa hecha a la hija de un tío paterno no solo la iba a tener que cumplir sino que encima sería lo mejor que me ocurriría jamás.
Durante años, lo único que hice fue estudiar y tras cursar la carrera, tuve la suerte de especializarme en cirugía estética. Habiendo trabajado duro, con treinta y tres  años, tengo mi propia consulta y me vanaglorio de tener entre mis clientas a la élite de la capital. No solo me ocupo de los pechos y los culos de las mujeres más ricas de España sino que incluso he moldeado muchos de los escotes que lucen en la pantalla nuestras actrices.
Aunque no soy homosexual, sigo soltero porque conseguir novia, casarme y tener hijos no entró nunca dentro de mis planes. Si lo necesitaba contrataba una puta y si no siempre tenía a mano a alguna agradecida clienta que creyendo que necesitaba un retoque en su anatomía, no tuviera reparo en pagarme con carne mis servicios. Curiosamente cuando mi padre me llamó, pidiéndome de favor que aceptara que esa cría se quedara en casa, tenía mi faceta sexual cubierta gracias a Malena. Una nicaragüense culo perfecto que un buen día decidió que además de limpiar la casa, le apetecía satisfacer mis necesidades como hombre.
Todavía recuerdo que estaba tumbado en el salón, con la bragueta bajada y esa morena entre mis piernas  cuando recibí la llamada de mi viejo.  Mi criada al ver que contestaba al teléfono, paró su mamada.
-Tu sigue- le dije mientras respondía a mi padre, molesto por su interrupción.
Malena, sonrió y conociendo como conocía que me daba morbo que me hiciera una felación mientras seguía una conversación, no tuvo reparo en volverse a embutir mi miembro en su boca.
-Dime Papá- contesté separando mis rodillas y presionando su cabeza para obligarla a comerse mi pene.
Mi anciano, ajeno que en esos momentos, la boca de mi criada se estaba apoderando de la virilidad de su hijo, empezó la conversación preguntándome como estaba.
-Bien cansado, necesito relajarme- respondí irónicamente, al sentir que Malena abriendo su boca se introducía toda mi extensión en su interior y que con sus manos empezaba a masajear mis testículos.
Para quien no lo haya probado, se lo recomiendo. Es muy erótico, estar al teléfono mientras una mujer se afana en hacerte una mamada de campeonato.
-Que sí, Papa. ¡Todo me va bien!- respondí ante su insistencia.
Fue entonces cuando me soltó que mi prima había aprobado enfermería y que como padrino que era de la cría le había ofrecido que se quedara en mi casa mientras hacía unas entrevistas de trabajo.
-No fastidies- me quejé al percatarme que al menos durante su estancia mi criada no podría darme lo que tanto me gustaba.
Mi padre ni siquiera me dio opción a negarme y tras informarme que me traería personalmente a la chavala, se despidió de mí, colgando.
“Puta madre”, pensé y olvidándome de que al día siguiente tendría la presencia paterna en casa, me concentré en Malena.
La nicaragüense, ajena a lo que había pasado, seguía a lo suyo. Con la maestría que me tenía acostumbrado, devoraba mi extensión mientras se masturbaba con sus dedos. Habiendo cortado la comunicación,  me acomodé en el sofá para disfrutar plenamente de sus caricias. Pero mi chacha, malinterpretó mi deseos y soltando mi pene, se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose lentamente.
Fue tanta su lentitud al hacerlo, que pude percatarme de cómo mi extensión iba rozando y superando cada uno de sus pliegues. Su cueva me recibió empapada, pero deliciosamente estrecha, de manera que sus músculos envolvieron mi tallo, presionándolo. No cejó hasta que la cabeza de mi glande tropezó con la pared de su vagina y mis huevos acariciaban su trasero, entonces y solo entonces se empezó a mover lentamente sobre mí, y llevando mis manos a sus pechos me pidió por gestos que los estrujara.
-Mi latina esta bruta- dije mientras le acariciaba el trasero.
-Sí, patrón. Me urge sentirme suya.
No me hice de rogar, y apoderándome de sus pezones, los empecé a pellizcar entre mis dedos. Gimió al sentir que los estiraba llevarlos a mi boca. Y  ya convertida en la prodigiosa amante que conocía, gritó al notar a mi lengua jugueteando con su areola. La niña tímida que conocí cuando llegó a España hacía mucho que había desaparecido totalmente pero aun así me sorprendió por lo urgida que estaba de ser tomada. Completamente caliente, restregó su cuerpo contra el mío, intentando contagiarme de su lujuria.
No os podéis imaginar cómo se anegó su cueva cuando con mis dientes mordí sus pechos y con mis manos me afiancé en su trasero. Hecha una energúmena chilló:
-Fólleme duro-
Fue entonces cuando me di cuenta que no iba a poder aguantar mucho más, y apoyando mis manos en sus hombros forcé mi penetración, mientras me licuaba en su interior. En intensas erupciones, mi pene se vació en su cueva, consiguiendo que mi criada se corriera a la vez, de forma que juntos cabalgamos hacia el clímax. Cansados y agotados permanecimos unidos durante el tiempo que usamos para recuperarnos.
Ya respuesta, se levantó y acomodándose el uniforme, me preguntó:
-¿Desea algo más el señor?
Satisfecho de que no olvidara que era mi empleada, contesté:
-Sí, prepara dos habitaciones para mañana. Y esta noche, quiero que duermas conmigo.
Ni siquiera preguntó quién venía y despidiéndose de mí, fue a preparar los dos cuartos.
Mi criada se muestra como una mujer enamorada.
Esa noche, tal y como había ordenado, mi criada durmió conmigo. Como no era habitual, la mujer decidió que no me arrepintiera y por eso se comportó como una autentica zorra, satisfaciendo todas y cada una de mis apetencias. Reconozco que como amante, esa hembra no tenía igual. Lo mismo le daba que la tomara al modo tradicional o que inventara una nueva postura. Siempre estaba dispuesta y lo mejor de todo es que la muy puta disfrutaba con ello. Aun así, a la mañana siguiente me desperté temprano y previendo que estaría dos semanas sin follármela, decidí despertarla.
Totalmente dormida, no se percató de que la observaba mientras descansaba. Su belleza morena se realzaba sobre el blanco de las sábanas. Me encantaba valorar sus largas piernas. Perfectamente contorneadas eran un mero anticipo de su cuerpo. Sus caderas, su vientre liso, y sus pequeños pechos eran de revista. Las largas horas de trabajo duro y su herencia genética, le habían dotado de un atractivo más allá de lo imaginable.
Pero lo que realmente me tenía subyugado, era la manera con la que se entregaba follando. La primera noche en la que se lo pedí, se lanzó a mis brazos, sin saber si iba ser solo en esa ocasión o si por el contrario, repetiría más veces. Como quería estar conmigo, no se lo pensó dos veces.
Ahora, la tenía a escasos centímetros y estaba desnuda.
Sabiendo que no se iba a oponer, empecé a acariciarla. Su trasero, duro y respingón, era suave al tacto. La noche anterior había hecho uso de él, desflorándolo con brutalidad pero ahora me apetecía ternura.
Pegándome a su espalda, le acaricié el estómago, Malena era una mujer delgada, pero excitante. Subiendo por su dorso me encontré con el inicio de sus pechos, la gracia de sus curvas tenían en sus senos la máxima expresión. La gravedad tardaría todavía años en afectarles, seguían siendo los de una adolescente. Al pasar la palma de mi mano por sus pezones, tocándolos levemente, escuché un jadeo, lo que me hizo saber que estaba despierta.
Mi criada, que se había mantenido callada todo ese rato, presionó sus nalgas contra mi miembro, descubriendo que estaba listo para que ella lo usase. No dudé en alojarlo entre sus piernas, sin meterlo. Moviendo sus caderas con una lentitud exasperante, expresó sus intenciones, era como si me gritase: -Le deseo-.
Bajando un mano a su sexo, me lo encontré mojado. Todavía no me había acostumbrado a la facilidad con la esa zorrita se excitaba y quizás por eso me sorprendió, que levantando levemente una pierna, se incrustara mi extensión en su interior.
La calidez de su cueva me recibió sin violencia, poco a poco, de forma que pude experimentar como centímetro a centímetro mi piel iba rozando con sus pliegues hasta que por fin hubo sido totalmente devorado por ella. Cogiendo un pezón entre mis dedos, lo apreté como si buscara sacar leche de su seno. Ella al notarlo, creyó ver en ello el banderazo de salida, y acelerando sus movimientos, buscó mi placer.
Su vagina, ya parcialmente anegada, presionaba mi pene, cada vez que Malena forzaba la penetración con sus caderas. Separando su pelo, besé su cuello y susurrándole le dije:
-¿Cómo ha amanecido mi querida criada?-
Mis palabras fueron el acicate que necesitaba, convirtiendo sus jadeos en gemidos de placer y si de su garganta emergió su aceptación, de su pubis manó su placer en oleadas sobre la sábana.
-Tómeme Patrón- chilló al notar que se corría.
-Tranquila, pequeña-, le contesté dándole la vuelta.
Malena me besó, forzando mi boca con su lengua. Juguetonamente, le castigué su osadía, mordiéndosela, mientras que con mis manos me apoderaba de su culo.
-Eres una putita, ¿lo sabías?-
-Sí- me contestó sonriendo, y sin esperar mi orden se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose.
Chilló al notar que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina y sensualmente llevó sus manos a sus pechos
-Patroncito, ¿Quién viene hoy?- preguntó mientras disfrutaba de mi pene.
-Mi padre y una prima-, contesté acelerando mis incursiones.
-¿Cuánto tiempo se van a quedar?
-No lo sé – respondí.
Como si supiese que iba a tardar en volver a sentir mi piel,  su cuerpo empezó a agitarse como si de una coctelera se tratase, licuándose sobre mis piernas. Con la respiración entrecortada, me rogó que aunque tuviera visita no me olvidara de ella, tras lo cual se corrió sonoramente,
Su petición me pareció absurda y dejándola tirada en la cama, me levanté a duchar. Bajo el grifo de la ducha, medité sobre si esa muchacha y bastante mosqueado, decidí que debía mantener las distancias. Al salir, me encontré a la mujer preparada para secarme.
-¿Qué haces?- pregunté
-Servirle como siempre hago-
 Su sumisión era algo habitual  pero aún así, ese día descubrí que había cariño y sabiendo que debía tomar una decisión al respecto, levantado los brazos dejé que lo hiciera.
-Sé que le ha enfadado lo que le he dicho-, casi llorando me soltó mientras me secaba- Usted no se preocupe por mí, cuando se canse de su criada, dígamelo y me iré.
Incapaz de sostener mi mirada, fue recorriendo mi cuerpo con sus manos. Olvidándose de sus temores, bebió de las gotas que poblaban mi piel, antes de secarme cuidadosamente con la toalla. Sin que ella hablara ni yo le dijera la razón de mi enfado, comprendió que se había pasado y tratando de que la perdonara, pegó su cuerpo a mis pies.
Sin que yo se lo pidiera empezó a besarme en los pies, deseando complacerme. La humedad de su lengua, recorriendo mis piernas fue suficiente para excitarme, de manera que al llegar a mis muslos, mi pene ya se alzaba orgulloso de sus caricias. Para aquel entonces estaba convencida de que su misión en esta vida era servirme y dejándose por acercó su boca a mi sexo con la intención de devorarlo.
No le prohibí hacerlo al fin y al cabo ella llevaba siendo mi porno-chacha durante mucho tiempo.
Sus labios se abrieron besándome la circunferencia de mi glande, antes de introducírselo. De pie en mitad del baño, vi como paulatinamente mi miembro desaparecía en su interior.  Aceptando pero sobre todo deseando su mamada, cerré mis ojos para abstraerme en lo que estaba mi cuerpo experimentando. El cúmulo de sensaciones que llevaba acumuladas hizo que la espera fuese corta y cuando ya creía que no iba a aguantar más, se lo dije.
Mi criada recibió mi aviso con alborozo y aumentando la velocidad de su boca,  buscó mi placer con más ahínco hasta que consiguió que explosionando brutalmente, descargara el semen acumulado. Satisfecha, se levantó del suelo y mientras salía del baño, se giró y me dijo:
-Patrón, soy suya- e imprimiendo una dulce sensualidad a sus palabras, me confirmó lo dicho al soltarme: -Si usted me lo manda, me entregaría a otra mujer solo por el placer de obedecerle.
Juro que estuve a punto de correr tras ella, porque esa confesión consiguió de por sí el levantar mi alicaído miembro pero sabiendo que mi padre no tardaría en llegar,  consideré más prudente el vestirme.
Marina resulta ser una hembra de bandera.
 Eran poco más de la once cuando mi padre hizo su aparición, supe que era él desde el momento que tocó con su inconfundible existencia el timbre de entrada a mi chalet. Dejando a un lado los reparos que sentía porque traía consigo a mi prima, salí a saludarle con el cariño y el respeto que se merece. Mi viejo era, es y será mi viejo y por ello nunca sería capaz de faltarle al respeto.
Aun así al salir al jardín, no pude saludarle cuando bajó de su coche porque mis ojos se quedaron prendados de la impresionante joven que le acompañaba. Os juro que si alguien me hubiera dicho que la rubita de largas trenzas se había convertido en una diosa, nunca lo hubiese creído. Marina era impresionante. Bellísima de cara, el resto de su cuerpo no tenía nada que envidiarle.
Reconozco que me quedé sin habla al admirar esos dos increíbles pitones que se escondían bajo el top que mi primita lucía ese día.
-Joder con la niña- exclamé involuntariamente en voz alta.
Mi padre sonrió al ver mi reacción y no creyendo que se escondía nada obsceno, me contestó:
-¿Verdad que esta guapa? Nuestra Marina es ahora una mujercita monísima.
“¿Mujercita?  ¡Mis huevos!”, lo que tenía enfrente era un pedazo de hembra de esos que solo crees que existen en las revistas.  La susodicha debía de estar acostumbrada a provocar ese tipo de reacción en los hombres porque sin cortarse un pelo, se acercó a mí y pegándose más de lo que era moralmente  asumible entre primos, besó mi mejilla y sonriendo, respondió:
-Tú tampoco estás mal, primo. Pensaba que estarías ya viejo pero veo que te conservas estupendamente.
El descaro que escondían sus palabras no me pasó inadvertido y tratando de que mi padre no notara mi embarazo, le pedí amablemente que pasaran dentro. Del brazo de su tío, mi prima entró delante, dejándome disfrutar de la visión de su pandero.
“¡Menudo culo!”, pensé al admirar esas dos nalgas.
Se notaba a la legua que esa joven dedicó durante los años que no la veía muchas horas a hacer ejercicio porque como médico sabía que esas dos maravillas no solo eran producto de los genes sino que su dueña  las había moldeado de esa forma tan impresionante por medio del deporte.
Su belleza tampoco pasó desapercibida a mi criada, la cual no pudo evitar mirarla con envidia. Me alegró descubrir que en su mirada no había atisbo de celos pero asumiendo que eso se debía a que no consideraba rival a Marina por ser mi prima hermana, nunca pensé que también se había sentido atraída por ese pibón.
Nada más entrar y viendo que tenía una piscina en el chalet, la chavala me preguntó si podía darse un chapuzón.
-Por supuesto- respondí y viendo que hacía calor, pregunté a mi viejo si le apetecía una cerveza.
-Te acompaño- me respondió- tengo que hablar contigo de una cosa.
El gesto serio con el que me lo dijo, me reveló que le preocupaba algo y por eso, dejé que me acompañara a la cocina.
-Tú dirás- dije nada más darle el botellín recién abierto.
Mi padre tomó un buen sorbo antes de empezar:
-Juan, no he sido completamente sincero contigo.
-No te entiendo- respondí completamente extrañado de sus palabras.
-La razón por la que mi hermano quiere que Marina consiga trabajo en Madrid, es separarla de las malas compañías con la que anda en el pueblo….
-Su novio es un golfo-  respondí cortando a mi viejo.
-Peor…- al ver que necesitaba dar otro trago a su cerveza asumí que era grave- en el pueblo se rumorea que se anda acostando con dos hermanos.
-No jodas papá. Eres un hipócrita, tú mismo te vanaglorias que en tus tiempos mozos andabas con las dos panaderas y nunca te has arrepentido- respondí tratando de quitar hierro al asunto.
-Me he explicado mal- reconoció antes de proseguir- lo que se dice en el pueblo es que Marina es la novia de Pepe “el grillo” y de su hermana.
Reconozco que eso no me lo esperaba, pero la que realmente se sorprendió fue Malena que, de la impresión, dejó caer la bandeja que llevaba.
-Habladurías- respondí.
Mi viejo, con la típica pose de padre preocupado, me contestó:
-Confío en ti. Marina es mi ahijada y la deposito en tus manos para que no vaya por el mal camino.
Como no podía ser de otra forma, le estaba prometiendo que me ocuparía de ello cuando de improviso, mi primita hizo su aparición en la cocina. Hasta mi pobre viejo se la quedó mirando con ojos nada filiales al verla aparecer ataviada únicamente con un escueto traje de baño que más que esconder no hacía más que realzar los dones que la naturaleza le había dado.
-Niña,  ¡Tapate!- le soltó el anciano en cuanto se hubo repuesto de la impresión.
La muchacha comportándose como una cría malcriada, se le abrazó diciendo:
-Tío, ¡No seas anticuado!- tras lo cual me pidió una coca-cola.
Mi criada sacó una de la nevera y se la dio. Nada más abrirla, la puñetera niña meneando su espectacular culo, desapareció rumbo a la piscina. No sé si fue el corte de que me hubiese dado cuenta de cómo la miraba o que en realidad tenía prisa, pero lo cierto es que al cabo de cinco minutos y por mucho que intenté que se quedara a comer, mi viejo hizo mutis por el foro y volvió a la comodidad de su pueblo.
Al verlo partir, me quedé pensando en que tanto él como su hermano se habían desembarazado del problema del modo más sencillo:
“¡Encasquetándomelo a mí!”
El colmo fue que al entrar a mi casa, descubrí que Malena no podía dejar de mirarla a través de la ventana. Os reconozco que me dio morbo descubrir a mi criada espiando a mi prima mientras esta se echaba crema en el pecho. Sin hacer ruido, me acerqué a ella por detrás y cogiéndola desprevenida, le bajé las bragas mientras me bajaba la bragueta.
-¿Qué hace patrón? ¡Nos puede ver!- se quejó sin hacer ningún intento de separarse.
El morbo de tirármela contra la encimera de la cocina mientras Marina se esparcía el bronceador por las tetas era demasiado tentador y separándole las piernas, la penetré de un solo empujón.
-Es usted un malvado- me dijo encantada e intentando provocarme aún más me soltó: -¿Ha visto que bonitos meloncitos tiene su prima?
-Nada como los tuyos- respondí incrementando la velocidad de mi ataque pero lo cierto es que yo tampoco pude dejar de admirar el modo tan sensual con el que esa cría se estaba untando de aceite.

De esa forma fue la primera pero no la última vez que tomé a mi criada mientras mi mente soñaba con que era la hija de mi tío la que recibía en su seno mis acometidas.  Y tal como no tardó en confirmarme la propia Malena, esa mañana ella descubrió que una mujer le podía resultar sexualmente atractiva.

 

Marina resultó aún más puta de lo que me temía:
Sobre las una de la tarde, era tanto el calor que hacía en Madrid que decidí darme un chapuzón en la piscina, aunque ello supusiera tener que hablar con mi prima. Contra toda lógica, me daba miedo enfrentarme a ella. 
Al salir al jardín, Marina seguía tomando el sol. La música de sus cascos evitó que se percatara de mi presencia hasta pasados unos minutos. Colocándome en la otra tumbona, aproveché que tenía los ojos cerrados para darla un buen repaso.
“Joder, ¡Qué buena está!” me dije tras valorarla.
Y es que en realidad mi prima era un monumento. Sin un gramo de celulitis, su cuerpo era el sumun de la perfección. No tenía nada fuera de sus sitios. Si  la primera vez que la ví me quedé impresionado con sus pechos, ahora que estaba tumbada boca abajo tuve que reconocer que su trasero era aún mejor.
“¡Tiene culo de negra!” pensé al observar la curvatura de sus nalgas.
Se notaba a la legua que tenía un culo duro. Juro que intenté separar mi mirada pero me resultó imposible porque esa niña llevaba un tanga tan estrecho que desparecía entre sus dos cachetes.
“¡Es una pena que sea mi prima”, maldije entre dientes mientras mi pene empezaba a reaccionar.
Un tanto cortado, comprendí que si seguía observándola no tardaría en excitarme por lo que me tiré a la piscina para intentar calmarme.
El agua helada aminoró mi calentura y ya más tranquilo, empecé a hacer una serie de largos. Estaba a punto de salir del agua cuando la vi levantarse de la tumbona, con sus pechos al aire. Alucinado por su top-less, me quedé observando como sus pechos se bamboleaban al caminar. Eran tal y como me había imaginado al verlos esa mañana, enormes pero duros y con unos pezones rosados que invitaban a ser mordidos.
Marina al darse cuenta que la miraba, me saludó y sin corte alguno, mientras se daba un ragaderazo en la ducha del jardín, me preguntó que íbamos a comer.
-No tengo ni idea. Es Malena quien se ocupa de ello- contesté perplejo al observar el modo tan sensual con el que esa cría se mojaba los pechos.
Sabiéndose admirada, la jodida niña incrementó el morbo que sentía, diciéndome:
-Es que últimamente, he engordado y no quiero parecer una foca.
-No digas tonterías- respondí- estás delgada
¡Y tanto que lo estaba!. Su cuerpo era el de una modelo. Su cara era de por si guapa pero si a eso le sumábamos su breve cintura, su culo en forma de corazón y ese estomago plano, la muchacha era de una belleza sin igual. Satisfecha por mi respuesta, la muy puta insistió mientras se quitaba con las manos el bronceador de su trasero:
-¿No crees que tengo un culo muy gordo?
Comprendí por su tono que estaba jugando conmigo e intentando no seguirle el juego respondí:
-Eso depende de los gustos. ¿Tu novio que opina?
Descojonada, me contestó:
-No tengo novio. Soy demasiado joven para atarme a una sola persona.
Tras lo cual se envolvió en una toalla y despidiéndose de mí, entró en la casa. Viéndola partir, me quedé mirando el bamboleo de sus caderas y pensé:
“¡Esta niña es un peligro!”.
Con la imagen de Marina impresa en mi mente, reinicié los largos intentando que el ejercicio hiciera que me olvidara de ella. Pero resultó en vano, porque al cabo de media hora, salí de la piscina aún excitado. Mi cerebro seguía intentando buscarle sentido a su última frase. Cuando le pregunté por su novio, la cría no solo había dicho que no le bastaba con uno sino que había usado el término persona en vez de hombre, por lo que supuse que a lo mejor las habladurías del pueblo tenían razón y esa puñetera chavala era bisexual.
Mis dudas se acrecentaron al entrar en el chalet. Desde el salón, escuché sus risas. Al acercarme a la cocina, descubrí a mi prima charlando amigablemente con Malena y viendo su postura, no tuve que ser un genio para darme cuenta de que estaba tonteando con mi criada. Comportándome como un voyeur, las espié desde la puerta y por eso no tardé en comprender que sus lisonjas estaban empezando a afectar a mi empleada. Por la forma en que la nicaragüense la miraba, supe que estaba excitada.
“¡Será puta!”, exclamé mentalmente un tanto celoso, “Acaba de llegar y ya le está tirando los tejos”.
Cabreado con Marina, me retiré sin hacer ruido pero al llegar a mi habitación, me tumbé en la cama y rememorando tanto la visión de su cuerpo casi desnudo como que estuviera flirteando con mi chacha, hizo que me volviera a excitar y dejándome llevar por la lujuria, me masturbé pensando en cómo sería compartir con ella a mi criada.
Excitado, cerré los ojos y  me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome  llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla. Me imaginé a mi criada entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, la tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Malena no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, mi prima,  alertada por los gritos,  entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la morena de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca. Ya tranquilo,  observé la mancha de mi semen. “¡Qué desperdicio!”, me dije y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la comida.
Durante la comida, Marina me pregunta por Malena.
Al bajar al comedor, la comida estaba preparada. Sin esperar a que me llamaran, me senté en la mesa. Mi querida prima, viéndome ya sentado, se sentó a mi lado. Os juro que casi me atraganto con el vino al verla entrar. La rubia venía vestida con una camisa transparente que dejaba entrever con claridad la perfección de sus pechos.
“¡Qué par de tetas!”, me dije al recorrer con mi mirada su dorso.
Marina, que supo en seguida de mi admiración nada filial, se ruborizó al sentir la caricia de mis ojos pero al cabo de unos segundos, se repuso y sin darle importancia, comenzó a interrogarme por mi vida. Con insistencia, me preguntó si tenía novia o pareja. Al contestarle que no, con todo el descaro del mundo,  dijo en tono serio:
-Juan, ¡No te creo! Un hombre como tú debe de tener algo escondido- y coincidiendo con la llegada de mi criada con la comida, me soltó: -Estoy segura de que tienes una mujer a la que te tiras.
La pobre de Malena, al oírla, se puso nerviosa y sin querer derramó un poco de sopa sobre el mantel. Mi prima se la quedó mirando divertida pero no dijo nada. Con gesto interesado, observó el nerviosismo de mi empleada y esperó a que desapareciera por la puerta de la cocina para decirme muerta de risa:
-¡Te andas follando a la criada!
Cabreado por que se metiera en mi vida, contesté:
-Si lo hago, no es de tu incumbencia.
Soltando una carcajada, insistió:
-No me extraña que te la tires. ¡Está muy buena!- y tras beber de su vaso, me dijo: -En fin, es una pena. ¡Ya le había echado yo el ojo!
Su descaro me hizo preguntarle, si era lesbiana. Mi prima me miró extrañada y como si fuera algo normal, me respondió que no pero que, aunque le gustaban los hombres, si se encontraba con una mujer atractiva no le importaba darse un buen revolcón con ella.
Juro que no fue premeditado pero imaginarme a esa dos retozando entre ellas, fue algo muy tentador y sin prever las consecuencias, respondí:
-Cómo te has imaginado, Malena es por entero mía pero no soy celoso. Si quieres que hable con ella y la convenza, dímelo.
Por su cara de sorpresa, comprendí que había estado jugando conmigo y que no se esperaba una propuesta, semejante. Ruborizada, durante unos instantes se quedó callada y tras pensarlo un momento, me preguntó:
-¿No te importaría?
Al ver tras la tela de su blusa, los bultos de sus pezones erectos comprendí que la idea de tirarse a esa morena la había excitado y como no podía echarme atrás, le prometí que esa noche se la mandaría a su cama.
-¿Y tú qué harás?
Escandalizado por la insinuación, contesté:
-Estaré en mi cuarto, no te olvides que somos familia.
Fue entonces cuando poniendo cara de puta, me espetó:
-Juan, en el pueblo se dice: ¡A la prima se le arrima y si es prima hermana con más ganas!
Reconozco que estuve a punto de aceptar su más que clara invitación pero temiendo que fuese solo una broma, cambié de tema y le pregunté por las entrevistas de trabajo que tendría la semana siguiente. Nuevamente, me sorprendió la cría al decirme que no tenía ninguna y que su tío, es decir mi padre, le había asegurado que ¡Yo le daría un puesto en mi clínica!
Juro que de tener en frente a mi viejo, le hubiese montado una bronca, pero en vez de ello, me tuve que morder un huevo mientras le confirmaba que trabajaría conmigo.
-No sabes lo feliz que me haces. Desde niña, he soñado con estar contigo- me contestó y levantándose de la mesa, me dio un beso en la mejilla mientras pegaba su cuerpo al mío.
Tras unos segundos, donde sus senos se clavaron contra mi pecho, la separé de mí al comprender que mi pene me estaba traicionando y que bajo mi pantalón, se había puesto duro. Mi erección no le pasó desapercibida y echando una ojada a mi entrepierna, se la quedó mirando pero no dijo nada. Avergonzado, me tapé con una servilleta el enorme bulto mientras mi primita sonreía al saber que no soportaría otro ataque por su parte.
Todo se precipita.
Nada más terminar de comer, Marina me dijo que estaba cansada y despidiéndose de mí, se fue a echar una siesta. Su ausencia me permitió coger por banda a Malena y contarle lo que habíamos hablado entre nosotros. Confieso que cuando empecé a explicarle que mi prima la deseaba, no las tenía todas conmigo porque de cierta manera, no sabía cómo iba a reaccionar mi empleada-amante. Si había pensado que se iba a enfadar, me equivoqué porque claramente excitada, me respondió:
-Si usted me lo pide, lo haré.
Al escuchar su respuesta, comprendí que para esa mujer mis deseos eran órdenes y que al igual que nunca se había negado a cumplir mis otros caprichos, se entregaría a mi prima gustosa. Tanteando los  límites de su entrega y mientras le acariciaba un pezón por encima de su uniforme, le solté como si nada:
-Por cierto Malena, he pensado que ya es hora de tener un hijo. ¿Te gustaría que te preñara aun sabiendo que al nacer sería solo mío?
Su reacción me dejó pálido: echándose a llorar, me informó que era estéril pero al cabo de unos segundos, reponiéndose y entre lágrimas me respondió:
-Ser la madre de su hijo me haría la mujer más feliz del mundo, pero ya que no puedo: ¿Quiere que le ayude a embarazar a su prima?
El solo imaginarme a esa monada con su vientre germinado por mí, me excitó de sobre manera y sin medir las futuras complicaciones, contesté subyugado por esa idea:
-Sí ¡Quiero!
La nicaragüense me confirmó su disposición diciendo:
-Déjemelo a mí –y con un gesto convencido, me pidió que saliera a dar una vuelta.
Sin saber cómo iba a cumplir mi peculiar orden pero sobre todo sin estar seguro de que eso fuera exactamente mis deseos, salí de la casa sin rumbo fijo. No tenía ninguna duda de que Marina caería en brazos de mi criada, pero lo que no sabía era si realmente deseaba compartir mi amante con ella. Por primera vez, me di cuenta de que aunque hasta ese momento no lo supiera:
“¡Estaba enamorado de la criada!”
La certeza de mis sentimientos me golpeó con fuerza en el rostro y dando un volantazo, decidí volver a mi chalet a evitar que Malena hiciera honor a su palabra. Desgraciadamente, estaba lejos cuando tomé esa decisión y por eso cuando llegué a la casa, no la encontré en la cocina. Temiéndome lo peor, subí las escaleras. Desde el pasillo que llevaba a la habitación de invitados, escuché unos gemidos.  Reconozco que se me cayó el alma a los suelos al oírlos y comportándome como un mirón, abrí la puerta del cuarto donde se iba a quedar mi prima.
Intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, sigilosamente, descubrí una escena que me dejó de piedra. Sobre la cama, mi criada estaba totalmente desnuda mientras Marina, agachada a sus pies, le estaba comiendo con pasión su sexo. Con autentico dolor, no pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La morena con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de mi familiar mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos.
Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer.
Incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso.  Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a mi prima disfrutando del coño de Malena era algo que pensé que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.
Llevaban  tiempo haciéndolo porque mi criada no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su nueva amante. Pensé que con su orgasmo  había terminado el espectáculo, pero me llevé una extraña  sorpresa al ver como cambiaban de postura y Marina se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer.
Fue entonces cuando me percaté de que estaba totalmente depilada.  Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Su recién estrenada pareja sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Mi primita tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.
Si aquello ya era de por sí impactante, más aún fue ver que mi empleada se levantaba y cogía del cajón un tremendo falo con sus manos, para acto seguido surrarle al oído unas dulces palabras mientras  se lo acercaba y colocando la punta del consolador en  su culo  de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior.
Marina gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Mi criada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el trasero. Fue el estímulo que mi prima necesitaba para lanzarse en un galope desbocado. Los gemidos de placer de la rubia coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, me fui hecho polvo a mi habitación.
“Hay que joderse”, pensé jodido:”¡Ha tenido que venir esa puta para que me diese cuenta de la joya que tenía en casa!”.
Nuevamente Malena me sorprende.
Estaba en el salón poniendo un whisky, cuando entraron las muchachas. Venían calladas  y viendo el rubor en las mejillas de ambas, supe al instante  que querían decirme algo. Todavía seguía enfadado pero sabiendo que la culpa de que hubieran compartido algo más que una charla era mía. No en vano Malena solo había cumplido al pie de la letra mis palabras.
La sesión de sexo que habían disfrutado les había sentado bien,  tuve que reconocer al observarlas. Mi prima, con veintitrés dos años, era una mujer de bandera y para colmo, llevaba un camisón que no solo realzaba su silueta sino que, gracias a su profundo escote y a la apertura hasta medio muslo, desvelaba unos pechos firmes y unas piernas bien contorneadas.
Mi empleada en cambio, era una mujer de treinta, cuya mirada seguía conservando la lozanía de la niñez  que se conjuntaba en perfecta armonía con un cuerpo de pecado.
Malena rompió el incómodo silencio, preguntándome si deseaba algo más, o por el contrario si se podía ir a preparar la cena. Mirándola a la cara, descubrí que no le apetecía estar presente cuando hablara con mi prima de lo sucedido, por lo que le dije que se fuera a cumplir con sus obligaciones.
-¿Quieres una copa?- pregunté a Marina en cuanto nos quedamos solos.
Me contestó que sí, que estaba sedienta, sin reconocer que lo que realmente estaba era muerta de miedo, al no saber cómo me tomaría lo que tenía que decirme. Haciéndola sufrir, tranquilamente le serví el ron con coca-cola que me había pedido, tardando más de lo necesario entre hielo y hielo, mezclando la bebida con una lentitud exasperante, de forma que su mente no podía parar de darle vueltas en su mente a su discurso.
Cuando terminé, lo cogió con las dos manos, dándole un buen sorbo. Mi actitud serena la estaba poniendo cardiaca, no se esperaba este recibimiento. Poniéndome detrás del sillón donde estaba sentada, apoyé las dos manos sobre sus hombros. Juro que en ese momento me apetecía estrangularla. Ella sintió un escalofrío, al notar como mis palmas se posaban sobre ella y esperó unos instantes antes de decirme:
-Juan, quiero hablar contigo.
Aunque era algo evidente y ya la sabía dejé que se relajara, antes de empezar a hablar.
-Tú dirás-
Sin ser capaz de levantar su mirada del vaso, me dijo:
-Malena me ha convencido de que te cuente la verdad.
-¿Qué verdad?- respondí por primera vez interesado. Hasta entonces estaba enfadado con ella porque se había acostado con mi amada pero por sus palabras de lo que quería hablarme era de otro tema.
Totalmente avergonzada, casi susurrando me soltó:
-El por qué he venido a Madrid.
-No te entiendo- contesté mientras la cría se echaba a llorar como una magdalena.
Completamente extrañado por sus llantos, me senté a su lado y la abracé con el objetivo único de consolarla. Mi primita dejó que la abrazara y hundiendo su cara en mi pecho, me dijo con voz entrecortada:
-Quería venir para estar contigo. Desde niña, he soñado con algún día ser tuya.
Su confesión me dejó paralizado y más aún cuando, sin dejar de berrear, me confirmó de que había manipulado a su viejo y al mío para que la obligaran a dejar el pueblo. No sé si fue entonces cuando empecé a acariciarla. Marina  aceptó mi contacto sobre su piel con un gemido y levantando su mirada, me besó.
-Te quiero- me dijo tras ese tierno beso.
La rotundidad de su confesión me dejó paralizado y temiendo su reacción, le contesté:
-Malena es mi mujer.
Aunque no era estrictamente cierto, era un hecho y entonces, fue cuando poniendo cara de angustia, me soltó:
-Lo sé pero está de acuerdo en compartirte.
Su respuesta demolió todos mis reparos y como estábamos solos en teoría, agarrándola de la cintura, la besé. Mi querida prima suspiró al sentir mis besos y como si llevara años sin ser acariciada se lanzó contra mí, desgarrando mi camisa. Sus dientes se apoderaron de mi pecho mientras su dueña intentaba desabrochar mi pantalón. Increíblemente excitada,  gimió al ver mi sexo totalmente inhiesto saliendo de su encierro.
-Te deseo-.
Quería que nuestra primera vez fuera tranquila pero su ardor se me contagió y apoyando mi cuerpo contra el suyo, le rompí las bragas y poniendo sus piernas alrededor de mi cintura, coloqué la punta de mi glande en su sexo. Marina no pudo esperar y forzando sus labios, se empaló lentamente, sintiendo como se introducía centímetro a centímetro mi extensión en su cueva.
Al sentir que la cabeza chocaba contra la pared de su vagina, empezó a cabalgar usándome de montura. Mi pene erecto era un puñal con el que quería matar su necesidad de ser tomada.  Moviendo sus caderas se echó hacia atrás para darme sus pechos como ofrenda.  La visión de sus pezones, contraídos por la excitación, fueron el acicate que necesitaba  y dominado por la lujuria, usé una de mis manos para poner su pecho en mi boca.
Mi prima gritó al notar que mis dientes se cerraban cruelmente sobre su pezón y agarrando mi cabeza, me pidió que no parara. La humedad que manaba de ella me informó de la cercanía de su orgasmo. Su respiración agitada no le permitía seguir alzándose sobre mi pene, por lo que tuve que ser yo quien, asiéndola de su culo, la  ayudara a sacar y meter mi sexo dentro del suyo. Al percatarse que ya no le era tan cansada esa postura, se puso como loca y acelerando sus maniobras,  explotó  derramando su flujo sobre mis piernas.   Los gemidos de placer de la muchacha me espolearon y como un joven garañón, galopé en busca de mi orgasmo.
Ya no importaba que esa mujer fuera mi prima hermana. En mi mente era mi hembra y yo, su semental. Siguiendo el dictado de mi instinto busqué esparcir  mi simiente en su campo. Con el coño completamente mojado, Marina disfrutaba  cada vez que mi verga, al entrar y salir, presionaba sobre sus labios y rellenaba su vagina.   Su clímax estaba siendo sensualmente prolongado por mis maniobras, llevándola del placer al éxtasis y vuelta a empezar.  Clavando sus uñas en mi espalda, me rogó que me corriera, que necesitaba sentir mi eyaculación en su interior. 
La entrega de la muchacha era total. Berreando en mis brazos, se estaba corriendo por segunda ocasión cuando al levantar mi cabeza, vi a mi criada mirándonos desde la puerta. Su gesto no era de enfado sino de satisfacción, dándome a entender que aprobaba lo que estábamos haciendo. El morbo de ser observado, hizo que mi pene estallara dentro de veía mientras veía a Malena entrar con un botella de champagne.
Todavía no me había recuperado cuando llegando a mi lado, Malena me besó y abriendo la botella, sirvió tres copas.
-¿Qué hay que celebrar?- pregunté con la mosca detrás de la oreja.
La morena soltó una carcajada y abrazándose a Marina, me respondió:
-Le parece poco a mi patrón, que a partir de hoy tenga dos mujeres que le quieran.
Muerto de risa, contesté:
-Te prohíbo que me llames patrón. Marina, tú y yo somos desde ahora una familia.
Fue entonces cuando guiñando un ojo a mi prima, nos cogió de la mano y subiendo por las escaleras rumbo a mi cuarto, me contestó:
-Pues entonces, ¿Quiere nuestro macho que intentemos agrandar esta peculiar familia?
Juro que nunca recibí una insinuación tan atrayente e imprimiendo prisa a mis dos hembras, entré a mi habitación para intentarlo una y otra… y otra vez.
 

Relato erótico: “La casa en la playa 3.” (POR SAULILLO77)

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verano inolvidable2A partir de entonces, y durante 3 semanas, fue lo mismo, mi madre tratando de compensar la ausencia de Sara en sin-titulonuestros juegos, mientras se dormía a menudo por las pastillas que la metían en la comida, y así mi tía follaba a todas horas cuando Jaime quería, fumaban porros y se dedicaban a buscar momentos para gozar, al principio les espiaba, llegado un punto me cansé, Jaime se ocupaba de describirme a posteriori cada detalle de sus encuentros. Mi tía parecía en una nube, para ella era un juego inocente, por raro que fuera, mientras que Jaime se aprovechaba, la mitad de las noches dormían juntos.

Los demás iban cada uno a sus cosas, llegando al mes de vacaciones ya tenia todos mis trabajos hechos, Sonia tenia un noviete de verano al que se tiraba alguna que otra vez en casa, le costó pasarse por la piedra, por lo menos, a 4 chicos antes de dar con uno de su agrado, era increíblemente escandalosa, pero por lo visto nadie decía nada de aquello, Marta se iba al piso de abajo a dormir en la cama libre cuando Sonia estaba con él, o cuando iba tan borracha que roncaba como un marinero curtido, yo la acompañaba para dormir como hermanos. Mi padre no se enteraba de nada, solo dormía, comía y alguna que otra vez escuchaba como hacia gozar a mi madre, cuando se ponían serios temblaba la casa. Marta era la única que parecía mostrar interés por mí, pero se cansó de querer animarme, y empezó a disfrutar por su cuenta junto a Sonia, con chicos y fiestas. Mi madre se ocupó de que no me faltara diversión en el agua, pero por muy excitante que fuera, era mi madre.

Una de esas mañanas, en que Jame volvía del cuarto de Sara, se me presentó enfurecido.

-JAIME: estoy hasta la polla de tu tía, dios, me estoy cansando de ella…….

-YO: pues déjala….

-JAIME: no digas jilipolleces, no la voy ha dejar…………no sin otro chocho que follarme.

-YO: pero mi tía……

-JAIME: folla bien, pero hasta el mejor plato de comida te cansa si te lo ponen a diario.

-YO: pues búscate alguna jovenzuela……

-JAIME: ya he pensado algo así, pero Sonia está con ese tipo y tú hermana…..- cambio el rictus al verme la cara – ….tranquilízate capullo, tu hermana está buena, pero no creo que sea su tipo.

-YO: más te vale, ella no, por favor – le rogaba.

-JAIME: dios, si no fuera por tu padre me follaba a tu madre………..- sentí una punzada en el corazón.

-YO: ¡ella no, es mi madre!

-JAIME: y la otra tu tía, y ya me he hartado de llenarla de semen, menos mal que se tomó la pastilla, si no ya tendrías un sobrino de camino jajajaja pero es que tu madre…….

-YO: mientras esté mi padre no te atreverás – era casi un alivio.

-JAIME: ni de coña, jajaja ese hombre me acojona, y tu madre es tan dócil que seguro que se lo dice nada más metérsela.

Como suelen decir las desgracias no viene solas, 4 días después una fuerte discusión en el cuarto de mis padres nos llamó la atención de todos, que en el salón esperábamos, escuché bajar a mi padre, y verle con el traje de oficina me dio pánico.

-ROBERTO: lo siento chicos, pero os tengo que dejar, me necesitan en el trabajo.

-YO: NO – mi padre me abrazó, creía que era por que le echaría de menos, y no por que, sin él, Jaime no mantendría las distancias con mi madre.

-ROBERTO: lo siento hijo, pero son cosas de adultos, pórtate bien y cuida de todos.

-MARTA: jope papa, eres increíble, nos obligas a venir aquí, para irte……

-ROBERTO: tu madre ya me ha dejado claro ese punto, lo siento – se fundieron en un abrazo largo, de esos que me daban envidia no recibir por parte de mi padre, pero estaba mirando a Jaime, y como se frotaba las manos.

Mi padre se despidió de todos, vendría a buscarnos cuando termináramos las vacaciones ya que nosotros nos podíamos quedar allí esos 2 meses que faltaban. Al hablar con mi madre se la notaban las lágrimas en los ojos, y una semana entera la pasó triste y llorando cuando creía que nadie la veía. Ni los esfuerzos de Jaime por consolarla la sacaron de su apatía. Pasado ese tiempo mi hermana logró hacerla salir de fiesta con ellas, irían a la macro discoteca, con música moderna y alcohol fuerte, mi madre accedió solo por complacer a mi hermana, Jaime, Sara y yo nos sumamos en tropel.

Al salir y pasear pude deleitarme, mi hermana iba con un vestido de licra azul claro con zonas oscuras a los lados, tan ajustado como corto, y mostrando gran parte de la espalda, sin escote, apenas maquillada y con su pelo bien cuidado. Sonia no pudo evitarlo y salió sin sujetador, una osadía con aquellas tetas, con un vestido amarillo chillón, un escotazo de infarto acabado en el ombligo y vuelo hasta las rodillas, tenia que recolocarse la prenda todo el tiempo para no enseñar más de lo que se pretendía, mucho más maquillada que mi hermana, cuando a mi entender, con un colorete resaltando sus ojos verdes quitaba el hipo a cualquiera. Mi tía eligió un vestido de rallas descocado, enseñando espalda con escote en palabra de honor, tan corto que al andar se le veían las nalgas, ceñido y con una melena rubia bien lisa, con sus gafas de diseño. Todas con tacones y arregladas, una delicia mejor la una que la otra.

Mi madre salió la 1º vez al salón con un vestido amplio y recatado, el abucheo general la hizo sonreír, y volver a vestirse, esta vez con un traje negro de tela elástica, un traje serio y sobrio, pero más actual, sin escote ni enseñando nada, solo un poco de caderas hacían que por la goma del vestido se le subiera la falda por los muslos, con unas botas altas de tacón. Cualquier hombre mataría por esa compañía, y estabamos solo Jaime y yo, con el otro “amigo” de Sonia. Los 3 con camiseta y bermudas, es injusto para todo el esfuerzo que habían hecho ellas por estar preciosas, pero que le vamos ha hacer.

Como esperaba, al llegar, era una macro discoteca hecha en la playa, apenas 4 verjas y una barra hasta arriba de jóvenes, música alta y un calor agobiante, no era el estilo que más podía encajar en mi madre, se pegó a mí, que tampoco era mi hábitat. Mi madre pidió una copa de vino y el camarero se rió en su cara, se tuvo que conformar con un mojito que habían hecho en toneles y del que, menos el ron, parecía que se habían olvidado de poner el resto de ingredientes, incitada por Sara bebió rápido, para cuando mi madre iba por la mitad, Sara ya llevaba 2, Jaime no se separaba mucho de mi madre, pero se cortaba, tenia trabajo con Sara, y Marta le huía como de la peste, que no tardó en estar acompañada por 2 chicos.

Pasaron los minutos y mientras Sara daba un recital con Jaime de vulgaridad al bailar, mi madre y yo estabamos en un lateral charlando y riéndonos, un chico tras otro venían a sacarla a bailar, y ella se negaba cortésmente, sin darse cuenta de que nadie la oía por el volumen de la música.

-CARMEN: vamos a tener que salir a bailar o no me dejaran en paz – me gritó al oído.

-YO: no se me da bien…….si me ven – me miró acariciándome la barbilla con sus dedos.

-CARMEN: míralos como bailan, si es que eso es bailar, ¿crees que les importa algo como te muevas?

El argumentó era irrefutable, así que, como si tuviera 8 años, mi madre me sacó a bailar, y para mi sorpresa se movía alegre y resulta, era raro por que la música electrónica no casaba con sus gestos de baile clásicos, ¿pero que baile logra casar con un “chunda, chunda”?, así que la seguía con cierto ánimo, hasta que Jaime apreció en escena y me tiró a Sara encima para cambiar de parejas, Sara iba borracha, y no poco, apenas se tenia en pie y tuve que bajarla el vestido para no ir enseñando un tanga fino de seda, se movía aletargada pero pasándome el culo por el miembro, y llevándome las manos a su cadera y su vientre.

Estaba perdido buscando a mi madre, Jaime la estaba animando más de lo que yo pude, y empezó a sonreír, le trajo otra copa y se la bebió de un trago. A la hora, y otros 3 mojitos, mi madre parecía otra guarra más, buscando con su cadera a Jaime y dejándose sobar, Jaime llevaba media hora con su mano en el culo de mi madre, masajeando y dándola azotes sin parar, pero no contó con los demás hombres del lugar, y uno tras otro empezaron a pedir un baile con ella, y cada uno se atrevía a más que el anterior, una copa, un roce en el brazo, una mano en la cadera, otra en el estomago, hasta que uno la agarró del busto, mi madre sonreía halagada, o ida por la bebida, no sabría que decir. Un mulato musculoso emergió, sin camiseta marcando músculos de ébano, me recordó a Ibaka el jugador de baloncesto aunque no tan alto, la cogió de ambas nalgas y comenzó a golpearla con la pelvis cara a cara, ella acarició con sus manos en sus hombros hasta el pecho de aquel hombre, y le dejó hacer lo que quiso. Terminó mi madre con un pierna cogida en el aire, una mano en el culo y otra cerca del pecho, los gestos eran lentos, largos y amplios, sin separar las caderas, casi parecía que la estuviera follando, su pelo botaba y el mulato la tenía en el aire casi colgando. Los ritmos latinos empezaron, el calor y las bebidas hicieron efecto, donde miraras había chicas siendo igual de acosadas, y un par de parejas teniendo sexo a plena vista. Sara me buscaba con los labios, creo que buscaba a Jaime, pero solo me tenía a mí, estaba tan embriagada que se caía, así que la cogí del culo sin escuchar una sola queja. Sonia estaba encajonada contra su chico siendo manoseada, y Marta no aparecía. Jaime estaba resignado sin mi madre, pero no por ello le faltó una chica bajita y con buen culo, montándole cual caballo al bailar.

Aproveché y metí mi mano entre los muslos de Sara, que reaccionó abriéndose de piernas y dejándome palpar su vulva, caliente y húmeda, me quería susurrar algo pero no salía nada de su boca salvo el olor a ron, a la 4º canción me dio la espalda y me dejó masturbarla apretando la tela del tanga, sentí un escalofrío al tocar sus labios mayores y ella se retorció buscando con su culo mi miembro, como una estaca clavase en su carne. Cogí uno de sus pechos y lo estrujé hasta hacerla gemir para luego darse la vuelta y besarme en el cuello, al alzar la vista Sara no podía ni abrir lo ojos, me buscó con los labios y cedí, la besé, y el agrio alcohol no turbó que sus labios se abrieron para sentir recibir su lengua, mi mano se perdió en su culo apartando el tanga y hurgando en ella, que contestó buscando mi polla y acariciándola por encima de la ropa.

-SARA: eres un cerdo……

-YO: y tú una guarra – me enfadé con ella.

-SARA: ¡Jaime!, no me hables así……- la solté y cayó al suelo, ¡creía que era Jaime!

Busqué a mi madre, encontré a 4 chicas siendo folladas por uno, o varios hombres, cada una, y no a mi madre, me volví loco hasta que la encontré, el mulato la seguía desmenuzando, la tenia en volandas cogida del culo subida a su torso, abierta de piernas con sus tacones mirando al cielo, y con un gesto muy similar al sexo, si el tío estaba tieso estaría rozándose con la prenda intima de mi madre, que se aferraba a su cuello como de una rama, se le había subido el vestido y se le veían unas bragas de encaje preciosas, me acerqué a separarlos, pero no me atreví a hacer nada ante aquel bigardo de piel oscura. Media hora viendo como el mulato casi la folla, pero en un momento mi madre me vio, y se zarandeó hasta llegar a mí.

-CARMEN: dios…….que calor…….estoy ardiendo….- el mulato la siguió.

-MULATO: perdona brother, pero la mujer está conmigo….

-YO: pero………. es que……- me callé cuando la cogió del brazo y se la llevaba, mi madre reía, pero se paró a tiempo.

-CARMEN: no, no……..que es mi hijo……. – volvió a mi, la abracé bajándola la falda y oliendo como apestaba a desvergüenza y sudor.

-YO: ¿estás bien? – el mulato se alejaba con mirada furtiva.

-CAMRNE: si, como nunca…….necesito……..necesito otra copa……..

-YO: ya basta de copas, vamos a casa.

Asintió, si la digo que íbamos a la luna lo hubiera hecho igual, me costó un mundo hacerla caminar, y el último tramo lo hizo a mis espaldas montada a caballito, con las botas en las manos, al llegar a casa la dejé en la cama, pero me pidió que la desnudara, así que le quité el vestido, quedando en bragas y sujetador a juego, la arropé y me quedé dormido a su lado.

A la mañana siguiente estaba despierto con mi madre dormida sobre mi pecho, olía a la fiesta y a hembra, y mi erección era clara. No quería despertarla, parecía sonreír en sueños, un rato después vi a Jaime salir del cuarto de Sara, que de refilón la vi en la cama despatarrada y con agujero en el culo como un melocotón, Jaime se asomó y me pidió que habláramos. Salí en silencio y le vi fumándose un porro en la terraza.

-JAIME: pufffffffff, que nochecita niño……..

-YO: ¿trajiste a Sara a casa?

-JAIME: me trajo ella, me la encontré en el suelo de la disco chupándosela a un tipo, cuando le dije que no era yo, me arrastró hasta aquí, y me ha tenido toda la noche follándola. ¿y tú?

-YO: traje a mi madre, estaba muy mal, un mulato casi se la lleva……….

-JAIME: ya jajaja vaya mostrenco, luego le vi zumbándose a una, la tenia de medio metro el cabrón, pilla a tu madre y la parte en dos.

-YO: pobrecilla, casi no bebe…..

-JAIME: ¿y te la has follado?

-YO: ¿a quien?

-JAIME: a mi tía del pueblo………. ¿a quien coño va a ser?, ¡a tu madre!

-YO: ¡que va!, solo la acosté, y me quedé sopa en su cama.

-JAIME: definitivamente eres imbécil, podrías haberla hecho lo que te diera la gana.

-YO: ella no es así.

-JAIME: mira, está resentida y cachonda perdida, lo sabes como yo, ya la viste ayer de mano en mano, necesita polla, y si no se las das tú, se la voy a dar yo, mejor que un mulato desconocido………

-YO: para, ya estás con Sara, deja a las demás o……..

-JAIME: ¿o que?, ahora no está papaito, eres un payaso que no moverá un dedo aunque le parta el culo a tu madre en tu puta cara, me la voy a follar, y pronto, asúmelo.

Quise hacer tantas codas, pegarle, insultarle, echarle de casa, pero al final, agaché las orejas y me limité ha hacer el desayuno, al subir a buscar a la gente me encontré a mi hermana durmiendo sola con el vestido aún puesto, y a Sara dándose una ducha, Sonia estaba dormida, totalmente desnuda, su amigo no estaba pero se olía que había pasado la noche allí, olía a sudor y sexo. Sonia tenía una teta fuera de las sabanas y de solo verla se me endureció, era bestialmente grande, con un pezón enorme, negro y granulado como una galleta campestre, con todo el largo de su melena caoba rozándole la figura. Abrió un ojo y me vio de pie a su lado.

-SONIA: hola renacuajo, ¿que haces?

-YO: nada…..yo solo venia……el desayuno, ¿quieres algo?

-SONIA: dios……me da vueltas todo, algo que meter en el estómago……por favor – se puso en pie sin importar ir totalmente desnuda, vi como iba rasurada y como se metía en la ducha sin cerrar la puerta.

Bajé a terminar el desayuno, la casa parecía una residencia de universitarios un sábado por la mañana, caras largas, cansadas y sonrisas leves, y como cuenta gotas aparecieron todos, comieron y salieron a la terraza, mi madre fue la última, ya casi al medio día, bajó con una bata de seda, mostrando el sujetador, sin apenas cerrar en una lazada en la cintura, al verme sonrió y se abrazó a mi espalda, devorando media tostada y un zumo.

-YO: ¿como estás?

-CARMEN: bien, uffff algo abrumada, pero me divertí mucho ayer……aunque espero no haberme pasado, no recuerdo volver a casa, solo estar acostada contigo.

-YO: ya….es que….bueno…..estabas muy mareada, y te traje a casa, y me dormí a tu lado……espero no haberte molestado.

-CARMEN: ni mucho menos hijo, eres todo un caballero, si hasta me quitaste el vestido, eres un sol, pero podrías haberme quitado el sostén, es incomodo dormir con él, además agradezco una cama cálida a una solitaria…..…ahora que no está tu padre…….necesito alguien a quien abrazar, me siento un poco sola sin él.

-YO: claro….pero te divertiste, ¿no?

CARMEN: jajaja si, muchas gracias, y tengo un hijo que es un santo – su dulce abrazo me reconfortó, pero Jaime era implacable, no me concedía nada, apareció detrás de mi madre, y la levantó la bata para azotarla el culo.

-JAIME: hola Carmen, ¿como se encuentra? Ayer la vi muy alegre……. – mi madre se giró sonriendo y dejándose caer sobre su pecho.

-CARMEN: uf……..es que hacia mucho que no salía.

-JAIME: pues se mueve de cine, me quedé con ganas de bailar con usted…….- “por que el mulato te la quitó”

-CARMEN: ¿de verdad? no me acuerdo de mucho, pero la próxima te reservo un baile – se puso de puntillas para besarle la mejilla, y Jaime la volvió a azotar.

-JAIME: será un placer.

Mi madre se alejó con un medio salto de alegría hacia la terraza, Jaime se lamía la mano con que golpeó el culo de mi madre, estaba solo con el bañador y me miró con sorna.

-YO: déjala en paz.

-JAIEM: jajaja esto no ha hecho más que empezar.

Salimos a la terraza, estaban todos, sentados en las hamacas o en el césped, con caras de agotamiento y sopor, Jaime se sentó con Sara, que estaba tomando el sol y yo al lado de mi madre, escoltándola.

-MARTA: puf…….no vuelvo a beber en mi vida, ¿que mierda nos dieron ayer?

-SONIA: no lo se, pero no me acuerdo de nada jjajjaa

-SARA: el mojito es malísimo, no veas como sube.

-JAIME: pues yo me lo pase bien…….

-CARMEN: y yo, me gustó mucho, ¿sabéis si van a volver ha hacer alguna de esas fiestas este verano? – la miramos casi todos confundidos.

-MARTA: mamá, esas fiestas son todas las semanas, de jueves a domingo, cada día ……- mi madre soltó una carcajada enorme.

-CARMEN: ¿entonces hoy hay otra?

-SONIA: y mañana, y la semana que viene……más.

-CARMEN: ¿y podemos ir?

-SARA: jajajaja ¿te quedaste con ganas de más, hermana?

-CARMEN: un poco, me sentí bien y me gustaría……

-MARTA: míranos mamá, estamos rotos.

-CARMEN: está bien, descansemos – la tristeza en su cara era clara, pero mi madre nunca discutía con nadie, ella se amoldaba a los demás, Marta me miró, y ambos sabíamos que ella quería ir.

-MARTA: no se, podemos ir……….si quieres……

-JAIME: eso, ¡a romper la noche!

-SARA: estáis locos.

-SONIA: puffffff yo, si vais, me apunto.

-CARMEN: ¡bien, pues esta noche fiesta!…– se puso en pie y abrazó a Marta –…. voy a hacer la comida, tenemos que coger fuerzas…..- salió disparada hacia casa.

-SARA: no sabéis lo que habéis hecho, ahí donde la veis es un peligro en las fiestas….de joven no se perdía una.

-SONIA: por favor………- la condescendencia y su incredulidad eran claras.

-JAIME: entonces vamos todos, ¿no?

-YO: claro – no pensaba dejarla sola visto su comportamiento.

La comida fue copiosa, cuando mi madre estaba feliz se convertía en una cocinitas, nos pasamos gran parte de la tarde durmiendo para cargar las pilas, aunque a las 5 de la tarde ya estabamos todos en pie, en el salón, con ganas de marcha.

-SONIA: ¿y que hacemos hasta las 10 que empiezan?

-JAIME: podemos jugar en la playa.

-SARA: ¡si, que gran idea! – todo lo que hacia, decía o pensaba Jaime, era oro para ella.

-CARMEN: por mi perfecto, siempre que vengamos con tiempo para arreglarnos, quiero ir bien mona.

-MARTA: vale, ¿pero a que jugamos?

-JAIME: de eso nos ocupamos nosotros… – me cogió del hombro –… id a la playa, en un rato vamos.

Me arrastró hasta el supermercado del pueblo, donde compro 4 packs de 24 latas de cervezas, hielo y una baraja de cartas, al llegar a la playa estaban todas esperándonos, todas en biquini, mi madre y Sara con un camisón, Sonia con unos shorts vaqueros desabrochados y una camiseta blanca desgastada encima, Marta en cambio solo iba con la parte de arriba del biquini y una minifalda blanca, Jaime y yo con bañador y camiseta. Pese a preguntarle Jaime no me dijo nada del juego, nos sentamos en circulo dejando la nevera cerca, hasta arriba de hielos y latas.

-JAIME: bien, esto va así, repartimos 1 carta a cada persona, quien tenga la de menor valor, tiene que pagar bebiéndose de un tirón una lata de cerveza, y luego puede elegir verdad, atrevimiento o una prenda.

-SARA: ¡jajaja que divertido!.

-MARTA: ¡que cabrón!, podrías haber avisado…….- se habría puesto más ropa de saberlo, su biquini era una obra de ingeniería que contenía sus senos de forma perfecta.

-SONIA: no me voy a despelotar…..

-JAIME: eso es solo si pierdes, además puedes elegir, pero tenemos que jugar bien, tienes que elegir que quieres antes de que se te diga nada, pagas prenda y te libras, pero si eliges atrevimiento, no te puedes negar a lo que digamos, y si es verdad, tienes que ser sincera.

-CARMEN: ¡por mi bien!

-YO: esto…….- me dio una palmada que me dejó mudo, el resto asintió.

-JAIME: comencemos – repartió cartas y perdió Jaime, que cogió un lata del revoltijo de hielos en la nevera portátil y se la bebió de un trago – ahora decido, y elijo verdad.

-SARA: ¿y que te preguntamos?

-MARTA: ya sé, ¿fumas marihuana?

-JAIME: si, y mucha jajaja – el resto se lamentó, era algo casi de dominio publico, volvió a repartir, y perdió Sonia, que se bebió una lata sin pestañear.

-SONIA: elijo atrevimiento.

-YO: puedo….

-JAIME: quiero que te bañes en el mar tal como estás – Sonia le miró confusa, y ante la apatía del resto, lo hizo, regresó calada marcando sus enormes tetas bajo la camiseta y los pezones duros. Otra mano y perdí yo, no bebo, pero cumplí mi parte con la cerveza.

-YO: elijo…– con Jaime allí tenia que tener cuidado – ….atrevimiento.

-CARMEN: pobre mío……

-MARTA: ¿y si nos haces el baile del pato que hacías de pequeño? – me salvó la vida por que el brillo en los ojos de Jaime me heló la sangre, me sentía ridículo pero menos de lo que podría parecer, de golpe era un pato de unos dibujos animados que veía de crío, moviéndome y haciendo ruidos, empezaron a reírse y todo se volvió fugaz.

Una mano tras otra iban cayendo las cervezas, todos bebieron y jugaron, cosas bobas y tontas, pero nos divertíamos, casi parecía que aquello no era nada más que una familia feliz, hasta que la cerveza empezó a hacer su efecto, Sara estaba melosa con Jaime, Sonia tenia hipo y se trababa al hablar, Marta iba con un globo de alegría enorme y mi madre parecía exultante.

-JAIME: bien, pierde Marta, así que bebe.

-MARTA: puf….como sube esto…..- de 2 tragos cayó su 8º lata – elijo….atrevimiento.

-JAIME: bien, pues…..- a esas alturas se había erigido director del juego, se hacia su voluntad – …quiero que te des el lote con Sonia, y con lengua…….- mi madre soltó un bufido y Sara aplaudió.

-MARTA: yo……..no…….

-SONIA: vega tonta, ven aquí…..- la cogió de la cara y vi como se besaban, 2 o 3 cortos hasta que Sonia abrió la boca y le metió la lengua hasta la laringe, Marta la siguió, y pasados unos minutos se separaron, con las mejillas rojas y una sonrisa cómplice.

-JAIME: otra mano… – perdió él y tras beber se quitó la camiseta – ….empieza a hacer calor aquí – otra mano y perdió Sara.

-SARA: verdad – mientras bebía.

-JAIME: ¿has follado en la última semana?, y si es así, ¿te ha gustado? – casi se le sale la cerveza por la nariz.

-CARMEN: ¡que grosero jajjajaa!

-SARA: pues mira, si, me follo a un chico y me deja destrozada cada vez – una sonora risa salió de todos, que se olían que era Jaime, que la besó en el hombro y la azotó en el culo, había empezado su show. Otra mano y perdió mi madre, que se quitó el camisón viendo como se ponía el juego, iba con un biquini rojo tan pequeño que se le salían los pezones.

-JAIME: bufffffff Carmen, está usted buenísima.

-CARMEN: muchas gracias cielo – otra mano y perdió Sonia, que eligió atrevimiento.

-JAIME: vete delante de aquel tipo de allí, y enséñale las tetas – Sonia miró a un hombre paseando a un perro, apuró la cerveza y se fue a él, mostrándole las tetas levantando la camiseta empapada, sacándoselas del biquini y jugueteando con ellas, al volver un aplauso la esperaba. Otra mano, perdió Jaime, que eligió verdad, traté de desenmascararle.

-YO: ¿te gustaría tener sexo con alguna de las presentes? – pretendía que se viera pillado.

-JAIME: ¡con todas y cada una de ellas!, tendría que ser imbécil para no desear a ninguna – en vez de caer en la trampa sacó un suspiro de todas. Otra mano, perdí yo, y elegí prenda, quitándome la camiseta, Jaime me miraba desando pillarme.

-CARMEN: ¡que divertido! – otra mano, perdió mi madre, que eligió atrevimiento.

-JAIME: ya que le gusta bailar, háganos un baile erótico, aquí en medio – mi madre su puso en pie y sin dar quejas se movió, Jaime puso música en su móvil y la aplaudía mientras mi madre movía el culo como una stripper, todos reían y yo me ponía como una piedra viendo como mi madre se puso a 4 patas y se retorcía como una profesional.

-CARMEN: ¡ya está! – al sentarse estaba roja, acalorada y sudando, ruborizada por los aplausos y risas. Otra mano, perdí yo, que tras otra cerveza no podía pensar, verdad elegí.

-JAIME: ¿te la ha puesto dura tu madre?

-YO: esto….yo……….no.

-JAIME: ponte en pie……- me vi pillado, al hacerlo mi erección era clara – ¡MENTIROSO!, por mentir otra cerveza.

-CARMEN: no hagas trampas, hijo – ¿acaso pretendía que lo admitiera?, mi hermana estaba colorada de vergüenza y Sonia se había fijado en mi abultado paquete. Otra mano, perdió Sara.

-SARA: puf……tal como está esto……me quito prenda – ya estaba solo con el biquini y se soltó la parte de arriba, dejándolo a un lado y regalando la visión de sus tetas, no es que no las tuviera vistas, pero de cerca eran casi perfectas, con unos pezones rosados y marcas de dientes de Jaime.

MARTA: jajajaja ¡pero tía!

-SARA: que mire quien quiera, reparte – otras 3 manos perdías seguidas por Sonia, que llevada por la competitividad, y 3 cervezas del tirón, se quitó la camiseta, luego los shorts, y después la parte de arriba del biquini, provocó que Jaime y yo soltamos una exclamación similar, sus pechos eran grandes y protuberantes con sus pezones enormes y oscurecidos, apenas cayeron aunque el peso era considerable.

-SONIA: a esto te gano Sara ………jajajja – de golpe entendí que se habían picado en un momento dado, no sabia cual, quizá cuando Jaime se dio el lote con Sonia en una partida anterior. Otra mano, esta vez perdió mi madre, que eligió verdad.

-JAIME: ¿le ha puesto los cuernos a su marido alguna vez?

-CARMEN: jajajaja pues…………no…..técnicamente – Marta y yo nos miramos.

-JAIME: ¿como que ………técnicamente?

-CARMEN: a ver….mi marido no lo sabe, así que no se lo digáis, pero una vez el chico que traía la compra pasó a ayudarme a colocar las cosas, me había pillado saliendo de la ducha e iba solo con una toalla anudada, y en un momento se me echó encima y nos besamos, me quedé quieta mientras su mano acariciaba mis piernas por debajo de la toalla, que se me escurrió dejando mis pechos al aire, el tipo los lamió mientras le rogaba que parara, gracias a dios me hizo caso y me dejó acalorada, si no para lo mismo me toma allí mismo…….pero no pasó nada, me despedí con cordialidad, pero fue raro.

-JAIME: eso no cuenta mujer, digo si se ha follado a alguien que no sea su marido.

-CARMEN: ¡ah….no!, y ni falta con la polla que gasta jajajajjja…..- la bebida empezaba a afectarnos a todos, la anécdota seria el mayor secreto de mi madre, y aquel comentario sobre el miembro de mi padre sacó a Marta de sitio, se quería enterrar bajo la arena –… no te pongas así hija, es mi marido, y sin él tengo que decir que le hecho de menos…….

-JAIME: jajaja seguimos – ya tenia la información que quería, mi madre estaba deseando ser follada, mi padre estaba lejos y Carmen no se oponía mucho a ser tomada, según su historia. Otra mano y perdió Jaime, sin más se sacó el bañador y se dejó el rabo colgando medio tieso.

-CARMEN: ¡pero Jaime! jajajajajaja

-MARTA: ¡por dios, tápate……!

-JAIME: son las reglas…..- otra mano y perdió mi madre, que se quitó la parte de arriba, sus pechos ya los tenia vistos, pero no Jaime, que se los quedó mirando – …siento si la incomodo, pero reitero, está usted tremenda.

-CARMEN: ya veo….- miraba de reojo la polla creciendo de Jaime. Otra mano y perdió Marta, eligió verdad.

-JAIME: ¿te has acostado con alguien estas vacaciones?

-MARTA: pues no, imbécil…- furiosa no era la palabra, la pregunta la incomodó más que ver el rabo de Jaime o ver a las demás con las tetas al aire.

-JAIME: recuerda que tienes que decir la verdad……

-MARTA: ¡y la he dicho!

-CARMEN: venga, otra mano – esta vez perdió Sonia, que eligió atrevimiento.

-JAIME: quiero comerme tus tetas.

-MARTA: no.

-SARA: ni de coña……- fue suficiente para picar el orgullo de Sonia.

-SONIA: decido yo – se puso en pie y se dejó caer sobre Jaime, que se recostó de cara a ella, iba masajeando y lamiendo los pezones de Sonia, que a su vez se abría de piernas para dejar sobresalir su miembro erecto, seguimos jugando unas partidas más en que no participaron, se estaba dando un festín de ubres, al regresar la cara de Sara era de celos, y la de Sonia de suficiencia, pero ruborizada.

-JAIME: seguimos – otra mano y perdió Marta, que viendo el percal se quitó el biquini de arriba, no pude evitar acomodarme el miembro ante la visión de sus senos, eran como los de mi madre, pero más redondos y subidos, como debió tenerlos Carmen a su edad, con unos pezones heredados diminutos, pero rosas y erectos apuntando al cielo.

-CARMEN: ¡hija, estás como un tren!

-MARTA: calla y sigamos – otra mano, la cerveza corría perdieras o no, mi madre palmó y se quitó la parte de abajo del biquini, estaba ida, el coño de mi madre era fino y elegante, como ella, con una ligera línea de bello cuidado.

-CARMEN: ¡a la mierda!

-JAIME: jajaajajaja – otra mano, apenas quedaba luz y se terminaba la cerveza, Sara perdió, atrevimiento.

-CARMEN: ¿puedo elegir yo?

-JAIME: claro.

-CARMEN: quiero que mi hermanita le de un buen beso de tornillo a mi hijo – eso seria inconcebible en circunstancias normales, pero el globo de cerveza hacia posible todo, Sara se puso en pie y se tumbó a mi lado, caí sobre ella, Sara dedicó una mirada traviesa a Jaime, para luego dejarme besarla, me cogió la nuca y me apretó tan fuerte que su lengua casi me ahoga, nos pasamos 4 manos luchando por invadir la boca del otro “gracias mamá”

-JAIME: bien, últimas manos – casi sin luz y solos, solo yo y Marta conservábamos ropa puesta abajo, el resto estaba desnudo, y por lo tanto, sin posibilidad de escapar, perdió Jaime, atrevimiento.

-SARA: ¡quiero que me comas el coño! – Marta escupió cerveza con babas en una carcajada y Jaime se apresuró a abrirla de piernas y comerle el coño recién rasurado antes de que nadie objetara, Sara le cogió del cabello mientras miraba fijamente a Sonia, gemía de placer, nos quedamos todos mirando y al final Jaime la metía varios dedos, no era una sorpresa, casi todos se olían que Jaime se follaba a Sara a estas alturas, y sin mi padre, no tenían mucho cuidado a la hora de follar en casa, independientemente de quien estuviera, se les escuchaba gritar durante varias horas.

-CARMEN: ¡ya basta, que tensemos que terminar! – señaló el reloj de pulsera, su única prenda.

-SARA: así se juega…- Sonia la miraba rivalizando, mientras Jaime lamía un par de veces su clítoris inflado. Otra mano, predio mi madre y me temí cualquier locura.

-JAIME: pufffff ya solo quedan 2 cervezas, bébase la suya – le costó agarrar la lata y beberla.

CARMEN:………… verdad.

-JAIME: ¿estás cachonda o salida ahora?

-CARMEN: puf…….como el pico de una plancha – la última mano, perdió Sara, que estúpidamente eligió atrevimiento, Jaime miró a todas, y sonrió.

-JAIME: quiero follármela aquí, delante de todos.

-CARMEN: no, aquí no, en casa…..- aquel comentario me hubiera vuelto loco si no llevara 12 cervezas encima, y era el que menos bebió.

-JAIME: aquí y ahora, no puede negarse.

-MARTA: pero…puf………..es que….- no hubo tiempo, Sara se tumbó boca arriba y se abrió de piernas, lamiéndose unos dedos y preparándose el coño a conciencia, Jaime la penetró con tanta facilidad que se notó que no era la 1º vez, y se besaron mientras todos veíamos como se la follaba.

-SARA: ¡ohhhh dios……..fóllame…….si……….dios! — no le rodeó con las piernas como solía, supongo que abrumada de cerveza, simplemente las dejó colgadas en el aire bien abiertas, mientras se pellizcaba un pezón y se frotaba el clítoris.

Todos les rodeamos, y con mayor o menor disimulo, disfrutamos de aquello, Jaime se dio la vuelta boca arriba y Sara le montó de cara a 4 patas, el plano desde atrás era brutal, verlo tras un cristal a oscuras no era lo mismo que aquel espectáculo, Jaime la cogió del culo azotándola, cada golpe provocaba un suspiro en mi madre, y empezó a penetrarla tan fuerte y tan rápido que parecían profesionales, Sonia no aguanto más y se sentó a masturbarse, aquella imagen me partió en dos, tiró a Marta al suelo y la hizo lamerla las tetas, le costó convencerla, pero Jaime se estaba gustando y provocó una ola de lujuria que llegó hasta mi, mi madre me bajó el bañador.

-CARMEN: vamos, hijo, que te va a dar algo, llevas con esto duro 1 hora – había estado pendiente de ello.

-YO: es que, yo………- me la cogió entre sus manos, casi la admiraba.

-CARMEN: es tan ancha como la de tu padre, pero creo que más larga, aunque quizá solo sea que tienes menos bello – y me empezó a hacer una paja que me dejó helado.

La imagen debía de ser un escándalo, Jaime bombeando a Sara, cuyos lamentos se oían por toda la playa, Sonia metiéndose 2 dedos en el coño mientras Marta la dejaba los pezones duros como rocas con los dedos y sus labios, y mi madre masturbándome con brío, totalmente desnudos todos menos mi hermana, que solo levaba las bragas del bañador. Pasados unos minutos llegó la visión de mi hermana a 4 patas comiéndose aquellas ubres y su culo en pompa viendo sus propios dedos abultar por dentro de la parte de abajo del bañador, eso me hizo correrme en el vientre de mi madre, que del esfuerzo cayó al suelo. Sonia me siguió rompiendo a gritar, y Sara terminó haciendo el puente boca arriba siendo perforada por el culo, Jaime la azotó hasta ponerla los ojos en blanco y seguir dándola por detrás mientras la estrujaba los pezones. Pasados 10 minutos de locura Jaime salió de su ano y se la hizo chupar hasta llenarla de semen la boca, la tapó la nariz y la cerró la mandíbula.

-JAIME: traga – Sara hizo gestos negativos, pero poco más resistencia ponía mientras se frotaba el pubis.

-CARMEN: traga mujer, que no sabe mal….- creo que dijo algo así, estaba mareado, la veía de refilón repasar su vientre con los dedos cogiendo mi semilla y llevándosela a la boca.

-JAIME: ¡que tragues! – Sara cerró los ojos, hizo un esfuerzo y tragó repetidamente, la bola de su garganta bajó y al soltarla Jaime, cayó de bruces a la arena.

-SONIA: ¡dios…..como la ha dejado!

-JAIME: jajajaja esto no es nada, solo jugamos, se acercó a Sonia y la puso en pie, la sacudió la arena del culo a manotazos.

-SONIA: por que es una vieja, a mi no me dejas así….

-CARMEN: tenemos que volver, cenar algo para que la cerveza no nos afecte, y prepáranos para la discoteca – Jaime la miró asombrado al ponerse en pie tambaleándose.

-JAIME: claro….. – ahora se fue a por ella, mi madre, de forma clara, se giró y le puso el culo ofrecido esperando su cachete, Jaime sonrío y en vez de azotarla se lo agarró con ambas manos, con firmeza haciendo botar sus nalgas a la vez , para luego pegar el rabo flácido a su culo y rodearla por la cintura –… la noche es joven – y ante la sonrisa boba de mi madre, ahora si, la azotó, pero fue una barbaridad, cogió un arco enorme y la golpeó con su alma, mi madre cayó al suelo, sonó tan fuerte que pareció un obús que cayó del cielo, Jaime siseó al cogerse la mano y mi madre se retorcía en la arena frotándose el culo.

-CARMEN: ¡DIOS, QUE ANIMAL! – tardó 2 minutos en poder recomponerse.

-JAIME: es que vaya culo.

-CARMEN: jajaja que cabrón, me vas a dejar marca para varios días.

-JAIME: me gusta marcar lo mío – le oí susurrar, si era cierto, Sara, mi madre y Sonia, ya eran suyas.

CARMEN: antes de volver, y ya que estamos todos desnudos, ¿un baño a la luz de la luna? La idea le encantó a todos, que torpemente y tropezando nos metimos en el mar, a las 9 de la noche, solos y desnudos, hasta Marta, una vez en el agua, se quitó la parte de abajo.

A Sara Jaime se la volvió a follar en el agua, creo que liberados de esconderse, Sonia y Marta estaban pegadas cuchicheando al ver las tetas de Sara salir y entrar del mar por las embestidas de Jaime. Mi madre casi ni se sostenía, se me pegó como una lapa por no perderse en el mar.

-CARMEN: madre mía, si tu padre se moviera así……

-YO: le oigo hacterte disfrutar.

-CARMEN: bueno…..ahora me deja satisfecha, pero antes……..dios, tu padre de joven era una barbaridad, me dejaba sin aliento durante horas……..Jaime se mueve como lo hacia él.

-YO: mamá, Jaime es un mierda, no quiere nada más que follaros a todas……

-CARMEN: como todos los críos, no pasa nada, es natural.

-YO: pero él….- me besó en la mejilla.

-CARMEN: soy adulta Samuel, puedo manejar esto – su aliento a cerveza y mi mano notando el calor de su nalga magullada decían lo contrario.

-YO: vale mamá.

Cuando Jaime terminó con Sara salimos del agua, nos vestimos, más o menos, el paseo y el aire fresco nos templaron los nervios, cenamos y las chicas desaparecieron en una habitación donde se oía un jaleo enorme de duchas, cambios de ropa y maquillaje. Jaime y yo estabamos sentados abajo, estaba mareado de las cervezas, pero Jaime parecía entero.

-JAIME: jajjjajaja, que fauna, yo me vuelvo loco aquí, no se a quien follarme antes, si a Sonia o a tu madre, no sabia que Sonia tenia ese punto de orgullo jajaja.

-YO: no quiero…….mi madre…..

-JAIME: míralo, si ahora eres un santo, he visto como te ha hecho una paja, está tan necesitada de sexo como todas, ya has visto como se han puesto al vernos a Sara y a mi.

-YO: la bebida……

-JAIME: ayuda……pero los instintos son reales, anda, date una ducha y despéjate, puede que te necesite para que me ayudes a abrir de piernas a tu madre.

-YO: no lo haré – se sentó cerca y me abofeteó.

-JAIME: escucha niñato, me vas ayudar o te vas a pasar lo que queda de verano encerrado en tu cuarto mientras yo hago dios sabe que con ellas, me voy a follar a todas, a tu madre, a Sonia y ya encontraré la manera de tirarme a tu hermana – al decirlo me puse en pie, y él detrás, me encaró, era ridículo, le sacaba 16 kilos y media cabeza, pero al levantar la mano me achanté.

-YO: no me pegues……..

-JAIME: ¿me vas a ayudar o no? – al no contestar me pegó otra vez, y otra, hasta que era una bola en el suelo.

-YO: ¡vale! , lo haré……- dejó de pegarme y me ayudó a ponerme en pie.

-JAIME: así me gusta, ahora dúchate, y vístete bien.

Le odiaba, no sabéis cuanto, pero me tenia entre la espalda y la pared, si no obedecía haría lo que quisiera sin mi vigilancia, pero conmigo tampoco es que pudiera pararlo, las tenia a todas comiendo de su mano, el show de la playa lo había dejado claro, y si alguna no pensaba en él de esa manera, tras verle reventar a Sara en vivo, seguro que hasta a mi hermana se le pasaba por la cabeza ser penetrada por él.

 

Relato erótico:Mi tío me entrega para mi placer a una sumisa.(POR GOLFO)

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 DE LOCA A LOCA PORTADA2
Segunda parte de Sustituí a su esposa en la cama de mi tío.
 
 
Sin-t-C3-ADtulo1Para los que no se hayan leído el primer capítulo, mi historia es un poco complicada. Me llamo Elena, estudio tercero de Medicina y soy la mujer con la que mi tío comparte su cama.
No penséis mal de Manuel, no creáis que es un degenerado que abusó de mí. Todo lo contrario, es el hombre más maravilloso del mundo que mientras su mujer estaba viva nunca le fue infiel ni siquiera con el pensamiento. Y si actualmente estamos juntos, se debe a que fui yo quien lo sedujo.
Para mí, mi tío es mi marido y su niño, no es mi primo sino mi hijo, porque al igual que ya viudo me metí en el lecho de su padre, desde que nació Manolito, he sido yo su madre.
Como comprenderéis nuestra relación no había sido fácil, porque él no había dejado nunca de echar de menos a su esposa y yo me había tenido que comer mis celos de la difunta porque si Manuel se enterara algún día, nunca lo hubiese entendido.
Por otra parte, estaba mi madre. Que si bien en un principio había confiado en mí y en el viudo de su hermana,  ya no lo tenía claro y andaba con la mosca detrás de la oreja. Aunque aceptaba e incluso ella misma había sido la culpable de que viviera con él durante el periodo universitario, no comprendía el motivo por el que también le acompañaba de vacaciones.
-Mamá, no puedo dejar solo a Manolito, me necesita- respondía cada vez que insistía.
Por supuesto, nunca le dije que cuando llegaba Manuel a casa, le recibía casi desnuda y él invariablemente me poseía en mitad del salón o dado el caso que me encontrara cocinando, contra la lavadora. Nos daba igual donde. Al vernos, nuestras hormonas entraban en acción y tanto él como yo, nos veíamos lanzados a renovar de manera brutal esos votos que nos prometimos una noche de madrugada.
Nuestra sexualidad era tal que, para nosotros, siempre estábamos experimentando cosas nuevas. Nuestro mayor placer era descubrir una nueva postura con la que dar rienda a nuestro amor y cuando ya habíamos agotado las diferentes variedades del Kamasutra, decidimos buscar en los sitios más insospechados el morbo con el que seguir afianzando nuestra relación. Lo que nunca supuse fue que encontraríamos el aliciente definitivo para quitarnos nuestras máscaras un día en que, por motivos de estudios, vino a casa una amiga de la universidad.
María, se llamaba la muy zorra y de virgen solo tenía el nombre porque como os comentaré era una puta desorejada que en cuanto vio a mi Manuel lo quiso para ella. Por el aquel entonces, la consideraba únicamente una amiga mas y aunque sabía que vivía con mi tío, nunca le conté que era mi hombre.
Llevábamos  encerradas estudiando desde la mañana, cuando cerca de las nueve de la noche, llegó Manuel a saludarnos. María, al verlo se quedó pálida y por eso nada más cerrar la puerta, me soltó entusiasmada:
-¡Qué bueno está! ¿Ese es tu tío?- y sin prever mi reacción, exclamó: -¡Le echaba un polvo!
Os juro que me encabronó su confesión y tratando de calmarme, le pedí que siguiéramos estudiando, pero ella insistiendo, me dijo:
-¿Sabes si tiene novia?
-No tiene- respondí enfadada sin mentir porque yo no me consideraba su novia sino su mujer.
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Mi media verdad le dio ánimos y dejándome con la palabra en la boca, desapareció de la habitación aludiendo a que tenía que ir al baño. Aunque lo dudéis, la creí pero al cabo de cuarto de hora de no volver, fui a ver que le pasaba. Al llegar a la cocina, me la encontré tonteando con mi tío y quise matarla:
“Zorra, Puta, furcia, fulana, pendón, pelandusca, mujerzuela”
Todos los apelativos a su clase pasaron por mi mente pero cómo no podía montar un escándalo y que se enterara de nuestra relación, tuve que quedarme callada y con una sonrisa, reclamarle que me había dejado sola. Tras pedirme perdón, mintió diciendo que se había acercado por un vaso de agua pero que se había quedado hablando con Manuel.
Mi tío que, además de ser mi marido no oficial, me conocía plenamente, supo que estaba celosa y siguiéndole el juego a esa guarra me dijo que, ya que tenía la cena lista, dejáramos de estudiar y descansáramos un poco. Traté de balbucear una excusa pero poniendo tres platos, nos invitó a sentarnos. Maria, sin llegarse a creer su suerte se  sentó a su lado y por eso me tuve que conformar con sentarme enfrente.
“Será perra” mascullé entre dientes al observar a esa muchacha coqueteando con mi hombre.
Con todo el descaro del mundo, la morena babeaba riéndole las gracias. Su acoso era tan evidente que Manuel me guiñó un ojo al ver a mi compañera reacomodándose las tetas para que el tamaño de sus pechos pareciera aún mayor. Os juro que no sé qué me cabreó  más, María al comportarse como una puta barata o  mi tío, que disfrutando de mi cabreo, la alentaba riéndole las gracias.
En un momento dado, me encontré a ese putón manoseándole por debajo de la mesa. Aunque Manuel solo era un sujeto pasivo de sus lisonjas, me resultó evidente que el jueguecito le estaba empezando a gustar al ver el brillo de sus ojos.
Hecha una furia, me senté en mi silla mientras le fulminaba con los ojos. Fue entonces cuando provocándome a las claras, le informó a mi amiga de que se había manchado de salsa su blusa.  María que no se había dado cuenta de la mancha, preguntó mientras se miraba la camisa:
-¿Dónde?
El cabrón de mi tío poniendo cara de bueno, le señaló el pecho. Aunque el lamparón  era enorme, la muy puta le dijo que no lo veía. Muerto de risa, Manuel llevó sus dedos al manchón y aprovechado que estaba al lado de uno de sus pezones, lo pellizcó suavemente.   La zorra de mi amiga no pudo evitar pegar un gemido al sentir esa dulce caricia y pidiendo perdón, se levantó a limpiarse la blusa. Reconozco que estuve a punto de saltarle al cuello pero mirándome a los ojos, mi tío me prohibió que lo hiciera.
Esperé a que mi compañera saliera del comedor para echarle en cara su comportamiento pero entonces Manuel acercándose a mí, me besó mientras me decía:
-¡Vamos a jugar un poco con esta incauta!
Sé que debí negarme a colaborar pero su promesa de que luego me haría el amor así como el leve toqueteo de su mano en mi entrepierna, consiguieron hacerme olvidar mis reparos y con mi cuerpo en ebullición, esperé a que volviera.
Al volver del baño, María nos informó involuntariamente de que estaba cachonda. Debajo de su blusa, dos pequeños bultos la traicionaban dejando claro que su dueña se había visto afectada por ese pellizco. Si bien había sido algo robado y no pedido, dejó claro nada más sentarse de que no le había resultado desagradable porque no solo pegó su silla a la de mi tío sino que olvidándose de mí, llevó su mano a las piernas de Manuel.
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Curiosamente, si antes me había enfadado su acoso, desde que mi hombre me había dicho que quería jugar con ella, sus ataques no hacían más que calentarme y sin creerme mi reacción, sentí que mi coño se encharcaba al comprobar que bajó su pantalón, el pene que también conocía se estaba empezando a poner duro. Tratando de disimular, me concentré en la comida pero confieso que me resultó imposible no echar un ojo a esos dos.
El zorrón de mi amiga que con descaro masturbaba a Manuel por encima del pantalón, se quedó de piedra cuando mi tío se bajó la bragueta y sacando su miembro al exterior le obligó a continuar llevando su mano hasta allí.  Si en un principio, intentó negarse por vergüenza de que los descubriera, al sentir en su palma el tamaño de la herramienta de mi hombre, no pudo dejar de desear cumplir sus órdenes y con sus pezones como escarpias, recomenzó su paja en silencio.
Para entonces, mi sexo estaba anegado y disimulando saqué mi móvil y me puse a hacer fotos bajo el mantel porque una vez se hubiese ido esa zorra, quería verlas con Manuel y así, rememorar lo ocurrido.  Estaba analizando, el sudor que recorría la frente de mi compañera, cuando percibí en sus ojos nuevamente la sorpresa.
“¡Está bruta!” sentencié al percatarme que su desconcierto se debía a que mi tío le había metido su mano en la entrepierna y que la muchacha no se había opuesto.
Comprendí que si permanecía allí,  iba a resultar más difícil que esa puta se dejara llevar por la lujuria y por eso les dije que iba a hacer el café.
-Tardaré cinco minutos- les informé para que María creyera tener la oportunidad de dar rienda suelta a su calentura.
Saliendo del comedor, me escondí tras la puerta para espiarles. Tal y como había previsto, esa puta en cuanto se quedó sola con mi tío dejó de disimular y berreando separó sus rodillas para dar vía libre a las caricias de mi amado. Me sentí incomoda de espiarles, pero en vez de volver no hacerlo, busqué una posición donde observarles sin que me vieran.
Manuel fue consciente de que al otro lado de la puerta les miraba, y profundizando en la calentura de mi amiga, le pidió que le enseñara los pechos. María, creyendo que yo estaba en la cocina, sensualmente se desabrochó la camisa, permitiendo que mi tío disfrutara de sus melones. Mi hombre recorrió con las yemas de sus dedos sus negras areolas y tras aplicarles un duro correctivo con sendos pellizcos, le dijo:
-¿A qué esperas?
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María supo a qué se refería y poniéndose a cumplir sus deseos se arrodilló entre sus piernas. Desde el pasillo, vi como esa zorra se arrodillaba y desabrochándole los pantalones, sacaba de su interior su sexo. No me podía creer lo que estaba viendo, esa dulce mujer que siempre se había hecho la estrecha, estaba introduciéndose centímetro a centímetro toda su extensión en la boca, mientras con sus manos acariciaba el musculoso culo de mi marido. Lo hizo con exasperante lentitud y por eso mi propia almeja ya estaba mojada, cuando sus labios, se toparon con su vientre.

Como si estuviera viendo en vivo un show porno, casi pego un grito mitad celoso y mitad vicioso, cuando comprobé que esa muchacha era una experta en mamadas y que contra la lógica, se había conseguido introducir todo su pene hasta el fondo de su garganta sin sentir arcadas. Para entonces ya me había contagiado de su fervor y mientras volvía agravarles, llevé una mano entre mis muslos y empecé a masturbarme.
Os juro que estuve a punto de correrme cuando una vez había ensalivado la verga de mi amado, esa zorra extrajo su pene de la boca y sonriendo, le pidió permiso para seguir mamándosela.
-Sigue, puta.
Mi amiga no se vio afectada por el insulto y ante mis ojos, cogió su instrumento con sus manos y empezó a pajearlo suavemente mientras se recreaba viendo crecer esa erección entre sus dedos. Tal y como siempre ocurría cuando era yo quien lo hacía, no tardé en admirar que la polla de mi tío estaba en todo su esplendor.
“¡Qué bella es!” no pude más que sentenciar al observar esa polla que tanto placer me había dado.
Para entonces, María había aumentado el ritmo y moviendo su muñeca arriba y abajo, consiguió sacar los primeros jadeos de su momentáneo amante. Los jadeos de Manuel, me impulsaron a coger entre mis dedos mi hinchado clítoris y sin dejar de espiarlos, me puse a calmar mi calentura.
El sonido de la paja a la que estaba sometiendo a mi hombre, me consiguió alterar de tal modo que me vi impelida a meter dos dedos en mi coño en un intento de anticipar mi orgasmo mientras mi amiga se concentraba en comerse esa maravilla de pene que tenía a su disposición.
“¡No puede ser!” exclamé mentalmente al percatarme de lo bruta que me estaba poniendo ver como ese putón se la comía a Manuel.
Incrementando la velocidad en que mis dedos entraban y salían de mi sexo, saqué mi cabeza para observar mejor esa mamada. Mi tío al verme y comprobar el brillo de mis ojos, profundizó mi morbo presionando la cabeza de mi hasta entonces amiga contra su entrepierna.
Fue entonces, cuando tenía la verga completamente inmersa en la garganta de la muchacha cuando me pidió en voz alta, si le dejaba follársela.
-Sí- respondí descubriendo ante mi compañera que había sido testigo de todo.
María, avergonzada, se quedó paralizada e intentó disculpar su actuación pero mi hombre cortó de cuajo su explicación, levantándola del suelo y sin darle tiempo a negarse, se puso a desnudarla mientras yo me acercaba.
Nunca creí que fuera capaz de hacer lo que hice a continuación: Sentándome en una silla, me seguí masturbando mientras Manuel la ponía a cuatro patas sobre la alfombra. La morena, completamente acalorada, dejó que le quitara las bragas. La aceptación por mi parte de su lujuria venció sus reparos y pegando un grito, rogó a mi tío que se la follara. Mi hombre no se hizo de rogar y cogiendo su pene, lo introdujo de un solo golpe hasta el fondo de su vagina.
El chillido que pegó esa morena me convenció de que pocas veces su coño había sido violado con un instrumento parecido al trabuco que mi tío tenía entre sus piernas y tratando de humillarla le solté acercando mi silla:
-¡Comete mi chocho! ¡Puta!
La rapidez con la que esa muchacha se apoderó de mi sexo, me dejó claro que no era la primera vez que disfrutaba de una mujer.  Yo en cambio, era nueva en esas lides y por eso me sorprendió la ternura con la que mi amiga cogió con su boca mi clítoris.
Sin cortarse un pelo, separó los pliegues de mi sexo mientras Manuel seguía machacando otra vez su cuerpo  con su pene.
-¡Dios!- gemí descompuesta al notar que con sus dientes empezaba a mordisquear mi botón.
Manuel al oir mi alarido, incrementó sus incursiones mientras le exigía a nuestro partenaire que buscara mi placer, diciendo:
-Hazle que se corra.
Cumpliendo a pies juntillas sus deseos, la morena introdujo un par de dedos en mi sexo y no satisfecha con ello con su otra mano, me desabrochó la camisa. Una vez había dejado mis senos al aire, se los llevó a la boca consiguiendo sacar de mi garganta un berrido.
-¡Me encanta!- chillé al notar sus labios mamando de mi pezón.
Mis palabras consiguieron incrementar el ritmo de mi amado hasta extremos increíbles y con el sonido de sus huevos rebotando contra el sexo de mi compañera, me corrí sobre la silla. María que hasta entonces se había mantenido a la expectativa al notar mi orgasmo, como histérica le pidió que arreciara en sus ataques. Manuel satisfecho con su entrega, le dio un azote.
-Dale duro- le exigí mientras disfrutaba de los estertores de mi propio placer.
Mi tío obedeciendo mis deseos, le dio una salvaje tunda en su trasero. Las violentas caricias lejos de incomodar a esa zorra, la puso a mil y con un tremendo alarido, le rogó que continuara pero entonces Manuel decidió darme mi lugar y dejándola tirada en mitad del comedor, me cogió entre sus brazos y me llevó hasta nuestra cama.
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Ya estaba saliendo de la habitación, cuando se giró y viendo que la cría seguía postrada en el suelo, le dijo:
-Acompáñanos.
Mi compañera sonrió al poder seguir siendo participe de nuestra lujuria y con genuina alegría nos siguió por el pasillo. Mi tío, nada mas depositarme suavemente sobre el colchón, se dio la vuelta y sentando a María en una esquina de la cama, le soltó:
-Como te habrás dado cuenta, Elena es mi única mujer. Si quieres disfrutar entre nuestras sábanas debes ser aceptar que tu papel será secundario.
Contra toda lógica, mi hasta entonces amiga nos confesó no solo que era bisexual, cosa que ya sabíamos, sino que disfrutaba siendo usada. No comprendí al principio a qué se refería y por eso interviniendo, le pedí que se explicara. Manuel soltó una carcajada al comprender mi inopia y antes de que María revelara su condición, me explicó:
-Es sumisa.
Hasta entonces lo único que sabía de esa práctica venía a través de lo que había leído en algunos relatos pero os reconozco que la perspectiva de tener una a mi disposición, me hizo mojarme e imprimiendo un tono duro a mi voz, le pregunté:
-¿Estás dispuesta a obedecerme?
La muy zorra adoptando la postura de esclava del placer, contestó:
-Sí, ama.
Con la espalda totalmente recta y los pechos erguidos, María esperó mis órdenes. Alucinada, observé que mi compañera de universidad dejaba patente su sumisión con sus rodillas separadas y sus manos apoyadas en los muslos. Buscando verificar su promesa, le pedí que me besara en los pies.
Sabiendo que era una prueba, María no tardó en acercarse a mi cama y con los brazos a su espalda, acercó su boca a mis pies. Os juro que al sentir sus labios en mis dedos, me excité como pocas veces antes y ya imbuida en mi papel, le dije:
-Quiero que me los chupes mientras veo como mi hombre te da por culo.
Ni que decir tiene que esa sucia puta se metió los dedos de mis pies en su boca mientras Manuel satisfacía mi morbo separándole los cachetes. Al hacerlo y meter un dedo en su ojete, descubrió que nunca había sido usado.
-¿Será tu primera vez?- preguntó extrañado.
-Sí. Nunca me lo han hecho- respondió con su voz teñida de miedo y de deseo.
Que esa cría pusiera a nuestra disposición un culo virgen, me hizo compadecerme de ella y por eso le pedí a mi tío que tuviera cuidado pero para su desgracia, Manuel tenía otros planes y sin hacer caso a mi sugerencia, puso su glande en ese estrecho orificio y de un solo empujón lo desvirgó. El estremecedor grito con el recibió su ataque, lejos de perturbarme me enloqueció y cogiéndola de la melena la obligué a comerse nuevamente mi sexo.
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De esa forma, mientras mi hombre cabalgaba sobre su culo, mi primera sumisa se dedicó a satisfacer mi lujuria. Mi orgasmo no tardó en llegar y recreándome en el placer que me daba el tenerla como esclava, mientras mi cuerpo convulsionaba en su boca, exigí a Manuel que siguiera tomándola. Afortunadamente, eran demasiadas las sensaciones acumuladas en él y por eso se corrió rellenando sus intestinos antes que el daño fuera demasiado grave.
María al sentir el semen de mi tío, lloró de alegría al saber que aunque no le había dado tiempo a gozar, no iba a tardar en sentirlo y sin esperar a que se lo dijéramos, se deshizo de su acoso y dándose la vuelta, empezó a limpiar su pene con la lengua:
-¿Qué haces?- preguntó mi tío al ver el modo en que recogía en su boca los restos de su pasión.
-Prepararlo para que satisfaga a mi ama- contestó como si fuera algo aprendido desde niña.
Esa frase me anticipó algo a lo que no tardé en acostumbrarme: Esa cría había decidido que para ella iba a ver jerarquías. En primer lugar estaba yo, su ama y Manuel, aunque era su superior, lo consideraba así porque era el hombre con el que compartía mi lecho.
Soltando una carcajada, la ordené:
-Límpialo bien y luego quiero que chupes mi ojete, porque tengo ganas que Manuel me tome por detrás.
-Así, lo haré- respondió increíblemente alegre.
Abrazando al que consideraba mi marido, susurré en su oído:
-Esta zorra nos va a dar mucho placer.
Muerto de risa, me besó y mientras María se afanaba en cumplir mis deseos, se dedicó a acariciar mi pecho, diciendo:
-¡Dile que se dé prisa! A mí también me urge usar tu culito.
Desde el suelo, mi compañera sonrió al comprender que desde ese día tenía un ama que la haría alcanzar nuevas cuotas de placer.
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Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada y a mi mujer” (POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2
Cuarta entrega de “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa”
Sin-t-C3-ADtulo15Cómo todo tiene un final, el congreso donde mi cuñada me dio su culo terminó y tuvimos que volver a casa. Todavía recuerdo que en el avión de vuelta, Nuria se puso triste porque sabía que al aterrizar en Madrid estaría Inés, mi mujer. Casi llorando me pidió que al menos una vez por semana y aprovechando que trabajábamos juntos, la poseyera. Pero haciendo caso omiso a su sugerencia, me negué diciendo:
-Nuria, como te expliqué lo nuestro no debe seguir por tu hermana. No creo que quieras hacerle daño.
Asintió de mala gana pero tras permanecer durante unos minutos en silencio, llamó a la azafata y le pidió una manta con la que taparse. No tuve que ser un premio nobel para comprender que no era el frio la razón para pedirla y con una sonrisa, le di vía libre. Al entregársela la empleada, se las arregló para que nos cubriera a los dos y así que nadie se percatara de lo que iba a ocurrir bajo esa tela.
Como habréis anticipado, tuve que esperar poco tiempo para sentir que su mano me empezaba a acariciar el pene por encima del pantalón. La persistencia de Nuria buscando levantar mi libido tuvo cómo respuesta que mi miembro se irguiera en su plenitud.
-Si quieres guerra, la vas a tener- le dije antes de ordenarle que me hiciera una mamada.   
Mi cuñada recibió con espanto mi orden porque solo entraba en sus planes el hacerme una paja y nunca pensó en una felación por estar rodeados de gente.
-¿Aquí? – preguntó muerta de vergüenza.
-Sí- respondí y para dar mayor veracidad  a mi orden, bajándome la bragueta, liberé mi miembro: -¡Quiero que me la comas!
Asintiendo, me susurró:
-De acuerdo, pero no hagas ruido.
Tras lo cual, noté que le costaba respirar mientras abarca entre sus dedos mi extensión. Durante un par de minutos se dedica únicamente a pajearme pero al exigirle que quería más, sin quejarse hizo como si buscara algo en el suelo y viendo que nadie se había fijado en que se había arrodillado, me miró diciendo:
-¡Tú te lo has buscado!
Antes de metérsela en la boca, decidió humedecerla y con su lengua, la lamió empezando por la base y terminando en mi glande. Ya con su boca en la cabeza de mi pene, escupió un poco de saliva sobre mi capullo y la extendió con la mano por toda mi piel.  Satisfecha, entonces abrió sus labios y de un tirón, la engulló hasta la base. Como la maestra que era, chupó mi polla con pasión y usando su boca como si de un estrecho coño se tratara, la sacó lentamente para cuando sus labios ya bordeaban mi glande, volvérsela a meter.
-¡Voy a echar de menos tus mamadas!- dije y llevando mi mano hasta uno de sus pechos, pellizqué su pezón.
Nuria al sentir mi ruda caricia, no puede evitar que se le erizara y mientras un escalofrío de placer le recorría por el cuerpo, pegó un gemido de satisfacción, tras lo cual siguió mamando mi pene sin hacer más ruido que el inevitable chapoteo de su saliva. Llevaba un buen rato con esa felación cuando sentí que cerrando sus labios alrededor de mi glande, uso su lengua para darme unas breves lamidas circulares sobre mi hoyuelo.
El morbo que me daba que me lo estuviera haciendo enfrente de todo el pasaje, me dominó y por eso cuando sentí que estaba a punto de correrme, presionando con mi mano su cabeza, le exigí que se lo bebiera todo. Como una posesa esperó a que explotar dentro de su garganta y sin dar tregua a mi miembro, lo ordeñó hasta que mis huevos quedaron vacíos. Solo entonces, se la sacó y mientras la dejaba inmaculada, me preguntó:
-En la oficina, ¿Podré hacerte alguna?
Metiendo mi pene dentro del calzón, me cerré la bragueta diciendo:
-Te he dicho que no.
Cabreada, no me dirigió la palabra el resto del viaje y solo cuando vimos a Inés tras la puerta de la aduana, se acercó a mí diciendo:
-Si crees que puedes dejarme tirada, ¡Te equivocas!
Su amenaza caló en el fondo de mi mente y por eso cuando saludé a mi esposa con un beso, me temí lo peor. Afortunadamente, Nuria no le contó nada pero cuando ya nos despedíamos, su hermana le preguntó cómo me había portado. Sonriendo, la contestó:
-No tengo queja. Tu marido me ha dejado agotada de tanto darme por culo.
Creyendo que era una broma, mi mujer se descojonó de la burrada y recriminándole su falta de tacto, le siguió la guasa diciendo:
-Pobrecita, ¿Te has podido sentar?
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Soltando una carcajada, le confirmó que no pero señalando sus rodillas, respondió:
-Me ha traído arrodillada entre sus piernas y no me ha dejado sentarme hasta que no he satisfecho todas sus perversiones.
-¡Será cabrón, mi marido!- dijo con sorna Inés mientras me reprendía con unas imaginarias nalgadas en el trasero.
Como comprenderéis fui testigo mudo de esa conversación, no fuera que, al tratarme de defender, mi esposa se percatara de que esa supuesta broma tenía mucho de real. La diversión de la que fui objeto por parte de las dos hermanas, se prolongó hasta que ya desde el interior de su coche, mi cuñada me gritó:
-Te veo en la oficina, ¡Machote! Estaré deseando uno de tus azotes.
La risotada con la que mi mujer recibió la chanza de su hermana, me tranquilizó y tratando de hacerme el mártir, al sentarme en el asiento del copiloto, le dije:
-¡No sabes cómo me ha estado jodiendo toda esta semana!
Con genuina alegría, me contestó mientras encendía el motor del automóvil:
-Ya puedes olvidarte de ella. A partir de hoy: ¡Seré yo quien te joda!
Mi primer día de trabajo tras la vuelta.
Debido al cambio horario me tomé dos días de descanso antes de retornar a la oficina. Mereciéndolo, no tardé en arrepentirme porque al llegar hasta mi despacho, Nuria había aprovechado mi ausencia para realizar unos sutiles cambios en la disposición de los cubículos.
Al ser público tanto mi ascenso como el de ella, a nadie le extrañó que eligiera el que estaba al lado del mío. Por eso en cuanto me senté en mi silla, me encontré que a través del cristal de la mampara, la viera a ella. La muy zorra me sonrió al ver mi cara y metiéndose un bolígrafo en la boca, se puso a chuparlo como si estuviera haciendo una felación.
Reconozco que me calentó y cabreó de igual modo, por lo que bajando la persiana, evité seguir viendo esa morena tentación:
“¡Será zorra!”, pensé, “¡No se da cuenta que estamos en el trabajo!”
Su actitud afianzo mi decisión de dar por terminada nuestra relación y por eso, a través del teléfono, le pedí que viniera. Al verla acercarse contorneando sus caderas, comprendí que iba a resultar difícil convencerla pero aun así nada más sentarse, le pedí que se comportara.
-No sé a qué te refieres- me dijo mientras cruzaba sus piernas, dejándome apreciar la perfección de sus muslos.
Haciendo un esfuerzo para retirar mis ojos de sus piernas, me encaré con ella diciendo:
-Nuria, debemos ser prudentes. No te conviene que la gente sepa que además de tu cuñado, soy tu amante.
Al ver la expresión de su cara, supe que había expresado con el culo lo que quería decir pero antes que rectificara mis palabras, mi cuñada se levantó de su asiento, diciendo:
-No te preocupes. Nadie sabrá que eres mi hombre.
Su súbita huida no me permitió explicarme pero al ver que sonreía mientras volvía a su cubículo, advertí que esa puta se estaba riendo  de mí. Cabreado hasta las muelas, le mandé un mail con solo una palabra:
¡Puta!
No tardé en recibir su contestación. Al leerla supe que me había ganado la tercera batalla en solo diez minutos:
“Esto puede considerarse acoso. Te espero en mi casa a la hora de comer”.
Maldiciendo en silencio, me concentré en el día a día y cuando ya casi se me había olvidado, llegó mi secretaria diciendo:
-Jefe, Doña Nuria me ha pedido que le recuerde la cita.
Pensando que quizás en su casa, pudiera hacerla entrar en razón, decidí acudir sabiendo que era  una encerrona. Mientras iba a ver a  mi cuñada, me quedé pensando que solamente una vez había pisado su casa y eso que llevaba casado con su hermana diez años. La mala relación que mantuvimos durante todo ese tiempo nos había convertido en unos extraños. Todo nuestro contacto se limitaba a breves encuentros dentro del ámbito familiar y esporádicamente en el trabajo. Pero comprendí que tras ese congreso, todo había cambiado.
No solo nos habíamos acostado, debido a que Arthur la había nombrado responsable para España, ahora era mi subordinada.
“No comprendo su fijación por mí, puede conseguir al tipo que desee”, me dije al tratar de analizar porque una mujer tan bella y soltera se había encaprichado de un hombre casado que para más inri era su cuñado. Tras pensarlo, aterrorizado comprendí que ese era exactamente el problema: acostumbrada a conseguir que los hombres babeen por ella, había encontrado en mi rechazo un estímulo que no le daban los demás.
“¡Tiene que recapacitar! Si sigue con esa actitud, va a echar a perder mi matrimonio”, sentencié mientras tocaba el telefonillo de su apartamento.
Nuria me abrió de inmediato. Que hubiese tardado unos escasos segundos en hacerlo, me avisó de que a esa mujer le urgía verme y por eso, bastante nervioso cogí el ascensor. Curiosamente, me recibió en bata y diciéndome que la esperara un minuto para darle tiempo a acabarse de vestir, me hizo pasar al salón para esperarla. Verme solo, me dio la ocasión de chismear su vivienda y mientras lo hacía, me sorprendió descubrir en su librería fotos mías.
“¿De qué va esta tipa?, maldije en silencio en cuanto me percaté que había al menos media docena de instantáneas en las que yo aparecía.
Podréis pensar que es normal que una mujer tenga fotos de su cuñado, lo sé. Lo que no es lógico es que aparezca solo y que por su tamaño sobresalgan sobre el resto. Revisando las mismas, me pareció todavía más increíble que fueran una colección que abarcaba años de mi vida. Alucinado, me fijé sobretodo en una de ellas. ¡Era una foto de una fiesta en la que por algún motivo, la tenía abrazada! Absorto me quedé mirando la imagen al percatarme que en la misma, Nuria me miraba con ojos de enamorada.  
“¡No puede ser, tiene más de tres años!
La confirmación de que su encaprichamiento venía de lejos, me dejó hundido al comprender que no era algo pasajero. Tratando de asimilar esa noticia, involuntariamente cogí el marco de fotos y me senté en el sofá. Fue así como me encontró mi cuñada cuando entró en la habitación:
¡Mirando una imagen de los dos!
Al darme la vuelta, a la que vi no fue a mi cuñada sino a una diosa. Envuelta en un picardías de raso negro casi transparente, llegó a mi lado contorneándose sobre unas sandalias con tacón. Aunque era consciente de su belleza, os juro que me costó respirar al observarla vestida así. El corpiño que lucía en esos momentos, maximizaba la perfección de sus senos dotándola de una sensualidad sin límites.
Al ver tanto mi reacción como el hecho de que tenía en mis manos ese marco, le hizo reír y sentándose a mi lado, me dijo con voz divertida:
-El día en que nos tomamos esa foto, fue cuando me di cuenta que estaba prendada de ti.
Tratando de mantener la cordura, retiré la vista de su cuerpo y haciendo un esfuerzo por mantener mi excitación lejos, le contesté:
-¡Querrás decir encoñada! ¡Eres incapaz de amar a alguien!
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Mis duras palabras no consiguieron su objetivo porque lejos de enfadarse, Nuria se subió a horcajadas sobre mis piernas mientras con voz dulce me contestaba:
-Te equivocas. Si durante años te traté con desprecio, era porque sabía que no podía vivir sin ti. Era una forma de evitar mostrar mis sentimientos- y entornando sus ojos, prosiguió diciendo mientras sus manos me empezaban a desabrochar la camisa: -Te amo desde entonces pero ahora que sé que me deseas, no lo puedo evitar y deseo ser solamente tuya.
La cercanía de sus pechos y el roce de sus muslos contra mis piernas estuvieron a punto de hacerme ceder, pero sacando fuerzas de mi propia desesperación, le dije:
-Sabes que no es posible. ¡Soy el marido de tu hermana!
-¡Lo sé y me duele!- respondió- por eso quiero ayudarte.
No sabiendo por donde iba, le pedí que me explicara en que me podía auxiliar. Mi cuñada acercando su boca a mi oído, me susurró:
-A convencerla de que te comparta conmigo.
Reconozco que debía haberme levantado e ido, pero para entonces Nuria se había apoderado de mi pene a través del pantalón y se lo había colocado de forma que podía sentir los pliegues de su sexo frotándose contra mi extensión.
-¡Estás loca!- solté inseguro de no dejarme llevar- ¡Nunca lo aceptará!
Fue entonces cuando me respondió:
-Tú déjamelo a mí. Mi hermana me quiere y cuando sepa que no seré feliz sin tenerte a mi lado, no le quedará más remedio que pedirme que me meta en vuestra cama.
-¿Me estás diciendo que le vas a reconocer que nos hemos acostado?- pregunté con pavor.
-¡Jamás! Si lo hiciera, no solo te echaría de casa sino que no me volvería a hablar.
Al escucharla, me tranquilicé porque al menos mi matrimonio no corría peligro inmediato. Tratando de averiguar que se proponía hacer, insistí en que me lo explicara:
-Ese en mi problema- contestó muerta de risa. –Usaré psicología femenina pero ahora, ¡Ámame!
Mas excitado que convencido, dejé a mis hormonas actuar y por encima del picardías, acaricié sus pechos, descubriendo que los senos de mi cuñada  esperaban con los pezones duros mis toqueteos. Cuando tratando de mantener la calma, me apoderé de uno de ellos y dulcemente lo pellizqué, Nuria me regaló un suspiro que me hablaba de la altísima temperatura que había alcanzado su cuerpo.
Ese gemido consiguió romper con las ataduras de mi moral y sin poderlo evitar, la levanté del sofá y le bajé las bragas, descubriendo ese depilado y cuidado sexo que tan bien conocía. Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, mi cuñada no solo estaba buena y era una estupenda mamadora sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Ya dominado por la lujuria, la alcé entre mis brazos y  la llevé hasta su cuarto. Nada más entrar, Nuria me empezó a besar con pasión sin darme tiempo a quitarme los pantalones.
-Fóllame- rogó descompuesta.
De pie y soportándola entre mis brazos, me quité los pantalones, para acto seguido y de un solo arreón, penetrarla contra la pared. Chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida. La cabeza de mi pene chocó contra la pared de su vagina.
-¡No seas bruto!-
Dándome cuenta de que me había pasado, esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado pero ella me gritó como posesa que la tomara, que no tuviera piedad. Sus gemidos y aullidos se sucedían al mismo tiempo que mis penetraciones y en pocos segundos un cálido flujo recorrió mis piernas, mientras su dueña se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco, mezcla de placer y de dolor. Manteniéndola en volandas, disfruté de un orgasmo tras otro, mientras mi cuerpo se preparaba concienzudamente para sembrar su vientre con mi semilla.
Sin estar cansado, pero para facilitar mis maniobras la coloqué encima de una mesa, sin dejarla de penetrar. Esta nueva postura me permitió deleitarme con sus pechos. Grandes y duros se movían al ritmo de mis penetraciones, alentándolas. Contestando su llamada, los cogí con mi mano y maravillado por la tersura de su piel, me los acerqué a la boca.
Mi cuñada aulló como una loba cuando sintió como mis dientes mordían sus pezones, torturándolos. Y totalmente fuera de sí, me clavo las uñas en mi espalda, buscando aliviarse la calentura. Pero solo consiguió que el arañazo incrementara tanto mi libido como mis ganas de derramarme en su interior y que cogiendo sus senos como agarre, incrementara el ritmo con el que la hacía el amor. Al hacerlo, olvidé toda precaución y explotando, esparcí mi semen en su interior.
Agotado me desplomé sin sacarla encima de ella. Nuria al sentir mi peso, en vez de quejarse siguió moviéndose hasta que la falta de aire y su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el orgasmo con el que la había regalado.
-Vamos a la cama-, le pedí en cuanto se hubo recuperado un poco.
-De eso nada, cariño. Tienes que irte. He quedado con tu mujer en media hora y no quiero que te sorprenda aquí- me contestó con una dulce sonrisa.
El saber que Inés estaba a punto de llegar, me hizo recoger mi ropa y sin despedirme de ella, salir huyendo de allí
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El plan de Nuria empieza a tomar forma.
Os juro que al salir del apartamento de Nuria, me pareció ver a mi esposa bajándose de un taxi y temiendo que  pudiera verme, me fui lo más rápido que pude de allí. Ya en la oficina, no pude tranquilizarme hasta que vi entrar a mi cuñada.
Queriendo enterarme de cómo le había ido, entré en su despacho y cerrando la puerta, le pedí que me lo contara. Por mucho que le insistí, solo conseguí sonsacarle que todo había trascurrido como ella había planeado pero no que era lo que le había dicho. Ante mi insistencia, me soltó:
-Mejor que no lo sepas, para que cuando te lo cuente mi hermana no tengas que disimular la sorpresa- y con una sonrisa en sus labios, me pidió que no metiera la pata, diciendo: -¡No sabe nada de lo nuestro!
Por eso, llegué a casa sin saber que narices me encontraría al entrar. Mis negros pronósticos desaparecieron nada más ver que mi mujer había preparado una cena romántica en el jardín.
“Por lo menos, no está cabreada conmigo”, pensé cuando me recibió excesivamente cariñosa con una copa de champagne.
Su cálido recibimiento me extrañó porque advertido como estaba que esa tarde había hablado con su hermana, comprendí que lo quisiera o no, esa noche iba a sufrir un duro interrogatorio. Y así fue, ni siquiera habíamos empezado a cenar cuando Inés en plan empalagoso se sentó en mis rodillas y me preguntó que hombres habían estado en el congreso. Su pregunta de seguro estaba relacionada con Nuria y por eso me anduve con pies de plomo al contestarle.
-Muchos- respondí- pero que tu conozcas: Arthur, mi jefe y Antonio el de contabilidad.
Al escuchar mi respuesta, se tomó unos segundos antes de insistir diciendo:
-¿Ambos están casados?
-Sí- respondí y tratando de sacar el lado cómico, le solté: -Al menos por ahora, ¡Ya sabes que Lucy es la quinta esposa del Jefe!
Sin hacer caso a mi broma, masculló entre dientes que era imposible que fuera alguno de los dos. Al escucharla todos mis vellos se erizaron y queriendo sondear cual era el tema, directamente se lo pregunté.  Fue entonces cuando poniendo un gesto preocupado, me respondió:
-La boba de mi hermana está destrozada. Me ha contado esta tarde que se ha enamorado de un hombre casado.
-¡No jodas!- exclamé- ¿Me estás diciendo que ese témpano se ha liado con un tipo con mujer?
Cabreada, se levantó de mis piernas, diciendo:
-¡No te permito que hables así de Nuria! Mi hermana es una buena mujer que nunca ha encontrado una pareja y resulta que cuando al fin se interesa por alguien, está ya cogido- y mirándome a los ojos, me dijo:- Antes que lo preguntes, ¡No se ha acostado con él! Por lo visto ese hombre adora a su mujer y no le ha dado entrada.
Comprendiendo por vez primera parte de su plan, supe que debía de seguir actuando como si siguiera odiando a mi cuñada y por eso, dije muerto de risa: -¡No me extraña! ¡Esa frígida lo debe haber asustado!
Mi reiterado insulto terminó con esa velada porque mi mujer viendo el cachondeo con el que me tomaba el problema de su hermana pequeña, me llamó imbécil, dejándome solo cenando en el jardín. Por mucho que intenté congraciarme con ella, ¡Esa noche dormí en la habitación de invitados!
Reconozco que no me importó el pasar esa noche exiliado de mi cama porque si de algo era consciente, era de la capacidad de manipulación que tenía esa zorra y anticipando el resultado de su plan, me imaginé disfrutando de las dos a la vez en mi cama.
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A la mañana siguiente, Inés estaba de mejor humor y mientras desayunábamos, me pidió que al llegar a la oficina le dijera como había encontrado a Nuria. Haciéndome el apenado por lo sucedido la noche anterior, le prometí cumplir con su deseo. Agradeciendo mi comprensión, me besó mientras me prometía que al volver a casa, me esperaría en la cama. Viendo que se me hacía tarde, me despedí de ella y me fui a la oficina.
Todavía no me había sentado en mi despacho, cuando mi cuñada entró y me pidió que le contara como me había ido. Sinceramente, le expliqué con pelos y señales tanto la noche anterior como durante el desayuno. Nuria me escuchó con satisfacción y tras quedarse callada durante un minuto, dijo:
-Espera una hora y llama a mi hermana. Dile que he llegado tarde y que con muy malos modales te mandé a la mierda cuando me preguntaste como estaba.
-De acuerdo- contesté.
Tal y como me pidió así lo hice, añadiendo de mi cosecha que había llegado sin maquillar y con ojeras. Mi esposa al escuchar el mal estado de su hermana, se quedó preocupada y me rogó que fuera bueno con ella. Satisfecho por su reacción, me despedí de ella y fui a contarle a Nuria nuestra conversación. Estaba todavía explicándole lo hablado cuando me avisó que Inés la estaba llamando, de manera que fui testigo de la perfecta representación de depresión que le brindó a su hermana por teléfono. Como si fuera algo innato en ella, se mostró como la mejor de las actrices al llorar desconsoladamente mientras le decía que estaba desesperada. Os juro que si no llego a conocerla y a saber que era parte de un plan, ¡Yo también me lo hubiese creído!   
Nada más colgar, sonriendo, me informó que había quedado a comer con Inés y que no la esperara en la tarde.
-Eres una zorra- descojonado le solté mientras me iba.
Como me había avisado, esa tarde no apareció por la oficina. Al ser su jefe, me inventé que le había mandado a ver a un cliente para que nadie la echara de menos y esperanzado, aguardé a que al llegar a casa mi mujer me pusiera al tanto de lo que habían hablado.
Pero contra lo que había previsto, no pude averiguar nada porque Inés estaba de pésimo humor y en cuanto le pregunté por mi cuñada, gritando me dijo:
-¡No me hables de esa loca! ¡No quiero saber nada de ella!
Viendo que enfocaba su cabreo sobre Nuria, me abstuve de insistir porque de alguna forma, supe que le había revelado su encoñamiento por mí. Andando con pies de plomo, no me quejé cuando en un momento dado descargó su frustración contra mí. Si lo lógico hubiese sido enfadarme, hice todo lo contrario y abrazándola contra su voluntad, le dije al oído que la quería.
Zafándose de mi abrazo, me soltó:
-Lo sé pero hoy no estoy para carantoñas.
Y por segunda noche consecutiva, tuve que dormir en el cuarto de invitados porque mi esposa, suponiendo que yo no tenía ninguna culpa, no podía soportar estar conmigo en la misma habitación. Si veinticuatro horas antes no me había importado, entonces sí porque temía conociendo su carácter que Inés nunca perdonaría a su hermana. Mientras pensaba en ello, asustado comprendí que ambas me importaban:
“Estoy jodido”, maldije en mi mente al darme cuenta de que estaba enamorado de las dos.
Todo se desencadena.

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Aunque me costó, conseguí quedarme dormido y por eso cuando a las cuatro de la mañana, Inés entró como una loca tardé en comprender que me decía. Llorando a moco tendido, me explicó que la acababan de llamar de la clínica de La princesa diciéndole que Nuria acababa de ingresar por Urgencias.
-¿Qué ha pasado?- pregunté francamente preocupado.
-Por lo vista, esa idiota se ha intentado suicidar- respondió mientras me pedía que me diera prisa.
Curiosamente el saber que ese era el motivo, me tranquilizó porque comprendí que podía ser parte de su plan pero aun así, ni siquiera me había abrochado la camisa cuando ya salíamos rumbo a ese hospital. Durante el trayecto, mi esposa no paró de echarse la culpa de lo sucedido, diciendo que debía haberla hecho caso. Como era un tema espinoso, me mantuve callado mientras escuchaba el dolor que la consumía.
Afortunadamente, nada más llegar nos comunicaron que estaba fuera de peligro y que si queríamos podíamos pasar a verla. Pensando que mi mujer necesitaba mi soporte, la acompañé hasta la habitación donde estaba su hermana pero justo cuando iba a entrar Inés me pidió que la dejara sola. Al insistir, llorando me confesó:
-¿Recuerdas que te dije que Nuria se había enamorado de un casado?
-Sí- respondí.
-¡Ese casado eres tú!
Haciéndome el sorprendido, la contesté que no tenía nada que ver con el capricho de su hermana.
-Sé que no es culpa tuya- convino conmigo completamente destrozada, tras lo cual me pidió que quería hablar sola con ella.
Como comprenderéis no entré y sentándome a esperar en una silla, me puse a analizar lo sucedido. Aunque sabía lo cabezota y bruta que era mi cuñada, nunca me imaginé que llegara hasta ese extremo su locura y menos que pusiera en riesgo su salud para manipular a su hermana.
Al cabo de una hora, Inés salió a verme con los ojos hinchados de tanto llorar y dándome un abrazo, me informó que Nuria estaba mejor pero aun así quería quedarse con ella.
-No te preocupes, te espero- le dije aliviado.
Mi mujer sonrió al escucharme e insistiendo, me rogó que me fuera a casa diciendo:
-Es tarde y tienes que trabajar. Luego te llamo a la oficina.
Confieso que no me fui a gusto porque no tenía duda de que de lo que hablaran en el hospital mis dos mujeres, dependería mi futuro. Solo tenía claro que las necesitaba a ambas pero si me obligaban a decidir, sin lugar a dudas, elegiría a Inés.
Con el alma en un vilo, esperé la llamada de mi mujer. Sin saber que habían decidido entre esas dos cuando vi en mi móvil que Inés me llamaba, contesté aterrorizado.
– Manuel, acaban de dar el alta a Nuria- me informó primero y con voz temblorosa, me preguntó después: -¿Te importa que se quede en casa mientras se recupera?
Reprimiendo mi alegría, le contesté que no y que por mi parte, podía quedarse el tiempo que necesitara. Al colgar, comprendí que aunque no podía cantar victoria, los planes de Nuria estaban cumpliéndose según el guion marcado. Durante todo el día estuve malhumorado, con cualquier cosa saltaba. Por eso con mis nervios a flor de piel cuando salí de la oficina y antes de ir a casa, decidí que no podía llegar en ese estado y previendo problemas, me paré en un Vips a comprar unas flores con las que apaciguar a mi mujer.
Curiosamente cuando llegué a casa y se las di, no las aceptó diciendo:
-La enferma es Nuria, dáselas a ella- al ver mi reticencia, me pidió: -¡Hazlo por mí!
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Cortado por regalarle a mi cuñada unas flores en presencia de su hermana, toqué en la puerta del cuarto de invitados. Desde dentro Nuria con voz cansada, me rogó que pasara y os juro que cuando la vi con unas negras ojeras enmarcando sus ojos, me dolió que hubiera tenido que pasar por ese sufrimiento por el solo hecho de querer estar conmigo. Conmovido, me acerqué hasta su cama y acariciándole la cabeza, le pregunté cómo seguía:
-Bien- contestó con una sonrisa fingida pero al ver que le traía un ramo, se le iluminó su cara y llorando me dio las gracias.
No me preguntéis porqué pero supe que su sentimiento era autentico y estuve a punto de caer a sus pies y reconocerle que yo también la amaba. Afortunadamente mi esposa me pidió que la dejara descansar por lo que despidiéndome de ella, me fui al salón a tomarme una copa. Estaba todavía poniéndome un whisky cuando vi entrar a Inés con gesto preocupado y dejándose caer en el sofá, me pidió que me sentara a su lado.
-Gracias por ser tan cariñoso con ella- me dijo abrazándome y pegando su cabeza a mi pecho, me soltó: -¡Nuria nos necesita!
No queriendo adelantar acontecimientos, me quedé callado mientras mi esposa se desahogaba llorando. La lucha que se estaba desarrollando en su mente la tenía hundida y como sabía mi parte de culpa en su sufrimiento, la consolé durante largo rato. No sé si eso le sirvió de catarsis, pero cuando se levantó del asiento, me pareció descubrir en su rostro una determinación que antes no estaba.
Fue entonces cuando mirando el reloj, me pidió que pusiera la mesa mientras ella calentaba la cena, tras lo cual la vi desaparecer rumbo a la cocina. Sin saber a qué atenerme ni cómo íbamos a llevar que su hermana, la mujer que le había reconocido que estaba enamorada de mí, estuviera esos días con nosotros, me ocupé de colocar los platos y cubiertos sobre el mantel mientras mi mente estaba a mil kilómetros de distancia.
Como no sabía si Nuria iba a acompañarnos, puse un servicio para ella. Al cabo de diez minutos, Inés volvió y al observar que había tres lugares en la mesa, me dijo:
-Gracias por contar con mi hermana pero ya le he llevado de cenar- tras lo cual, nos pusimos a cenar.
Os reconozco que fue una cena extraña. Ninguno de los dos quiso sacar el tema pero aunque nos pasamos charlando de temas insustanciales, ambos sabíamos que era a propósito y éramos conscientes de que Nuria estaba en nuestros cerebros.
Como todas las noches, al terminar recogimos los platos y los metimos al lavavajillas, pero cuando ya me dirigía hacia el salón a ver la tele, Inés me cogió por banda y pegándose a mí, me susurró:
-¡Necesito hacerte el amor!

imagen05No que decir tiene que acepté su sugerencia y la besé. Sus labios me resultaron todavía más dulces esa noche y llevándola entre mis brazos, fui con ella hasta nuestra cama. Botón a botón, fui desabrochando su vestido y descubriendo su piel. Inés no pudo reprimir un jadeo, al sentir que le quitaba el último.
-Tenemos que hablar- me dijo pero cerrando su boca con un beso, la abracé.
Mi mujer al notar a mi mano recorriendo su trasero, se lanzó como una loba contra mí, despojándome de mi camisa. Aunque conocía su temperamento ardiente, me sorprendió su urgencia. No me hice de rogar y tumbándola en el colchón, me agaché pasa probar el sabor de su coño. Mi lengua recorrió todos sus pliegues antes de llegar a tocar su clítoris. La lentitud, con la que me fui acercando y alejando de mi meta, hizo que al apoderarme de su erecto botón, su sexo ya estuviera empapado. Sabía que le gustaba el sexo, pero jamás se me hubiese ocurrido pensar que se pusiera como loca y me pidiera:
-Fóllame-.
Totalmente excitado, le metí dos dedos dentro de su vagina, mientras seguía torturando su sexo con mi boca. Entonces mi mujer separó sus piernas dándome vía libre a hacer con ella lo que quisiera. Viendo que le gustaba no dude en introducir un tercero. Su reacción fue inmediata, gimiendo de gozo y gritando como posesa, me pidió mientras se corría que la tomara.
Mi sexo totalmente empalmado me pedía acción y mientras mi mujer recuperaba su respiración, me dediqué a recorrer su cuerpo con mis manos. Inés sobrexcitada no dejaba de gemir y de jadear cada vez que mis yemas, se acercaban o acariciaban uno de sus puntos sensibles. Si ya me había dejado gratamente sorprendido su calentura, al pasar distraídamente mis dedos cerca de su entrada trasera, me alucinó. Suspirando y con la voz entrecortada por la lujuria que la dominaba, susurró:
-Sé que nunca te he dejado pero esta noche quiero ser toda tuya- e incapaz de mirarme a los ojos, me pidió que le hiciera el sexo anal.
Un poco asustado por la responsabilidad, pero entusiasmado por al fin hoyar  su esfínter, la besé:
-Dime cuando paro-.
Sabiendo que tenía que hacérselo con cuidado, comprendí que si para ello tenía que usar toda la noche, lo haría. Por eso me levanté al baño por un bote de crema. Al volver la vi colocada a cuatro patas, decidida a ello pero aterrorizada, por eso abrazándola por detrás, acaricié sus pechos tranquilizándola. Su reacción fue pegarse a mí, de forma que mi pene entró en contacto con su hoyuelo.
-Tranquila, cariño. Túmbate boca abajo-, le pedí al darme cuenta de su urgencia.
Obediente, se acostó dándome la espalda. Y poniéndome a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado, comencé a darle un masaje. Fue entonces, cuando realmente percibí hasta donde llegaba su calentura. Parecía por sus gritos, que mis manos la quemaran. Todo en ella era deseo. El sudor que surcaba su espalda, no era nada en comparación con el flujo que manaba de su sexo. Totalmente anegada, me pidió que la desvirgara cuando mis manos separaron sus dos cachetes.
Al hacerlo, no pude dejar de admirarlo. Totalmente cerrado y de un color rosa virginal, me resultó una tentación irresistible y acercándome a él, comencé a transitar por sus rugosidades.
-Por favor-, me dijo agarrándose a los barrotes de la cama.
Su ruego me excitó y perdiendo el control, forcé su entrada con mi lengua. Incapaz de soportar su calentura, bajó su mano masturbándose. Su completa entrega me permitió que cogiendo un poco de crema entre mis dedos, pulsase su disposición untándola por los alrededores. No encontré resistencia a mis caricias, al contrario ya que la propia Inés separando sus nalgas facilitó mi avance. Cuidadosamente unté todo su esfínter antes de introducir un primer dedo en su interior.
Jadeó al sentir como forzaba sus músculos pero no se quejó, lo que me dio pie a irlo moviendo en un intento de relajarlos. Poco a poco, la presión fue cediendo y su excitación incrementando hasta que chillando me pidió que la penetrara.
-Tengo que tener cuidado-, le dije sabiendo que si le hacía caso, la iba a desgarrar.
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Sin decirle que iba a hacer, le introduje un segundo, mientras que con mi mano libre le acariciaba su sexo. La reacción de mi mujer a esa incursión no se hizo esperar y levantando el trasero, gimió desesperada. Manteniéndome firme, hice oídos sordos a sus ruegos y seguí metiendo y sacando mis dedos del interior de su trasero. Tanta excitación tuvo sus consecuencias y retorciéndose sobre las sabanas, se corrió. Ese fue el momento que aproveché para ponerla a cuatro patas y con delicadeza jugar con mi pene sin meterlo en su interior.
Fue alucinante el observar cómo su cuerpo reaccionaba a mis caricias. Completamente en celo, Inés movía sus caderas buscando que la penetrara, pero en vez de ello sólo consiguió calentarse aún más. Apiadándome de ella, le exigí que dejara de moverse y poniendo mi sexo en su esfínter, le introduje lentamente la cabeza. Mi esposa mordió sus labios intentando no gritar, pero fue en vano, el dolor era tan insoportable que chilló pidiéndome una pausa.
Esperé a que se relajara. Paulatinamente su dolor se fue diluyendo al acostumbrarse a tenerme dentro de ella. Cuando supuse que estaba lista, empecé a moverme lentamente. Sus protestas desaparecieron cuando dándole un azote le pedí que se masturbara. Esa dulce violencia le excitó y un poco cortada me rogó que continuara. Creyendo que se refería al sexo anal, aceleré mis penetraciones y entonces ella gritando me aclaró que quería más azotes. Eso fue el detonante de la locura, marcándole el ritmo con mis golpes sobre su trasero, fuimos alcanzando un velocidad brutal mientras ella no dejaba de gritar su calentura.
La fiereza de nuestros actos no tuvieron comparación con los efectos de su orgasmo, porque cayendo de bruces sobre el colchón, Inés empezó a temblar al sentir que mi extensión se clavaba en su interior mientras ella de derramaba en un clímax bestial. Fue alucinante escuchar su pasión y sentir como se corría bajo mis piernas, coincidiendo con mi propia culminación.
Mi cuerpo dominado por la lujuria, se electrizó al percatarme que mi mujer estaba disfrutando con el sexo anal y sin poder retener más mi explosión, regué con mi simiente sus intestinos mientras ella se desplomaba sobre la cama. Agotados por el esfuerzo permanecimos abrazados mientras nos recuperábamos.
-Te preguntarás porque te he pedido que me lo hicieras- me dijo sonriendo.
-La verdad es que sí- contesté.
Con un gesto dulce, me confesó:
-Quería probarlo antes de pedirte algo.
Después de lo sucedido entre esas sábanas, supe que no podría negarme y aun así, le pregunté que deseaba.
-Sé que aunque te caiga mal, quiero seas cariñoso con mi hermana. Es una mujer bella y no te debe resultar difícil.
Comprendiendo sus intenciones, me quedé callado. Inés malinterpretó mi silencio y llorando, me imploró:
-Nuria nos necesita. Si me quieres… ¡Déjame que te comparta con ella!
Sin darme tiempo ni a aceptar ni a negarme a cumplir sus deseos, llamó a su hermana. Su hermana debía estar esperando tras la puerta porque inmediatamente entró en nuestro cuarto y quedándose de pie ante la cama, esperó… Inés me miró aterrorizada temiendo mi reacción. Dando mi brazo a torcer, llamé a mi cuñada dando una palmada al otro lado del colchón y entonces mi mujer pegando un grito de alegría, me besó diciendo:
-Gracias mi amor, entre las dos, ¡Te haremos muy feliz!
En mi oreja, escuché a mi cuñada decir:
-¡Ves que fácil resultó convencerla!imagen15
 

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada y a mi mujer 2” (POR GOLFO)

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Sé que no me creeréis o al menos os resultará raro, pero os tengo que confesar que tener a ambas hermanas Sin-t-C3-ADtulo7desnudas en mi cama, me cortó. Aunque había disfrutado del culo de Nuria con anterioridad, para mi mujer esa iba a ser la primera vez. Para ella, yo la estaba haciendo un favor porque, desconociendo lo ocurrido durante el congreso, seguía pensando que odiaba a su hermanita.
Me diréis que tener a una rubia preciosa y a una morena espectacular pegadas a mi cuerpo, debería haberme hecho reaccionar pero un tanto abochornado, reconozco que no. Aterrorizado por dicha circunstancia, mi pene se negó a reaccionar. Flácido y encogido hasta su mínima expresión, no reaccionó a las caricias de Inés.
Muerta de risa, mi esposa le soltó a Nuria:
-Te juro que mi marido es una fiera en la cama, ¡No se le ocurre!
No pudiéndole confesar que conocía en carnes propias, mi maestría entre las sabanas, se unió a su risa, diciendo:
-¡Déjame probar!
Sin pedir mi opinión, tomó mi verga con su mano sustituyendo a la de Inés, la cual la soltó para que Nuria pudiera seguir. Entonces con una sonrisa en sus labios, la contempló brevemente como quien observa algo que largo tiempo estuvo vedado pero que necesita, para acto seguido inclinar su cabeza y mimándola  como a un bebé, empezó a darle besos a mi extensión con una ternura que me dejó helado. Poco a poco, mi cuerpo fue reaccionando mientras ella se afanaba en reactivar mi maltrecho miembro.
Pidiendo su aprobación, miré a mi esposa y descubrí en su mirada una extraña excitación:
“¡Le pone cachonda que su hermana me la mame!”, pensé.
Su tácito permiso fue lo que necesitaba mi falo para ponerse erecto y ya luciendo como en las mejores ocasiones, erguido esperó el siguiente paso de mi cuñada. Nuria al comprobar el éxito de sus besos, sonrió y lentamente se lo fue introduciendo en su boca. La parsimonia que uso para embutírselo hasta el fondo, me permitió sentir la tersura de sus labios recorriendo mi extensión.
-¡Bésame!- pedí a mi mujer.
Inés, al escucharme se lanzó sobre mí y con una urgencia que me dejó sorprendido, buscó el consuelo de mis labios mientras su hermana me estaba dando una mamada de campeonato a pocos centímetros de ella. Viendo su grado de excitación, llevé mi mano a su entrepierna para descubrir que su sexo estaba completamente empapado y convencido de que necesitaba mis caricias, me apoderé de su clítoris con mis dedos.
-¡Dios!- gimió para acto seguido berrear como una cierva en celo al sentir mis yemas sobre su botón.
La calentura de Inés se incrementó de sobremanera cuando le introduje un dedo en su abertura y ya completamente desbocada, se zafó de mis toqueteos y colocándose a horcajadas sobre mi cara, puso su sexo en mi boca para que se lo comiera.  Al entrar mi lengua en contacto con los pliegues de su vulva, mi querida y fiel esposa se creyó morir y a voz en grito me pidió que no parara mientras azuzaba a mi cuñada diciendo:
-¡Demuéstrale a mi marido que sabes mamarla!
Estimulada por las palabras de su hermana, Nuria incrementó el ritmo y la profundidad de su mamada, incrustándose mi miembro hasta el fondo de su garganta. Os juro que creí estar en el paraíso al tener el coño de mi esposa en la boca mientras mi cuñada me daba tamaña felación y ya totalmente verraco, usé mi lengua como si fuera mi pene para penetrar con ella el estrecho conducto que tenía a mi disposición. Metiendo y sacando ese húmedo apéndice conseguí que Inés llegara al orgasmo pegando un alarido.
-¡Me corro!- gritó derramando su flujo por mi cara.
Queriendo prolongar su éxtasis, me dediqué a absorber el manantial que brotaba de entre sus piernas pero reconozco que fui incapaz porque cuanto más lo intentaba mayor era el caudal que salía de su sexo. Mis maniobras, si bien no pudieron secar el rio en el que se había convertido su vulva, provocaron que mi mujer enlazara un orgasmo con el siguiente hasta que dándose por vencida, se dejó caer sobre la cama.
Liberado de la obligación de seguir satisfaciendo a Inés, me concentré en Nuria y llevando mi mano a su cabeza, empecé a acariciarle el pelo mientras le decía:
-¡Mi cuñadita no sabe ni  hacer una mamada!
La reacción de la muchacha no se hizo esperar y elevando el ritmo de su boca, lo convirtió en infernal mientras con una de sus manos, me acariciaba los testículos. Supe que el hecho de no haber eyaculado aún se debía a que con anterioridad a su llegada, le había hecho el amor a mi mujer pero achacándolo a su falta de pericia, le susurré:
-Si no puedes, ¡Pídele ayuda a tu hermana!
Habiendo sido aludida, Inés se incorporó y acercándose a donde la morena se afanaba en busca de mi placer, se juntó a ella diciendo:
-¡Dejemos seco a esta bocazas!- tras lo cual su boca se unió a la de Nuria y entre las dos, empezaron a competir en cuál de las dos absorbía mayor extensión de mi miembro.
Mirando hacia mis pies, la visión de esas dos melenas maniobrando como locas en búsqueda de un premio fuel bruta y completamente absorto, comprendí que de ese día en adelante se abría ante mí un futuro lleno de placer. Si nunca habéis conocido la sensación que dos bocas y cuatro manos se dediquen a exprimir vuestro miembro, es algo que os aconsejo:
“¡No hay nada tan maravilloso ni tan excitante!”
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La ayuda que prestó mi mujer a mi cuñada no tardó en conseguir su objetivo y percibiendo los primeros síntomas, le avisé que me iba a correr. Entonces esas dos hicieron algo que me terminó de convencer de que mi destino iba a ser halagüeño, uniendo sus bocas en un beso cogiendo entre medias a mi glande,  esperaron que explotara para así compartir como buenas hermanas mi simiente. Las oleadas de semen que brotaron de mi pene fueron engullidas por ambas ante mi atenta mirada y solo cuando confirmaron que ya habían dejado secos mis huevos, se dedicaron a base de lamidas a limpiar mi miembro.
Sus carantoñas no cesaron cuando ya habían retirado cualquier resto de semen sino que las prolongaron con el propósito firme de reanimar mi pene. Lo creáis o no, ¡Lo consiguieron! Y entonces mi mujer me susurró al oído:
-¡Necesito que te la folles!- y bajando aún más la voz, dijo: -Sé que nunca te has llevado bien con ella, pero Nuria lo necesita.
Viendo mi disposición cogió mi miembro entre sus manos y llamando a su hermana, la ayudó a empalarse con él. La lentitud con la que se empaló, me permitió notar cada uno de sus pliegues; percibir como fue desapareciendo mi pene en su interior y como mi capullo rozaba la pared de su vagina, llenándola por completo.
No sé si al verla así abierta de piernas con mi sexo en su interior, despertó en Inés el amor de hermana y la quiso ayudar a completar su sueño o por el contrario fue algo demasiado atrayente para desperdiciarlo, pero lo cierto fue que simultáneamente al inicio de los movimientos de las caderas de mi cuñada, mi mujer se adueñó del clítoris de su hermana y empezó a masturbarla frenéticamente.
-¡No es posible!, seguid así ¡soy vuestra puta! -, gritó Nuria, increíblemente excitada por nuestros dobles manejos y acelerando su loco cabalgar, buscó el fundirse con nosotros antes que su interior explotara en brutales sacudidas de placer.
Con su respiración totalmente entrecortada y el corazón latiendo desenfrenadamente, gemía pidiéndonos que continuáramos, mientras su vulva se derretía por el calor y sus manos pellizcaban sus pezones en busca de un plus de excitación. Pero fue cuando Inés incrementó sus manejos, metiendo uno de sus dedos en el ojete de la morena cuando estalló retorciéndose como posesa.
Mi mujer al verla agotada y exhausta, creyó que debía ratificar totalmente su disposición a compartirme con ella y con un extraño fulgor en sus ojos, me preguntó viendo que mi pene seguía erecto:
-¿Te sientes con ganas de darla por culo?
Al oírme decir que sí, metió dos dedos en el coño de la morena y recogiendo parte de su flujo, empezó a embadurnar el esfínter de su hermana. Confieso que todavía no me puedo creer lo rápido que aceptó mi esposa a Nuria como partenaire sexual pero lo cierto es que viendo que su entrada trasera seguía tensa:
¡Usó su lengua para relajarla!
Mi cuñada al notar tan poco fraternal caricia por parte de la que era de su sangre, como una perturbada, le pidió que siguiera pero entonces llamándome a su lado, Inés me dijo:
-¡Dale fuerte!- y no satisfecha con ello, se cambió de sitio y poniendo su coño en la boca de su hermanita, le ordenó: -¡Cómeme!
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Nuria no se lo pensó dos veces y poniéndose a cuatro patas abrió las piernas de Inés para hundir a continuación su lengua hasta el fondo del sexo de mi mujer. La temperatura de la escena iba subiendo por momentos. Desde mi posición, pude percibir como del fondo del coño de la zorra de mi esposa fluía sin control un riachuelo que discurría por sus piernas, yendo a morir sobre las sábanas. Aproveché ese instante para  nuevamente desflorar la maravilla de culo de mi cuñada y abriendo sus nalgas, de un solo golpe la penetré analmente.
Nuria se quedó paralizada al sentir que le rompía el culo. Había supuesto que iba a revelarse a mi agresión por no tenerlo suficientemente relajado, pero en contra de mi previsión, esperó pacientemente a que yo marcara el ritmo. Mi mujer cabreada al sentir que su hermana había dejado de comerle el coño, tirándole del pelo llevó su boca nuevamente hasta su sexo mientras me decía:
-¡Fóllate a la puta!.
No sé si fue que al no reaccionar Nuria al insulto, me terminó de convencer pero lo cierto es que dándole un azote en las nalgas, empecé a mover mi pene en su interior de sus intestinos.
-Agg…-gimió al notar que sus músculos eran forzados por los movimientos de mi extensión en su trasero.
Hice caso omiso a ambas mujeres, la posesión de ese ansiado trasero me espoleó y acelerando mis penetraciones tiré de su negra melena, mientras seguía castigando sus cachetes con mi mano. La presión de su esfínter se fue relajando facilitando que mi cuñada se fuera acostumbrando a sentir mi verga en su interior. Paulatinamente, el dolor fue dando paso al placer, hasta que completamente rendida a mi acoso, clavando las uñas en el colchón reanudó la mamada a Inés. Ésta al sentir la lengua de su amada hermana hurgando en su clítoris, me miró buscando mi aceptación.
-Está bien-, al escuchar que no me importaba que fuera su boca quien la hiciera gozar, mordiéndose los labios y cerrando los ojos, se puso a disfrutar sin sentir celos de mi montura.
La guarra estaba a punto de correrse y al constatarlo, me pidió que no parara. Obedeciendo a mi instinto, mordí su cuello coincidiendo con el orgasmo mutuo de mis dos mujeres. Cabreado por no haber conseguido desahogarme, continué acuchillando su cuerpo con mi sexo, prolongando su clímax más allá de lo razonable hasta que mi verga explotó anegando el culo de Nuria con mi semen, mientras su dueña caía desplomada sobre la cama.
Satisfechos y exhaustos permanecimos unos minutos sin decir nada, hasta que rompiendo el silencio, Inés me dijo al oído:
-No te quejarás, ¡Le has roto el culo a mi pobre hermanita!
Soltando una carcajada, las abracé a las dos.
Nuestros primeros días como un trio.
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Si cuando me enteré de las intenciones de Nuria de convencer a su hermana de que me compartiera con ella, había supuesto que iba a ser imposible, ya conseguido, reconozco que creí que iba a durar más bien poco y que de alguna forma iba a  afectar a la estabilidad de mi matrimonio. Pero contra todo pronóstico, me equivoqué por que las dos hermanas demostraron que no solo eran capaces de olvidarse de sentir celos una de la otra sino que descubrieron que podían conseguir entre ellas un placer distinto al que yo podía darles.
Si os preguntáis cuando me enteré, es sencillo:
¡Desde la primera mañana que amanecimos juntos!
Después de pasarnos toda la noche follando, al día siguiente, estaba agotado, pero la cercanía de mis dos mujeres me excitó y nada más despertarme, me levanté al baño con ganas de liberar mi vejiga, pero también tratando de calmarme. Al volver me quedé extasiado al observarlas. Eran dos hembras de bandera, diferentes, pero no se le podía negar que eran las dos bellas. Inés, la mayor, era con creces la que prefería y no solo por ser mi verdadera esposa sino porque a ella me unía además de la atracción física el amor. Lo me cabía en la cabeza  era que hubiese cedido ante su hermana. Nuria, en cambio, era más delgada con cara de no haber roto un plato. Con unos enormes pechos  que te invitan a besarlos, se había revelado como una fiera en la cama.
Sin haberlo planeado y aún somnolienta, mi cuñada abrió los ojos sorprendiéndose de ver que yo que estaba despierto.
Buenos días-, me empezó a decir cuando cerrándole la boca con un beso le dije: –Quiero verte haciéndole el amor a Inés-.
Me sonrió al escucharme, y dándose la vuelta, se concentró en la mujer que tenía a su lado. Sus pequeñas manos, comenzaron a recorrer el cuerpo desnudo y aun dormido de mi esposa. Me encantó ser el convidado de piedra de sus maniobras. Cogiendo uno de sus pechos con las manos, empezó a acariciarlo mientras la otra seguía soñando. Sin poderlo evitar y creyendo quizás que era yo quien lo hacía, sus pezones se erizaron al sentir la lengua de su hermana recorriéndolos. Poco a poco se fue calentando e inconscientemente entreabrió sus piernas facilitando la labor a la morena. Desde mi privilegiado puesto de observación vi como esta le separó los labios y acercando su boca se apoderó de su clítoris. Mi mujer recibió las caricias con un gemido, mientras se despertaba. La muchacha al notarlo, usó su dedo para penetrarla mientras seguía mordisqueando el botón del placer. Al abrir sus ojos, me vio mirándola mientras que su hermana la poseía.
Disfruta-, le dije tranquilizándola, pasando mi mano por un pecho,-me encanta ver cómo te hace el amor.
Un poco cortada, se concentró en sus sensaciones. Estaba siendo acariciada por nosotros dos, pero alucinada se dio cuenta que le gustaba la forma en que su consanguínea le estaba haciendo el sexo oral. Nunca se lo habían hecho con tanta delicadeza, meditó al notar que le metía el segundo dedo. Algo que no había sentido nunca empezó a florecer en su interior y con un jadeo presionó a su cabeza, exigiéndole que la liberara para acto seguido girarse  en la cama y cogiendo mi miembro ya totalmente erecto por lo que estaba viendo, empezó a acariciarlo con su lengua.
Una descarga eléctrica surgió de mi entrepierna. Me enloqueció la forma en la que su boca fue engullendo mi miembro. Con una lentitud exasperante, sus labios recorrían la piel de mi sexo, mientras su lengua jugaba con mi glande. Decidido a que mi mujer fuera la primera en correrse, separando sus piernas puse la cabeza de mi pene en la entrada de cueva y aunque ella me pedía entre gemidos que la penetrara no lo hice. Al contrario usando mi glande, me dediqué a minar su resistencia, jugando con su clítoris mientras mi cuñada, sin dejar de acariciar a su dueña y buscando su propio placer se masturbaba. Los gemidos y jadeos mutuos las retroalimentaba, y el olor a hembra caliente recorrió la habitación.
Paulatinamente, las dos hermanas fueron cayendo en el placer, sus cuerpos se retorcían entre sí.
Hazme el amor-, me exigió mi esposa.
La fuerza de su orden me hizo comprender su urgencia pero percatándome que debía permitir que llegaran al orgasmo ellas dos solas, me levanté de la cama y le dije:
-Me pediste que te permitiera compartirme con tu hermana. ¡Ahora te lo pido Yo! Si quieres que siga siendo el hombre de ambas, tú debes de ser la mujer de los dos.
Comprendiendo mis razones y dominada por la lujuria, decidió complacerme y llamando a su hermana, la besó. No sé si fue mi orden o que ya abducida por el deseo no pudo evitarlo, pero la realidad es que comportándose como una autentica lesbiana, obvió que la lengua que ese mujer  era su hermana y metiendo dos dedos en su interior, buscó darle placer.
-¡Dios!- gritó la Nuria mordiéndose sus labios de gozo.
Olvidándose las dos de mi presencia, se convirtieron en amantes. Mi esposa cogiendo uno de los pechos de su hermana, sacó su lengua y con delicadeza fue recorriendo su negra areola mientras seguía follándola con los dedos.Su acción dejó a Nuria sin aliento, jadeando con los ojos cerrados. Conociendo la excitación que corroía a su hermana le dio  en un nuevo beso, esta vez mucho más largo.
Fue entonces cuando decidí incrementar la temperatura de esa escena y abriendo el cajón de la mesilla, saqué el consolador con el que jugaba con mi esposa y dándoselo a ella, le dije:
-Fóllatela.
Sin más dilación, Inés enterró el aparato en la vagina de Nuria. La morena gruñó al sentirse clavada. Cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada, para disfrutar de esa penetración.
-Méteselo más hondo- le exigí.
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Mi mujer no necesitó que le dijera nada más, cumpliendo mis deseos sacó y hundió el consolador con fuerza en el interior de mi cuñada. Esta al sentirlo, culeó haciéndole saber que estaba a punto de correrse. Sus gemidos se convirtieron en aullidos cuando tomando de nuevo el consolador, le imprimió un ritmo fuerte y rápido. Su amada víctima intentó seguir el compás al que estaba sometida. Pero cuando mi mujer, atrapando con una mano un pezón lo retorció con tal fuerza que Nuria empezó a retorcerse y gritar mientras alcanzaba un tremendo orgasmo. Tras lo cual de bruces sobre el colchón.
Fue entonces cuando Inés mirándome me dijo:
-Ahora ¡Fóllame!
Como había cumplido con creces mis deseos, decidí complacerla y cogiendo mi pene lo acerqué a su vulva. Mi esposa me rogó que me diera prisa por lo que de un solo arreón, se lo introduje hasta el fondo. Excitada como estaba, su coño me recibió empapado.
Éramos dos máquinas perfectamente coordinadas, a cada uno de los movimientos de mis caderas, ella respondía pidiéndome el siguiente mientras intentaba introducirse aún más mi lanza en su interior. Nuria que se había quedado momentáneamente satisfecha, volvió a sentir furor uterino y sin pedir permiso colocó sus labios inferiores al alcance de la boca de su hermana.
Ésta fue incapaz de negarse y sin pensar se apropió con su lengua del apetecible clítoris que tenía a centímetros de su cara. Y la morena en agradecimiento se dedicó en cuerpo y alma a conseguir que la mujer que tanto placer le estaba dando recibiera parte de lo que ella misma estaba sintiendo.
El olor a sexo ya hacía tiempo que había inundado la habitación, cuando escuché que se avecinaba como un tifón el clímax de Inés. Aceleré el ritmo de mis ataques al sentir que un río de ardiente lava, manaba del interior de mi esposa. Ella en cuanto notó ese incremento en la cadencia con la que era salvajemente apuñalada su vagina, se convirtió en una posesa, y llorando me rogaba que me derramase dentro de ella.
Su completa entrega hizo que me calentase aún más si cabe y agarrando la cara, le mordí sus labios mientras mi pene se solazaba en su interior. Siguiendo el ritmo de mi galope, sus pechos rebotaban en un compás sincronizado con el movimiento de su cuerpo. De esa forma, los tres nos fuimos acercando al orgasmo hasta que explotando dentro del coño de mi mujer, di el banderazo de salida para que mis dos mujeres se corrieran. Dando gritos y berreando de placer, una tras otra obtuvieron su recompensa y ya agotados, nos dejamos caer sobre las sábanas.
Llevábamos diez minutos reponiendo fuerzas, cuando vi que Inés se levantaba y desde la puerta del baño, nos dijo con una sonrisa en sus labios:
-¿Nadie quiere ducharse conmigo?
Ni que decir tiene que tanto Nuria como yo, corrimos a unirnos a ella bajo la ducha. Una vez allí, volvimos a hacer el amor con mayor frenesí y solo el hecho de que teníamos que irnos a trabajar, impidió que nos pasáramos todo el día renovando una y otra vez nuestros tácitos votos de ser los tres, los integrantes de ese incestuoso trio.
Ya vestidos, desayunamos y cuando con tristeza, Nuria y yo nos marchábamos a la oficina, mi esposa nos despidió dándonos un beso a cada uno en la boca, diciendo:
-Trabajad y ganad dinero que vuestra hembra se ocupara de gastarlo.
Soltando una carcajada, le di un azote y pegándola a mi cuerpo, susurré en su oído:
-Ya que vas de compras, piensa en algo con lo que disfrutemos los tres.
-Eso haré- respondió entendiendo mis intenciones. 
Ya en el coche, Nuria me hizo una confidencia:
-Te juro que nunca pensé cuando te propuse obligar a mi hermana a que te compartiera conmigo que esto iba a ocurrir….
-¿A qué te refieres?
Cuidando sus palabras, me contestó:
-A que nuestro acuerdo se hiciera extensivo a todos. Te reconozco que nunca pensé que acostarme contigo incluyera a Inés.
Intentando comprender su supuesta queja, le pregunté si acaso se arrepentía de lo ocurrido.  Poniendo una expresión picara, respondió:
-¡Para nada! ¡Me ha encantado! Pero aun así todavía no me lo creo- y muerta de risa, me dijo:-Pensaba que mi hermana era una mujer chapada a la antigua y ha resultado, ¡Todavía más puta que yo!
Satisfecho por su respuesta, la besé mientras pensaba que o mucho me equivocaba o esa tarde, Inés volvería a sorprenderla.
Durante todo el día, no pude quitarme de la cabeza que nos tendría preparado mi esposa cuando volviéramos a casa y por eso me encabronó que cuando estaba a punto de salir de la oficina, mi jefe me llamara desde Estados Unidos. Sabiendo que me podía tomar una o dos horas, tuve que decirle a mi cuñada, que no me esperara y que se fuera adelantando.
Tal y como había previsto, la conferencia se alargó en demasía y por eso eran cerca de las diez, cuando por fin entré en casa. Nada más verme, Inés me dijo si quería una cerveza y pidiéndome que me sentara en el salón, me dijo que nuestra nueva criada en seguida me la traería,
-¿Tenemos una chacha nueva?- pregunté divertido.
-Sí, espero que te guste- respondió mientras salía de la habitación.
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No tardé en ver su nueva adquisición. Entrando con la cerveza, llegó Nuria ataviada con un uniforme de sirvienta puta. Siguiéndole el juego, esperé que estuviera a mi lado para acariciar su culo por debajo del escueto vestido. No me sorprendió hallar que bajo la minifalda, la morena no trajese ropa interior y disfrutando de sus nalgas desnudas, las masajeé mientras ella me servía la bebida sin inmutarse y solo cuando ya había terminado, volteándose me dijo:
-La señora me avisó de que su marido tenía las manos muy largas pero nada me dijo de que también tenía un trabuco entre las piernas- tras lo cual, dejando la bandeja sobre la mesa, se agachó y me desabrochó la bragueta.
Acababa de meterse mi falo en la boca, cuando escuché un ruido y al mirar hacia ese lugar, de pronto vi aparecer a mi esposa en picardías. Os juro que me sorprendió verla aparecer así pero aún mas cuando acercándose a donde estábamos, me dijo:
-¿Quieres ver que he comprado?- y sin darme tiempo a responder sacó de una bolsa un arnés.
Al ver el tamaño del pene que tenía adosado, me reí y mientras Nuria me estaba haciendo una mamada, le pregunté:
-¿Qué esperas a estrenarlo?
 Por el brillo de sus ojos, supe que era lo que le apetecía hacer y sin tener que insistirle, vi que se lo empezaba a poner. Fue entonces cuando me percaté que era doble porque antes de colocárselo, se tuvo que incrustar un pene de tamaño natural en su propia vagina.
-¡Es casi de tu tamaño!- me dijo masturbándose un poco para que entrara bien.
Mientras tanto, entre mis piernas su hermana se afanaba en la felación y por eso, no fue consciente de lo que se le avecinaba hasta que con él ya colocado, mi esposa puso la cabeza del enorme bicho entre los labios de su vulva.
-¡Dios! ¡Es gigantesco!- chilló al sentir que con solo meterle el glande, su sexo se ensanchaba para recibir su tamaño.
-No te quejes y sigue mamando- le ordené presionando su boca contra mi pene.
Afortunadamente para Nuria, su hermana se apiado de ella y retirando el tremendo falo, cogió un bote de vaselina y  se puso se puso a embadurnar el aparato que iba a usar. Al hacerlo y necesitar de las dos manos, me apiadé de su víctima. Su grosor debía de doblar al mío y por eso asustado pero interesado, me deshice de su boca y me levanté a ver desde cerca como narices la vagina de esa cría iba absorber semejante atrocidad.
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Mi ausencia le permitió a mi cuñada observarlo por primera vez. Con los ojos abiertos de par en par, se quedó alucinada al saber que iba a ser usada con él, pero en vez de cabrearse e irse, hizo su culo  mientras pedía a mi esposa que tuviese cuidado.
“Es una pasada”, pensé al ver que Inés volvía a  posar ese enorme glande en la entrada de la morena, “¡Es demasiado grande!”.
No tardé en comprobar que me había equivocado. Mi señora ni siquiera preguntó si estaba dispuesta y cogiendo a su hermana por sus caderas, lentamente, lo fue introduciendo mientras Nuria no dejaba de gritar.  Realmente me sorprendió no solo que entrara la cabeza sino que al cabo de menos de un minuto, Inés consiguiera meterlo por completo ese portento en el coño de mi cuñada. Contra lo que había previsto, el sexo de la morena había sido de absorberlo y cuando ya se hubo acostumbrado, se giró para decirle que podía empezar.  
La sensación de  tener la completa sumisión de su víctima, desbordó Inés que obviando toda prudencia empezó a cabalgar sobre la muchacha. Fue acojonante, comportándose como un jinete avezado imprimió a su cabalgar de un ritmo endiablado mientras Nuria no paraba de gritar. Reconozco que no creí que fuera capaz de soportarlo pero cuando estaba a punto de intervenir, incomprensiblemente mi cuñada se puso a berrear de placer. Chillando con toda la fuerza de sus pulmones, la morena pidió a su hermana que continuara mientras llevando su mano a la entrepierna se empezaba a masturbar.
Su entrega hizo desaparecer mis reparos y colocándome detrás de mi esposa, me apoderé de sus pechos mientras le preguntaba qué era lo que quería que hiciera.
-Fóllame- contestó.
Excitado como pocas veces, llevé mi propio pene hasta su sexo y de un solo golpe de caderas, se lo introduje hasta el fondo. El chocho de mi esposa me recibió empapado, mi polla no tuvo problema en encajarse hasta el fondo de su vagina e imitando a Inés, me sincronicé con ella de forma que cuando sacaba el arnés del coño de su hermana, yo le metía a ella toda mi extensión en su interior.  Esa postura la terminó de volver loca y azotando el trasero de su víctima, me pidió que hiciera lo propio con el suyo.
El brutal tren que montamos, fue demasiado para los tres y casi al mismo tiempo, nos corrimos sobre la alfombra. La primera fue mi mujer que, desplomándose agotada sobre la morena, le incrustó dolorosamente el siniestro arnés mientras su sexo era machaconamente golpeado por mi pene. Nuria, al sentir su estrecho conducto totalmente ocupado, gimió desconsoladamente mientras sus piernas se empapaban de placer. Y por último, yo sin poder retener mi eyaculación por más tiempo, me derramé en la vagina de mi esposa esparciendo mi simiente mientras pegaba gritos de placer.
Ese fue el inicio de una noche en la que nos dedicamos sin pausa a disfrutar cada uno de los otros dos y en la cual de alguna manera, salí indemne porque fui el único que no sintió en sus propias carnes la acción de tan siniestro arnés. En cambio, ninguno los agujeros de mis dos mujeres se escapó de sentir la agresión de ese trabuco de plástico y así, sus bocas, sus culos y sus sexos a lo largo de esa velada sufrieron alternativamente la acción de ese aparato.
Lo único que os puedo asegurar es que a partir de ese  día, tuve a dos mujeres dispuestas a cumplir cualquier fantasía que se me ocurriera…..
 
….¡Y MI IMAGINACIÓN ES INAGOTABLE!imagen35
 

Relato erótico: “La casa en la playa 4.” (POR SAULILLO77)

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verano inolvidable2La aguja en el pajar.

sin-tituloLa cena y el agua tibia me despertaron del sopor de la cerveza, me hice 2 pajas en la ducha al empezar a ser consciente de todo lo que había pasado en la playa, Sara me había besado y me había dejado un regusto a fresas de su pintalabios en la boca, mi hermana se lo había montado con Sonia en plan lésbico y mi madre me había hecho una paja.

Me vestí con unos vaqueros, y una camisa, me afeité y me perfume, con unos zapatos náuticos, al bajar Jaime iba arreglado, se había duchado y estaba con la melena rubia bien peinada, sus ojos azules brillaban y vestido con un pantalón de vestir azul marino y una camiseta, en zapatillas.

-JAIME: joder, me voy a tener que poner algo mejor, estás muy bien.

-YO: gracias – su aprobación me resultó un insulto, pero no tuvo tiempo de cambiarse, las chicas bajaron en fila.

La 1º fue Sonia, se había echado todo el pelo caoba a un lado dejándolo caer hasta su cintura, una sombra de ojos leve destacaba sus ojos verdes, y vestida con un traje de noche blanco, palabra de honor con sus enormes senos rebosando, sin sujetador, el vestido era largo hasta las rodillas, con aspecto vaporoso y unos tacones a juego.

Luego bajó Sara, que casi se tropieza aún perjudicada, un vestido largo amarillo con un agujero enorme entre los senos a modo de escote, también sin sujetador, era ceñido y la realzaba con gracia, la espalda al aire y peinada con todo el cabello rubio hacia atrás con laca, dándole aspecto de recién salido del agua.

Pasó un rato hasta que Marta apareció, iba con una falda de tubo negra ajustada hasta los muslos, elástica y de tiro bajo en la cadera, una camiseta corta blanca enseñando todo el ombligo, sin mangas, y su peinado de siempre, ondulado y caído hacia los hombros, sin maquillaje alguno, o sus rosadas mejillas parecían naturales, con unos botines de tacón.

La última fue mi madre, que tras unos minutos de indecisiones, bajó vestida con ropa de Marta, todo lo que tenia mi madre era demasiado serio según dijeron, así que escogió un vestido de flores con pinta de bata de seda, con un lazo cerrado en sus riñones, un generoso escote hasta por debajo de sus pechos, sin sujetador marcando pezones en la tela y minifalda muy por encima del muslo, con unos taconazos de vértigo, y como Marta, sin apenas maquillar, o no se notaba al menos. Se había hecho un recogido del pelo en el flequillo a modo de diadema mientras el resto caía a su espalda. Un par de porros pasaron por muchas manos.

-JAIME: señoras, son las mujeres más preciosas que haya visto nunca.

-CARMEN: muchas gracias, no sé si es demasiado atrevido para mi.

-MARTA: no digas tonterías mamá, estás increíble.

-YO: es verdad.

-CARMEN: jajaja sois muy amables, vosotras no estáis nada mal tampoco…..- las adulaba.

-SONIA: ¡hoy arrasamos el local!

-JAIME: que nadie vuelva a casa sin alguien a quien follarse jajajajaja

-CARMEN: ojalá, pero tengan cuidado, usen protección.

-SARA: tengo condones, y si quieren pastillas anti baby….- en 4 minutos todos teníamos condones para ese día y se habían tomado la pastilla, incluida mi Madre.

-CARMEN: vienen muy bien para regular mi cuerpo, pero yo estoy casada……- sostuvo incómoda.

-JAIME: no se preocupe, usted se libra, pero recuerde que esta noche es mía, me debe unos bailes – según se acercó a mi madre, se ladeó y se dejó azotar en el culo, Jaime ya no solo azotaba, se agarraba y dejaba la mano allí.

-CARMEN: de acuerdo, pero cuida de mí, por que voy algo mareada – para decir que iba pedo, sonó leve.

-JAIME: no se preocupe – y empezamos a salir, con Jame sin soltar el culo de mi madre.

Mi hermana se agarró a mi brazo, creo que buscando equilibrio, la situación se había enfriado pero la cerveza seguía presente.

-MARTA: vas muy guapo hermano, hoy te llevas a alguna a casa.

-YO: ya me conoces…….no creo que pueda.

-MARTA: yo te ayudo, pero no te cortes, o no servirá de nada – al menos ella me ayudaría de verdad.

Mi madre caminaba del brazo de Jaime, que la sobaba descaradamente ante sus sonrisas, mientras Sonia se ayudaba en Sara, que no iban una mejor que la otra. Al llegar y vernos, los chicos de la calle las decían burradas, y ellas reían felices, eran 4 hembras como 4 diosas, e iban con aspecto de pedir guerra. Nada más llegar ronda de chupitos para todos y un mojito infernal para cada uno, eso revivió la cerveza, y empezamos a bailar en la pista. Jaime se encontró con 3 encima, mi madre era su objetivo, pero Sara y Sonia hacían pareja y se iban rifando el sitio cuando Jaime se separaba de mi madre. Marta se quedó conmigo, y bailamos de forma distendida, nada grosero, solo dábamos vueltas.

-MARTA: ¿que te parece esa de ahí? – me señaló hacia una pelirroja de pelo corto, sentada sola en un lado con pinta de aburrirse, vestida con unos vaqueros azules y una camiseta de rayas blancas y negras.

-YO: no sé……

-MARTA: ¿y esa? – vi a una rubia de ojos azules, en un vestido elástico de cuerpo entero azul claro.

-YO: pues no se….

-MARTA: pues aquella no para de mirarte – al girarme vi a 2 chicas juntas, mientras una estaba de espaldas, la otra me miró fugazmente 2 veces, era una morena de pelo largo y rizado, con un vestido negro de un solo hombro y grandes gafas.

-YO: ¿tú crees?

-MARTA: joder hermanito, colabora un poco – me costaba mirar a otras mientras mi hermana movía su cuerpo ante mi, aquella falda de tubo la hacia unas caderas muy bonitas, y la camiseta era tan corta que no se pegaba a su piel en el vientre, caía de sus pechos.

-YO: es que no se como entrarlas…..o que decir.

-MARTA: ya te las presento yo, luego solo tienes que ser tú, pero el tú que yo conozco, no ese soso que presentas a todas.

Me cogió de la mano y me llevó una por una a las 3 chicas, la 1º pelirroja en el suelo estaba allí por que había vomitado hacia poco, la 2º rubia ya estaba liada con alguno, la 3º chica en cambio empezó a hablar con mi hermana, y luego se presentó, Vanesa.

-YO: encantado de conocerte….- la di la mano, mi hermana me empujó y casi me caigo encima de ella, que me dio 2 besos poniéndose de puntillas, era de 1,65 como mucho.

-VANESA: un placer, me han dicho que estás estudiando ¿no? – y con aquella simple estupidez, me pasé 1 hora hablando con ella.

La invité a copas hasta emborracharla, o al menos ponerla a mi nivel, pero descubrí a una mujer lista y divertida, coqueta pero firme, que entendía mis estudios, ella estudiaba otro curso, se la veía despierta y activa, fue agradable y dulce, pero de un forma inteligente, con un tono de voz agudo. Luego bailamos un rato, muchas veces vi su sujetador sin hombros por el lado sin hombro del vestido al moverse, y pese a ello parecía una mujer hecha y derecha, era 1 año mayor que yo. No volví a ver a la chica que la acompañaba a ella, ni a mi hermana, así que estabamos solos ella y yo, tan pedos que me dejaba meterla mano en bailes calientes, sentí mi miembro atrapado entre sus nalgas, y alguna vez la cogí una teta, eran menos grandes que las de Sonia, pero eran voluminosas, el vestido la escondía una barbaridad, parecía una mujer del montón, pero tenia un pecho exagerado para la espalda y torso tan pequeños que tenia, al igual que brazos y piernas finas, con un culo duro y bien puesto. Estaba tan embobado en ella que perdí la pista a todos, me entró miedo de cualquier cosa, y me fui a buscar a alguien, Vanesa me siguió de la mano, no pensaba soltarla, y no es que opusiera resistencia alguna, 2 mojitos de allí dejaban tocado a cualquiera.

La 1º que encontré fue a Marta, sonreí triste al verla en una barra sentada con un chico muy mono susurrándola al oído y rozándole las piernas con los dedos, “se merece un desahogo si es verdad que no ha follado con nadie desde que está aquí”, me llegó a ver de la mano con Vanesa, y levantó la copa en señal de cariño. La 2º fue Sonia, apareció colgada de su noviete de playa, iba tan ciega que no se sostenía en pie, constataba continuamente que sus tetas seguían bajo la tela y no se habían salido del vestido blanco, apenas se movía mientras que el tipo la magreaba. La 3º fue a Sara, besándose con un hombre, tenía una teta saliendo por el agujero del vestido, estaba abstraída de su entorno, el tipo la tenia sujeta de la cintura mientras daban pequeños golpes de cintura uno contra el otro.

Estaba preocupado, Jaime y mi madre no aparecían, y si él no estaba con Sara…….Di varias vueltas hasta que di con ellos. Mi madre estaba perdida, totalmente, era una cascara vacía, se meneaba, pegando su pelvis a la de Jaime, al son de las manos de él, que las tenía bajo las faldas agarrándola del culo, no paraba de buscarla con sus labios, se dejaba besar en la cara y el cuello, pero se apartaba cuando intentaba besarla en la boca, lo justo para no besarse pero no lo suficiente como para resultar grosera. Jaime la hablaba la oído y la sacaba los colores, mientras con ritmos lentos apretaba y soltaba el trasero, que en círculos masajeaba con calma. “Mientras solo sea eso”. Me quedé bailando con Vanesa, muy cerca, tranquilizándome, y ella me buscó con los labios, me derretí al sabor de cereza de su boca, sus gafas eran un obstáculo delicioso. Seguíamos charlando de cosas de las que pensaba que nunca hablaría con una mujer en un sitió así, y llegado un momento me bajó las manos a su culo, era como sus pechos, a la vista no se notaba, pero tenia unas posaderas dignas de mi madre, la apreté contra mi como veía a Jaime hacer, y sus pechos me cortaron el aire, verla a milímetros de mi cara, riéndose y mordiéndose el labio, me llevaban al paraíso. Sentí una mano en mi hombro, era Jaime.

-YO: ¿y mi madre?

-JAIME: hemos estado un rato bailando, jajaja como se mueve, pero ha venido el mulato y se la ha llevado hacia la pista – se me bajó la borrachera de golpe.

Busqué desesperado entre la multitud, había un chica chupándosela a 4 tíos a la vez, otra pareja follando y un grupo a su alrededor masturbándose, pasé entre ellos con Vanesa de la mano, y llegué al punto donde encontré a mi madre la noche previa. Estaba en manos de 2 mulatos, uno por delante y otro por detrás, Carmen estaba con cara de no darse cuenta de nada, el de delante era el de ayer, con el mismo torso desnudo y musculoso, tan pegado a ella que sus pelvis eran una sola, y sobándola las tetas por encima de la tela, el 2º era un poco más bajo y rechoncho, estaba levantándola el vuelo de la falta y cogiendo el culo a mi madre, nunca se lo había visto a mi madre en tanga, era blanco y pequeño, y dejaba que se lo cogieran con mimo.

-VANESA: ¿esa es tu madre? – se me puso delante pegándome su cintura a la mía.

-YO: si, es que mi padre se ha ido y está algo sola…….- quise justificarla, sin atreverme ha hacer nada, esta vez no fue cobardía, me temía perder a Vanesa si la soltaba, su pelo negro y enroscado me hacia cosquillas en la barbilla, olía a melocotón, y la rodeé por el vientre apretándola contra mi.

-VANESA: y tan sola, jajajaja esos 2 se han follado a media discoteca, el grandullón la tiene como el brazo de un bebé.

-YO: eso he oído, ¿tú……..?

-VANESA: ¡que va!……ojalá, llevo un calentón desde que llegué aquí hace 2 semanas……- me cogió la mano y me la llevó a un pecho, sentí el pezón duro y estrujé con cariño.

-YO: yo……podría…..si me dejas…..claro….- se giró para besarme, su aliento sabía a menta del mojito, a cereza de sus labios, y a deseo. Su lengua me dejó ardiendo, apreté su culo hasta ponerla de puntillas, y sin saber por qué, la azoté, soltó un gemido dulce al sonreír.

Me pasé 20 minutos viendo como a mi madre la hacían de todo, le habían abierto el vestido y se frotaban contra ella, el grandullón la susurraba cosas y mi madre abría la boca ofendida, pero luego le devolvía el comentario al oído, el grandullón hizo un gesto y el de detrás se fue a por otra chica que había medio ida, en 5 minutos estaban ambos desnudos y el tío la estaba follando en mitad de la discoteca, la chica en cuestión iba con una falda rosa dada la vuelta, y rebotaba contra él.

-YO: vaya tranca.

-VANESA: jajaja pues la del otro es más grande.

-YO: ¿el que tiene a mi madre cogida del culo, elevándola sobre su pecho, mientras la besa en el cuello después de cada caliente giro de caderas? – soltó una carcajada.

-VANESA: el mismo, ayer le vi con una aquí, la chica gritaba tanto que tapaba la música, y se corrió tantas veces que casi se desmaya, la tuvo que coger en el aire y follarla como si fuera una muñeca rota.

-YO: ¿y si mi madre……- “al menos no seria con Jaime”, fue mi pensamiento.

Una copa tras otra, mi madre se dejaba un poco más, ahora el mulato la elevaba y le cogía un seno mientras que una copa más tarde la chupaba un pezón, los tenia como estalactitas y apretaba su cabeza contra ellos, luego metió su mano entre las nalgas de mi madre tirando del tanga, cada vez más fuerte hasta que, ruborizada, soltaba gemidos audibles. El vestido cayó al suelo y mi madre estaba solo en tanga en mitad de una macro discoteca siendo ultrajada por un mulato enorme y con una tranca descomunal, según todos. Aquello era demasiado, cogí a Vanesa de ambas tetas y comencé a darla golpes de cintura, se recostó sobre mi dejándome hacer lo que quisiera, no sé si era yo, la bebida, o el mulato, pero Vanesa estaba tan cachonda que se subió la falda del vestido y se metió la mano en las bragas para frotarse, mientras, se sacó un seno por el lateral y se bajó el sostén poniéndome a pellizcarla el pezón.

-VANESA: um…..por favor……… sigue.

Me sentía extrañamente bien, pese a lo que veía, o precisamente por ello, pero no perdería la oportunidad, Vanesa iba a ser mía esa noche.

El mulato le susurró algo a mi madre, y esta primero negó con la cabeza y luego asintió, al momento le desabrochó el pantalón y le sacó la polla, no mentían, eran una barbaridad, de largo seria más que la mía, pero como todas las que había visto, me seguía pareciendo menos ancha que la mía, según me comentó mi madre yo la tenia gorda, como mi padre, y eso era importante según me dijo. Mi madre cogió asombrada aquella salchicha negra, y tiró de la piel hacia atrás mientras el tío la empujaba de la nuca para arrodillarla, mi madre se negó a chupársela, le susurró al oído y al momento se vistieron, bueno, el mulato se abrochó el pantalón y mi madre se puso el vestido de flores sin cerrar.

-YO: vamos con ellos.

-VANESA: ¿a donde?

-YO: creo que van a mi casa….¿vienes? – la iba a dejar si decía que no, pero me besó, guardándose el pecho que yo llevaba un buen rato amasando, y bajándose el vestido.

-VANESA: vamos.

El camino fue raro, dejé atrás a todos, vi a Jaime con Sara otra vez pero poco más, y seguíamos a 20 metros al mulato y mi madre, la llevaba colgada del brazo, le temblaban los tobillos al caminar con los tacones y el alcohol, así que el paso era lento, y alguna que otra vez se paraban a acariciarse, cosa que repetía con Vanesa. Con algo más de luz vi que tenia un montón de pecas y los ojos azules, su cara era algo redonda pero agradable, con una nariz respingona, y su figura ya muy buena. Me dijo que tenía una 100 de pecho, pero no la creí, me parecía poco para lo que había tenido en las manos, así que me explicó que tenia muy poca espalda pero mucho busto, y lo importante para el tamaño del pecho son la letra de las copas, no el número, ya que eso solo mide el contorno del tórax, y la letra el del busto, ella gastaba una D, o una E, según las marcas, en torno a 22 centímetros, y que la costaba un mundo encontrar sujetadores de su talla bonitos, me lo decía como si me hablara del numero de sus pies. Paseábamos y la veía andas, coronada con unas caderas exageradas y una minúscula cintura, era como si hubieran cogido a una chica flacucha y bajita, y le hubieran puesto las tetas y culo de una diosa, por decir alguien, Pilar Rubio encajaba con su forma física, pero con un pelo rizado contundente y unas gafas de secretaria sexys.

Al llegar a casa el mulato cogió en brazos a mi madre y la subió a su cuarto, nosotros subimos por la escalera exterior y nos sentamos en el balcón en el sitio que sabia que se veía todo desde la barrera, con Vanesa entre mis piernas frotando su culo contra mí.

-VANESA: ¿vamos a espiar a tu madre mientras ese morlaco se la folla?

-YO: es que…….mi padre no está…….

-VANESA: ¿y quieres describirle bien como le pone los cuernos?

-YO: no……… yo solo cuido de que no lo pase mal……

-VANESA: jajja tranquilo, mal no lo va a pasar – giró mi cara y la suya para besarnos, su legua era viva y se subió el vestido para abrirse de piernas y llevar mi mano a su mojado tanga, se quitó el hombro del vestido y se sacó el sujetador del todo, así que mientras con una mano la frotaba por encima de la tela en el coño, la otra la pellizcaba y estrujaba los senos.

-YO: ¿te parece…raro?

-VANESA: jajaja reconozco que para una primera cita es raro, pero me encanta.

Ambos vimos como mi madre se echó a los brazos del mulato nada más aparecer, que la cogió del culo y se la subió encima, mi madre le rodeó con las piernas y se fundieron en un beso cálido y húmedo, hasta la lengua de aquel mulato parecía enorme, dejó su boca y le cogió una teta oprimiéndola hasta apretarla el pezón y lamerlo, chuparlo y al final, darla un mordisco, mi madre arqueó la espalda ofreciendo el otro seno, que sufrió el mismo destino.

-MULATO: ¡mamacita que rica está!

-CARMEN: gracias, eres muy dulce – hasta borracha, en brazos de un hombre que no era su marido, y medio desnuda, era agradecida.

El vestido de flores cayó al suelo, y vi como el hombre tenia la mano hurgando dentro del tanga de mi madre, al rato la dejó bajar y se derrumbó en la cama, al bajarse los pantalones su miembro apareció imponente, mi madre se tapó la boca con ambas manos al verla, y quedó de piedra de pie a su lado.

-MULATO: venga….que no muerde….- la cogió de la cintura y la pegó a él, mi madre buscó su polla y al cogerla pajeó suavemente, mientras devoraban sus pezones, estaban tan salidos que parecían estallar.

-CARMEN: jajaja es que es muy larga.

-MULATO: te va a hacer gozar mami.

-CARMEN: la de mi marido es más ancha, y la de mi hijo igual, pero la tuya es más larga – al oír eso Vanesa soltó un bufido, y yo me llené de orgullo extraño, bueno era saberlo, pero que se lo dijera mi madre a un desconocido……..

-VANESA: ¿es verdad? – se giró y me sacó la camisa y me bajó los pantalones, al vérmela totalmente dura sonrió.

-YO: ¿tú que opinas? – quería saberlo.

-VANESA: ¡jajaja que me vas a romper!, es menos larga que la suya, creo, pero desde luego más ancha, no puedo rodearla con los dedos – sentir sus manos pajeando con lentitud me calentaron, se dio la vuelta para seguir mirando mientras una mano a su espalda me masturbaba, yo seguía agarrándola del coño y una teta, pero esta vez metí mi mano por dentro y sentí sus labios mayores con una pelambrera enorme cubriéndolos.

Mi madre se dejó bajar el tanga, y el mulato la cogió de una pierna y se la puso en el hombro, cogiéndola de la cintura y hundiendo su boca en la intimidad de mi madre, que se aferró a su cabeza con firmeza, la lengua enorme hizo vibrar su cuerpo, que se retorcía, y al final se venció sobre el mulato, que se tumbó con mi madre de rodillas en su cara, tardó unos minutos pero Carmen se dejó caer a 4 patas y entonces vi como la comía el coño, tenia la lengua tan larga que pareció tener un micro pene y la follaba con él. Cada lametón era una onda expansiva en la espalda de mi madre, que gimió poseída hasta temblar, entonces la giró y siguió comiéndola el coño mientras mi madre cogía su rabo como mástil, entendió la idea aunque le costaba llevarla a cabo, pajeaba con calma mientras cerraba los ojos y abrió la boca de placer, el mulato empezó a usar sus dedos, y mi madre se movía como si la penetraran, al comérsela sus ojos destilaban descaro, chupó el glande varias veces para luego meterse media barra en la garganta.

-MULATO: ¡oh, si mamacita, que bien la chupa!

-CARMEN: jajaja es fácil, la de mi marido es menos fina – era raro oírla mencionar a mi padre tantas veces en esa situación.

-MULATO: ¡siga chupando, cómasela entera!

-CARMEN: no puedo metérmela entera jajajajaja

Eso dijo, pero pareció intentarlo, de vez en cuando se dejaba ¾ dentro y el tipo daba un golpe de cadera que la hacia toser, pero solo respondía con una sonrisa y un lametón al glande. Vanesa se quitó el tanga y se estaba masturbando ferozmente, metiéndose dedos enteros en ella, sobe con celeridad sus dos pechos, pese a tener manos grandes se me salían, rebosaban y no podía con ellos, luego me dejó seguir con mi mano sobre la suya en su pubis, era un calor abrasador y terminé metiéndola los dedos yo, mientras lamía su cuello, pero ninguno dejaba de mirar.

Mi madre reventó, literalmente, salió dispara rondado por la cama en un momento en que se guardó silencio, se hizo una bola cogiéndose de entre los muslos, y el mulato la azotó el culo con la cara brillante de los fluidos que habían caído sobre él, la cogió de la mano y la dejó boca arriba, casi crucificada, mi madre no opuso resistencia alguna, al soltarla quedó igual, pero esta vez el hombre la abrió de piernas, escupió en su coño y jugó con el glande unos minutos hasta que apretó, mi madre soltó un alarido leve de travesura, y cuando el glande la penetró, se abrió de piernas hasta casi romperse, dejó que el miembro de ese hombre la abriera poco a poco, llegando un punto en que mi madre ya si que dio un pequeño respingo, seria hasta donde llegaba mi padre, y allí se aferró a las sabanas y gritó.

-CARMEN: ¡por el amor de dios, que pedazo de polla, fóllame cabrón, destrózame! – y daba golpes de cadera para meterse más dentro de ella.

-MULATO: ¡jajaja mamasota que aguante, que hembra! – dio un empujón final y hasta Vanesa sintió como algo se rompía en mi madre.

Poco duró aquella cara desencajada, el mulato cogió posición y la sacaba y metía con ritmo, mi madre recuperó su propia conciencia y le abrazó buscando sus besos, el tipo la sujetaba para que no cerrara las piernas, que era lo único que podía hacer para tratar de gozar menos, pero no la dejaba, sus bellos se rozaban al chocar los sexos y mi madre cogía inercia. El mulato aguantó unos minutos a un ritmo animal, tanto que mi madre explotó en un orgasmo que la hizo frotarse el clítoris y bañarlo con un chorro enorme, se dejó caer boca arriba.

-MULATO: ¡mamita, que coño, que rica está!

-CARMEN: jajaja eres una bestia, mira como me has dejado…. – y al momento lo montó de rodillas cara a cara, y se penetró de nuevo, dando giros leves de cadera, casi regodeándose –… esto no termina así – y le dio un bofetón con gesto divertido

El mulato respondió cogiéndola de los brazos y llevándoselos a la espalda, apoyando lo pies empezó un rimo de caderas brutal, mi madre soltó un alarido de sorpresa y su cara era de disfrutar de forma absoluta, solo cada golpe cortaba un gemido continuo que se te metía en los tímpanos, ver aquello era demencial. Vanesa se corrió en mi mano, y yo en su espalda, su paja me mató, o era mi madre siendo salvajemente follada lo que me volvía loco. Otro orgasmo dobló a mi madre, que para su desgracia sirvió para que sus pechos fueran lamidos y mordisqueados, aún con las manos a la espalda.

-CARMEN: ¡ah, si, ah, sigue! – soltaba pequeños gritos agudos mientras no dejaba de sonreír.

Al rato mi madre ya dominaba con la cadera, era imposible mantener ese ritmo, el mulato estaba roto y sudando, y mi madre se movía con virulencia, le pedía más y el tipo no podía, era increíble, mi madre era una insaciable maquina de follar. Se pasó media hora rebotando hasta que se tumbó de lado y se lamió los dedos, el tipo la fue a buscar a su espalda, y cuando iba a penetrar el coño, mi madre preparó su ano, casi me da algo verla meter varios dedos en aquel culo, el tipo debió pensar lo mismo, así que la dejó actuar, hasta que apuntó su miembro al culo y apretaron ambos. Mi madre se acomodó varias veces, pero al final le entró media butifarra negra antes de sisear, luego la cogió de las caderas y la empezó a follar como antes, el tipo gastó su reserva para hacer que mi madre se corriera otra vez, pero cuando lo hizo no dejó de pedir más y girar su cadera, así que el mulato se contuvo, pero era tarde, ella movía su pelvis tan rápido que él ni se movía, y la llenó de semen entre bufidos, vi los latigazos que recorrían sus cuerpos y mi madre brillando de perlas de sudor, buscando con su culo algo de acción en una polla flácida. Pasaron unos minutos y ambos se durmieron.

-VANESA: por favor, vamos a tu cuarto, ¡necesito que me folles!

-YO: es que……..yo……- se puso en pie y se desnudó del todo, no hubo argumento mejor.

Me la llevé a escondidas a mi cuarto, al entrar pasamos por todas las habitaciones, me encontré a Jaime follándose a Sara en su cama, al verle me miró con cara mustia, Sara iba tan borracha que no se movía, seguro que el cabrón quería a mi madre, pero ella estaba descansando de un polvo criminal. Me fui antes de que viera a Vanesa, en el cuarto libre de abajo estaba Marta, la oía susurrar y gemir, pero no abrí la puerta más que para ver su melena moviéndose al compás del sexo. En la habitación de Sonia salían ronquidos, al mirar estaba tumbada sobre su noviete, desnuda y con su polla dentro, ambos dormidos.

-YO: ¡joder, ¿es que aquí follan todos menos yo?!

-VANESA: dame una cama y arreglo eso.

Nos metimos en mi cuarto y la dejé en la cama, se abrió de piernas y me metió entre ellas, sus besos eran largos y sensuales, me puso a 100, Vanesa buscó mi miembro y lo apuntó a su entrada, apreté tan fuerte que al entrar gritó como un gorrino, pero sentía placer en aquello, seguí apretando y cogiendo espacio hasta que por fin la tenia dentro, su cara era de presión, pura, me clavó las uñas a la espalda y me rodeó con las piernas, comenzó a moverse sin mi permiso, lamí sus tetas y sus pezones carnosos, eran grandes y rojos, los lamí hasta dejarlos húmedos y salientes.

-VANESA: ¡jajaja si que es ancha, madre de dios, me estás matando!

-YO: gracias.

-VANESA: ¡no me des las gracias, y fóllame!

Entendí que debía ser como Jaime, como el mulato, destrozarla, así que cogí impulso y di 4 fuertes empujones hasta que Vanesa se estiró de placer, temblando, al sacarla y meterla rápidamente la presión casi me hacia daño, sentía el roce decrecer, pero nunca desaparecer. Ella se sujetaba de los pezones con una mano para evitar el dolor del movimiento de sus senos, trataba de frotarse el clítoris pero cada embestida la hacia sujetarse a la cama, una y otra vez sin parar. Cansado, me dejé caer de lado, y ella me montó, como había visto hacer, buscó mi rabo y se penetró, dándome una bofetada, su sonrisa me confundió, quería que fuera su mulato, pues lo seria, la cogí de los brazos y de igual forma planté lo pies, me pasé 3 minutos follándola todo lo fuerte que podía, y sus ojos se pusieron blancos echando la cabeza hacia atrás, soltaba un bramido con cada penetración y sus tetas botaban aleatoriamente al no poder sujetárselas, sus gafas grandes, que hasta ahora habían aguantado en su sitio, salieron volando. Luego empecé a azotarla, una teta, el culo o a cogerla del cuello y apretar fuerte mientras la abría en dos, todo la hacia vibrar, y pude sentir un hilo de fluidos bajar de su sexo por el mío, lo que más me encendía, por raro que fuera, era su pelo, una maraña de cabello suelto y rizado, eran muelles negros saltando sin parar.

-VANESA: ¡sigue, por dios, sigue, me vuelves loca, sigue!

Sus gritos eran fuertes, pero yo no podía más, la cadera ya no me respondía. De refilón vi a Jaime en la puerta, el cabrón estaba fumándose un porro mientras me venia follar, los gritos de nuestro encuentro sexual le habrían alertado, casi pierdo el ritmo por su culpa, pero esa vez ganaría yo, puse a Vanesa a 4 patas de cara a él, y la penetré tan fuerte que se me salió al 2º golpe, al meterla otra vez entró limpia hasta la base, Vanesa soltó un alarido de película de terror, dejó caer el pecho y se convirtió en un potro con un agujero, la estaba destrozando, podía hacerlo, fui consciente de ello, y Jaime lo estaba viendo.

No se cuanto pasó, minutos o horas, solo se que Vanesa se corrió y yo también, pero ninguno parábamos, vi las primeras luces del alba cuando me tumbé al limite del desfallecimiento, sin un gramo de energía, Vanesa estaba a mi lado con gesto descompuesto, parecía que iba a echarse a reír en cualquier momento, pero no podía por que se le salía el corazón por la boca.

Me quedé dormido abrazado a ella, daba igual cuantas veces follé con mi amiga en el instituto, aquello fue jugar, esto fue sexo de verdad. Me despertó Vanesa al moverse sobre mi pecho, adormecida se acunó en mi, quise quedarme así de por vida, pero la resaca me había dejado un gran dolor de cabeza, y una serie de ruidos durante los siguientes minutos me hacían abrir los ojos, todas las mujeres de casa se pasaron por la puerta para ver si de verdad estaba con una chica, luego Jaime me llamó con un dedo al entrar al cuarto, y me sacó a la terraza, mirando de lejos a Vanesa, fumando otro porro.

-JAIME: joder con el imbécil, vaya jaca te has buscado.

-YO: se llama Vanesa, es muy maja – estaba ilusionado.

-JAIME: y vaya tetas, aunque las de Sonia son mejores, follará bien, ¿no?

-YO: oh…….si…..me……me ha dejado roto.

-JAIME: bueno es saberlo, me gustan que sepan moverse – le miré asustado.

-YO: no, Vanesa es mía, déjala en paz.

-JAIME: ¿otra vez?, y si no lo hago, ¿que? – enfurecido le cogí del cuello y le saqué medio cuerpo por el balcón del 3º piso.

-YO: ¡te juro que como la toques un pelo te tiro por la puta ventana, ¿me oyes?! – su cara era de miedo, y no por que estuviera levitando a 15 metros del suelo, si no por mis ojos, estaban inyectados en sangre, nunca me había visto así, ni él…….ni nadie.

-JAIME: vale, tranquilo, tengo coños de sobra en casa – le solté lentamente, me temblaban las manos.

-YO: pues mi madre se ha buscado un mulato, el de la disco, ayer la dejó medio ida, pero creo que mi madre es un poco…….

-JAIME: ¿ancha de caderas?, si, lo he pensado, si tu padre la tiene ancha, tiene que hacerla ver las estrellas, por muy mulato que seas, es un hueco que solo tu padre puede cubrir, espero poder ser su suplente.

-YO: folla con mi madre si quieres, pero deja a Vanesa en paz – de golpe aquella desconocida era mi 1º prioridad.

-JAIME: no necesitaba tu permiso, pero gracias.

Eran cerca de las 3 de la tarde cuando la vida regresó a la casa, fuimos bajando según nos encontrábamos, a todos les dolía la cabeza o estaban hechos puré, mi hermana sacó por detrás a un chico, regresó sola y avergonzada, Sara estaba en los brazos de Jaime, como siempre, y Sonia estaba casi dormida, se les había oído follar de fondo a ella y su noviete por la mañana, pero a nadie le pareció oportuno decir nada sobre eso. Mi madre bajó sola y con la cara demacrada, pidió que no gritáramos, pese a que nadie lo hacia, y se tomó un par de cafés.

-JAIME: bueno, que tal ayer, ¿fue bien no?

-CARMEN: puffffff todo me da vueltas……dios……ya no tengo edad.

-SARA: jajaja pues bien que te divertiste.

-CARMEN: la verdad es que si, ¿podemos ir a la disco hoy también? – todos la miramos absortos.

-MARTA: ¡por dios mamá!, míranos, no podemos con nuestra alma.

-JAIME: yo voy si Carmen va.

-SARA: pues si ellos van, yo también.

-SONIA: voy seguro.

-MARTA: yo no puedo…….estoy molida.

-CARMEN: si no puedes no vengas, pero me gustaría mucho.

-JAIME: es verdad, vamos a darla el gustazo a la mujer, que aun me debe esos bailes, que ayer se me escurrió entre los dedos.

-CARMEN: jajaja es verdad – yo esperaba alguna noticia del mulato, pero no apareció, le habría echado en cuanto se despertó mi madre, y no la borracha salida que fue aquellas noches.

-JAIME: además, así este hombre nos presenta a su chica…..- me golpeó en el hombro, todas fingieron sorpresa y curiosidad.

-CARMEN: ¿ah si…? Cuéntanos hijo……

-MARTA: que golfo….- “¿yo?” Aquella noche habían follando todos, mi mejor amigo con mi tía, mi madre con un mulato, y mi hermana y su amiga con 2 pseudo desconocidos, ¿y yo era el golfo?, supongo que era por lo raro de aquello.

-YO: es una chica que conocí ayer, se llama Vanesa, y es muy maja, no es una imbécil de playa, es lista, y divertida, y……- me cortó Jaime.

-JAIME: y te deja meterte entre sus piernas jajajajajaa – la carcajada general fue gloriosa, estaba rojo de vergüenza, o de orgullo.

-CARMEN: ah, pues quiero conocerla, podríamos jugar esta tarde como ayer, y así la vemos, invítala a quedarse, está arriba ¿no? – sabia que estaba, no había bajado.

Obedecí y subí a buscarla, estaba dormida, desnuda con una sabana blanca cubriéndola partes del cuerpo aleatoriamente, y con una sonrisa de ojera a oreja, me fijé en sus labios, eran gordos y brillantes, tenia una ligera separación entre los paletos de los dientes, algo que me pareció arrebatadamente sexy. El olor a café recién hecho que le llevé la despertó, estaba algo desorientada, al verme me regaló su sonrisa, se frotó con desgana la mata de pelo rizado que tenia como una leona, con un gesto de cansancio y agotamiento.

-YO: buenos días, ¿quieres café?

-VANESA: ¡oh dios, si!…..me duele la cabeza…. – se incorporó dándome un beso tierno y dulce, para abrazarme después con calidez, me enamoré de ella por solo ese gesto, temía que al despertar y verme, saliera corriendo. Cogió la taza y bebió un sorbo.

-YO: ¿puedo traerte alguna pastilla o algo?

-VANESA: no gracias, jaja eres un cielo, pero no hace falta, en un par de horas se me pasa.

-YO: ¿y…..como estás? – no sabia que decir.

-VANESA: muy bien……..ha sido maravilloso, aunque lo tengo todo borroso, me caí muerta cuando…..terminamos.

-YO: nos dormimos.

-VANESA: jajaja ya decía yo, pues te agradezco mucho esto, lo necesitaba…. – dio otro sorbo y sonreía al verme mirarla, totalmente enajenado – ….. ¿que? – ladeó su cabeza tocándose un hombro con la barbilla, y casi me tiro encima de ella.

-YO: es que eres preciosa, ayer, de noche y con lo que bebí, no pude darme cuenta, pero ahora……….eres hermosa.

-VANESA: jajajaja tú tampoco estás nada mal, y me caes genial.

-YO: y tu a mi….pero nos conocemos muy poco – me apresuré a decir.

-VANESA: ya he visto a tu madre ser montada como una yegua y me has llevado al paraíso esta noche, creo que podemos decir que nos conocemos un poco jajaja – se acordaba, y me alegré por ello.

-YO: supongo……. – no me salía nada más de mi cabeza, bastó para hacerla girar la cara con cariño.

-VANESA: necesito una buena ducha, ¡dios!, tengo que tomarme la pastilla, ¿lo hicimos a pelo? – asentí preocupado de golpe.

Vanesa empezó a reírse y se hizo un vestido con la sabana, se bebió el café y se fue a ducharse, yo estaba sentado en la cama expectante, fui a buscar su ropa que estaba por el balcón de mi madre, al salir Vanesa estaba solo con una toalla, se vistió ante mí, con movimientos claros de malestar corporal, sobretodo al caminar.

-YO: ¿y ahora, que hacemos?

-VANESA: yo me tengo que ir a casa de mis amigas, estamos al final de la calle de vacaciones todo el verano, estarán preocupadas, o supongo, si es que están despiertas.

-YO: ah….- se me notó mi tristeza, se sentó a mi lado y me cogió la cara besándome como si fuera mi novia desde hacia décadas.

-VANESA: no te preocupes, podemos quedar, se que soy un poco directa……….. pero me gustas de verdad.

-YO: claro, como no, de hecho esta noche vamos a volver a ir a la disco, y esta tarde jugamos a algo, aquí en casa, ¿si te quieres venir……?- la miré implorando algo, no se si que viniera o no, por Jaime.

-VANESA: bueno……más violento que lo de tu madre no puede ser…

-YO: por favor, la situación es muy rara en casa, trato de que Jaime no se lleve por delante a todas, no hables del tema de mi madre.

-VANESA: ¿ese rubio escuálido que vi ayer?

-YO: si, ya se folla a mi tía, y ahora va a por mi madre………. y las demás – se lo decía sin pensar en como la afectaría

-VANESA: no diré nada, pero no podré venir hoy, vamos a irnos mis amigas y yo unos días a ver a unos familiares suyos, ¡joder que pena!…..¿la semana que viene? …….si no te parece mal – “¡que coño me iba parecer mal!”, aunque sin ella me sentiría ínfimo en aquella casa, se recostó apoyándose sobre mi pecho, me iba dando una serie de largos y divertidos besos mientras metía su número de teléfono en mi móvil, y se hizo una foto lanzando un beso para ponerla de perfil cuando me llamara, y otras cuantas a los dos juntos, una de ellas mordiéndome el mentón de forma traviesa, me pareció la mejor foto de toda mi vida.

Al bajar la presenté a mi hermana y las demás, Jaime la sonrió y quiso darla 2 besos cogiéndola de la cintura, pero Vanesa la apartó con descaro y salero, esa tontería me hizo quererla más. Al irse me dio un beso de tornillo delante de todos, que miraban en completo silencio, me dejó sin aire, y me costó soltarla la mano cuando amagaba irse, con una sonrisa encantadora.

-CARMEN: ¡jajaja mírale que cara de enamorado tiene!

-MARTA: ¡que don Juan! jajaja – me abrazaron por detrás, yo sonreía abrumado.

-JAIME: una buena pieza, si señor – lo dijo como el que queda 2º en una carrera.

-SONIA: parece un poco rara – lo parecía.

-YO: no, es perfecta – “es como yo necesito que sea”.

-CARMEN: jajaja como la defiendes, estás colado por ella jajajaja, ¿vendrá luego?

-YO: no….sale unos días, pero quedaremos.

-MARTA: me alegro un montón hermanito.

-JAIME: a mi me parece bien.

Una vez lo dijo él, todas asintieron, las tenía en su mano, tenia que estar atento con Vanesa o caería en sus redes. Comí algo mientras todos iban a la piscina. Jaime se dio un festín, cuando llegué tenia a todas sin la parte de arriba y tratando de ahogarle, supongo que lo logró con facilidad, ya que el juego del día anterior había subido en nivel de confianza de todos. Mi madre salió a por mi y me tiró al agua, fue un escándalo de tetas, pellizcos, roces, y desvergüenza, pese a pensar en Vanesa no pude evitar pegarme a Sonia, que estaba preciosa con todo su pelo mojado y suelto, lo tenia tan largo que si arqueaba la espalda podía llegarse a rozar los muslos por detrás con las puntas del cabello, y sus pechos mojados era acariciados sin disimulo. Jaime iba a por mi madre, la cogía del culo o la cintura y la daba golpes de cintura mientras la doblaba el cuerpo, pero no se arriesgaba a más mientras estuvieran sobrias. Al salir a tomar el sol Jaime y Sara trajeron unas cuantas copas de vino, y se tumbaron juntos, Sara estaba boca arriba, él la acariciaba como si no estuviéramos allí, por el vientre, los senos y luego metió su mano dentro del biquini, ella se abrió de piernas y le dejó masturbarla, todos mirábamos de reojo, era raro oírla gemir sin que nadie pusiera un pero, bebiendo copa tras copa.

Mi madre me pidió que le echara crema cuando iba por la 3º de vino, se puso en pie a trompicones, pero Jaime salió disparado soltando un azote a Sara, cuando llegó, mi madre se dio la vuelta, esperó su azote sonoro con agarre de nalga por parte de Jaime, y luego se tumbó boca abajo, Jaime se sentó en su culo y la dio un largo masaje calmado, mientras Marta y Sonia hablaban demasiado bajo, mirando a Jaime. Yo no podía apartar la vista de las tetas de Sonia, pese a ir todas en top less, era única, arrasaba, y me miraba burlona cada vez que me veía mirándoselas, me gustaba mirarlas, pero ahora trataba de decidir si las de Vanesa eran mejores.

-SONIA: parece que Vanesa no te ha quitado el apetito de un buen par de tetas….- me dijo al tumbarse a mi lado.

-YO:….. es que las tienes muy bonitas.

-SONIA: jajaja Marta, tu hermano dice que tengo tetas bonitas jajaja ¿que te parece?

-MARTA: que se está espabilando mucho jajajaja.

-JAIME: y que tiene razón, no es tonto el chaval.

El masaje de Jaime subió de temperatura, metió las nalgas del bañador de mi madre a modo de tanga y tiró con fuerza hasta sonrosarla las mejillas, luego la dio la vuelta y sin preguntar le dio otro masaje de frente, se pasó 5 minutos manoseándola las tetas hasta que mi madre le dijo que ya era suficiente, la puso en pie y mi madre, bien adiestrada, le dio un golpe de cadera pidiendo su cachete, Jaime la sonrío y la cogió del culo a dos manos dedicándole un chupetón en el cuello.

-CARMEN: jajajaja ¡no seas bruto!

-JAIME: como usted me pone – esa fue la reprimenda, pero no se apartó, se quedó unos diez minutos amasándola las nalgas apretándola contra su polla, seguramente dura, y chupándola el cuello, mi madre apartaba su melena, y se ladeaba alzándose para ofrecer más piel a sus labios.

-SONIA: ¡para por dios!, que la vas a dejar una marca enorme – Jaime se separó con la polla bien marcada, y mi madre abrió los ojos traspuesta.

-JAIME: envidia es lo que tienes, pero eso se soluciona ya mismo – soltó a mi madre, que casi se vence hacia delante al dejar de sentirle. Jaime se tumbó encima de Sonia, que jugó a evitarle hasta que le cogió de las tetas y se las comía, jamás había visto hacerle un chupetón a una teta, pues vi varios en pocos minutos, y como siempre, Jaime logró que la mujer facilitara su labor, en este caso Sonia le apretaba la cabeza contra sus senos, soltando ligeros gemidos burlones.

-SONIA: ummmmmm la verdad es no lo haces mal – le rodeó con una pierna y pude ver como el bulto de Jaime se frotaba contra su pubis.

-JAIME: ¡dios!, nunca me canso de unas tetas así – chupaba y tiraba hasta que la piel no daba más de si, y soltaba dejando caer el seno con un sonido de vacío característico, la carne tierna tardaba unos segundos en dejar de temblar.

-SARA: vale ya con las tetas de Sonia – estaba cruzada de brazos, Jaime la miró con calidez.

-JAIME: a ti ya te follo, así que cierra la boca – y fue lo que pasó, un silencio mudo con Jaime succionando los enormes senos de Sonia, mientras todos mirábamos, y alguna se ponía otra copa.

-CARMEN: Samuel, son las 5, deberías ir a por cervezas para jugar esta tarde antes de ir a la discoteca.

-JAIME: cierto, ve a por ellas, tengo ganas de jugar.

 

Relato erótico: “La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas” (POR GOLFO)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2Capítulo uno:

Sin-t-C3-ADtulo29Estoy jodido. Mi ritmo de vida se ha visto alterado por culpa de mis vecinas. Hasta hace seis meses, siempre me había considerado un perro en lo que respecta a mujeres y aun así, con cuarenta y tres años,  me he visto sorprendido por la actitud  que  han mostrado desde que se  mudaron al ático de al lado.
 Todavía recuerdo el sábado que hicieron la mudanza. Ese día tenía una resaca monumental producto de la ingesta incontrolada de Whisky a la que estoy fatalmente habituado. Me había acostado pasadas las seis de la madrugada con una borrachera de las que hacen época pero con una borracha del montón.  
Todavía seguía durmiendo cuando sin previo aviso, llegó a mis oídos el escándalo de los trabajadores de la empresa de mudanza subiendo y colocando los muebles. Tardé en reconocer la razón de tamaño estrépito, el dolor de mi cabeza me hizo levantarme y sin darme cuenta que como única vestimenta llevaba unos calzoncillos, salí al rellano a ver cuál era la razón de semejante ruido. Al abrir la puerta me encontré de bruces con un enorme aparador que bloqueaba la salida de mi piso. Hecho una furia, obligué a los operarios a desbloquear el paso y cabreado volví a mi cama.
En mi cuarto, María, una asidua  visitante de la casa, se estaba vistiendo.
-Marcos. Me voy. Gracias por lo de ayer.
En mis planes estaba pasarme todo el fin de semana retozando con esa mujer, pero gracias a mis “amables vecinos”  me lo iba a pasar solo. Comprendiendo a la mujer, no hice ningún intento para que cambiara de opinión. De haber sido al revés, yo hubiera tardado incluso menos tiempo en salir huyendo de ese infierno. 
-Te invito a tomar un café al bar de abajo- le dije mientras me ponía una camiseta y un pantalón corto. Necesitaba inyectarme en vena cafeína.
Mi amiga aceptó mi invitación de buen grado y en menos de cinco minutos estábamos sentados en la barra desayunando. Ella quiso que me fuera a su casa a seguir con lo nuestro pero ya se había perdido la magia. Sus negras ojeras me hicieron recordar una vieja expresión: “ayer me acosté a las tres con una chica diez, hoy me levanté a las diez con una chica tres”. Buscando una excusa, rechacé su oferta amablemente prometiéndole que el siguiente viernes iba a invitarla a cenar en compensación. Prefería quedarme solo a tener que volver a empezar con el galanteo con ese gallo desplumado que era María sin el maquillaje. Ambos sabíamos que era mentira, nuestra relación consiste solo en sexo esporádico, cuando ella o yo estábamos sin plan, nos llamábamos para echar un polvo y nada más.
Al despedirnos, decidí salir a correr por el Retiro con la sana intención de sudar todo el alcohol ingerido.  Tengo la costumbre de darle cuatro vueltas a ese parque a diario, pero ese día fui incapaz de completar la segunda. Con el bofe fuera, me tuve que sentar en uno de sus bancos a intenta normalizar mi respiración. “Joder, anoche me pasé”, pensé sin reconocer que un cuarentón no tiene el mismo aguante que un muchacho y que aunque había bebido en exceso, la realidad de mi estado tenía mucho más que ver con mi edad. Con la moral por los suelos, volví a mi piso.
Había trascurrido solo dos horas y por eso me sorprendió descubrir que habían acabado con la mudanza. Encantado con el silencio reinante en casa, me metí en la sauna que había hecho instalar en la terraza. El vapor obró maravillas, abriendo mis poros y eliminando las toxinas de poblaban mis venas. Al cabo de media hora, completamente sudado salí y sin pensar en que después de dos años volvía a tener vecinos, me tiré desnudo a la pequeña piscina que tengo en el segundo piso del dúplex donde vivo. Sé que es un lujo carísimo, pero después de quince años ejerciendo como abogado penalista es un capricho al que no estoy dispuesto a renunciar. Estuve haciendo largos un buen rato, hasta que el frio de esa mañana primaveral me obligó a salir.
Estaba secándome las piernas cuando a mi espalda escuché unas risas de mujer.  Al girarme, descubrí que dos mujeres, que debían rondar los treinta años, estaban mirándome al otro lado del murete que dividía nuestras terrazas. Avergonzado, me enrollé la toalla y sonriendo en plan hipócrita, me metí de nuevo en mi habitación.
“¡Mierda!, voy a tener que poner un seto si quiero seguir bañándome en pelotas”, me dije molesto por la intromisión de las dos muchachas.
Acababa de terminar de vestirme cuando escuché que alguien tocaba el timbre, y sin terminar de arreglarme salí a ver quién era. Me sorprendió toparme de frente con mis dos vecinas. Debido al corte de verme siendo observado, ni siquiera había tenido tiempo de percatarme que además de ser dos preciosidades de mujer, las conocía:
Eran Tania y Sofía, la esposa y la hermana de Dmitri  Paulovich, un narco al que había defendido hacía tres meses y que aprovechando que había conseguido sacarle de la trena mediante una elevada fianza, había huido de España, o al menos eso era lo que se suponía. Sin saber que decir, les abrí la puerta de par en par y bastante más asustado de lo que me hubiese gustado reconocer les pregunté en qué podía servirles.
Tanía, la mujer de ese sanguinario, en un perfecto español pero imbuido en un fuerte acento ruso, me pidió perdón si me habían molestado sus risas pero que les había sorprendido darse cuenta que su vecino no era otro que el abogado de su marido.
-Soy yo el que les tiene que pedir perdón. Llevo demasiado tiempo sin vecinos, y me había acostumbrado a nadar desnudo. Lo siento no se volverá a repetir.
-No se preocupe por eso. En nuestra Rusia natal el desnudo no es ningún tabú. Hemos venido a invitarle a cenar como muestra de nuestro arrepentimiento.
La naturalidad con la que se refirió a mi escena nudista, me tranquilizó y sin pensármelo dos veces, acepté su invitación, tras lo cual se despidieron de mí con un “hasta luego”. De haber visto como Sofía me miraba el culo, quizás no hubiese aceptado ir esa noche a cenar, no en vano su hermano era el responsable directo de medio centenar de muertes.
Al cerrar la puerta, me desmoroné. Había luchado duro para conseguir un estatus y ahora de un plumazo, mi paraíso se iba a convertir en un infierno. Vivir pared con pared con uno de los tipos más peligroso de toda el hampa ruso era una idea que no me agradaba nada y peor, si ese hombre me había pagado una suculenta suma para conseguir que le sacara. Nadie se iba a creer que nuestra relación solo había consistido en dos visitas a la cárcel y que no tenía nada que ver con sus sucios enjuagues y negocios. Hecho un  manojo de nervios, decidí salir a comer a un restaurante para pensar qué narices iba a hacer con mi vida ahora que la mafia había llamado a mi puerta. Nada más salir, comprendí que debía de vender mi casa y mudarme por mucho que la crisis estuviera en su máximo apogeo. En el portal de mi casa dos enormes sicarios estaban haciendo guardia con caras de pocos amigos.
Durante la comida, hice un recuento de los diferentes escenarios con los que me iba a encontrar. Si seguía viviendo a su lado, era un hecho que no iba a poderme escapar de formar parte de su organización, pero si me iba de espantada, ese hijo de puta se enteraría y podía pensar que no le quería como vecino, lo que era en la práctica una condena a muerte. Hiciera lo que hiciese, estaba jodido. “Lo mejor que puedo hacer es ser educado pero intentar reducir al mínimo el trato”, me dije prometiéndome a mí mismo que esa noche iba a ser la primera y última que cenara con ellos.
Recordando las normas de educación rusa, salí a comprar unos presentes que llevar a la cena. Según su estricto protocolo el invitado debía de llevar regalos a todos los anfitriones y como no sabía si Dmitri estaba escondido en la casa, opté por ser prudente y decidí también comprarle a él. No me resultó fácil elegir, un mafioso tiene de todo por lo que me incliné por lo caro y entrando en Loewe le compré unos gemelos de oro. Ya que estaba allí, pedí consejo a la dependienta respecto a las dos mujeres.
-A las rusas les encantan los pañuelos-, me respondió.
Al salir por la puerta, mi cuenta corriente había recibido un bajón considerable pero estaba contento, no iban a poderse quejar de mi esplendidez. No me apetecía volver a casa, por lo que para hacer tiempo, me fui al corte inglés de Serrano a comprarme un traje.  De vuelta a mi piso, me dediqué a leer un rato en una tumbona de la piscina, esperando que así se me hiciera más corta la espera. Estaba totalmente enfrascado en la lectura, cuando un ruido me hizo levantar mi mirada del libro. Sofía, la hermana pequeña del mafioso, estaba dándose crema completamente desnuda en su terraza. La visión de ese pedazo de mujer en cueros mientras se extendía la protección por toda su piel, hizo que se me cayera el café, estrellándose la taza contra el suelo.
Asustado, me puse a recoger los pedazos, cuando de repente escuché que me decía si necesitaba ayuda. Tratando de parecer tranquilo, le dije que no, que lo único que pasaba era que había roto una taza.
-¿Qué es lo que ponerle nervioso?- me contestó.
 Al mirarla, me quedé petrificado,  la muchacha se estaba pellizcando su pezones mientras con su lengua recorría sensualmente sus labios. Sin saber qué hacer ni que responder, terminé de recoger el estropicio y sin hablar, me metí a la casa. Ya en el salón, miré hacia atrás a ver que hacía. Sofía, consciente de ser observada, se abrió de piernas y separando los labios de su sexo, empezó a masturbarse sin pudor. No tuve que ver más, si antes tenía miedo de tenerles de vecinos, tras esa demostración estaba aterrorizado. Dmitri era un hijo de perra celoso y no creí que le hiciera ninguna gracia que un picapleitos se enrollara con su hermanita.
“Para colmo de males, la niña es una calientapollas”, pensé mientras trataba de tranquilizarme metiéndome en la bañera. “Joder, si su hermano no fuera quién es, le iba a dar a esa cría lo que se merece”, me dije al recordar lo buenísima que estaba, “la haría berrear de placer y la pondría a besarme los pies”.
Excitado, cerré los ojos y  me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome  llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla en plan perrito sobre mis sabanas. Me la imaginé entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, me tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Sofía no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada de campeonato. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, su cuñada,  alertada por los gritos,  entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la pelirroja de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca. 
Era un imposible, aunque se metieran en mi cama desnudas nunca podría disfrutar de sus caricias, era demasiado peligroso, pero el morbo de esa situación hizo que no tardara en correrme. Ya tranquilo,  observé que sobre el agua mi semen navegaba formando figuras. “Qué desperdicio”, me dije y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la cena.
A las nueve en punto, estaba tocando el timbre de su casa. Para los rusos la puntualidad es una virtud y su ausencia una falta de educación imperdonable. Una sirvienta me abrió la puerta con una sonrisa y, cortésmente,  me hizo pasar a la biblioteca. Tuve que reconocer que la empresa de mudanzas había hecho un buen trabajo, era difícil darse cuenta que esas dos mujeres llevaban escasas doce horas en ese piso. Todo estaba en su lugar y en contra de lo que me esperaba, la elección de la decoración denotaba un gusto que poco tenía que ver con la idea preconcebida de lo que me iba encontrar. Había supuesto que esa familia iba hacer uso de la típica ostentación del nuevo rico. Sobre la mesa, una botella de vodka helado y tres vasos.
-Bienvenido-, escuché a mi espalda. Al darme la vuelta, vi que Tanía, mi anfitriona, era la que me había saludado. Su elegancia volvió a sorprenderme. Enfundada en un traje largo sin escote parecía una diosa. Su pelo rubio y su piel blanca eran realzados por  la negra tela.
-Gracias- le respondí -¿su marido?
-No va a venir, pero le ha dejado un mensaje- me contestó y con gesto serio encendió el DVD.
En la pantalla de la televisión apareció un suntuoso despacho y detrás de la mesa, Dmitri. No me costó reconocer esa cara, puesto que, ya formaba parte de mis pesadillas. Parecía contento, sin hacer caso a que estaba siendo grabado, bromeaba con uno de sus esbirros. Al cabo de dos minutos, debieron de avisarle y dirigiéndose a la cámara, empezó a dirigirse a mí.
-Marcos, ¡Querido hermano!, siento no haberme podido despedirme de ti pero, como sabes mis negocios, requerían mi presencia fuera de España. Solo nos hemos visto un par de veces pero ya te considero de mi sangre y por eso te encomiendo lo más sagrado para mí, mi esposa y mi dulce hermana. Necesito que no les falte de nada y que te ocupes de defenderlas si las autoridades buscan una posible deportación. Sé que no vas a defraudar la confianza que deposito en ti y como muestra de mi agradecimiento, permíteme darte este ejemplo de amistad- En ese momento, su esposa puso en mis manos un maletín.  Dudé un instante si abrirlo o no, ese cabrón no había pedido mi opinión, me estaba ordenando no solo que me hiciera cargo de la defensa legal de ambas mujeres sino que ocupara de ellas por completo.
“No tengo más remedio que aceptar sino lo hago soy hombre muerto”, pensé  mientras abría  el maletín.  Me quedé sin habla al contemplar su contenido, estaba repleto de fajos de billetes de cien euros. No pude evitar exclamar:
-¡Debe haber más de quinientos mil euros!
-Setecientos cincuenta mil, exactamente- Tania me rectificó -es para cubrir los gastos que le ocasionemos durante los próximos doce meses.
“¡Puta madre! Son ciento veinticinco millones de pesetas, por ese dinero vendo hasta mi madre”, me dije sin salir de mi asombro. El ruso jugaba duro, si aguantaba, sin meterme en demasiados líos, cinco años, me podía jubilar en las Islas vírgenes.
-Considéreme su abogado- dije extendiéndole la mano.
La mujer, tirando de ella, me plantó un beso en la mejilla y al hacerlo pegó su cuerpo contra el mío. Sentir sus pechos me excitó. La mujer se dio cuenta y alargando el abrazo, sonriendo, me respondió cogiendo la botella de la mesa:
-Hay que celebrarlo.
Sirvió dos copas y de un solo trago se bebió su contenido. Al imitarla, el vodka quemó dolorosamente mi garganta, haciéndome toser. Ella se percató que no estaba habituado a ese licor y aun así las rellenó nuevamente, alzando su copa, hizo un brindis en ruso que no comprendí y al interrogarla por su significado, me respondió:
– Qué no sea ésta la última vez que bebemos juntos, con ayuda de Dios-
Es de todos conocidos la importancia que dan lo eslavos a los brindis, y por eso buscando satisfacer esa costumbre, levanté mi bebida diciendo:
-Señora, juro por mi honor servirla. ¡Que nuestra amistad dure muchos años!
Satisfecha por mis palabras, vació su vodka y señalándome el mío, esperó a que yo hiciera lo mismo.  No me hice de rogar, pensaba que mi estómago no iba a soportar otra agresión igual pero en contra de lo que parecía lógico, ese segundo trago me encantó. En ese momento, Sofía hizo su entrada a la habitación, preguntando que estábamos celebrando. Su cuñada acercándose a ella, le explicó:
-Marcos ha aceptado ser el hombre de confianza de Dmitri, sabes lo que significa, a partir de ahora debes obedecerle.
-Por mí, estar bien. Yo contenta- respondió en ese español chapurreado tan característico, tras lo cual me miró y poniéndose melosa, me dijo: -no dudar de colaboración mía.
Su tono me puso la piel de gallina. Era una declaración de guerra, la muchacha se me estaba insinuando sin importarle que la esposa de su hermano estuviera presente. Tratando de quitar hierro al asunto,  decidí preguntarles si había algo urgente que tratar.
-Eso, ¡mañana! Te hemos invitado y la cena ya está lista-, contestó Tanía, zanjando el asunto.
-Perdone mi despiste, señora, le he traído un presente- dije dando a cada una su paquete. La dependienta de Loewe había acertado de pleno, a las dos mujeres les entusiasmó su regalo. Según ellas, se notaba que conocía al sexo femenino, Dmitri les había obsequiado muchas cosas pero ninguna tan fina.
-¿Pasamos a cenar?- preguntó Tania.
No esperó mi respuesta, abriendo una puerta corrediza me mostró el comedor. Al entrar estuve a punto de gritar al sentir la mano de Sofía magreándome descaradamente el culo. Intenté que la señora de la casa no se diera cuenta de los toqueteos que estaba siendo objeto pero dudo mucho que una mujer, tan avispada, no se percatara de lo que estaba haciendo su cuñada. Con educación les acerqué la silla para que se sentaran.
-Eres todo un caballero- galantemente me agradeció Tania. -En nuestra patria se ha perdido la buena educación. Ahora solo abundan los patanes.
Esa rubia destilaba clase por todos sus poros, su delicado modo de moverse, la finura de sus rasgos, hablaban de sus orígenes cien por cien aristocráticos. En cambio, Sofía era un volcán a punto de explotar, su enorme vitalidad iba acorde con el tamaño de sus pechos. La naturaleza la había dotado de dos enormes senos, que en ese mismo instante me mostraba en su plenitud a través del escote de su vestido.
“Tranquilo macho, esa mujer es un peligro”, tuve que repetir mentalmente varias veces para que la excitación no me dominara:”Si le pones la mano encima, su hermano te corta los huevos”
La incomodidad inicial se fue relajando durante el trascurso de la cena. Ambas jóvenes no solo eran unas modelos de belleza sino que demostraron tener una extensa cultura y un gran sentido del humor, de modo que cuando cayó la primera botella, ya habíamos entrado en confianza y fue Sofía, la que preguntó si tenía novia.
-No, ninguna mujer con un poco de sentido común me aguanta. Soy el prototipo de solterón empedernido.
-Las españolas no saber de hombres, ¿Verdad?, -.
Esperaba que Tanía, cortarse la conversación pero en vez de ello, contestó:
-Si, en Moscú no duras seis meses soltero. Alguna compatriota te echaría el lazo nada más verte.
-¿El lazo?, y ¡un polvo!- soltó la pelirroja con una sonrisa pícara.
Su cuñada, lejos de escandalizarse de la burrada que había soltado la pelirroja, se destornilló de risa, dándole la razón:
-Si nunca he comprendido porqué en España piensan que las rusas somos frías, no hay nadie más caliente que una moscovita. Sino que le pregunten a mi marido.
Las carcajadas de ambas bellezas fueron un aviso de que me estaba moviendo por arenas movedizas y tratando de salirme del pantano en el que me había metido, contesté que la próxima vez que fuera tenía que presentarme a una de sus amigas. Fue entonces cuando noté que un pie desnudo estaba subiendo por mi pantalón y se concentraba en mi entrepierna.  No tenía ninguna duda sobre quien era la propietaria del pie que frotaba mi pene. Durante unos minutos tuve que soportar que la muchacha intentara  hacerme una paja mientras yo seguía platicando tranquilamente con Tania. Afortunadamente cuando ya creía que no iba a poder aguantar sin correrme, la criada llegó  y susurró al oído de su señora que acababan de llegar otros invitados.
Sonriendo, me explicó que habían invitado a unos amigos a tomar una copa, si no me importaba, tomaríamos el café en la terraza. Accedí encantado, ya que eso me daba la oportunidad de salir airoso del acoso de Sofía. Camino de la azotea volví a ser objeto de las caricias de la pelirroja. Con la desfachatez que da la juventud, me agarró de la cintura y me dijo que estaba cachonda desde que me vio desnudo esa mañana. Tratando de evitar un escándalo, no tuve más remedio que llevármela a un rincón y pedirle que parara que no estaba bien porque yo era un empleado de Dmitri,
La muchacha me escuchó poniendo un puchero, para acto seguido decirme:
-Yo dejarte por hoy, pero tú dame beso.
No sé por qué cedí a su chantaje y cogiéndola entre mis brazos acerqué mis labios a los suyos. Si pensaba que se iba a conformar con un morreo corto, estaba equivocado, pegándose a mí, me besó sensualmente mientras rozaba sin disimulo su sexo contra mi pierna. Tenía que haberme separado en ese instante pero me dejé llevar por la lujuria y agarrando sus nalgas, profundicé en ella de tal manera que si no llega a ser porque escuchamos que los invitados se acercaban la hubiese desnudado allí mismo.
“¡Cómo me pone esta cría!”, pensé mientras disimulaba la erección.
Tania, ejerciendo de anfitriona, me introdujo a las tres parejas. Dos de ellas trabajaban en la embajada mientras que el otro matrimonio estaba de visita, lo más curioso fue el modo en que me presentó:
-Marcos es el encargado de España, cualquier tema en ausencia de mi marido tendréis que tratarlo con él.
Las caras de los asistentes se transformaron y con un respeto desmedido se fueron  presentado, explicando cuáles eran sus funciones dentro de la organización. Asustado por lo súbito de mi  nombramiento, me quedé callado memorizando lo que me estaban diciendo.  Cuando acabaron esperé a que Tania estuviese sola y acercándome a ella, le pedí explicaciones:
-Tú no te preocupes, poca gente lo sabe pero yo soy la verdadera jefa de la familia. Cuando te lleguen con un problema, solo tendrás que preguntarme.
 Creo que fue entonces cuando realmente caí en la bronca en la que me había metido. Dmitri no era más que el lacayo que su mujer usaba para sortear el machismo imperante dentro de la mafia y  ella, sabiendo que su marido iba a estar inoperante durante largo tiempo, había decidido sustituirlo por mí. Estaba en las manos de esa bella y fría mujer. Sintiéndome una mierda, cogí una botella y sentado en un rincón, empecé a beber sin control. Desconozco si me pidieron opinión o si lo dieron por hecho, pero al cabo de media hora la fiesta se trasladó a mi terraza porqué la gente quería tomarse un baño. Totalmente borracho aproveché para ausentarme y sin despedirme, me fui a dormir la moña en mi cama.
Debían de ser las cinco de la madrugada cuando me desperté con la garganta reseca.  Sin encender la luz, me levanté a servirme un coctel de aspirinas que me permitiera seguir durmiendo. Tras ponerme el albornoz, salí rumbo a la cocina pero al cruzar el salón, escuché que todavía quedaba alguien de la fiesta en la piscina. No queriendo molestar pero intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, fui sigilosamente hasta la ventana para descubrir una escena que me dejó de piedra. Sobre una de las tumbonas, Tania estaba totalmente desnuda y Sofía le estaba comiendo con pasión su sexo.  No pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La rubia con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de la hermana de su marido mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos. Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer, incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso.  Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a Sofía disfrutando del coño de Tania era algo que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.
Llevaban  tiempo haciéndolo porque la rubia no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su amante. Pensé que con su orgasmo  había terminado el espectáculo, pero me llevé una grata sorpresa al ver como cambiaban de postura y Sofía se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer. Fue entonces cuando me percaté que Tanía estaba totalmente depilada y que encima tenía un culo de infarto.  Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Mi recién estrenada jefa sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Sofía tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.
Si aquello ya era de por sí alucinante, más aún fue ver que Tanía se levantaba y se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Le susurró unas dulces palabras mientras  se acercaba y colocando la punta del consolador en el esfínter de su indefensa cuñada, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior. Sofía gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su cuñada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el culo. Fue el estímulo que ambas necesitaban para lanzarse en un galope desbocado. Para afianzarse, la rubia uso los pechos de su cuñada como agarre y mordiéndole el cuello, cambió el culo de la muchacha por su sexo y con fuerza la penetró mientras su indefensa víctima se derrumbaba sobre la tumbona.  Los gemidos de placer de Sofía coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, volví a mi cama aún más sediento de lo que me levanté.
“Hay que joderse, pensaba que la fijación de Sofía por mí me iba a traer problemas con Dmitri, pero ahora resulta que también es la putita de su cuñada. Sera mejor que evite cualquier relación con ella”.
Capítulo dos:
Ese domingo se me pegaron las sábanas de manera que ya habían dado las doce cuando fui a la cocina a desayunar.  Esa mañana me serví un café triple que me hiciera reaccionar. La cafeína recorriendo las venas era lo que necesitaba para poder pensar. Haciendo un repaso a las últimas veinticuatro horas me di cuenta de lo mucho que había cambiado mi vida. Hasta ayer, mi profesión era ser abogado penalista pero no sabía exactamente cuál iba a ser en el futuro. Me había vendido a la mafia, y como cuentan de la droga, se sabe cómo uno entra pero no como sale. Solo esperaba que no fuera dentro de un cajón de madera.
Por otra parte estaba el tema de Sofía. La muchacha estaba para mojar pan, pero solo hablarla era peligroso. Si me enrollaba con ella, podía causar el enfado de Dmitri y de Tania y lo más gracioso del asunto, no tenía claro cuál de los dos era más peligroso. Pensando en ello, salí taza en mano a mi terraza. De haberlo analizado antes quizás no hubiese decidido tomar el aire puesto que allí era sencillo que cualquiera de las dos mujeres me viera y eso era lo último que me apetecía. Afortunadamente no había nadie y de esa forma me tumbé tranquilamente en una hamaca sin que nadie me molestara. El sol, pegándome en la cama, me dio sueño y acomodándome, me quedé dormido.
No debía de llevar medía hora transpuesto cuando escuché el clásico ruido de alguien tirándose a la piscina. Creí que era la descarada de Sofía pero al abrir los ojos me llevé la sorpresa que quien estaba subiendo por la escalerilla no era otra que su cuñada Tania. Estaba espectacular con un bikini rojo, de esos, que en vez de ocultar la desnudez de quien lo lleva, realza las formas de su cuerpo.
-¿Todavía durmiendo?,  creí que eras activo cuando te contraté. Ven al agua, está buenísima.
-Ahora voy, espera que me ponga un traje de baño- respondí.
Curiosamente creí descubrir un mohín en su rostro como si hubiese esperado que me bañara otra vez desnudo. Me di toda la prisa que pude, de manera que en menos de dos minutos ya estaba con ella en la piscina.  La mujer, sin hacerme caso, se dedicó a hacer largos durante media hora, por lo que no tuve más remedio que imitarla.  Era una nadadora estupenda, me costaba seguir su ritmo, se notaba que esa mujer estaba acostumbrada a hacer ejercicio. Ya estaba agotado cuando debió pensar que era suficiente y saliendo de la piscina, se acostó en la misma tumbona que la noche anterior usó para tirarse a su cuñada.
Sin saber qué hacer, la seguí afuera y me tumbé en una que había al lado. Era como si yo no existiera. Mirándola de reojo, me encandilé de la perfección de sus curvas. Sus pechos al no ser tan grandes, tenían una consistencia que sería la envidia de cualquier española y el sueño de cualquier español. Sus piernas eran largas y divinamente contorneadas. Su estómago completamente liso no tenía ni rastro de grasa.
“¡Quien se la follara!”, me dije mientras con mi vista la seguía devorando. “no me extraña que Dmitri sea su perro faldero, yo también me dejaría poner un collar si con ello compartiera su alcoba”.
Como si además de bella, esa mujer tuviese telepatía, de pronto me pidió que le diese crema. Nervioso como un quinceañero, cogí el bote y derramando un podo en su espalda, empecé a extendérsela por su cuello.  El tacto de su piel era suave. Poco a poco fui tomando confianza y mis manos empezaron a recorrer su espalda con absoluta libertad. Nunca en mi vida había tenido una hembra semejante a mi disposición para darle bronceador y por eso quizás lo hice tan sumamente lento que parecía un masaje. 
Me estaba poniendo bruto mientras Tania, ajena a cuales eran mis sentimientos, permanecía con los ojos cerrados. Al terminar de extenderle la crema por la espalda no creí conveniente seguir con sus piernas y menos con el culo, por lo que cerrando el bote volví a mi tumbona. No me había tumbado cuando la escuché quejarse, pidiendo que terminara. No quería quemarse.  Asustado pero a la vez ansioso de tocar sus piernas, me puse a su lado y cuidadosamente fui con mis manos llenas de crema dándole un masaje en las plantas de sus pies. Debió de gustarle por que empecé a oír unos gemidos de satisfacción, lo que me dio pie a sin ningún pudor recorrer sus piernas presionando sus músculos.  Podía parecer un masaje profesional, pero yo sabía que no lo era, al ser consciente de la tremenda erección que estaba soportando. 
Quedaba lo mejor y lo más difícil. Sus glúteos esperaban mis manos y no podía defraudarlos.  Con mi sexo dolorosamente tieso, eché un buen montón de crema en cada nalga antes de siquiera pensar en posar mis palmas en esos monumentos.
“Qué belleza”, me dije al acariciarlos.
Como si fuera una obra de arte y yo un restaurador, fui mimando con mis manos cada centímetro de su piel sin atreverme a acercarme a ninguna de sus dos entradas. Estaba caliente pero no loco.  Lentamente, fui profundizando en mis caricias, extendiendo la crema hasta donde la prudencia me dejó, sin dejar de pensar cómo sería poseer a esa mujer. Estaba a punto de cometer una idiotez cuando me habló:
-Marcos, ¡Para!
Saliendo de mi ensoñación, divisé que sus ojos se habían posado en mi pene y que lejos de indignarse, una sonrisa había hecho su aparición en su boca:
– Eres un maestro dando masajes pero yo soy tu jefa-.
No hizo falta que dijera más, avergonzado mascullé una disculpa y sin pensármelo dos veces, me lancé a la piscina esperando que se me bajara la excitación.  Al salir, se había ido. Acojonado de haberla molestado, decidí salir a dar una vuelta por Madrid.
“¡Como puedo ser tan imbécil!, ¡Pero qué insensato soy!, ¿Cómo he podido ser tan animal de ponerme cachondo dándole crema?”, no paré de decirme mientras me vestía. “Esa tipa con solo chasquear los dedos podría matarme y voy yo y le meto mano, decididamente ¡Soy gilipollas!”.
Estaba sacando mi coche del garaje cuando uno de los gorilas de Tanía me hizo parar.
-Don Marcos, tenemos instrucciones precisas de protegerle, sino le importa: Yo conduzco.
Lo inesperado de su petición no me dejó  reaccionar y antes que me diera cuenta, el ruso conducía y yo estaba sentado en la parte trasera del automóvil. La mafia es como un virus, en cuanto entra se extiende sin control por todos los aspectos de tu vida, dejas de ser libre para convertirte en un engranaje más de la organización. Era un hecho irrefutable que mi existencia rutinaria había cambiado y debía de amoldarme a ese nuevo ritmo de vida. Tenía mucho dinero y desconocía si tendría tiempo para gastarlo por lo que dirigiéndome al chofer le pedí que me llevara a Jockey, uno de los restaurantes más caros de Madrid. Solo había estado una vez y recordaba después de dos años su ensalada templada de cangrejos.
Al llegar a la puerta, el portero me recordó que por protocolo los clientes debían de llevar corbata y que el establecimiento ponía a mi disposición un extenso surtido para elegir. Sonreí pensando que era una pijería a la que tenía que acostumbrarme. Elegí una verde que combinaba con mi chaqueta y pasé adentro. Es una gozada el servicio, nada más entrar el maître me acompañó a una mesa y preguntó:
-Doña Tania, ¿le va a acompañar?
Me quedé pasmado. Al preguntarle como sabía que conocía a esa mujer, me respondió que lo había supuesto porqué era una de sus mejores clientas y yo había llegado con su chofer. Haciendo como si ese detalle no tuviera importancia, pedí que me trajeran un aperitivo. Nada más irse, mi mente empezó a recapacitar sobre su significado. Si un mero maître había hilado cabos que sería de la policía. Estaba seguro que en ese instante, mis datos estaban siendo revisados por la brigada central. En otras palabras; ¡estaba fichado! Cuando ya creía que nada podía ir peor, vi a Sofía entrando por la puerta y dirigiéndose a donde yo estaba. Como no tenía más remedio que aceptar su compañía, me levanté a acercarle la silla.
-Eres malo. Estaba sola y no me has invitado a comer- dijo con una de sus típicas sonrisas de niña buena.
“La verdad es que si esta monada no fuera la hermana de Dmitri, no me importaría nada tener con ella un escarceo. Realmente está buenísima”, pensé al observarla. Sabía perfectamente que no podía dejarme llevar, pero siempre es agradable sentir que una preciosidad como la que tenía enfrente se interesara por uno. 
-¿Qué quieres tomar?- pregunté para romper el hielo.
-Un hombre bueno-  respondió sin dejar de sonreír.
No me explico porque en vez de salir corriendo, decidí meterme con su deficiente español.
-Pues si quieres un modelo, no sé qué haces conmigo. Te llevo quince años.
Se quedó pensando, creo que tardó en comprender que le estaba tomando el pelo.
-Tu estar bueno pero yo decir corazón-, me contestó cogiendo mi mano y llevándola a su pecho.
No me esperaba que sin importarle las apariencias para explicarse me obligara a tocar esos maravillosos senos. No sé si más cortado que excitado o al revés, retiré mi mano, disimulando.
-No vuelvas a hacer eso- la reñí -estamos en un lugar público-.
-Ellos comprenden, yo con mi novio- dijo alegremente mientras volvía a llevársela a su pecho.
-Sofía, por favor, no hagas el ridículo-  le susurré al oído. 
La situación me estaba resultando harto incomoda, si Tanía era una asidua visitante no tardaría en enterarse que su cuñada se había comportado como una vulgar fulana.
-De acuerdo, pero tú y yo novios- me soltó como si nada.
Su insistencia hizo que saltaran todas mis alarmas y tomando aliento, le dije muy serio:
-Sofía, soy sólo tu abogado.
En ese momento vino el camarero a preguntarnos qué quería la señorita de beber. La interrupción hizo que tuviera que esperar a que la muchacha pidiera, para oír una contestación que me heló hasta el tuétano.
-No, tú mi novio. Yo ver en el juicio y Tania prometer tú eres mío.
Casi me caigo de la silla al oírlo. La zorra de su cuñada había comprado el piso de al lado y  me había contratado,  sólo con el propósito de regalarle, a su querida niña, un novio. Tratando de buscar una salida,  se me ocurrió preguntarle qué era lo que opinaba Dmitri de eso y al oír su respuesta supe que estaba jodido:
-Gustar, con marido español no deportación.
No me quedaron fuerzas de seguir discutiendo, ese par de hijos de puta vieron, en el capricho de Sofía, una salida perfecta. Dmitri se aseguraba que no deportaran a su hermana y Tanía conseguía una fachada que le permitiera seguir tirándose a la hermanita de su esposo. Durante el resto de la comida, me mantuve en silencio rumiando las noticias que acababan de darme. Tras el sofocón inicial después de analizarlo, no me pareció tan mala idea y no solo porque estaba buenísima sino porque me daba una razón que hiciera dudar a la policía de mi verdadera relación con esa organización.
“Seré el marido de pega de esta niña y así ellos creerán que soy un pelele”.
Habiendo tomado ya la decisión, era necesario que hacerla pública y que mejor que fueran los propios camareros los que les fueran a la pasma con el chisme. Llamé al camarero y le pedí que nos trajera una botella de Moët.
Al venir con el carísimo champán, cogí el alambre del tapón e hice con él un rústico anillo. Sofía no entendía que narices estaba haciendo. Solo lo comprendió cuando poniéndome de rodillas, le pedí que se casara conmigo. El grito de alegría de la muchacha retumbó en el local, haciendo que todos los comensales se voltearan a ver como un cuarentón estaba postrado frente a una bella joven.
-Sí, ¡me caso contigo!- respondió chillando y sin parar de dar saltos de felicidad.
Aunque parezca increíble, los cincuenta ricachones que había en el restaurante se pusieron de pie y empezaron a aplaudir. Abochornado por el rotundo éxito de mi idea, tuve que agradecer a la audiencia. Con Sofía a mi lado, me di cuenta que todos esperaban el beso de rigor, por lo que no me quedó más remedio que agarrarla por la cintura y dárselo. La exagerada pasión que imprimió Sofía al beso terminó de convencer a todos que era real nuestra unión, creo que incluso debieron darse cuenta que cuando la muchacha dejó de restregarse contra mí, mi pene ya estaba en lo más álgido de la erección.
Decidí que ya era suficiente, y pidiendo la cuenta salimos del lugar, con el convencimiento que en ese momento todo el mundo comentaría en las mesas que otro pobre tonto que se había enamorado de su secretaria. No tenía sentido ir en dos coches,  por lo que me subí al enorme mercedes 600 que había traído a mi futura esposa. Nada más sentarme junto a ella, me cogió la mano y me dijo:
-No creas que soy tonta. De imbécil, no tengo un pelo. Me gustas desde que te vi en el estrado pero sé que no me amas. Eso es cuestión de tiempo, estoy segura que vas a terminar enamorado de mí. Esto es un negocio, tú me das lo que yo quiero y yo lo que tú necesitas. Por cierto, como ves, ¡Tu mujercita habla perfectamente español y sin acento!
No supe que decir, me había engañado totalmente con su pose de niña boba. La mujer que tenía a mi lado era una actriz maravillosa, escondiéndose detrás de una supuesta estupidez pasaba inadvertida para los enemigos de su hermano y evitaba ser objeto de los celos de Tania.
-Tu llevarme a por anillo, no poder llegar con éste a casa- acurrucándose como una enamorada, me susurró mientras pasaba su mano por mi entrepierna.
Comprar un anillo un domingo en la tarde en Madrid es imposible, excepto si eres un mafioso ruso. Solo tuve que preguntarle al chofer y tras un par de llamadas, nos abrieron una lujosa joyería del barrio de Salamanca. Afortunadamente, Tanía me había dado ese enorme anticipo, porque si no los cien mil euros que me gasté en la puñetera piedra  me hubieran quebrado. Mientras Sofía elegía el que más le gustaba, yo no podía dejar de pensar que diría su cuñada de todo esto, sabía a la perfección que formaba parte de su plan pero aún me venía continuamente a la mente la escena lésbica que había presenciado, por eso en cuanto tuve oportunidad le pregunté discretamente, para que no se enterara nuestro guardaespaldas, cómo íbamos a plantearlo.
-Tú, déjame a mí. Para Tania, soy una tonta  que se ha encaprichado del primer hombre inteligente con el que se ha topado. Ella sabe que ayer nos besamos y creerá que no ha hecho falta que ella te obligara tal y como tenía planeado, sino que, como hombre, nos has podido resistirte a mis encantos.
Tomándome mi tiempo, fui al grano. Le conté  lo que había visto y le expliqué  mis temores. Ella al oírme, se echó a reír:
-Ya te dijimos que las moscovitas somos unas calentorras. Ni ella ni yo somos lesbianas pero, cuando no hay un hombre disponible, nos consolamos mutuamente. Por eso no te inquietes, mejor harías en preocuparte por el día que te pille con ella en la cama.
Más tranquilo y siguiéndole la corriente le dije:
-¿Qué harías?, ¿cortarme los huevos?
-No, bobo- respondió con una carcajada -la ayudaría a dejarte seco, ¡mi amor!
Solo imaginarme con esas dos bellezas en la misma cama, me excitó y fue entonces cuando tomé la decisión de hacerlo realidad y por vez primera, la besé sin que me diese miedo que alguien nos viera.
No me da vergüenza reconocer que, mientras volvíamos a casa, estaba acojonado. Aún después de las explicaciones de Sofía, seguía teniendo miedo a la reacción de la gran Jefa. Tania debía de cargar sobre sus espaldas con la autoría intelectual de un buen número de ejecuciones y de ajustes de cuentas, no me cabía duda que no debía de ser extraño que ella se hubiese despachado en persona a algún competidor pero era un hecho cierto que, siguiendo sus órdenes, sus sicarios se habían desembarazado de una buena cifra. Por eso me alegró que ella no estuviera  cuando llegamos a su apartamento.
-¿Qué te apetece hacer?- ronroneó Sofía, pegando su cuerpo al mío.
Estábamos solos y en teoría, esa maravilla de mujer era mi novia. No me costó decidir, agarrándola de la cintura la besé mientras iba desabrochando su falda. Mi querida rusa suspiró al sentir que caía al suelo y como si llevara años sin ser acariciada se lanzó contra mí, desgarrando mi camisa. Sus dientes se apoderaron de mi pecho mientras su dueña intentaba desabrochar mi pantalón. Increíblemente excitada,  gimió al ver mi sexo totalmente inhiesto saliendo de su encierro.
-Te deseo, ¡mi querido picapleitos!
Quería que nuestra primera vez fuera tranquila pero su ardor se me contagió y apoyando mi cuerpo contra la pared, le rompí las bragas y poniendo sus piernas alrededor de mi cintura, coloqué la punta de mi glande en su sexo. Sofía no pudo esperar y forzando sus labios, se empaló lentamente, sintiendo como se introducía centímetro a centímetro mi extensión en su cueva. Nada más sentir que la cabeza chocaba contra la pared de su vagina, empezó a cabalgar usándome de montura. Mi pene erecto era un puñal con el que quería matar su necesidad de ser tomada.  Moviendo sus caderas se echó hacia atrás para darme sus pechos como ofrenda.  La visión de sus pezones, contraídos por la excitación, fueron el acicate que necesitaba el tranquilo abogado para convertirse en Mr. Hade. Completamente dominado por la lujuria, usé una de mis manos para poner su pecho en mi boca.
Sofía gritó al notar que mis dientes se cerraban cruelmente sobre su pezón y agarrando mi cabeza, me pidió que no parara. La humedad que manaba de ella me informó de la cercanía de su orgasmo. Su respiración agitada no le permitía seguir alzándose sobre mi pene, por lo que tuve que ser yo quien, asiéndola de su culo, la  ayudara a sacar y meter mi sexo dentro del suyo. Al percatarse que ya no le era tan cansada esa postura, se puso como loca y acelerando sus maniobras,  explotó  derramando su flujo sobre mis piernas.   Los gemidos de placer de la muchacha me espolearon y como un joven garañón, galopé en busca de mi orgasmo. Ya no importaba que esa mujer fuera la hermana de un mafioso, en mi mente era mi hembra y yo, su semental. Siguiendo el dictado de mi instinto busqué esparcir  mi simiente en su campo. Con el coño completamente mojado, Sofía disfrutaba  cada vez que mi verga, al entrar y salir, presionaba sobre sus labios y rellenaba su vagina.   Su clímax estaba siendo sensualmente prolongado por mis maniobras, llevándola del placer al éxtasis y vuelta a empezar.  Clavando sus uñas en mi espalda, me rogó que me corriera, que necesitaba sentir mi eyaculación en su interior. 
La entrega de la muchacha era total. Berreando en mis brazos, se estaba corriendo por segunda ocasión cuando al levantar mi cabeza, vi a su cuñada mirándonos desde la terraza. Su gesto no era de enfado sino de satisfacción, dándome a entender que aprobaba lo que estábamos haciendo. El morbo de ser observado, hizo que mi pene estallara dentro de Sofía mientras veía a la rusa volviendo a su piso.
-Vamos a tu cama, esto es solo un  aperitivo  de lo que vas a disfrutar conmigo- susurró mi recién estrenada novia.
Sus palabras me hicieron soñar en tenerlas a las dos entre mis brazos y llevándola en volandas, me dirigía a mi cuarto.
-¡Qué impetuoso!- me dijo al tirarla encima de mi cama y tumbarme a su lado,-pareces que tienes ganas de seguir dándole placer a tu mujercita-.
-Los españoles también somos unos calentorros- contesté mientras le abría las piernas y sin ningún tipo de delicadeza la volvía a penetrar.
Me recibió totalmente mojada y abrazándome con sus piernas, buscó que mi penetración fuera total.
-Cabrón, ¡Me estás poniendo a mil! Me gustaría que la boba de Tania nos viera. Se moriría de envidia al saber que tenía razón cuando,  el día que te vi con el juez, le dije que eras un perfecto semental.
Solté una carcajada al oírla. Moviendo mis caderas, la atraje hacia mí y le expliqué que sus deseos se habían convertido en realidad.
-No te entiendo.
-Tania nos ha estado espiando mientras lo hacíamos en el salón, y te puedo prometer que no se le notaba enfadada-.
-¡Mierda!-, exclamó soltándose de mi abrazo -tengo que ir a hablar con ella. No quiero que se enoje-.
-Ahora soy yo el que no comprende, no me has dicho que estaba todo hablado-.
-Sí, pero la jefa es la jefa y querrá novedades-, me contestó mientras salía completamente desnuda de mi habitación y dando un portazo me dejó compuesto y sin novia.
“Quien entienda algo que me lo aclare”, pensé mientras me vestía. En teoría, las dos mujeres habían maniobrado para que Sofía me llevara a la cama, por lo que no comprendía cual era la urgencia. Con el paso de los minutos me fui poniendo cada vez más nervioso, al imaginarme que la muchacha me había mentido sobre la verdadera relación que le unía con su cuñada. Si en un principio estaba intrigado al cabo de la media hora estaba histérico.  “Joder, la he cagado. Me he tirado a su putita”.
 

 

 

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa 3” (POR GOLFO)

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Si mi primera noche con mi cuñada fue en gran medida sexo forzado, en la segunda Nuria se entregó a mí voluntaria y totalmente. Habiendo descubierto un placer que hasta entonces le era desconocido, decidió que junto conmigo iba a explorar todas sus facetas y comportándose como una autentica zorra, buscó una y otra vez mis brazos aunque eso  supusiera traicionar la confianza de su hermana.
Aunque durante años, esa morena y yo no nos podíamos soportar después de la experiencia vivida, comprendió que su rechazo no era más que una forma de ocultar la atracción que sentía por mí y por eso al despertar esa mañana en mi cama, sintió celos de Martha que todavía dormida, se acurrucaba al otro lado de mi cuerpo. Sin podérselo creer, supo que aunque había disfrutado con ella también no le gustaba que otra mujer estuviera en mis brazos.
De mal humor, despertando a la inglesa, le dijo:
-Vete a ver si Arthur te necesita.
Yo, que seguía dormido, no me enteré de que la rubia se había ido. Mi cuñada al quedarnos solos, se volvió a abrazar a mí y sintiéndome suyo, sonrió mientras con su mano me empezaba a acariciar. Sin mediar intención por mi parte, involuntariamente mi pene reaccionó a sus caricias y poco a poco fue poniéndose duro ante la mirada satisfecha de esa mujer. Al alcanzar la longitud que estaba buscando, se puso a horcajadas sobre mí y poniendo mi glande en su sexo, se empaló lentamente.
Al sentirlo, me desperté y me quedé pasmado al comprobar la mirada de amor con la que la zorra de mi cuñada me recibió. Como estaba dormido, no la supe interpretar bien y creí que lo que esa mujer  sentía era deseo y por eso, cogiendo sus nalgas entre mis manos, introduje hasta el fondo el resto de mi miembro. Nuria al sentir que la cabeza de mi pene chocaba contra la pared de su vagina, pegó un grito y como desesperada, empezó a cabalgar sobre mí buscando que nuevamente derramara mi simiente en su interior.
-Se ha despertado bruta la zorra de mi cuñada- dije al comprobar el volumen de sus berridos.
-Te necesito- fue lo único que alcanzó a decir la hermana de mi mujer antes de empezar a sentir que un orgasmo le atenazaba la garganta.
Con su coño convertido en manantial antes de tiempo, la mujer que durante años me había hecho la vida insufrible, comprendió que en solo dos días se había vuelto adicta a mí y mientras se corría, comenzó a llorar en silencio. Sin exteriorizarlo, disfrutaba y sufría con mi pene inserto en su cuerpo. Deseaba a la vez que me desparramara y sembrara su útero con mi semen pero por otra parte quería salir corriendo y no verme más. Ajeno a su sufrimiento, cogí sus pechos entre mis manos y llevándolos hasta mi boca, me puse a mamar de ellos mientras le decía:
-¡Me pasaría toda mi vida entre tus tetas!

Mi comentario jocoso en absoluto tenía un significado más allá de un piropo un tanto brusco, pero mi cuñada al oírlo creyó que compartía su mismo sentimiento y abrazándose a mí, me dijo:

-Yo también te amo pero no quiero hacerle daño a mi hermana.
Su confesión me puso los pelos de punta y retirándola de un empujón, salí de la cama todavía empalmado. Nuria que no se había percatado de mi cara, creyó que era parte de un juego y poniéndose a cuatro patas, me pidió que volviera con ella. Aunque en otro momento no me hubiese podido resistir a semejante ofrecimiento entonces me pareció fuera de lugar y sentándome en una silla, le pedí que me explicara qué era eso de que me amaba.
Al ver mi seriedad, Nuria echándose a llorar me reconoció que desde que había sido mía, no podía pensar en otra cosa mas que en compartir su vida conmigo.
-¡Tú estás loca!  ¡Tu hermana es mi mujer!- exclamé indignado.
Echa una energúmena, se lanzó contra mí diciendo:
-Maldito, ¡Eso no te importó al violarme en la playa!
Os juro que si no llego a parar sus brazos, esa mujer me hubiera pegado pero afortunadamente conseguí detenerla y ya aprisionada, intenté razonar con ella. Por mucho que intenté que recapacitara, como una loca se retorció e intentó darme patadas, por lo que no me quedó más remedio que soltarle un tortazo. Desde el suelo, me gritó:
-¡No te basta con haber destrozado mi vida que ahora me pegas!
Comprendí al ver la señal de mi mano en su cara que me había pasado y tratando de reparar mi torpeza, me senté junto a ella y la trate de tranquilizar diciendo:
-Nuria, yo también te quiero pero lo nuestro es imposible.
Al sentirme a su lado, se arrodilló a mis pies y con genuinas lágrimas en los ojos, me pidió que lo intentáramos diciendo:
-No me importa ser tu amante, ni siquiera la zorra en la que liberes tu tensión cuando te enfades con tu esposa pero te lo ruego, ¡No me dejes!
Pensando que una vez en Madrid, mi cuñada aceptaría la realidad y se olvidaría de tan absurda petición, di mi brazo a torcer diciendo:
-De acuerdo pero ahora vístete.
Soltando un grito de alegría, se levantó del suelo y me obedeció. Os juro que entonces no valoré apropiadamente lo cabezota que era esa mujer pero no tardaría en comprobarlo porque cuando ya vestidos salíamos del yate, rumbo al hotel, entornando los ojos susurró en mi oído:
-¿Crees que mi hermana aceptaría compartirte conmigo?
Sé que debí cortar por lo sano pero esa idea me pareció además de irrealizable, super morbosa y como todavía nos quedaba un día en esa playa, preferí dejar para España ese trance y disfrutar de esa zorra lo que quedaba de estancia por esos parajes. Por eso, azuzando su ritmo la llevé hasta mi cuarto.

Nuestra última tarde en México
Una vez habiéndonos desahogado las ganas, Nuria se quedó dormida en la cama. Su descanso me permitió valorar apropiadamente lo buenísima que estaba esa mujer. Su melena morena caída sobre la almohada, dotaba a esa preciosidad de una sensualidad difícil de describir pero para colmo esos enormes pechos eran tan duros que aunque estaba acostada boca arriba, seguían como por arte de magia apuntando al techo. Bajo esos dos monumentos, un estómago liso era el anticipo de unas caderas de infarto  y siguiendo el camino, su depilado pubis coronaba su belleza.
“¡Si no fuera tan zorra…!”pensé al recordar que, aunque pareciera a simple vista un ángel de ojos verdes, esa mujer era una manipuladora sin escrúpulos. Cuanto más la veía y más recordaba su pasado comportamiento, menos me podía creer su supuesta transformación. “Nadie cambia así de la noche a la mañana!” sentencié dando por sentado de que su “enamoramiento” no era más que otra estratagema con la cual joderme y por eso, decidí que iba a hacérselas pasar putas en tiempo que siguiéramos en México.
Con la tranquilidad que me dio el haber tomado esa decisión, me senté a su lado y la empecé a acariciar con el propósito de que se confiara. Tal y como había previsto, Nuria al sentir mis manos por su cuello, se despertó y mirándome con una expresión enamorada, me pidió que volviera a la cama.
-Levántate, es la hora de comer- le dije mientras mis yemas se apoderaban de uno de sus pezones.
Su areola, como si tuviera frío, se contrajo dando muestra clara de su excitación y tratando de forzar su calentura para que fuese bien calentita a comer, llevé mi boca hasta su pezón. Nuria creyendo que quería reanudar hostilidades intentó llevarme nuevamente entre las sabanas pero dándole un suave mordisco, le reiteré que se levantara.
-Pensaba que nos quedaríamos toda la tarde en la habitación- me dijo con voz triste -¿No te apetece volverme a amar?
Estuve a punto de explicarle que nosotros no habíamos hecho el amor y que simplemente habíamos follado pero comprendí que no serviría de nada. Por eso, la cogí entre mis brazos y llevándola hasta la ducha, abrí el agua fría mientras le decía:
-Tienes quince minutos para estar lista.
Tras lo cual, la dejé gritando mientras me ocupaba de revisar su equipaje. Mi idea inicial fue elegirle la ropa pero me quedé atónito al descubrir entre sus pertenencias un marco de fotos de ella conmigo. No me impactó el no reconocer cuando nos habían tomado esa instantánea, lo que realmente me puso en alerta fue el motivo por el que esa mujer la había llevado consigo en ese viaje.
Por primera vez, comencé a temerme que no fuera una pose pero tras recapacitar, comprendí que esa foto era parte de un plan b. Estaba convencido e incluso ella me lo había confirmado que su diseño inicial era engatusar a nuestro jefe y ahora que le había fallado, quería ejecutar su proyecto alternativo. Encabronado, guardé el marco en la maleta y decidí esperarla sin más.
Nuria salió del baño todavía enfadada y sin dirigirme la palabra se puso a vestir. Aunque fui testigo de cómo esa preciosidad se vistió, os tengo que reconocer que no me excitó ver como lo hacía, estaba demasiado enfadado con ella para ello. En cambio, los diez minutos que tardó en vestirse me dieron el tiempo que necesitaba para tranquilizarme y sobre todo para planear qué coño hacer.
Cuando se hubo engalanado, el resultado no podía ser más satisfactorio. Aprovechando la temperatura que hacía, mi cuñada se puso un vaporoso vestido que resaltaba la perfección de sus formas.
“Será una zorra pero está buena”, pensé al admirar su cuerpo tras la tela.
La hermana de mi mujer se percató de mi mirada y sonriendo me dijo que estaba lista por lo que sin explicarle donde íbamos, la saqué del hotel. Con la cámara de fotos colgada en mi cuello, la llevé hasta el coche que había alquilado y ya en él, me dirigí hacía una playa alejada.
-No traigo traje de baño- dijo cuándo se dio cuenta  a dónde íbamos.
-No te va a hacer falta- respondí.
Debió de comprender que tenía planeado porque poniendo una expresión pícara, me soltó:
-Eres muy malo.
Al mirarla de reojo, observé que sus pezones se le habían erizado. Su reacción, no por ser previsible, me dejó de sorprender porque sabiendo la facilidad que esa tipa tenía para calentarse que, solo con la perspectiva de ser fotografiada por mí, se pusiera verraca era algo al menos novedoso.  Intentando confirmar esa faceta, le dije:
-Voy a hacerte un book erótico.
Nuria se quedó callada al oír mis intenciones pero lejos de enfadarse con la idea, saber que le tomaría fotos de carácter porno, le hizo suspirar y tras unos minutos donde debió estar valorándolo, me preguntó:
-¿Por qué?
Sin ocultar mis razones le expliqué que con ese reportaje, sería incapaz de traicionarme porque de hacerlo, le arruinaría la vida. Si creía que seiba a enfadar, me equivoqué porque nada mas revelárselo, me dijo:
-Nunca podría traicionarte pero si así te quedas más tranquilo, ¡Lo haré!
Que hubiese aceptado a la primera darme las herramientas con las que tenerla controlada, me hizo dudar de si había juzgado bien sus motivos temiéndome que su entrega fuera real tal y como ella sostenía. Al llegar a la playa, su actitud solo incrementó mi zozobra porque bajando del coche, me soltó:
-¿Qué quieres que haga?
La naturalidad con la que me lo preguntó, me indujo a buscar en esa playa algo que la hiciera reconsiderar su decisión. Al ver cerca de unas rocas a una negra tomando el sol, decidí llevarla hasta allá:
“En cuanto vea que la voy a exhibir ante una desconocida se va a negar”, me dije dirigiéndome hasta ese lugar.
De camino, Nuria en vez de estar preocupada parecía feliz porque me soltó que esperaba que después de la sesión de fotos, volviéramos a la habitación. Al irnos acercando a donde estaba esa mujer, me quedé pálido al observar que la dama en cuestión era una culturista y que en vez de un cuerpo femenino, bajo ese bikini se escondían una serie de músculos con los que yo no podría competir en una lucha.
La negra al escucharnos llegar, dio muestras de que la estábamos incomodando al dirigirme una dura mirada tras lo cual se giró para no vernos. Decidido a que esa hembra fuera parte de la prueba, puse el trípode con la cámara a escasos tres metros  de ella y una vez con todo preparado, miré a mi cuñada y le pedí que empezara a posar. Haciendo caso omiso a que hubiera alguien observando, Nuria se comportó como una modelo profesional, meneando su melena y poniendo poses a cada cual más sensual.

Cómo ya os he explicado varias veces, la hermana de mi mujer es un espectáculo. Sus ojos verdes le confieren a su cara una picardía mezclada con ternura que hace que su presencia no resulte indiferente a nadie y si a eso le unimos unos pechos enormes y un cuerpo de antología, dan como resultado que mi queridísima cuñada resulte irresistible.
No llevaba ni diez fotos cuando comprendí que me estaba empezando a calentar pero recordando mi plan, tuve que aguantarme las ganas de saltar sobre ella y con voz profesional le dije que dejara caer un tirante. Nuria no solo me obedeció sino que adelantándose a mi siguiente orden, metió una mano por su escote y se pellizcó un pezón mientras se mordía sensualmente los labios.
La escena estaba subiendo de temperatura cuando de reojo, observé que habíamos conseguido captar la atención de la afroamericana. Con sus músculos en tensión, no perdía ojo de lo que estábamos haciendo.
-¡Súbete la falda!- dije todavía manteniendo una frialdad que no sentía.
La zorra de mi cuñada sin quitar su mano de su pecho, llevó la otra a su entrepierna y dando ostensibles gemidos, fue levantando el vuelo de su vestido mientras ponía cara de puta.
“¡Cómo me pone!”, no pude dejar de aceptar al ver la sexualidad que desprendía por todos sus poros y añadiendo otro motivo para picar aún más la curiosidad de la negra, le pedí que se quitara las bragas.
Dotando a sus movimientos de una lentitud exasperante, Nuria me obedeció mientras yo inmortalizaba la secuencia con mi cámara. Lo creáis o no, esa mujer llevó sus manos hasta su tanga y con una sensualidad sin límites, fue bajándola por sus piernas mientras me miraba fijamente.
“¡Dios!, ¡Qué buena está!”, exclamé mentalmente al observar que una vez se había despojado de su ropa interior, se apoyaba en la roca y arremangándose el vestido, iba descubriendo centímetro a centímetro la perfección de sus muslos.
La enorme culturista que hasta entonces se había mantenido en un discreto segundo plano, no pudo evitar acercarse a mí y observar de más cerca a mi cuñada.  Sonreí al percatarme de la mirada de deseo de la negra y buscando incrementar su morbo, cuando Nuria ya tenía su sexo al descubierto, le pedí que se masturbara.
SI pensé en algún momento que se iba a sentir incomodada, no pude estar más errado porque con un brillo no disimulado en sus ojos, separó con sus dedos los pliegues de su vulva y cogiendo el botón que escondían, se puso a acariciarlo.
-¡Oh! ¡My god!- susurró la desconocida al advertir que mi cuñada se toqueteaba el clítoris  mientras yo seguía tomando fotos.
Los pezones de la negra se le marcaron bajo el bikini mientras su dueña era incapaz de retirar su mirada de ese coño. La confirmación de que esa gigantesca mujer se estaba viendo excitada por la escena vino cuando la vi cerrar sus piernas en un intento de contener su calentura. Ya convencido de que esa mole iba a ser coparticipe de la sesión de fotos, pedí a mi cuñada que le mostrara el culo.
Nuria viendo mis intenciones, se dio la vuelta y usando sus manos, separó sus nalgas para que pudiera tomar una fotografía de su ano. Acercándome a ella, tomé varios primeros planos, descubriendo que para entonces la humedad ya encharcaba su sexo.
-¡Eres una putita exhibicionista!- le dije dando un azote en su trasero.
Mi caricia hizo que con más interés se abriera los dos cachetes y que sin habérselo exigido se introdujera un dedo en su esfínter mientras miraba de soslayo a la negraza. La desconocida al ver a mi cuñada masturbándose por ambos orificios, pegó otro suspiro totalmente excitada. Al percibir que estaba deseando participar, le solté en inglés:
-¿Can you help me?
Sin llegarse a creer su suerte, la mulata se acercó y en un español con marcado acento, me preguntó en que quería que me ayudara.
-¿Te apetece participar?- contesté y viendo que aceptaba, le pedí que terminara de desnudarla.
La mujer sin esperar a que se lo repitiera, se acercó a donde estaba mi cuñada y le ayudó a quitarse el vestido. Mientras lo hacía, la sonrisa que lucía Nuria me informó de que estaba disfrutando por lo que comprendí que no estaba consiguiendo mi propósito de avergonzarla. Pero lo que nunca me esperé fue que abrazándose a la negra, le pusiera los pechos en la boca y le dijera:
-Mi hombre quiere fotografiarme mientras me follas.
Os confieso que me alucinó la reacción de esa desconocida porque sin conocernos ni saber cuál iba a ser el destino de esas fotos, metió en su boca los pezones de mi cuñada y se puso a mamar de ellos como descocida. El contraste de su piel oscura contra la blancura de Nuria terminó de elevar mi paranoia y ya sin freno, le dije al oído:
-Es toda tuya.
La culturista habiendo obtenido mi permiso, pegó aún mas su cuerpo contra el de mi cuñada y restregando su sexo contra el de la otra mujer, me sonrió totalmente entusiamada.
-Así, ¡Sigue!- suplicó al sentir los dientes de la negra en sus areolas.
Durante un rato, la mulata se  conformó con mamar esos pechos que había puesto a su disposición. Con la destreza que da la experiencia, chupó de esos dos manjares sin dejar de acariciar la piel de mi cuñada. Viendo que había conseguido vencer sus reparos iniciales y que Nuria estaba disfrutando, siguió bajando por su cuerpo dejando un húmedo rastro camino su sexo.
Arrodillándose en la arena, le separó con ternura los labios de su vulva, tras lo cual la obligó a separar las piernas. Incapaz de negarse, Nuria obedeció y fue entonces cuando se apoderó de su sexo. Con suavidad se concentró en su  botón.
-¡Me encanta!- suspiró aliviada al asimilar que la boca de esa mujer le gustaba.
Esa confesión dio a la desconocida el valor suficiente para con sus dientes y a base de pequeños mordiscos, llevarla hasta su primer orgasmo. De pie, con sus manos en el pelo afro de la mujer y  mirándome a los ojos, se corrió en la boca de la otra. La negra al notarlo, sorbió el río que manaba de ese sexo, y profundizando en la dulce tortura, introdujo un dedo en la empapada vagina. Sin importarle que yo estuviera presente,  gritó de placer:
-¡Por favor! ¡Quiero más!
Interviniendo, cogí la toalla de la desconocida y trayéndola hasta el amparo de las rocas, la extendí sobre la arena. Una vez allí, ordené a mi cuñada que se tumbara en la misma  y mirando a esa extraña, le solté:
-Fóllatela.
La mujer me miró aterrada pero cumpliendo con nuestro trato no escrito, se fue acercando hasta donde le esperaba la otra mujer. Nuria desde el suelo esperó a que esa gigante procediera  pero la indecisa mujer no se atrevía.
-¿Qué hago?-  me preguntó asustada.
Comportándome como su mentor, la obligué a arrodillarse entre las piernas de mi cuñada y con una suave presión de mis manos, acerqué su cabeza contra su meta. Al sentir el coño de Nuria pegado a sus labios, venció todos los reparos de la culturista y sacando su lengua reinició sus caricias. Por su parte, la hermana de mi mujer berreó como una puta al notar la húmeda carantoña y en voz en grito proclamo su placer al viento.
Si de por sí yo ya estaba excitado al observar las negras y duras nalgas de la desconocida moverse al compás de su boca, fue algo a lo que no me pude evadir y acercándome a la pareja, las acaricié con mis manos. En contra de lo que había previsto, la piel de su trasero era tersa y suave. Por eso y habiendo escuchado el gemido que salió de su garganta al ser tocada por mí, me dio los arrestos suficientes para prolongar y profundizar mi manoseo. Fue entonces cuando olvidándose momentáneamente del sexo de mi cuñada, la enorme mujer se giró y con voz descompuesta, me dijo:
-Fock me.

No me lo tuvo que repetir y sin darle tiempo a arrepentirse, le bajé la parte de abajo del bikini, dejando al descubierto un sexo casi depilado por completo. La visión de ese manjar y la certeza de que estaba anegado hicieron el resto y ya con mi pene completamente erecto, me desnudé.
Para entonces, la negraza ya se había apoderado del clítoris de mi cuñada y mordisqueando dicho botón había vuelto a conseguir llevarla al borde del orgasmo. Contando con su autorización, cogí mi pene y colocándolo entre sus nalgas empecé a frotarlo contra su raja. La culturista bramó como loca, al sentir mi tranca en su culo y sin pedirme mi opinión la cogió con la mano y la llevo hasta la entrada de su sexo.
“Mierda, me apetecía follarle el culo”, maldije entre dientes pero asumiendo que me quedaría con las ganas, de un solo empujón se lo metí hasta el fondo. No me sorprendió encontrármelo encharcado por lo que sin esperar a que se acostumbrara empecé a cabalgarla mientras le ordenaba que usara sus dedos para dar placer a mi ya amante. La mulata quizás estimulada por sentir mi miembro en su interior pegó un grito y con mayor énfasis, reanudó la comida de coño introduciendo un par yemas en el sexo de Nuria.
-¡Me encanta ver cómo te la follas!- aulló, satisfecha y sin cortarse en absoluto, se pellizcó los pezones mientras me pedía que le diera un azote en ese culazo a la desconocida.
No tardé en complacer su deseo y con un sonoro azote, azucé el ritmo de la mujerona. Esta al sentir mi ruda caricia en su nalga, aceleró el roce de su lengua sobre el sexo de la muchacha. El chapoteo de mi pene al entrar y salir del chocho de nuestra cómplice me convenció de que esa mujer estaba disfrutando del duro trato y soltándole otra nalgada, exigí que se moviera.
-¡Yes!-chilló dominada por la pasión la enorme desconocida.
El rostro de mi cuñada me reveló que no iba a tardar en tener un orgasmo por lo que aceleré el compás de mis penetraciones para intentar que ese saco de músculos cumpliera con su función. Curiosamente, el conducto de ese oscuro chocho era estrecho y por eso cuando acuchillé su interior con mi estoque, creí partirla en dos. La presión que ejercía contra mi pene me hizo temer correrme antes de tiempo y por eso tratando de prolongar mi erección, redujé mi ritmo mientras con los dedos empezaba a acariciar su esfínter.
Desgraciadamente, Nuria no pudo más y soltando un berrido se corrió. Nada más hacerlo, se percató de que estaba estimulando a la negra por detrás y hecha una furia se abalanzó sobre ella y la retiró de mí.  Mi cuñada totalmente celosa no se lo pensó dos veces en darle ese empujón y a voz en grito, me pidió que me tumbara. Con mi pene tieso, obedecí y nada más poner mi espalda contra la toalla, escuché que me decía:
-¡Puedes follarte a cualquiera pero dar por culo solo a mí!
Medio cabreado por la oportunidad perdida, le contesté:
-¡A qué esperas!
Mi respuesta debió complacerla porque luciendo una sonrisa de oreja a oreja, se agachó de espaldas y poniéndose a horcajadas, se empaló lentamente su propio ojete. La lentitud con la que se introdujo mi miembro en su interior, me permitió sentir como mi glande se abría camino y como su estrecho conducto, parecía estar hecho a medida de mi pene.
-¡Qué gozada!- aulló al notar que la rellenaba por completo y que la base mi verga chocaba contra sus nalgas.
Fue entonces cuando con la cara descompuesta, La negra que había asistido atónita al empalamiento, se puso a chuparle los pechos y al ver que mi cuñada no rehuía el contacto bajando la mano hasta la entrepierna, empezó también a masturbarla. Nuria al sentir la triple estimulación  con tono descompuesto, chilló:
-Cariño, ¡Dale por culo a tu puta!
Tras lo cual, inició un desenfrenado galope usándome como montura. Bramando de deseo,  empleó mi pene como si de un consolador se tratara.  Izando y bajando sus caderas, dio inicio a un rápido mete-saca donde mi única función era poner mi polla a su disposición.
-¡Dirty bitch!- exclamó la mulata al percatarse del zorrón que era y pegándole un duró mordisco en un pezón, reinició sus toqueteos.
-¡Como deseaba sentirme tuya!- chilló satisfecha  mientras su cuerpo unía un orgasmo con el siguiente.
La entrega de mi cuñada fustigó pasión y llevando su ritmo a unos extremos brutales, acuchillé su interior sin parar. Si ya estaba de sobra estimulado, bramé como un toro al ver que la negra usaba su otra mano para satisfacer su propia lujuria e incapaz ya de parar, busqué liberar mi tensión vía placer.
La explosión con la que sembré sus intestinos, se derramó y saliendo por los bordes de su ano, empapó con su blanca simiente no solo las piernas de Nuria sino las negras manos que la estaban pajeando. La culturista al advertir que había terminado, usó su fuerza bruta para voltear a mi indefensa cuñada y poniéndola a cuatro patas, le abrió ambos cachetes y se puso a recolectar con su lengua mi semen.
Nuria que no se lo esperaba, disfrutó como una perra de la lengua de esa atleta mientras recogía con auténtica ansia la producción de mi pene. La morena habiendo dejado sin rastro de mi simiente su ano, se levantó y yendo hasta su bolso, cogió un boli y anotó algo en un papel, tras lo cual volvió y dándomelo, me dijo:
-Este es mi mail- y sonriendo me pidió: -¡Mándame las fotos!
Soltando una carcajada, le prometí hacerlo y tumbado sobre la arena, vi como esa mujer de enormes músculos y coño pequeño desaparecía rumbo a la salida. Mi cuñada todavía tardó unos minutos en sobreponerse al esfuerzo y cuando lo hizo, se abrazó a mí diciendo:
-Tengo que contarte un secreto.
Por su tono meloso, comprendí que no me iba a gustar ese “secreto” pero aun así, la curiosidad pudo más que la prudencia y por eso le pregunté cuál era. Mi cuñada, la preciosa hermana de mi mujer, se acurrucó entre mis brazos antes de decirme:
-¡Llevo más de dos meses sin tomarme la píldora!
 

Relato erótico: “El obseso. relaciones parentales” (POR RUN214)

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MALCRIADA2
            Por primera vez en mucho tiempo el despertador interrumpe mis sueños. Normalmente llevo despabilado un buen rato antes de que suene. Un buen rato en el que me estoy pajeando bajo las sábanas pensando en tetas y Sin-t-C3-ADtulo31coños. Me la meneo hasta que estoy a punto de correrme y justo entonces sujeto la punta de mi prepucio mientras eyaculo almacenando el semen en esa bolsita que forma la punta del pellejo. Después me quedo adormilado hasta que el despertador suena. Lo apago y espero hasta que mi madre entre unos minutos después para ver si estoy despierto. Me pone la mano en el pecho y me susurra para que me levante sin saber que llevo en vela más de media hora y que estoy sujetando el semen dentro de mi polla con la punta de mis dedos para que no se escape.
Hago como que me desperezo y espero hasta que sale de mi cuarto para ir al baño donde suelto mi carga y aprovecho para mear contento de que nadie conozca mi secreto pajeril.
Pero hoy es distinto. He dormido de un tirón y estoy descansado. No estoy cachondo, no pienso en tías ni en follar. No me maldigo por no parar de pensar en sexo continuamente en lugar de dedicar el tiempo a cosas más provechosas como estudiar.
Saco los pies de las sábanas y me quedo sentado en el borde de mi cama. Siempre duermo en calzoncillos y camiseta pero hoy estoy completamente desnudo. Miro a mi pene sorprendido. Es increíble que no me esté apuntando a la cara a estas horas, él siempre se levanta antes que yo, duro y firme.
Mi madre no ha entrado aun en mi cuarto para asegurarse de que sigo vivo. Salgo al pasillo en pelotas. Hoy no me importa que alguien me pueda ver así. Cruzo hasta el baño, levanto la tapa del váter y meo sin utilizar las manos. Me miro en el espejo y me encuentro guapo. No es normal que me vea guapo. Sonrío, estoy feliz.
De vuelta a mi cuarto oigo a mi madre en la cocina. Estará preparando mi desayuno, como siempre. Mi padre está en la cama todavía, ha tenido turno de noche y se levantará tarde. Entro en mi habitación y veo mi ropa sobre la silla junto a la pared. Es una mierda de ropa pero yo no sé vestir bien, no tengo gusto para eso. Nunca he ido de compras, no me atrevo, es como si tuviera una especie de miedo escénico a entrar en una tienda.
Levanto mis pantalones y los miro con los ojos de alguien que ha renacido durante la noche y tiene una visión distinta y renovada, más madura. Son de una tela azul que intenta imitar sin éxito a un pantalón vaquero. Es de la marca “Lemmis”. Mis zapatillas tampoco son mejores ni más esplendorosas, unas “Roedork” fabricadas en la china mandarina que ni tan siquiera son de piel.
Junto con mi camiseta, que lleva escrita unas letras enormes formando la palabra “COLORADO”, hacen de mí un auténtico cutre. Así es normal que no haya ligado en la puta vida y me haya mantenido virgen con 25 tacos. Sin embargo hoy estoy feliz. La razón, ayer follé por primera vez.
Ayer era un pobre chico retraído y lleno de complejos, un manojo de tabúes bajo un mal corte de pelo. El típico muchacho en el que nadie se fija si no es para sentir lástima o asco o ambas cosas a la vez. Un friki pajillero y pervertido que pasa las horas tras la pantalla de su ordenador consumiendo porno.
Pero hoy soy otro distinto. Me encuentro diferente, como si fuera más inteligente o algo parecido. He hecho las paces con el mundo. De alguna manera ya soy un tío normal, bueno casi. Solo me falta un “no sé qué” para alcanzar la plenitud. Como una especie de pequeño resquemor en lo más hondo del estómago.
Me visto y voy a desayunar, tengo hambre, mucha hambre. Mi madre se pone en pie al verme entrar en la cocina, está nerviosa.
-¿Qué tal estás hijo?
-Bien mamá…, gracias. –De repente me noto nervioso yo también.
Mi madre se sienta a mi lado sin quitarme ojo mientras desayuno. El semblante de su cara es de preocupación como si pensara que me fuera a morir de un momento a otro.
-¿Qué tal has dormido?
-Eh… bien, bien. Muy bien –respondo incómodo. Sabe que he dejado de ser un niño esta noche.
-Y… bueno, si quieres…
-Está todo bien mamá.
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Se levanta dubitativa y se mueve a mi alrededor abriendo y cerrando cajones. Entra y sale una y otra vez de la cocina sin saber qué hacer o a donde dirigirse. Me contagia su nerviosismo y la situación empieza a ser incómoda para mí también, necesito salir de aquí cuanto antes. Me levanto, cojo mi carpeta y me voy hacia la puerta.
-Me voy a la Uni. –digo en voz alta para que me oiga desde la sala donde está ordenando a saber qué.
-Vale. –responde-. Si necesitas algo… -dice asomando la cabeza -. Ya sabes que…
-Sí mamá, no te preocupes más por mí.
Se acerca y pone sus manos sobre mis hombros.
-Sabes que tu padre y yo te queremos mucho –le tiemblan las manos.
-Claro que lo sé. –está nidria como si tuviera miedo de algo.
-Solo queremos que tú estés bien. Haremos lo que haga falta para que…
-Que sí, que ya lo sé.
-Si quieres volver a follarme… -deja la frase en el aire y me pongo colorado de la vergüenza.
Me suben los colores porque ha sido con ella con quien he follado esta noche, con mi propia madre. Me la he follado y me he corrido dentro. Soy un pervertido.
Hace 2 días les ofrecí a mis padres una síntesis de mi vida tan patética y bochornosa que creyeron que estaba al borde del suicidio. Entre lágrimas y mocos confesé que era un pajillero de mierda obsesionado con el sexo. El día anterior había intentado al extremo de propasarme con mi propia madre en un ataque de lívido descontrolada.
Ante tales turbadores acontecimientos ambos tomaron la decisión de ayudarme de la forma más extraña que a alguien se le pudiese ocurrir.
Mi madre, en un alarde de estoicismo y sacrificio y para calmar mis ardores sexuales para con la sociedad en general y ella en particular, se ofreció cuan mártir para que saciara mi descontrolada hambre de sexo con ella. Yo, como soy un pervertido y un mal hijo sin corazón me aproveché de ello.
No niego que follar con mi madre ha sido lo mejor que me ha pasado en toda mi puta, puerca y miserable vida y que gracias a ella he conseguido sacarme la espina que llevaba clavada desde hace cien años pero eso ocurrió ayer, en plena efervescencia hormonal, con la noche como cómplice, mi conciencia mirando hacia otro lado y mis neuronas sanas en huelga de brazos caídos.
Ahora mismo, libre de obsesiones y de complejos, a la luz de un nuevo y radiante día y con la realidad del vergonzoso incesto golpeándome en plena cara vuelvo a ver a mi madre como lo que es, una “madre” en el sentido estricto de la palabra. Esa señora tan entrañable que me lava la ropa, me prepara la comida y me da dinero cuando se lo pido, aunque sea poco.
Ya no me excita imaginármela desnuda o tocándole las tetas. Lo que pasó, pasó. Ayer fue ayer y hoy es hoy, borrón y cuenta nueva.
La miro abrazada a mi cuello con su bata azul sobre su camisón y me pregunto horrorizado como he sido capaz de tener mi lengua y mi polla dentro de su coño y disfrutar con ello.
-N…No, no hace falta, de verdad. -consigo balbucear.
-Ayer te fuiste a tu cuarto… si es por algo que he hice mal…
-Que no, que no. Que todo está bien.
¿Cómo le digo a esta mujer que aunque me ha dado la mejor noche de mi vida siento más vergüenza hoy que la satisfacción que tuve ayer?
-Eres la mejor madre del mundo y papá también por… por dejarme… -no sé qué decir. Estoy muerto de vergüenza. Quiero que me suelte. Quiero escapar.
-Hijo, para tu padre y para mí lo más importante eres tú. No me importa hacerlo más veces si es por tu bien.
Lo dice completamente en serio aunque le horrorice la idea de volver a abrirse de piernas para mí. Tan placentero me resultó follarla como espantoso fue para ella ser follada por su propio hijo. Ella, que está chapada a la antigua y que con toda seguridad apenas folla con mi padre, si es que aun follan.
Me deshago de su abrazo de mala manera y salgo al descansillo dejando mi madre preocupada tras la puerta. Tiene el presentimiento de que sigo siendo un suicida atormentado por sus complejos sexuales a punto de hacer una locura ¿no se da cuenta de que ya los he superado esta noche?
– – – – –
He conseguido concentrarme en clase y he podido estudiar un buen rato en la biblioteca. El día se me ha hecho largo pero aquí estoy de nuevo, frente a la puerta de mi casa. Sostengo la llave en mi mano pero me resisto a meterla en la cerradura. Me sorprende que me cueste tanto entrar en mi propio hogar pero lo cierto es que no quiero enfrentarme de nuevo a mis padres, a sus burdos intentos por mantener una charla conmigo, a los silencios incómodos, a las dolorosas verdades que ninguno se atreve a decir. A mirar a mis padres a los ojos con la realidad de nuestras vidas impresa en nuestras retinas. Al hecho de que en esta casa…
…soy un degenerado.
… y mis padres lo consienten.
A tomar por culo. Entro de una vez, lo que tenga que ser será. Me dirijo hacia mi cuarto, mi refugio, allí estaré a salvo. Tengo que recorrer todo el pasillo hasta llegar a él. Es difícil pero no imposible. No es la primera vez que consigo esquivar a los charlies.
Piso una mina antipersonal en forma aspiradora y casi me pego una hostia. ¡No siento las piernas! Mi madre asoma por una de las puertas del pasillo, me ha descubierto y se dispone a atacar.
-Hola Miguel ¡Ya estás aquí!
-Ah, sí…, hola mamá.
-¿Quieres merendar algo? Te he comprado los bollos que te gustan y también galletas.
-Eh…, bueno…
-Tengo chocolate preparado y estaba haciendo unos churros para ti.
-Bueno…, iba a…
-Anda, deja los libros y quítate la chaqueta y los zapatos, pero déjalos en la terracita no en tu cuarto. ¿Qué tal el día? ¿Has estudiado mucho?
El ataque es abrumador. Aunque ya tengo 25 años me trata como a un nene. No lo soporto e inicio una maniobra de evasión. Me giro y entro en la “sala de estar”, intentando huir de ella pero cuando me voy a sentar en el sofá me doy cuenta de mi error táctico.
Intentando escapar del demonio he tropezado con el diablo. Mi padre está sentado en el extremo opuesto mirándome con su cara lacónica. Está armado con un mando a distancia amarrado a su mano derecha. A saber lo que este hombre es capaz de poner en la tele, siempre ha sido de gatillo fácil. Lo peor es que mi madre me ha seguido por detrás cortando mi retirada. ¡Tengo un MIG-27 pegado a la cola, mierda!
Mi madre se pega a mí y entrelaza sus dedos en mi pelo mientras tomo siento. Me peina una y otra vez con su mano.
-Tú siéntate y descansa hijo. Ahora te traigo el chocolate y unos bollos.
Cuando se va me quedo custodiado por mi padre, viendo el programa de Ana Rosa Quintanilla y con el flequillo embadurnado de harina y clara de huevo apuntando al techo. Tengo una pinta ridícula.
Mi padre no deja de mirarme. Parece que quiere establecer contacto conmigo pero hace muchos años que dejamos de hablar el mismo idioma. Diría más, hace muchos años que dejamos de hablar.
Se mueve en el sofá y se acerca a mí. Por favor, que no intente mantener una charla padre-hijo.
-Eh…, Miguel… ¿Qué tal estás?
Me lo temía. Empieza la tortura. Lo peor es que esta vez no voy a poder escaquearme emitiendo sonidos guturales como tengo por costumbre.
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-Bien, bien.
-Ayer…, bueno, anoche… -Dios, por favor, que no saque ese tema. Qué bochorno-. Tu madre y tú…
-Eh, ¿si?
-Quiero decir… ¿qué tal fue todo?
-Bien, bien.
-Hiciste… o sea, al final… -¿si me la follé? sí, joder sí, pero ¿por qué me lo pregunta si ya lo sabe?
-Sí papá, todo bien.
-Quiero decir que conseguiste… o sea que al final… tú con una mujer…
Mi padre se frota la frente nervioso con la palma de la mano mientras coge aire. Se gira hacia mí con forzada determinación.
-Bueno venga, cuéntame como te fue.
¿Cómo me fue el qué? ¿De qué habla este hombre? ¿Quiere que le cuente como me follé a mi madre, a su mujer?
-Bueno papá, no sé… a ver…
-¿Te gustaron sus tetas? –Está colorado. Le da tanto corte como a mí.
-Pues, pues… s…sí –confieso- mucho.
-S…Son bonitas, ¿verdad?
-Sí –hago una pausa-, lo son.
-Y grandes.
-Ya te digo. No pensaba que tenía esas tetazas.
-Y bien duras.
-Y calentitas.
-¿Y los pezones? ¿Te fijaste en ellos?
-¿Que si me fijé? La madre que me parió, son enormes y negros. No me pude resistir a chupárselos. Se los estuve mamando un buen rato.
Me doy cuenta de que he estoy babeando mientras se lo cuento y veo que la cara de mi padre se relaja. Ya no está tan cortado. Mira fugazmente hacia la puerta y se acerca un poco más a mí.
-¿Y qué te pareció el coño de tu madre? –dice bajando la voz.
Me deja helado, no esperaba oírle hablar así, a mi propio padre. Me llevo la mano a la boca y la pongo como si le estuviera contando un secreto.
-Casi me da un infarto cuando se bajó las bragas y se lo vi. Es negro y suave y tiene unos labios…
-¿Te gustan los labios gruesos?
-Mucho. Lo primero que quise hacer fue lamerle el coño –mierda, no tenía que haber sido tan franco. Me pongo tenso.
Mi padre pone unos ojos como platos. -¿Te dejó lamerle el coño?
Suelto el aire aliviado y asiento con la cabeza ufano haciendo una caída de ojos de triunfo.
-¿Y se corrió? –me pregunta atónito.
-Que va. Ni tan siquiera conseguí que le gustara un poquito.
-Ah, ya decía yo. Porque a tu madre eso nunca le ha gustado nada. A mí solo me ha dejado hacérselo una vez que yo recuerde y enseguida me pidió que parara. ¡Con lo que me a mí gusta!
Se hace un pequeño silencio hasta que mi padre habla de nuevo.
-¿Y dices que no le gustó nada?
-No.
-Pero… ¿lo hiciste bien? ¿Despacio, sin prisa, con suavidad, en el clítoris?
-Lo hice tal y como había visto en internet… pero nada.
-Quizá no estuviste el tiempo suficiente.
-Hasta que se me durmió la lengua. Te lo juro –Mi padre frunce el ceño. Algo no le cuadraba-.
Le lamí todo, de arriba abajo. Recorrí la lengua por todos lados pero nada.
-Entiendo –dice mientras cavila. –Es normal, al fin y al cabo es tu madre. No lo hizo por gusto. Cuando lo hablamos… -hace una pausa dudando continuar- lo de que ella follara contigo…, estaba muy nerviosa y sé que lo pasó muy mal. No ha sido muy agradable que digamos.
-Sí, ya me di cuenta de lo que fue para ella dejarse follar por mí.
Prefiero omitir el bochornoso detalle de que me eché a llorar cuando me percaté de que mi madre aguantaba sus lágrimas mientras le lamía el coño. En aquel momento me sentí el peor hijo del mundo y lloré como una nenaza.
Cuando mi madre me vio llorar se armó de valor, hizo de tripas corazón, se tragó sus remordimientos y me consoló para que siguiera disfrutando de ella. Consiguió que la noche transcurriera de una manera especialmente buena. La follé, me corrí, disfruté y… me convertí en una persona diferente, una crisálida con pantalones vaqueros de imitación y zapatillas made in china mangurrina.
-Bueno y… ¿qué sentiste cuando la metiste por primera vez?
La pregunta me saca de mis pensamientos. Dejo escapar el aire de mis pulmones en un largo suspiro recordando el momento pleno de felicidad.
-Joder, es tan calentito, tan suave. Mientras se la metía notaba como si me abrazara toda la polla.
-¿A que sí?
-Y mientras lo hacía le sobaba las tetas y se las chupaba. Joder que pasada.
-A mí lo que más me gusta es ver como mi polla entra y sale de su coño mientras la follo.
-¡Joder, igual que a mí! Cuando llevaba un rato follando la cogí por los tobillos y le abrí las piernas para ver mejor a mi polla en su coño entrando y saliendo.
-¿Y a 4 patas? ¿La has puesto a 4 patas? En esa postura la tienes con las tetazas balanceándose adelante y atrás. Yo la empujo con fuerza para que le boten más y se las cojo con las 2 manos. Me lleno las manos con sus tetazas.
Parecemos 2 babosos hablando de tías, fútbol y coches. Solo nos falta una lata de cerveza en una mano y rascarnos los huevos con la otra. Mi padre se acerca otro poco más, mira furtivamente a la puerta de la sala que está detrás de nosotros y vuelve a bajar la voz.
-¿Se la has metido por el culo?
-Uy no, eso no. Lo máximo que hice fue meterle la punta del dedo… –digo mientras levanto el dedo corazón frente a su cara- cuando me empecé acorrer, y no le hizo mucha gracia.
-Bueno, algo es algo. Tampoco yo tengo mucha suerte por ahí.
De nuevo se hace el silencio que está a un paso de ser incómodo hasta que mi padre lo rompe de nuevo.
-Bueno y dime hijo, ¿qué sentiste al correrte dentro de una mujer?
Le pongo la mano en el hombro a punto de emocionarme con lágrimas en los ojos y todo.
-Joder papá. Es la mejor sensación que he tenido en toda mi puerca vida. Ni mil pajas igualan la follada que tuve con mamá. Si hasta creía que le iba a llenar el coño de semen de tanto rato que estuve corriéndome. No sabes como os agradezco lo que habéis hecho por mí. Sobretodo a mamá pero a ti también.
De repente se hace una luz en mi cabeza. Acabo de comprender qué es lo que me faltaba esta mañana para alcanzar la felicidad plena. Qué era ese resquemor del fondo del estómago que me impedía ser plenamente feliz.
Perder la virginidad y follar con una mujer está bien pero lo que realmente le da el sentido a eso, lo que realmente colma el acto en sí es… tener alguien a quien contárselo.
Joder, no es solo una mujer lo que necesitaba sino un amigo a quien contarle mis penas. Eso es lo que me ha faltado siempre, un amigo de verdad, un colega, el confesor de mis pecados, el cigarro después de la comida, el hombro a que llorar, a quien acudir.
Mecagüen la puta. Que tenga que ser mi padre precisamente ese “colega” es que me toca los cojones. Toda la vida conviviendo como si fuéramos extraños, soportando silencios, situaciones incómodas, rehuyendo explicaciones nunca pedidas y de repente, estoy aquí con él, contándole mis primeras experiencias sexuales como si fuéramos dos viejos amigos.
-Lo importante es que tú estés bien –dice mi padre henchido de orgullo-. No sabes el susto que nos diste a tu madre y a mí el otro día.
Me pasa la mano por el hombro. -Estabas fatal, pensábamos que te encontrabas al borde de la locura.
Lo que pensaban era que me iba a suicidar un día de estos. Se hace el silencio y justo en ese momento mi madre entra con una bandeja por la puerta.
-Aquí está el chocolate.
Rodea la mesita y se coloca frente a mí tapando la televisión con su cuerpo. Al agacharse para colocar la taza puedo ver gran parte de su escote y no puedo evitar recordar lo que hay dentro. Permanezco con la vista fija en ellas mientras coloca las cosas en la mesita.
Me veo sobre esas tetazas unas horas atrás amasándolas, besándolas y lamiendo sus pezones. Sacudo mi cabeza. ¿Pero en qué estoy pensando? Es mi madre. Eso ya pasó y se va a quedar ahí para el recuerdo, ahora ya he madurado.
Al apartar la mirada cruzo la vista con mi padre. Él también ha visto lo mismo que yo y sabe lo que estoy pensando. Por un momento me parece ver una leve sonrisa en sus labios.
Mi madre se yergue regalándome una sonrisa cargada de ternura.
-¿Está bien así? ¿Quieres más? ¿Te traigo alguna otra cosa? ¿Estás contento, hijo?
-Sí, no, una cucharilla y sí, lo estoy.
Mi madre se sienta junto a mí y me empuja con el culo haciendo que quede aprisionado entre ella y mi padre. No es una posición muy agradable, estoy algo abrumado. Me siento como un hobbit entre dos Uruk-hai. Mi padre levanta ligeramente las cejas en un acto que puede ser de complicidad o de incomprensión. Mi madre me coge de la mano con semblante sentido.
-Bueno y dime hijo ¿qué tal estás?
-Eh…, bien mamá bien. –Por favor, que no empiece otro interrogatorio, no podría soportarlo.
-Ya, y… la universidad… ¿bien? –la universidad bien, mis amigos inexistentes bien, mis pajas bien. Qué situación más bochornosa. Voy a hacer como que me tomo el chocolate.
-Sí mamá, en la uni todo bien –digo mientras me llevo la taza a la boca.
-Tu padre y yo te queremos mucho. Si alguna vez tienes ganas de volver a…
Trago el chocolate en el momento preciso para no dejar que termine la frase.
-Gracias mamá, no hace falta, de verdad, te lo juro.
Joder, ¿pero qué mierda hace? Me está diciendo para follar delante de mi padre.
Se gira hacia mí, coge mi mano de nuevo y la pone en su corazón, bueno en la teta. Ella la pone en su corazón pero yo creo que está en su teta.
-Lo que sea que tus padres puedan hacer por ti –dice en tono solemne y compungido- no tienes más que pedirlo. Solo queremos que seas feliz y estés bien.
Al decir esto aprieta más la mano contra su teta. Solo espero no tener un bigote de chocolate porque junto con la cresta de harina y huevo de mi flequillo y con Ana Rosa Quintanilla quejándose en la tele de que Cocó chanel no diseñe saltos de cama a su gusto encuentro la situación de lo más ridícula.
Aparto con suavidad la mano de la teta y la coloco bajo la taza. Mi madre coloca ahora su mano sobre mi muslo, sobre la parte superior, sobre la parte superior de la parte superior. Esto es peor que asistir al bautizo de un Grémilin, y me está superando.
-Tu padre y yo no queremos…
-Tú y papá habéis hecho por mí algo que no haría nadie –la interrumpo-, sobre todo tú, mamá. Todavía no me puedo creer que me hayáis dejado follar contigo.
Mi padre se mueve inquieto, carraspea y se separa ligeramente de mí mientras mi madre se pone colorada como un tomate y aparta la mirada. ¡Vaya!, Ahora son ellos a los que les da corte oírme decir “follar”. Está claro que a todos nos resulta incómodo hablar de esto directamente.
-Os aseguro que estoy bien, de verdad, a los 2. Estoy bien ¿vale? –me tiembla la voz-. Estaba obsesionado con perder la virginidad y tú –digo dirigiéndome a mi madre- me has dejado follarte para que lo consiguiera. Es lo mejor que me ha pasado nunca pero… -hago una pausa lo más dramática que puedo- ahora solo quiero que seamos una familia normal, como antes.
Aguantamos juntos en el sofá el tiempo que tardo en acabarme el chocolate. Durante todo ese periodo estamos en silencio mirando como idiotas a la torda de la Quintanilla dando consejos de mierda en tele tres. Acabo el chocolate. Mi madre se lleva la bandeja y se queda en la cocina dejándome a solas con mi padre otra vez, sumidos en el silencio.
Casi un cuarto de hora después me dirijo a mi padre:
-Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?
-Claro hijo, claro.
-A ti… ¿Cuánto te mide la polla?
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Pasan los días y cada uno es igual al anterior. Llego a casa, comemos y después me encierro en mi cuarto. Ahora que consigo concentrarme me doy cuenta de lo fácil que es estudiar así que aprovecho las tardes repasando.
Cada uno de esos días, al cabo de una o 2 horas de encierro, entra mi madre con la merienda en una bandeja. Una merienda de un millón de miles de trillones de calorías. Cualquiera pensaría que quiere hacer de mí el hombre bola.
Se pega a mí, mientras estoy sentado estudiando, toma mi cabeza con sus manos y la acerca a su vientre. Me peina con su mano mientras recita cosas tan infantiles que abrumarían a un niño de teta.
Y cada día repite la misma rutina, hasta hoy, que le ha dado por conversar.
-Si quieres algo de mí no tienes más que decírmelo y yo…
-Mamá ya os dije que estoy bien –la interrumpo-. No necesito que… que otra vez…
-Mira Miguel –dice mi madre armándose de valor- sé que te masturbas, y lo haces muy a menudo. Te oigo desde mi cuarto que está pegado a éste. Cada noche, cada mañana. Lo haces sin parar. Eso no puede ser bueno. La última vez que te masturbabas tanto terminaste desquiciado, te volviste loco y acabaste…
Deja la frase en el aire porque no hace falta aclarar lo que pasó. Acabé intentando propasarme con ella como un pervertido mientras ella gritaba asustada. Me pongo colorado y aparto la mirada avergonzado.
-Ahora es distinto –me defiendo-, ya no estoy obsesionado con el sexo. Masturbarme es… como un alivio.
-Pues alíviate conmigo.
-Que no joe, contigo no.
-Pero ¿por qué no quieres follarme?
-Por que eres mi madre y eso no está bien.
-¿Que no está bien? Lo que no está bien es que estés al borde del suicidio por culpa de una obsesión; lo que no está bien es que tengas a tus padres con el corazón en un puño pensando que su hijo, al que quien con locura, pueda hacer una estupidez y enviarlos al cementerio de un disgusto.
Me agarra la cabeza con las 2 manos y me mira a los ojos directamente.
-Para tu padre y para mí, tú eres lo mejor que nos ha pasado en nuestra vida. Nosotros somos felices si tú eres feliz. Y yo nunca he sido tan feliz como cuando te vi gozar entre mis piernas aquella noche. Si hubieras podido verte con mis ojos hubieras visto la cara de felicidad más radiante del mundo. Cómo te brillaban los ojos cuando me mamabas las tetas o esa sonrisa de satisfacción que tenías cuando te estabas corriendo dentro. Eres mi niño, siempre lo serás, no cambiaría lo que hice por nada del mundo.
-¿Ves? -intento rebatir- a eso me refería. Me corrí dentro de ti. Te dejé mi semen dentro, el semen de tu hijo en tu coño, mamá. ¿Qué diría la gente?
-La gente no tiene que decir nada. Además, tu semen fue como un regalo para mí. Me diste lo más sagrado y lo más íntimo que puede tener una persona, tu semen, tu semilla.
No sé si entiendo muy bien por donde va mi madre.
-Yo he ido muy orgullosa a la frutería con tu semen dentro, y a la carnicería. He caminado por la calle y tomado un café con mis amigas y he hecho una vida normal. Llevar algo de ti dentro de mí no me ha hecho desgraciada.
-Pues, pues…
-Anda ven, mira mis tetas, tócalas anda -dice soltándose la blusa-. Me dijiste que eran las más bonitas que habías visto nunca.
-Es…, espera… -deja caer la blusa y se suelta el sujetador destapando su melonar.
-Venga, pon aquí tus manos –coloca mis manos sobre sus tetas-, tócame como la otra vez.
Me pongo de pie intentando apartarme aunque en realidad lo hago para poder sobarla mejor. Esto no está bien, no lo está, pero sus tetas son tan bonitas, y sus pezones tan grandes…
Noto su mano soltando mi pantalón y metiéndose dentro del calzoncillo. Me coge la polla con la mano y eso me encanta. Que me toquetee con sus dedos y que me la acaricie me la pone más dura que el pito de un recién casado.
-Miguel, ya sé que te gustaría follar con otra mujer que no fuera tu madre. Te aseguro que he deseado tanto o más que tú que pudieras estar con una chica que no fuera yo. Y te doy mi palabra de que he intentado… -se interrumpe- Pero yo te puedo dar lo mismo.
Estoy tan concentrado en sus tetas que ya casi no oigo lo que dice. Joder, no puede ser que esté deseando follármela de nuevo, ¡pero si es mi madre, por dios!
Deja caer su falda al suelo y la negrura de su coño transparentado en sus bragas me vuelve loco. Meto mis dedos por los costados y las deslizo hasta que caen a sus pies. Tengo a mi madre completamente desnuda delante de mí.
Me arrodillo e intento besarle las ingles y el coño. Ella abre ligeramente las piernas para facilitar que la lama pero aun así se hace difícil.
Retrocede unos pasos hasta llegar a los pies de mi cama y se sienta en ella, después se recuesta sobre los codos y abre las piernas ampliamente exponiendo su coño en todo su esplendor. Caigo arrodillado entre sus piernas como Leónidas en la película “300” cuando fue abatido por las flechas de los persas. El olor de un coño no es como lo describen en internet, no es un olor embriagador, pero aun así tiene algo que vuelve loco y me obliga a lamerlo.
Mi madre no se excita con ello, su clítoris no se inflama y su coño tampoco lubrica como sería mi deseo. Su cara no muestra lascivia sino ternura. Le encanta verme disfrutar, y a mí disfrutar con ella. Mi lengua recorre su coño de arriba abajo. Lo beso, lo lamo, acaricio mi cara con su vello púbico.
Me desnudo por completo y me pongo sobre ella. Amaso sus tetas y se las mamo como si fuera un niño de teta. A ella le encanta tenerme así, no para de alisarme el pelo con sus dedos y de acunar mi cabeza sonriendo.
Cuando me canso de mamarla elevo mi cuerpo hasta tener la polla a la altura de su coño. Entonces ella me coge la polla y se la pasa por la raja hasta quedar colocada a la entrada del coño. Empujo ligeramente para que entre pero no hay lubricación suficiente por lo que embadurno mi polla con saliva y lo intento de nuevo. A empujoncitos voy metiéndola entera hasta quedar alojada por completo. Comienzo un suave mete saca que me eleva a la gloria mientras mi madre acaricia mi espalda desde la nuca hasta el culo.
-¿Te gusta?
-Claro.
-¿Eres feliz?
Es una pregunta capciosa. Aunque lo que más deseo ahora en el mundo es follármela  hasta el infinito y correrme dentro, sé que mañana los remordimientos van a hacer de mí un desgraciado.
-Sí, mamá, lo soy.
-Claro que sí, hijo. Claro que sí.
Continúo follándola lo más despacio que puedo para alargar el polvo lo máximo posible. Me recreo mirando como se le menean las tetas o como entra y sale mi polla de su coño negro.
Mi madre no para de acariciar mi espalda y mi cara mientras sonríe con ternura hasta que de repente, sin aviso previo, su ceño se contrae y lanza un grito aterrador de pánico.
Me empuja y me aparta de ella con manos y pies mientras grita asustada. No entiendo lo que pasa. ¿La habré hecho daño?
Retrocede hasta pegar la espalda contra el cabecero y se hace un ovillo con las rodillas dobladas bajo la barbilla. Sus ojos, llenos de pavor, están abiertos como platos mientras sus labios apretados aguantan el llanto. Dirijo la mirada hacia la puerta del cuarto. Bajo el quicio hay una mujer que se tapa la boca con ambas manos intentando ahogar un grito. Tras unos segundos de incertidumbre reconozco a la mujer, es Pilar, la amiga de mi madre. ¿Qué cojjjjones está haciendo esa mujer aquí?
-Pero, pero…, tú… con tu propio hijo…
-¡Ay Dios, Pilar! Esto no es lo que parece. –Balbucea mi madre.
Pilar mira a mi madre como si estuviera viendo a Pocoyo en un prostíbulo.
-¿Que no es lo que parece? Pero si estabas… con él…
Mi madre se tapa la cara con las manos y rompe a llorar. No sabe como salir de esta, no hay explicación posible y lo cierto es que me hubiera gustado saber qué explicación iba a dar mi madre después del “no es lo que parece” porque a mi me parece que cuando un hombre está desnudo sobre una mujer con la polla dentro de ella no deja mucho lugar a la duda. A menos que quiera matizar lo que es evidente “Parece que estábamos follando un poco, realmente estábamos follando mucho”.
-Es que no me lo puedo creer. Precisamente tú, Amparo, follando con tu propio hijo.
Pilar me mira con asco mientras intento esconderme tras mis manos que desgraciadamente solo tapan mis genitales. El resto de mi cuerpo queda a exposición de su desprecio.
-M…Mi madre no tiene la culpa –intento defenderla en un burdo intento de gallardía.
-Seguro que no. –escupe sus palabras con asco mientras me traspasa con la mirada.
-U…Usted no debería estar aquí…
Los lasers de sus ojos cambian del modo aturdir a matar. Sisea al comenzar a hablar.
-Acabo de cruzarme con tu padre en la puerta cuando salía a trabajar y me ha dejado entrar. Después me ha parecido oír la voz de tu madre y me he acercado.
Se dirige a mi madre con la cara arrugada.
-Y os encuentro aquí… a los dos… Joder, Amparo, que asco. Pero… ¿cómo puedes…? ¡Con tu hijo!
-¡PORQUE TÚ NO ME QUISISTE AYUDAR! -Grita furiosa mi madre.
Pilar queda descolocada por un momento y antes de que reaccione, mi madre sigue gritando.
-Te pedí ayuda, te pedí un favor para mi hijo, te expliqué por qué te necesitaba y no me quisiste ayudar, a mí, ¡A MI ÚNICO HIJO!
-M…me contaste cómo intento propasarse contigo y yo te dije que…
-¡Bobadas!, me dijiste bobadas, y yo no quería sermones sino un favor de ti. Uno de los muchos que yo te he hecho.
-Me pediste… Amparo, me pediste…
-Que follaras con mi hijo, sí, eso te pedí –se envalentona y se seca las lágrimas-. Has abierto las piernas a otros hombres a espaldas de tu marido y yo te he encubierto. Para una vez que te pido que las abras para una causa de necesidad… me rechazas, y me tratas de loca y aprovechada.
-Es que… me pediste follar con tu hijo…
-Pues sí, follar con mi hijo, para que se quite todos sus tabúes y complejos de encima, para que consiga ver la vida de otra forma y pueda llevar una existencia normal de una vez. Pero como no lo quisiste hacer tú he decidido hacerlo yo que soy su madre.
Se hace un silencio en la habitación. Pilar está abochornada, yo estoy abochornado, mi madre está de mala hostia.
-No voy a consentir perder a mi niño por nada del mundo y si me tengo que rebajar a esto pues que así sea. Yo por mi hijo MA-TO ¿entiendes? MA-TO.
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Así, con ese humor de perros, me recuerda a una tal Belén Estévez. Una vecina que tuvimos más fea que Picio y con un genio de mil demonios.
-Amparo…
-¡Lárgate! –grita-, vete de aquí, sal de mi casa, y no se te ocurra juzgarme, no eres quién para hacerlo.
-T…Tienes razón, yo menos que nadie, perdóname mujer, no te pongas así –dice frotándose las manos nerviosa.
Se sienta en el borde de la cama e intenta coger a mi madre de la mano.
-Lo siento, no he reaccionado bien pero es que no esperaba verte… nunca pensé que pudieras… precisamente tú.
-Pues ya lo ves, precisamente yo –sentencia.
-No pensé que te importaba tanto como para que decidieras hacerlo tú misma… ¡con tu propio hijo!
A pilar le tiembla el labio inferior y mi madre apoya la frente en las rodillas volviendo a llorar derrotada.
La habitación se queda en silencio. Solo se oye el llanto de mi madre. Pasan varios minutos en los que ninguno sabe qué hacer hasta que Pilar pone una mano en el hombro de mi madre.
-Es cierto que he sido muy mala amiga. Tú me has hecho muchos favores y me has encubierto muchas veces y en cambio yo… -se le quiebra la voz-. Por eso había venido, Amparo. Para hablar contigo de tu hijo, sobre lo que me pediste. Había venido dispuesta a… -se interrumpe dubitativa- pero es que al veros me he quedado de piedra. No he reaccionado bien, perdóname mujer.
Mi madre no dice nada.
-Déjame ayudarte Amparo…, déjame ayudar a tu hijo…, si todavía estoy a tiempo.
Levanto las orejas como una liebre. El tema es que Pilar cree que mi madre ha decidido ofrecérseme aquí y ahora, regalándome mi primera vez en esta cama. No sabe que fue hace días cuando me la follé bien follada y que esto es solo una especie de “vacuna de recuerdo”, pero mi madre no la saca de su error y por supuesto yo tampoco. Ya se sabe, hay que guardar las apariencias.
-Vamos Miguel, es esto lo que necesitas ¿no? –dice mientras comienza a soltar los botones de su blusa.
Yo no digo nada y mantengo mi pose de niño bueno poniendo ojitos de gatito. Miro a mi madre, que ha levantado la cabeza, y a Pilar. La primera no dice nada y la segunda no deja de soltar botones. La camisa cae y las manos de Pilar pasan a su espalda donde se encuentra el cierre del sujetador. El busto de esta mujer es impresionante, diría que las debe tener como mi madre al menos.
Cuando los melones de Pilar aparecen a mi vista el aire abandona mis pulmones a la vez que mi polla se endurece tanto que mis manos no son capaces de taparla por completo.
Pilar se da cuenta y por un momento me parece ver que levanta ligeramente las cejas en señal de sorpresa.
-¿Está bien así, Amparo? ¿Podemos volver a ser amigas?
Mi madre la mira en silencio mientras Pilar continúa desvistiéndose. Se pone en pié y deja caer su falda. Sus bragas blancas dejan intuir la mata de vello púbico tras ellas. No tengo que esperar mucho tiempo para saber que hay debajo, caen al suelo segundos después. Su coño es impresionante, negro, grande, precioso.
Se nota que hace esfuerzos por no taparse. El silencio inunda la habitación mientras la observo embelesado.
-¿Me dejas que te vea? –dice ella.
Aparto mis manos lentamente de mis genitales y su cara muestra una mezcla de desconcierto y sorpresa. Mira a mi madre, después a mí y se sienta de nuevo en la cama. Se recuesta y abre ligeramente las piernas. Mi madre se aparta a un lado para dejarle sitio a su amiga.
-¿P…Puedo? –digo mirándola cabizbajo.
Poso mi mano sobre su pubis sin esperar respuesta y lo peino con la yema de los dedos. Me resulta muy extraño que Pilar se ofrezca a mí y me deje tocarle algo tan íntimo. Disfruto con el tacto y la visión. Qué pasada, estoy en la gloria, es que no me lo creo.
¡Pilar! Joder, estoy tocándole el coño a Pilar, la madre que me parió, qué pasada. No aguanto más, estoy acojonado pero tengo que preguntárselo.
-En internet he visto…, -me paso la palma de la mano por la frente- ¿P…Puedo lamerle el coño?
Un rayo cruza la habitación electrocutando a Pilar que queda pasmada.
-Eh, pues…, claro…, supongo –dice mirando a mi madre.
Mi madre se encoge ligeramente de hombros como absteniéndose de la decisión. Me lo tomo como un sí y me acerco a Pilar. Abro suavemente sus piernas para tener mejor visión y le doy un primer beso en el ombligo, no hay que ser brusco y prefiero ser un caballero yendo poco a poco. Sin embargo Pilar toma mi galantería como una muestra de absoluta ignorancia y se pone colorada.
-B…Bueno chaval…, es más abajo, mucho más abajo.
-Ah, vale –ya lo sabía, no soy tan tonto.
El siguiente beso se lo doy en el borde el pubis, para ir calentando motores, a ver si a la señora le parece mejor así.
-Un poquito más abajo –dice intentando guiarme. Qué maja es la hija de la gran puta.
Meto mi cara entre sus muslos y acerco mi lengua a su coño. Tampoco el coño de Pilar huele a fragancia del bosque, ni a frutas, ni a almíbar de melocotón. Tienen un olor fuerte, penetrante pero que por alguna extraña e incomprensible razón hace que, desde lo más hondo de mis tripas, desee lamerlo.
La beso en mitad de los labios para que deje de pensar que soy un lerdo. Por respuesta obtengo una forzada sonrisa de aprobación. Paso la punta de la lengua por toda la raja y en su cara se dibuja un rictus de asentimiento, como si hubiese encontrado por fin la meta. Ésta tía piensa que soy tonto de verdad. Solo le falta mostrarme los pulgares y guiñarme un ojo.
Repito la operación pasando la lengua en toda su amplitud, deteniéndome al final de la raja, donde debe estar el clítoris. Me entretengo en esa zona acariciándola con suavidad, con la punta de la lengua.
Las piernas se abren y noto una mano posarse en mi pelo, es de Pilar que ya no sonríe. Tiene las cejas levantadas y su boca forma una O se sorpresa. Las piernas se abren más y lanza una mirada a mi madre y a mí.
-Joder Amparo, joder chaval.
Mi madre se ruboriza por lo sorprendentemente bien que le estoy comiendo el coño a su amiga.
-No vayas a creer que conmigo… -explica abochornada-. Eso lo ha aprendido en internet, que está todo el día dale que te pego. Yo lo único que he hecho es intentar que perdiese la virginidad.
-Pues joder con el puñetero internet –dice Pilar.
-Conmigo solo ha hecho lo que has visto. Por cierto… ¿qué es lo que has visto?
Pilar está concentrada intentando no gemir.
-¿Qué? Ah, pues…, más despacio chaval.
-¿Qué has visto?
-Solo os he visto unos segundos… -se corta la voz- ¡más despacio Miguel!
Anda, pero si sabe mi nombre. No quiero ir más despacio. Por primera vez veo que lo que dice internet se hace realidad, su clítoris está inflamado y su cadera comienza a moverse arriba y abajo. La estoy volviendo loca de placer. Según he leído no debo luchar contra su coño sino bailar con él. Qué bonito, Internet está lleno de poesía.
-Justo nos acabábamos de desnudar –explica mi madre- y me estaba penetrando… solo un poquito.
-¿Qué? –Pilar mira a mi madre pero es evidente que no ha entendido lo que ha dicho. En realidad es probable que no la esté haciendo ni puto caso.
-Por supuesto no iba a correrse dentro de mí, faltaría más. –continúa mi madre.
-Miguel, hazlo más despacio por favor –se muerde el labio inferior de placer.
-La idea era que me la metiera unas cuantas veces para que supiera lo que es… follar. Me entiendes ¿no?
-¿Qué? –Pilar no sabe de qué está hablando mi madre y a decir verdad yo tampoco.
Mueve la cadera cada vez más fuerte, tanto que me cuesta no separar mis labios de los suyos. Gracias a que la tengo bien amarrada que si no…
Cada vez me cuesta más seguir los golpes de cadera. Quieta cordera, quieeeta. Los gemidos dejan paso a los alaridos que Pilar intenta amortiguar tapándose la boca con el dorso de una mano mientras masajea las tetas con la otra.
-¡SIGUE, SIGUE, SIGUEEE!
-De esa forma –continúa mi madre-, mi hijo, ya habría conocido mujer… técnicamente. Y así podría…
-¡CÁLLATE AMPARO, JODER!
Mi madre se asusta pero mantiene la boca cerrada. Pilar se retuerce mientras se corre durante largo rato. Yo sigo dale que te pego con la lengua pero además he metido 2 dedos en el coño hasta la segunda falange. Esa es la distancia donde, siempre según internet, hay que frotar con la yema de los dedos para aumentar la excitación.
Cuando no puede más se desploma desfallecida. Yo estoy eufórico, por fin le he hecho una mamada a una tía y se ha corrido, joder qué pasada.
-¿Puedo mamarle las tetas?… señora.
Pilar me mira como si viera a un viejo en chándal con un velocímetro.
-Tu hijo es tonto ¿o qué?
-¿Puedo?
-Acabas de comerme el coño ¿y me preguntas si puedes mamarme las tetas?
Entiendo que eso es un sí y me tumbo sobre ella.
-Joe, que piel tan suave, está tan calentita como mi madre.
Las 2 mujeres se ruborizan pero mi madre no dice nada ni intenta excusarse de nuevo delante de su amiga. Mientras tanto no pierdo el tiempo y me llevo uno de sus pezones a la boca. Está duro, muy duro y me encanta sentirlo en mi lengua. Las aureolas de sus pezones son grandes y rosadas a diferencia de las de mi madre que son negras. Amaso sus tetazas con mis manos.
-Sus tetas son tan grandes y duras como las de mi madre.
Pilar contiene la respiración sorprendida de nuevo por el comentario. Mi madre se ruboriza y aparta la mirada. Ninguna parece complacida, como si la comparación entre ambas fuera algo bochornoso. Intento pensar en algo halagador como: “tienes unas tetazas que te comería el coño otra vez”. Viniendo de un consumidor de porno como yo debería resultar halagador pero con mi suerte seguro que acabo metiendo la pata, mejor mantengo la boca cerrada.
Las manos de Pilar se deslizan por mi espalda y mi trasero y una de ellas baja hasta encontrar mi polla. La acaricia y la toquetea y lo mismo hace con mis huevos, que empiezan a cocerse de placer.
-Pues no estás nada mal por aquí abajo, chaval.
-Ah ¿sí?
-Pero que nada mal. Y menudas pelotas que tienes, cabrón.
Esta mujer me dice unas cosas, tan bonitas. Nunca he sabido si tengo la polla pequeña o grande. Por su cara de satisfacción y por la forma que se muerde el labio inferior debo estar más cerca de lo segundo. Tira ligeramente de mí, o mejor dicho de mi polla hasta que toca con su coño. La mueve por su raja hasta que queda parcialmente alojada.
-Métemela.
Estoy a punto de llorar de alegría. Nunca me habían dicho nada tan romántico. Empujo suavemente y noto como se desliza dentro. A diferencia de mi madre, que no estaba lubricada, mi polla se cuela con suma facilidad hasta el fondo. Comienzo a entrar y a salir de ella.
-Joder, he deseado tanto follar.
Mi madre ve mi cara de alegría y se emociona tanto por mí que comienza a acariciarme la espalda. Lo hace con suavidad y con ternura no como la zorrupia que tengo debajo que me clava sus uñas de gata en las nalgas haciendo surcos de sangre.
-Más fuerte, más fuerte –implora Pilar.
Me separo para ver como le botan las tetazas con cada golpe de cadera, son grandes, preciosas, son…, iguales que las de mi madre. Tomo una de ellas con una mano y la amaso notando su pezón entre mis dedos.
Mi madre está de rodillas a nuestro lado, con una mano en mi espalda y la otra en el hombro de su amiga. Sus tetas están junto a mi cara. Levanto la otra mano y le tomo una de ellas, sus pezones no están duros pero me producen el mismo placer.
-S…Son iguales –digo entre jadeos-. Tenéis las tetas igual de grandes.
Pilar levanta una mano y acaricia la teta libre de su amiga. La amasa entre sus dedos y la mira con detenimiento mientras sigo follándola. Tras unos segundos se dirige a mi madre.
-Son más grandes que las mías. Y luego decíais que yo era la tetona.
-Que va. Además las tuyas son más bonitas, más firmes.
Mientras lo dice corresponde la caricia de su amiga acariciando la teta que queda libre para dar más peso a sus argumentos. Entre mi madre y yo amasamos las tetas de Pilar mientras que entre Pilar y yo amasamos las de mi madre.
-Me hubiese gustado tener los pezones negros como los tuyos. A los hombres les gustan más.
Y a mí me gustaría que me acariciasen las pelotas y que me toqueteen por ahí y no me quejo.
Mi madre baja la mano por mi espalda hasta llegar al culo, lo acaricia suavemente e introduce la mano entre las nalgas agarrándome los huevos y apretándolos ligeramente. He debido pensar en voz alta.
-Joder mamá, jod-der.
-Tú disfruta hijo –su cara de bondad me hace quererla más-, disfruta de tu “primera” vez.
Remarca la palabra “primera” para que le quede claro a Pilar que nunca antes ella y yo habíamos follado juntos ni le había lamido el coño con toda mi alma y, ni mucho menos, le había comido la boca mientras eyaculaba dentro de ella chorretadas de semen con mi dedo metida en su culo.
-Me voy a correr –dice Pilar.
-Y yo -añado.
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Nos quedamos mirando a mi madre que no dice nada. Obviamente no puede decir lo mismo que nosotros y, para mi sorpresa, Pilar baja su mano desde la teta hasta la entrepierna de ella y le acaricia el vello púbico con la yema de sus dedos. Es una caricia leve, nada que ver con ningún acto masturbatorio. Mi madre se deja hacer por temor a que Pilar pueda sentirse ofendida y deje de follar conmigo.
Las yemas de de Pilar recorren su raja una y otra vez mientras su respiración se vuelve más agitada, al igual que la mía que esta a punto de convertirse en un bramido.
No aguanto más, cierro los ojos con fuerza y comienzo a correrme dentro de Pilar. La mano de mi madre aprieta mis huevos con suavidad provocándome oleadas de placer. Deslizo la mano con la que amaso la teta de mi madre hasta su culo, lo aprieto, lo acaricio y llevo mi dedo corazón hasta su ano. Noto que se contrae y que aprieta sus nalgas quedando mis dedos atrapados entre ellas.
-No, eso no –susurra-, por ahí no.
Pilar está gritando mientras me araña el culo de nuevo con una de sus garras. Si sigo perdiendo sangre de esta manera van a tener que hacerme una transfusión o algo… o una mamada. Su otra mano continúa entre las piernas de mi madre pero ahora le frota el coño con la palma de la mano, sin remilgos, sin medias tintas. Mi madre sigue sin oponerse aunque sigue sin disfrutar con ello, lo sé porque sus pezones siguen sin endurecerse y es una pena porque hubiese dado cualquier cosa por verlas a las 2 montándoselo juntas.
Acabamos de gritar y de sudar y caigo rendido sobre Pilar. Ella quita disimuladamente su mano de entre las piernas de su amiga como si nunca hubiese estado ahí. Yo consigo sacar mi mano de entre sus nalgas. Mi madre, a su vez, retira su mano de la teta de Pilar y de mis huevos vacíos.
-¿Alguna vez has besado a una chica? –dice Pilar.
-¿Qué?
Me coge la cara y me besa. Es un beso tierno, en la punta de los labios. Después abre la boca, pega sus labios a los míos y me enseña a mí, como mongolito que soy, cómo se dan los besos de verdad. Nos comemos la boca mientras hago ejercicios de respiración nasal y lucha lengua contra lengua.
Me tiro un buen rato disfrutando de sus besos y abrazos que me hacen sentir como un príncipe hasta que cada uno de nosotros se va haciendo consciente de la situación: madre, hijo, incesto, amiga de la madre, infidelidad…
Nos vamos retirando lentamente de la cama intentando no mirarnos para ir buscando nuestra ropa excepto Pilar, que se sienta en el borde de la cama y me mira con aire intrigante.
-¿Ya está? ¿No quieres más? ¿Está bien así?
-¿Que si está bien? Pues…, es lo mejor que me ha pasado nunca.
-Ya pero… ¿No quieres más? me refiero a que… ¿No quieres seguir haciendo cosas?
¿Cosas? ¿Qué cosas? A ver, que yo soy nuevo en esto. Si me dejan unos momentos para consultar en internet…
-Miguel –dice mi madre-, Pilar se refiere a que ahora ella…, o sea, como tú has hecho…
Coge aire y lo exhala de golpe. No se atreve a decir lo que piensa y seguro que es por que debe ser algo malo. Esta señora me ha dejado el culo hecho unos zorros, lo tengo como la bandera de estados unidos pero sin lo azul.
-¿M…Me va a doler?
-Lo dudo –dice pilar sonriendo.
-B…Bueno, es igual, ya estoy bien, le agradezco…
-No seas tonto, Miguel –interrumpe mi madre-. Aprovecha, hombre.
-Es igual mamá, de verdad. Ya me habéis dado lo que quería.
-Acércate –dice Pilar.
Estoy de pie frente a ella, a 2 pasos de distancia pero no pienso acercarme mientras no se corte esas uñas. Mi madre nota mi indecisión y se pone tras de mí. Aun está desnuda y noto su piel en mi espalda y su vello púbico en mi culo. Mmm, me encanta.
-Miguel –susurra- acércate, anda.
Me empuja suavemente de las caderas y avanzo con ella pegada a mi espalda hasta colocarme a dos palmos de Pilar.
-Lo que Pilar quiere hacerte es algo que les gusta mucho a los hombres.
Mi madre me coge la polla y me la menea suavemente. A mi no me hace falta mucho estímulo para que mi pito se ponga como se tiene que poner, sobretodo si además me acaricia los huevos con la otra mano. Esta manera de abrazarme desde atrás no me lo habían hecho nunca, y menos en pelotas. De estas cosas no habla internet.
Pilar está sentada con las piernas abiertas y sus tetazas colgando. Se las coge con ambas manos y se las junta una con otra. Joder, ya lo pillo, me va a hacer una cubana, ¡de puta madre!
Mi madre empuja mi polla hacia abajo a la vez que Pilar se acerca y… se la mete en la boca.
-HOS-TIASSSS, jod-der.
-¿Te gusta, hijo? –pregunta mi madre.
-¿Qué? –No me llega sangre a la cabeza, no puedo pensar. Me la está comiendo. ¡Pilar me está chupando la polla!
-¿Te gusta lo que hace?
-¿Qué?
Las manos de Pilar que suben por mi pecho están llenas de dedos y los dedos llenos de uñas afiladas como cuchillas. Lo que sea que vaya a hacer Freddy Krueger me acojona. Sus labios recorren de cabo rabo todo el nabo a la vez que mi madre masajea la parte de la polla que queda fuera de la boca. Como si fueran dos pares de labios los que me mamaran.
-Joder, esto, esto…, no lo voy a olvidar en mi puta vida.
-Mi niño, mi niño guapo –dice mi madre-. Tú disfruta, Miguel, disfruta.
La madre del niño guapo sigue pajeándome cuando Pilar suelta mi polla para meterse los huevos en la boca. Se los mete dentro, los 2. Los mama y los lame despacio. Me va a matar de placer. Mi madre me pajea en toda la extensión de la polla, desde la base hasta la punta. Se me acaba el aire de tanto suspirar y pongo los ojos en blanco. Deslizo una mano tras de mí y la meto entre las piernas de mi madre para sobarle el coño. Primero intento pajearla en el clítoris, después meto un dedo dentro. Nada, ella sigue sin excitarse, me da igual, sigo sobándola. Como tengo una mano libre la utilizo para sobarle una teta a Pilar.
Cuando los labios de Pilar sueltan mis huevos para volver a su sitio natural, que es mi polla, mi madre coge el testigo, o mejor dicho el testículo. Lo hace desde atrás, metiendo la mano entre mis nalgas, lo que me obliga a abrir las piernas para facilitar la tarea. Me pajea la base de la polla y me soba los huevos mientras le sobo el coño. Qué madre más buena tengo.
Llevo varios minutos disfrutando de la tortura más placentera que haya disfrutado en toda mi puta, puerca, asquerosa y miserable vida. Siento tanto placer que apenas noto los pellizcos y arañazos de Pilar en los pezones y el pecho.
No aguanto más, echo la cabeza hacia atrás, tenso el cuerpo y empiezo a correrme. Mi madre acelera el ritmo de la paja en la base de la polla mientras Pilar chupa el resto. Me corro dentro de su boca cuya lengua lame mi glande. Una puta profesional, eso es lo que es. Su puta madre, que buena es la tía, las dos lo son.
Menuda paja-mamada me están haciendo. Si esto tuviera nombre en internet sería algo así como: “Pajamada” o “mamaja”. Me corro tanto que gimo como un trol follándose a David el gnomo. Aunque me he corrido abundantemente cuando he follado con Pilar todavía me queda mucho semen en los huevos. Pilar lo deja caer por sus mejillas. El semen embadurna mi polla y la mano de mi madre que lo termina de esparcir por toda la polla.
Saco la mano del coño de mi madre, la paso por detrás y le acaricio el culo. Es suave, terso, del tamaño que a mí me gusta. Deslizo los dedos entre la raja hasta que la yema del dedo corazón toca su ano. Intento penetrarla pero aprieta las nalgas y mi mano queda aprisionada entre ellas de nuevo, qué cabrona.
Mis gemidos van cesando y ellas disminuyen el ritmo de la “pajamada”. Mi mástil ha terminado por perder su rigidez hasta convertirse en una polla flácida que no muestra reacción a Pilar. Estoy agotado y respiro como un jabalí a la carrera.
Pilar me suelta y se echa hacia atrás satisfecha con ella misma. Mi madre me abraza por los hombros y me besa el cuello.
-Mi niño. Mi niño guapo. ¿Te ha gustado? ¿Has disfrutado, hijo?
-¿Qué?
No me queda sangre en la cabeza, la he utilizado para otros menesteres más importantes, me falta el riego. ¿Por qué la gente me habla? Tengo la boca seca, mastico y trago varias veces para hacer saliva.
La pantera me ha hecho tantos arañazos en el pecho que parece que me han cosido a latigazos. Joder, parezco Kunta-Kinte después de que le azotaran por escaparse.
Pasa el tiempo mientras aprovecho a recobrar el aliento. El silencio se hace tan incómodo que empezamos a mirarnos los unos a los otros. De repente parece que ninguno sabemos qué hacemos aquí. Me doy cuenta de que estoy ridículo con las piernas abiertas y el pitilín colgando y me avergüenzo de mi desnudez.
Nos vamos vistiendo, cada vez más aprisa, en silencio, sin mirarnos.
– – – – –
Ha pasado el tiempo. A veces el tiempo hace que las esperanzas se hagan realidad mientras las realidades se van diluyendo en el recuerdo.
El recuerdo de un hijo sin amor, el de la soledad de una familia sin calor, el del incesto. El recuerdo de una ansiada esperanza, la esperanza de ser como los demás, la esperanza de triunfar, de llegar a la meta, de follar.
Soy un tío feliz, sí, lo soy. Quién me iba a decir a mí lo que mi vida iba a cambiar en tan poco tiempo. Faltan 5 minutos para que suene el despertador pero ya estoy despierto, despierto y feliz. Saco los pies de las sábanas y me siento en la cama. Estoy desnudo y tengo la polla flácida, eso es bueno, está cansada la pobre.
Me he pasado la tarde de ayer follando con Pilar, la amiga de mi madre. Llevo follándomela casi 2 semanas seguidas. La he follado tanto que creo que si tengo la polla enrojecida es por que me está marcando que tengo los huevos en reserva. Qué manera de correrme con esta mujer, como se nota su experiencia. Mientras ella está conmigo, toda su familia piensa que está con mi madre y lo mejor es que mis padres nos encubren.
Me levanto y voy al baño, últimamente voy siempre en pelotas, me encanta andar en pelotas en casa. Mi madre está en la cocina, como siempre. Cada vez está más rara. De vuelta a mi cuarto me pongo la ropa interior que he dejado tirada en el suelo y saco los pantalones del armario. Los levanto frente a mí y sonrío. Son unos pantalones vaqueros nuevos de marca que me ha regalado Pilar, me quedan de cojones. No sé cuanto cuestan pero no menos que la camisa a juego. Nunca he llevado camisa hasta ahora, pero me gusta, me hace más elegante, y más listo, sí, con ella parezco más listo.
Cuando entro en la cocina mi madre me espera con una actitud un tanto hosca.
-¿Por qué te vistes así?
-¿Y por qué no? Me gusta.
-Demasiado elegante para ir al colegio.
-¿Unos vaqueros y una camisa? ¿Y desde cuando a la universidad la llamas colegio?
-Se te enfría el desayuno –dice antes de salir de la cocina.
-Esta tarde va a venir Pilar –le grito para que me oiga desde fuera.
-¿Otra vez? ¿Pero es que no ha venido suficientes veces esa zorra? –dice asomando la cabeza.
-P…Pero.., ¿Por qué la llamas así?, es tu amiga. Además me está ayudando con mi… o sea…
-Esa mujer no te conviene, Miguel.
-Ni que me fuera a casar con ella.
-Que no Miguel, que no, que te lo digo en serio. Pilar se está aprovechando de ti. Ella no te quiere, no te quiere como yo, que te he parido.
-Bueno, a ver, no nos confundamos, que solo follamos. Solo es eso mamá, follar.
-Pues eso también te lo puedo dar yo, que soy tu madre. No hace falta que se pasee por aquí todos los días. Te dejó que la follaras y te desquitaras con ella. Ya está, se acabó, punto. ¿A santo de qué tiene que repetir una y otra vez contigo?
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Parpadeo varias veces incrédulo. No puede ser cierto lo que he oído. Mi madre se acerca y se sienta junto a mí, me coge las manos y se las lleva al pecho.
-¿Es eso lo que quieres, follar? Pues venga, está bien, aquí me tienes –dice posando mis manos en sus tetas y restregándolas por ellas- A ti te gustaban mis tetas, venga Miguel, tócame, acarícialas lo que quieras.
-P…Pero mamá… ¿qué estas diciendo?
-No hay nada que Pilar te pueda ofrecer que no te lo pueda dar yo mil veces mejor.
-Ya pero es que ella…
-Ella es una aprovechada y yo soy tu madre. Si quieres mamar unas tetas o follar un coño aquí tienes el mío –dice perdiendo el control y casi gritando.
-Pero, es que, no es lo mismo. Tú… tú eres mi madre y eso no está bien.
-También era tu madre hace un mes cuando intentaste violarme. ¿Dónde estaban tus remordimientos entonces? ¿Dónde estaban cuando me ofrecí a ti la primera vez?
Hostia, me ha jodido. La tía me ha puesto en mi sitio. Recuerdo el día en que, fuera de mí, me saqué la chorra y me pajeé delante de ella pidiéndole que me enseñara las tetas. Intenté meterle mano, menudo susto le di. Después, cuando mis padres hablaron y acordaron dejarme disfrutar con el cuerpo de mi madre para que la follara, fue el mejor día de toda mi puta vida.
-Pero…, es que ahora…
-¿Acaso está mejor hacerlo con ella que está casada y te dobla la edad? ¿Qué tiene ella que no tenga yo? ¿Quién te ayudo cuando estabas mal? ¿Quién te quiere tanto que ha sido capaz de hacer cualquier cosa por ti?
-Pero ¿Por qué quieres que follemos juntos si a ti no te excita? Tú no…
-¿Y qué tiene eso que ver? Ya te he dicho que disfruto viéndote feliz entre mis piernas o viéndote gozar con mis tetas.
Sé qué nombre recibe cuando un hijo está enamorado de su madre, Edipo. Pero, ¿cómo se dice cuando es la madre la que está enamorada del hijo? o peor aún ¿Cómo se dice cuando una madre no está enamorada del hijo pero lo quiere acaparar para ella sola? ¿Perro-del-hortelanensis?
Dejo a mi madre con su enfado y me voy a la uni desconcertado. Para una vez que consigo enrollarme con una mujer y que encima es una ninfómana va mi madre y me intenta chafar el plan.
– – – – –
De vuelta en casa he descubierto que mientras estoy con mi padre en la sala, mi madre no me acosa y además puedo elegir el tipo de tortura televisiva. Lo malo es que me obliga a hablar con él y siempre quiere saber cosas de Pilar, aunque en el fondo eso no me molesta demasiado. Solo hay una cosa que le oculto para no hacerle daño y es el acoso al que me tiene sometido mi madre estos últimos días. Sería un golpe muy duro si supiera de su ansia por follar conmigo. Para él sería como si yo hubiese ocupado su puesto, es decir, la consumación de Edipo y Yocasta.
Cuando dan las cinco mi padre se prepara para ir a trabajar y yo aprovecho para ducharme. Esta tarde también vendrá Pilar y quiero estar impecable. Me encanta follar con esta mujer, qué mujerón, qué loba. Mmm, si su marido y sus hijos supieran…
Entro en la ducha, abro el grifo y espero hasta que el agua sale bien caliente antes de meterme bajo el chorro. Me enjabono el cuerpo cuando oigo abrirse la puerta. Veo entrar mi madre. Está desnuda y se mete conmigo en la ducha.
-¿Q…Qué haces?
-Aprovecho para ducharme contigo y así de paso te puedo jabonar la espalda si quieres.
-Pues…, no sé, puedo hacerlo solo.
Me pasa las manos llenas de gel por la espalda y comienza a enjabonarme. Me limpia con esmero y después se aplica con mi trasero. Mete una mano por detrás y me agarra de los huevos masajeándolos.
-¿Te gusta? ¿Te gusta así?
-Host-tias.
Aprieto las piernas y las nalgas y elevo la cadera.  Voy a decirle algo pero me agarra la polla con la otra mano y me pajea.
-Mi niño, mi niño bueno. Yo sí sé lo que te gusta ¿A que sí?
Voy a echarla de aquí pero primero dejo que me sobe los huevos y la polla un poquito más.
-Tócame las tetas, anda. Con lo que a ti te gusta, tócamelas. Mámamelas si quieres.
-Esto…, esto no esta bien, mamá.
-Te gustan las mujeres con pezones negros ¿no? Mira los míos, mira que oscuros los tengo ¿ves? Tus preferidos.
-Para ya, mamá.
Aunque tengo la polla a 100 no quiero seguir, no está bien.
-¿Quieres que te chupe? –dice arrodillándose frente a mí- déjame que te chupe, seguro que ésa no te chupa como yo.
-Se dice “que te la chupe” y no, no quiero. Levántate mamá –pero no me hace caso y empieza a hacerme una mamada.
Se la mete entera en la boca y me recorre de alante atrás mientras me acaricia los huevos. La cabrona sabe que me vuelve loco que me toquetee por ahí. Con gran esfuerzo la aparto de mí y la levanto. Mi madre frunce el ceño contrariada.
-Pero ¿Por qué? ¿Por qué no quieres que te mame? Sé que te gusta, anda hijo, déjame que te lo haga, ya veras como te va a gustar. Te lo voy a hacer muy bien, mejor que ella, ya verás.
Esto se me está yendo de las manos.
–He dicho que pares, por favor.
-¿Quieres meterme un dedo en el culo? –dice cogiéndome de la mano y llevándosela detrás.
-Que no mamá, en serio.
-¿Y la polla? –dice girándose y pegándose a mí- Si quieres te dejo que me la metas. ¿Te parece bien?
Me agarra la polla tiesa y se la pasa por la raja del culo arriba y abajo varias veces hasta colocar la punta en la entrada.
-¿Quieres metérmela? Venga, métela, métemela por el culo.
Me la aprieta contra su ano a la vez que se reclina poniendo el culo ligeramente en pompa, para mi sorpresa noto como se introduce la punta. Entre lo dura que me la ha puesto y el puto jabón que tengo por todo el nabo hace que la tenga más resbaladiza que una anguila con vaselina, no le ha costado nada entrar.
-Venga Miguel, dame por el culo, vamos hijo, fóllame.
No sé porqué pero empujo suavemente hasta el fondo mientras contengo un suspiro de placer.
-Así, venga hijo, dame por el culo. Más, más fuerte, dame por el culo venga, que te gusta, ¿A que te gusta darme por el culo, eh?
¿Pero qué cojones estoy haciendo? Comienzo a retirarme inmediatamente pero antes de que salga del todo mi madre me empuja de espaldas contra la pared y se vuelve a meter. Joder, que hija de puta, mmm, y como me gusta. Vale, ella gana, solo un poco más y luego paro.
-Así hijo, así. Sigue follándome, fóllate a tu madre, cariño. Fóllame por el culo, venga.
Subo las manos desde sus caderas hasta llegar a sus tetas y me lleno las manos con ellas. Las aprieto contra mí mientras entro y salgo de ella una y otra vez. Este placer es algo nuevo que acabo de descubrir, estoy en la gloria.81073_12big
-Así hijo, así. ¿Ves como te gusta?, ¿ves como te gusta darle por el culo a mamá?
Mi madre pone las palmas de las manos contra la pared y abre ligeramente las piernas para acomodarse a mi metesaca. Cada vez sobo sus tetas con más fuerza, aunque sean de mi madre reconozco que son las mejores tetas que he visto nunca.
Abro los ojos de golpe, ¿qué estoy haciendo? ¿Estoy dando por el culo a mi madre?
Ralentizo la cadencia hasta casi suspender la follada. Mi madre pega la frente contra la pared. Algo no va bien. Deslizo una mano hasta su coño. Lo acaricio y lo recorro con mis dedos hasta detenerme en su clítoris. Me lo temía.
Sus pezones se están poniendo duros y su clítoris comienza a dilatarse. No tanto como a Pilar, que se pone como una perra loba, pero lo suficiente como para darme cuenta de que a mi madre… ¿le gusta que le de por el culo?
Continúo tocándole el coño mientras la enculo despacio. Intento pajearla en el clítoris como me ha enseñado Pilar mientras le sobo las tetas con la otra mano. Los pezones están tomando dimensiones considerables y mi polla también, ver a una mujer excitándose me pone a mil, aunque sea mi madre.
Pega su cara contra la pared y suelta el aire de golpe en un suspiro. Tiene los ojos cerrados, la boca abierta y el ceño fruncido. Hostias, como me pone lo que veo, como me pone verla así de cachonda. Se le escapa un gritito que intenta amortiguar tapándose la boca con el dorso de la mano.
La enculo con más fuerza y como respuesta abre la boca aun más y comienza a jadear.
-¿Te gusta? –ya sé la respuesta pero soy de los que les gusta estar seguros.
-Sssi –logra decir.
-¿Te gusta que te de por el culo?
-Sí –lo dice muy bajo, casi no la oigo.
-¿Te gusta que te de por el culo tu hijo?, ¿Que se corra dentro?
Mueve la cabeza afirmativamente pero no contesta porque está muy ocupada jadeando y tapándose la boca a la vez. Por fin voy a conseguir que mi madre se corra, algo que no pude hacer cuando estuve con ella la primera vez. Qué frustrante es disfrutar con alguien que lo está pasando mal y más cuando esa mujer es tu propia madre.
Se acerca la corrida, al menos la mía. No sé cuanto más voy a poder aguantar. Ella lleva un rato corriéndose y el final parece que no está cerca. Acelero la cadencia de mi mano en su coño pajeándola más rápido y pellizco con suavidad uno y otro pezón. Ya no puede disimular los gemidos con una mano así que se abandona y grita como una loca con la cara totalmente pegada a la pared, parece que se quisiera morrear con los azulejos.
Me excito tanto oyéndola disfrutar que me empiezo a correr yo también. Lleno su culo con chorros de semen que tenía guardado para Pilar. Lo siento por ella pero que se joda, mi madre ha llegado primero.
Giro la cabeza hacia la puerta que está a mi izquierda y veo una figura humana bajo ella. La sonrisa de bobalicón de mi cara va desapareciendo paulatinamente. Mi padre nos está mirando con semblante serio y a mí se me rompe el corazón, no tanto por lo que sus ojos ven sino por lo que sus oídos han estado oyendo.
A mi padre nunca le dejó metérsela por el culo, pero lo peor es que él nunca ha conseguido que ella se corra tanto como conmigo. El complejo de Edipo se apodera de nuevo de mí y me aplasta contra la cruda realidad. La realidad de un mindundi suicida con graves problemas para relacionase, incapaz de hacer amigos y cuya madre es la única mujer a la que es capaz de tirarse. La realidad de un cabeza de familia que ve como el inadaptado de su hijo ocupa su lugar, llegando donde él no pudo llegar y logrando lo que él siempre deseó: ser el adalid de su mujer, el héroe que proporcionara oleadas de placer a su reina en numerosas noches de lujuria.
La realidad de un administrativo reconvertido en vigilante de seguridad en un trabajo de mierda, viviendo en un piso de mierda, con unos amigos de mierda y un hijo de mierda. La realidad de un perdedor reconvertido en cornudo.
Los gritos de mi madre se van convirtiendo en jadeos antes de cruzar la mirada con la de su marido. Continuamos follando cada vez más despacio bajo su mirada, incapaces de renunciar a los últimos coletazos del orgasmo. Mis padres se contemplan el uno al otro en silencio. Nadie se molesta en dar esas ridículas excusas tales como “no es lo que parece”, “solo ha sido un polvo de nada”, “no sabía lo que hacía”… sobran las palabras, solo quedan los hechos.
Cuando se apagan los jadeos, los gemidos y los golpes de cadera dejo de encularla hasta quedarme quieto tras ella. Se hace el silencio en el baño y en toda la casa, no se oye ni una mosca.
-Se me olvidó que hoy entro más tarde en mi turno –susurra mi padre.
Mi madre se yergue sin dejar de mirarle con cara de pena, quedando su espalda contra mi pecho. Ella también sabe lo que este orgasmo significa para él.
-Miguel… -me hace una seña con la cara girándola levemente hacia mí.
Mi polla aun sigue dentro de su culo y mis manos siguen sobre su coño y sus tetas. Deslizo las manos hasta sus caderas y voy sacando la polla con suavidad hasta que sale por completo quedando en el aire en posición horizontal, señalando el sitio por el que acaba de salir. Mantenemos esa posición unos segundos hasta que ella decide girarse y salir de la ducha. Coge una toalla y comienza a secarse el cuerpo, sin molestarse en tapar sus partes ni ocultarse tras un manto de tela que disimule la vergüenza que sentimos los tres. Lo hecho, hecho está.
Cuando termina de secarse deja la toalla donde estaba y sale del baño. Mi padre, cabizbajo, se hace a un lado para dejarle paso pero mi madre se para junto a él antes de salir. Le pone una mano en el hombro y por un instante está a punto de decir algo.
Se va y nos quedamos mi padre y yo solos, mirándonos, seguramente pensando en lo mismo. El día que debía ser el más alegre y a la vez el más triste de mi vida. El día en que logro superarle y ser mejor que él, es el día en el que descubro que una etapa de nuestras vidas termina para dar paso a otra nueva. La mía, como hijo que tenía a su padre en un pedestal y la suya, como rey caído.
Está triste pero en el fondo siente ternura por mí. Fuerza una sonrisa de comprensión y señala con el dedo a mi polla.
-Al final parece que la tienes más grande que la mía.
-¿Eh? Ah, no, son iguales –le rebato con timidez-, me lo ha dicho mamá.
Nos quedamos mirando a mi polla a falta de algo más ocurrente que decir. Si tuviera a bien irse del baño podríamos morirnos de tristeza cada uno a su gusto pero algo le debe obligar a estar conmigo, quizás es lo mismo que me impide salir de la ducha e irme dejándole aquí solo.
-Siempre he tenido complejo de tenerla pequeña –no se me ocurre otra cosa para romper el hielo.
-Ah.
-Pilar dice que la tengo normal, quizás un poco por encima de la media.
-Ah… ¿Pilar ha visto muchas?
-Bueno, tuvo 3 novios antes de casarse.
-O sea, que con su marido y contigo ya son 5 las que comparar.
-Bueno y uno de sus hijos. Una vez le pilló con su novia en casa… -esta conversación empieza a ruborizarme- bueno, que según me ha dicho la mía es como la de su hijo mayor, un poco más larga y gorda que la media, y de grosor adecuado.
-Ya, así que nuestras pollas son como las de su hijo mayor.
¿Eso ha sido un chiste? De nuevo se hace el silencio.
-Tu madre… -comienza a preguntar- parece que le ha gustado mucho.
-Yo no quería…
-Déjalo Miguel, no importa, no estoy dolido. Ya sabes que tienes mi consentimiento. –su cara no dice lo mismo.
-A mamá no le gusta que esté con Pilar.
Los ojos de mi padre se entrecierran mientras espera que continúe.
-Quiere sustituirla para que me aparte de ella.
-¿Y eso por qué? –contesta sorprendido.
-No lo sé pero está haciendo todo lo posible para que no siga viéndome con pilar –digo “viéndome” por no decir “follándome”.
Por fin mi padre parece que se derrumba. Aparta la vista de mí y se sienta sobre la tapa del váter enterrando la cabeza entre sus manos.
-Yo nunca la he hecho gritar así.
Bueno, quizás si probara a limpiarse el barro de los zapatos con la cortina de la sala…
-Te juro que yo tampoco. Hasta ahora, mamá solo sonreía tiernamente mientras estaba con ella pero sin excitarse nada de nada. No sé qué le ha pasado hoy.
-Y encima te ha dejado darle por el culo -dice negando con la cabeza.
-B…Bueno, a lo mejor esa es la razón de su… calentón. Hay una peli antigua titulada “Garganta Profunda”. Va de una tía que tiene el clítoris en la garganta, así que para excitarse, en lugar de follar, tiene que chupar una polla hasta el fondo de la garganta. A lo mejor mamá tiene el… -mi padre me mira como si estuviera viendo a José Luis Torrente dando una charla sobre feminismo.
-¿Que tu madre tiene el clítoris en el culo?
-N…No quería decir eso, pero a lo mejor hay algo que haga que ella…
-Que ella ¿qué?
-Pues eso, joe papá. Que en el fondo, detrás de esa fachada ama de casa complaciente puede que haya una zorra que quiera que se la metan por el culo, una perra que quiera que se la follen por detrás, una puta que necesite que la pongan mirando pa cuenca, que le metan un pollazo por…
Mi padre mira horrorizado como utilizo mi polla para acompañar mis explicaciones. Me paro en seco y me suelto la minga.
-B…Bueno, o a lo mejor no -digo carraspeando.
El rictus de espanto de mi padre se relaja poco a poco hasta convertirse en la faz del hombre bondadoso que siempre ha sido. Cierra los ojos durante unos segundos y toma aire.
-O a lo mejor lo que le excita eres tú.
– – – – –
Pilar está sobre la cama, desnuda frente a mí. Es una mujer imponente y moderna a la que le gusta jugar con un jovenzuelo como yo. Estamos solos en mi habitación y ha aceptado dejarse “violar” por mí. He vendado sus ojos y esposado sus muñecas a la cabecera de la cama. Es mía, mi esclava.
Recorro su cuerpo con la punta de un cinturón de cuero que hace las veces de látigo improvisado. Lo hago chasquear y después le acaricio la piel con él para asustarla, para excitarla, y lo estoy consiguiendo.
Abre las piernas y levanta ligeramente la cadera, quiere que le coma el coño, le encanta como se lo hago. Y la verdad es que lo hago de puta madre, he metido muchas horas aprendiendo en internet. Dios salve a internet.
Chasqueo tres veces seguidas el cinturón y Pilar se muerde el labio inferior.
-Mmm, me pones cachonda, cabrón.
No sé por qué me tiene que insultar si yo no la he faltado al respeto, y más una señora de su edad, ya no hay educación, se han perdido las formas. Vuelvo a chasquear tres veces mi “látigo” y esta vez la puerta de mi cuarto se abre silenciosamente.
La cabeza de mi padre asoma por el hueco de la puerta y en cuanto ve lo que hay sobre la cama abre ampliamente los ojos y deja caer su mandíbula hasta la alfombra. Le hago señas para que se acerque y obedece instantáneamente pero con varios minutos de retraso ¿Alguien ha visto alguna vez moverse a un oso perezoso? Está acojonado, casi más que yo. Camina como los personajes de dibujos animados cuando quieren caminar en silencio.
Se acerca hasta donde yo estoy colocándose a mi lado. Ambos estamos desnudos y me mira la polla tiesa. Él también está empalmado. Pasa su mirada de una a otra minga y cuando me mira a la cara arquea las cejas y asiente con la cabeza como diciendo: “pues va a ser verdad lo que decía tu madre de que tenemos la polla igual de grande”.
Pilar, que está frente a nosotros, abre las piernas un poco más obsequiándonos con una visión de su coño de lo más reveladora. Se nota que la he puesto cachonda, muy cachonda.
-Vamos cabrón, ¿a qué esperas? –gime como una gata- No me hagas sufrir más.
No sé como esta mujer es capaz de hablar y lubricar así al mismo tiempo. Mi padre mira hacia la puerta donde mi madre espera apoyada en el quicio y aguarda su aprobación. Por toda respuesta, mi madre, aparta la mirada. No le hace maldita la gracia lo que su marido ha venido a hacer pero se resigna, hay una deuda entre ellos muy difícil de compensar.
Mi padre mira de nuevo el coño de Pilar mientras abre y cierra la boca y traga saliva nervioso. Necesitaré una sábana entera para recoger todas las babas que va dejando en el suelo. Poso una mano sobre su hombro y le empujo con suavidad para que inicie el cortejo, o sea, que le coma el coño, su mayor deseo en esta vida.
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Mi padre ha utilizado mis productos de higiene para ducharse y perfumarse para, de esa manera, hacerse pasar por mí frente a nuestra presa. Es decir, que ha utilizado el champú tamaño familiar, el desodorante del eroski y la colonia de tarro que llevamos usando toda la vida. Aun así duda de que Pilar no se de cuenta de quién es quién.
Aunque suene raro decirlo, he impartido a mi padre unas amplias nociones de cómo yo le como el coño a todas las mujeres con las que he estado, o sea, a las dos. El hijo enseñando a su padre, ¿¡quién lo hubiera dicho!?
Al final mi padre acerca su mano al sotobosque y posa los dedos con suavidad, con miedo, como si ella fuera capaz de adivinar por el roce quién la está manoseando.
-Mmm, sí.
Mi padre desliza las yemas de los dedos por toda la raja con el miedo aun metido en el cuerpo y Pilar se contonea de placer. Mi padre me mira y frunce el ceño mientras hace un gesto negativo con la cabeza. “Esto no es buena idea”, parece decir. Como respuesta señalo su polla y después señalo el coño de Pilar que espera impaciente su siguiente caricia, bueno la mía. Él, que sigue sin estar convencido del éxito de nuestra felonía, mira a mi madre esperando ver en ella una muestra de desaprobación que aborte la misión suicida, sin embargo mi madre, que está al borde del colapso por la lentitud de su marido y que va a terminar destapando todo el pastel, le insta con gestos a que continúe de una puta vez.
Con los ojos cerrados y la frente perlada de sudor, mi padre comienza a acariciarle el coño. Cuando los abre, mete 2 dedos en su coño mientras le frota el clítoris con la otra mano. Pilar se retuerce cada vez con más fuerza.
Vuelve a mirarnos a mi madre y a mí y por fin se decide a hacer lo que ha estado deseando casi toda su vida. Mete su cabeza entre las piernas de Pilar y toca su coño con su lengua.
-Hosssstias Miguel, ya era hora.
Lame el clítoris lentamente, con miedo a ser descubierto, pero Pilar no se da cuenta del intercambio, está muy concentrada mordiéndose los labios y conteniendo sus gemidos.
Envalentonado con ello, mi padre se recrea en su lamida para llevarla al orgasmo varios minutos después. No es tarea fácil, la muy puta brinca como una cabra con una guindilla metida en el culo. Mi padre tiene que abrazarse a sus piernas para no despegar la boca de su coño y poder seguir lamiendo sin interrupción
Cuando termina de lamerla, Pilar queda despatarrada y medio muerta sobre mi cama, respirando a bocanadas. Está empapada de sudor.
-Joder Miguel, qué pasada –dice entre jadeos-. Menudo cabrón estás hecho.
-No lo sabes tú bien.
Empujo de nuevo el hombro de mi padre mientras señalo el cuerpo de Pilar. Mi padre, con los ojos como platos, no se atreve a dar el siguiente paso y se separa de ella como si tuviera la peste. Vuelvo a empujar su hombro con más insistencia. Mi padre busca a su mujer que sigue apoyada en el marco como convidado de piedra. Mi madre sostiene su mirada y asiente levemente.
Mi padre mira a Pilar con una mezcla de excitación y miedo. Va a hacer lo que más desea y lo que más teme. Pilar es la mejor amiga de su mujer, la esposa de su vecino, la madre de varios hijos a los que conoce de toda la vida, una señora respetada. Se pasa los dedos por los labios, los tiene secos y se los humedece con la lengua, tiene la boca seca.
-Vamos nene, fóllate a mami, venga –dice Pilar.
Me pongo colorado y miro a mi madre de soslayo. Ella también se ha ruborizado. Mi padre no termina de decidirse y Pilar se impacienta. Intenta quitarse la venda de los ojos dando movimientos bruscos con la cabeza.
-Vamos cabrón, móntame ya.
Podría pedirlo por favor, vamos digo yo, qué modales son éstos. Doy un empujón a mi padre que cae entre las piernas de Pilar.
-Mmmm, ¿vas a utilizar la fuerza conmigo? ¿Me vas a violar?
-Te voy a hacer algo peor –contesto desde la espalda de mi padre.
-Mmm sí, viólame, viola a tu mami.
Como le gusta hacer sangre a esta señora. Por suerte para todos, mi padre ha empezado a acariciar y sobetear su melonar. Pilar se retuerce como una culebra bajo mi padre.
-Venga Miguel, dime cosas fuertes. Dime guarradas. Insúltame.
En los labios de mi madre se puede leer: “Z-O-R-R-A-H-I-J-A-D-E-P-U-T-A”. Algo me dice que lo piensa de verdad, quizás los puños apretados o los ojos inyectados en sangre, o el hecho de que haya levantado un puño y muestre el dedo corazón. Carraspeo antes de hablar.
-Eeeh, te voy a follar… puta.
-Mmm, más, dime más.
-Te voy a follar mucho… y fuerte… puta –digo acercándome a la nuca de mi padre.
Pilar abraza a mi padre con las piernas y lo atrae hacia si.
–Vamos cabrón, sigue diciéndome cosas. Insúltame de verdad, maricón.
Me quedo pensando pero… no sé me ocurre nada, yo soy un romántico, joder. No sé decir cosas de esas. Por suerte mi padre se lanza y la besa con pasión. Ella recibe su boca como fruta madura. Ambos se morrean con fuerza mientras mi padre restriega su herramienta por el potorro y le soba sus tetazas. En uno de los hábiles movimientos de mi padre consigue metérsela hasta el fondo y empieza a penetrarla con furia.
Lo que sucede a continuación es una concatenación de cosas predecibles en casos como éste. Mi padre se corre en menos de medio minuto, a tomar por culo, fin.
Se levanta agotado, da 2 pasos hacia atrás y pone las manos en las caderas con la satisfacción del trabajo bien hecho. Levanta dos veces las cejas y me enseña el pulgar con la cara radiante de felicidad y una sonrisa de oreja a oreja. Le miro horrorizado, con la boca tan abierta que el coche fúnebre que ha de llevarme al cementerio puede pasar a través de ella. Pero ¿¡qué cojjjjjones ha hecho este hombre!?
Miro a mi madre intentando obtener una explicación pero su semblante es el mismo que el de un mastín a la hora de la siesta.
-¿Qué pasa Miguel? –pregunta Pilar -¿Qué estás haciendo? ¿¡No habrás acabado ya!?
Se mueve intentando ver algo e intenta quitarse la venda frotándola con los brazos extendidos sobre su cabeza.
-N…No mujer, que va. Solo estoy haciéndote sufrir.
-No me jodas Miguel, tú te has corrido.
Sin tiempo para pensar me echo encima de ella, cojo mi polla tiesa, apunto y se la meto antes de que la cosa pase a mayores.
-Mmmm, joder que fuerte estás. –dice Pilar.
Me muevo con fuerza para ponerla a mil cuanto antes pero noto algo desagradable. Tiene todo el coño lleno del semen de mi padre. ¡Estoy resbalando mi polla en el semen de mi padre! Jodddder, que ascazo. Y lo peor es que ya no hay marcha atrás, ya no.
Cierro los ojos y prefiero no pensar. Follo a Pilar como un toro. Al cabo de un minuto de golpes de cadera y gemidos mi padre sonríe ufano pensando “éste es mi chico”, a los 5 tiene las 2 cejas levantadas sorprendido por mi vitalidad, a los 10 está serio con el ceño fruncido, 15 minutos después oculta su cara entre sus manos, sentado en la silla que hay junto a la ventana, derrotado. Ha comprendido algo muy importante de su matrimonio, algo que le está aplastando como una losa con cada grito de Pilar y con cada una de mis embestidas. A mí solo me ha llevado comprenderlo medio minuto.
Sujeto los tobillos de Pilar en alto mientras la penetro una y otra vez. Me encanta ver mi polla entrar y salir de su coño negro mientras sus tetas botan arriba y abajo. Durante todo el tiempo Pilar no ha dejado de gemir y de pedirme más y más, contoneándose y retorciéndose como una lagartija en un bolsillo.
Mi padre observa la escena impávido. Sus ojos no me miran a mí ni a Pilar sino a si mismo 50 ó 100 años atrás. Repasa mentalmente su vida, sus mil años de patética y triste rutina marital.
Hago que Pilar se gire y se ponga a 4 patas para poder follarla desde atrás y que mi padre pueda ver sus tetazas botar como a él le gusta. Sus muñecas siguen atadas al centro de la cabecera mediante unas esposas de plástico lo que permite el cambio de posición. Sus piernas abiertas facilitan la entrada de mi “amigo pequeño” que meto y saco una y otra vez con furia para deleitar a mi padre. Me lleno las manos con sus tetazas y las amaso con exageración para él.
Pero él ya no está aquí sino a mil años de distancia. No ve como follo su coño. No le interesa cómo botan sus tetas con cada embestida mientras la galopo. Su mirada está fija en mi madre, intentando alcanzarla. Intentando pedirle perdón u ofrecer explicaciones innecesarias con angustioso mutismo. Hay silencios que hablan por si solos y miradas que perciben lo que uno no se atreve a decir.
Me concentro en lo que sé hacer bien y rezo porque mi padre se fije de una vez por todas en Pilar y se deje de frustraciones inútiles. Mis pelotas golpean contra su pubis haciendo un ruido característico como si estuviéramos aplaudiendo. Mantengo el ritmo hasta que su cuerpo se tensa. Sus manos aprietan la cabecera, abre la boca y comienza a pegar tales gritos que imagino a todos gansos de la ciudad tomando el vuelo a la vez. Muerde la almohada para no despertar a los enfermos en coma del hospital más cercano mientras se corre.
Me abandono y me corro con ella. Lleno su coño de semen que se mezcla con el de mi padre. Es triste sentir el semen de tu propio padre en la polla pero más triste es robar. Tengo una sudada de tres pares de cojones. La descabalgo despacio mientras ella se desploma sobre la cama y se da la vuelta boca arriba, despatarrada.
Respiro como un rinoceronte a la carrera. Mi padre se levanta y se dirige hacia la salida. Ya no camina encorvado con la punta de los pies como si fuera un dibujo animado sino como alguien que acaba de suspender un examen por enésima vez.
Arrastra su cuerpo hasta la puerta. Al llegar pone la mano sobre el hombro de mi madre durante un instante y agacha la cabeza. Justo cuando intenta salir mi madre retiene su mano y tira de él, le abraza. El abrazo dura una eternidad. Una eternidad de silencio contenido.
Entonces mi madre apoya sus manos en los hombros de mi padre y le empuja suavemente desde atrás hasta colocarle a la altura de la cama junto a la cabeza de Pilar.
Mi madre coge la polla de mi padre, que parece no entender nada al igual que yo, y la acerca a la boca de su amiga que respira a bocanadas. Acaricia los labios de su amiga con la punta del pene de su marido.
-Pero Miguel, ¿es que tú no te cansas nunca? –pregunta Pilar.
Acomoda sus labios a la polla de mi padre y comienza a mamársela lenta y suavemente mientras mi madre permanece tras él besándole el cuello. El pobre hombre está tan excitado como asustado. Está atrapado entre las 2 mujeres que le maman y le acarician. Tiene la polla muy dura y Pilar se sorprende por la rapidez y vigorosidad de la erección.
-Joder Miguel, eres increíble, chico.
 Mientras le mama, mi padre mete mano tanto a Pilar como a su mujer sin que la primera sea consciente de lo que pasa a su alrededor.
 La mamada transcurre despacio. Pilar se esmera en proporcionar las mejores caricias que sabe ofrecer. Mi padre disfruta en silencio con el ceño fruncido y la boca abierta. Un buen rato después mi padre apenas se puede mantener en pie de tanto placer. Tiene la frente empapada de sudor y sus manos en las tetas de la mujer. Cuando se corre a duras penas puede contener unos leves gemidos mientras eyacula. Ella le deja correrse en su boca pero sin tragarse el semen que se desliza por sus labios hasta caer en las sábanaaas ¡JODDDDER! Que ahí tengo que dormir yo luego.
 Mi padre, que casi no se tiene de pie, suelta la teta de Pilar que no ha parado de masajear durante toda la mamada y da un paso atrás haciendo que mi madre deba apartarse.
 Solo se oye la respiración de mi padre que suda como un gorrino. Pilar, por otro lado, descansa tranquila con media cara empapada de semen. Entonces mi madre se acerca a la cama y se inclina hacia su amiga. La besa con suavidad en la comisura de los labios. Una anónima caricia de agradecimiento a los servicios que le ha regalado a su marido. Unos servicios ofrecidos sin su conocimiento ni consentimiento. Pilar corresponde en la misma medida devolviendo el beso con la punta de los labios.
 Sin embargo el beso se prolonga más de lo esperado y me doy cuenta de que mi madre ha juntando sus labios con los de su amiga y ahora se besan uniendo la punta de sus lenguas. A cada momento el beso va tomando nuevas dimensiones y ahora ambas mujeres se comen la boca entrelazando sus lenguas.
 Mi madre comienza a acariciar las tetas de su amiga mientras ésta corresponde al beso con pasión levantando la barbilla y estirando el cuello. Sus bocas luchan entre si a la vez que mi madre lame y muerde los labios húmedos de semen de Pilar. La mano que acariciaba sus tetas está ahora amasándolas sin pudor y con deseo desmedido. Toqueteando los pezones y deslizándolos entre sus yemas una y otra vez.
 Cuando se harta de sobarle las tetas desliza la mano hasta la entrepierna y acaricia su coño. Es una caricia que busca el placer ajeno. Masajea su clítoris con 2 dedos durante un buen rato antes de decidir introducirlos en el coño y follarla despacio con la mano. Pilar se contonea disfrutando, sin saberlo, de la mano y los labios de su vecina.
 Mi padre y yo nos miramos con las bocas abiertas. ¿Por qué hace esto? ¿Es en el fondo mi madre una lesbiana reprimida? ¿Era de mí de quien estaba celosa o era de Pilar?
 Sus dedos entran y salen del coño de su amiga impregnados del semen de su marido y su hijo. Pilar, mientras tanto, se contonea cada vez con más fuerza intentando adelantar el orgasmo que está a punto de llegar. Al final arquea el cuerpo y abre la boca gimiendo mientras mi madre sigue besándola por toda la cara que aun tiene llena de semen.
 Pilar se corre mientras gime en la boca de su amiga que se la sigue comiendo a besos. Se agarra a los barrotes de la cama y tensa el cuerpo. Bota arriba y abajo arqueando la espalda continuamente mientras su amiga termina de proporcionarle la corrida.
 Cuando desfallece, mi madre continúa besándola de manera continuada con los ojos cerrados. Pilar respira a bocanadas mientras mi madre besa sus labios, su barbilla y baja por su cuello. Sigo alucinando al igual que mi padre. Nos miramos el uno al otro sin comprender qué es lo que está sucediendo realmente.
 Mi madre toma una de las tetas de su amiga y se la lleva a la boca. La besa con suavidad y la acaricia con la punta de la lengua. Besa la aureola que circunda su pezón, percibe su dureza y lo lame con delicadeza.
 Las lamidas son cada vez más largas. Abre la boca, se mete el pezón entero y lo chupa con fruición. Mi madre está mamando y amasando las tetas de su amiga absorta a todo lo que le rodea.
 Caen los segundos y nadie se mueve de donde está. Ni tan siquiera Pilar que disfruta ignorante de las caricias de su amiga. Estoy alucinando viendo a mi madre así. Esto no entraba en el plan. A decir verdad, casi nada de lo que ha pasado hoy estaba previsto.
 De repente mi madre deja de lamer, abre los ojos y se separa con lentitud. Nos mira a mi padre y a mí con cara de espanto. Ninguno de nosotros es capaz de hacer un gesto, ni tan siquiera para cerrar la boca que aun tenemos abierta.
 Su respiración acelerada nos indica que está excitada. Su pecho sube y baja rítmicamente y al mirarlo puedo adivinar bajo su ropa unos pezones erectos. Continúa mirándonos a mi padre y a mí asustada al darse cuenta de lo que ha hecho. Algo que ni ella misma se cree. Parece que hoy es el día de los descubrimientos turbios.
 Despega sus labios para decir algo pero por toda respuesta baja la cabeza y sale de la habitación apresuradamente con una mano en la boca y los ojos en lágrimas. Mi padre la retiene de la mano antes de cruzar la puerta y es ahora él quien la abraza con fuerza ahogando sus lágrimas en su pecho.
 La escena continúa eternamente hasta que por fin la puerta se cierra en silencio. Me quedo mirando la puerta durante no sé cuanto tiempo sin poder apartar la imagen de mi madre, ¡MI MADRE!, besándose con Pilar mientras le hacía una paja. La voz de Pilar me saca de mis pensamientos.
-Joder Miguel, ¿Serás cabrón?
 Cuando giro la cabeza veo con horror que se ha soltado una mano de las esposas de plástico y se ha levantado la venda bajo la cual me mira asombrada. Casi me cago en la alfombra. ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cómo coño ha sido capaz de soltarse de unas esposas de juguete? Estos putos chinos del bazar solo saben hacer cacharros de mierda.
 Me mareo y empiezo a sudar intentando explicárselo de la mejor manera posible.
-¿Eh? Ah, eeeh, a ver…
-¡Estás otra vez empalmado! Menudo salido eres.
 Miro a mi polla que me está apuntando a los ojos.
-¡Te has empalmado con la paja que me has hecho!
-Pues, pues… -suelto el aire que contenía en los pulmones aliviado- me parece que sí. –Digo mientras miro de nuevo a la puerta de mi cuarto por donde han salido mis padres.
-Si te corres tantas veces solo por verme vendada y esposada –dice entre divertida y resignada- tendremos que jugar a esto más veces.
 La miro fijamente unos segundos y sacudo la cabeza a un lado y a otro.
-No, mejor no repetimos esto nunca más.
Fin.
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Como siempre, el que suscribe, ruega postrado ante el monitor cualquier tipo de comentario tanto si es bueno como si es malo; tanto si es largo como si es corto del tipo ” me gusto” o “mejorable”.
Envía un comentario, “pofavo”. No sabéis la ilusión que me hace, sobre todo si son críticos (aunque no lo creais son los que más aprecio). Dime la parte que más te gustó, la que menos, lo que no soportas, lo que te pone más o te pone menos…
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Relato erótico: “La esposa de un narco y su hermana. La hermandad” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2

Segunda parte de  La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas.
 

Sin-t-C3-ADtulo21Como os comenté en el relato anterior, un día como otro cualquiera, la esposa de un narco al que defendí y su hermana ocuparon  el piso pegado al mío. Desde el inicio, la presencia de esas dos rusas cambió mi vida. Si en un principio me jodió por saber que me iban a traer problemas, durante una cena el narco me contrata para defenderlas y para colmo, la más joven muestra una extraña atracción por mí.
Todo se complica cuando después de descubrir que las dos mujeres se consuelan entre ellas,   decido salir  de casa y Sofía, la hermana, se apunta a comer.  En la comida, me informa que entre sus planes está casarse conmigo para evitar que la puedan extraditar. Sabiéndome en sus garras, acepto. Tras lo cual llegamos a mi piso  y hacemos el amor.
Mientras lo hacíamos, Tania nos descubre y mi futura esposa sale de mi cama a explicarle que estábamos prometidos, dejándome solo y preocupado por saber que en cierta forma, me acababa de tirar a su putita…..
 
Capítulo tres:
 
Cuando ya estaba al borde del infarto, sonó mi teléfono y al contestar, Sofía me dijo, con voz alegre, que me vistiera y fuera a su piso. Tania quería hablar conmigo.  Por su tono, supe que le había ido bien, pero aun así tenía el estómago atenazado mientras me ponía la camisa. “Tranquilo, macho”, no dejaba de repetir tratando de insuflarme una confianza que me faltaba.
En menos de diez minutos, estaba tocando la puerta de las dos rusas. El sudor me recorría la frente mientras esperaba que me abrieran. En cuestión de segundos me iba a enfrentar a Tania y no sabía qué hacer ni qué decir. Fue ella la que me franqueó la puerta. Al verla me di cuenta que se había cambiado de ropa. Se había quitado el discreto vestido que llevaba cuando la vi a través del cristal y se había puesto una especie de túnica árabe. Su actitud era lo suficientemente amistosa para estar calmado.
-Marcos, pasa-  dijo llevándome a la biblioteca -tenemos que hablar-.
En silencio la seguí por el pasillo. El modo en que meneaba sus caderas al andar me recordaba al de una pantera, bella y peligrosa. La luz del atardecer al penetrar en la tela de su vestido traslucía  esa figura maravillosa que hacía unas horas había tocado, pero por mucho que la imagen fuese sugerente, no podía  que esa hembra era la cabeza de una organización criminal.  Nada más entrar en el salón me pidió que me sentara. Servilmente obedecí acomodándome en un sofá frente a ella.
Durante un minuto, no hizo otra cosa que observarme con detenimiento, como si fuera un depredador evaluando su presa.  Me resultó incómodo ser el objeto de su escrutinio pero no me quejé al tener claro que era una prueba. Creo que pasé el examen porque yendo al grano, me preguntó:
-¿Qué has visto en Sofía?
Lo prudente hubiera sido decirle que había caído víctima de un flechazo, pero esa mujer era una arpía y no se lo hubiese creído. Tomando aliento, le contesté:
-Ayer en la noche, usted y su marido me contrataron para que me hiciera cargo de la defensa de sus intereses y eso, es lo que estoy haciendo.
-Explícate- me dijo interesada.
-Usted necesita un hombre y no un abogado- al oírlo vi la ira en sus ojos -No me malinterprete, usted siempre ha actuado tras bambalinas. Siempre ha controlado su organización moviendo los hilos de una marioneta. Ese muñeco era Dmitri, pero ahora él no está y le urgía que alguien apareciera ante sus esbirros como la cabeza ejecutora de sus planes-. La vi asentir con la cabeza, lo que me dio fuerzas para continuar: -Si me caso con ella, todo el mundo me verá como el cuñado del jefe y en su ausencia como su máximo representante.
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-Marcos, eso me parece bien pero quiero que sepas que quiero muchísimo a esa tonta y no te perdonaría si la hicieras daño- contestó. Acababa de ganar el primer asalto, pero sabía que esa zorra podía cambiar de parecer en cualquier momento por eso me quedé esperando su siguiente paso. -¿Qué es lo que sabes de nuestra hermandad?
-Nada- tuve que reconocer.
-Bien, empecemos entonces por el inicio.  Casi nadie sabe que la hermandad nació en 1921. Tras la revolución, los rusos blancos fuimos derrotados por los bolcheviques y tuvimos que escondernos. Imagino que te sabes la historia-, asentí al haber estudiado que una facción de nobles y burgueses no habían aceptado el poder de Lenin y se habían levantado en armas y que tras tres años de guerra civil habían sido masacrados- Mi bisabuelo, el almirante Aleksandr Kolchak, antes de morir fusilado instruyó a su hijo Viktor para que continuara su lucha y restituyera la Gran Madre Rusia.
-No lo sabía pero he visto la película Almirante- le respondí realmente interesado por lo que me estaba contando ya que los libros de historia hablan maravillas de ese militar nacido en San Petersburgo.
-Entonces sabrás que fue traicionado y que su ejército se disolvió.
-Sí-.
-¡Pues es falso!, mi antepasado dio su vida para que su gente pudiera tener la posibilidad de rearmarse, pero desgraciadamente Lenin era ya demasiado poderoso y su hijo, mi abuelo, tuvo que pasar a la clandestinidad.
Eso explicaba los modales aristocráticos que manaban por todos sus poros. Tanía era la descendiente directa de esos personajes, lo que no entendía como habían llegado a convertirse en lo que eran hoy en día. Me urgía escuchar el final pero debía darle tiempo.
-Al principio fue duro, Stalin veía enemigos por todas partes pero aun así fuimos permeando la nomenclatura y al morir éste, tuvimos poder suficiente para derrocar a su sustituto.
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-Sí, pero no me interrumpas. Para aquel entonces, mi abuelo ya había decidido que el zarismo era inviable, por lo que nuestra organización se dedicó a servir a nuestra patria colaborando con Breznev pero sin olvidar nuestros orígenes. Fueron unos años durante los cuales colocamos a nuestra gente en posiciones estratégicas del estado que nos permitieran seguir operando y así llegamos a lo que somos hoy en día.
“Unos mafiosos”, pensé. Esta gente había errado el rumbo y se habían convertido en unos vulgares delincuentes. “Nada queda de sus ideales”. La mujer que tenía enfrente no me podía engañar eran una organización tipo la Cosa Nostra aunque lo disfrazaran de falso patriotismo.  Tania nuevamente supo que estaba pensando y dando un golpe a la mesa dijo:
-Te equivocas, no somos unos mafiosos. Puede que hayamos tenido que utilizar métodos violentos, pero seguimos fieles a nuestro fundador y algún día, los descendientes de Aleksandr Kolchak devolverán a Europa al lugar que nunca tuvo que abandonar. Nuestro objetivo es una Europa unida y fuerte que no sea un títere de Estados unidos ni de los árabes.
Los pábulos de grandeza de esa mujer me dejaron de piedra, realmente se veía como la heredera dinástica del imperio ruso. “Está como una cabra”, me dije mientras exteriormente hacía como si estuviera de acuerdo con su misión divina. Si hubiese podido, habría salido huyendo de allí.
-Tu elección, como marido de Sofía, no ha sido gratuita. Te  conocemos desde niño- dijo soltándome un legajo de papeles -Sabemos que tu familia se cambió el apellido en los años 50 y que tu verdadero nombre no es Marcos Pavel sino  Marko  Pavelic.
Esa puta me había desarmado. En menos de un minuto, había hecho trizas una fachada que nos había costado más de sesenta años en forjar. Mi abuelo, Ante Pavelic, líder absoluto de los Ustachas croatas se había refugiado en España, huyendo de los tribunales de guerra y al morir, mi padre, cansado de que se nos asociara a su recuerdo, había españolizado su apellido. Fue entonces cuando viendo mi desconcierto, llamó a Sofía. Mi teórica novia no tardó en hacer su aparición, vestida con el mismo tipo de túnica que llevaba Tania.
-Hermana, nos esperan- dijo nada más entrar.
-¿Hermana?- pregunté extrañado.
-Sí, Marko. Sofía no es la hermana de mi marido sino la mía- y lanzándome una bolsa me ordenó que la abriera. Viendo que en su interior solo había una especie de hacha, le pregunté qué quería que hiciera con ella.
-Te aconsejo que la cojas y no la sueltes- me respondió saliendo de la habitación con su hermana.
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Todo parecía parte de una película de misterio. No sabiendo que hacer me dejé llevar por esas mujeres al garaje, donde nos esperaban sus esbirros montados en el coche. Ni siquiera pregunté dónde íbamos al montarme en el Mercedes, me daba igual los fantasmas de mi pasado habían retornado para no irse jamás. Mi mente estaba tan  bloqueada por haber sido descubierto que no me percate que estábamos saliendo de Madrid hasta que llegamos a nuestro destino. Al bajarme del vehículo, miré a mi alrededor y me llevé la sorpresa que estábamos en un finca y que aparcados junto a un edificio que parecía un granero había al menos una veintena de coches de alta gama. “Reunión de mafiosos”, pensé sin saber que el motivo de dicha asamblea  no era otro que más que yo fuera presentado en sociedad.
-Quítate la camisa y coge el hacha- me ordenó Tanía.
Al preguntarle el motivo, me contestó que tenía que pasar la ceremonia de iniciación de la hermandad. Su respuesta me heló la sangre. En una de las escasas reuniones que había tenido con Dmitri, éste me explicó que en la Rusia zarista, los cosacos se volvían hombres luchando contra lobos y como el fundador había sido un noble cosaco, tuve claro que o huía o me tendría que enfrentar al menos con uno de esos canes. Escapar era imposible por lo que no me quedaba más remedio que luchar. Iba a llevar solo un hacha como defensa. Recordé que hacía años había ido a una demostración de la policía donde uno de los agentes se tuvo que enfrentar al ataque de un pastor alemán. El perro se había lanzado al cuello del guardia pero se encontró con el brazo acolchado de su víctima, y éste le había inmovilizado con una descarga eléctrica. Esperando que un lobo tuviera el mismo modo operandi, me enrollé mi camisa alrededor de mi brazo, confiando que fuera suficiente para evitar su mordisco.
Gracias a que desde niño, he sido un aficionado a las armas blancas, no me sentí raro blandiendo esa hacha de doble filo de claro origen medieval.
Al entrar a la nave, supe que mis negros pronósticos se iban a ser realidad porque descubrí que, en la inmensa nave, habían habilitado una jaula circular donde sin ninguna duda iba a tener lugar ese combate.
Nervioso, supe que esa era una prueba que obligatoriamente tenía que pasar para sobrevivir. Que dicha ceremonia fuera parte del pasado y saber que nadie en su sano juicio se enfrentaría voluntariamente a ella, no me servía de nada. Justo antes de una batalla, es inútil que un soldado raso piense que no tiene ninguna razón que le impulse a asaltar una posición del enemigo, sabe que solo puede acatar las órdenes y como dicen en México, atarse los machos y obedecer.
Eso fue lo que hice, sin protestar me dirigí hacia el lugar más alejado de la puerta del recinto y con mi espalda contra la reja esperar a mi enemigo.
Durante los cinco minutos que tuve que esperar a que organizaran tan siniestro festejo, pude observar a los presentes. Una centena de puñeteros mafiosos, sedientos de sangre, esperaban ansiosos el desarrollo de los acontecimientos, apostando y bebiendo sin importarle que, en breves instantes, yo tuviera que lidiar por mi vida contra un animal cuya única culpa era su instinto.
Buscando quizás consuelo, escruté el lugar tratando de hallar a las dos hermanas, a las dos mujeres culpables que yo me encontrara en esa situación.
No tardé en encontrarlas, Tania y Sofía estaban en primera fila, justo encima de donde en teoría iban a introducir al bicho. Esa posición de privilegio era del todo lógico, lo que ya no lo era tanto fue que creí descubrir en ambas mujeres un nerviosismo que no cuadraba con lo que yo sabía de ellas. No era solo Sofía la que estaba preocupada, su hermana, la gran jefa de esa pandilla de hijos de puta y por un motivo que no alcancé a comprender, se estaba comiendo la uñas.
El ruido de los operarios acercando la jaula de mi oponente a la entrada me hizo reaccionar y con mi adrenalina invadiendo todo mi corriente sanguíneo, me giré hacia mi destino.
Abriendo la puerta del recinto, observé que me había equivocado, no era un lobo contra el que me iba a tener que enfrentar sino contra un oso.
-Mierda- pensé completamente acojonado,-¡estoy jodido!-.
Comprendí que solo sorprendiendo al animal y usando el peso de mi cuerpo, podía asestar un golpe suficientemente potente para acabar con el pobre bicho. Solo tendría una puñetera oportunidad y no debía desperdiciarla.
Los osos, siendo unos animales extremadamente agresivos, dudan en atacar a alguien que no se les enfrenta y por eso, bajando mi mirada, busqué alejarme de su presencia. Sabía que evitar sus ojos solo me daba tiempo, nunca una ventaja.
Los gritos ensordecedores del público, además de hacerme saber que no estaban de acuerdo con una postura que consideraban cobarde, consiguieron descentrar a mi enemigo, el cual poniéndose en pie sobre las patas traseras empezó a rugirles amenazadoramente.
Sabiendo que era mi momento y que no tendría una mejor ocasión, me lancé hacha en ristre contra mi despistado oponente.
No sé si fue destreza o suerte pero, contra toda lógica, mi mandoble se fue a estrellar en la mitad de su cráneo, matándolo al instante. Se produjo un silencio expectante. Los malditos mafiosos no salían de su asombro, acababa de acabar con esa bestia sin recibir una sola herida y en menos de un minuto.
Asimilando que debía de aprovechar su desconcierto, mojando mis manos en la sangre del oso, me embadurné mi cara, tras lo cual soltando un aullido, comuniqué mi triunfo.
La misma concurrencia que solo unos segundos antes reprochaba mi cobardía, se levantó como un único ser y aplaudiendo y vociferando se declaró rendida a mis pies.
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Satisfecho por mi triunfo, dejé que un pope ortodoxo de largas barbas, me impusiera la capa de cosaco. A partir de ese momento, no me cupo ninguna duda de que era, además de uno de ellos, su jefe ungido. Ungido no por unas leyes hereditarias sino por la sangre derramada y que me había ganado su lealtad.
Saltándose el protocolo, Sofía se lanzó a mis brazos y llorando, me regaló sus caricias. Echándola bruscamente de mi lado y cortando una de las garras del desgraciando animal, me dirigí hacia donde estaba su hermana. Ella era la verdadera dueña de ese tinglado y arrodillándome frente a ella, mostré a los presentes que aceptaba la jerarquía tanto de ella como de su marido.
Entonces fue cuando como si ese lugar fuera las Ventas y mi actuación la de una leyenda del toreo, me vi alzado en hombros y homenajeado unánimemente por todo el respetable. Elevándome sobre sus cabezas, me llevaron a un salón anejo donde con respeto me dejaron en el suelo.
– Marko  Pavelic, ¡Ven y siéntate a nuestro lado!- dijo Tania señalando una silla entre ella y su hermana.
Sin saber que era lo que se proponía esa rubia, me senté y fue entonces cuando levantándose, pidió silencio.
-Queridos hermanos- empezó –muchos de vosotros no estabais de acuerdo en aceptar a un ustacha como integrante de nuestra hermandad y por eso, me exigisteis que lo probara siguiendo las costumbres ancestrales de nuestro pueblo. Como sabéis, al principio me negué porque en el último siglo nadie había sobrevivido al oso. Ahora, os digo: ¿Alguien osa a no reconocerlo como “zarévich”?
Nadie lo hizo y viendo que era unánimemente reconocido como uno de sus príncipes, un grupo de ancianos se acercó y arrodillándose ante mí, me juraron lealtad, para acto seguido todos y cada uno de los presentes me besó dos veces en las mejillas aceptando mi autoridad.
Al terminar, las dos hermanas que se habían mantenido al margen me llevaron a una habitación. Una vez allí, Tania la mayor, tomó la palabra y me dijo:
-Vístete para la ceremonia.
-¿Qué ceremonia?- pregunté.
-Tu boda con nosotras- soltó Sofía muerta de risa.
Como comprenderéis, me quedé helado al oírla y creyendo que había oído mal, insistí:
-¡Será contigo!
Con una carcajada, Tania intervino diciendo:
-A efectos legales, serás el marido de Sofía pero para la hermandad, el zarévich es el jefe absoluto y sobre ti, recaerá el bienestar de todos. Como hasta hoy yo y mi hermana hemos sido las cabezas de la misma, para obtener el puesto deberás casarte por el rito cosaco con las dos. Si preguntas por Dmitri, solo fue mi marido en papeles pero jamás para la hermandad.
La idea de ser el hombre de las dos hermanas era tan cautivante como peligrosa, por eso sin estar seguro de las consecuencias, me empecé a vestir. Al ponerme los pantalones y ser estos de jinete, recordé que en todas las ceremonias cosacas el caballo tenía gran importancia y por eso no me extrañó que al acabar, un grupo de doce cosacos vestido igual que yo llegaran a lomos de esos animales. Cogiendo el que estaba sin montura, me subí a él y entonces pegando un grito, mis acompañantes salieron en estampida alrededor de la finca mientras pegaban tiros al aire con las escopetas que portaban.
Azuzando a mi caballo, corrí tras ellos de forma que los alcancé cuando ya iban de vuelta. Al no conocer sus costumbres, pregunté a uno de ellos que resultó ser el chofer que me había llevado hasta allí que era lo que se me iba a exigir.
-¡Vamos a robar a sus novias!- respondió sonriendo.
Aunque creí que iba a ser una pantomima de secuestro, no pude estar más equivocado porque cuando nos bajamos de los caballos, las dos hermanas estaban custodiadas por una veintena de hombres que no nos lo pusieron fácil. A base de puñetazos, sillazos y alguna que otra patada en los huevos, me hicieron camino hasta donde estaban ellas. Una vez allí, como se suponía que debía robarlas, puse a cada uno sobre uno de mis hombros y salí corriendo mientras mis acompañantes seguían luchando contra los que la defendían.
-¡Debes llevarnos ante el pope!- me gritó Tania satisfecha.
El sacerdote estaba en una de las puertas de salida y con gran esfuerzo, conseguí llegar hasta él y descansando deposité a sus pies a las muchachas. El silencio se adueñó de la estancia.
-¿El zarévich desea hacer uso de su derecho por conquista?- preguntó.
Sin conocer el ritual, respondí:
-Lo deseo.
Fue entonces cuando el barbudo cogió a ambas y obligándolas a arrodillarse ante mis pies, les dijo:
-El zarévich os reclama, ¿Estáis de acuerdo?
-Lo estamos- recitaron al unísono.
Dando la solemnidad requerida, el sacerdote sentenció mi condena diciendo:
-Siguiendo la ley cosaca, Zarévich tome a sus mujeres y que ¡Dios le dé hijos que nos guíen hasta la Gran Rusia!
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El estruendo fue ensordecedor, todos los miembros de la hermandad gritaron mostrando su alegría, tras lo cual, el jolgorio se desbordó y dio comienzo la fiesta. Con mis dos mujeres flanqueándome, me llevaron hasta la mesa principal y llenando una copa, me la dieron. Sabiendo que en su país se acostumbra a que el brindis empieza con una historia aparentemente sin relación alguna con la ocasión, pero que termina con una conclusión que acaba relacionándolas de forma inesperada, levanté mi copa y dije:
-Hace setenta años, los bolcheviques echaron a mi familia de Croacia… Hoy les devolveré una patada en el culo, dando un heredero a los verdaderos rusos. ¡Un brindis por Tania y por Sofía!
Me esperaba la ovación pero no que la rubia acariciándome por encima de la bragueta, me susurrara al oído:
-Espero que esta noche, sea esta arma la que uses para someterme.
La promesa que encerraban sus palabras, consiguió excitarme y cogiéndola entre mis brazos, la besé frente a todos. Si por mera lógica ahí debía haber acabado todo, me equivoqué porque  Tania mandando callar tomó su copa, diciendo:
-El invierno en nuestro país es frio y duro … solo espero que en unas horas mi cama no esté tan fría como una noche invernal de Moscú ¡Un brindis por mi marido y mi hermana!
Tras lo cual, se quedó mirando a Sofía, informándola de que era su turno. La pelirroja levantándose, soltó:
-Desde niña siempre he heredado la ropa y los juguetes de Tania… pero esta noche dejaré que ella sea la primera en recibir los besos del Zarévich porque yo ya los he saboreado. ¡Un brindis por mi marido y mi hermana!
La carcajada que su hermana soltó al oírla, no evitó que me diese cuenta de que le había molestado que en público reconociera que ya había sido mía pero en vista del ambiente festivo, pensé que nadie se acordaría. Durante una hora estuvimos bebiendo y bromeando con los presentes, hasta que la mayor de las dos decidió que ya era tarde y llamándome a su lado, me soltó:
-¿Por qué no nos esperas en el cuarto?
Aunque me lo había dicho como pregunta, no me cupo duda de que era casi una orden y como era algo que a mí también me apetecía, cogiendo una botella de champagne y tres copas, subí hacía la habitación. Mientras salía del salón, vi que las dos hermanas hablaban entre ellas. Sabiendo que no tardaría en saber que sorpresa me tenían preparada,  nada más cerrar la puerta, me desnudé.
La sola idea de disfrutar de esas rusas hizo que me excitara y temiendo que al entrar se rieran de mi pene erecto, lo  tapé con las sábanas. Los diez minutos que me hicieron esperar me dio tiempo para meditar en lo que había cambiado mi vida desde que llegaron a vivir al piso de al lado. Si durante años había huido de la herencia de mi familia, a partir de su llegada, el pasado había vuelto con toda su fuerza y comprendí que jamás volvería a ser el anodino abogado. Lo que no llegaba todavía a alcanzar prever era en lo que me iba a convertir…
… Si me dejaba llevar, sería una pieza fundamental en el engranaje de esa hermandad, pero si me intentaba revelar mi futuro seria incierto.
Todo tenía sus pros y sus contras. Como ventajas era el poder que iba a disfrutar pero sobretodo el ser el marido de esas dos bellezas y como amenazas, no pude dejar de valorar el hecho que a partir de ese momento sería un enemigo público para muchos gobiernos.
Fue entonces Tania y Sofía terminaron con mis cavilaciones al verlas entrar únicamente vestidas con unas túnicas casi transparentes. La mayor de las dos me miró desde la puerta y descubrí en sus ojos, una excitación difícil de disimular. Exagerando la sensualidad de sus movimientos, las dos hermanas se pusieron frente a la cama y desanudaron al unísono los cordones que sostenían sus túnicas, dejándolas caer.
Al verlas desnudas, me resultó imposible saber cuál de las dos era más bella. Si bien Sofía era la menor, el cuerpo de Tania no le tenía nada que envidiar. Alta y delgada, la rubia tenía unos pechos exuberantes. Examinando a mi nueva esposa, no pude dejar de recrearme en su estómago liso mientras bajaba mi mirada hasta su sexo.
“¡Qué primor!” pensé al verlo totalmente depilado.
Si por si eso fuera poco, el trasero de la rusa era un auténtico espectáculo. Con forma de corazón, se notaba a la legua que sus nalgas eran firmes y no pudiendo aguantar la exhibición que me estaban haciendo, las llamé a mi lado. Moviéndose sensualmente mis dos mujeres se acercaron al colchón. Una vez allí y mientras yo sufría por la brutal excitación que sentía, se acomodaron cada una a mi lado y me empezaron a besar.
Para entonces mi pene se encontraba totalmente erecto y Tania al sentirlo, sonrió mientras me decía:
-Marko. ¡No sabes lo que he deseado esto desde que te vi con Sofía!
Que la rubia usara la versión croata de mi nombre, no me molestó porque dentro de las paredes de la casa de mis viejos, mis padres me llamaban así. Satisfecho por sus palabras llevé mis manos a sus pechos y por primera vez los acaricié con pasión.  Sus pezones reaccionaron al instante y se pusieron duros mientras su dueña no podía evitar pegar un gemido.
-¡Fóllame!- susurró en mi oído.
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Como iba a ser nuestra primera vez decidí hacerlo con lentitud y desoyendo su petición la tumbé sobre las sabanas y bajando por su cuello, disfruté de la suavidad de su piel con mi boca. Usando mi lengua como un pincel, fui dejando un húmedo rastro de camino a sus pechos, Al llegar a mi primera meta, me entretuve recorriendo una de sus areolas. Sofía al verme se apoderó de la otra, dando inicio a una sutil tortura donde la rusa tuvo que aguantar que cuatro manos y dos bocas la acariciaran mientras ella se retorcía de placer.
-¡Hazme tuya!- me pidió descompuesta.
Haciendo nuevamente caso omiso a sus órdenes, seguí bajando por su cuerpo cada vez más lento. Al irme acercando a su coño, Tania era ya un volcán a punto de explotar y por eso en cuanto la punta de mi lengua tocó su clítoris, se corrió dando gritos. Sus aullidos lejos de azuzar la velocidad de mi toma de posesión de su cuerpo, la ralentizó y me puse a disfrutar del sabor del flujo que salía de su sexo.
-¡Por favor! ¡No aguanto más!- chilló urgida de que la tomara.
La forma tan evidente con la que externalizó su calentura hizo que soltando una carcajada, su hermana le dijera:
-Ya te dije que nuestro marido es un amante experto- para acto seguido besarla mientras con sus dedos le pellizcaba los pezones.
Sin importarme sus quejas, seguí a lo mío y separando los pliegues de su chocho, me lancé a disfrutar de ese manjar. Aunque deseaba hacerla mía, comprendí que debía ir por etapas para conseguir su completa rendición y por eso pegando profundos lametazos en su botón, aproveché para introducirle un dedo en su interior.
-¡Me encanta!- aulló separando aún más sus rodillas.
Al tener el coño completamente encharcado, un dedo no fue suficiente por lo que no me quedó más remedio que meterle un segundo mientras con los dientes empezaba a mordisquear su clítoris. Mi víctima, en cuanto experimentó la ruda caricia, temblando sobre el colchón volvió a experimentar un segundo orgasmo y berreando en ruso, cerró sus puños evidenciando el placer que asolaba su mente.
La excitación de Sofía se desbordó al verla gozar y dejando la relativa pasividad con la que se había comportado,  puso su sexo a disposición de la madura. Tania no se hizo de rogar y mordisqueando el clítoris de su Hermana, consiguió sacarle los primeros suspiros de placer y con la lengua fue recogiendo el flujo que manaba del interior de la cueva de la morena mientras sus manos  se aferraban a su duro trasero.
Tengo que reconocer que mi más que excitado pene me pedía participar y por eso decidí que ya había llegado el momento. Cogiendo mi erección entre mis dedos, la acerqué a la entrada de su vulva y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Entonces se desató realmente la pasión de los tres y gritando como una loca me pidió que la tomara sin compasión mientras ella hacía lo propio con Sofía.
Como os podréis imaginar, no tuvo que repetir su pedido y asiéndome de sus pechos, comencé a cabalgarla salvajemente. Sus gemidos se convirtieron en alaridos al poco de verse penetrada y disfrutando cada una de mis penetraciones, no dejó de comer el coño de su hermana menor.
Curiosamente fue esta la que pegando un berrido se corrió pidiendo tregua pero al igual que había hecho yo con ella, Tania hizo oídos sordos y prosiguió con su quehacer. Al ver el estado de mis dos mujeres, me terminó de calentar e incrementando el compás de mis incursiones, me lance a asolar todas las defensas que le quedaban a la rubia en pie.
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No tardé en observar que le costaba respirar y que sus muslos estaban empapados. No pudiendo soportar más la excitación y dando un berrido, le informé de la cercanía de mi clímax. Mis palabras le sirvieron de acicate y convirtiendo sus caderas en una máquina de ordeñar, buscó mmi placer mientras su lengua terminaba de recoger el fruto de su hermana. La tensión acumulada por mi miembro explotó sonoramente, regando su vagina de mi simiente mientras mis dos mujeres no dejaban de gritar por el placer que estaban sintiendo.
Agotado, me desplomé a su lado y tras unos minutos, descansado abrazado a ellas, les pregunté que le había parecido:
-Ha sido maravilloso- me contestó Sofía con una sonrisa en los labios, – nunca habíamos sentido tanto placer pero….¿No creerás que hemos terminado?, es mi noche de bodas y todavía no me has hecho tuya.
Soltando una carcajada, le respondí:
-Cariño, ¡Somos tres!- y dirigiéndome a Tania, le pregunté: -¿Te apetece que entre los dos nos la follemos?
Muerta de risa, la rubia asintió y besando a su hermana en la boca, dio inicio nuestro segundo round.6h98Ymzb
 

Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (4)” (POR ALFASCORPII)

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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (4)

sin-tituloEstábamos terminando de recoger la mesa después de comer. Tere, mi mujer, tenía que volver a su oficina y yo me pasaría la tarde en casa corrigiendo los trabajos que un grupo de mis alumnos me había entregado por la mañana.

– Se me olvidaba- dijo Tere metiendo el último plato en el lavavajillas-, me dijo mi hermana que, si fueras tan amable, tal vez podrías explicarle no sé qué de unos ciclos que no entiende…

Con sólo mencionar a su hermana el corazón me dio un vuelco en el pecho.

– …y como esta tarde no tienes clases- prosiguió-, tal vez ella podría acercarse hasta aquí para que le eches una mano, ¿qué te parece?.

– Sí, claro- pensé-, una mano y las dos, como la última vez…

– Cariño- dije-, tengo la tarde muy ocupada, tengo que corregir un montón de trabajos que me han entregado esta mañana, y…

– Venga, hombre, ¡que es mi hermanita!. Seguro que puedes hacerle un hueco, no creo que tengas que tener los trabajos corregidos para mañana, ¿o sí?.

– No, pero…

– Pues ya está- sentenció cogiendo su móvil-, ahora mismo la llamo y le digo que venga esta tarde para que le ayudes, ¿vale?.

– Está bien- contesté resignado.

Había pasado una semana desde mi desliz con mi preciosa cuñada Patty. Desde entonces sólo habíamos coincidido en cuatro clases, y ambos habíamos aparentado una normal relación profesor – alumna, con las palabras y las miradas justas, perfectamente medidas por mi parte, aunque cada vez que la miraba no podía dejar de pensar en su cuerpo desnudo vibrando con cada una de mis embestidas…

– Hola, guapa- dijo Tere con el teléfono pegado a la oreja-. Carlos tiene la tarde libre, así que pásate por casa cuando quieras para que te explique lo que me dijiste…

Oí a Patty contestando a través del teléfono, pero no pude entender lo que decía.

– ¿Hasta las 7.00?- dijo mi mujer-, vale, pues cuando salgas vente para acá que él estará para lo que necesites. Un besito.

– Para lo que necesites- pensé-. Más vale que sea verdad que necesita que le explique algo, no puedo volver a cometer el mismo error de montármelo con la hermana de mi mujer.

sin-tituloEs cierto que mi tarde de sexo lujurioso con mi cuñada, la semana anterior, había sido increíblemente excitante y satisfactoria, pero a pesar de que no podía sacar de mi cabeza cada detalle disfrutado con ella (la muy viciosa había tenido razón; la increíble mamada que me hizo aquella tarde se había grabado en mi cerebro a fuego y acudía a torturarme cada noche) no podía dejar que volviese a suceder. Durante doce años le había sido completamente fiel a la que desde sólo hacía dos meses era mi esposa, y en una sola tarde había echado eso a perder con reiteración, con su propia hermana pequeña, con esa preciosa jovencita de 22 años que había conseguido someterme con sus encantos para que cumpliese sus fantasías de tirarse a su cuñado.

– Tiene clase hasta las 7.00- me dijo Tere sacándome de mis pensamientos-, así que sobre las siete y cuarto estará aquí.

– Bueno, al menos podré trabajar algo hasta esa hora.

– ¿Ves?, tienes tiempo para todo, así que no te quejes y hazle este favor a mi hermana por mí.

– Le haré el favor por ti- contesté pensativo.

Tere se calzó cogiendo los zapatos del mueblecito de la entrada, se puso el abrigo, recogió su maletín, y tras darme un beso se despidió dejándome con mis pensamientos.

Pasé la tarde revisando los trabajos de los alumnos, aunque sin prestarles mucha atención. Mi mente volaba una y otra vez hasta el día en que, como si fuese un adolescente cegado por las hormonas, me follé irracionalmente a la hermanita de mi mujer sobre la mesa que ahora estaba cubierta de papeles.

El timbre de la puerta sonó, ¡uf!, ya eran las siete y media, la tarde se me había pasado casi sin enterarme y mi cuñada ya había llegado.

Abrí la puerta, ahí estaba ella, tan guapa y resuelta como siempre.

– Hola, profe- me saludó dándome un cándido beso en la mejilla-, perdón por el retraso, el tráfico estaba horrible.

– No te preocupes- contesté dejándole pasar y ofreciéndole mis brazos para que me diese su abrigo.

Al quitarse el abrigo comprobé que vestía muy casual, con unos pantalones vaqueros y una camisa blanca. A pesar de no venir tan deslumbrante como la última vez, seguía teniendo un aspecto muy sexy porque los vaqueros se ajustaban perfectamente a su magnífico culito, y la camisa llevaba abiertos los botones superiores dejando entrever debajo un top de color negro, no pude reprimir un cosquilleo en mi entrepierna.

Llevé su abrigo a la habitación, y cuando volví al salón respiré aliviado al ver que ella se había sentado a la mesa y estaba sacando una carpeta con los apuntes de su bolsa.

– ¿Puedes traerme un cenicero?- me dijo-, he salido tan corriendo de la facultad que ni me ha dado tiempo a fumarme un cigarrito.

Cogí el cenicero que tenemos para las visitas y se lo ofrecí mientras ella encendía un cigarrillo.

– ¡Aahh!- gimió sugerentemente tras exhalar el humo.

Otro cosquilleo recorrió mi entrepierna.

– Dos horas de Hidráulica y media hora de atasco sin poder fumar- dijo-, me estaba consumiendo ya.

– Es que eres puro vicio- pensé yo.

– Bueno- dijo hojeando con sus apuntes-, ¿te ha dicho mi hermana lo que necesito que me expliques?.

– Más o menos- contesté sentándome a su lado-. Supongo que se refería a los ciclos patogénicos de los hongos oomicetes, ¿no?.

– ¡Exacto!, ¡pero que listo eres, profe!- me dijo con una amplia sonrisa y mirándome fijamente con sus preciosos ojos-. Creo que no completé bien los ciclos, me faltan algunas fases y algunos nombres, así que no entiendo ni jota.

– A ver.

Fuimos repasando uno a uno los esquemas que tenía fotocopiados y, efectivamente, le faltaban bastantes cosas por completar.

– ¿Ves?- le dije indicando uno de los esquemas-, aquí te falta poner que esta estructura es el apresorio.

– Ah, vale- contestó Patty mostrando verdadero interés-. ¿Puedes apuntármelo?- preguntó ofreciéndome un bolígrafo.

Entonces se desabrochó la camisa y se la quitó dejándola sobre el respaldo de la silla.

– ¿Qué haces?- pregunté sintiendo cómo mi polla comenzaba a crecer ante la visión de su ajustado top negro marcando espléndidamente sus firmes pechos.

– Tienes la calefacción a tope, y yo, viniendo de la calle, me estoy asando como un pollo.

– Ah, perdona. Es que la calefacción es central, la arrancan a las 12.00 y no la cortan hasta las 10.00 de la noche. Como es el primer piso del edificio a veces pasamos calor.

– Pues eso, que yo me estaba asando, ¿por dónde íbamos?.

– Te estaba apuntando lo del apresorio aquí- contesté indicando el esquema.

– A ver- dijo ella acercándose más a mí hasta que su pecho izquierdo

contactó con mi antebrazo derecho.

El roce mandó una corriente eléctrica por todo mi cuerpo desde el brazo hasta mi verga, que seguía creciendo abriéndose paso hacia la pata derecha del slip. Y por si eso había sido poco, Patty deslizó inocentemente su mano izquierda sobre mi muslo derecho, sintiendo yo su calidez a través de la tela de mi fino pantalón de deporte. Me quedé inmóvil, e intenté aparentar normalidad como si no hubiese sentido ambos contactos.

– Y en este otro dibujo te falta por poner el nombre de las esporas- continué.

Mi cuñada se apretó un poco más a mí y su mano avanzó por la cara interna de mi muslo, subiendo un par de centímetros con una suave caricia. La sensación hizo que mi polla alcanzase su longitud máxima pegada contra mi pierna derecha.

Durante media hora seguimos revisando cada uno de los ciclos que mi alumna tenía en sus apuntes, aprovechando ella la oportunidad de restregar su pecho izquierdo contra mi brazo cada vez que yo escribía algo. Con el roce pude comprobar que no llevaba sujetador bajo el top, sentía claramente su pezón erizado punzándome suavemente la piel. Yo ya estaba bastante excitado, con la polla crecida pegada al muslo por la sujeción de la pata del slip, y cada vez más dura.

Por fin terminamos de revisar todo cuanto me pidió, pero quería que le explicase en detalle las distintas fases de los tres primeros ciclos que habíamos visto. Yo accedí deseando que esa exquisita tortura terminase, y pareció que ella me leyó el pensamiento, porque se separó de mí para coger algo de su bolsa.

Al apartarse pude ver con claridad cómo sus dos pitones se marcaban exageradamente en la tela que los cubría y aprisionaba. La imagen de sus redondos senos delineados por el ajustado top, marcando pezones, era tan sugerente que un breve resoplido escapó de mis labios. Patty me dedicó una pícara sonrisa y terminó de sacar de su bolsa una piruleta roja con forma de corazón, le quitó el envoltorio y se la llevó a la boca.

– ¡Uf!- pensé-, al menos se me ha quitado de encima. Me está poniendo malísimo.

Pero no había terminado de formular el pensamiento cuando ella volvió a arrimarse a mí, “clavándome” su pitón izquierdo en el brazo mientras su mano se deslizaba por mi muslo derecho más arriba de donde había estado antes, justo un par de milímetros por debajo de mi glande.

Intenté permanecer impasible, pero mi polla ya estaba muy dura, y sólo mi ropa le impedía saltar como un resorte apuntando hacia arriba con orgullo.

Empecé con mi explicación con la vista puesta sobre los apuntes, pero por el rabillo del ojo observé fascinado cómo mi cuñadita se deleitaba con la piruleta. La chupaba suavemente con sus jugosos y apetecibles labios, deslizándola entre ellos y sacando la punta de su lengua para relamerlos sensualmente.

Mi mente comenzó a evadirse evocando la increíble felación que esos labios me habían realizado unos días atrás y que, noche tras noche, acudía recurrentemente a mis sueños para atormentarme. Mi aparente compostura, mi fachada de imperturbabilidad, se estaba resquebrajando como una luna de coche a la que le hubiese saltado una chinita de la carretera.

-… entonces- seguía yo explicando-, el micelio del hongo comienza a formar hifas especializadas…

Patty chupaba y chupaba su piruleta como si fuese la cosa más deliciosa del mundo. Sus eróticos labios brillaban teñidos ligeramente de rojo por el caramelo, eran tan irresistibles… En mi mente se repetían las imágenes de esos labios envolviendo mi miembro… ¡Crásh!, una nueva grieta en mi estado de aparente inmutabilidad.

Mi alumna me miraba fijamente siguiendo la explicación con sus ojos verdeazulados incendiados de deseo, tan seductores… como en aquella ocasión en la que lo que saboreaba era mi falo… ¡Crásh!, otra grieta más.

-… las hifas especializadas- proseguía yo explicando- se engrosan para formar conidióforos…

La palabra “engrosar” hizo que la mano de Patty subiese un poco más por mi pierna y palpase el bulto que mi glande formaba en mi pantalón… ¡Crásh!, una larga y profunda grieta atravesó de lado a lado mi integridad, haciendo que el cosquilleo que en ese instante sentí en mi verga se manifestase externamente con rubor en mis mejillas.

Mi cuñada sonrió jugueteando con la piruleta sobre sus labios, y su manó palpó sin disimulo toda mi polla a través del pantalón, acariciándola de abajo hacia arriba y volviendo nuevamente al glande mientras la punta de su lengua recorría lentamente su labio superior… un terremoto me sacudió internamente.

¡Catacrásh!, mi fachada se derrumbó por completo. Mi cuñada, mi alumna, mi amante había conseguido atraparme nuevamente en sus redes. La deseaba, la deseaba tanto que todo juicio se me nubló. Me giré hacia ella y me quedé mirando, con mis ojos incendiados de deseo, cómo seguía chupando su piruleta; con sus pezones apuntándome, tan marcados en el top que parecía que podían atravesarlo.

Patty esbozó su característica sonrisa de picardía, y sujetando el palo de la piruleta con su mano derecha, apoyó el caramelo sobre su carnoso labio inferior.

– ¿Te apetece?- preguntó con su voz cargada de sensualidad.

Yo estaba totalmente obnubilado, creo que el riego no me llegaba bien al cerebro por la acumulación de sangre en mi miembro, porque como un tonto dije:

– ¿La piruleta?.

Ella rió, y con cara de vicio y lujuria exclamó:

– ¡No, joder!, ¡que te chupe la polla como este caramelo!.

La capacidad de razonar volvió a mí por unos instantes y miré mi reloj.

– Son casi las ocho y media, tu hermana está a punto de llegar.

– Por eso, porque no tenemos tiempo para más… Quiero chuparte la polla y que me des toda tu leche. ¿Quieres correrte en mi boca?, ¿te apetece?- volvió a preguntar relamiéndose los labios.

– ¡Dios!, es lo que llevo deseando e intentando apartar de mi mente desde que entraste en esta casa, pero ya no puedo más: Patty, ¡chúpame la polla!.

Me levanté ligeramente de la silla para bajarme el pantalón y el slip hasta las rodillas. Mi verga, por fin liberada, saltó como un resorte mostrándose congestionada, dura y con sus gruesas venas muy visibles. Me senté de nuevo.

– Ummm- gimió Patty al verla pasándose nuevamente la punta de su lasciva lengua por los labios -, tiene un aspecto tan apetitoso como recordaba.

Me ofreció la piruleta que me llevé a la boca degustándola como ella había hecho anteriormente. Mi cuñada se puso de rodillas en el suelo, me cogió de la cadera con su mano izquierda y, sujetando la base de mi polla con su mano derecha, se reclinó sobre ella. Sentí su cálido aliento sobre la punta y el peso de sus voluptuosos pechos descansando sobre mis muslos, ya no podía soportar más la expectación. Puse mi mano sobre la cabeza de Patty y se la bajé hasta que mi glande contactó con sus labios. Seguí bajando su cabeza sintiendo cómo mi falo se abría paso a través de sus labios e iba invadiendo su boca hasta que tocó su garganta.

– Oohhhh- gemí al sentir la humedad y calidez de su boca envolviendo más de la mitad de mi rabo.

Aparté la mano de su cabeza y observé cómo volvía a subir despacio, haciendo presión con los labios, succionando con fuerza y deslizando la parte de abajo del tronco por su lengua mientras subía. La sensación era tan exquisita que me arrancó otro gemido: “Aaahhhhhh”.

Patty se sacó la polla de la boca dejándola brillante de saliva, y mirándome, haciendo un coqueto gesto para colocarse su moreno cabello tras la oreja derecha, dijo:

– Está más rica que la piruleta, te voy a dejar seco.

– Eso espero, porque tengo leche de dos días acumulada para llenarle la boca a mi viciosa cuñada.

– Ummm… Se me hace la boca agua…

Acarició todo mi glande con movimientos circulares de su lengua, y succionó con la cabeza ligeramente ladeada para que yo pudiese ver cómo mi falo iba desapareciendo entre sus labios, con sus mejillas hundidas hacia dentro por la fuerza de succión, “ummppff”.

La sensación era muy intensa, el placer que me proporcionaban sus labios, su lengua y toda su boca recorría mi polla y mandaba descargas eléctricas por mi columna vertebral haciendo que se me arquease. Acompañaba cada lenta succión arriba y abajo con un delicioso masaje que su mano derecha hacía en el tronco de mi verga que su boca no conseguía engullir. Sus maravillosas tetas, con el sube y baja, rebotaban contra mis muslos restregándome sus duros pezones cada vez que mi glande tocaba su garganta. Pero el placer también era sonoro, sus labios regalaban mis oídos con el característico sonido de una profunda mamada: “ummppff” en la bajada y “ssluurpff” en la subida, simplemente delicioso.

Patty parecía disfrutar su trabajo oral casi tanto como yo, emitiendo de vez en cuando gemidos de disfrute con lo que saboreaba y con la fricción de sus pezones en mis piernas: “mmmm”. La cadencia de sus movimientos era lenta, y a pesar de tener mis testículos doloridos por estar llenos de amor, era capaz de mantener mi placer sin que me corriese demasiado rápido.

Durante diez placenteros minutos estuvo mamándome la polla de esa forma, haciéndome suspirar con cada succión, pero empezó a aumentar el ritmo, y mis jadeos comenzaron a hacerse tan profundos como la fuerza y velocidad de sus chupadas.

Los espasmos empezaron a sucederse en mi interior mientras mi falo latía preparándose para eyacular.

– Aahh, cuñadita, ahahahh- conseguí decir entre jadeos-, la chupas taaan biennn, mmmmm, que te voy a llenar la boca de lefaaaa.

Ella aumentó aún más la velocidad de la mamada succionado desesperadamente. Debió sentir los espasmos de mi polla, porque se la colocó sobre la lengua acariciando el frenillo con ella, aprisionando mi verga con sus labios, dispuesta a recibir la corrida dentro. Y el primer y abundante chorro se disparó con fuerza en su boca, llenándola densamente y quemándome el glande en un éxtasis que me dejó mudo.

Oí un portazo procedente de la entrada de la casa. Otro abundante chorro de leche caliente se derramó en la boca de Patty que, tragando el primero y concentrada para no ahogarse, parecía no haber oído el portazo.

– ¡Cariño, ya estoy en casa!- escuché la voz de Tere a través del pasillo.

– ¡Sííííííí!- grité disparando el tercer chorro de lefa ya decreciente en la glotona boca de mi cuñada.

Patty seguía degustando y tragando mi espeso y ardiente elixir haciendo caso omiso a sus oídos. Sólo unos segundos nos separaban de que mi mujer, tras quitarse los zapatos y dejarlos en el mueble del hall, entrase en el salón y descubriese a su marido con la polla metida en la boca de su hermanita pequeña y corriéndose como un caballo.

La excitación de ser cazados in fraganti y la tensión sexual acumulada hicieron que mi hiperestimulado miembro, en vez de decaer en sus eyaculaciones, volviese a descargar otra abundante y espesa corrida en la boca de mi aventajada alumna, que apenas daba abasto para engullir tanto semen.

Traté de apartarla de mí, pero seguía tragando los últimos lechazos que mi polla le daba en su agonía orgásmica.

El inequívoco chirrido de la puertecita del mueble zapatero del hall llegó a mis oídos, justo cuando mi falo daba su último estertor y Patty paladeaba hasta la última gota, lo cual a la postre resultó ser muy práctico para no dejar ninguna prueba de nuestro delito.

Mi golosa cuñada se incorporó sacándose la polla de la boca, dejándomela reluciente. Yo me levanté y, en un rápido movimiento, me subí el slip y el pantalón de deporte recolocando mi pene ya decadente justo cuando mi mujer entraba en el salón.

– ¡Anda!- exclamó Tere cuando vio a su hermana- pero si sigues aquí.

– Ya se iba a marchar- respondí yo sacándome el palo de la piruleta ya gastada de mi boca- ¿Verdad?- añadí girándome hacia Patty, que terminaba de ponerse la camisa para ocultar sus pezones duros como para rallar un cristal.

Al mirar a la cara de mi cuñada me dio un vuelco el corazón cuando me percaté que de la comisura derecha de sus labios había rebosado mi semen, de tal modo que se veía un fino reguero brillante que partía de su boca para terminar en una pequeña gota blanca en su barbilla. Patty, muy inteligente, al ver mi cara de susto, disimuladamente pasó su mano por sus labios y barbilla chupándose los dedos para hacer desaparecer todo rastro de mi corrida.

Tere me dio un beso en los labios, y un cariñoso beso en la mejilla de su hermana.

– ¡Uffff!- resoplé internamente-, ¡por muy poco!.

– ¿No te quedas a cenar con nosotros?- le preguntó mi mujer a su querida hermana.

– Uy, no- contestó-, no suelo cenar. Con un buen trago de leche calentita tengo hasta mañana- añadió resuelta dedicándome una furtiva mirada- así que recojo y me marcho, que seguro que tendréis cosas que hacer.

– “Un buen trago de leche calentita”- repetí en mi mente-. Le come la polla al marido de su hermana mayor, y no contenta con casi ser descubierta, se lo restriega a su inocente hermana por la cara. ¡Qué zorra!.

Patty recogió sus apuntes en lo que yo fui a por su abrigo. Lista para marcharse le dio un cariñoso beso en la mejilla a su hermana y un cándido beso a mí, también en la mejilla. En su fugaz acercamiento a mi cara, percibí el sutil aroma de mi semen en su aliento, lo que me provocó una sonrisa.

– Muchas gracias, profe- dijo saliendo por la puerta-. Lo he digerido todo muy bien- añadió alegremente con su habitual desparpajo. Mañana nos vemos en clase.

– “Lo he digerido todo muy bien”- repetí internamente-, ¡pero qué vicio tiene la niña!.

– ¿Lo ves?- me dijo mi mujer cuando mi cuñada se hubo marchado-. No te ha costado nada y mira qué feliz has hecho a mi hermana. Puedes estar satisfecho.

– Muuuuy satisfecho, cariño- pensé-, pero que muuuuuuy satisfecho.

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alfascorpii1978@outlook.es

 

Relato erótico: “Dumb boy” (PUBLICADO POR XAVIA)

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MALCRIADA2

Nunca me he considerado gran cosa, supongo que porque nunca lo he sido. No soy especialmente sin-titulointeligente, mis notas en el colegio siempre fueron mediocres por más que me esforzara, tampoco he sido lista, pues repasando mi experiencia vital veo claramente que mis decisiones nunca me ayudaron a dar pasos importantes. Físicamente, no soy fea, pero había muchas chicas más guapas y atractivas que yo, que me pasaron por delante muchas veces cuando los chicos se nos acercaban.

Hasta que apareció Berni.

***

Daniel duerme a mi lado profundamente cuando me despierto. No siempre ha sido así pero desde hace unos meses ha vuelto a mi cama. Me agrada. Me hace compañía y me siento querida por el hombre de la casa. Ya ha cumplido los 14 y me ha atrapado en altura. Está creciendo alto y recio como su padre.

Me levanto tratando de no despertarlo para preparar el desayuno y dejar la casa ordenada antes de ir al colegio él, al trabajo yo.

Vuelvo a tener la blusa del camisón desabrochada. Ayer también me pasó. Supongo que los ojales se están dando y al moverme, siempre me he movido mucho durmiendo, se me han salido los dos botones superiores de los tres que tiene.

***

Berni fue mi primer amor. Mi amor en mayúsculas. El único hombre que he amado como una mujer puede amar a un hombre. Tenía mala fama, envidia pensaba yo, decían de él que frecuentaba malas compañías, las que él quería, que había salido con decenas de mujeres, lógico con lo guapo que era, que no las había tratado bien, porque ninguna sabía cuidarlo como él merecía.

Yo solucioné el problema. Amansé a la bestia, lo colmé atendiendo todas sus necesidades, ofreciéndole el amor y comprensión que las otras no habían sabido darle. Amándolo.

***

Últimamente Daniel está mejor. No ha sido fácil para él aunque siempre he procurado ayudarlo en cualquier aspecto de su vida, de su crecimiento. Eso es lo que creo que debe hacer siempre una madre, desvivirse por sus hijos. Yo solamente tengo uno, así que puedo volcar todos mis esfuerzos en él.

Los médicos nos avisaron pronto que nuestro hijo podía tener algunas dificultades de aprendizaje, así lo llamaron. El parto había sido difícil pues venía de nalgas y no me sometieron a cesárea como debieran haber hecho porque aquella noche parimos dieciséis mujeres en el mismo centro y solamente había dos cirujanos de guardia. Culparon a la Luna llena que incentivaba los partos, me dijo la comadrona, pues nunca habían visto nada igual.

Mi bebé sufrió un principio de asfixia, al enrollársele el cordón umbilical alrededor del cuello, pero su fuerza de voluntad unido a mi esfuerzo por traerlo al mundo sano y salvo obraron el milagro. A la comadrona también le debemos gratitud eterna, pues logró girarlo a tiempo dentro de la barriga encajándolo en mi pelvis para que pudiera salir para conocer a su madre.

No le quedaron secuelas físicas, algo de agradecer pues podía haber sufrido alguna atrofia muscular, nos dijeron, pero su cerebro realizó tal esfuerzo por liberarse que ahora paga las consecuencias. Aunque no me parecen tan importantes. Es cierto que nunca será el chico más listo de la clase, yo tampoco lo fui, pero con mucho esfuerzo, el mío y el suyo, ha ido superando todos los cursos, aprobándolos por los pelos pero satisfactoriamente.

¡Qué orgullosa me siento!

***

Berni no se quedó para criarlo. Estuvo a mi lado durante el embarazo y el primer año de vida de nuestro hijo, pero dos días antes de su primer cumpleaños se fue. Para no volver.

Me lo habían avisado. Me lo temía. Tal vez por eso no lloré su pérdida. No podía, pues mi hijo necesitaba verme fuerte.

Durante tres años fui la mujer que hizo feliz a aquel hombre indomable. Sé que lo hice feliz y me siento orgullosa de ello, pues no era tarea fácil. Pero Berni era, y estoy segura que sigue siendo, una alma libre, que nos quiere a su manera, aunque no sea la compartida por la mayoría.

El primer año estuvimos muy enamorados. Él lo era todo para mí. Yo también lo era todo para él, hasta que me quedé embarazada. No le hizo ninguna gracia y me pidió que abortara pues no estaba preparado para cuidar a un niño ni entraba en sus planes formar una familia. Pero lo convencí. Le demostré que podía ser una esposa tan amorosa como iba a serlo como madre.

No nos casamos, pero alquilamos un piso y comenzamos nuestra vida juntos.

***

Daniel ya es todo un hombre. Se hace mayor. Ya no se deja duchar por mí como hacía hace escasos meses. Lógico pues ese vello que comienza a asomarle en el bigote es una prueba inequívoca del que debe estar decorando su cuerpo. Esta mañana, además, se ha levantado con el pene enhiesto. Sé que es habitual en los chicos. Yo también me despierto casi cada día con ganas de orinar, pero a los hombres se les concentra la necesidad en aquel músculo y no pueden disimularlo.

Desde pequeño me di cuenta que nuestro hijo había heredado los atributos de su padre. No solamente las facciones, ojos claros, cabello negro como la noche, mentón cuadrado, labios carnosos y muy rosados, espalda ancha; también el tamaño de su hombría, por encima de la media.

Por ello, para no avergonzarlo, comprendí que no debía ducharlo más y, las mañanas que ha dormido en mi cama, me levanto antes que él para no ser testigo de su incómoda urgencia matinal.

***

Aunque solamente contaba con 21 años cuando lo conocí, Berni no fue mi primer hombre. Tuve dos novios anteriores con los que me comporté como lo que era, una adolescente mojigata e inexperta.

Sin ser ninguna belleza siempre atraje a los chicos. Me desarrollé pronto, a los trece años ya tenía más pecho que algunas mujeres adultas, así que fui objeto de deseo de mis compañeros desde bien pronto. Pero yo no mostraba el mismo interés que mostraban ellos. Por un lado porque me atraían jóvenes mayores. Los de trece o catorce me parecían niños, más preocupados en tocarme las tetas o frotarse el dorso de la mano en mis nalgas que en invitarme a salir o en preocuparse por mí.

Carlos tenía dos años más que yo cuando comenzamos la relación y Raúl cuatro. El año que fui novia del primero no pasamos de caricias por debajo de la ropa. Me encantaba que me pellizcara los pezones, pero no le dejé ir más allá. Sin duda, la rígida educación recibida en casa me frenaba, pues las dos hijas del matrimonio mayor que formaban mis padres, fuimos adiestradas en la desconfianza ante el sexo opuesto.

Con Raúl sí superé varias pantallas. Estaba a punto de cumplir los 17 cuando me lo presentó mi prima. Fui prudente los primeros meses, frenando sus ansias por desvestirme, poseerme completamente, cuando me llevaba a la ladera de Montjuic en su Opel Astra negro. En el asiento trasero del vehículo perdí la virginidad pocas semanas antes de cumplir los 18. Fue mi regalo por su 22º cumpleaños.

No se lo conté a mi madre, pero me hubiera gustado preguntarle por qué demonizaba un acto tan placentero. Me gustaba hacer el amor con Raúl, tanto que solía ser yo la que le pedía que trajera el coche. Me sentaba a horcajadas para que pudiera besarme y sobarme los pechos a conciencia, le encantaba, decía que tenía el mejor par de tetas de la comarca. A mí me volvía loca sentir su pene entrando hasta lo más profundo de mi ser.

Pero la relación acabó. Me dejó por la misma razón que Carlos había hecho dos años antes, porque se aburría. Durante varios meses estuve esperando la llegada del Príncipe Azul, pues sabía que llegaría. Hasta que una noche de verano, en las fiestas del pueblo, cada vez más necesitada de llenar mi sexo, me dejé llevar a la playa por un desconocido que me poseyó con poca delicadeza y menos paciencia, llenando mi falta de sexo pero no calmando mi necesidad.

No fue desagradable pero aquel día aprendí que para hacer el amor, necesitas una pareja. Por ello, no estuve con ningún chico durante más de un año, hasta que se me acercó Berni.

***

Esta tarde Daniel ha vuelto del colegio inquieto. No ha querido explicarme nada, ha dejado de hacerlo, pero sé que ha tenido alguna disputa con sus compañeros de curso. Por más que trate de apoyarle, de quitarle hierro al asunto, no puedo hacer mucho más que presentarle estrategias para evitar los conflictos. Pero no es suficiente. Necesita una figura paterna que lo guíe pues mi mentalidad y experiencia no puede ser otra cosa que femenina. ¡Cuánto odio a Berni cuando nuestro hijo necesitaría de la seguridad y aplomo de su padre!

En todas las clases, en todos los cursos, en todas las escuelas hay chicos o chicas que no encajan con la facilidad del resto y que acaban siendo el blanco de las burlas de sus compañeros. Por desgracia, no todos los compañeros dan valor a ese nombre y se ensañan con los más débiles.

Mi hijo no es débil físicamente, pero sí va por debajo de la mayoría intelectualmente. Su capacidad comprensora llega al límite mínimo para poder compartir educación con chicos corrientes, pero lo supera por poco. Por allí asoman las burlas. Obviamente es un hecho que siempre le ha acomplejado, con el que he tenido que lidiar desde su nacimiento, pero nunca me daré por vencida.

No he logrado que me explicara qué ha pasado cenando, pero sí creo que he contribuido a animarlo un poco. Hemos visto un poco la televisión juntos, hasta que el cansancio me ha vencido y me he ido a la cama. Él ha preferido acabar de ver el programa antes de acostarse, pero me ha confirmado que volverá a hacerlo en mi cama.

Algo me ha despertado. Daniel supongo al venir a la cama, pero en la luz del despertador veo que son más de la 1. No creo que acabe de acostarse, además, encendiendo la lámpara de la mesita veo que está profundamente dormido. Tal vez me he movido hacia su lado y nos hemos tocado, tal vez se ha movido él pues lo he sentido muy cerca. Apago la luz de nuevo, debo dormirme. ¡Maldito camisón! Otra vez se me ha abierto.

***

Había oído hablar de él, de sus correrías. Lo había visto, mirado muchas veces, pero nunca me atreví a dirigirle la palabra. Era muy guapo, atractivo más que agraciado, de aquellos hombres que desprenden un aura especial. Sus ojos claros te atravesaban, su seguridad te imponía, pero su sonrisa te derretía.

El primer día creí que yo sería otra más en su larga lista de conquistas. Después de charlar e invitarme a una copa me tenía a sus pies, así que no hacía ni una hora que me conocía cuando enfilamos agarrados el camino hacia su coche, un BMW serie 3. Me tomó en el asiento trasero, espacio al que estaba acostumbrada. Me desnudó lentamente, aferrándose a mis pechos como habían hecho mis tres amantes anteriores para tumbarme y penetrarme en la postura del misionero. Noté cierta violencia en su vaivén, sobre todo en su primer envite. Me gustó pero fue al acabar cuando confirmé lo que creía haber sentido. Además de guapo, Berni estaba muy bien dotado. Aún no lo sabía pero aquella espléndida barra de carne que me había llevado al orgasmo, aún tenía que hacerme muy feliz.

***

Creo que Daniel me ha tocado. Esta noche. No puedo asegurarlo, pero me temo que no me equivoco.

***

No supe nada de Berni en dos semanas, confirmando mis sospechas. Has sido otra medalla en su amplio historial, así que preferí quedarme con la parte positiva. Me lo pasé bien. Pero la providencia estaba de mi parte.

Nos reencontramos en la fiesta de una amiga común muy poco concurrida pues la chica la celebraba en su casa, estrenaba piso, y restringió mucho la lista de invitados. Debíamos ser una docena como mucho y las seis jóvenes allí reunidas habíamos sido amadas por Berni. Que me eligiera a mí para repetir, por delante de las otras cinco, me llenó de orgullo.

Esta vez me senté encima, le ofrecí mis pechos orgullosos para que los disfrutara alabándolos, y sentir su masculinidad en toda su envergadura. Me corrí dos veces. Pero la providencia aún no había hecho acto de presencia.

Tenía forma de camioneta de reparto de prensa, se saltó un stop e impactó con cierta violencia en el lateral izquierdo del BMW, muy cerca de la puerta del conductor. Pudo haber sido peor de lo que fue, pero Berni salió herido de cierta gravedad. Clavícula rota y tres costillas fisuradas. Lo acompañé al hospital, pues yo había resultado ilesa. Allí descubrí que Berni estaba solo, no tenía familia, así que involuntariamente me convertí en ella.

Aunque no lo era, me consideraron su pareja. Su mujer, pensé yo. Lo dejé en su casa, un pequeño apartamento cerca de mi barrio, prometiéndole volver para cuidarlo. Eso hice a la mañana siguiente, en que amparándome en el accidente de tráfico solicité fiesta en el trabajo.

Allí empezó nuestra historia de amor.

***

No sé qué hacer, cómo enfocarlo.

Mis sospechas se han hecho realidad. Ayer me acosté antes que Daniel, como otros días, pero hice lo imposible para no dormirme. Estaba inquieta, así que no me fue difícil. Cuando entró en la habitación, sigiloso para no despertarme, me hice la dormida. Entró en la cama, moviendo las sábanas con cuidado y se tumbó a mi lado. No ocurrió nada en unos minutos, por lo que me sentí aliviada. ¿Cómo podía haber malpensado de mi amoroso hijo?

Hasta que noté movimiento a mi izquierda. Iba a preguntarle si no podía dormirse, si necesitaba que le preparara un vaso de leche caliente, cuando noté su mano, en mi costado. Me tocó la cadera, suavemente al principio, posándola sobre ella al poco rato, supongo que confirmando mi estado de somnolencia.

La mano que he agarrado miles de veces ascendió por mi vientre hasta mis pechos. Primero los acarició tímidamente, hasta que confirmó que estaba profundamente dormida, como suelo estar, tomándolo con seguridad con la mano abierta, sobándome. Estuve a punto de pegar un respingo ante la sorpresa, pero logré contenerme.

Cuando su mano se cansó del izquierdo, cambió al derecho que también recibió el mismo trato. Sus dedos se movían sobre mis mamas, las mismas que lo amamantaron durante medio año, pellizcándome los pezones que se irguieron obscenos.

La sorpresa me había paralizado, pero mi mente me pedía detenerlo, sobre todo cuando desabrochó dos botones del camisón para colar la mano. Ahora su piel tocaba mi piel. Una mano caliente de dedos ardientes me sobaron a conciencia durante mucho rato, demasiado, hasta que noté movimientos a mi izquierda, temblores, y un leve gemido, mientras la presión de su mano sobre mi seno se intensificaba.

Daniel se durmió a los pocos segundos mientras yo era incapaz de pegar ojo.

***

Las primeras semanas con Berni fueron las más intensas de mi vida. Me volqué en él, en su cuidado, en su cura, en su felicidad. Tenía claro que para hacer feliz a un hombre debes satisfacerlo y Berni no era un hombre cualquiera. Era el hombre que quería convertir en mi hombre, así que me esforcé para demostrarle que yo podía suplir cualquier carencia, cualquier deseo, llenar su vida.

Le preparaba la comida, le hacía la colada, le ayudaba a bañarse, le curaba las heridas. Y le amaba. Me presentaba en su apartamento antes de ir al trabajo, volvía cuando salía de él, dichosa, atenta. Predispuesta a entregarme a él en cuerpo y alma.

Al tercer día hicimos el amor por primera vez. Con cuidado, le ayudé a desnudarse, me desvestí y me encajé sobre su espléndido cuerpo en mi postura favorita. Lo repetimos a diario, pues él necesitaba mucho sexo, yo mucho amor.

Pronto aprendí a amarle como a él le gustaba. Su pene fue el primero que me metí en la boca. Qué rico sabía. Qué feliz me sentí la primera vez que su simiente la anegó. A él le gustaba, a mí me encantaba complacerle.

Hacíamos el amor en cualquier sitio que a él se le antojara. En la cocina, donde le gustaba tomarme por sorpresa desde detrás, empujándome contra el mármol, en la cama dónde podíamos retozar horas y horas, en el sofá dónde le bastaba sacarse el miembro para que yo supiera lo que su cuerpo demandaba. Me agachaba y lo chupaba hasta que se venía entre mis labios. También se lo hacía en el coche, a veces conduciendo, en una locura que a mí me encantaba tanto como a él.

Oficialmente nos convertimos en pareja. Las otras chicas me miraban desafiantes, algunas decían querer prevenirme ante él, pero yo sabía que era envidia.

***

Daniel ha repetido su travesura tres noches seguidas. Así lo llamo, travesura. ¿Qué otra palabra puedo utilizar? Trato de darle una explicación y por más vueltas que le doy, es obvia. Mi hijo ya no es un niño. Es un adolescente con las hormonas alteradas y su cuerpo tiene necesidades fisiológicas a las que debe atender.

Soy mujer y a mis 35 años aún me conservo bien. Comprendo que pueda atraerle, pero un joven de 14 años debe fijarse en chicas de su edad. No en su madre.

Tal vez, mi error ha sido intimar demasiado con él. Siempre he sido muy cariñosa, me ha gustado besarlo, abrazarle. Me ha hecho mucha compañía toda la vida, también de noche en mi cama, pero nunca vi venir que los acontecimientos pudieran derivar hacia la atracción física.

Debo hablarlo con él, pues he sentido la tentación de despertarme de golpe, cuando me tocaba, pero temo ridiculizarlo, dañarlo anímicamente. Y mi hijo necesita seguridad en sí mismo. Ya lo maltratan las compañeras de curso, brujas engreídas que no ven el interior de las personas.

Esta noche, además, ha dado un paso imprevisto, uno más.

Me estaba acariciando, había colado la mano dentro de mi ropa cuando decidí moverme para que se detuviera. Aparentemente no me he despertado. Solamente me he girado en sueños dándole la espalda, cruzando el brazo izquierdo sobre mis pechos. Daniel ha retirado la mano rápidamente. Por unos instantes he creído lograr mi objetivo, pues se ha quedado tumbado sin moverse, hasta que he notado su mano en mis nalgas. Las ha acariciado con deleite, igual como hacía con mis senos, hasta que ha decidido dar un paso más. Sus dedos se han colado por el bajo del camisón, a medio muslo, y han ascendido. Han acariciado mi nalga desnuda, pues la tela ha quedado levantada a la altura de mi cadera, también la derecha con más dificultad pues era la inferior, hasta que se han atrevido entre ellas.

No he podido evitar un leve respingo cuando sus dedos han descendido por la raja que las separa y han tocado mi sexo por detrás. No ha durado demasiado, escasos segundos, pero he notado claramente como sus dedos empujaban y acariciaban la rugosidad de mis labios. No sé cuán lejos hubiera llegado si no hubiera eyaculado en ese momento. Tengo que detenerlo.

***

Fue culpa mía. No lo busqué, ni era mi intención, pero yo fui la responsable del embarazo.

Llevábamos catorce meses de noviazgo, los mejores de mi vida. Intensos, apasionados, en los que lo compartíamos todo. Mi vida giraba en torno a mi hombre, al que esperaba en su apartamento cuando había salido con sus amigos. Al que atendía, mimaba, amaba cuando estábamos juntos.

El sexo era espléndido. Aprendí mucho a su lado. Siempre le estaré agradecida por ello. Sobre todo, aprendí a complacerle. Berni odiaba los preservativos. A mí tampoco me gustaban pues notar la fricción de su piel con la mía no tiene parangón, así que pronto acudí al ginecólogo para que me recetara pastillas anticonceptivas. Después de diez meses tomándolas, tocaba el mes de descanso para que los óvulos no se deterioraran. Así que volvimos al sexo de nuestros primeros días en que mi amor eyaculaba sobre mi cuerpo, cuando no le daba tiempo de llegar a mi boca.

Pero aquella noche en su coche, sentada a horcajadas sobre él, estaba sintiendo toda su virilidad clavada en mi útero, llevándome a cotas de placer altísimas, así que cuando me avisó que estaba a punto de correrse no quise detenerlo, ahora no, amor, ahora no.

Fue el mejor orgasmo de mi vida, como si la fecundación de un nuevo ser convirtiera el placer en una explosión de gozo.

Cuando desalojé el pene más bello del mundo de mi vagina, supe que algo extraordinario había ocurrido.

***

No sé si estoy haciendo lo correcto. He decidió ayudarle. Se lo he prometido.

Hemos estado hablando un buen rato esta tarde. He dejado pasar unas horas pues ayer estaba demasiado avergonzado y lo último que quiero es acomplejarlo. Pero creo que puedo ayudarle y que le hará bien, pues me necesita más que cuando era un niño pequeño. Y nunca lo dejaré en la estacada, se lo he dicho y voy a cumplirlo.

Repetí la táctica disuasoria de la noche anterior, girarme. Cierto es que no logré que se detuviera, pero no se me ocurrió otra alternativa. Además, lo hice de modo instintivo. Su respuesta fue la misma que la noche precedente. Acariciarme las nalgas en vez de los pechos. Y de nuevo, se atrevió a aventurarse entre éstas. Pero más atrevido.

Noté sus dedos acariciar mi sexo por encima de las bragas, recorriéndolo, haciendo presión con el pulgar. Debí haberme movido de nuevo, para que se detuviera, pero no supe reaccionar. Él, en cambio, si se aventuró hacia nuevos territorios. Con más habilidad de la que esperaba, coló un dedo por el lateral de la prenda hasta llegar a mi sexo, a tocarlo directamente.

Su dedo se movió incómodo en una zona que ningún hombre ha tocado desde hace años. Me excité. La sorpresa, por un lado, la carencia, por otro, me vencieron. Rápidamente noté como mi sexo se humedecía, como recibía complacido la visita de la falange intrusa. No pude evitarlo y gemí.

Ahora sí se detuvo, instantáneamente, girándose para huir tan lejos como el colchón le permitió. Estuve callada unos segundos, inquieta, hasta que oí ahogados sollozos. Mi corazón se rompió en mil pedazos, así que hice lo que harían cualquier madre, abrazarlo con fuerza para calmarlo, no pasa nada cariño, no pasa nada. Hasta que noté como se dormía entre mis brazos.

Así que esta tarde, con los ánimos más atemperados, he cogido el toro por los cuernos. Esto no puede volver a repetirse he querido decirle, ¿cómo se te ha ocurrido hacer algo así?, pero su respuesta me ha desarmado.

-Ya tengo 14 años, mis amigos tienen novias o amigas pero yo no puedo tenerlas. Ninguna se fija en mí porque soy distinto, no soy como ellos –se ha quejado llorando.

Por más que he tratado de consolarlo, argumentando que habrá otras chicas, que encontrará a alguna que lo valore tal como es, que no se dejara llevar por el qué dirán o por prejuicios adolescentes, inmaduros, solamente he logrado calmarlo abrazándolo de nuevo, diciéndole lo mucho que le quiero y que siempre me tendrá a su lado.

-Lo sé, mamá, pero yo necesito algo más que el amor de mi madre.

***

Nunca me he arrepentido de quedarme embarazada ni de haber dado a luz al ser más bello del Universo, por más dificultades que haya tenido. Si fuera creyente, lo consideraría un regalo de Dios.

Berni no lo vio así. Para él era un problema, un estorbo, algo para lo que no estaba preparado. Pero no me dejó, aunque tuve miedo de que lo hiciera, sobre todo cuando el embarazo se complicó. Primero náuseas a todas horas que me dejaban tan débil que me costaba atender a mi hombre como él merecía.

Pasada esta primera fase, cogí anemia por lo que me aconsejaron reposo absoluto, pues el feto crecía demasiado despacio. Pobre Berni, siempre a mi lado aunque él no deseara estar en esa tesitura.

Así que ocurrió lo inevitable. Acostumbrado a tener a su mujer siempre disponible, no sólo para el sexo, buscó vías de escape para no volverse loco. No sé con cuantas mujeres se acostó durante mi embarazo, pero no se lo tuve en cuenta. Por más dolor que yo sentía, aprendí a superarlo, a comprender a mi hombre, pues sabía que en cuanto yo estuviera sana de nuevo, lo recuperaría.

***

No sé si he tomado la decisión correcta pero ahora ya está hecho, ya no puedo echarme atrás.

Durante dos semanas, Daniel ha parecido un alma en pena. Pobre, he tratado de animarlo de tantas maneras como he podido, pero ha sido en balde. Se siente avergonzado, a pesar de que traté de no humillarlo, pero es tan buen chico…

En el cole, además, parece que su relación con los pocos amigos que tiene también ha empeorado. Ayer llamé a su profesora para saber cómo le iba, algo que hago habitualmente pues está catalogado como un alumno con necesidades especiales al que le hacen un seguimiento más cercano, y las palabras de la docente me dejaron aún más preocupada.

Ha dado un bajón, me dijo, pero ya sabes cómo es, cuesta mucho sacarle información, hacer que se sincere con los adultos. Conmigo sí puede hacerlo, pensé, aunque esta vez sea distinto.

Así que aquella misma noche le pedí que volviera a dormir a mi cama, que le echaba mucho de menos. Me gusta tenerte a mi lado, me haces compañía.

Le esperé despierta pues de nuevo prefirió acabar de ver un programa de la tele. Cuando apareció, me alegré, tanto que lo abracé al entrar conmigo en la cama. Tranquilo cariño, yo te ayudaré en cualquier cosa que necesites, sabes que puedes confiar en mí. Un escueto gracias antes de desearnos mutuamente buenas noches fue su respuesta.

Pero media hora después, ninguno de los dos se había podido dormir. Haré lo que sea por ti, mi amor, me dije sin verbalizarlo.

-¿No puedes dormirte? –pregunté. No. -¿Estás inquieto? –Un poco. Me acerqué a él, abrazándolo de nuevo, para separarme a continuación y tomar su mano. –Mamá hará lo que haga falta para ayudarte, para que te sientas bien.

Me abrí los tres botones del camisón y posé su extremidad en mi escote. No dije nada más. Lo miré fijamente pero estábamos a oscuras. Mejor así, pues no quería contagiarle mi vergüenza. Tardó en moverse, en actuar, pero cuando lo hizo, su mano tomó mis pechos alternativamente, sopesándolos, acariciándolos, mientras yo me mantenía pasiva, permitiéndole satisfacer sus necesidades.

No se masturbó, aunque esperaba que lo hiciera. Cuando se dio por satisfecho, retiró la mano, me dio un beso en la mejilla y me deseó buenas noches.

***

Berni llegó al hospital cuando Daniel ya tenía 6 horas. Se excusó en el trabajo, aunque éste, cuando tenía, era esporádico y no solía ser nocturno. No le dije nada, pero olía a otra mujer. Preferí mostrarle el fruto de nuestro amor, el niño más bonito del mundo. Lo tomó en brazos y lo besó. Ese gesto fue suficiente para mí, para llenarme de gozo y olvidar los últimos meses en que apenas había sentido su calor.

***

Sorprendentemente, me gusta que mi hijo me acaricie. Me hace sentir viva. Ha despertado en mí sensaciones olvidadas. Al principio no estaba segura, convencida de estar permitiendo actos anti natura, pero la felicidad ha vuelto a su rostro y yo me siento amada de nuevo.

Los primeros días se contentó con acariciarme los pechos colando la mano por mi escote. A oscuras, pues era más fácil para mí. Pero ayer entraba un poco de luz de la Luna llena por la persiana mal cerrada y me pidió que me quitara el camisón. ¿Puedo verlas?

Sentí cierta incomodidad, pero accedí. Tumbada boca arriba, notaba las manos de mi hijo moverse por mis senos, acariciando mis pezones, con los ojos clavados en las armas que habían conquistado a varios hombres.

No puedo evitarlo, pero me excita que me pellizque los pezones. Siempre han sido mi zona más erógena. Después de cuatro años, he vuelto a sentir humedad en mi sexo. No estoy cerca del orgasmo ni mucho menos, pero me recorre por todo el cuerpo aquel cosquilleo que casi había olvidado.

Cuando está casi a punto, se levanta de la cama súbitamente, entra en el baño y se masturba. En menos de un minuto, vuelve a la cama aliviado. La escasa luz que ayer iluminaba la estancia me permitió ver su sonrisa de felicidad. Yo también me sentí feliz.

***

Bastaron pocas semanas de convivencia familiar para que confirmara que nuestra relación de pareja estaba tocada de muerte.

Si el embarazo había sido difícil, los primeros días de vida de Daniel fueron muy duros. Lloraba sin parar demandando pecho continuamente. Era incapaz de dormir más de dos horas seguidas y yo estaba completamente muerta.

Berni estaba desquiciado. No podía dormir, así que más de una vez se levantaba en plena noche y se iba de casa. Otras noches, directamente no aparecía.

Aunque el ginecólogo me lo había prohibido pues tenía la vagina completamente lastimada, recuperándose del esfuerzo realizado durante el difícil parto, me ofrecí a mi hombre una noche que yacía a mi lado. Necesitaba sentirlo dentro, sentirlo mío, pero fue un auténtico suplicio. Tuve que morderme el labio para no llorar mientras el pene que me había hecho la mujer más dichosa del planeta me rajaba internamente.

Berni se dio cuenta, pero no se detuvo hasta derramarse en mi interior. Su cálida semilla fue el único calmante que mi irritada piel sintió. Me había precipitado, estuve dos días soportando un dolor atroz, así que tomé una decisión que solamente lograría posponer lo inevitable.

***

Vuelvo a tener sentimientos encontrados. Por un lado, me siento feliz por mi hijo. Por otro, siento estar haciendo algo incorrecto. Pero esta noche he dado un paso más que me tiene muy preocupada pues no sé hasta dónde me puede llevar.

Le espero en la cama sin camisón, aunque últimamente ya nos acostamos a la vez, pues es mayor su deseo por mí que por acabar de ver cualquier programa en la tele. Así que me lo quito en cuanto nos metemos en la cama. Ya no apagamos la luz. Le gusta verme y a mí me gusta ver su cara de felicidad, así que le dejo hacer relajada, sintiendo sus manos recorrer mi torso, alabando mis atributos, pues no ceja en ello ni un minuto.

Entonces, habiéndome pellizcado con deleite los pezones, pues le confesé que me encanta, ha deslizado la mano por mi vientre, amorosamente. Me ha encantado, hasta que su mano se ha detenido en el borde de mis bragas, jugando con la goma a la altura de mi pubis. Lo he detenido, pero antes de que yo pudiera decirle que eso me parecía demasiado, me ha mirado a los ojos y un por favor, mamá, ha ido acompañado de una prueba de su amor hacia mí, tú también te mereces disfrutar un poco.

Me ha desarmado.

Sus dedos se han colado en el interior de la prenda de algodón, se han detenido cuando han notado la descuidada selva que protege mi pubis para seguir avanzando cuando se han cansado de rizar mis rizos. No he abierto las piernas. Bueno, sólo un poco. Lo justo para notar sus dedos en mis labios, para que el índice los recorriera, abrazándolo. No he podido evitar suspirar, profundamente, apagando los gemidos que surgían de mi garganta.

Mi cuerpo me ha pedido separar mis muslos ampliamente para que su mano se moviera libre, pero el cerebro aún estaba despierto. Lo he detenido a tiempo, gracias cariño, pero ya basta por hoy.

Ha vuelto a mis pechos, a mis pezones, y me ha abandonado cuando había cerrado los ojos sintiendo palpitar toda mi feminidad.

Despierta, con mi hijo dormido a mi lado, me doy cuenta de cuán necesitada estoy de un hombre.

***

El sexo con Berni había sido muy placentero para ambos durante una año y medio aproximadamente. Sentía que con él había aprendido todo lo que sabía, él había sido el amante experimentado que me había enseñado. Pero había una práctica concreta que nunca había realizado con él pues me asustaba y él nunca me la había pedido.

Dediqué los pocos ratos libres de que disfruté aquellos dos días en que tuve el sexo en carne viva a buscar información en internet. Cómo hacerlo, qué tener en cuenta, qué temer.

Berni era mi hombre y mi labor como mujer era satisfacerlo. Necesitaba recuperarlo, devolverlo a mi lado, pues me creí capaz de ello. Lo intuía aunque no quería rendirme a la evidencia. La suerte estaba echada y no iba a lograrlo. Pero hice un último esfuerzo.

Debía haber pasado una semana o diez días desde nuestro doloroso encuentro amoroso cuando logré cenar con él con cierta tranquilidad. Le había dado el pecho a Daniel poco antes de hacer la cena y se había dormido, así que le pedí a mi pareja que no se fuera pues tenía una sorpresa para él.

Lo llevé a la habitación acabada la cena, ojalá hubiera tenido tiempo de cocinar alguno de sus guisos favoritos, prometiéndole una noche de sexo memorable. Me desnudé, lo desnudé, y me arrodillé ante él para preparar su miembro. No me costó dejarla a punto, pero cuando iba a tenderme para ofrecerme a mi hombre, tomé un frasco de lubricante que había comprado especialmente, me unté el ano y la vagina poniéndome a cuatro patas y le pedí que me lo hiciera por detrás, pues la vagina aún no está a punto.

Esperaba su respuesta por lo que no me sorprendió. ¿Quieres que te dé por el culo, como a una puta? Sabía lo que pensaba de esa práctica pues me había confesado que un par de veces la había practicado en prostíbulos, pues según él, una “tía normal” no se prestaba a algo tan sucio.

Pero también sabía que le había gustado, salvadas sus reticencias morales. Además, yo estaba dispuesta a hacer lo imposible para recuperarlo y comportarme como una puta me parecía un precio relativamente bajo.

Aunque entró con cierto cuidado, fue doloroso, sobre todo en cuanto el recto se fue adaptando y Berni acelerando la percusión. Pero cuando su semen me regó, cuando llevé a mi hombre al orgasmo, me sentí completamente satisfecha.

El problema vino cuando los meses siguientes, independientemente de que mi vagina ya estuviera disponible, mi recto se convirtió en el desagüe preferido de su masculinidad.

***

Hoy he tenido un orgasmo. Cuatro años y pico después he vuelto a sentir mi sexo palpitar, mis caderas temblar, mi garganta jadear. Ha sido muy placentero, eso no puedo negarlo, me hacía mucha falta, pero también ha sido peligroso.

Llevo días planteándome masturbarme. Nunca lo he hecho. Sola. Cuando Berni me penetraba analmente aprendí a estimular mi sexo para mitigar la molestia que me producía con lo que acabé logrando pequeños orgasmos. Pero solamente me he tocado en esas ocasiones. Y ya han pasado trece años.

Los nuevos juegos con Daniel, sé que no debo pero cada día le permito un poco más, me tienen cada vez más predispuesta, más excitada. Ayer, sin ir más lejos, si el hombre que se sentó a mi lado en el autobús hubiera dado algún paso más y me hubiera invitado a acompañarle a tomar una copa, seguramente me hubiera poseído. Pero solamente me dio un poco de conversación sin más expectativas.

Pero así de necesitada estoy, así de excitada me tiene mi hijo. Por ello, le permito que me acaricie también el sexo, tímidamente los primeros días, deteniéndolo cuando estoy a punto de perder la compostura. ¡Como si no la hubiera perdido ya! Pero ayer y sobre todo hoy, he cruzado el límite. Sólo un poco más, sólo un poco más me he dicho, hasta que ya no ha habido marcha atrás.

Un orgasmo intenso como hacía mucho tiempo que no sentía me ha recorrido de la cabeza a los pies teniendo mi sexo como epicentro sísmico. Los dedos de Daniel han operado el milagro, pero lo peor no ha sido que mi propio hijo me llevara al clímax. Estaba tan absorta en mi propio placer que no me he dado cuenta de lo acontecía a mi alrededor hasta que he notado la semilla de mi niño quemándome la piel. Con la mano libre se estaba masturbando hasta que ha eyaculado sobre mi abdomen y pecho.

¡Qué sucia me he sentido!

***

Gastar mi última bala no me sirvió para retener a Berni. Antes de que le salieran los primeros dientes a Daniel, sabía que nuestra relación estaba próxima a acabar. Aún aguantó a mi lado algunos meses, supongo que porque realmente ya no estaba a mi lado.

Hacíamos el amor una o dos veces por semana, entendiendo hacer el amor por ponerme a cuatro patas y penetrarme como a una puta, según su visión de la sexualidad. A veces lograba llegar al orgasmo, a veces ni lo intentaba.

El sexo más tradicional, el placentero para ambos, lo reservaba para sus salidas nocturnas que habían llegado a prolongarse más allá de una noche. Por eso, cuando no volvió a casa dos días antes del primer aniversario de nuestro hijo no le di más importancia. Cuando lo llamé, servido el pastel de cumpleaños y un pequeño grupo de amigos esperando, y no me respondió, supe que se había acabado.

Reapareció tres meses después. Lo pillé en casa recogiendo sus pertenencias. Volvía del trabajo y ni estaba de humor ni me quedaba energía para exigirle explicaciones. Solamente esperé que acabara para despedirme de él esperando que él lo hiciera de su hijo.

Lo besó paternal y le deseó suerte en el futuro, la necesitarás, poco después de despedirse de mí pegándome el último polvo de nuestra vida.

***

Definitivamente he perdido la cabeza. ¿Qué otra explicación puede darse de una mujer que permite que su hijo la masturbe? Pero no es solamente eso. También yo he comenzado a corresponderle.

Dice el refrán que a la tercera va la vencida. En mi caso ha sido a la cuarta. Cuatro días consecutivos llegando al orgasmo gracias al buen hacer de los dedos de mi hijo me han empujado a corresponderle. Hoy no le he permitido masturbarse ante mí, eyacular sobre mi cuerpo. Hoy le he ordenado tumbarse boca arriba, espera, déjame a mí, he tomado su miembro con la mano derecha, qué placer recuperar la sensación de sujetar la hombría de un hombre, lo he acariciado de arriba abajo, de abajo arriba, y lo he masturbado.

Lo he hecho muy despacio, alargando el momento, con la lentitud suficiente para retrasar el final, para multiplicar su explosión. Daniel, no solamente posee un pene grande y robusto, también su eyaculación ha sido potente, viril. Sin duda, es hijo de su padre.

***

Desde la partida del que había sido mi hombre, no estuve con ningún otro durante seis años. No lo necesitaba. No me apetecía. Berni había colmado el vaso y parecía haberme dejado saciada para una eternidad.

Mi vida giraba en torno a mi hijo, a su educación, a velar por sus progresos, a convertirlo en un joven de provecho. Las dificultades añadidas a su caso específico consumían las pocas energías que me quedaban, así que no  me preocupaba por nada más.

Convencida por Merche, una compañera de trabajo que también se había separado, comenzamos a salir a alternar, como lo llamaba ella, pero me sentía como pez fuera del agua y no coseché gran cosa más allá de sonoros fracasos.

Pronto dejamos de salir juntas pues ella se encamaba con el primero que la invitaba a una copa y yo no estaba por la labor. Aún así, acabé en la habitación de hotel de un joven francés que me trató muy bien y me hizo el mejor cunnilingus de mi vida. Después de eso le dejé que me follara como quisiera. Y un año después, aprovechando la semana de campamento de verano de Daniel, me vi tres veces con un cliente de mi empresa. No era gran cosa en la cama, demasiado egoísta, de los que te exigen que se la chupes pero ellos no te lo hacen a ti, pero me sirvió de calmante unos días en que lo necesitaba.

***

Tres meses después de comenzar mi aventura con Daniel, nuestra relación ha cambiado como un calcetín. No sé dónde nos lleva, aunque lo presiento y sé que está mal y que la sociedad en que vivimos lo denigra, no puedo evitar desearlo con todas mis fuerzas.

Ya no esperamos a la noche para amarnos. Sí ya lo llamo así pues es como lo siento. Cualquier momento es bueno para abrazarnos, acariciarnos, sentirnos. Quiero a mi hijo con locura. Haría por él lo que hiciera falta, cualquier cosa que fuera menester con tal de hacerlo feliz o de sacarlo de un apuro, pero esto, esta extraña historia de amor, es lo mejor que me ha pasado nunca.

Daniel es feliz, sé que lo estoy haciendo feliz. También he reforzado su autoestima, lo he desacomplejado pues lo que él tiene con una mujer madura, nunca le cuentes nada de esto a nadie, nos separarían, no lo tiene ninguno de los chulillos que pueblan su colegio. Sólo mi hijo, sólo mi Daniel es un hombre de verdad.

Estoy en la cocina y me abraza desde detrás. No puede evitarlo, sus manos automáticamente toman mis pechos. En casa, ya no llevo sujetador. Es una de las primeras prendas que me quito para facilitarle la tarea, para facilitárnosla a ambos. De mis senos a mi sexo hay un trecho muy corto. De éste a su pene, más corto aún.

Pero necesito más, cada vez más, así que he optado por instruirle. Soy su maestra. Necesito un hombre que me posea, que me penetre, que me llene. Daniel y su miembro son perfectamente capaces de ello, pero no me atrevo. Es mi hijo. Qué más dará llegados a este punto, pienso, pero no tengo el valor para ello.

Como sucedáneo, aunque a menudo más placentero, le pedí que me lo hiciera con la boca. Buf, qué bien lo hace. Solamente ha necesitado tres días para ser tan bueno como aquel francés que me derritió.

Además de ser una buena madre, soy una mujer agradecida, así que también suplí mi mano por mi boca y le regalé su primera felación. Me sentí oxidada, pues un lustro es mucho tiempo sin deglutir carne humana, pero no me costó llevarlo en volandas al Paraíso. Su inexperiencia le llevó a eyacular en mi boca, no me importa cariño pero debes avisarme. Es como su padre, tampoco avisaba.

Pero es más potente que él. Hoy sábado ya se la he chupado dos veces, la primera en la cocina cuando íbamos a desayunar, la segunda después de comer cuando se suponía que íbamos a ver una película en el sofá.

Ahora comienzo la tercera. Primero succiono el glande, rodeándolo completamente con los labios, para bajar a continuación hasta cubrir la mitad del tronco. No me cabe mucha más, pues no tiene el tamaño de un chico de catorce años. Subo, me la quito de la boca pero no dejo de lamerla, desciendo hasta sus testículos que también devoro, subo de nuevo siguiendo con la punta de la lengua el conducto que disparará su simiente, hasta llegar a su glande de nuevo que engullo hambrienta.

Es la eyaculación más débil del día, obvio por ser la tercera, pero es suficiente para llenarme la boca. Me tumbo en la cama boca arriba abierta de piernas, sin necesidad de quitarme las bragas pues ya no me las he vuelto a poner cuando me las ha quitado esta mañana y le ofrezco mi flor para que me extraiga todo el polen.

***

Supongo que lo condición humana nos empuja a aparearnos, como guinda a nuestra necesidad de vivir en sociedad. Después de Berni, me creí incapaz de volver a amar a un hombre. Es cierto que nunca amé a ninguno con la intensidad y la entrega con la que lo hice con él, exceptuando a Daniel claro, pero sí llegué a entablar algo parecido a una relación de pareja con un buen hombre llamado Marcos.

Después del cliente de mi empresa, estuve un par de años sin catar varón hasta que tuve un rollo de una noche con un hombre quince años mayor que yo que aprovechó la ocasión. Salí de caza, hambrienta hasta la desesperación pues lo había pospuesto demasiado, y el primer tío que me entró se llevó el premio. En los asientos posteriores de un Volkswagen recordé viejos tiempos. Fue rápido pero suficiente para tenerme satisfecha otra temporada.

Marcos apareció al poco tiempo. Un joven soltero que se mudó a mi escalera y con el que pronto hice buenas migas. Era muy buen tío, de lo más honesto y altruista que he conocido nunca, que puso toda la carne en el asador para que lo nuestro funcionara. Pero no llegamos al año juntos. Daniel y él eran incompatibles, más por culpa de mi hijo, celoso de que su madre tuviera que repartir sus atenciones entre él y otra persona.

Después de él, solamente dos hombres más hace unos cuatro años, curiosamente la misma semana. El primero, guapo, agradable y atento. Me invitó a cenar, paseamos por la orilla de la playa, me llevó a tomar la última copa a su apartamento, y allí cuidó de que yo me corriera antes que él.

El último hombre que ha estado entre mis piernas fue un soldado norteamericano que me quitó las ganas de aventuras esporádicas. Era latino, hijo de puertorriqueños, ambos tuvimos claro a lo que íbamos desde el primer momento pues su acorazado solamente paraba una noche en el puerto de Barcelona. En su beneficio puedo afirmar que era un amante potente, pues eyaculó tres veces en menos de dos horas. Pero para ello, me hacía chupársela constantemente. Me penetraba unos minutos y me ponía de nuevo de rodillas. Aunque aún no me explico cómo lo aguanté tanto rato, pues yo no llegué a correrme en toda la noche.

***

Nunca lo había hecho. Nunca lo habíamos hecho. ¡Hay tantas cosas nuevas en mi vida!

Daniel y yo nos hemos ido de fin de semana. Juntos, aparentemente como madre e hijo. Realmente como dos amantes furtivos.

No tengo coche así que hemos tomado el tren hasta nuestro destino, un pequeño hotel de costa que aún no ha colgado los precios de verano. Estamos en mayo. Dos noches con sus días para descansar y disfrutar. Iremos a la playa, comeremos y cenaremos por ahí, barato pues no podemos permitirnos grandes dispendios y, sobre todo, nos amaremos.

Si soy la primera mujer de Daniel, se merece tener su primera escapada romántica, aunque yo quiero ser la única. Al llegar al hotel juntamos las dos camas para dormir juntos. Nos duchamos y nos preparamos para salir a dar una vuelta buscando un local idóneo para cenar.

Mi hijo ha querido jugar antes de salir pero lo he retenido con espera a esta noche, quiero que sea especial.

Después de cenar paseamos por una feria y nos montamos en los autochoques. Juntos, envestimos a todo aquel que se atreve con nosotros. Me defiende como se espera que un hombre defienda a su mujer, pero chala como un crío.

La vuelta al hotel es agradable. Siento un intenso cosquilleo que me recorre las piernas hasta el estómago, cuando lo tomo de la cintura pues hemos tomado una calle vacía. Es tan alto como yo. Hacemos muy buen pareja.

Debería deshacer el abrazo cuando enfilamos la calle del hotel, más céntrica y concurrida, pero ¿qué tiene de malo que una madre y su hijo se abracen? En el ascensor me apetece besarlo, nunca lo he hecho en los labios, pero no me atrevo. Parece que Daniel me ha leído el pensamiento. Se me acerca y me abraza. No quiero, pero decido soltarme. La puerta puede abrirse en cualquiera de las cuatro plantas del hotel y podemos tener un problema.

Es al cerrar la puerta de la habitación que lo tomo del cuello y acerco mis labios a los suyos. Será cómico que sepa masturbar a una mujer o realice los mejores cunnilingus de la ciudad y que en cambio no sepa besar con lengua. Otra tarea en la debo instruirle.

Nos desnudamos de pie, lentamente. Sus labios recorren mi cuello, mis pechos, deteniéndose en mis pezones que sorbe como a mí me gusta, bajan por mi vientre plano, se enmarañan en mi monte de Venus que hace semanas que llevo perfectamente arreglado hasta llegar al objetivo. Bebe mi niño, bebe, bébete a tu madre. Levanto la pierna para facilitarle la labor, apoyándola en su hombro adolescente, pero no me permito llegar al orgasmo. Aún no, cariño.

Lo tumbo en la cama boca arriba. Ahora soy yo la parte activa del juego, así que lo voy desnudando pieza a pieza, lentamente, sensualmente. Ya no es aquel crío que se corría a los pocos segundos de notar mis labios alrededor de su pene. Ha ganado experiencia. Ya es todo un hombre.

Chupo, lamo, lo preparo pues hoy será el primer día de la segunda parte de la vida de mi hijo, pero no te corras ¡eh! Podría permitírselo, pues su empuje juvenil le dota de una velocidad de recuperación encomiable, pero quiero que el acto sea completo.

Cuando considero que es el momento, me siento a horcajadas sobre él tomando su miembro con la mano para dirigirlo a puerto. Me mira sorprendido, anhelante. En su juvenil inocencia no ha previsto lo que le venía encima. Respira profundamente sin dejar de mirarme a los ojos.

-Te quiero, te quiero con toda mi alma –confieso justo cuando mi cuerpo baja para acoplarse con mi amor.

¡Dios, siento la polla de su padre! Por tamaño, por forma, por grosor, por temperatura. Por amor. Sé que puede pasar, sé que va a pasar, pero aún así asumo el riesgo. La primera vez quiero sentirla completamente, desnuda. Su primera vez quiero que me sienta nítidamente, inmaculado.

Comienzo el vaivén, lento, suave para que nuestros sexos se conozcan perfectamente, se compenetren. ¿Te gusta amor? Sí, jadea forzado. Quiero a mi hijo, lo amo. Así lo siento, así se lo digo mientras su virilidad me llena.

A los pocos segundos lo siento venir, acercarse, convulsionarse, llenar mi vagina de millones de danielitos que me aman tanto como me ama mi hijo. Sí, córrete mi niño, córrete amor, suspiro sin dejar de moverme sensualmente.

Divina juventud, su miembro no pierde fuerza en ningún momento aunque los espasmos se hayan apagado. Lo aprovecho. Ahora soy yo la que necesita llegar a la meta. Aumento el ritmo, me pellizco los pezones, cómeme las tetas mi amor, chúpamelas le pido.

En pocos minutos, mi hijo Daniel, heredero del trono, me transporta quince años atrás cuando el rey Berni me hacía tocar el Cielo.

***

Daniel duerme a mi lado, profundamente.

Hemos hecho el amor por segunda hace un rato y ha caído rendido. Prefiero ponerme encima pero en la postura del misionero también me ha dejado satisfecha. Es un buen amante, como su padre. También con él haré lo imposible para mantenerlo a mi lado.

Se parece tanto a su padre que las dos veces que ha eyaculado en mi interior, he sentido algo extraordinario… en el corazón de mi matriz.

 

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  • : ¿Qué no haría una madre por su hijo, sobre todo si éste es especial?
 

Relato erótico: “Vacaciones con mamá 1” (POR JULIAKI)

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UNA EMBARAZADA2Vacaciones con mamá (1)
sin-tituloLo cierto es que la imagen de mamá a través de la mampara translúcida de la ducha no permite ver mucho que digamos, sino que me hace emplear bastante la imaginación, pero siempre que ella permanece ahí, al otro lado de ese cristal blanco, puedo descubrir e intuir su cuerpo desnudo, sus enormes tetas, sus armoniosas caderas, su cintura… es verdad que pueden ser sombras borrosas de un cuerpo más bien indefinido, pero que a mi resulta todavía aún más morboso. Me encanta observarla, ver cómo se mueve tras ese cristal mientras se la oye canturrear y el agua cae sobre su cuerpo, momento que aprovecho para masturbarme imaginándome dentro del cubículo con ella, abrazándola, sintiendo como las gotas de agua caerían sobre nuestros cuerpos desnudos abrazados, imaginarla así despelotada y sin mampara, es una delicia, casi puedo palparla, ver sus curvas sin nada de ropa, disfrutar de su cuerpo entero para mí, sentir que está cachonda, tanto como yo.
El grifo se apaga de repente y salgo pitando del baño, intentando meter mi polla lo antes posible dentro del pijama a duras penas. Me siento en el sofá y disimulo leyendo una revista como si nada hubiera pasado. Me tapo con el cojín la entrepierna.
Mamá sale de la ducha envuelta en su pequeño albornoz, que apenas enseña nada, es cierto, pero que a mí me parece estar viendo a una obra escultural… Su pelo moreno mojado, el escote que deja entrever el inicio de sus senos y sus piernas morenas asomando por abajo son imágenes que me trastornan, que despiertan mi instinto más animal.
– ¿Estás seguro de poder quedarte solo unos días, cariño? – me pregunta con su cabeza ladeada y cepillando su cabello todo lo largo que es. Esa pose me parece la más erótica del mundo.
– ¡Que nooo, mamá, que estoy bien, que ya soy mayorcito…! – respondo yo con la cantinela de siempre
Mamá se gira y sigue cepillando su pelo mojado de camino a su habitación, al tiempo que mi mente calenturienta no deja de imaginar en despojarla de su albornoz y acariciar todo su cuerpo desnudo y poder admirarla así, reflejada en el espejo de su armario, soñando con sus enormes pechos, sus fuertes y rotundos muslos. Con tan solo imaginar esto tengo otra erección monumental. Me acaricio sobre el pantalón del pijama. Nunca la he visto desnuda, pero casi no me hace falta, mi imaginación ha hecho el resto para tenerla grabada a fuego en mi mente como si fuera en pelotas por la casa cada día.
Mi madre, como supongo digan todos los hijos, es la persona más importante de mi vida y alguien a quien amas y que te ama por encima de todas las cosas, esto está claro, sin embargo de un tiempo a esta parte, por no decir los últimos seis años, mi madre ha pasado a formar parte de algo mucho más especial para mí, algo más que un amor y que rebasa con creces esa frontera materno-filial. Todo lo que veo en ella, además de esa parte, es la de una mujer preciosa que me atrae sexualmente por los cuatro costados.
A sus 42 tacos, mamá está especialmente buena y puede que esto no sea objetivo viniendo de mi parte, claro, pero puedo jurar que se conserva a las mil maravillas. Guarda una figura excepcional, con un cuerpo estilizado y armonioso. No es excesivamente delgada, porque creo que una mujer debe tener carne y curvas…. muchas curvas. Así es mi madre, poseedora de armoniosas redondeces y en su justa medida, como tiene que ser… y ¡ojo! no sólo lo pienso yo, ya que despierta atracción por donde quiera que va. Su pelo negro largo, sus ojos color miel, su boca de labios gruesos, su pecho de talla 105, una cintura que sin ser aquella de cuando yo nací, sigue manteniendo esa proporción perfecta con respecto a su pecho y caderas. También es verdad que siempre se ha esmerado en su cuidado personal y además su trabajo como comercial de calle, le permiten estar continuamente de arriba a abajo y recorrer unos cuantos kilómetros al día, por no hablar de su trabajo en casa, que siempre dedica más de lo que debiera.
Mis primeras sensaciones de atracción ó de ver a mi madre como una mujer deseable debió ser en la pre adolescencia, etapa en la que uno no sabe dónde está pinado y en la que crees que todo es fruto de una mente calenturienta y un exceso de testosterona, que todo se tranquilizará más adelante con el pasar de los años, que son cosas propias de la edad y que en algún momento de sensatez volvería a verla dentro de que lo considerado “normal”, pero siempre ha sido algo que yo no he podido controlar y eso que intento continuamente quitármelo de la cabeza por todos los medios. Ahora, que ya tengo 19 y ella 42, no solo no se ha borrado en absoluto esa idea de mi mente sino que se ha multiplicado a pesar de esas negativas internas.
Oigo a mi madre como trastea en su cuarto preparando las maletas, se le nota nerviosa, porque no hace más que canturrear y eso es algo que solo hace cuando está especialmente contenta. No es para menos, después de tantos años, mi padre ha reservado un vuelo y hotel en un lugar paradisíaco en una bonita isla para vivirla ellos dos solos, como una segunda luna de miel, más que merecida, por cierto.
– Víctor, no encuentro el secador de mano, ¿lo has visto? – me pregunta asomando la cabeza tras la puerta.
– Nooo, mamá. – respondo como un autómata.
Ver su cabeza al otro lado de la puerta me hace pensar que o bien está en ropa interior o incluso desnuda y eso vuelve a formar un bulto bajo el pantalón de mi pijama que me pone a mil. Acaricio mi miembro que está duro y deseoso de otro buen meneo en honor a mamá.
– ¿Ha llegado tu padre ya? – vuelve a preguntarme nerviosa con su cabeza asomada sin dejarme ver nada más.
– ¡Aún noooo! – contesto de nuevo de forma cansina.
Estoy distraído jugando a la consola, cuando oigo unos ruidos extraños procedentes del cuarto de mamá. Pongo el volumen a cero y afino el oído. Sí, no hay duda, son gemidos, pero… ¡Mamá está sola!…y… ¡Está masturbándose!
Pego mi oreja a la puerta sabiéndome seguro pues ella debe estar despatarrada sobre la cama y también imagino que en pelota picada. ¡Dios!, es que esta mujer me tiene loco. Sus gemidos son suaves en un principio, supongo que ella quiere que no se la oiga, pero debe estar tan centrada haciéndose el dedito que no puede disimular los jadeos, las respiraciones entrecortadas y algún suspiro màs fuerte de lo normal. No hay duda: Se está haciendo una paja de las buenas. Mi polla está fuera del pijama y mi mano se aferra a ella frenéticamente acompasando sus gemidos y poniéndolos como si fuera yo el que está sobre ella en la cama follándola a cada respiración, sintiendo cómo me adentro en su coño y me siento dichoso, feliz…
De pronto suena el teléfono, que a ambos nos corta el rollo a cada lado de la puerta. Ella ha dejado de gemir. Me apresuro a meter de nuevo mi verga a duras penas dentro del pijama antes de que ella aparezca en el salón a atender la llamada. Lo hago yo… Es mi padre, al que noto serio, bastante serio. Algo gordo pasa.
– Pásame con tu madre, Víctor. – dice seco.
Doy dos toques de nudillos en la puerta de la habitación de mamá y le grito desde el otro lado:
– ¡Es papá al teléfono! – al decirlo no puedo evitar sentir un cosquilleo allá abajo pensando en esa paja simultánea que nos acabamos de hacer mamá y yo.
Ella saca el brazo por el pequeño espacio de la puerta entreabierta pero eso me permite ver parte de su sujetador y casi adivino a ver la aureola de su pezón. Buff.
A partir de ese momento, la cosa cambia y la oigo discutir con papá. No entiendo lo que dice mi padre al otro lado, pero por las palabras de ella, parece que se ha complicado algo en su trabajo.
En ese momento mi madre abre la puerta de su cuarto, ataviada con su pequeño albornoz, aun con el inalámbrico en su mano y llorando desconsolada. Me abrazo a ella inmediatamente.
– ¿Qué ocurre mamá?
– Tu padre, que dice que le ha surgido un problema tremendo en el trabajo – dice entre hipidos, sin dejar de llorar y fuertemente abrazada a mí. Sentir su cuerpo pegado al mío es un cúmulo de sensaciones, por un lado la ayuda que le presto como hijo, pero hay otra que no me deja ver con racionalidad, sintiendo el cuerpo de una mujer excepcional, a la que adoro, abrazada a mí.
– Pero ¿por qué lloras? ¿Tan complicado es, mamá? – le pregunto sosteniendo su cara e intentando borrar sus lágrimas con mis pulgares.
– Víctor, tu padre me ha dicho que tenemos que suspender el viaje.
– ¿Cómo? ¿El viaje? No puede ser, pero sí es mañana… – digo intentando entender todo el lío.
– Me ha dicho que tiene que quedarse, que es imposible, que lo siente, que… – mi madre no puede continuar, se abraza más fuerte y apoya su cabeza sobre mi hombro, mientras yo no dejo de acariciar su cabello. Que bien me siento teniéndola así abrazada. Por un momento no pienso que es mi madre, sino que es mi novia.
No sé cuánto tiempo permanecemos así abrazados, pero después de un buen rato, nos hemos sentado en el sofá esperando que mi padre regrese y nos confirme que realmente la cosa se le ha complicado tanto y tienen que suspender su viaje. Cuando este aparece por la puerta, mamá levanta la vista intentando ver en su cara que todo está solucionado y que al final pueden irse. Mi padre se sienta al otro lado sosteniendo la mano de ella.
– Laura, lo siento de veras. – dice él abrazándola.
Ella le separa y le mira a los ojos esperando alguna solución a ese problemón.
– Verás, lo siento muchísimo, cariño, pero tengo que quedarme, ha habido una movida en el trabajo y tengo que acabarla esta semana. Es imposible que me pueda ausentar. – añade él.
– Pero cariño, no podemos aplazarlo, ya no nos devuelven el dinero. Es mañana – dice ella intentando convencerle, conteniendo las lágrimas y la rabia.
– Lo sé y prometo que la próxima vez, te compensaré.
Mi madre se echa a llorar otra vez y mi padre la consuela como yo hice momentos antes, acariciando su cabello. Yo al mismo tiempo miro a papá y él me mira con gesto compungido, sé que el trabajo es muy importante para él y realmente está dolido por no poder complacer a mamá. En cierto modo no le culpo, entiendo que debe ser algo importante, pero por por otro siento que está haciendo daño a mamá y eso me irrita.
– Verás, creo que podemos hacer algo – dice mi padre de pronto. Ella se separa de él mirándole fijamente esperando cual pueda ser esa solución.
– ¿El qué? – pregunta impaciente ella.
– Pues que puedes ir con Víctor.
En ese momento se produce un silencio bastante largo. Los tres nos miramos, de unos ojos a otros esperando que alguien diga algo después de ese bombazo. Por mi parte, ni siquiera acabo de asimilar que pueda viajar con mi madre en exclusiva a un viaje a un lugar paradisíaco, por otro la confianza que deposita mi padre en mí, sabiendo que voy a atender a mi madre como se merece y aunque no sea lo mismo, pondré todo de mi parte, para que pudieran ser unas vacaciones maravillosas. En tercer lugar está mi madre que todavía no sé si acepta esa solución alternativa o realmente va a mandar a papá directamente a la mierda.
– Ya sé que te lo debo, cariño – responde mi padre rompiendo el silencio – y te prometo que iremos a ese viaje en otro momento, pero ahora, antes que perder el dinero de los pasajes, lo mejor es que os vayáis vosotros al viaje. ¿A ti no te importa acompañar a tu madre, Víctor? – me pregunta.
Mamá se gira esperando mi respuesta y yo estoy tan confundido como contento, porque es que no acabo ni de creérmelo.
– Por supuesto que no, será un placer acompañarla – respondo sonriente, aunque luego me doy cuenta si he sido demasiado efusivo en mi contestación, pues es que todavía me tiemblan las piernas de pensar que voy a un viaje de una semana a solas con mamá.
Ella se abraza a mí, y aun puedo ver las lágrimas en sus ojos, no dice nada, pero no hace falta, sé que aprueba que yo haga de sustituto de mi padre y entiende que no es lo mismo, que no va a ser una luna de miel, pero al fin y al cabo, hay que aprovechar esos billetes de avión y ese hotel que ya no se puede cancelar.
– Verás que bien lo pasamos, mamá- le digo al fin animándola y ella me muestra su maravillosa sonrisa.
La cena transcurre en silencio y supongo que cada uno en sus pensamientos. Mi padre maldiciéndose por dentro del pedazo de viaje que se va a perder y del mosqueo que tiene su esposa por tal motivo, ella por otro lado pensando en todo lo que tenía pensado, pero mirándolo por el lado bueno, tiene con quién estar y qué mejor que conmigo ¿no? y yo ¿qué voy a decir? pues que estoy encantado de la vida, acompañar a mi madre en ese viaje es lo mejor que pudiera soñar.
Ella se levanta de su silla y se pone detrás de mí. Me abraza con su ternura habitual, pero yo solo percibo sus pechos pegados a mi cuello y esa blandura tan exquisita. A continuación me planta un beso en la mejilla.
– ¿Seguro que quieres venir con la plasta de tu madre? – me pregunta con esa mirada que me derrite.
– Qué no, mamá, que me encanta acompañarte, no tenía plan.
– ¿Seguro? A lo mejor podías estar con tu amiga, esa rubita, ¿cómo se llama? .- insiste mamá sin dejar de tenerme abrazado y sus tetas adheridas entre mi cuello y el comienzo de mi espalda. Mi polla empieza a decir “aquí estoy yo” mientras que con disimulo tapo ese bulto con la servilleta.
– Alicia, mamá, se llama Alicia. – respondo – y es… solo una amiga.
– Pues eso, pensará que podías estar con ella y ahora te vas con la pesada de tu madre.
– Mamá – le digo en tono enfadado- no tengo nada con Alicia, además no eres ninguna pesada. Ella piensa incluso que eres super simpática y que no pareces mi madre, sino mi hermana, así que no creo que le parezcas una plasta precisamente.
– ¿En serio te ha dicho eso?
– Pues claro… y es verdad – interviene mi padre – eres una mujer muy simpática, atractiva y no aparentas la edad que tienes para nada.
Mi madre frunce el ceño mirando a papá, porque no está muy segura si eso ha sido un cumplido, una forma de apagar el fuego o si realmente es cierto, pero ella no devuelve la sonrisa a mi padre. Sin duda está bastante mosqueada con él. Creo que en el fondo quiere irse de viaje y dejarle solo con sus problemas a modo de venganza por haberla dejado tirada a ella.
Nada más llegar a mi cuarto, me desnudo por completo, me tumbo en la cama y mirando al techo no puedo quitar la imagen de mi madre de mi cabeza. Comienzo a masturbarme y mi polla enseguida alcanza las cotas máximas, sintiendo que está entre las tetas de ella, que me da un besito dulce en la punta y me dice cuanto le apetece estar conmigo, apenas duro mucho más pues me corro en abundantes chorros que salen por doquier.
Esta noche no puedo casi dormir, estoy nerviosísimo, primero porque he preparado la maleta a todo correr, pues por la mañana a primera hora vamos al aeropuerto, pero es que no dejo de darle vueltas a este viaje y a la situación de poder estar cerca de mamá tanto tiempo, las veinticuatro horas del día, poder disfrutar de su bello rostro continuamente, de su hermoso cuerpo que ya imagino con su bañador de florecitas, dándole crema en la espalda… creo que me duermo casi a las cuatro de la mañana y a las seis suena el despertador.
Me levanto como un zombie y cuando voy al salón, mamá ya está preparando su maletas en el salón. Creo que se ha levantado hace rato, seguramente sin poder dormir en toda la noche, siempre tan nerviosa cuando hace algo fuera de lo normal. Lleva su bata de estar por casa, pero se ve que ya se ha duchado.
– Buenos días mamá.
– Hola cariño. Date prisa que nos vamos ya.
– ¿Ya?
– Venga, dúchate que en quince minutos llega el taxi. – me insiste ella.
– ¿Y papá?
– Se fue hace rato a la oficina con el lío ese que tiene… – añade.
Subo a ducharme y sigo pensando en que la suerte me ha sonreído como nunca hubiera imaginado.
Cuando bajo ella está esperándome impaciente con su bolso colgado de su hombro y sus brazos cruzados, lo mismo que sus piernas a la altura de sus pantorrillas. Me parece una ninfa. Está impresionante: Se ha puesto una blusa blanca, algo ajustada, que resalta sus tetas de una forma maravillosa y un canalillo en el que me perdería. Pero lo mejor de todo es que se ha puesto unos vaqueros ceñidos que no le había visto nunca. Está preciosa, con unos zapatos de tacón alto que tampoco acostumbra a llevar. ¡Madre mía! (Nunca mejor dicho)

– Mamá… – digo admirándola y sosteniendo en mis manos la maleta que cubre mi inexorable erección.
– ¿Qué pasa? – responde ella sin mirarme, mientras mete en su bolso los billetes.
– Estás preciosa.
– Gracias hijo. – muestra su sonrisa resplandeciente.
– Nunca te había visto esos vaqueros.
– ¿Te gustan? – dice girando sobre sí misma y mostrando esos ceñiditos jeans..
– Mucho, ¡Son alucinantes!
– Jejeje… los tengo hace algún tiempo pero tu padre no me deja ponérmelos nunca.
– ¿Por qué? Estás preciosa, mamá.
– Gracias cariño. Tu padre ya sabes cómo es… por eso ahora he aprovechado que no me ve.
Me quedo embelesado. En ese momento levanta la cabeza y me sonríe. Se acerca a mí y me besa en la frente, pudiendo notar sus calientes labios. Sus tetas quedan a la altura de mi vista y no puedo evitar que mi polla pegue otro de sus botes bajo mi bragueta. Si no fuera por la maleta se me notaría ostensiblemente .
El viaje hasta el aeropuerto se me hace extraño, todavía no acabo de creerme que voy a estar a solas con mamá durante unos cuantos días. Es un sueño…. ¡mi sueño! Miro de reojo a su escote, aprovechando que ella mira por la ventanilla. Bajo la mirada y ver sus piernas cruzadas entalladas en esos jeans tan ajustados es otra maravilla para mi vista. De pronto ella me pilla observándola. Pienso por un momento que me va a regañar, sin embargo me sonríe.
– Gracias por acompañarme, Víctor, eres un sol. – a continuación me besa en la mejilla y noto una de sus ernormes tetas pegarse a mi hombro.
Cuando bajamos del taxi y ella avanza con su maleta, yo me quedo pagando al taxista que no quita la vista del culo de mamá. No es para menos. De pronto él nota que yo le he visto.
– ¿En serio es tu madre? – me pregunta sin quitar la vista del culazo de mamá.
– Sí. – contesto serio.
Avanzo tras ella, pero antes el taxista añade.
– ¡Joder, está buenísima!. ¡Enhorabuena!
Ella no le ha oído y estoy por decirle algo, pero es que… ¡coño!, tiene razón. No puedo evitar sonreírle orgulloso.
El vuelo es largo, por eso que mi madre, algo más relajada se ha dormido plácidamente, algo que me permite disfrutar de la vista de su cuerpo con detenimiento. Pienso que mi mente está aturdida por un cúmulo de sensaciones, primero porque ella sea mi madre, casi como un impedimento para verla como una mujer deseable que es… por otro lado, me siento contento de que lo sea, porque de otro modo no tendría la suerte de contemplarla tanto tiempo, más ahora, en este viaje, que la tengo en exclusiva.
Me despierto, sin saber cuanto tiempo me quedé flipado mirándola, aunque creo que me venció el sueño mientras mis ojos recorrían su deliciosa anatomía. Hemos llegado al destino, en menos tiempo del esperado, al menos a mí se me ha hecho cortísimo este viaje. Creo que las vacaciones se me pasarán volando.
Cuando estamos en la terminal esperando las maletas, mamá se agarra fuertemente de mi brazo, en una señal de agradecimiento. Su sonrisa reluce y me mira con esos ojazos que me vuelven loco. Sus pechos se han colocado adheridos a mi antebrazo, siento su tersura y me siento en la gloria.
Todos los demás pasajeros se han ido marchando y solo quedamos ella y yo. Mi maleta ya ha salido pero la suya no. Después de una larga espera, acudimos al mostrador de la compañía y reclamamos la maleta, pero parece que se ha extraviado y no aparece por ningún lado.
– Pero, ¿Qué voy a hacer yo sin mi maleta? – protesta ella alarmada ante la chica que nos atiende.
– No se preocupe, tenemos el teléfono de su hotel, en cuanto aparezca, les llamamos. – responde esta.
– ¡Pero no tengo más ropa que la que llevaba en mi maleta! – dice mamá casi a punto de llorar.
La chica de la compañía aérea hace varias llamadas más y la última debe ser con su jefe. Tras varios minutos nos mira con cara de circunstancia. Al fin nos dice:
– Me comentan que están haciendo lo posible por encontrarla y seguramente aparezca mañana o pasado, pero no es totalmente seguro.
Mi madre me mira y tras poner la queja pertinente, nos vamos al hotel, porque ya es tarde y no podemos hacer nada más en ese momento.
Al llegar al hotel en cuestión a mi madre parece habérsele pasado todo el disgusto de la pérdida de la maleta y no es para menos, porque hemos llegado a un resort de lujo, al menos me lo parece, con dos grandes edificios que son el hotel y una gran piscina en el centro, rodeada de tumbonas, una pista de pádel, un jacuzzi y una verja al final que conduce directamente a una pequeña playa privada del complejo hotelero.
– ¡Qué bonito! – exclama mientras avanzamos para hacer el check-in en recepción
– Ustedes son… los señores Palacios. – afirma el recepcionista revisando la ficha.
Nos miramos y nos sonreímos.
– Víctor y Laura Palacios – añade el empleado.
– Sí – responde mamá sin borrar su sonrisa agarrada fuertemente a mi brazo.
Es cierto, no ha mentido, me llamo igual que mi padre, Víctor Palacios y ella es Laura, señora de Palacios, luego el recepcionista ha entendido que somos la pareja que tenía la reserva. Es curioso, no se ha percatado de nuestra diferencia de edad, bueno, creo… supongo que sí, pero lo cierto es que mi madre no aparenta su edad y yo soy alto, fuerte, con algo de barba, lo que me da un aspecto de más mayor de lo que realmente soy. “Podemos ser pareja perfectamente”, al menos eso pienso y me gusta, pues es una sensación que siempre había soñado y ahora la estoy llevando a cabo, ¡de forma real!
Al llegar a nuestra habitación, el botones nos enseña donde está el baño, las luces… y después nos muestra la cama. Sí, una sola cama ¡De matrimonio! Luego nos enseña como cambiar los canales de la tele y la gran terraza que hay afuera, con dos tumbonas. Le doy una propina al chaval, que debe ser de mi edad y cierro la puerta. ¡Estamos solos!
Hay un largo silencio cuando vuelvo al centro de la habitación. Mi madre mira la cama y luego a mí.
– Tendremos que dormir juntos. – me dice quitando importancia a un hecho que me parece más que un sueño, un milagro del cielo. – Como en los viejos tiempos, ¿te acuerdas cuando venías a mi cama a dormir conmigo? – me pregunta.
Claro que me acuerdo, pero de eso hace mucho tiempo, ahora soy un hombre, ella una mujer, claro, pero es que yo no soy un hijo normal, yo siento algo por ella que me descoloca y ahora pensar que tengo que dormir junto a ella, me aturde, me vuelve loco.
– ¿Qué te pasa cariño? – dice abrazándome al ver mi cara de susto.
– No, nada.
– Yo me muevo mucho, pero no te preocupes, si ves que no paro,me empujas como hace tu padre y ya está.
Lo dice con tanta naturalidad que no acabo de creérmelo, pero yo no dejo de pensar en tenerla junto a mí bajo las sábanas, tal y como siempre he pensado en mis idílicos y libidinosos pensamientos.
– No te molesta que durmamos juntos. ¿No? – añade.
– No, claro. – digo, pensando si he sido muy efusivo de nuevo.
– Además somos el matrimonio Palacios – dice sonriendo y acariciando mi nariz y riendo con una carcajada que me encanta. – No se han dado ni cuenta que somos madre e hijo.
– Ya te lo dije mamá. No pareces tan mayor.
– Vaya. – dice ella frunciendo el ceño de nuevo.
– No, mamá, quiero decir que no parece que tengas la edad que tienes, podrías pasar por una chica algo mayor que yo.
– Jajaja…, gracias hijo. – vuelve a abrazarse tras de mí pudiendo notar sus tetas en mi espalda.
– Lo digo en serio, no se nota nuestra diferencia tanto. – añado, convenciéndola, pero sintiéndolo realmente.
– Vaya, así que… ¿No te importa que sea tu mujercita en estas vacaciones?
Me giro y le doy un beso en la mejilla. Me siento feliz de que ella sea mi madre, que esté a mi lado, que estemos los dos solos, que todo esté saliendo tan bien, que pueda ser mi mujer durante unos días…
– ¿No creerá la gente entonces que soy una asaltacunas? – vuelve a preguntarme.
– Mamá, que no soy un bebé precisamente – protesto.
– Jajaja… Está bien, seremos un matrimonio bien avenido. Me gusta volver a ser una nueva esposa, recién casada.
– Y yo encantado de ser tu marido, también. – respondo a modo de broma, pero es lo que realmente siento, la mayor felicidad del mundo con que ella sea mi mujer más que mi madre en estos precisos momentos.
– Bueno, vete deshaciendo tu maleta y yo me voy a dar una ducha. – dice mamá dirigiéndose al baño y justo al llegar a la puerta, me sonríe.
¡Qué felicidad, qué maravilla, qué locura más alucinante…! Todavía no acabo de creerme la suerte que tengo de compartir estas vacaciones a solas con mamá. La oigo ducharse y canturrear desde el baño, momento que aprovecho para liberar a mi polla que parece querer reventar bajo mi pantalón. Se ve esplendorosamente grande, creo que en el fondo va a ser una tortura estar tan cerca de mamá todos estos días, dormir juntos en esa cama, verla en bañador. Acaricio lentamente mi verga soñando como si mi madre me acariciase con esas bonitas manos y esos largos dedos. De pronto se cierra el grifo e intento con urgencia volver a meter mi tiesa polla dentro del calzoncillo y abrocharme el pantalón.
– Pero cariño, ¿No has sacado tu ropa de la maleta todavía?. – me dice apareciendo en la habitación tapada únicamente con una diminuta toalla.
Si no fuera porque estoy sentado en la cama, me caería redondo. Sus piernas se ven más largas todavía y creo que nunca había tenido la oportunidad de ver tanta porción de carne. Sus muslos son preciosos, grandes y portentosos y la toalla debe andar un par de centímetros por debajo de su entrepierna. Por la parte de arriba apenas tapa dos pechos que parecen querer salirse por encima, por no hablar de su rostro brillante, resplandeciente y su pelo mojado. Está tan sexy…
– Ahora, tenemos un problemón, no sé qué voy a ponerme.- dice mi madre cepillando su pelo con sus dedos y su cabeza ladeada.
– ¿No has recibido ningún mensaje de la compañía aérea en tu móvil?
– Nada, ni por asomo. – contesta molesta.
– ¿Y qué podemos hacer? Son las diez de la noche.
– Yo no voy a bajar a cenar y menos con la ropa que traía.
– ¿Por qué no?
– Pues hijo, porque estará sudada del viaje…
A mi no me importaría lamer el sudor de su blusa y estar oliendo el aroma que desprenden sus pantalones justo en el sitio donde se unen sus muslos.
– Baja tú a cenar, si quieres, de todos modos, yo no tengo mucha hambre. – añade.
– Yo tampoco. Me quedo aquí contigo.
– Vale cariño. Veremos un rato la tele y nos iremos a dormir. Vete a ducharte tú, mientras. Yo estoy hecha un lío, no tengo ni bragas que ponerme.
– Mamá, podrías ponerte uno de mis boxers.
La verdad es que se me ha ocurrido de repente pero en el fondo no me parece tan mala idea, al fin y al cabo, mejor que nada y aunque ella tenga más caderas que yo, mis calzoncillos de tipo boxer, aunque pequeños para ella, son bastante elásticos.
– ¿Tú crees que entraré en ellos? – me pregunta señalando sus caderas.
– Por probar…
– Tienes razón, por probar no pierdo nada. Y además, creo que me pondré una de tus camisetas. – añade encontrando una posible solución a su dilema.
Esa parte de lo de las camisetas no la tengo tan clara, porque aunque yo estoy bastante fuerte, las uso muy ajustadas (me gusta marcar músculo) y ella con esas tetazas no sé si va a reventarlas. Sólo de pensarlo, mi polla pega un respingo. Me meto en el baño rápidamente para que mi madre no empiece a notar otra de mis incontrolables erecciones. Me enjabono con la imagen que acabo de tener de esa mujer que me tiene loco, con esos muslos grandiosos que salían por debajo de su blanca toalla, su rostro angelical…. No puedo evitar masturbarme y duro muy poco, porque tanta tensión sexual acumulada hace que en apenas unos minutos salgan chorros de semen disparados embadurnando los azulejos.
Tras secarme y serenarme un poco más, me pongo el pantalón del pijama y nada arriba pues es un lugar caluroso. No dejo de pensar en mi madre y en saber si va a entrar en mis calzoncillos. La prenda es relativamente pequeña y no sé si puede caber el culazo de mamá, que aunque no es gigantesco, es una mujer de curvas e imagino que va a ser complicado.
Cuando aparezco en la habitación me quedo de piedra, por no hablar de mi polla que salta como un resorte y esa sí que está como una piedra nada más ver el espectáculo que tiene delante: Mi madre de pie en medio de la estancia y girando sobre sí misma está observándose frente al largo espejo que cubre una de las paredes. Lleva puestos unos de mis boxers de color azul que le quedan súper ajustados, como una segunda piel, marcando poderosamente sus curvas. Veo su culo redondo que parece va a reventar la pequeña prenda, al girarse puede notarse el precioso bulto que forma su monte de venus y cómo se ajusta la tela sobre sus ingles aprisionando la parte alta de sus muslos que parecen embutidos a presión bajo la prenda. Para colmo, lleva también una de mis camisetas que le queda más que ceñida resaltando aún más su busto con dos pitones marcados claramente sobre la tela y además la propia prenda le queda tan corta y está ahora bastante subida por delante, debido a ese volumen de sus pechos y permite mostrar su ombligo y una buena porción de su tripita. ¡Está realmente impresionante!
– Parezco una morcilla. ¿No? – me pregunta girando una y otra vez sobre sí misma, mirándome y esperando mi confirmación.
– ¡Qué dices mamá! , ¡Estás impresionante!
– Oh, ¿En serio?. Ya veo – dice poniéndose roja y señalando el bulto que aparece bajo mi pantalón de pijama que llevo sin nada más debajo.
Por un momento creo morirme de vergüenza por esa situación, pero veo que mi madre tampoco reacciona, no sé si va a echarme una bronca de campeonato pero en ese momento dice algo que me deja descolocado.
– Los hombres, veis una mujer tan ceñida y perdéis los papeles. – dice con una dulce risita y su blanca sonrisa.
– Mamá, esto… yo… lo siento. – respondo tapando mi bulto con ambas manos.
– No seas tonto, hijo, que no pasa nada.
– Pero es que yo…
– Que no te preocupes, tontito, es un acto reflejo, que no podéis controlar, ya lo sé. Además me gusta la idea de que pueda provocar esas sensaciones en un joven todavía, jeje.
Esa última frase me deja alucinado y estoy inmóvil, creo que no puedo ni tragar saliva, ante esa visión y esas cosas que acaba de decirme.
– ¿No estás molesta…? – pregunto confuso.
– ¿Molesta?, ¿Porque tengas una erección?. En absoluto.
– Pero..
– Mira, para una mujer es todo un halago provocar eso, cariño, jeje…
Intento serenarme, pero no puedo dejar de observar a esa hembra tan impresionante que me gusta más todavía de lo que me ha gustado hasta ahora.
– La camiseta me está más o menos bien, quizá algo corta, pero el calzoncillo me oprime demasiado ¿No crees, cariño?. – dice ella.
– Sí, está demasiado apretado, sobre todo ahí… – Noto cómo mis carrillos arden al pronunciar eso.
– Jejeje, sí, el chochito se me marca de lo lindo.
Dios, nunca había oído decir a mamá nada parecido, ni nombrar a su sexo como “chochito”, lo cierto es que fijándome más, después de tanto impacto, veo como sus labios vaginales se dibujan en la tela, claramente formando un bulto demasiado atrayente para un pobre desesperado como yo.
– La verdad es que me veo rara. -dice observándose de nuevo en el espejo y sonriendo.
– ¡Estás guapísima! – afirmo impulsivamente.
Me mira y observa mi erección que casi no puedo tapar con mis dos manos, algo que a ella le produce otra de sus risitas nerviosas.
– Gracias hijo. Si me viera tu padre con estas pintas, me mataría.
– No sé por qué. – afirmo serio.
– Pues, ya sabes cómo es… No le gusta que lleve ropas tan ajustadas, con lo celoso que es. Diría que parezco una fulana. Y lo cierto es que soy como una putilla con estas pintas.
– Pues estás alucinante, mamá, en serio.
– Ya, jajaja… – vuelve a mirar mi bulto – ya veo, ya.
– Anda, metámonos en la cama, que estoy hecha polvo y a ver mañana si conseguimos mi maleta.
La imagen de mamá doblando su rodilla y levantando a la vez la sábana de la cama, es como una visión que siempre había imaginado y ahora parece toda una invitación al desenfreno. Vuelvo a percibir a contraluz ese bulto que forma la tela del boxer ajustado que lleva, dibujando sobre su entrepierna claramente su rajita y dos montañas diminutas a cada lado. ¡Flipo!
No acabo de creerme que una mujer tan impresionante me invite a meterme en la cama con ella. Sí, ya sé que es mi madre, pero en ese momento veo un pibón al que adoro con toda mi alma y que me atrae más allá de lo imaginable.
Me meto entre las sábanas y estoy francamente cachondo, pero a la vez, algo asustado, como si todo esto me superara y no supiera cómo reaccionar. Ni tan siquiera puedo asimilar las cosas dichas por mamá en un comportamiento tan inhabitual en ella.
– Cariño. – dice ella volviendo su cara hacia mí – buenas noches.
– Buenas noches, mamá. – En ese momento me da un beso en la mejilla pero muy cerca de mi boca y casi me desmayo.
Se da la vuelta, y se tapa con la sábana que sin dejar ver nada, ofrece una silueta de su cuerpo y yo parezco estar viendo constantemente lo que hay debajo.
– Víctor. – pronuncia mi nombre sin darse la vuelta.
– Dime mamá.
– Gracias por acompañarme a este viaje, me has hecho muy feliz.
– Gracias a ti, por dejarme acompañarte. Yo también estoy feliz.
Estira su mano y roza mi brazo con sus suaves dedos. Me encanta sentir esa caricia.
– Si tienes que aliviarte, vete al baño, no estés con eso así. – dice de pronto sin volverse.
No entiendo como mi madre parece estar leyendo mis pensamientos, aunque no hace falta mucho para saber que estoy más empalmado que nunca y que es cierto que me gustaría aliviarme, sin embargo disimulo, comportándome del todo controlador.
– No hace falta, ya se me bajará. – contesto girando hacia el otro lado de la cama dándole la espalda.
Lo cierto es que me cuesta mucho conciliar el sueño, incluso darme la vuelta y no sentir la tentación de tocarla, de rozarla aunque sea suavemente uno de sus pechos y alcanzar con mi mano su entrepierna, pero esto solo queda en mi cabeza. Me pregunto cómo puedo desear así a mi madre. Me maldigo a mí mismo, pero por otro lado no hago más que imaginarme retozando juntos en esta cama, desnudos bajo las sábanas.
Tras un buen rato, creo que más de una hora, torturado por mis pensamientos encontrados, consigo dormirme.
Juliaki

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Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (5)” (POR ALFASCORPII)

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NUERA4Mi cuñada, mi alumna, mi amante (5)

sin-tituloAl día siguiente de mi clase particular con mi cuñada salí de casa para ir a trabajar. Al cerrar la puerta me encontré con mi vecino de al lado, un simpático cuarentón con el que, a pesar de conocernos desde hacía poco, estaba empezando a entablar amistad.

– Buenos días, Carlos- me dijo-, ¿Qué tal?.

– Buenos días, Enrique, ya ves, a currar un poquito.

Me cogió del brazo y, acercándose a mí, en voz baja susurró:

– ¿Puedo decirte una cosa con total confianza?.

– Claro, hombre- contesté utilizando su mismo tono de voz-, ¿qué te preocupa?.

– Bueno, ya sé que lleváis muy poco tiempo casados… y es lo normal… pero… ¿podríais bajar un poco el tono de vuestra pasión a determinadas horas?.

– Enrique, no sé de qué me estás hablando.

– El otro día se os oía desde mi casa a tu mujer y a ti en plena faena, ¡uf!… sobre todo a tu mujer… ¡campeóóóóón!- añadió dándome toquecitos con su índice derecho en mi pecho-. Pero era pronto, por la tarde, y mis niños pudieron escucharos igual que yo.

Sentí cómo el rubor incendiaba mis mejillas, a esas horas no era mi mujer a quien había oído…

– No te avergüences, hombre- dijo palmeándome la espalda-, ya te he dicho que es normal, pero te pediría que en horario infantil os reprimierais un poco.

– C-claro- contesté medio tartamudeando-, nos contendremos…

– Gracias… ¡campeóóóóóóón!- concluyó dándome más toquecitos acompañando la última sílaba.

Bajamos juntos hasta el garaje y nos despedimos metiéndonos cada uno en su coche.

De camino a la facultad, rememoré sus palabras y su implicación, lo que me llevó a darle vueltas a todo lo ocurrido con mi cuñada. Aquella que yo siempre había considerado una niña, la hermanita pequeña de mi esposa, se había convertido en una preciosa joven cuyos encantos no podían pasar desapercibidos para nadie, incluyéndome a mí, que había sido seducido por sus irresistibles armas de mujer para descubrir que era una increíble e insaciable amante.

Nunca pensé que llegaría serle infiel a mi esposa, y aún menos con su hermana, pero lo ocurrido el día anterior, aunque terriblemente excitante y morboso, había estado a punto de dar al traste con mi matrimonio y poner todo mi mundo patas arriba.

– Amo a mi esposa, la quiero con toda mi alma, por eso me casé con ella- pensaba mientras conducía-. Es una persona maravillosa, inteligente, culta, y con un toque de inocencia que resulta encantador, por lo que no se merece en absoluto lo que le estoy haciendo.

En ese instante tomé la decisión de hablar con Patty y zanjar el tema de nuestros escarceos sexuales limitándolo a los dos que ya habíamos tenido.

Tenía dos horas de clase, precisamente con el grupo de mi cuñada. Nos encontramos a la puerta del aula, y aparentando total normalidad, como siempre, saludé con un “Buenos días” tanto a ella como al grupito de alumnos que le acompañaban y me esperaban para comenzar la clase. A pesar de no mostrar ninguna emoción externa, un cosquilleo revolvió mis tripas al verla.

Como siempre, mi aventajada alumna estaba preciosa, vestida con una ajustada falda negra que le llegaba hasta la mitad de sus bien torneados muslos, calzando unas botas también negras, de aguda puntera, que le llegaban hasta las rodillas, con tacón alto que estilizaba aún más sus piernas. Como parte de arriba llevaba una chaqueta negra que, en combinación con la falda, constituía un elegante traje. A través de la entallada chaqueta, abotonada en la parte media, se podía ver una blusa roja con los tres botones superiores desabrochados formando escote. A parte de muy sexy, estaba especialmente elegante como para ir a la facultad.

Tras la primera hora de clase, durante los 10 minutos de descanso, en lugar de bajar a la cafetería me quedé a la puerta del aula hablando con algunos alumnos sobre las exposiciones que tendrían que hacer de sus trabajos. A mi lado, en otro grupo, estaba Patty hablando con sus amigas, y no pude evitar recoger algunos fragmentos de su conversación:

– Sí- decía mi cuñada-, es que a las 8.00 tenía cita con el médico…

Eso explicaba el por qué iba vestida de traje.

– ¡Qué va!- contestaba a la pregunta de una de sus amigas-, ha sido con el gine, y sólo para que me diese nuevas recetas para la píldora anticonceptiva. Estoy más sana que una manzana…

Miré mi reloj, era hora de retomar la clase, así que con un “Venga, chicos, se acabó el descanso” volví a entrar en el aula.

Cuando terminó la hora, todos los alumnos se marcharon mientras recogía mis cosas. Durante esa mañana ya no tenía más clases, así que me encerraría en mi despacho para seguir corrigiendo los trabajos que la tarde anterior no había terminado por la visita de mi cuñada.

Bajé a la calle, pues mi despacho se encuentra en el edificio contiguo, pensando en buscar el momento idóneo para hablar con Patty y dejarle las cosas claras sobre nosotros y mi matrimonio con su hermana.

Al salir al exterior, allí estaba ella, sola, fumándose tranquilamente un cigarrillo.

– ¿Ya no tienes más clases hoy, profe?- me preguntó alegremente.

– No, pero tengo muchos trabajos aún por corregir, así que me voy corriendo para el despacho a ver si los voy terminando.

– ¡Pobrecito, hay que ver lo que trabajas!. Yo hoy tampoco tengo más clases, así que me iré a casa a repasar lo que me explicaste ayer- dijo mordiéndose el labio inferior en un claro gesto de lujuria contenida.

– Muy bien- contesté eludiendo el tema como si no me hubiese dado cuenta del significado oculto-, eso es lo que tienes que hacer, estudiar.

Y sin darle tiempo a que dijese más, seguí mi camino pronunciando un “¡Hasta luego!” tras alejarme un par de pasos de ella, no llegué a oír su respuesta.

Cuando ya hube entrado en el otro edificio pensé:

– Bien, te has mantenido firme, ahora tienes que encontrar la manera de hablar a solas con ella sin levantar sospechas.

En ese instante una idea empezó a formarse en mi cabeza: mi cuñada iría ahora a su casa, estaría sola en un lugar donde nadie pudiese vernos, y la pillaría totalmente desprevenida, era la situación ideal para hablar con ella.

Entré rápidamente en mi despacho y encendí el ordenador, tenía que revisar su ficha de alumna porque no sabía dónde estaba el piso de alquiler en el que vivía. Encontré su dirección, y tras meterla en el navegador de mi móvil y consultar Googlemaps para hacerme una idea de por dónde quedaba, apagué el ordenador y cerré mi despacho pensando: “Bendita tecnología”.

Tras 20 minutos callejeando en coche, y 10 de búsqueda de aparcamiento, por fin llegué a la dirección correcta. El portal estaba abierto, así que subí hasta la última planta del viejo edificio. Sólo había una puerta en esa planta, el piso debía de ser un pequeño ático. Respiré hondo, llamé al timbre, e inmediatamente se abrió la puerta.

– Ummm, Carlos- dijo Patty al verme-, qué deliciosa sorpresa, acabo de llegar a casa.

– Patricia, tenemos que hablar- contesté gravemente.

– Claro, claro- dijo visiblemente sorprendida al oír su nombre completo-, pasa.

Efectivamente su piso era un pequeño ático para una persona, porque entré directamente a un coqueto salón con cocina americana.

– Deja el abrigo en el sofá- me dijo haciendo lo propio-, y siéntate. Tengo café hecho, ¿te apetece?.

¡Ufff!, la dichosa pregunta que tan placenteros recuerdos me traía.

– Firmeza- me dije a mí mismo-, tienes que controlar la situación, la has cogido por sorpresa y no ha tenido tiempo de cargar sus armas.

– Sí, solo con hielo, gracias- contesté.

Observé cómo Patty se quitaba la chaqueta y mi polla se despertaba al ver cómo sus redondos pechos estaban apretados en la entallada blusa roja. Los botones abiertos formaban un hermoso escote en pico que moría en el primer botón cerrado, justo por encima de la altura a la que debían estar sus pezones. Cuando se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, observé su curvilínea silueta y el duro culito que la chaqueta ya no tapaba.

– “¡Buenos días, princesa!”- exclamó mi verga estirándose. Su voz resonó en mi cabeza como la de Roberto Benigni en La Vida es Bella.

Crucé dolorosamente una pierna sobre la otra para estrangular mi incipiente erección, y desviando mi mirada alrededor del salón para distraerme, conseguí que no llegase a más.

Tras un par de minutos Patty volvió sentándose a mi lado y ofreciéndome mi café con hielo. Encendió un cigarrillo y dio un breve sorbo a su café.

– ¿De qué tenemos que hablar, cuñadito?- preguntó inquisitivamente con sus ojos aguamarina clavados en los míos.

– Patricia- comencé tras coger aire-, tu hermana no se merece lo que le estamos haciendo.

– ¡Ah!- exclamó sorprendida-, ¿y qué es lo que le estamos haciendo exactamente?.

– No me lo pongas más difícil, sabes a lo que me refiero…

– Ya… -contestó pensativa dándole una profunda calada a su cigarrillo.

Realmente parecía que había conseguido desarmarla con el efecto sorpresa, y daba la impresión de que todo sería más sencillo de lo que esperaba, con la excepción de que su postura en el sofá, con las piernas cruzadas y la falda ligeramente recogida mostrando sus firmes muslos, girada hacia mí enseñándome el balcón de su prieto escote, y su sensual manera de fumar, estaban volviendo a despertar mi polla a pesar de estar reprimida por mis piernas también cruzadas.

– Lo de la semana pasada fue un error- proseguí-, y lo de ayer fue un gravísimo error, Tere casi nos caza.

– Pero fue muy excitante, ¿no crees, cuñadito?. El que mi hermana casi nos pillara hizo que tu corrida fuese aún más intensa. Tengo grabado en la memoria cómo inundaste mi boquita con tu sabor a hombre- añadió pasando la punta de su lengua por su labio inferior y mordiéndoselo ligeramente.

– Patty- dije tratando de controlar la erección que sus palabras y su gesto habían conseguido acelerar-, no sigas por ese camino. Quiero a tu hermana, tu fantasía acaba aquí- añadí con tono autoritario-. Esto quedará entre nosotros y seguiremos con nuestras vidas como hasta hace unos días.

– Está bien- contestó apagando el cigarrillo-. Si lo tienes tan claro, entonces nunca más volveré a comerte la polla y nunca más volverás a follarme.

Para mi sorpresa, de repente se levantó y salió del salón, no sin antes decirme desde la puerta:

– Ya puedes descruzar las piernas y liberar esa polla que me grita cuánto me deseas.

Me quedé perplejo, y cuando conseguí reaccionar descrucé mis piernas sintiendo cómo, al ser liberada, mi verga estaba increíblemente dura.

Allí sentado, en silencio, esperé acontecimientos, pero Patty no dio ninguna señal de volver. Tras cinco minutos de tensa espera en la que mi pene volvió a su estado de bajada de bandera, y con la garganta seca, apuré mi café y me dispuse a marcharme.

– No puedes irte así- me dijo mi conciencia-, al fin y al cabo es tu cuñada, la hermana pequeña de tu mujer, no puedes largarte dejando éste “mal rollo” entre ambos.

Cambié de opinión y salí del salón por la misma puerta que, minutos antes, había cruzado Patty. Quería despedirme correctamente para suavizar las cosas. Encontré un diminuto pasillo en el que de frente se veía la puerta de un armario empotrado, a la derecha una puerta cerrada que debía corresponder con el baño, y a la izquierda una puerta entreabierta que sin duda era el dormitorio. Tomé el pomo, y abriendo un poco más pregunté:

-¿Patricia?.

– Pasa- oí desde el interior.

Abrí completamente la puerta. A mi izquierda pude ver una estantería con varios libros y Cd’s de música, y frente a mí, bajo una ventana, un sencillo escritorio de pino, el típico mobiliario de piso de estudiante. Pasé al interior y, al voltear la puerta medio cerrándola de nuevo, pude ver la cama, una mesilla de noche con una lamparita estilo Tiffany’s; al fondo un armario empotrado con puertas de espejo, y delante de la cama estaba ella, mi espectacular cuñadita, de pie con una pierna un poco más adelantada que la otra y con la mano derecha sobre su cadera, ligeramente ladeada en una pose de modelo de pasarela.

– Sabía que vendrías- dijo con voz muy sugerente-. ¿Te apetece?.

Mi polla en esta ocasión reaccionó de una sola vez, creció al máximo y se puso dura como el acero. Patty clavó su verdeazulada mirada en mi abultado paquete y se mordió el labio inferior con ese erótico gesto de lujuria contenida que conseguía alimentar aún más las llamas de mi deseo.

– “¡Es la guerra!, ¡traed madera, traed madera!”- resonó la voz de Groucho Marx en mi interior.

– Eres mala –le dije con todas mis dudas disipadas ante la evidencia de que mi cuerpo clamaba por el suyo.

– No soy mala, cuñadito- dijo con su tono de voz más sugerente-. Soy buena, muuuy buena…

¡Clac!, ¡clac!, ¡clac!, sonaron los tacones de sus botas sobre la tarima del suelo al acercarse a mí moviendo sus magníficas caderas, tan sensualmente, que una gota de sudor frío recorrió toda mi espalda. Con los brazos puestos en jarras, se quedó a escasos centímetros de mí.

– No eres buena, cuñadita- le dije en un susurro-, ESTÁS muy buena…

Patty se acercó aún más, y cuando su boca estaba a escasos milímetros de la mía, sacó su lasciva lengua para recorrer mi labio superior con una lujuriosa lamida.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo poniéndome toda la carne de gallina mientras mi falo latía dentro del pantalón.

– Eres mala y viciosa- dije.

– ¿Sí?, ¿y qué vas a hacer al respecto?- preguntó dándose ella misma un azote en el culo.

Estaba loco de excitación, la farsa ya no podía durar más, no podía engañarme a mí mismo:

– Quiero a Tere- decía mi voz interior-, pero deseo follarme una y otra vez a su hermana. Ansío hundir mi polla en este fogoso cuerpo que no deja de tentarme. La deseo, la deseo, necesito follármela…

Agarré las solapas de la blusa de mi cuñada y se la abrí salvajemente haciendo saltar los botones. Ella respondió con un “¡Aahh!” de asentimiento y excitación, poniendo cara de hembra en celo. Sus voluptuosos pechos se presentaron ante mí, oprimidos por un sujetador rojo que los apretaba y alzaba haciéndome desear meter mi verga entre ellos. Sujetando la cinturilla de su falda, tiré con fuerza de la cremallera lateral hacia abajo y la prenda se deslizó por sus tersos muslos para caer al suelo. La braguita también era de color rojo, a juego con el sujetador y muy transparente, permitiéndome vislumbrar su vulva con sus labios mayores hinchados.

Rápidamente me deshice de mis prendas superiores mientras ella dejaba caer su blusa. Me desabroché el pantalón cayendo éste hasta mis tobillos. Me saqué los zapatos utilizando únicamente los pies y, dando un pequeño paso hacia Patty, me deshice del pantalón. Nuestros cuerpos contactaron, nuestros sexos quedaron pegados el uno al otro, llamándose a través de nuestras prendas íntimas. Mi glande asomaba por encima de la cinturilla del slip, y sentí cómo su coño ardía empapando la braguita.

Pude sentir los duros pezones de mi cuñada clavándose en mi torso desnudo con cada respiración, a pesar de estar aún ocultos por el sujetador. Patty jadeaba de pura excitación, con sus labios abiertos anhelantes por ser devorados. La abracé firmemente tomándola por el talle y ella pasó sus brazos por encima de mis hombros. Mis labios encontraron los suyos y mi lengua comenzó a explorar su cálida boca acompañada por su suave lengua. Nos besamos desesperadamente, comiéndonos la boca mutuamente en ardiente frenesí. Succioné su carnoso labio inferior y separé mi cara mirando sus profundos y fascinantes ojos de gata. Mi cuñada me devolvió la mirada a través de sus largas y negras pestañas, atravesándome con ella como si pudiese indagar en lo más profundo de mi alma.

Yo había sucumbido a sus encantos, en esta lid los papeles se habían intercambiado pasando a ser ella la profesora y yo el alumno. Era su gran triunfo, y su mirada me lo decía, pero yo no estaba dispuesto a entregar mi alma y dejarme dominar completamente por esa fogosa diablesa. Dejando una mano sobre su cadera y poniendo la otra sobre su hombro izquierdo, la aparté de mí, la hice girar, y la postré sobre el escritorio.

– ¡Au!- gimió entre dolorida, sorprendida y excitada al impactar sus brazos y pechos sobre la superficie de madera.

Con un tirón, rasgué sus sexys braguitas respondiendo ella con un “¡Uffff!”. Contemplé ese culito con forma de corazón bajo el cual su anhelante sexo me llamaba manando deliciosos jugos que escurrían por la cara interna de sus muslos. Su excitante aroma llegaba a mí haciendo que mi polla vibrase. Me saqué el slip y le di un azote a ese altivo culo: “¡Zas!”

– ¡Aaah!- exclamó Patty encantada.

Di un paso al frente y coloqué mi glande entre sus labios vaginales, los tacones de sus botas la dejaban exactamente a la altura perfecta para que mi falo la penetrase sin tener que doblar mis rodillas.

– ¡Ummm!, eso es cuñadito. Venga…métele la polla a la hermanita de tu mujer.

– ¿Te apetece?- dije utilizando su característica pregunta.

– Ummm, sssí. Estoy muy cachonda desde ayer, cuando me comí tu polla y te corriste en mi boquita como un semental mientras llegaba mi hermana.

– Eres una viciosa- le contesté restregando mi glande a través de su raja y acariciando su clítoris con él.

– ¡Ooohhh!- gimió.

Seguí pasando toda mi verga por su chochito, subiendo hasta la raja formada por sus glúteos y volviendo a bajar para presionar su clítoris con el glande.

– Mmmm, vas a hacer que mmme derrita, mmmmétemela, si sssssigues assssí voy a corrermmme.

Seguí con la misma operación refrenando mis impulsos por darle lo que quería. Continué frotando su coño con mi polla, embadurnándome con su jugo, extendiéndolo hasta su culo, manteniendo un combate entre mi glande y su duro y palpitante clítoris…

Patty no pudo soportarlo más, apoyó las palmas de sus manos sobre el escritorio, estiró sus brazos y arqueó toda su espalda levantando la cabeza para gritar:

– Mmmme corro, mmme coorrrrrooo, ¡mmmmme corroooooooooohhhh!.

El poderoso orgasmo hizo que más cálidos fluidos manaran de su tórrida almeja, empapándome toda la verga.

– Ufffff- suspiró aliviada- has hecho que me corra antes de metérmela.

– Eres una viciosa a la que le gusta seducir al marido de su hermana, ¿verdad?.

– Mmm, sí, quiero más. Quiero que mi cuñadito me clave su polla dura.

– Eres una yegua salvaje que necesita que la domen. Eres mala, eres muy mala y necesitas un severo castigo- continué dándole otro azote en el culo.

– Ummm, sí, soy muy mala, castígame profe, castígame.

Había llegado el momento que durante los últimos minutos yo había estado preparando, iba a darle su merecido castigándola con mi miembro por ponérmelo tan duro. Totalmente cubierto por los fluidos de mi expectante cuñada, deslicé mi falo situando la punta entre sus nalgas, tocando su ano, y agarré con fuerza sus anchas caderas.

– ¡No!- exclamó Patty-, no me lo has abierto, hay que estimulaaaaaaaaarrrrggggggggg!.

Con un fuerte empujón vencí la resistencia del estrecho ojal. Mi polla era un ariete y su ano la puerta del castillo derribada. Toda mi verga se abrió paso salvajemente por su recto ensartándola hasta el fondo, “¡Plas!” sonó mi cadera contra sus nalgas.

– ¡Ah!, duele, ¡ah!, duele mucho, ¡aahhh!- dijo mi cuñada entre sollozos, con su cara sobre la superficie del escritorio tras haberle flaqueado los brazos y haber resbalado sus manos por mi acometida.

Los fluidos que envolvían mi rabo habían conseguido reducir la fricción, pero sin la estimulación previa, mi duro cetro de carne había dilatado al máximo su ano y paredes internas para penetrar sus entrañas sin compasión. Cómo me apretaba su cuerpo todo el miembro, tratando de expulsar a tan grueso y cruel invasor. Aunque en muy menor medida, también era doloroso para mí, un dolor exquisito.

Me recliné sobre ella y le susurré al oído:

– Es tu castigo, cariño, relájate y acabará gustándote.

Sólo recibí un quejumbroso sollozo como respuesta.

Al reincorporarme me di cuenta de que aún llevaba puesto el sujetador, se lo desabroché, solté los tirantes y me deshice de él para que sintiese el frío contacto de la mesa en sus pezones. Su cuerpo estaba empezando a acostumbrarse a la pitón que lo había profanado, y sus espasmos internos masajeaban mi estrangulada polla haciendo que el dolor en mí desapareciese para dar paso a una placentera sensación. Retiré hacia atrás mi cadera dejando únicamente el glande dentro de su culo.

– Uffffff- suspiró mi sodomizada cuñada.

– No pienso darte tregua, preciosa- le dije-, voy a taladrarte el culo para que sientas cómo me has puesto.

Arremetí con otro fuerte golpe de cadera. “Slurp” sonaron los fluidos en el agujerito cuando mi falo volvió a deslizarse al interior de su culo, “¡Plas!”.

– ¡Arrrrgggg!, es enorme, ¡me revienta por dentro!.

Hice caso omiso de las quejas, su culo me proporcionaba un inmenso placer tratando de expulsar mi verga. Me retiré de nuevo.

– Ufffff- suspiro femenino de alivio.

Volví a embestir:

– Slurp, ¡Plas!.

– ¡Aaaarggg!.

Ésta vez el gemido indicaba menos dolor, era el momento de darle duro. ¡Plas, plas, plas, plas, plas!, sacaba y metía mi pétreo ariete con fuerza moviendo todo su cuerpo con mis embestidas. ¡Qué culo tan delicioso!, cómo apretaba mi polla sin cesar… plas, plas, plas, plas, plas… toda mi verga latía… plas, plas, plas, plas… sus quejidos se estaban transformando… plas, plas, plas, plas… Patty estaba comenzando a sentir gusto… plas, plas, plas, plas… mi cuñada ya gemía:

– Uffff, aahh, uffff, aaaahh, uuuufffff, aaaaaaahahhhahhh…

Mi mano derecha se deslizó por su cadera alcanzando su clítoris con los dedos, estaba otra vez muy duro, y más abajo su coñito volvía a lubricar mojándome los dedos.

– Mmmm, oohhh, mmm- gemía ahora mi cuñada.

Lamí mis dedos y degusté el delicioso sabor de mujer excitada.

Por el rabillo del ojo pude ver nuestro reflejo en los espejos del armario, la imagen que se contemplaba era casi tan excitante como el propio acto: el maravilloso cuerpo de mi cuñada, únicamente ataviado con sus botas negras, estaba apoyado sobre el escritorio, y se movía hacia delante y atrás con el ritmo marcado por mis caderas… plas, plas, plas… sus pechos se aplastaban sobre la superficie de madera y se frotaban contra ella con cada una de mis acometidas… plas, plas, plas, plas… sus caderas estaban firmemente sujetas por mis manos, mientras mi verga entraba y salía de entre sus nalgas, sometiéndolas a base de pollazos… plas, plas, plas… pero lo mejor era la cara de Patty apoyada sobre sus manos, con un mechón de moreno cabello pegado a su frente por el sudor, con sus mejillas totalmente ruborizadas, con la boca abierta gimiendo “¡ah, ah, ah!” o mordiéndose el labio inferior “mmmm” en un gesto que denotaba el placer que sentía… plas, plas, plas, plas… y con su mirada fija en los espejos, contemplando extasiada cómo su cuñado, su profesor, su amante la sodomizaba sin compasión.

Plas, plas, plas, plas… mi cuñada levantó su cara y, extendiendo sus brazos, levantó la espalda sujetándose a la superficie del escritorio con las palmas de sus manos. Eso hizo que su espalda describiese una maravillosa curva, y su culo, aún más delicioso por la postura, me exprimió aún más con tanta fuerza, que sentí que me corría:

– ¡Ooooohhhh, Pattttyyyy!- exclamé casi sin aliento, embriagado de placer.

Pero la presión que ejercían su ano y todas sus paredes internas era tal que no me permitía correrme, tuve que detener mi bombeo por un momento, pero… plas, plas, plas, plas… mi cuñada lo estaba gozando de verdad y quería mantener el ritmo dando empujones con su culito hacia atrás para autopenetrarse con mi polla sin misericordia… plas, plas, plas, plas…

– Ah, ah, ah, ah, ah- jadeaba ella sensualmente con cada profunda penetración.

Mis manos recorrieron su cintura y aprisionaron con fuerza sus tetas de durísimos pezones.

– Mmmm, esso essss- gimió recuperando la voz.

Ahora era su poderoso culo quien marcaba el ritmo… plas, plas, plas, plas… y me estaba volviendo loco manteniéndome constantemente en situación de preorgasmo… plas, plas, plas, plas… mis manos abandonaron sus pechos y la cogí por los hombros para volver a marcar yo el ritmo… plas, plas, plas, plas… nuestros cuerpos sudaban y se estremecían de puro placer… plas, plas, plas, plas…

– Mmmmm, ssssí, dómmammme, cuñado. Ah, ah, ah, ah, ah…

…plas, plas, plas, plas…

– Oohh, eresss una, oohh, yegua viciosa- dije entre mis propios jadeos-, oohh, y te gusssta, oohhh, que te dé por culooohh.

– Mmmm, mmme encantaaahh, esssstoy a puuunto de corrermeeee.

Yo también estaba a punto desde hacía un rato, pero su voraz culo engullía con tanta fuerza mi falo estrangulándolo, que no me lo permitía, y el placer se estaba haciendo insoportable, avivado por los maravillosos gemidos de Patty “ah, ah, mmm, ah, ah”.

…plas, plas, plas, plas, plas…

No podía más, necesitaba liberar mi carga o explotaría por dentro. Volví a bajar mis manos atenazando sus caderas y empujé con todas mis fuerzas hasta el fondo, consiguiendo que mi cuñada quedase de nuevo postrada sobre el escritorio. Saqué mi polla entera de su culo y rápidamente la coloqué entre sus nalgas, apoyando la punta sobre su espalda. Al sentirse liberada, mi verga por fin eyaculó con fuerza sobre la espalda de Patty, con abundantes disparos blancos que cayeron sobre su columna vertebral, haciéndome estremecer.

El orgasmo de mi amante era también tan inminente, que en cuanto sintió mi ardiente leche abrasando su piel, se corrió tensando todo su cuerpo y levantándolo de la mesa: “Aaaaaaaaaaaaaahhhhhh”.

Mi lefa resbaló por su espalda acumulándose en la curva formada por sus lumbares al arquearse. Me quedé mirando su brillante blancura fascinado, tratando de recuperar el aliento mientras la música de Héroes del Silencio sonaba en mi cabeza con la voz de Enrique Bunbury cantando: “Blanco esperma resbalando por la espina dorsal”.

Patty se levantó, y al ponerse derecha, mi semen siguió resbalando por su piel, llegando a su divino culo enrojecido por mis acometidas, para seguir resbalando por la raja describiendo su redondez.

Mi cuñada se dio la vuelta, sus pechos también estaban ligeramente enrojecidos por el roce con la superficie del escritorio, sus pezones aún seguían duros. Cogiendo mi cara entre sus manos, me dio un profundo beso en los labios.

– Me ha encantado tu castigo, profe- me susurró al oído-. Tu leche en mi espalda ha sido una sensación increíble. Ahora necesito refrescarme.

Y sin más, salió del dormitorio dejándome allí de pie, desnudo, y con mi también enrojecido pene bajando la guardia.

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Relato erótico: “Vacaciones con mamá 2” (POR JULIAKI)

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verano inolvidable2Vacaciones con mamá (dia 2)

sin-titulo– Despierta, dormilón. – oigo la voz de mamá susurrándome con su boca muy pegada a mi oreja.

Me vuelvo y la observo. Está guapísima, con su pelo alborotado, su cara todavía de sueño y su pecho embutido en mi camiseta favorita asomando por encima de la sábana ¿Es un sueño? No, es más bien la mujer de mis sueños la que me habla. Todavía no soy capaz de asimilar que estoy de vacaciones a solas con ella, que hemos dormido juntos en la misma cama y que ha estado a pocos centímetros de mí con esa ropa tan sexy.

– Vamos, vete a la ducha y luego voy yo. – me ordena.

– No, mejor vete tú primero – digo intentando convencerla, pues mi erección ha hecho su acto de presencia bajo mi pijama y no quiero ser descubierto.

– No, ve tú, yo no puedo ahora. – me dice ella.

– ¿Por qué? – le pregunto, mirando a sus ojazos brillantes.

Estira su brazo y señala a los pies de la cama, donde reposan mi calzoncillos… mejor dicho: ¡Mis calzoncillos que llevaba ella puestos esta noche!. Y tardo un rato en reaccionar. Al final pregunto lo obvio:

– ¿Te los has quitado?

– Sí, me oprimían mucho y me los tuve que sacar.

Alucinado estoy. Eso quiere decir que mamá está a mi lado, ¡desnuda de cintura para abajo!

– Pero, ¿cuándo te los has quitado que no me enteré? – interrogo curioso.

– Pues nada más dormirte, cariño, aproveché para quitármelos.

Y yo sin enterarme durante toda la noche. ¡Joder, qué putada!, no sé ni cómo me he podido dormir y perderme algo así.

– Estabas como un tronco. – añade ella, sacándome de mis pensamientos, muy sonriente y acariciando mi mejilla con el dorso de su mano.

– Ni me di cuenta.

– No, jajajaja. Ni cuando me levanté a hacer pis, tampoco. Menos mal, porque me hubieras pillado en pelotas. – añade.

Joder, para colmo se levantó al baño, medio desnuda y yo ¿Como un tronco? Definitivamente soy gilipollas.

– Venga, vete a la ducha. – insiste ella.

Me levanto dándole la espalda e intentando ocultar mi erección, caminando de lado, como si de una figura egipcia se tratara.

– Llévate la toalla que está secándose en la terraza. – apunta ella.

¡Ostras! Tengo que atravesar la habitación para coger la toalla. No me lo puedo creer. Ella se va a dar cuenta de…

– Vaya, cariño, ya te has levantado a tope, jeje… – me dice como quien no quiere la cosa.

– Sí, es que… yo…

– No seas bobo, es normal, tienes 19 años, estás en plena efervescencia, jajaja.

– Pensé que no te darías cuenta. -intento excusarme.

– Las mujeres no somos tontas y sabemos lo que ocurre. Es algo natural… vamos, quiero decir natural a tu edad, ya me gustaría que tu padre se levantase así todas las mañanas. ¡Qué maravilla!

Desde luego, mi madre está irreconocible, nunca le había oído hablar así, con esa naturalidad, que me suena hasta obscena. Me está diciendo que mi padre no se empalma tanto como yo por las mañanas y lo suelta así, la tía, como si nada. Además eso ha sonado a que ella también se levanta cachonda cada mañana, bastante necesitada de un repaso. Y pienso: ¿Lo estará ahora?, ¿estará cachonda?

Recapacito, recojo la toalla y voy hacia el baño totalmente avergonzado y ella no deja de ver la tienda de campaña que muestra mi pijama mientras ríe nerviosamente.

Nada más meterme en la ducha me comienzo a pajear pensando en todo lo sucedido, desde las frases más que elocuentes de mamá, en su cuerpo, en sus tetas, en saber que ha dormido prácticamente desnuda casi pegada a mi cuerpo. Cuando quiero reaccionar un chorro tras otro salen de mi polla disparados embadurnando los azulejos del plato de ducha.

Después de asearme, me visto y salgo a la habitación. Ella está en la terraza hablando por el móvil, seguramente con papá y puedo ver que se ha puesto de nuevo mi calzoncillo y en la parte de arriba mi camiseta que tan bien luce ella. ¡Joder qué maravilla!, ¡qué cuerpo tiene mamá!, creo que así está más imponente que nunca.

Me siento en el borde de la cama para admirarla, mientras ella sigue parloteando y me doy cuenta que está reclamando su maleta, por sus aspavientos y su nerviosismo. Sus tetas se mueven bajo mi camiseta preferida, al igual que sus caderas embutidas en mis pequeños bóxers que hacen que forme la redondez de su culo en la imagen más grandiosa jamás soñada y viendo que bajo su culo se asoman livianamente los labios de su vagina… Ufff..

Se da la vuelta en ese momento y me ve allí embobado mirándola. Me sonríe y después sigue discutiendo con el personal de la compañía aérea. Al final cuelga, acercándose hasta mí.

– ¿Qué tal mamá? ¿Apareció la maleta? – le pregunto disimulando de nuevo, sin poder evitar que mis ojos recorran ese cuerpazo, esos muslos, esa cintura, ese ombligo, esas tetas bamboleantes.

– Nada, que la están buscando me dicen… y yo sin nada de ropa. – contesta ella con ese mohín de enfado pero a mí me parece más atractiva, más deseable.

En ese momento oímos una voz procedente de la terraza de al lado.

– Hola vecinos- responde una joven rubia asomando su cabeza por la mampara que separa nuestras terrazas.

– Hola. – saluda mi madre, algo apurada, pues la ha pillado esa chica con mi camiseta y mi calzoncillo, pero ella intenta ser natural y se acerca a la barandilla que separa nuestras terrazas.

Me levanto y la acompaño para saludar a nuestra joven vecina. Es una chavala de mi edad, bastante guapa por cierto. Cuando llegamos a su altura veo que está con las tetas al aire y mis ojos evidentemente se van a sus protuberancias mamarias, que están lejos del tamaño de mi madre, pero son bonitas y ella nota que yo me quedo agilipollado mirándolas. Abajo solo lleva la braguita de su bikini que cubre lo justo. La tía está bastante buena, la verdad. Mi erección vuelve al ataque.

– ¿Qué tal pareja? – dice la chica – Perdonadme, pero no pude evitar oíros. ¿Os han perdido la maleta los de la compañía aérea?

– Sí, desapareció y no saben nada de ella. – aclara mamá.

– Son unos capullos – dice nuestra vecina. – bueno, me presento, me llamo Sandra. Diréis que soy una entrometida…

– No, para nada. – contesta mi madre educadamente. – Yo me llamo Laura y él es…

– Víctor. – contesto yo, antes de que diga “mi hijo” y meta la pata.

– Encantada. – contesta ella desde el otro lado con una bonita sonrisa.

En ese momento parece ponerse de puntillas sobre algo, dando dos besos a mamá y yo me acerco para darle otros dos. Sus tetas rozan ligeramente uno de mis brazos y noto un ligero cosquilleo en mis partes.

– ¿También sois recién casados? – nos pregunta Sandra.

Mi madre parece dudar durante unos instantes. Me pego a su cuerpo y abrazo su cintura. Ella me sonríe y responde:

– Sí.

– Nosotros también – dice la chica. – Acércate Toni. – añade gritando hacia el interior de su propia habitación.

En ese momento aparece un hombre bastante más mayor que ella, no sé cuánto, pero la saca unos cuantos años. Es un hombre fuerte, se le nota que practica, como yo, algo de pesas. Muy moreno de piel, peina algunas canas y lleva un bañador tipo slip que remarca su paquete. Mi primera impresión es verle como un chulito de playa, aunque por cómo le mira mamá creo que a ella le gusta más de lo que yo quisiera.

Comparativamente somos dos parejas parecidas pero completamente al revés. El hombre podría ser perfectamente su padre. Me resulta curiosa esa coincidencia. Se asoma a la terraza, como hiciera antes su esposa plantándole dos besos a mi madre haciendo que esta se sonroje bastante, sobre todo porque el tipo no quita la vista de sus tetas y después su entrepierna embutida en mis pequeños bóxers. A continuación el hombre me ofrece su mano y nos la estrechamos educadamente.

– Encantado. – me dice pero sin quitar ojo al chochete de mamá.

– ¿Sabes cariño? – dice Sandra – nuestros vecinos también son recién casados.

En ese momento la chica se agarra al cuello de su marido y le pega un morreo de los de no te menees, metiendo su lengua, mientras él responde acariciando su culo que queda al aire por fuera de su minúsculo tanga.

Mamá abre los ojos alucinada, pero noto que ella también está algo caliente, como lo estoy yo. Cuando Sandra deja de morrearse con su marido y todavía abrazada a él, nos mira, esperando ver nuestra reacción. Entonces mamá hace algo que me deja flipado: Me agarra por el cuello, como si se tratara de una competición y me besa en la boca. No es un beso de tornillo y no es tan largo como el de nuestros vecinos, ni mucho menos, pero a mí me ha sabido a gloria. Mi empalmada es brutal, menos mal que llevo vaqueros y disimulo girándome un poco.

– Pues tenéis que reclamar a la compañía aérea. Tenéis derecho a una indemnización urgente. Miradlo en vuestro billete. – dice de pronto Sandra mientras yo no quito ojo de sus dos meloncillos bamboleantes..

– Sandra, ¿Estás segura que tenemos derecho a esa indemnización?- le pregunta mamá.

– Sí, veo por el papel que tienes en la mano que es la misma compañía con la que yo tuve otro problema y tienen un seguro especial. Al no haberse repuesto la maleta en menos de cuatro horas, tenéis derecho a un dinero para poder comprar lo básico, ropa, cosas de aseo, etc… – añade la rubia simpática.

– ¿No sabrás a cuanto tenemos derecho?

– Pues dependerá de la letra pequeña, pero para comprar cuatro trapillos y demás, de sobra.

– Pues muchas gracias, guapa. – contesta ilusionada mamá. – Lo malo será dónde comprarlo. Hoy es domingo y no habrá nada abierto.

– Sí, la boutique del hotel abre hoy… y es un poco cara, la verdad, pero al menos podrás comprarte alguna cosa. Ah y no olvidaros de pedir la factura para la reclamación. – añade nuestra rubia vecina.

Después de despedirnos de ambos, sin que el bueno de Toni quite ojo a mamá ni un instante, comprobamos en los billetes que lo que dice Sandra es cierto y tras una llamada de queja, nos confirman que tenemos derecho a una primera indemnización y si no aparece la maleta en cuarenta y ocho horas, tendremos derecho a mayor cantidad.

– Qué simpática – dice mamá sentada al borde de la cama.

– Sí, parece maja. – contesto.

– Y te quedaste bizco mirando sus tetas.

– Yo… bueno… sí. Su marido tampoco perdió detalle de las tuyas.

Mi madre enrojece ligeramente y disimula mirando los billetes como si no quisiera oírme.

– Me gustó mucho ese beso. – le digo de pronto.

– ¿Cual?, Ah, sí, quise disimular para que no notaran que no somos lo que somos…

– Hiciste muy bien tu papel, mamá.

– Jeje, tú también, amor. – me contesta.

Me deja con la duda si realmente ese beso era necesario o simplemente una excusa como otra cualquiera. Quiero pensar que lo ha hecho porque se ha calentado, como yo lo hice aunque ella no lo quiera reconocer.

– Oye mamá. ¿Puedo hacerte una foto? – suelto de sopetón.

– ¿Ahora?

– Sí, con mi ropa. Estás muy guapa.

– Pero ¿Estás loco? ¿De esta guisa?

– Sí, de recuerdo. Luego nos reiremos… – añado, aunque lo que realmente quiero es tenerla grabada en mi móvil para el resto de mis días.

– Vale, pero sin que trascienda. ¿Eh?, luego las borras.

– Ok, tranquila.

Disparo varias fotos, así sentada, luego le pido que se levante y le hago otras cuatro o cinco, fijándome en que se enfoque bien ese chochito bien remarcado en mis bóxers. Luego su culito y al final ella da por cerrada la sesión, pues se siente algo incómoda. Se mete en la ducha, mientras yo voy mirando las fotos que acabo de hacerle. Ha salido guapísima en todas, ¡joder vaya colección!

Cuando sale del baño, aparece ataviada con sus vaqueros ajustados y una de mis camisas que le he prestado y que le está justísima, pero que le hace más espectacular de lo que ya es.

Al bajar al comedor a desayunar, puedo comprobar que lo que pienso no es algo de mi cosecha y veo que los hombres echan unas buenas miradas a mamá, que no sé muy bien si hace la desentendida o es que le gusta. Yo no puedo evitar decírselo.

– Mamá, estás muy guapa con mi camisa y con esos jeans. Y no soy el único que lo piensa – le señalo con la vista las miradas que le envían varios hombres que desayunan con sus respectivas parejas.

– ¿En serio es por mí? – pregunta mirando de reojo.

Yo no sé si se hace la tonta, pero me encanta ver su cara sonrojada. Supongo que eso de que la observen, también le excita.

– Es lógico que te miren así mamá. Estás preciosa y me siento orgulloso de ser tu pareja.

– Jajajaja, gracias hijo. Si te soy sincera, me gusta causar esa sensación. No estoy acostumbrada.

– Pues deberías.

– Bueno, pasando de los cuarenta ya no me miran como cuando era una jovencita, así que claro que me halaga que lo hagan ahora.

– Pues yo sí te miro y me pareces divina.

– Anda bobo, con las chiquillas guapas que hay por aquí….

– Pues ahora eres tú el centro de atención.

– ¿Tú crees?

– Te comen con la mirada, mamá. Yo también. – digo como si fuera broma, pero es la verdad.

– Será por ponerme ropa tan ceñida. ¿En serio me queda bien? Creo que me tomas el pelo.

– Mamá, por Dios… ¡Estás buenísima! – contesto casi enfadado.

– Gracias amor, pero tú me ves como un hijo y eso no es objetivo.

– Mamá, te veo como una mujer impresionante. ¡Y muy deseable! – añado.

Ella se me queda mirando durante unos instantes. Llego a pensar que va a bronquearme por hablar así de ella, sin embargo poco a poco, va mostrando su preciosa sonrisa. Me da la impresión de haberla convencido, aunque las miradas de otros hombres reafirma mi teoría.

– ¿Sabes?, me siento muy rara, pero es que nunca había experimentado nada parecido, ni causar esa sensación. Me parece un sueño provocar esas miradas libidinosas de los hombres.

– Pues deberías hacerlo más a menudo. Estás guapísima y me encanta verte así.

– Sí hijo… y entonces tu padre me mata, jajaja. Si me viera con ropa tan ajustada…

– Bueno, él ahora no está aquí, además, tú tienes criterio propio. ¿Te sientes mal por provocar esa atracción?

– ¡Nooo! , la verdad es que me gusta, pero me siento extraña, como si estuviera haciendo algo malo.

– Lo importante es que estés a gusto. Si te apetece hazlo y disfruta mamá y los demás lo disfrutaremos admirándote.

Otra vez su mirada y su sonrisa que me cautivan. Desayunamos y no pierdo la oportunidad de observarla detenidamente.

– Eres un cielo. – me dice de pronto mirándome a los ojos, cuando ya estamos acabando el desayuno.

– ¿Por? – pregunto sorprendido.

– Pues por traerme a este viaje y hacerme tan feliz, hijo.

– Gracias a ti por dejarme estar contigo, por cierto, creo que es mejor que nos empecemos a llamar por nuestro nombre, no vaya a ser que alguien descubra “nuestro secreto” – digo como si de una aventurilla se tratase.

– Vale, Víctor… ¿mejor así? – me responde sonriente y acariciando mi mano.

– Sí, mejor.

– Seguro que metemos la pata en algún momento…

– Bueno, ahora vamos a la boutique del hotel y te compras lo que necesites, pero siéntete guapa y disfruta con ello. – lo digo y me siento bien, como si estuviera desempeñando mi papel de marido.

Ella vuelve a besarme en la mejilla y me agarra fuerte del brazo ilusionada con ir a la tienda del hotel y ver cosas nuevas. Al entrar en esa boutique nos encontramos con una grata sorpresa, al menos para mí, pues toda la ropa es juvenil y bastante ceñida. No hay tallas grandes y mamá se va probando camisetas al principio que le están bastante justas, algo que no suele usar precisamente de esa guisa, pero que a mí me parece divina. Para colmo, la logro convencer para que compre una minifalda y al final accede. Qué piernas, con esa faldita y qué tetas se marcan con la camiseta. Se compra algunas braguitas también.

– Mira qué bonito. – le digo sacando un mini vestido de una percha. Se trata de un vestido de lycra de color azul celeste.

– No me puedo poner eso, Víctor – me dice con cara de susto.

– ¿Por qué no?

– Pues porque no entro en eso.

– Eso lo dirás tú. – afirmo ofreciéndole la prenda para que se la pruebe.

– Tu padre diría que soy una calentona por vestirme así.

– Papá es un carca. Tienes un cuerpo impresionante y es una pena que no lo puedas lucir como tú quisieras. Lo cierto es que nunca vas a tener una oportunidad así.

Esa última frase mía da en el clavo, pues consigo convencerla para que se ponga el vestidito y cuando sale del probador me quedo flipado. Esa prenda se ajusta como una segunda piel y se pega a cada una de sus magníficas curvas. Se muestra efusivo su busto, lisa su tripita, bien marcado su culo y sus caderas. Imponente es decir poco.

Por suerte la dependienta me echa un cable de los buenos, cuando dice.

– Le queda genial.

– ¿En serio? – pregunta mamá girando frente al espejo del probador.

– Sí, de maravilla – corrobora la chica.

– No es demasiado ajustado. – insiste mi madre pasando sus manos por sus curvas.

– Se llevan así. – afirma la dependienta a la que hubiera besado por tener ese arte.

Después miramos la ropa de baño y vuelve a sonreirme el destino pues no hay ningún bañador disponible de los que suele usar mamá y el único que hay, es enorme. Solo quedan bikinis y todos tipo tanga, algo que le propongo probarse y de nuevo se niega en rotundo.

– Eso sí que no, hijo. Ni loca. – dice negando con su mano.

– Pero, ma… Laura. – corrijo en el último instante.

– Que no, que no pienso ponerme eso – dice levantando en la percha un diminuto bikini amarillo que lleva una braguita de las más pequeñas.

– Pruébatelo y luego si no te gusta, pues nada. – la intento convencer.

– Que no, que el vestido ya es demasiado y porque no está tu padre, que desde luego ni se me ocurriría… pero lo de ese bikini, parecería estar desnuda y que no, que no tengo edad para eso.

– Me molesta que digas eso. Ya quisieran muchas tener ese cuerpo y poderlo lucir

Lo digo sobre todo intentando herir su orgullo y esas ideas anticuadas que tiene en la cabeza, las que por cierto mi padre siempre ha llevado por delante por su forma de ser tan retrógrada y por sus celos exagerados. Ahora ver a mamá así es todo un regalo, primero para mí y luego para ella misma, pues está disfrutando como una niña.

– Entonces, ¿quiere decir que no te vas a bañar en la piscina ni en esa maravillosa playa que vemos desde la terraza de la habitación? – le digo echando el resto pues se niega una y otra vez.

– No Víctor, no me pongo eso, no insistas. Mira lo que parezco con este vestido, como para llevarme eso. Si acaso mañana vamos a la ciudad y miramos un bañador algo más apropiado.

No quiero violentarla ni discutir en medio de la tienda, pero al final consigo, sin que ella se de cuenta que la dependienta incluya en el lote ese pequeño tanga amarillo, mientras mamá se vuelve a poner su ropa.

El resto del día lo dedicamos a ver las instalaciones del hotel, pero yo me quedo con las ganas de darme un baño, sobre todo porque hace bastante calor, así que decidimos que ella se vuelva a probar las cosas tranquilamente en la habitación mientras yo me bajo a la piscina a darme un remojón.

Después de un buen rato bañándome en la piscina, me doy cuenta de que todas las mujeres llevan sus diminutos bikinis, casi todo tangas y que mi madre es una tonta por no aprovechar ese momento y disfrutarlo. Ninguna parece tener esos escrúpulos ni miedos. Pienso en lo bien que estaría aquí bañándose conmigo y yo disfrutando de su cuerpo.

Cuando subo a la habitación, mamá está doblando la ropa. Lleva un pequeño albornoz y su pelo está mojado, seguramente se ha tenido que pegar una ducha, pues el día es realmente caluroso. Se vuelve hacia mí.

– Eres un… ¡guarro! – me suelta de pronto con un mohín de enfado.

La verdad es que nunca mi madre me había dicho tal cosa, pero intuyo inmediatamente que ha visto en una de las bolsas el famoso mini bikini amarillo.

– ¿Por qué mamá? – pregunto con toda la inocencia del mundo.

– Ya sabes por qué. Al final has puesto el bikini en una de las bolsas.

– Bueno… pensé que si lo veías tal vez te animabas…

– ¿Pero tú has visto lo pequeñísimo que es?

– A mi me pareció muy bonito – añado.

– ¿Y no crees que es demasiado pensar que una madre decente se ponga algo así?

– Mamá…

– Eres un cerdo, como todos los hombres. Os puede la carne.

– Perdona…yo…

– Tranquilo, hijo, es normal, jajaja, pero ese bikini es una invitación al pecado, ya sabes que yo nunca me pondría eso, imagina la cara de papá…

– Él ahora no está.

– Ya, pero no dejo de pensar en que le estoy engañando.

– Mira, piensa que no había más bañadores ni bikinis y que algo tendrás que usar en la piscina, por cierto el agua está buenísima y todas las chicas llevan tangas parecidos a ese.

– Víctor, hijo, pero yo me moriría de vergüenza. Nunca llevé nada parecido.

– Al menos, deberías probártelo y así sales de dudas.

– Lo he hecho. – me contesta, dejándome pasmado pues ni por asomo hubiera imaginado que se atreviera, al menos no tan pronto.

– ¿Te lo has probado? – pregunto lo que ella misma acaba de confirmarme.

– Sí, lo llevo puesto ahora.

Me la quedo mirando y no había caído en la cuenta de que debajo de ese albornoz blanco estuviera ataviada con semejante mini bikini. La miro a los ojos y noto que brillan más de la cuenta y que su risita es floja y nerviosa.

– ¿Y qué tal te queda? – pregunto con curiosidad.

– ¡Pequeñísimo!

– Jajaja, ya mamá, ¿No te gusta entonces?

– Sí, me gusta. Pero…

– Entonces, ¿Te ha gustado o no? – digo retándola.

– Sí, me encanta, pero no puedo llevar eso, hijo, es algo… ¿Quieres ver como me queda? – me dice de repente.

Se produce un silencio largo y mi cabeza no para de girar, como si fuera la niña del exorcista. ¿En serio me ha dicho mamá que quiere que le dé mi opinión de cómo le queda ese tanga?

– Pero tienes que ser sincero. – añade. – Verás como me das la razón y es demasiado pequeño, me veo rarísima, no parezco ni yo misma. Sentirás vergüenza de tu madre.

– ¡Eso nunca! – digo casi gritando ofendido.

Ella me besa en la frente y se separa de mí dos pasos.

– La verdad, Víctor, ¿vale?

– Te daré mi sincera opinión – contesto sabiendo que voy a alucinar de antemano.

– ¡Qué vergüenza! – añade.

En ese momento se suelta el nudo del albornoz y lo deja caer sobre su espalda de una manera tan sensual, tan impactante que me quedo sin palabras, sobre todo cuando veo a mi madre embutida en ese pequeño bikini amarillo. No doy crédito a lo que veo, tan solo una imagen que será difícil de borrar de mi mente para el resto de mi vida.

– ¿Y? – contesta ella abriendo sus brazos y mirándome fijamente tras ver que tardo en contestar.

– ¡Alucinante! – alcanzo a decir pero mi voz tiembla.

Sus tetas se han quedado más juntas al estar aprisionadas bajo la pequeña tela que cubre la aureola de sus pezones y poco más, dejando el resto de su pecho al aire. Para colmo la braguita es minúscula y le tapa la entrepierna en el lugar más recóndito que nunca imaginé ver desde tan cerca. Para colmo la tela se mete en su rajita y forma una hucha que se ve pletórica.

Sin tiempo a asimilar todo, ella se gira y me muestra su culo, un culazo redondo de poderosas caderas, donde una fina tela se cuela entre las posaderas, dejando a la vista ese imponente trasero y unos muslos divinamente largos. Observo que se puede ver la tela de su entrepierna en ese precioso culo y se puede distinguir la protuberancia que asoma de lo que es su sexo desde atrás. Gira solamente su cabeza y sin dejar de sonreírme, me pregunta:

– ¡Parezco una fulana! ¿A que sí?- dice volviéndose a girar quedando frente a mí.

– Mamá, estás divina – digo sin dejar de observarla. – ¡Preciosa!

– Veo que sí. – dice señalando el bulto enorme que asoma por debajo de mi bañador.

Me tapo a duras penas, pero a ella parece encantarle provocar eso.

– No puedo salir así a la calle. – añade – mira lo que te provoqué a tí.

– Y ¿No te gusta que te admiren? – le reprocho.

Otro silencio que rompe ella sin dejar de mirar el bulto bajo mi bañador.

– No.

– ¿Por qué no?

– Porque estoy medio desnuda, hijo.

– Es simplemente un bikini, mamá – alcanzo a decir aunque ciertamente tapa lo mínimo.

– ¿No lo ves? – dice señalando con sus dedos sus posaderas, y cubriendo sus tetas ligeramente con sus manos bastante cortada.

– Tapa lo justo, pero te queda de maravilla. -añado no ya por convencerle a ella, sino porque el convencido soy yo.

– Mira, es tan pequeña la braga que me tuve que recortar hasta los pelitos en la parte de las ingles que salían por los costados. – añade señalando ese maravilloso lugar.

Me fijo y veo que esa parte está más enrojecida, seguramente porque ha metido la cuchilla para ocultar el bosquecillo que debe cubrir su sexo.

En ese momento, mamá hace el ademán de volverse a poner el albornoz, pero apresurado sostengo su muñeca. Me mira sorprendida.

– No. Déjatelo puesto.

– ¿Cómo? – me pregunta fijándose detenidamente en la erección que le estoy ofreciendo ya sin cortarme y que está más cerca que nunca de esa mujer a la que adoro.

– Hijo, no puedo dejarme esto puesto.

– Al menos, si no lo vas a llevar en la piscina y en la playa, déjatelo para mí. – mi petición es más bien ruego.

No sé por qué he dicho eso, pero me ha salido involuntariamente. Pienso que va a darme una bofetada o algo parecido.

– Vale, pero un rato solamente… – añade al fin.

A partir de ese momento, mamá permanece con ese mini bikini en exclusiva para mí, algo impensable apenas hace un par de días. Todo se está produciendo tan precipitadamente que no soy capaz de digerirlo.

Se sienta en la cama y coge su móvil en una pose que me parece divina: Sus tetas se ven pletóricas y sus piernas cruzadas me parecen realmente las de una diosa.

– Cariño, tendrás que bajar esa calentura. – me dice de pronto señalando mi erección.

– Perdona, mamá. – digo otra vez cortado.

– No problem… vete al baño y alíviate, cariño. Ya sé que las hormonas se te disparan, jajaja…

Obedezco como un corderito y nada más cerrar la puerta del baño me comienzo a hacer una paja de campeonato teniendo en mi mente la imagen de mi madre con el tanga que realza todos sus atributos de forma magistral. Mi polla no resiste mucho más y es que en estos días casi no tengo aguante, porque todo esto me tiene loco. Me corro con potentes chorros que salen disparados por todas partes.

Después de limpiar los restos con un papel, me desnudo por completo y me meto en la ducha para intentar apagar el calor que todavía perdura en todo mi cuerpo y en mi sucia mente.

En ese momento se abre la puerta del baño y entra mamá con su bikini amarillo pillándome en bolas bajo la ducha y con mi polla morcillona. Me tapo y me giro para quedar de espaldas a ella.

– ¡Mamá! – grito a modo de protesta.

– ¿Qué pasa? No me voy a asustar a estas alturas por verte desnudo, hijo.

– Pero es que…

– Además tu ya me has visto a mí medio desnuda, qué menos.

– ¡Mamá yo no te he visto desnuda! – vuelvo a protestar.

– Poco me falta, jajaja… – dice ella con su vista clavada en mi trasero.

– ¡Pero mamá! – sigo protestando y tapando mis vergüenzas con mis manos.

– ¿Sabes una cosa, cariño? Nunca me había fijado en ese culito y mola ¿eh?

Sale riéndose del baño y mi vista sigue sus andares y el movimiento oscilante que su culo muestra con ese tanga. Tras reponerme del susto y secarme, regreso a la habitación. Mamá está en la terraza tumbada en una hamaca con los ojos cerrados. Yo llevo puesto otro bañador y me tumbo en la hamaca que está a su lado sin dejar de observar ese cuerpo celestial en un bikini que realmente es minúsculo.

– Te vas a quedar ciego – me dice repentinamente sin abrir los ojos, pero sabe que no quito la vista de encima de su cuerpo…

– ¿Por…?

– Pues porque estás mirándome sin parar

– Es que… – no sé ni qué decir. – ¿Cómo lo sabes?

– Lo imagino.

– Pues sí, mamá, es que estás impresionante.

– Sí, menudas pintas – añade abriendo sus ojos y sonriendo.

– Estás guapísima, Laura. – le digo y parece que le gusta que por un momento no la llame mamá. Me guiña un ojo y me acaricia la mano en señal de agradecimiento.

– Deberías bajarte a la piscina y disfrutar de los cuerpazos de todas las chavalas guapas que hay y no de la vieja de tu madre. – me dice.

– No eres vieja. – contesto ofendido.

– Si te parece…

– Tienes solo 42. Y además aparentas diez menos, como mínimo.

Sé que le gusta ese piropo, porque su sonrisa se amplía y esa forma de mirarme es explícita. Pero en el fondo no es un piropo pues es realmente cierto que mi madre no aparenta su edad. Para nada.

– Bájate conmigo. – le digo para animarla

– Ni borracha. ¿Con este tanga?

– En serio, estás alucinante.

– Mejor bájate tú. Mañana me compro un bañador más normal y te acompaño, con esto no pienso bajar.

Decido no presionarla más, sé que se siente agobiada, aunque en el fondo está deseosa de hacerlo, creo que hay algo dentro de ella que la empuja a hacer pequeñas locuras y qué mejor momento que en estas vacaciones donde mi padre no está para controlarla.

– Mamá – digo poniéndome de pie.

– Dime, amor.

– ¿Puedo hacerte una foto?

– ¿Qué?, ¿Otra vez?- pregunta con cara de susto.

– Digo una foto para mí. Así también te ves tú.

– No creo que sea buena idea. Víctor. – añade llena de dudas.

– Vamos, anímate. Solo una foto.

– Bueno, pero luego la borras – dice al fin poniéndose de pie quedando frente a mí.

Mi polla vuelve a estar en ristre y se muestra la erección bajo mi bañador. Prefiero no taparme porque sé que ella se ha fijado a tenor de su pícara sonrisa.

– ¿Cómo me pongo? – me pregunta mucho más lanzada.

– Así, como estás… me pareces preciosa.

Pongo mi móvil frente a esa belleza y comienzo a disparar, pero no hago una sola foto, sino que comienzo a tirar una tras otra y ella no parece poner objeción, sino que va cambiando sus poses, algo chistosas en principio, pero con un alto contenido erótico, al menos eso me parece.

– ¿Qué tal quedan? – me pregunta acercándose a verlas.

– Espera. Déjame hacerte alguna de espaldas. – añado.

– Que guarro que eres…

En el fondo lo soy, no lo puedo negar y cuando ella se gira y se pone de espaldas me tiemblan las manos cuando fotografío ese culo que se ve al completo, tan solo una tira fina de tela se cuela entre sus glúteos. Está para comérsela. Acerco el zoom y hago una panorámica de ese culo en primer plano, pero luego aproximo aún más el objetivo para captar el chochito que sale por debajo haciendo dos montañitas invertidas que no son otra cosa más que sus labios vaginales.

Después de tirar más de treinta fotos ella se acerca y pega su cuerpo al mío para verlas. Sentirla tan cerca es algo increíble, algo portentoso, único e irrepetible, pero que aunque parezca mentira es real, totalmente real. Notar su piel caliente junto a la mía es algo delicioso.

Se divierte viendo las fotos y alguna le parece demasiado fuerte, tapándose la boca con una mano y señalando cosas que nunca antes había enseñado.

– ¡Bórralas inmediatamente!, ¡Victor, qué vergüenza! – dice seria

– Tranquila, que ya las borraré.

– No, no quiero que tu padre pudiera verlas… – dice con cierto nerviosismo.

– Que no, mujer, que no las va a ver. Ya las borro antes de que lleguemos a casa.

No se queda muy convencida, pero en el fondo sabe que esa sesión de fotos, ha sido algo que hemos disfrutado de lleno los dos, algo muy nuestro y que rompe los esquemas y las cosas que nunca antes se ha atrevido a hacer.

– Entonces, ¿te bajas a la piscina? – le digo animándola de nuevo.

– Que no, ni loca. Bájate tú y disfruta de las chiquillas y no de los vejestorios.

Prefiero no contestarla y pongo una mueca de enfado. Decido bajarme solo a la piscina a darme otro baño que necesito realmente , para intentar calmar mi sed de sexo con mi madre, algo que no deja de torturarme y de hacerme sentirme mal, pero es algo que no puedo tener bajo control.

Me hago unos largos en la piscina y justo cuando salgo del agua aparece nuestra vecina Sandra, que viste un reducidísimo bikini de flores, esta vez completo, pues también lleva el sostén, aunque lo cierto es que bastante pequeño, como su tanga que cubre lo que tiene que cubrir y poco más.

– Hola vecino – me dice y se junta a mi cuerpo de una forma exagerada, tanto que quedamos pegados durante unos segundos. Después me da dos besos más que cordiales

– Hola. – respondo totalmente cortado.

Lo cierto es que Sandra está muy buena, no quiero compararla con mi madre, porque la diferencia es abismal, pero tengo que reconocer, que aunque no tiene mucho pecho, su cuerpo es muy bonito, un culo redondo y bien levantado, unos muslos morenos, finos y parecen fuertes. Y es muy guapa. Tiene un polvo, la verdad.

– ¿No baja tu chica? – me pregunta, mientras yo me seco con la toalla mirando su cuerpo de reojo.

– No, prefería tomar el sol arriba.

– Claro… aquí no puede hacer top-less.

– ¿Ah no? – pregunto sorprendido.

– No, no permiten enseñar las tetas en la zona de la piscina. Yo también tomo el sol arriba sin nada.

– En top-less, sí ya te ví- intervengo.

– Jeje… sí, y en pelotas tambien, jajajaa.. – responde viendo mi cara de bobo.

– ¿Desnuda? – le pregunto.

– Sí, en la terraza sí que se puede y es mucho mejor.

– Ah, entiendo. – respondo y mi polla crece por momentos.

– Tu chica puede hacerlo desnuda también allá arriba. Nadie le dirá nada.

Qué más quisiera yo, pienso, pero no, mi madre no haría eso. Ni siquiera es capaz de bajar a la piscina con su bikini, aunque claro, esto no se lo voy a decir a Sandra.

– De todos modos, hay una zona en la playa que es nudista y nosotros siempre vamos allí. Coméntaselo a Laura, quizás le apetezca.

– Ok. Se lo diré. Gracias Sandra.

– Hasta luego. – se despide con otros dos besos y pegándose de nuevo a mi cuerpo. ¡Joder qué calentona es esta tía!

Cuando subo a la habitación le cuento a mi madre lo sucedido y no para de reírse, pensando en la insólita situación que me ha ocurrido con la vecina y después con la locura de ponerse en la terraza en pelotas a tomar el sol. Vamos, algo inaudito para ella.

– ¿Así que Sandrita se te ha pegado bien para darte dos besos? – me pregunta insinuante.

– Y tanto…

– Se te habrá puesto dura.

– ¡Mamá! – exclamo sorprendido y es que no es habitual oírla hablar así.

– ¿Qué pasa? ¿No es verdad?

– Sí, pero…

– No hay peros, la chica es preciosa y es normal que te excite, además la tienes loquita.

– ¿Tu crees? – pregunto pensando en su sentencia.

– Desde luego, la noté bien nerviosa cuando estuvimos en la terraza y ahora esto que me cuentas…

– Bueno, pues su marido contigo también… – afirmo.

– ¿Su marido qué? – me pregunta, aunque sabe a qué me refiero.

– Pues que le has puesto a tope con tu cuerpazo.

– Anda ya…

– Es verdad, mamá, no había más que mirarle a la cara, babeaba…

Ella se queda algo sorprendida y pensativa, pues creo que hacía mucho tiempo que no sentía nada parecido, pero sabe que no miento.

Después de la entretenida charla me doy una ducha y le propongo a mamá que nos bajemos a cenar.

– No sé qué ponerme, cariño – me dice.

– El vestido nuevo. – digo sonriendo.

– ¿El azul?

– Claro.

– No. Ese vestido tan ceñido…

– Sí, mamá, por favor…

– Jajaja, te gusta como me queda, ¿eh?

– Mucho, estás rompedora. Y yo orgulloso de ir a tu lado.

– Es muy ceñido. Ya sabes que suelo vestir así.

– Mamá estamos de vacaciones. Disfruta el momento. – insisto.

– Sí, pero… me da apuro.

– Imagina la cara de Toni.

– ¡Qué malo eres!

– Hazlo por mí.

– Vale, lo haré por ti. Y… porque tu padre no nos ve ahora, jejeje…

Se mete en el baño y tarda como siempre una barbaridad, pero la espera ha merecido la pena, pues sale con ese vestido tan ceñido que me dan ganas de saltar sobre ella para sobarle cada una de sus curvas. El escote es prominente y se ve un gran canalillo. Las tetas parecen enormes en esa apretura y sus caderas se ven preciosas, por no hablar de sus muslos en un vestido tan cortito y sus zapatos de tacón que hacen que sus piernas parezcan más largas de lo que ya son. Además, se ha maquillado y lleva recogido el pelo en un gracioso moño.

– ¡Qué pasada! – digo.

– ¿Estoy bien?

– ¿Bromeas? ¡Estás Divina!

– Gracias, pero me veo muy ceñida, se me nota hasta la costura de las braguitas. Fíjate – me señala en su culo.

– Estas preciosa, en serio.

– Gracias. ¿Me vas a hacer una foto? – me pregunta de pronto dejándome nuevamente K.O.

– Claro.

No dudo en disparar con mi móvil un montón de fotos en todas las posturas que ella va cambiando muy insinuante- Por delante, por detrás, sentada en la cama con sus piernas cruzadas… ¡Joder mi polla está a punto de reventar!

– ¿Qué tal han quedado?

– Bien, has salido muy guapa. – contesto orgulloso de madre y de haber conseguido un teléfono móvil con tantos megapixels. Me costó una pasta, pero ha sido la mejor inversión que hice con mis ahorros.

Después de unos cuantos piropos más a mi madre y mis palabras llenas de aliento, casi eufóricas, decidimos bajar a cenar. Nada más entrar en el comedor, comprobamos que todos la miran, pues está francamente arrebatadora. Los hombres no la quitan ojo y las mujeres creo que también la observan más de la cuenta, sabiendo que ese cuerpazo no es normal. Yo me siento orgulloso y tengo que tapar mi erección que está de nuevo haciendo su aparición bajo mi pantalón vaquero.

Justo en el momento en el que llegamos al buffet para la cena, nos encontramos con nuestra pareja vecina: Sandra y Toni. Ella lleva un vestido muy parecido al de mamá, igualmente ceñido y menos escotado, pero está pegado a sus curvas y está muy guapa. El suyo es blanco y cuando ambas se ven, se miran y juntan sus cuerpos en un abrazo con sus dos posteriores besos.

Me gusta ver a esas dos mujeres así de sexys. Son, sin duda, la sensación del hotel. A continuación, su marido no pierde la oportunidad de pegarse al cuerpo de mamá, más de lo necesario, para plantarle dos besos, pero en esa imagen estoy cuando Sandra se acerca hasta mí, uniendo su cuerpo contra el mío de igual forma y besándome, como siempre, con su gran efusividad.

Ha notado mi erección, es inevitable, pues yo estoy a tope y ella con ese vestido tan fino lo ha notado claramente. Abre sus ojos como platos y después me da un tercer beso, esta vez cerca de la comisura de los labios para separarse después con una victoriosa sonrisa. ¡Joder, me ha puesto más berraco de lo que ya estaba!

Decidimos cenar juntos los cuatro y la verdad es que la velada resulta muy animada, porque son una pareja muy simpática. Tras los postres y un par de botellas de vino decidimos bajar al pub del hotel para rematar la noche como se suele decir.

Mientras las chicas van al baño, juntas, como no puede ser de otra manera, Toni y yo buscamos una mesa en un rincón y allí nos sentamos. Charlamos de fútbol con la suerte de que ambos coincidimos en ser del mismo equipo. Después nos felicitamos por tener como pareja respectivamente, a dos bellezones.

Tras un buen rato, en el que nos ha dado tiempo a pedir una ronda de copas, regresan las chicas. Ambas vienen riendo muy alegres. Creo que mamá ha bebido demasiado y no está acostumbrada. Están preciosas con sus pegados vestidos, pero mi vista se va indiscutiblemente al cuerpo de mamá que tiene las curvas de Sandra pero multiplicadas por diez. Cuando giro mi vista a mi compañero de mesa, veo que él también flipa con ella. No es para menos, mamá está alucinante con ese vestido azul tan ajustado. Es curioso, pero mi madre se ha quitado diez años de encima vestida así.

Nos ubicamos los cuatro en unos sillones y pasamos una noche genial, hasta que comienzan a poner música algo melosa y Toni invita a mamá para salir bailar. Lo estaba deseando el muy cabrón. Desde nuestro sitio, Sandra y yo podemos ver que lo hacen nuestras respectivas parejas, que bailan muy acaramelados. Entonces esa preciosa rubia me sonríe para sacarme a mí también. No puedo negarme cuando ella de pie tira de mi mano. Me agarro a su cuerpo pero no puedo evitar observar a mamá de vez en cuando, bailando con ese hombre. Siento celos, no lo puedo remediar, es un hombre más afín a ella y del que se siente atraída, sin duda y él hacia ella más que por descontado.

Resulta chocante, pero estoy abrazado a una rubia impresionante y no puedo quitarme a mi madre de la cabeza. Quiero ser yo el que esté abrazado a ella, así de pegado como está ahora Toni disfrutando de sus curvas. Veo que sus manos llegan muy cerca del culo de mamá y alguna vez lo tocan descaradamente. No puede ser. Me siento furioso.

– Estás colado, ¿eh? – me despierta Sandra de mis pensamientos que sigue muy unida a mi cuerpo y me susurra al oído.

– ¿Cómo dices? – pregunto con sorpresa.

– Sí, hombre, se te ve que no le quitas ojo a tu chica. Estás enamorado. ¿No?

Su pregunta me deja trastocado, porque creo que en el fondo es una mezcla de cosas, ya no sé si es el amor hacia una madre, un deseo puramente carnal, un enamoramiento como ella dice o una mezcla de todo junto.

– Es muy guapa tu chica y tiene un cuerpo precioso. – añade Sandra que sigue pegada a mí, notando claramente mi polla pegada en su barriguita.

– Gracias – le contesto. – Tú también eres muy guapa.

– Gracias. – me devuelve una bonita sonrisa y restriega sus tetas por mi pecho.

En ese momento la música se acaba y las dos parejas nos separamos. Tomamos nuestras copas y después de unas risas entre los cuatro, pedimos una tercera o cuarta ronda, ya he perdido la cuenta.

Vuelve a sonar otro tema lento en aquel pub. Mamá estira su mano invitándome a salir a la pista con ella.

– ¿Bailamos, amor? -me dice toda insinuante.

Cómo me gusta oírle decir eso. Me siento de maravilla en esta situación. Yo sé que ella está interpretando un papel, que hace muy bien, por cierto, pero yo quiero sentirlo como algo que es real, que ella es mi amor, que es mi pareja.

Nuestros cuerpos se juntan y afortunadamente mamá sabe cómo llevar el compás y yo al tiempo me uno a sus pasos, pues soy algo más torpe. Nada más notar su cintura frente a la mía y sus enormes tetas oprimidas contra mi pecho siento que mi polla crece irremediablemente, mucho más incluso que cuando bailaba con Sandra.

– Estás muy guapa, mamá… – le digo al oído.

– Gracias, hijo. Toni también me lo dijo. Que estaba guapísima con este vestido. Hoy me siento rompedora, como tú dices, jejeje.

– ¿Ves como no era el único?

– Sí, también me dijo que bailaba muy bien y que era un placer estar con una mujer como yo.

– ¿Te gustó que te dijera eso?

– Mucho, la verdad es que a una no le dicen esas cosas todos los días…

– ¿Te calentó cuando lo dijo?

– ¡Víctor!

– Perdona, mamá.

– No, es que es verdad, hijo, me calentó bastante, porque se pegó a mi cuerpo y me abrazaba de una forma… – decía ella susurrando a mi oído.

– Ya lo ví.

– Como contigo ahora. – añade – y también estaba empalmado, como tú.

Por un momento me pongo rojo pero lejos de apartarme del cuerpazo de mi madre, le restriego mi erección por su tripita, haciendo gala de lo que ella ha notado hace rato. ¡Coño, es inevitable y ella lo sabe!

– Nos tienes a todos locos. – le susurro al oído.

– Anda, exagerado.

– No sé si tú veías la cara de Toni cuando bailábais, pero estaba extasiado.

– Pero era solo un baile, Víctor.

– Ya, claro… – lo afirmo irónicamente, por supuesto.

– Yo respeto a tu padre, hijo, pero no puedo evitar sentirme…

– ¿Cachonda?

– ¡Oye, no te pases! – me reprocha ella.

– Más bien halagada. – me corrije – Hoy me están llenando de piropos.

– Y es que estás para hacerlo mamá.

– Gracias, corazón.

– ¿Cómo es qué tardásteis tanto en el baño antes? ¿Nos criticabáis? – le pregunto intrigado.

– No, jajajaja, pero Sandra es muy habladora y muy simpática, me dijo que el vestido me quedaba genial y que estaba muy sexy.

– Claro, ¿ves? y tú toda remilgada, no querías ponértelo.

– Ya. Además Sandra me dijo también que me quedaría mejor sin ropa interior, para que no se me marcaran las braguitas. Que ella no usa nada debajo.

– ¿No usa nada debajo? – pregunto sabiendo que he bailado hace un rato con ella con el vestido sin nada más sin percatarme de ese detalle.

– Sí, dice que siempre va desnuda bajo ese tipo de vestidos.

– ¿Y Tú? ¿Qué le dijiste? – pregunto de nuevo.

– Pues que habría que probarlo. – me dice, dejándome sorprendido de nuevo.

– Pero tú no… – digo a la vez que con mi mano palpo su cintura comprobando que no se notan las costuras de su ropa interior. Luego subo a su espalda y tampoco se nota el sostén.

– Sí, me lo quité todo, jeje… – me contesta nerviosamente.

– ¿No llevas nada debajo? – digo completamente alucinado.

– No, jeje… – responde ella y noto un brillo en sus ojos…. y luego se pega más a mí notando que mi erección va a más.

Joder, mi madre está desnuda bajo ese vestido y además parece que le gusta. Y pensar que momentos antes no quería ni ponérselo.

– Así que habrás disfrutado del baile con Toni, sin nada más que tu vestido – le digo casi echándoselo en cara, pues ha sido él quién lo ha probado antes que yo. No puedo evitar los celos.

– Sí, jajaa. Me gustó provocarle y notar su polla dura cuando bailábamos.

– ¡Joder y tú sin nada debajo! – reitero celoso perdido.

– Sí, me siento rara, pero me gusta ir sin nada bajo el vestido.

– Notarías mucho más su erección.

– Como la tuya ahora – dice esto y vuelve a apretar su pelvis contra la mía dando a entender que no es mentira.

Estoy soñando. No puede ser, que mi santa madre, me esté diciendo esas palabras, tan alejadas de su vocabulario y que lo diga ademas, satisfecha, disfrutando, incluso que note mi polla dura bajo mi pantalón contra la fina tela de su vestido como hiciera momentos antes con Toni.

– No te molestes, hijo. Es natural – me vuelve a susurrar viendo mi cara de alucine.

– ¿No te importa que esté así? – le pregunto ciertamente confundido.

– Me encanta provocar eso. Hoy me siento un poco putilla, la verdad, todos los hombres me miran, creo que el vino y las copas me han dejado trastornada.

Mi mano baja hasta el culo de mamá y lo acaricio suavemente. Ella me mira sorprendida y en un primer instante y luego para colmo me dice:

– Estamos interpretando muy bien nuestro papel de recién casados ¿no?

– Sí – contesto y a continuación le doy un beso tierno en su boca.

– ¡Víctor! – me regaña separándose extrañada.

– Mamá, recuerda: Es nuestro papel.

– No abuses de tu madre. Estoy borracha.

Cuando termina la música me siento extraño. Por un lado porque se ha roto esa magia y ese momento tan divino y por otro por todo lo que mamá me ha ido contando. Es todo tan fuerte….

Al final nos despedimos las dos parejas y nos vamos a nuestras respectivas habitaciones. Cuando entramos, mamá me pide que le baje la cremallera del vestido a su espalda y por un momento pienso que se lo va a quitar allí mismo, pero es simplemente una ayuda pues está algo bebida. Bajo la cremallera hasta el final de su espalda desnuda y la acaricio suavemente. Ella gira su cara y me sonríe. Me pregunto si seguirá cachonda con toda esta noche de locura.

– Estoy algo mareada. Me voy a mojar un poco lo nuca, sino me dará todo vueltas. – añade.

– Vale. Oye… mamá, por cierto. ¿Dónde pusiste tu ropa interior? – le pregunto cuando ya avanza hacia el servicio.

– La metí en el bolso.

Se mete al fin en el baño y yo saco mi polla del pantalón que está a punto de reventar. Me la machaco como un mono, reviviendo todas las experiencias de esta noche divina, mientras oigo a mamá dar pequeños gritos que intuyo son por notar el agua tan fría sobre su piel caliente.

Me fijo en su bolso sobre la cama y aunque tengo ciertas dudas, me decido y lo abro encontrándome allí con su sostén y sus braguitas. Las cojo con mi mano izquierda, masturbándome con la otra. Llevo esa prenda, que estuvo esta noche entre las piernas de mi madre, hasta mi nariz, aspirando ese embriagador olor, que me encanta. Estoy a punto de correrme cuando oigo que cesa el ruido del agua en el baño y precipitadamente meto las bragas en su bolso y mi polla de nuevo en su sitio bajo el pantalón.

– ¡Ay, me he quedado como nueva!- me dice al salir tapada con una toalla.

– ¿Se te ha pasado el mareo, mamá?

– Sí, estoy algo mejor. Ahora métete tú en el baño mientras me pongo tu camiseta para dormir.

Así lo hago y allí en la ducha todavía sigo empalmado, es algo que no consigo controlar, pero es que mi madre me está matando. Me lavo la cara y luego el cuello con el agua bien fría intentando frenar el calor que emana mi cuerpo y mi sucia mente. Me paro a pensar si mamá se habrá masturbado en momentos antes intentando apagar su calentura.

Cuando vuelvo a la habitación ataviado solamente con mi pantalón de pijama, veo que mamá está sentada dentro de la cama leyendo los mensajes de su móvil, imagino que son de papá. Levanta su mirada un instante y veo que observa mi torso desnudo y noto que lo hace de una forma extraña y no como una madre precisamente, algo que me encanta pues me siento atrayente hacia ella por un momento.

– ¿Mañana iremos al pueblo a comprar un bañador, entonces? – le pregunto metiéndome en la cama a su lado.

– No.

– ¿Como que no?

– Que no hace falta. Bajaré a la piscina con el bikini amarillo.

– ¿Cómo? ¿El tanga? – digo quedándomela mirando con cara de tonto.

– Sí, creo que tienes razón y soy una idiota. Lo he estado pensando, total, aquí nadie me conoce y además, Sandra me insistió en que bajara a la piscina, que luciera este cuerpo serrano, que así estaríamos los cuatro juntos otra vez y bueno, pues creo que le voy a echar valor.

– Cómo me alegro, mamá. – contesto sin creérmelo todavía

– Me moriré de vergüenza, pero es que tengo que disfrutar de este viaje. Así me lo acaba de decir papá en un mensaje.

– ¿Dijo que te pusieras el tanga? – le pregunto con los ojos como platos.

– ¡Noo, tonto! Ni se me ha ocurrido contarle lo del tanga. ¿Estás loco?

– ¿No se lo has contado?

– ¡No. Ni en broma!

– Mejor, será un secreto entre nosotros, mamá.

Me da un beso en la frente en agradecimiento y luego se da la vuelta dispuesta a dormir. Entonces me fijo y veo a los pies de la cama están sus braguitas. ¿Será que no lleva nada más que mi camiseta para dormir y va desnuda de cintura para abajo como hiciera la otra noche?

Me cuesta un buen rato conciliar el sueño, pero claro, no voy a levantar las sábanas para comprobar eso y que me pille en plena excursión.

Juliaki

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juliaki@ymail.com

 

Relato erótico: “Vacaciones con mamá 3” (POR JULIAKI)

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verano inolvidable2Vacaciones con mamá (Día 3)

sin-tituloA la mañana siguiente cuando me despierto mamá no está a mi lado. Busco a los pies de la cama, donde anoche dejó sus braguitas y tampoco están. Me levanto y observo que está en la terraza tumbada en una de las hamacas vestida únicamente con su diminuto bikini amarillo. ¡Joder qué visión!

Me voy acercando poco a poco, sin que ella se dé cuenta, porque permanece con los ojos cerrados y quiero aprovechar la ocasión para deleitarme con esa imagen que tanto me embriaga. Disfruto de sus pechos que ahora, así tumbada, se cuelgan abriéndose ligeramente por los costados y me siguen pareciendo maravillosos junto a esos dos botoncitos que son sus pezones, ahora algo menos marcados pero igual de insinuantes. Me fijo en su tripita que se ve más lisa estando así, boca arriba. Me dan ganas de meter la lengua en ese ombligo. Más abajo, la braguita de su tanga cubre lo justo su entrepierna y se ve su monte de venus abultado y lo que deben ser los ensortijados pelitos de su sexo. Los muslos parecen interminables, anchos por arriba, formando una curva tan bien definida y hasta sus pies me parecen de un atractivo total, con cada uno de sus deditos.

– Hola cariño – me dice al darse cuenta que estoy a su lado, aunque no sé si sabe que llevo un buen rato observándola

– Buenos días mamá. – respondo disimulando.

Ella dirige su mirada a mi entrepierna y después me sonríe. Otra vez se ha dado cuenta de que estoy empalmado. No se le escapa una.
– Veo que ya te has puesto el famoso bikini. – le digo.

– Sí… y noto que te gusta – afirma con su risita señalando la tienda de campaña que forma el pantalón de mi pijama.

– Es que… perdona… yo… – contesto contrariado.

– Que no, cariño, que no pasa nada. Ya sabes que para mí es todo un halago… porque será por mí ¿No? – dice cómo quien no quiere la cosa con toda la chulería.

– Ya sabes que sí.

– Anda tunante.

– Es la verdad, ese bikini me tiene trastornado, aunque no seré el único.

– De eso quería hablarte, Víctor. No sé si me atreveré a bajar a la piscina con este mini bikini, es demasiado fuerte para mí.

– Mamá, ¿Te estás echando para atrás?

– No sé, anoche estaba muy decidida y algo borrachilla pero ahora… puf, estoy muy cortada.

– De verdad que estás divina, mamá – lo digo con idea de animarla, pero es lo que realmente pienso.

– Es que me miré antes en el espejo y lo veo tan pequeñito… solo cubre mis pezones. Mira lo que pasa si me giro un poco – añade y en ese momento ella hace un movimiento brusco hacia un costado y efectivamente uno de sus pezones se asoma juguetón por un costado. Yo tengo que tragar saliva ante ese impacto visual.

– Además, si te fijas bien aquí abajo, es tan fina la tela que se me mete por la rajita. – apunta tirando levemente del pequeño trozo de tela que cubre su sexo confirmando lo que dice y mostrando esa rajita más pronunciada que parece una pequeña hucha en la que yo metería “todos mis ahorros”.

Estoy tan impactado que no soy capaz de articular palabra.

– ¿No dices nada? – me interroga esperando mi opinión.

En ese preciso instante se asoma nuestra vecina Sandra desde la terraza contigua.

– Hola vecinos. ¿Qué tal habéis dormido? – nos pregunta.

– Bien. – contesta mamá algo cortada, pues no se esperaba que la pillaran allí tomando el sol

– Vaya, ¡Qué bikini, Laura! – comenta nuestra rubia vecina.

– ¿Te gusta? – dice mamá levantándose.

– Me encanta y ¡estás impresionante!

– Gracias. ¿No lo ves algo pequeño…?

– ¡Qué va! Te queda de maravilla, Laura.

Mamá gira su vista hacia mí y yo afirmo lo que le vengo diciendo continuamente y que ahora, gracias a Sandra, parece convencerle más.

– Y aunque fuera pequeño, pues mejor… ¡Que disfrute el personal! – añade la otra.

– No sé, Sandra…

– Nada, ni te lo pienses. Después del desayuno quedamos abajo. Tengo ganas de ver la cara de Toni cuando te vea, va alucinar, por no hablar del resto de tíos, seguro que se les cae la baba. ¡Ese cuerpo hay que lucirlo, guapetona! – ese último piropo de Sandra ha hecho enrojecer a mi madre, pero sé cuánto le ha gustado.

Sandra desaparece y mamá me mira algo contrariada, aunque bien es verdad que, tras oír a nuestra simpática vecina, parece más animada a bajar a la piscina con esas dos pequeñas piezas que cubren lo mínimo en su espectacular cuerpo.

– Víctor, ¿tú crees que es buena idea que baje con este tanga? – insiste girándose y ofreciéndome esa visión que me vuelve a dejar obnubilado.

En ese momento, sin dudarlo un instante, saco mi móvil de mi bolsillo y comienzo a hacerle fotos a ese cuerpazo que me tiene loco y más todavía cuando lleva ese reducido bikini. Ella me mira con cara de susto.

– ¿Qué haces?

– Pues hacerte unas fotos, para que te veas tú misma, verás que cosa más bonita.

– ¡Pero Víctor, me da vergüenza!

– Tú déjame y luego me dices qué tal. – sigo sin inmutarme disparando sin parar desde distintos ángulos.

– Hijo, vaya reportaje que me estás haciendo en estos días… – contesta sonriente.

Después se pone a mi lado, ya que está intrigada con el resultado de las fotos. Puedo notar su pecho pegado junto a mi brazo, algo que hace que mi erección se multiplique y mi polla pegue otro de sus incontrolados respingos y es que a esto no se puede acostumbrar nadie.

– ¿Vaya, ya estás otra vez a tope con eso? – comenta señalando con su vista mi bulto mientras su teta continúa pegada a mi costado.

– Sí, es inevitable, causas sensaciones tremendas, mamá.

– Voy a creerme que el bikini me sienta muy bien.

– Sabes que sí.

– ¿Le gustará a Toni?

– Estoy convencido. – lo digo y vuelvo a sentir en mi estómago ese ramalazo de celos.

– ¿Le provocaré otra erección?

– Jajaja, sí, verás como sí.

– ¿Como a ti? – acaba diciendo en otra de sus sonrisas.

Empiezo a mostrarle las fotos y alguna es realmente buena. Ella parece toda una modelo. Ni se lo cree cuando las mira.

– ¡Hala!, ¡Si no parezco yo! – dice con los ojos muy abiertos.

– Estás preciosa, mamá.

– Nunca me hubiera imaginado…

– Pero ¿Te ves bien o no? – interrogo.

– Parezco una putilla.

– ¿Qué dices? ¡Para nada!

– La verdad es que me veo diferente a todo, incluso de cuando me vi en el espejo.

– ¿Acaso no eres un bellezón en estas fotos?

– Hijo, pero es que voy medio desnuda.

– ¿En qué habíamos quedado? En este viaje hay que lanzarse y dejar atrás los prejuicios, los miedos y todo eso…- joder, estoy filosófico total.

– Tienes razón… pero…

– Y mira que culo más bonito – le digo con descaro mostrando una foto de su espalda, justo donde se muestra su culazo en primer plano y como la tira del tanga se cuela y se pierde entre sus posaderas.

– ¡Calla! – responde dándome un codazo y yo me fijo en el bamboleo de sus pechos al hacerlo.

– Es la verdad, mamá, estás buenísima.

– Lo cierto es que se me ve muy sexy… rara, pero sexy.

– Pues venga, bajamos a la piscina y verás qué espectáculo.

– Ufff, Víctor, hijo… es muy fuerte.

– Recuerda: ¡Nuestro viaje de locura!, ¡Fuera miedos!

Nos ponemos los albornoces y bajamos por fin a la piscina. Encontramos un par de hamacas libres y mamá me sonríe con cierta timidez. Se nota su nerviosismo pero también sus ganas de hacerlo. Hago un movimiento con mi cabeza en señal de que se anime del todo y definitivamente se despoja del albornoz, dejándolo caer con toda la sensualidad, ante la atenta mirada de unos cuantos clientes del hotel. No sé si lo tenía ensayado, pero le ha quedado que ni en la mejor película erótica.

Tal y como vaticinaba Sandra y yo mismo, todos los tíos se quedan pillados cuando mamá se les presenta con ese minúsculo bikini. Lo cierto es que es muy pequeño y se ve una buena porción de su carne… esa carne que me tiene a mil. Ella parece estar cortada y se tumba rápidamente boca abajo en la hamaca.

– ¿Has visto cómo te miran todos? – la digo al oído.

– ¡Sí, ufff, qué corte! Es una sensación tan extraña…

– ¿Te gusta?

– Creo que sí. Me gusta demasiado y al tiempo me hace sentirme mal. Estoy hecha un lío.

– ¿Por qué?

– Me gusta provocar todo este lío, nunca antes me había mostrado así…

– ¿De sexy? – pregunto.

– Sí… bueno, en plan exhibicionista.

– Pues disfrútalo.

– Sí, me gusta hacerlo, ya te digo, pero al mismo tiempo creo que parezco una calentona.

– ¡Si se calientan es porque tienen por qué hacerlo. Eres un bombón. – insisto en mis piropos.

Ella se ve observada, pero aunque tenga ciertos reparos y miedos, entre mis frases y la mirada de todos los hombres que hay por allí, está encantadísima y seguramente que algo cachonda.

– Por favor, Víctor, dame crema. – me ordena.

Tardo unos segundos en reaccionar y al fin me decido a cumplir con otro de mis sueños. Acariciar el cuerpo de esa diosa por entero para mí. Cojo el bote de crema y me echo una buena cantidad en mi mano. Empiezo acariciando sus hombros, bajando lentamente por su espalda y admirando durante un buen rato ese culo redondo que se ofrece por entero y veo como la tela se quiere esconder entre sus glúteos. No puedo evitar untar algo de esa crema bronceadora por su culo y extenderla esperando inicialmente que mamá me eche la bronca del siglo, sin embargo no dice nada y se deja hacer. Yo, naturalmente sigo disfrutando de la vista y sobre todo de la aplicación de ese masaje sobre una inexplorada piel que resulta estar tan suave…

Se da la vuelta y me quita la crema solar para darse ella por delante, algo que me hubiera gustado hacer a mí y ella parece leer mis pensamientos cuando me dice:

– Por delante puedo yo sola.

– Ok. – contesto con la misma sonrisa cómplice.

– Estoy muerta de vergüenza. – me comenta en bajito.

– Pero si estás preciosa, mamá.

– Estoy prácticamente desnuda… Tu padre alucinaría si me viera así.

Realmente alucinan todos los que la ven y yo el primero. En ese momento llega hasta donde estamos nuestra pareja de vecinos: Sandra lleva otro tanga minúsculo de color blanco, casi tan pequeño como el de mamá y nos saluda en cuanto nos ve. Primero a mí, que me levanto y ella vuelve a juntarse a mi cuerpo dejándome desconcertado una vez más mientras mis manos se agarran a su cintura sintiendo que mi polla empieza a reaccionar, aunque para ser sincero mi madre ya me puso brutote unos segundos antes con el tema del bronceador.

Sandra me da dos besos y después se acerca a mamá que se levanta para besarla también. Vaya dos ricuras juntas en dos diminutos bikinis. Toni se acerca a continuación, me da la mano pero sin dejar de observar la misma imagen que yo, la de mi madre con su reducido tanga.

– ¿Has visto Toni? Ya te dije que estaba imponente. – dice Sandra apartándose de mamá y dejando ver a su marido la perfección del cuerpo de mamá.

– Ya lo creo – afirma este.

Es curioso, pero Sandra lejos de molestarse con que mi madre se muestre ante Toni, al que tiene embelesado, le anima y parece invitarle a ese disfrute.

En ese momento Toni se acerca a mamá y se junta igualmente a su cuerpo para sentirla de lleno y darle dos besos. Ella parece estar algo apurada, lo noto por el color de sus mejillas. A Toni se le remarca el bulto bajo su bañador y no es para menos con ese roce con ella.

Después de que todos nos hemos tumbado y relajado un poco más, seguimos charlando de diversas cosas. Cuando Sandra suelta de repente a mamá:

– Qué pena que no puedas quitarte aquí el sostén. Seguro que más de uno se caía de espaldas con tus tetas – dice mirando a su marido, que sin duda estaría encantado igual que yo de ver algo así.

– No, no lo haría de todos modos. – responde mamá bajando la cabeza.

– ¿Por qué? ¿No te gusta hacer topless? – pregunta la rubia a la que tampoco pierdo detalle de su estilizado cuerpo.

– No lo hago nunca. – contesta mamá.

– No me lo puedo creer – afirma Sandra – ¿De verdad?

– Pues no.

– Vaya, pues si yo tuviera esas tetas ni lo dudaría, me encantaría enseñarlas. – añade la rubia animadora.

– No, yo no…

– Pues a mí me encanta enseñarlas, incluso estar desnuda. Es un placer increíble.

– ¿Desnuda…? ¿Del todo? – pregunta escandalizada mamá.

– Sí, deberías probarlo.

– En la terraza lo hacemos siempre que podemos y en la playa también. Anímate y verás.

– ¿Qué dices Sandra? – pregunta mamá alarmadísima

– Sí, mujer, deberías probarlo… por ti y por todos los parroquianos que de seguro les harás felices.

– No, por Dios. En topless igual me lo pensaba dos veces, pero desnuda… ¡Ni loca! – añade mami efusivamente.

– Bueno aquí no, porque no se puede hacer en el recinto del hotel, aparte de que es más rollo, pero en la playa es una maravilla. ¿Nunca has probado a bañarte desnuda en el mar?

– No, la verdad es que no.

– Mañana iremos nosotros a la playa. Tenéis que veniros

– No, casi prefiero que no. – contesta mamá totalmente cortada.

– Bueno, os venís de todas maneras y allí verás cuanta gente hay desnuda. Y con buenas pollas. – añade diciendo esto en bajito pero sin importarle que Toni la haya escuchado perfectamente.

Mamá está algo trastornada con toda la conversación y mueve nerviosamente sus piernas, frotando sus muslos, aunque más que nerviosismo, creo que es pura excitación. Toni no la quita ojo, bueno ni yo tampoco.

Al final me levanto decidido ir a por unas bebidas al bar y traerlas a las hamacas. Y pregunto a todos qué quieren tomar.

– No, mejor vamos nosotras y así nos lucimos un poco. – interviene Sandra sonriente estirando su mano para que mi madre la acompañe.

Sin duda, la chica es preciosa, pero además sabe cómo poner nervioso al personal y sus movimientos son de lo más sensual. Caminan las dos, desapareciendo de camino al bar con unos andares que hacen babear a cualquiera. Son dos pibones y los tíos se las quedan mirando flipados.

– Deberías convencer a tu chica para ir a la playa. – dice Toni en ese momento al quedarnos solos.

– No sé, quizás luego se lo comente. – aunque pienso que eso sería impensable.

– Verás que es mucho mejor, allí te sientes libre del todo y verás que hay unos cuerpazos impresionantes.

– Imagino…

– Bueno, mejorando lo presente, pues nuestras chicas son espectaculares, ¿no?

– Sí. Ya lo creo- contesto mirando los dos culitos de nuestras chicas avanzando hasta el bar.

– Tu mujer, además, si se pusiera a hacer topless, con esas tetas sería todo el centro de atención. – afirma sin cortarse el bueno de Toni.

– Sí.

– Y si se pusiera en pelotas, ya ni te cuento.

Mi polla da uno de sus brincos al imaginar la escena, pero estoy convencido de que mamá no va a querer, ni top less ni nada que se le parezca, lo de desnudarse ya ni hablamos. Pero si me ha costado Dios y ayuda conseguir que baje a la piscina con su mini bikini como para pretender algo más… vamos, que no.

Toni se me queda mirando ante mi silencio.

– Espero que no te moleste que lo diga. No quería ofenderte – dice a modo de disculpa.

– No, no pasa nada.

– Es que tu mujer es realmente increíble, la verdad, tienes mucha suerte.

– Tú también. – le corto refiriéndose a la suya.

– Esto… sí, claro. Sandra es preciosa… – parece que él tampoco quiere ser descortés, pero no puede remediar desear tanto a mi madre, que se le nota por los cuatro costados.

– Hacéis muy buena pareja – afirmo.

– Si, Sandra es increíble. Es hermosa, simpática… y muy ardiente.

No sé por qué me ha hecho ese último comentario, quizá porque quiera fardar de hembra o a lo mejor porque está pensando que a mí me gustaría tener un… no sé, un rollito con su mujer mientras él lo tiene con la mía. Al final va a tener razón mamá…

Me río para mis adentros, pensando en eso de la palabra “mía”, ya que es “mía”, pero más bien mi madre y no mi esposa precisamente, sin embargo, llega un momento en el que interpreto tan bien mi papel de esposo, que me creo que es realmente mi mujer y también siento unos celos terribles como si realmente lo fuera. En el fondo no soporto que nadie pueda tener algo con mamá, no quiero imaginar que ese tipo que tengo enfrente pudiera tener sexo con ella… Lo quiero borrar de mi mente, no, es imposible del todo, además mamá no haría eso, no engañaría a papá.

– Aquí estamos chicos.- contesta la preciosa Sandra acercándose con las bebidas rompiendo esos pensamientos que abordan mi cabeza.

Nos levantamos para ayudarlas y observo como todos los presentes en aquel lugar no las quitan ojo y no es para menos, pero creo que especialmente a mamá, que está de alucinar. Me parece creer ver que mi madre ha puesto su culo en pompa al posar su vaso sobre la mesita ofreciendo su culazo a toda la audiencia presente, algo que me pareció casual en principio pero creo que se ha venido a arriba y le gusta exhibirse cada vez más con ese tanga.

– ¿Sabéis? Creo que ya he convencido a Laura para que haga topless de una vez por todas – suelta Sandra de repente.

El primer trago de cerveza que he pegado sale disparado y una tos irrefrenable al oír decir eso.

– No, no he dicho eso, simplemente que lo probaría algún día. – interviene mamá excusándose.

– Pero chica, si yo tuviera ese par de melones, estaría todo el día enseñándoles – añade la rubia.

Lo cierto es que a Sandra le gusta eso de ser una mujer deseada y admirada, pero no estoy seguro si ve a mamá en ese papel de exhibidora precisamente. En cierto modo envidia sus enormes tetas.

– Me da cierto reparo. – vuelve a exponer mi madre.

– Bueno, tú te bajas mañana con nosotros y lo pruebas un rato, si no te gusta pues nada.

– Ya veremos… – contesta dándole un trago con su pajita al combinado que se ha pedido y esa pose allí tumbada es otra de las imágenes que se me quedan grabadas.

Después de apurar las copas decidimos darnos un baño y en el agua, bien mojaditas, las chicas están todavía más impresionantes. Jugamos a salpicarnos y una cosa lleva a la otra para acabar por rozarnos accidentalmente entre nosotros. Aprovecho la oportunidad de tocar ligeramente una de las tetas de mi madre que no dice nada, cada vez que me sumerjo rozando también sus muslos, su culo o cualquier otra parte, incluso una de las veces mi polla, algo dura, roza sus desnudas posaderas y ella ríe nerviosamente. Toni también ha visto esa ocasión y hace lo propio, tanto con su esposa como con la mía, es decir, mi madre. Al principio el tipo se ha cortado, pero a medida que los juegos en la piscina avanzan, sus manos van de aquí para allá y se me descontrola, aunque tampoco veo a mamá muy disgustada por eso. Allí se respira calentura, tanto por nosotros cuatro dentro de la piscina como por el espectáculo que estamos montando a los de fuera. Decido salirme con la idea de acabar con tanto sobeteo, no porque me disguste, sino porque veo que el bueno de Toni está más atento a rozar a mi madre que otra cosa y no me gusta absolutamente nada.

Mi mirada hacia mamá, que mira como abandono la piscina, parece ponerle en alerta y ella se sale a continuación, acercándose a las hamacas para secarse junto a mí.

Después de los apacibles o más bien “marchosos baños” acudimos los cuatro a comer en la terraza de la piscina, charlar animadamente y luego decidimos irnos cada pareja a nuestras respectivas habitaciones para echar la correspondiente siesta.

– Mamá, ¿En serio vas a ponerte en tetas? – le pregunto totalmente intrigado una vez que hemos entrado en nuestra habitación.

– Bueno, eso se lo dije a Sandra porque estaba muy pesada, venga a insistir y todo eso, pero no, vamos, que no creo que me atreva. ¿Te imaginas a papá viéndome con las tetas al aire?

– No vuelvas otra vez con eso, mamá.

– Pero él se molestaría mucho.

– Papá no está aquí y te dejó más bien tirada en este viaje. ¿Recuerdas?- lo suelto de golpe y luego me arrepiento a continuación.

Se produce un incómodo silencio y noto a mamá algo triste, no sé cómo salir del aprieto. En el fondo es la verdad, aunque a ella le cueste reconocerlo y ambos sabemos que para papá esto hubiera sido algo inaudito, por eso tengo que insistir en ello, aunque tenga que echar un órdago a la grande.

– Él no se va a enterar de nada que tú no quieras de este viaje- digo a modo de confesión.

– No voy a hacer nada malo, hijo.

– Claro que no. Me refiero a que yo tampoco se lo voy a contar.

– Gracias. – responde acariciando mi cabello con sus finos dedos.

– Pero aun así, no voy a enseñar las tetas. No insistas.

– ¿Te parece malo?

– Bueno, no.

– Una cosa es que a papá no le gustase y otra a que lo hagas como la cosa más natural del mundo. – añado.

– Ya… pero me da vergüenza.

– Aun así iremos a la playa mañana… ¿No? – le digo a modo de pregunta pero es casi afirmación.

– Bueno, si te apetece… pero con el bikini. Bastante ridículo hago ya con él.

– Mamá, de ridículo nada. No empieces otra vez. Si no quieres hacer topless es respetable, pero tienes algo que enseñar mejor que nadie.

– ¿Tú crees?

– Completamente seguro. ¿Acaso no viste a Toni otra vez?- afirmo rotundo.

– Sí le vi muy lanzado. La otra noche pensé que era por culpa del alcohol, pero hoy también se le ha visto muy arrimado conmigo.

– Más que arrimado… ¡Te ha metido mano!

– ¡Noo!

– Mamá, lo he visto. Primero, un poco la cadera, luego un roce por la tripa, más allá una teta por aquí, un culo por allá.

– Bueno, hijo, estábamos jugando en el agua y…

– Sí, que el tipo a mí no me tocó, sus manos fueron directamente a ti. Se aprovechó de lindo.

Mamá me mira fijamente y creo que está pensando en eso y vuelve a quedarse callada, meditando la situación, sabiendo que lo que digo es totalmente cierto.

– Bueno, tú también me tocaste las tetas en alguna ocasión. – dice de pronto.

Vaya, no pensaba que se hubiera dado cuenta. La miro y ella vuelve a mostrarme su sonrisa.

– No pasa nada, hombre, ya sé que era solo un juego.

Ciertamente era un juego aunque yo hubiera querido algo más. Me sonríe una vez más y me da otro de sus besos tiernos en la frente. Sus tetas quedan a la altura de mi cara y pienso si algún día tendré la suerte de vérselas en vivo por fuera de ese pequeño sostén, aunque curiosamente apenas las sostiene.

Después de una deliciosa siesta, en la que inconfundiblemente vuelvo a soñar con el cuerpo de mamá, me despierto y la veo hablando por el móvil en la terraza, de nuevo con papá. Está preciosa caminando con ese bikini tan pequeño que muestra su extraordinario cuerpo, el vaivén de sus tetas, su prominente y redondo culazo, sus divinos muslos. Cuando cuelga me cuenta:

– Dice tu padre que le mandemos alguna foto.

– Ah, pues vale, nos hacemos alguna en la terraza.

– Pero Víctor, no puedo salir así en la foto con este tanga. – dice señalando su cuerpo serrano.

– Sí, posiblemente se agarre un buen mosqueo, jajajaa.

– Tenlo por seguro, jajaja – ríe ella también.

– Te mata. – confirmo.

– Sí, jajajaja… primero me mata a mí por ir casi desnuda y luego a ti por permitirlo.

– Pues ponte otra cosa. – le digo. – Él no se tiene por qué enterar.

Me gusta este juego donde mi padre está totalmente fuera. Sé que debería comportarme de otra manera, ser un buen hijo y hacerme cargo de mamá tal y como él me solicitó, pero es que ahora tengo oportunidades que no puedo perderme y a mí me resulta todo, además de alucinante, de lo más divertido, pero sobretodo a mamá, que además le están proporcionando unas experiencias que no ha tenido nunca. Por fin puede mostrarse como es. Hacer lo que le apetece, sacar su otro yo más gamberro, más sexy, más rompedor…

– Me pongo el albornoz y pones el disparador. – me ordena.

– Ok.

Después de tapar un poco sus vergüenzas, me pongo yo el otro albornoz y nos hacemos unos selfies para que nos vea papá en la terraza de la habitación. Supongo que él imaginará que bajo esas prendas llevamos unos bañadores “tradicionales”, pero no puede ni siquiera sospechar el que realmente lleva mamá debajo. Si lo supiera, correría realmente la sangre…

El resto de la tarde lo pasamos visitando la ciudad y allí nos divertimos comprando algún recuerdo y visitando algunos lugares muy turísticos. También aprovechamos para comprar algún otro trapito para mamá que se siente muy bien en ese papel sexy. En una de las tiendas hay una colección de leggings y animo a mamá para que se compre uno.

– Hijo, eso no.

– Venga, mujer, esto es igual que el vestido y lo lucirás más que bien.

– Bueno, me lo llevo, pero si no me veo bien, lo devuelvo.

– Ok.

Decidimos volver al hotel sin probárselo. Allí, precisamente en la habitación, después de guardar los regalos para la familia y tras lavar nuestros bañadores para el día siguiente y dejándolos secar en la terraza, decidimos bajar a cenar.

– Mamá, ¿te pondrás los leggings?, por favor… – le pido.

– ¿Qué dices? ¿Para bajar a cenar?

– Sí, con la camiseta esa dorada que te has comprado también.

– Pero esa es para llevar sin sujetador, porque es muy fina.

– Mejor.

– Eres un bicho. – me dice.

– Vamos, hazlo por mí.

Pero no me replica más. Yo aprovecho para meterme en el baño y recortarme un poco la barba, mientras ella se termina de probar toda la ropa.

Cuando salgo vuelvo a quedarme alucinado con mamá. No solamente me parece un bombón, sino que está más arrebatadora incluso que con el vestido ceñido. La camiseta es de color dorado brillante, con una especie de lentejuelas que brillan por todas partes, pero es muy ceñida y recalca bien ese par de domingas, que evidentemente lleva sin sostén debajo. Me encanta el movimiento de las chapitas brillantes, pero sobre todo el movimiento de sus tetas. Para colmo sus muslos están embutidos en unos leggings negros súper ajustados que son su segunda piel y unos zapatos de tacón que aparte de hacerle más alta, la hacen parecer casi una diosa inalcanzable, al menos así la veo yo.

– ¿Qué tal estoy? – dice girándose.

Al hacerlo se mueven sus tetas por la parte de arriba y por abajo también sus glúteos bajo esas mallas tan pegadas. Parece una chiquilla con zapatos nuevos. Le gusta ese papel de niña mala.

– ¡Increíble! – es lo único que puedo decir.

– ¿Estoy guapa, entonces?

– De diez.

– Y los leggings, ¿me quedan bien?

Sabe de sobra que sí pero le gusta que yo se lo repita.

– Si, mamá, además no se te nota que lleves nada debajo. – digo intentando adivinar dónde se esconde la tira de sus braguitas bajo la oscura prenda.

– Es que no llevo nada.

Mi polla está dando coletazos más que respingos cuando mi madre suelta eso quedándose tan fresca. No puedo creerme que esté de nuevo desnuda bajo esa ropa tan ceñida, ni que lo haya hecho esta vez sin una copa de por medio. Sin duda que está consiguiendo soltarse poco a poco pero llegando a límites insospechados. Ni lo hubiera jurado apenas hace tres días.

– Pues bajemos a cenar. – dice agarrándose a mi brazo más que dispuesta.

– Vamos.

– Tú también estás muy guapo – dice observando mis vaqueros gastados y mi camiseta negra.

Siento que voy al lado de todo un pibón. Una vez en el comedor, vuelve a suceder, la entrada de mamá es apoteósica, como si todo el mundo la estuviera esperando y es que causa sensación por donde quiera que vaya y no es para menos. Todos los hombres giran sus cabezas y las mujeres a continuación, medio celosas, intrigadas, envidiosas…

Nos sentamos en una mesa y no vemos a nuestra pareja de vecinos. Casi lo prefiero, al menos, que por un momento estemos a solas sin nada ni nadie más a nuestro alrededor.

Cenamos muy a gusto, charlando y riendo sin parar y comentando las miraditas que le echan los hombres cada vez que ella se levanta al buffet a ponerse una pieza de comida en el plato. Le gusta hacerlo y anda de forma muy provocativa, moviendo esos embutidos muslos bajo la lycra caminando sensualmente con esos zapatos de fino tacón. Yo, para mí, que se levanta más veces de lo que realmente le hace falta, pero se está viniendo a arriba y le gusta lucirse. No pasa desapercibida ni para los camareros, que en alguna ocasión están a punto de chocar y tirar su bandeja por los suelos.

Después decidimos bajar al pub del hotel y parece que ella se queda algo decepcionada cuando no vemos a nuestra pareja de conocidos. Supongo que esperaba ver a Toni para resplandecer delante de él, sabe lo chiflado que le tiene.

Nos sentamos en unos taburetes de la barra y mientras nos sirven las bebidas yo me voy a los servicios. Cuando vuelvo hay un par de jóvenes acosándola y ella no parece estar molesta precisamente, más bien al contrario, la pose es de lo más sugerente, con sus piernas cruzadas, sentada en lo alto de ese taburete, marcando la linea de sus muslos bajo esos leggings y esa camiseta que resalta su busto, chupando de una pajita del mojito que ya está casi acabado. Los dos tipos parecen divertidos conversando con semejante hembra y ella riéndoles las gracias.

– Hola cariño. – digo presentándome con cara de marido serio y con ganas de espantar a los dos moscones.

– Hola, mira, estos dos chicos nos han invitado a una discoteca cercana.

– No sé. – respondo algo tirante.

Al final mamá me insiste y cuando me pone ese morrito tan dulce no me puedo negar.

Acabamos metiéndonos en una discoteca de un complejo hotelero cercano y pedimos una ronda de copas a cargo de esos dos chavales, aunque tengo que estar con mil ojos, porque mi madre va por su tercer mojito y sé lo descontrolada que se pone.

Los moscones se acercan de vez en cuando cerca del cuerpo de mi “chica” pero a la mínima ya estoy yo ahí, agarrado a su cintura para marcar el territorio del macho alfa. No la vayamos a tener.

Ella se está divirtiendo, saliendo a la pista y moviéndose como si tuviera quince años, moviendo todo su cuerpo que no sé cómo se sostiene con esos taconazos de más de 15 centímetros. Su culo es el centro de atención de la pista y muchos hombres bailan a su alrededor. Si no fuera porque ella está disfrutando tanto, la hubiera cogido de la mano y nos habríamos largado de allí.

Después de otra ronda de copas, decido que es hora de largarse, a pesar de que ella insiste en quedarse.

– Cariño, deberíamos volver- le digo al oído.

Me mira y se pasa la lengua por los labios como si no fuera con ella la cosa. Estoy a nada de plantarle un beso, pues parece provocarme, pero decido que allí no estamos en lugar seguro, al menos yo me siento incómodo, aunque ella esté tan feliz.

Cuando volvemos a la habitación, mamá entra dando tumbos y, tengo que ayudarla a llegar hasta la cama. Se queda allí sentada mirándome con los ojos vidriosos.

– Has bebido mucho, mamá. – le digo.

– Sí, estoy algo borrachilla.

– Deberías darte una ducha.

– Entra tú y luego me ducho yo, ahora todo me está dando vueltas.

Me meto en el baño y tras una ducha que me ha venido francamente bien, me pongo el pantalón del pijama sin nada arriba y vuelvo a la habitación. Ella está tumbada al borde de la cama, con sus pies apoyados en el suelo en sus largos tacones. Sus piernas abiertas son la llamada al pecado, pero una vez más pienso que no está en condiciones y puede que mañana pague caro cualquier atrevimiento por mi parte, aunque de buena gana me tumbaba encima de ese cuerpazo.

– Vamos, mamá, dúchate y te quedarás como nueva. – le digo tirando de su mano ayudándola a incorporarse.

Al levantarse lo hago con tanto impulso que su cuerpo choca contra el mío y tengo que sujetarla por la cintura. ¡Dios qué momento!

Mamá me sonríe y pasa los brazos por detrás de mi cuello. Nuestras caras están muy cerca y la verdad es que gracias a sus largos tacones estamos casi a la misma altura. De hecho, su sexo está a la altura de mi polla, que una vez más ha despertado para ponerse bien dura.

Ay, mi niño, cómo ha crecido. – dice con cierta dificultad al articular palabras.
Mamá…
Eres todo un hombre.
En ese instante mamá oprime su pelvis contra la mía pudiendo notar su abultado coño contra mi verga. ¡Joder lo noto de pleno!

En un principio me separo ligeramente, como si me estuviera aprovechando de la situación al notar como la fina tela de mi pijama y la fina tela de sus mallas hacen que nuestros sexos queden en un contacto que se percibe clarísimamente.

– Si te pillara Sandrita. – dice de nuevo medio borrachilla volviendo a pegarse a mi cuerpo y haciendo que nuestros sexos vuelvan a quedarse apretujados.

Instintivamente mi mano va a su culo y acariciarlo es como estar en el cielo, me encanta sentir esa sensación que me ofrece la fina tela, sabiendo que no hay nada más debajo. Aprieto sus glúteos y ella ronronea junto a mi oreja. Comenzamos a bailar, sin música, pero no nos hace falta, estamos más que a gusto. Sus tetas se notan deliciosas pegadas a mi pecho desnudo, lástima que nos separe la camiseta, pero aun así, estoy en la gloria. Quiero que el mundo se detenga y solo dancemos ella y yo, como dos amantes.

Deberías dejar de hacerte tantas pajas y buscar un buen chochito. – me dice con su voz susurrante.

Si no fuera mi madre, me lo tomaría como una invitación a todas luces, sin embargo, quiero pensar que no es a su chochito al que se refiere… ¡ya me gustaría a mí!

En ese momento, parece que pasa algo de cordura por su mente y se separa de mí, dándome un suave piquito en los labios.

– Me voy a la ducha. – dice pasando su mano por mi pecho y acariciándolo y caminando de forma que me recuerda a una gatita juguetona.

¡Joder! ¿Otra invitación? No sé si estoy desvariando o simplemente veo luces de colores y llamadas al descontrol en cada uno de esos mensajes subliminales. Prefiero meterme en la cama y ser algo sensato, antes de interpretar mal las cosas y salir peor parado.

Al cabo de un rato mamá regresa con un fino camisón que no recordaba que hubiera comprado en nuestra visita a la ciudad.

– ¡Ay, me he quedado como nueva! – dice dejando la ropa que ha usado esa noche sobre el sillón.

– ¿Estás mejor?

– Sí, mucho mejor. Ya podrás perdonar a tu madre, pero es que no sé beber.

– No te preocupes. No pasa nada.

– Eres un cielo. – dice subiéndose de rodillas a la cama y besándome en la frente.

– Gracias mamá. Oye, estás muy guapa con ese camisón.

– ¿Te gusta? – dice saltando al suelo y girando como si tuviera veinte años menos.

Creo que aún le queda algo de alcohol en las venas porque la veo muy desinhibida. Lo cierto es que ese camisón blanco no es como los que ella usa habitualmente que le llegan por debajo de la rodilla. Este está muy por encima mostrando sus largas y morenas piernas. Está muy guapa y se imprimen sus pechos más de lo normal, pues es algo ceñido.

– Estás preciosa.

– Gracias, últimamente no paras de piropearme.

– Es que es verdad.

Se mete en la cama y me da las buenas noches con otro beso fraternal, pero en lugar de hacerlo en mi frente lo hace en mis labios. Tengo que interpretar que es casto, al menos así me lo parece en principio, aunque estoy tan ofuscado que ya no sé qué hacer ni qué pensar. Apaga la luz de su mesita y yo me quedo pensativo boca arriba mirando al techo, intentando asimilar nuevamente tantas sensaciones.

Por mi mente pasa la idea de saber si ella está desnuda de nuevo bajo ese camisón y me cuesta conciliar el sueño, pero después de haberla visto girar estoy prácticamente seguro de que no lleva nada bajo esa fina prenda pues no he notado las costuras de sus braguitas y ahora yo estoy a su lado, tan cerca, casi rozándola que no puedo evitar tener otra de mis incontrolables empalmadas. Vuelven a mi cabeza todas las imágenes del día y recordando sus palabras de todo este día tan fantástico.

Tras oír su respiración agitada y certificar que está dormida, levanto las sábanas y descubro entre penumbras que tiene una postura divina, encogida, de lado. Sus caderas se muestran rotundas, ofreciéndome una magnífica visión de su redondo culo, no veo muy bien, la verdad, pero también me parece ver la forma de su coño desde atrás. Ya puedo confirmar que no lleva nada debajo del camisón, pues su culo se ve sin el dibujo de su ropa interior. Percibo su cintura curvilínea que va en aumento hasta sus caderas y me quedo observando el movimiento oscilante de su cuerpo con su respiración. Me pego a ella disimuladamente y me duermo abrazado a su cuerpo. Estoy por quitarme el pantalón del pijama y meter mi incansable polla entre esos muslos, pero vuelvo a recordar que cualquier tontería puede echar todo abajo, prefiero seguir disfrutando del momento y esperando que los acontecimientos se vayan produciendo por sí solos, sin forzarlos demasiado, porque podrían romperse. Prefiero quedarme así, abrazado a ella, sintiendo su culo pegado a mi bajo vientre e intentar que no se note de nuevo mi empalmada que vuelve a las andadas. Todo parece un sueño y lo extraordinario es que estoy viviéndolo de verdad. Quiero que nunca se termine. Me duermo pensando en sus palabras cuando me decía que dejara de hacerme pajas y que buscase un buen chochito, ¡Ojalá fuera el suyo dónde se alojase mi polla!

Juliaki

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juliaki@ymail.com

 

Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (6)” (POR ALFASCORPII)

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NUERA4Mi cuñada, mi alumna, mi amante (5)

sin-tituloUnos instantes después de quedarme solo oí el sonido del agua de la ducha.

Sin molestarme en volver a vestirme, fui al salón. Después del magnífico sexo anal con el que había “castigado” a mi cuñadita, me apetecía el típico cigarrillo de después, así que, cogiendo el paquete de tabaco que Patty había dejado sobre la mesa, encendí un relajante cigarrillo.

Ya no había ninguna duda rondando mi cabeza, estaba claro que no podía resistirme a los poderosos encantos de esa diosa del sexo.

– Es una fuerza de la naturaleza imparable- pensé-, si quiere, puede arrasar con lo que tenga por delante sin importarle más que sus propios deseos, aunque éstos impliquen acostarse con el marido de su hermana.

Mi cuñada es un torbellino sexual, una fiera salvaje, una amante insaciable capaz de cumplir los más ardientes deseos de cualquier hombre y disfrutar con ello para llegar al cenit del placer, yo ya lo había asumido. En cada encuentro, mi cuerpo evidenciaba lo que mi cabeza trataba de negar. Sin duda, mi conciencia había perdido la batalla y se había unido al vencedor para decirme cuánto la deseaba. Por fin había llegado a la conclusión de que lo único que podía hacer era disfrutar del mejor sexo que jamás había tenido, apartando cualquier remordimiento de mi mente. Además, el que fuese la hermana menor de mi mujer, lo hacía todo aún más excitante, algo prohibido y peligroso que hacía hervir la sangre en mis venas. Con una sola de sus miradas, Patty era capaz de encenderme y ponerme la polla más dura de lo que nadie me la había puesto nunca, con una sola de sus frases hacía fracasar cualquier intento por controlar mis impulsos:

– ¿Te apetece?- resonó su sensual voz dentro de mi cabeza.

– Pues claro que me apetece- respondió mi voz interior.

Apagué el cigarrillo a medias de consumir, y fui directamente al baño. La puerta estaba entreabierta así que, sin dudarlo, la abrí del todo dando un paso hacia el interior. El cuarto de baño era estrecho, alargado y el ambiente estaba saturado de humedad. Las botas negras de Patty estaban a mis pies, y a través de la nube de vapor pude ver la ducha al fondo. La mampara era transparente y las salpicaduras de agua corrían por ella impidiendo que el vaho se acumulase, por lo que se podía ver perfectamente a través del limpio cristal.

Como en un húmedo y nebuloso sueño, contemplé maravillado el espectáculo que reanimó mi aletargada verga, que comenzó a crecer ante la visión que se le presentaba. Mi cuñada estaba bajo la ducha, con los ojos cerrados dejando que el agua caliente incidiese sobre su cara y resbalase recorriendo cada milímetro de su suave piel. Su cuerpo, de perfil, brillaba por el agua que lo recorría haciendo deslumbrante su magnífica desnudez. Ese redondo culito que acababa de follarme sin compasión, describía una hermosa curva por la que el agua se deslizaba para continuar bajando por sus tersos muslos. Sus jóvenes y voluptuosos pechos se veían firmes y deliciosos con el líquido elemento acariciando sus pezones, y se volvieron aún más apetecibles cuando se elevaron al levantar Patty los brazos para echar hacia atrás su negro cabello. Ese gesto propició un engrosamiento de mi miembro que se unió al previo alargamiento para provocarme un evidente principio de erección.

– Preciosa- pronuncié en voz alta verbalizando mis pensamientos.

Mi cuñada me oyó, cerró el grifo del agua y, girándose hacia mí, abrió la mampara.

– ¿Te parece bonito espiar a tu cuñada mientras se ducha?- dijo esbozando su pícara sonrisa.

De frente, su cuerpo mojado parecía surgido de mis mejores fantasías. Su estrecha cintura dibujaba una curvilínea silueta para ensancharse en sus magníficas caderas. Entre sus muslos, la parte superior de su pubis estaba adornada con una fina tira de corto y negro vello que indicaba el camino hacia su centro de placer. Sus redondeados y grandes pechos, albergaban unos atractivos pezones que se endurecieron al observar mi incipiente erección.

– No espío a mi cuñada, contemplo a la mujer que protagoniza mis sueños- contesté devolviéndole la sonrisa.

– Mmm, tal vez deba darte más material para hacer que tus sueños sean tan húmedos como los míos cada vez que en ellos aparece mi cuñado.

Las manos de Patty acariciaron sus duros pezones mientras me miraba fijamente mordiéndose el labio inferior.

Mi erección ya era total, mi falo volvía a apuntar acusadoramente a la causante de su dureza.

Las manos de mi cuñada siguieron acariciando sus tetas, recorriendo suavemente toda su redondez para empezar a apretarlas y masajearlas con dedicación. Poco a poco fueron deslizándose por su cintura, recorriéndola hasta posarse sobre sus caderas, que se contonearon al ritmo de sus caricias. La felina mirada de Patty recorrió todo mi cuerpo y se posó sobre mi inhiesta polla, mirándola fijamente se relamió los labios y continuó acariciando todo su cuerpo, moviéndolo en un sensual baile que hacía hervir mi sangre. Su mano derecha se deslizó por su vientre para llegar a la fina tira de vello púbico, y la recorrió lentamente hacia abajo hasta que su dedo corazón encontró su duro clítoris.

– Aaah- gimió al tocarlo.

Su mano izquierda abandonó la cadera para subir de nuevo a los pechos y comenzar a masajearlos mientras la mano derecha realizaba movimientos circulares sobre su botoncito del placer.

– Mmmm- gemía con sus propias caricias.

Yo contemplaba fascinado, con mi verga como un mástil, cómo esa ardiente hembra se masturbaba para mí mirándome con sus ojos aguamarina encendidos de lujuria.

La rajita del coño de mi cuñada se veía húmeda, pidiendo ser atacada más abajo del mismo modo que el clítoris. Patty accedió a su ruego bajando aún más su mano para introducir los dedos entre sus jugosos labios.

– Ooooohhh.

Todo su cuerpo se contoneó con su caricia mientras su otra mano estrujaba sus pechos pasando de uno a otro.

Se acarició el coño arriba y abajo con tres dedos, apretándolo para sentir su vulva hinchada por la excitación. Los dedos índice y anular abrieron sus labios mayores mientras el dedo corazón exploraba el suave tacto de los labios menores, recorriéndolos y abriéndose paso entre ellos.

– Mmmm, aaahh.

Mi cuñada sacó el dedo embadurnado de sus cálidos fluidos y se lo llevó a la boca, depositándolo sobre su carnoso labio inferior para succionarlo y chuparlo degustando el sabor de sus propios jugos en un erótico gesto de lo más evocador.

– Ummmm, mi coño está delicioso- dijo volviendo a bajar su mano hacia él.

Yo seguía inmóvil disfrutando del espectáculo, llenándome los ojos con cada uno de sus gestos y los oídos con cada uno de sus gemidos, tratando de contener el impulso de agarrar mi polla para masturbarme sin tregua yo también.

La mano derecha de Patty volvió a acomodarse en su coñito moviendo los dedos dentro de él, mientras su mano izquierda acariciaba todo su cuerpo como si estuviese poseída por un amante invisible.

– Uuufff, mmmm, uuuuuufff.

Sus gemidos eran cada vez más profundos en respuesta a sus expertos dedos, que ya exploraban toda su almeja penetrándola una y otra vez, saliendo únicamente para presionar de vez en cuando el clítoris con movimientos circulares.

– Uuummm, uuuuuufff, uuuummmm, uffffff.

Los gemidos seguían aumentando en intensidad, escapándose a través de sus apetecibles labios mientras sus mejillas enrojecían por el placer que ella misma se estaba dando.

– Estoy a puuuuunto de correrme, uuuuufff- dijo deteniendo su mano-. Necesito tu polla dura para llegar al final, ¿te apetece?.

– Claro que me apetece- contesté acercándome a ella-. Mira cómo me la ha puesto mi cuñada mientras la “espiaba” dándose una ducha.

Llegué hasta el plato de la ducha y entré en ella sintiendo el tacto de la goma estriada de su superficie en la planta de mis pies.

Patty llevó sus dedos brillantes de fluido vaginal a mi boca y los chupé degustando el exquisito sabor de hembra excitada. Después agarró mi polla y la recorrió suavemente con la mano hasta llegar al glande, cuya punta estaba mojada con varias gotas de líquido preseminal. Las tomó entre sus dedos y se las llevó a la boca para chuparlas como yo había hecho con sus jugos.

– Fóllame, cuñadito- dijo con sus ojos clavados en los míos.

La agarré del culo con ambas manos y ella pasó sus brazos sobre mis hombros. Apoyé su espalda en la pared y ella levantó una de sus piernas rodeándome la cintura. Mi mano sujetó con firmeza su muslo y, flexionando las rodillas, tiré hacia arriba de mi cuñada levantándola del suelo mientras ella abrazaba mi cintura con su otra pierna. Afiancé mis pies en la alfombrilla antideslizante y, moviendo mi cadera busqué su chochito con la punta de mi polla.

– Uufff- resoplé cuando mi glande tocó la empapada raja de su sexo-, lo tienes ardiendo.

– Sí, ¡clávamela!.

Dejé caer su cuerpo sobre mi polla, y su coño la envolvió completamente devorándola de una sola vez.

– ¡Aaaaahhhhhh!- gritó Patty con todo su cuerpo en tensión.

Los potentes músculos de su vagina apretaron mi miembro abrasándolo con su calor, ¡qué gustazo!, pero mi maniobra aún no había terminado, iba a hacerle sentir la fuerza de mi ariete. Con un impulso, estiré mis rodillas y empujé con la cadera hacia delante empotrando a mi cuñada contra la pared, con la punta de mi verga incrustada contra lo más profundo de su cueva del placer.

– ¡Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!- gritó aún más fuerte con todo su cuerpo en tensión.

Sus piernas apretaron con fiereza mis caderas, sus brazos atenazaron mi cuello, y mi cara quedó aplastada entre sus grandes pechos cuando toda su espalda se estiró separándose de la pared con una fuerza casi sobrehumana.

Conseguí separar mi cara de su pecho, y por unos segundos no me moví, observando con deleite la excitante expresión de Patty en pleno orgasmo, con la boca abierta exhalando hasta el último aliento, sus preciosos ojos casi en blanco, y sus mejillas encendidas mostrándola aún más bella. Fue un orgasmo largo y profundo que hizo que todo su cuerpo se estremeciese con poderosos espasmos. Su vagina exprimió mi falo con tanta furia, que si no la hubiese follado anteriormente por su divino culo, me habría corrido en el acto.

– Uuuufffff- suspiró recuperando el aliento y la compostura-. Me has hecho perder totalmente la cabeza clavándomela así.

– Quería que sintieses a fondo cómo me habías puesto masturbándote para mí-. Contesté.

– Estaba tan a punto… -añadió respirando aún con dificultad-… que has hecho que me corra con la primera embestida.

– Pues aún tengo muchas más para darte.

– Ummm, sí, dame más, quiero mucho más.

Nos besamos entrelazando nuestras lenguas con pasión, explorándonos mutuamente la boca. Apoyé de nuevo su espalda contra la pared y, flexionando ligeramente las rodillas, le saqué unos centímetros de mi falo para volver a embestir con furia.

– ¡Ooooooohhhh!- gritó-…

Quería decir algo más, pero yo no la dejé volviendo a sacar y meter con fuerza mi duro miembro en su cálido y encharcado coño. La penetración era tan suave, tan profunda y placentera que, aprovechando la libertad de movimientos que me brindaban el apoyo de su espalda en la pared, y la sujeción de sus muslos en mis caderas, empecé a bombear con fiereza.

– ¡Oh, oh, oh, oh, oh!- gemía con cada una de mis acometidas.

Su sexo caliente masajeaba mi polla en toda su extensión, provocándome deliciosas descargas eléctricas que subían por mi columna vertebral para que mi cadera siguiese empujando una y otra vez.

– ¡Oohh, ooh, ooohh!- gemidos más profundos de mayor goce-. ¡Cómo me follas, cabrón!.

Mi cuerpo estaba totalmente tenso, entregándose por completo a cada follada con la que mi verga tocaba lo más profundo de su interior mientras mi pubis golpeaba rítmicamente su clítoris, haciéndolo vibrar con cada una de mis acometidas.

– Ummm, ooooohh, uuuuuummmm, oooooooohhhh- la escalada de placer de Patty continuaba.

Sentía su piel ardiendo febrilmente sobre la mía, aún húmeda por la ducha y el sudor de su orgasmo. Pegué mi nariz y mis labios a su cuello, tenía un olor dulce, irresistiblemente embriagador. Sin parar el continuo mete-saca, mi boca se abrió para probar esa suave piel; besé su cuello con devoción, degustando el salado sabor de su piel con la punta de mi lengua, presionando y succionando con los labios para provocarle sutiles cosquilleos que recorrieron su cuello para subir directamente a su cerebro.

– ¡Ajajahaahh!- oí a mi amante mezclando risa con jadeos.

Mi herramienta de placer perforaba su precioso cuerpo una y otra vez, sintiendo en mi glande las maravillosas caricias que las paredes internas de su profunda gruta me daban con el roce.

Patty cogió mi cara entre sus manos, y me apartó de su cuello para mirarme fijamente. Había fuego en sus ojos verdeazulados, una llama de pasión, de lujuria y desenfreno, estaba totalmente entregada a mí.

– ¿Te gussssta fffollarmmmeee?- me preguntó.

– Aahh, mmme encanta follarmmme a mmmi cuñaditaaah.

Esa respuesta incendió su calenturienta mente y aumentó aún más su placer:

– ¡Jodeeeer!- exclamó sin dejar de gemir-. ¡No puedo mááááásssss!, mme voy a corrreeeer, mmme corroooooh, uummmmme cooorroooooooh, uuuummmmme corrooooooooooohhhhhh!.

Todo su cuerpo volvió a convulsionarse con un sublime orgasmo mientras sujetaba mi cara entre sus manos, intentando mantener su mirada fija en la mía.

– Essso essss- susurré cuando su orgasmo empezaba a declinar-, córrete con la polla de tu cuñado dentro.

– ¡Aaaaaaahhhhh!- volvió a gritar Patty.

Su orgasmo en descenso se encadenó con otro aún más intenso, que le hizo apartar sus ojos de los míos echando la cabeza hacia atrás con la boca completamente abierta. Todo su coño latía con fuertes espasmos que parecían querer succionar mi verga aún más dentro, su fuego interno escaldaba mi músculo con sus abundantes jugos.

– Sssssí- dije ensartándole mi mástil a fondo-, te gussssta cómo te la clava el marido de tu hermana.

– ¡Síííííííííííííííííííííí!.

Patty alcanzó la segunda cima de placer quedándose sin aliento, y cuando pudo coger aire para recuperarlo, volví a bombear dos veces más apretando todo mi cuerpo contra el suyo con el segundo envite. El tercer orgasmo llegó, poderoso, haciéndole gritar de nuevo en pleno éxtasis, aunque su duración fue más breve que la de los dos anteriores.

El cuerpo de mi cuñada se relajó por completo, sus piernas dejaron de abrazar mis caderas y sólo quedaron sujetas por mis manos aferrándole los muslos. Sus brazos cayeron a ambos lados, y su espalda se apoyó por completo sobre la pared. Su cara, totalmente ruborizada, bajó para volver a mirarme mientras trataba de respirar entre jadeos.

– Buena corrida, preciosa- le dije.

– Uuuuuuuuffffffff, me has provocado un orgasmo múltiple, cabronazo.

– Lo he visto y lo he sentido, cuñadita.

– Joder, nunca había tenido uno así. Los había tenido en intervalos cortos, contigo o yo solita, pero nunca seguidos…

– Así que te he convertido en multiorgásmica- contesté con una sonrisa.

– Uuufffff, entre tus embestidas y tus palabras…

Mi polla aún estaba increíblemente dura dentro de ella, sus orgasmos me habían dado un gran placer, pero por las circunstancias previas a ese polvo, aún necesitaba más para llegar a correrme.

– Tú todavía no te has corrido, y yo ya no puedo más- aseveró mi satisfecha amante-. ¿Cómo es posible, si ésta es solo la segunda vez?.

– Te recuerdo que ayer te tomaste un abundante biberón…

Patty se rió con picardía tocándose los labios.

– Y un rato después de marcharte follé con tu hermana.

– Ah, claro, mi querida hermana también quería su ración de polla, ¿no?.

– Supongo, y aunque era ella la que cabalgó sobre mí, no podía apartar a su preciosa hermana de mi cabeza…

– Uuummm, eso me gusta, ahora soy tu putita.

– Mi cuñada, mi alumna, mi amante y mi putita… -dije pensativo.

– Me gusta ser todo eso para ti… sácame la polla, que voy a hacer que te corras para que me marques como tu putita.

La bajé con cuidado sacándole la verga brillante por sus fluidos, sus piernas flaquearon un instante, pero pudo mantenerse en pie. Después, Patty se arrodilló delante de mi miembro, y agarrándome del culo se lo metió en la boca sin dudarlo. Le dio una profunda chupada saboreando con la lengua para, acto seguido, sacársela para decirme:

– Dios, cómo me gustan mis juguitos en tu polla, la mezcla de sabores es deliciosa.

Yo le sonreí.

– Te la voy a chupar fuerte, a fondo, pero cuando estés a punto avísame para correrte en mi cara y marcarme como tu puta.

Yo asentí aún más excitado que antes, me encantaba la idea de correrme en su preciosa cara.

Mi cuñada volvió a colocar sus labios sobre mi glande, y engulló la verga hasta que tocó su garganta. Comenzó a succionar con mucha fuerza “ummppff”, subiendo y bajando por el tronco con sus labios a mayor velocidad que las otras veces que me la había chupado. Su cabeza se movía arriba y abajo rápidamente mientras sus manos atenazaban mis duros glúteos con ansia. El placer era tan intenso, sus labios tan golosos, su boca tan cálida y húmeda, su lengua tan suave y experta que, después del polvo inconcluso por mi parte, mis deseos de sentir un orgasmo provocaron que mis caderas empezasen a moverse de atrás hacia delante.

– Mmmmmm- oí a Patty asentir con mi polla en la boca.

Ella detuvo su movimiento, yo bajé mis manos para sujetar su cabeza, y continué con el ritmo de mis caderas, follándome su deliciosa boquita, deslizando mi potente falo entre sus labios, llegando hasta su garganta para tocarla con la punta en cada empujón… “ummppff, ummppff, ummppff, ummppff”

La succión era tan fuerte, y mi goce tan exquisito, que sentí los espasmos que anunciaban la inminente corrida.

– Patty, uuffff, me voy a correr, uuuuuffff.

Saqué la polla y ella se quedó esperando delante de mi glande con la boca abierta, mirándome fijamente con sus ojos de gata. Agarré mi verga y apunté a su cara, su mano acarició mis huevos y mi corrida no se hizo esperar. El primer chorro de mi caliente lefa cayó sobre su frente, con un abundante reguero que se extendió sobre su nariz y que deslizó densamente hacia su mejilla derecha. El segundo disparo impactó un poco más abajo y escurrió hasta su labio superior, recorriendo todo su contorno hasta alcanzar la comisura. El resto de eyaculaciones acertaron en mayor o menor medida con su boca, acumulándose sobre su lengua, aunque resbalaban por su delicioso labio inferior, haciendo un excitante contraste entre el blanco de mi espesa leche y el magenta de sus labios. Mi catarsis concluyó con escalofríos recorriendo mi espalda, y observé con fascinación cómo Patty cerraba la boca y paladeaba mi ardiente elixir para terminar tragándolo. Su cara brillaba con mi semen, que lentamente seguía resbalando por su cutis hacia su barbilla.

Mi cuñadita se levantó y fue a mirar su hermosa cara salpicada de blanco en el espejo que había sobre el lavabo.

– ¡Joder!- exclamó sonriendo-, ¡cómo me has puesto la cara de leche!, ¡cómo me has marcado!.

– “La marca de El Zorro”- dijo en mi cabeza la voz de Anthony Hopkins interpretando a Diego de la Vega.

– No, más bien la marca de la zorra- le contestó en tono burlón mi voz interior.

– Ahora sí que soy tu putita, cuñadito- continuó Patty recogiendo mi corrida de su cara con el dedo índice-. ¡Y qué rica está tu leche!- añadió llevándosela a la boca y chupándose el dedo para degustarla sin dejar de mirarse en el espejo.

– Eres mi putita y no puedo resistirme a ello- contesté pensativo-… Creo que necesitamos una ducha de verdad.

El vapor se había disipado ya, y todo el cuarto de baño estaba inundado de olor a sexo. Nos duchamos juntos, recorriéndonos mutuamente toda nuestra piel con la esponja para enjabonarnos, y aunque el acto estaba cargado de erotismo, nuestros cuerpos ya estaban saciados de sexo por esa mañana.

Antes de marcharme, nos despedimos con un largo beso en el que sus labios succionaron los míos con ímpetu, y quedamos en continuar discretamente con nuestros magníficos encuentros cuando se diese la ocasión.

Subí al coche para volver a la facultad, rememorando cómo finalmente todos mis remordimientos por engañar a mi mujer con su hermana pequeña habían sido aplastados por el abrumador peso de la pasión. Cuando me dispuse a arrancar el coche, la voz de Darth Vader se infiltró en mi cabeza:

– “¡Tú no conoces el poder del lado oscuro!”.

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Relato erótico: “Vacaciones con mamá 4” (POR JULIAKI)

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COMO DESCUBRIVacaciones con mamá (Día 4)

sin-tituloA la mañana siguiente vuelvo a despertarme y ella está en el baño. Cuando abre la puerta aparece una vez más con el diminuto bikini, que vuelve a despertar a todos mis bajos instintos, incluyendo, cómo no, a mi desgraciada polla que salta como un resorte.

Se mira al espejo y con sus manos se ubica bien el sostén de ese pequeño bikini para que no se escape accidentalmente ninguno de sus pezones. Mi visión es la de ese redondo culo y esa tirilla amarilla que se va colando por sus glúteos hasta desaparecer y volver a mostrarse justo por debajo en el dibujo de su coño por detrás. Acaricio mi polla por encima del pijama y corroboro que estoy otra vez como un toro.

– Vamos cariño, que tenemos que ir a la playa. – añade ella mirándome por el espejo atusándose el pelo y haciendo que sus tetas suban un poco más.

– Enseguida voy.

– ¿Qué pasa que vuelves a estar empalmado? – pregunta de pronto en un vocabulario impropio de mamá.

– Creo que sí – digo por algo que es más que evidente.

– No me voy a asustar por eso, cariño, ya lo sabes. Venga…

Ella no deja tiempo para la réplica. Se acerca con decisión y disfruto de sus andares que me parecen lascivos. De pronto levanta las sábanas y descubre la erección bajo mi pijama que apenas puedo tapar con mis manos.

– Vaya, como andas otra vez, hijo, eres tremendo

– Lo siento. – vuelvo a disculparme.

– No, tonto, sí da gusto verte – sonríe mientras yo salgo corriendo al baño tapándome a duras penas.

Me quedo por un momento tras la puerta asimilando todo esto y la respuesta de mamá, cuando ha dicho “da gusto verte” ¿Realmente le gustará ver mi erección? Puede sonar raro, pero estoy deseando enseñársela en vivo y en directo, aunque no sé cómo reaccionaría. Seguramente me partiría la cara.

Después de una ducha de agua casi helada para apagar mi calentura, me voy vistiendo y cuando vuelvo a la habitación ella puesto sus vaqueros y una camiseta nueva de tirantes negra con letras chinas de vivos colores. Vuelve a estar impresionante. Bajamos a desayunar y allí, en el comedor mamá me confiesa lo bien que se lo está pasando y que está haciendo muchísimas locuras, que con mi padre serían totalmente impensables…

– Entonces te veo lanzada a hacer topless- le digo mientras doy un trago de mi café observando el canalillo que ofrece esa camiseta.

– No creo que pueda, Víctor. Eso ya sería demasiado. Le he estado dando vueltas y definitivamente no voy a hacerlo.

– ¿No quieres ir a la playa?

– Sí, sí… me apetece mucho.

– Y en el fondo, te gustaría enseñar las tetas… .- digo sin pensar.

Cuando creo que mamá va a echarme una mirada de asesina, ella se ríe a carcajadas por mi ocurrencia.

– Me da vergüenza, Víctor, pero tengo que reconocer que sí que me gustaría. – añade.

– ¿En serio?

– Sí, lo haría encantada, ya que nunca lo he hecho y creo que nunca podrá darse una oportunidad como esta sin estar tu padre delante…

– ¿Entonces por qué no lo haces? – la animo

– Hijo, por tí no me importaría, si estuviésemos solos en la playa, lo haría encantada.

Casi me atraganto con mi siguiente sorbo de café. Pues no me dice la tía que no le importaría enseñarme las tetas.

– El caso es que me da corte delante de la gente y con Toni… – comenta enrojeciendo.

– Ese tío ¡Te pone! – afirmo.

– ¡Víctor!

– No mientas, mamá.

– Bueno, es cierto, es un hombre muy atractivo y me gusta cómo me mira.

– Y a tí provocarle.

– Pufff, pues sí, ya sé que no está bien, pero es solo un juego.

– Ya lo sé, simplemente estás jugando a calentarle.

– ¿Está mal?

– ¡Qué va!… bueno, mientras sea sólo eso.

– Claro, claro. No pienso hacer nada de lo que pueda arrepentirme.

– Dices que te da apuro enseñárselas a Toni, aunque te aseguro que a él le encantaría – digo, pero a pesar de mi pose natural, estoy pensando lo mismo.

– Pues sí, hay algo dentro de mí que está deseando hacerlo, pero otra cosa es que lo hiciera.

– Entonces, ¿En qué quedamos?, te gustaría enseñarle las tetas… ¿Sí o no?

– Sí, claro. Me gusta como me mira.

– Y te gusta él…

– Sí, pero no… o sea, no, no me líes, ¡Que soy una mujer casada!

– Ya lo sé, pero eso ¿Qué tiene que ver? Lo importante es que te sientes atraída por él y que te encanta mostrarle tu cuerpo, que estás viéndote deseada. – añado sin cortarme.

Veo cómo ella enrojece de nuevo, pero no dice nada, algo que confirma que lo que digo es totalmente cierto. Sin duda, está disfrutando, sintiéndose así de deseada por todos los hombres, por Toni y por mí, aunque no lo piense, aunque ahora que lo medito.. ¿Lo pensará realmente?

– ¿Y a tí? – me pregunta y pienso si se refiere a sus tetas, si me gustaría verlas.

– A mí ¿Qué?

– Que te gusta Sandra. Tú sí que puedes… no eres un hombre casado. Está buena ¿No?

– No tanto como tú. – digo de sopetón, pero es lo que realmente pienso.

– Jajaja, que tonto eres – contesta ella creyendo que lo digo de coña.

– Además la casada es ella.

– Ya pero eso no tiene que ver, Víctor.

– ¿En qué quedamos?

– La tienes loquita, hijo. No hay más que ver cómo te mira. – sentencia.

Tras esa intensa conversación, al fin decidimos dirigirnos a la playa y en un momento mamá me da la mano y me siento más que dichoso, ya que estoy de la mano de la mujer más impresionante y a la que más deseo en este mundo.

A medida que avanzamos por la arena, nos damos cuenta de que no hay mucha gente, pero curiosamente casi todo el mundo está desnudo. La mayor parte son parejas de recién casados y alguna familia, pero principalmente parejas. Evidentemente me fijo más en ellas que en ellos y disfruto de esos cuerpos sin nada de ropa. Veo que además, prácticamente todas las mujeres van depiladas al completo, mostrando sus conejitos por entero. ¡Joder! Una maravilla para los ojos de un mortal como yo. Un montón de rajitas preciosas por todas partes. Intento controlar de nuevo mi erección, pero el hecho de ir de la mano de mamá y viendo tanta tía buena en pelota picada la cosa se me hace más que complicada.

La cosa empeora cuando divisamos a Sandra sentada en una toalla que nos ve y se levanta, mostrando su preciosa desnudez. Nos sonríe y saluda con su mano acercándose hasta nosotros. Está impresionante, con su pelo recogido en una coleta, sus tetas que hoy me parecen más grandes, bailando a cada paso y su sexo totalmente rasurado, exhibiendo una linda rajita mientras se acerca.

Primero se pega a mamá para darle los dos besos, después a mí dejándome de nuevo descolocado y es que no todos los días una rubia imponente se le pega a uno como una lapa y menos estando ella en pelotas. Mi erección ya no tiene ningún tipo de control. Ella lo nota y me sonríe, mirando a mis ojos primero y a mi polla bajo mi bañador, después.

– Veo que os habéis decidido- dice Sandra.

– Sí, nos apetecía venir. Pero de momento yo no me desnudo, aunque casi todos lo estén – dice mamá para dejar las cosas claras y observando el bonito cuerpo de nuestra vecina.

– Tranquila, tú haz lo que te apetezca. Sin agobios – añade Sandra sin dejar de mostrar su dulce sonrisa-.

– Ya veo que tu estás muy relajada así… desnuda.

– Claro, ya te lo dije. Y cuando tú te decidas, verás que bien te sientes. – añade Sandra

– No creo.

– Bueno, tú siéntete cómoda haciendo lo que quieras. No te sientas forzada a nada. ¿Vale?

– Vale, gracias… Oye y ¿Toni? – pregunta intrigada mamá.

– Ah, sí, está dándose un baño.

Mi madre se despoja del resto de su ropa para quedarse con su mini bikini amarillo mientras yo extiendo la toalla rápidamente para intentar ocultar una erección más que evidente. Justo en ese momento llega hasta nosotros Toni, también en bolas y con su polla balanceante y sin ningún pelo en sus partes tampoco. Miro a mamá de reojo que aún continúa de pie y veo que no le quita ojo a esa polla que se acerca columpiándose de lado a lado hasta que nuestro amigo llega hasta nosotros. Me parece incluso ver a mi madre relamerse al ver a Toni desnudo.

Cuando el tipo se pega al cuerpo de mamá, me dan ganas de levantarme y sacarle a patadas de la playa. La imagen me tortura y siento unos celos terribles, pero es que claro, mamá con ese minúsculo bikini y el tío en pelotas completamente adherido al cuerpo de ella, para plantarle dos besos y es que no entiendo porque son tan pegajosos. No se conforma con besarla y ya, sino que se agarra a su cintura y se adosa al cuerpo de mamá como si se fuese a caer. Ella parece cortada, pero seguro que por dentro está ardiendo.

Siento una furia interna que me tortura. En el fondo me gustaría ser yo el que estuviera en este momento desnudo abrazando así a mamá, creo que es simplemente eso.

Después de todos mis mosqueos internos, nos colocamos en nuestras respectivas toallas. En ese instante Sandra dice a su marido que tiene que echarse crema y me quedo observándola, mientras ambos desnudos se untan la crema solar mutuamente. No se cortan y se extienden el bronceador por todas partes, incluyendo tetas, culo y ambos sexos. Cuando Sandra agarra la polla de su marido, esta adquiere un tamaño más que considerable, algo que no pasa desapercibido por mamá que no despega su vista de ese show. Cuando terminan, Toni se vuelve mostrando descarado su erección y mamá se muerde el labio inferior. Creo que está muy cachonda con la situación.

En ese instante la pareja se dirige corriendo al agua mientras nosotros nos quedamos sentados y algo impactados en nuestras respectivas toallas sin dejar de observarles. Allí en el agua juegan y se meten mano con toda la naturalidad del mundo.

– ¡Vaya espectáculo que nos han dado! – dice mamá de pronto en un largo suspiro.

– Sí, jeje, no se han cortado un pelo. Se han metido mano a base de bien.

– Ya lo creo. Y no les ha importado que estuviéramos presentes.

– Desde luego. Qué manera de esparcir la crema por todas partes – añado.

– Y… ¿Has visto como estaba Toni con su polla a tope?

Me quedo sorprendido ante esa pregunta de mamá. En principio por llamarle polla, algo que no se le suele escuchar y por otro lado por comentármelo con tanto descaro.

– Ya he visto que te has quedado flipada mirándosela.

– ¿Se me ha notado mucho? – pregunta mirándome con rubor.

– Pues sí, se te ha visto muy interesada, jeje.

– Hijo, es que hace mucho que no veo una así.

– ¿Grande?

– Más bien normal, pero tan tiesa… – aclara.

Después de decir eso, mamá desvía su vista hacia el bulto de mi bañador y por mi respuesta creo que está pensando si yo la tengo así como Toni o incluso más grande. En ese momento me gustaría enseñársela. Estaría deseoso de ponérsela cerca de su cara y que opinara. Ella vuelve a morderse el labio.

– Te ha puesto cachonda la sesión ¿eh?- le comento envalentonado.

– Un poco. – responde ella avergonzada y con la cabeza gacha.

– Creo que bastante… ¿No?

– ¡Victor!

– No pasa nada, mamá, relájate, a mí sí que me ha puesto.

– Ya veo, jeje. – dice mirando a mi entrepierna.

– Demasiadas experiencias en poco tiempo estamos teniendo.

– Ya lo creo.

– Estamos viviendo cosas muy intensas. – le digo.

– Sí, ¿Hoy te masturbaste? – me pregunta de repente.

– ¿Cómo? – vuelvo a cortarme a pesar de que ella se siente cada vez má segura de sí misma.

– Si, ¿qué si te has hecho una paja esta mañana?

– ¡Joder, mamá!

– ¿Qué pasa? ¿No le vas a ser sincero a tu esposa? – dice ella jugando a ese rol tan divertido.

– Pues hoy no…. todavía.

– Todavía… o sea que alguna cae hoy, jejeje.. – añade.

– Pues seguramente, ¿Y tú?

– ¿Yo, qué?

– ¿Que si te has masturbado?

– ¡Victor! – contesta mirándome con enfado y roja como un tomate.

– ¿Qué pasa? – digo envalentonado – yo lo digo y tú no puedes… además, sé que lo haces. – añado sin darme cuenta de mis palabras, pero creo que lo hago herido en mi orgullo.

– ¿Cómo dices? – pregunta alarmada.

– Que sí mamá, que es normal.

– ¿Me oiste anoche masturbarme?

Con esa pregunta se delata ella sola. Se da cuenta de ello y se pone aún más colorada.

– No, jajaja… anoche no te oí, mamá. – contesto riendo y pensando en qué momento se hizo un dedito sin que yo me percatase, supongo que en el baño, mientras se dio esa ducha.

– ¿Entonces? Si no me oíste anoche, ¿Cuando? – vuelve a preguntar muy alterada.

– Te oí otras veces, en casa.

– ¿En serio?

– Sí, pero no te preocupes, que lo entiendo.

– Es que yo… ¡Dios qué vergüenza, Víctor!

– Mamá, no te disculpes. Supongo que tu cuerpo te lo pide.

– ¡Qué horror!

– No seas tonta, que no pasa nada.

– Es que tu padre anda muy liado últimamente y no tiene tiempo… – se disculpa.

– Para echarte un buen polvo… – digo de sopetón.

– ¡Víctor! – me grita dándome un manotazo en el hombro.

– Perdona, mamá, pero no tienes por qué darme explicaciones, aunque follaras a diario con papá y te masturbaras a todas horas yo no te voy a juzgar. Si lo haces bien y sino, también.

– Gracias hijo, pero a veces pienso si hago mal.

– Mamá, por favor, no seas antigua. Hoy en día se mastruba todo el mundo.

– ¿Tu crees?

– La mayoría.

– Ya sé que no es nada raro, pero no sé, me siento extraña. Y además ahora tu padre no está muy centrado y hace mucho tiempo que… – se queda sin acabar la frase.

– ¡No folláis! – la termino yo.

– Hijo, ¿tanto se nota?

– Pues viéndote en estos días, creo que sí, que hace mucho que no…

– Sí, hace mucho que no. – confirma mirando a la arena.

– Pero ¿mucho, mucho? – pregunto ya intrigado.

– Creo que casi tres meses.

– ¡Joder! – digo. – no me extraña que tengas ese calentón y ganas de desahogarte.

No contesta. Está avergonzada. Mamá guarda silencio y cuando lo hace es porque se siente incómoda y prefiero no continuar con el tema. Nos quedamos mirando a la gente pasar a nuestro lado viendo que casi todos están desnudos, prácticamente todos menos ella y yo. Ella observa las vergas que discurren columpiándose a nuestro lado y yo los cuerpos de casi todas las chicas con esas tetillas balanceantes y esos coños sin pelitos…

– Mamá, ¿Por qué no te quitas la parte de arriba? – la animo de pronto.

– ¿Qué dices? – me recrimina.

– Ahora es el momento. Eres la única en toda la playa que lleva sostén del bikini.

Ella mira a todas partes aunque sabe que es cierto lo que le digo y no solo eso, sino que casi todo el mundo está desnudo completamente. Observa hacia el mar a lo lejos y se puede ver a nuestra pareja amiga bañándose tranquilamente.

Decido no presionarla más. Me tumbo en la arena y cierro los ojos, intentando asimilar tantas cosas como me están ocurriendo en estos días.

– Víctor – me dice mamá en voz baja.

– Dime – contesto con el ojo guiñado cegado por el sol.

– ¿De verdad que no te importa si me quito la parte de arriba?

Me pongo sentado sobre la toalla como un resorte porque no acabo de creerme lo que me acaba de decir. Ahora está sonriendo esperando mi respuesta.

– ¿Quieres decir que te vas a poner en tetas?

– Sí, pero antes quiero saber tu opinión.

– ¿Cómo? – mis ojos deben estar como platos y mi polla a punto de reventar.

– Sí, que me digas si hago bien y sobre todo si las tengo muy caídas, para antes de que vengan ellos, ya sabes, me da vergüenza. Si me ves mal, no me pongo. Es que nunca lo he hecho.

– Vale – intento contestar con cierta naturalidad, pero me sale en tono nervioso.

– Y por favor, a tu padre ni una palabra.

– ¡No, mujer!… tranquila.

– ¿No lo utilizarás como arma arrojadiza en algún momento?

– ¡Mamá, por favor!. Yo no haría eso nunca. Lo de este viaje es absoluto secreto.

– ¿Seguro?

– Te lo juro.

Mamá se echa las manos a la espalda y se suelta el cordón de su sostén. Mira a ambos lados y deja caer la prenda. Casi me caigo de espaldas al verla. Lo cierto es que las tetas de mamá son más bonitas todavía de como nunca antes las hubiera imaginado. Son perfectas, grandes, con unas aureolas en sus pezones rosados grandes y estos bastante marcados y puntiagudos. Creo que está excitada por la situación pues noto sus pezones como dos botones. Qué pechos tan lindos. Mis ojos parecen hipnotizados por esas domingas divinas y esos pezones que parecen ojos mirándome.

– ¿Qué tal hijo?- me pregunta sosteniendo sus tetas por debajo en sus manos.

– Mamá, son preciosas – lo digo con pleno convencimiento.

– Gracias, pero dilo en serio. Están muy caídas ¿verdad?- repite y las suelta descendiendo esas protuberancias por su propio peso, pero lo hacen ligeramente, para nada me parecen caídas, creo además que están más erguidas de lo que debieran para su edad, vamos están en su punto justo y necesario, al menos eso me parece.

– Lo digo completamente en serio, mamá, no me parece que estén caídas, sino al natural siendo tan grandes y las tienes muy bien puestas. Ya quisiera más de una… -digo a fin.

Mamá besa mi frente y una de sus tetas roza mi hombro, sintiendo una especie de escalofrío por todo mi cuerpo. Mi polla está a punto de reventar, claro.

– ¿Entonces me quedo así?

– Sí, mamá, estás impresionante. ¿Tú te sientes bien? – le pregunto hipnotizado con la visión.

– Sí, la verdad es que me apetece mucho mostrarlas. Me muero de vergüenza pero me encanta. Después de ver a estos, creo que estoy un poco…

– Cachonda…

– Sí – dice sin replicarme esta vez.

– Pues hazlo. Por mí no hay problema.

– ¿De verdad que no te importa que tu madre esté con las tetas al aire?

– Para nada, me encanta verte así.

– ¿Me estoy volviendo loca?

– En absoluto, es algo natural. Tú, siéntete libre y muestra tu lado más salvaje.

– Tu padre nunca me dejó probar y ahora me siento rara, pero a gusto. En estas vacaciones es todo tan extraño… – acaba diciendo.

En ese instante llegan hasta nosotros la pareja que había estado jugando en el agua. Ella aplaude desde lejos y Toni parece ponerse bizco y vuelve a crecer su polla mientras se acercan, pero es que no me extraña porque yo no puedo dejar de mirar esos pechos divinos. Cuando están a nuestro lado Toni presenta su polla completamente empalmada y no parece cortarse ni su chica tampoco, que no se lo recrimina.

– Al final te has decidido, ¡Bravo! – añade Sandra dirigiéndose a mamá.

– Sí, creo que aquí nadie se va a alarmar. – le contesta ella.

– Tienes unas tetas preciosas. – apunta la rubia.

– Sí, son geniales, ya solo te queda quitarte las braguitas. – añade sin cortarse, todo gracioso, Toni.

– ¡No, tanto como eso no! jajajaa. – es la respuesta de mamá avergonzada.

La verdad es que de sólo pensarlo me pongo a mil. Y sí que me gustaría verla en pelota picada, pero creo que eso ya es más que un sueño, algo impensable. Verla así, con ese tanga amarillo cubriendo lo justo y esas enormes tetas es lo que menos hubiera imaginado jamás.

Pasamos un día muy agradable y mamá después de echarse crema en sus tetas de una forma que me parece más que sugerente, se ha ido sintiendo más segura y enseña sus pechos al desnudo con total naturalidad. Cómo ha cambiado en tan pocos días, pero me encanta. Toni tampoco pierde detalle y a mi madre parece gustarle provocar erecciones continuas.

Después nos metemos en el agua, tomamos el sol, paseamos por la orilla y mamá ya no se corta como al principio, que miraba a todos lados. Ahora se siente segura y admirada, no solo por Toni y por mí, sino por muchos de los bañistas que no disimulan para echarla un ojo y asombrarse por ese par de melones. Yo, naturalmente, me siento más que orgulloso.

Por la tarde regresamos al hotel y mamá me confiesa lo bien que se lo ha pasado durante ese día y lo valiente que ha sido mostrando las tetas por primera vez.

Cuando llegamos a la habitación yo me meto en el baño y me hago otra de mis monumentales pajas, pensando obviamente en las tetas de mamá, que no logro borrar de mi mente y que las veo pletóricas y preciosas en cada una de las imágenes que vuelven a mi mente de ese día playero tan extraordinario. Esto es una locura, pero me encanta y creo que a ella también. Me corro imaginando mi polla entre esas dos moles mamarias que disfruté de niño y ahora también, afortunadamente, de adulto.

Al salir del baño veo a mamá hablando con mi padre por teléfono y se ha quitado la camiseta que llevaba por lo que vuelve a dejar al aire esas tetas tan deliciosas y sin que le importe que la mire. Yo, evidentemetne, no puedo remediar quedarme prendado de semejante visión. Ella sigue parloteando y no hago mucho caso a su conversación, pero de vez en cuando me mira y me pilla mirando sus tetas, además de todo su cuerpo pues tan sólo lleva la braguita minúscula del bikini.

– Era tu padre otra vez – me dice cuando termina la conversación.

– Ya me imaginé.

– Dice que si lo estamos pasando bien.

– Y le dijiste que sí, claro…

– Por supuesto, y es verdad ¿no? Yo al menos estoy encantada. ¿Tú? ¿Te lo estás pasando bien con tu madre?

– Yo estoy en la gloria.

– Jajaja, que bobo eres… Podrías estar con tus amigos y aquí conmigo….

– Disfrutando de tu cuerpo – lo digo sin pensar.

– Ya y de alguna otra chica en la playa. Supongo que ya te habrás hecho otra paja pensando en Sandra.

– ¡Joder, Mamá!

– No pasa nada, hijo, estás en la edad y la chica es preciosa y con un cuerpo de miedo, viéndola desnuda como para no sentirte excitado, es lógico. Es un bombón, lo entiendo perfectamente…

Ella lo dice como si tal cosa, pero no piensa que la que está en mis pensamientos y casi en exclusiva es ella y su endiablado cuerpo, ese que tengo ahora delante y me deja siempre sorprendido.

– También se ha quedado flipado Toni con tu cuerpo – añado, por no decir que soy su incondicional admirador.

– ¿Tú crees?

– No disimules, anda, que lo sabes tan bien como yo.

– Bueno, sí, pero no tanto como para flipar… – contesta riendo.

– ¿Acaso no viste como se empalmaba viéndote?

– ¡Víctor!

– ¿Es cierto o no, mamá?

– Sí, tienes razón, noté que no me quitaba ojo a las tetas.

– Como para no…

– Sí y me miraba sin cortarse.

– Y a tí te gustaba provocar eso en él…

– No… bueno… sí. Y además no dejaba de insinuar que me quitara las braguitas para quedarme desnuda.

– Hubiera flipado. – contesto eufórico, aunque realmente hubiera sido yo el primer desmayado.

– Ya lo creo.

– No te atreverías a hacerlo… – lo digo casi como una afirmación.

– ¿Lo de desnudarme del todo?, eso sí que no. Ni borracha.

– Esa sería tu prueba de fuego ¿No? jajaja.

– No, Víctor, eso es demasiado. ¿Te imaginas que me ponga desnuda en la playa?

– Pues sí, me lo imagino… jeje.

– Y ¿Tú te atreverías? – me pregunta de pronto.

– Uff, claro, supongo que sí. – lo digo haciéndome el chulito animándola a que no sea ella la única en no atreverse.

– Aunque estarías todo el día a tope, jajaja… – responde haciendo que yo enrojezca.

– Como Toni – añado yo en ese toma y daca.

– Sí supongo que estarías así como él.

– Y ¿te gustó verle así eh?

– ¿Empalmado?

– Sí, tiene una buena polla… – digo sin pensar.

– Ufff, tengo que reconocer que sí, pero me siento mal.

– ¿Por qué?

– Culpable, ya sabes…tu padre…

– Mamá, ¿Otra vez con eso? Tú misma dijiste que esta es tu única oportunidad de hacer algo diferente, luego no podrás hacerlo.

– Es verdad. Pero parece que le esté engañando y no me gusta.

– Que le veas la minga a un tío no es nada malo.

– Ya, pero estando así… por mi culpa.

– Pues ¿qué quieres que te diga, mamá? Que pongas cachondos a todos los tíos de la playa y del hotel no quiere decir que le estés poniendo los cuernos ni nada por el estilo

– Anda exagerado, a todos los tíos – dice riendo.

– Es verdad. Toni está como loco y yo también – añado envalentonándome y esperando su reacción.

– Víctor ya se que tu lo dices desde el cariño y por ti no me importa. A pesar de que nunca me hayas visto las tetas, bueno, salvo cuando eras un bebé y mamaste bien de ellas, claro.

– De eso hace mucho, jeje… – intervengo.

– Ya lo creo, pero bueno, no me importa que ahora me veas medio desnuda, pero con los demás, parece que esté siendo un poco putilla, provocadora… No me gusta del todo.

– Que disfruten, mamá. Yo ya lo hago – insisto en mostrar mi admiración hacia ella.

– Ya, pero no es lo mismo, tú eres mi hijo y eso tampoco es tan malo.

– ¿Te desnudarías del todo delante de mí? – mi pregunta es así, fulmimante.

– Anda, calla bobo – dice riendo otra vez y metiéndose en el baño.

Me deja allí pasmado sin responder a mi pregunta y dejando mil incógnitas en el aire, yo no puedo remediar acariciarme la polla por encima del bañador.

Cuando sale del baño, lo hace únicamente llevando unas braguitas blancas. Algo que hace que mi polla quiera pedir a gritos salir de mi bañador. Esta noche hemos decidido no bajar a cenar porque mamá dice haberse quemado con el sol y prefiere ponerse una crema hidratante y no ponerse ninguna prenda encima. Yo estoy encantando, claro. Y ella se pasea por la habitación con sus tetas al aire y esparciéndose un after sun por todo el cuerpo, que por cierto, brilla moreno.

– Deberías echarte algo de esto – dice señalando el envase.

Ni corta ni perezosa comienza a untarla por mi espalda, mis hombros, mis pectorales, juega entre mis abdominales y los acaricia. Mi erección es evidente, pero a estas alturas y viendo la risita de mamá, estamos perdiendo la cordura y acercando distancias. Es nuestro gran secreto y ambos lo estamos disfrutando. Para uno es difícil mantener la compostura cuando la mujer a la que más desea está ataviada únicamente con unas minúsculas braguitas y todo lo demás al aire, como jamás hubiera pensado.

Nos metemos en la cama y seguimos charlando durante un buen rato del divertido día, de lo atrevida que ha sido al ponerse en top-less y a sentirse contenta de hacerlo y de verse admirada por tanto hombre, algo que nunca antes había podido hacer. Es una sensación rara, pero estar ahí juntos en la cama y medio desnudos es como si fuéramos dos buenos amigos y no una madre y un hijo precisamente.

– Nos hemos quemado un poco ¿no? – me dice ella.

– Sí, nos ha dado el sol fuerte, quizá deberíamos usar una protección solar mayor.

– Sí, creo que si. Mañana compramos otra en la tienda del hotel. No quiero que se me quemen las tetas, ahora que estoy decidida a enseñarlas, jeje.

– Vale, mañana compramos protección para tus tetazas.

– ¿Son muy grandes? – me pregunta mirándome fijamente y sosteníendolas por debajo haciendo que estas suban.

– Son preciosas – afirmo y paso mi lengua como si me las fuera a comer.

– ¡Calla tonto!

Mamá se pone a leer un libro y yo uso mi smartphone para contestar a los mensajes que he ido recibiendo de mis amigos y que no he tenido ni tiempo de contestar y viendo alguna foto cachonda que me han enviado. De pronto recuerdo que no tengo las fotos de las tetas de mamá al natural.

– Oye ¿podría hacerte una foto a las tetas con mi móvil?

– ¿De mis tetas?

– Sí, un par de fotos, ya sabes, para verlas luego juntos…

– Bueno, haz un par de ellas, pero nada más. – dice ella tras pensarlo unos segundos aunque sabe de sobra que no haré solo dos.

Yo me pongo a disparar y sigo sin creérmelo. Estoy loco de contento. Me pongo de rodillas en la cama y sigo sacando una y otra foto sin parar, ella al estar sentada queda frente a mí y sonríe. Aprovecho a disparar un montón de fotos desde todos los ángulos, de cerca, de lejos, primeros planos de sus pezones, hasta que incluso se los tapa avergonzada, pero al hacerlo, me excita incluso más y vuelvo a ponerme como un toro.

– Ya te has puesto otra vez a tope. – dice riendo y señalando mi bulto.

Ya no oculto mi empalmada y llega incluso a gustarme ofrecerle la erección bajo el pantalón de mi pijama.

– ¿Te gusta provocar esto en los hombres eh? – le digo de pronto y sin dejar de hacer fotos.

– Anda, ya vale de fotos, guarro, que soy tu madre.

Vuelvo a sentarme en mi lado de la cama y empiezo a ver las fotos que le he hecho. Ella se pega a mí y noto su teta rozándome el brazo. Mira las fotos conmigo y me siento super feliz con ella tan cerca de mi, incluso en alguna ocasión, su duro pezon roza mi piel y me estremezco. A ella no parece importale y a mí me encanta.

Después de un rato se retira y sigue leyendo y yo no dejo de pensar en la suerte que tengo de tener a una madre tan buenorra. De vez en cuando miro ese perfil de su rostro y más abajo las tetas con su caída natural

– Ufff, me rozan las braguitas y me molestan. Hemos estado mucho al sol. Creo que me las voy a quitar. – dice de pronto con sus manos bajo las sábanas.

Trago saliva porque no creo lo que oigo. Mi madre ya no le da más importancia a nada y bajo las sábanas sigue haciendo unos leves movimientos hasta que se saca las braguitas por los pies y las tira por encima de su cabeza hasta el suelo. Joder… ¡Está en pelotas bajo las sábanas!

– Así, desnudita, estoy mucho mejor. Deberías quitarte tú también el bañador para que no te roce.

– No sé… – respondo dudoso aunque estoy deseando hacerlo.

– Sí, tonto, bajo las sábanas no te veo, tranquilo.

No lo dudo más, es una oportunidad de oro. Hago la misma operación que ella, metiendo mis manos bajo las sábanas y saco mi bañador para dejarlo en el suelo. Estoy en bolas igual que ella y no acabo de asimilarlo: Ambos desnudos y en la misma cama. ¡Dios! ¡A unos pocos centímetros!. No quiero pensar si nos rozamos en algún momento de la noche, creo que me correré si me toca.

– Hijo, no abuses de tu madre mientras duermo, jajaja. – dice de pronto a modo de broma.

– ¡Mamá! – protesto aunque mis pensamientos van por ahí, ya que no acabo de asimilar que ambos estemos desnudos en la misma cama.

– No, ya sé que me respetas, cariño.

– ¡Claro, mamá que soy tu hijo! – Lo digo intetando ser convincente y en mi papel de buen hijo, pero por dentro sé que soy un demonio.

– Pero así desnuda bajo las sábanas y desnudo tú también…. – acaba añadiendo ella.

No sé cómo tomármelo, espero que no sea una invitación al pecado. Ahora resulta que el cortado soy yo, pero el caso es que ella me incita con esas palabras, como si fuera un cortado y ella una lanzada. Creo que todo está sucediendo muy rápido, tanto, que me pilla de sorpresa a mí el primero. Todas mis fantasías se están cumpliendo, algunas a tanta velocidad, que me sobrepasan, al menos no soy capaz de asimilarlas tan rápido. ¡Estamos desnudos en la misma cama, joder! ¿Cómo voy a asimilar eso?

Juliaki

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juliaki@ymail.com

 

Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (7)” (POR ALFASCORPII)

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dueno-inesperado-1Mi cuñada, mi alumna, mi amante (7)

sin-tituloPor fin llegaba el fin de semana, habían transcurrido tres días desde mi último encuentro con Patty en el que, al fin, sucumbí en mente y cuerpo a sus encantos para ser completamente suyo, y ella convertirse en mi putita personal para satisfacer todas mis fantasías.

Al ser último viernes de mes, tocaba lo que mi esposa llamaba “la noche de amigos”. Ella quedaba con sus amigas para salir a cenar e ir a tomar algo, y yo era totalmente libre para salir de copas con mis amigos y rememorar los viejos tiempos en los bares de siempre.

A las 9.30 ya estaba con mis colegas, en el bar de uno de ellos, tomando cervezas, aperitivos y poniéndonos al día sobre nuestras vidas y trabajos. Éramos 4 en total, Antonio (el dueño del bar), Ángel, Jandro y yo. Pasamos un buen rato riendo con las anécdotas de cada uno mientras cenábamos con los generosos aperitivos que Antonio encargaba al camarero para nosotros.

Más tarde, decidimos ir al bar de copas al que seguimos yendo fielmente desde hace 15 años, “Odín”, un local en el que ponen música rock y heavy metal que nos retrotrae a nuestra adolescencia y época veinteañera.

Saludamos a los viejos camaradas de siempre, los parroquianos que ya forman parte del mobiliario de “Odín”, y comprobamos que aparte de éstos, sólo había un par de caras nuevas en el local.

La noche fue pasando entre copas, partidas de dardos, repertorio de chistes y las viejas canciones que inflaman el corazón con el poderoso sonido del metal.

Según fue pasando el tiempo, mis amigos se fueron retirando a sus casas, y nos quedamos únicamente Jandro (soltero y fiestero empedernido) y yo, con ganas de aprovechar al máximo una noche entre tíos. Nos instalamos al final de la barra del local, lejos de la puerta, dándole yo la espalda a la misma, y charlamos animadamente sobre libros, películas y música hasta que mi colega me dijo:

– Carne fresca.

– ¿Qué?- le pregunté aguzando el oído para entender sus palabras mezcladas con la música del local.

– Que acaban de entrar tres tías, y nunca las había visto aquí.

– Bueno- le contesté-, de vez en cuando aparece gente nueva, hay que ir renovando el mobiliario del bar, ¿no?.

-Ya, pero es que parece que están buenas, sobretodo una morena. Si se quedan un rato nos acercamos…

– Tío, te recuerdo que estoy casado…

– Bueno, pues te guardas el anillo y me sigues el juego, a lo mejor esta noche mojamos. Ya sabes que yo soy una tumba, nadie sabrá nada.

Jandro es muy buen amigo, aunque un poco crápula. No era la primera ocasión en la que trataba de tentarme para que le pusiera los cuernos a mi mujer, pero por supuesto, todas sus tentativas habían sido en vano.

– Sabes que no voy a hacer eso- le contesté-, como mucho te hago de carabina, pero no pienso liarme con ninguna.

– El que estés a dieta no significa que no puedas darte un atracón de vez en cuando- dijo sonriendo-. Aunque sé que no tienes huevos a ponerle los cuernos a Tere.

– “He visto cosas que vosotros no creeríais”- pensé rememorando las palabras del replicante de Blade Runner.

– Lo que no hay son ganas- sentencié dándole un último trago a mi copa.

– Bueno, pues entonces serás mi carabina… ¡coño!- exclamó de repente.

– ¿Qué pasa?.

– Joder, que la morena viene para acá, y no está buena, está buenísima…

La cara de mi amigo viró de la expectación a la sorpresa cuando la chica se acercó aún más a nosotros:

– ¡Pero si es tu cuñada!- exclamó.

Me giré de inmediato para poder verla, y me encontré con ella, con Patty.

– Hola, profe- me dijo dándome dos sonoros besos-, y… Jandro, ¿verdad?. Nos conocimos en la boda de mi hermana.

– Sí, claro- contestó Jandro visiblemente excitado porque recordase su nombre.

– ¿Qué haces aquí?- le pregunté a mi cuñada estupefacto.

– Bueno, vivo cerca de aquí, y había oído hablar de este sitio, pero nunca había llegado a entrar, así que he convencido a mis amigas para tomar algo aquí y ver qué había.

Patty me dedicó su sonrisa de picardía mientras estudiaba de reojo a Jandro. Estaba claro que sabía por su hermana que yo frecuentaba ese bar.

– ¡Es lo que tiene ser un animal de costumbres!- pensé.

– Tómate algo con nosotros- se apresuró a decir Jandro radiografiándola mentalmente.

Estaba preciosa e increíblemente sexy, vestida con una entallada blusa negra de magnífico escote en pico que mi amigo no podía dejar de mirar, y como prenda inferior llevaba una falda de tubo con finas rayas grises horizontales y verticales sobre fondo blanco. Calzaba unos zapatos negros con tacón de aguja, así que por su altura, y sinuosa silueta, era imposible que pasase desapercibida para nadie.

– No, muchas gracias- declinó Patty-. He dejado al otro lado de la barra a mis amigas y creo que están un poco acobardadas por el tipo de música. Tal vez luego- concluyó guiñándole el ojo a mi amigo.

– Nos vemos, profe- se despidió de mí con un aleteo de sus pestañas.

Sin más, se dio la vuelta y se dirigió donde la esperaban sus amigas, deleitándonos con un magnífico movimiento de caderas y culo, bien marcado por la falda, al ritmo de cada paso que la alejaba de nosotros.

– Uffff- resopló Jandro-, ¡pero qué buena está tu cuñada!. Si no hubiesen estado vuestras familias, le habría entrado en tu boda.

– Me temo que no hubieses tenido ninguna oportunidad- contesté verbalizando mi opinión contrastada por los recientes acontecimientos.

Pedimos otra copa y continuamos charlando, aunque al poco tiempo, Patty volvió con nosotros.

– A mis amigas no les gusta mucho este sitio- dijo-, y quieren marcharse, pero a mí me gustaría quedarme. ¿Os importaría si me quedo con vosotros?.

– Por nosotros encantados- se apresuró a responder mi amigo-, ¿verdad, Carlos?- añadió dándome toquecitos con el codo en el costado.

-No, claro- contesté yo vislumbrando cómo acabaría la cosa-, aunque yo no tardaré en marcharme…

– ¡Genial!- exclamó Patty dedicándonos una seductora mirada-. Me fumo un cigarrito con mis amigas fuera y vuelvo con vosotros, ¿vale?.

– Aquí te esperamos, guapa- volvió a adelantarse Jandro.

– Jooodeeeer- añadió cuando mi cuñada se alejó de nosotros-. Me ha puesto la polla dura con solo mirarme. ¡Esta noche me la calzo!. En cuanto te acabes la copa pones cualquier excusa y me dejas con ella.

– Amigo mío- pensé-, creo que no eres tú su objetivo.

– Haré lo que pueda- contesté a mi lanzado compañero.

Diez minutos después, Patty estaba de vuelta. Jandro le invitó a una copa, y charlamos los tres. Mi amigo no dejaba pasar ninguna oportunidad para halagarla y flirtear con ella, a lo que mi cuñada respondía siguiéndole el juego, alentándole y permitiendo que su excitación fuese en aumento, aunque siempre acababa mirándome a mí de reojo, buscando mi complicidad y excitándome con sus seductores ojos.

– Bueno- dije cuando terminé mi consumición-, ya es un poco tarde y seguro que Tere ya ha llegado a casa, así que debería irme para casa.

Jandro me miró expresando gratitud, aunque en realidad yo no le estaba haciendo ningún favor. Para mí era evidente que mi cuñada había venido a encontrarse conmigo, y yo ya había aceptado la invitación buscando la manera de que fuese mi colega quien se marchase a casa.

– Pues yo también me voy- añadió Patty-. Aunque seréis buenos y me acompañaréis a casa, ¿no?.

– Por supuesto- se adelantó de nuevo mi amigo tratando de ocultar el fastidio por no quedarse a solas con ella.

La acompañamos a su casa, que realmente sólo estaba a 15 minutos caminando desde “Odín”.

– ¿Por qué no subís a tomaros la última?- nos preguntó cuando llegamos al portal-, es lo mínimo para agradeceros vuestra compañía.

– No hace falta que lo preguntes dos veces- contestó Jandro aceptando por los dos.

Habría sido absurdo negarme, la verdad es que ya estaba deseando tener otra ración de sexo salvaje con Patty. Mi amigo estaba creándose falsas expectativas pensando que sería él quien lograría el triunfo, y yo no veía la forma de desembarazarme de él.

Compitiendo mentalmente con cruces de miradas, los dos seguimos al objetivo de nuestro deseo, admirando cómo su maravilloso culo se meneaba al subir los escalones. Ya en el pequeño salón, nos sentamos los tres en el sofá, mi cuñada entre ambos, tras preparar las copas en la cocina.

– Un piso muy mono- comentó Jandro-, ¿vives sola?.

– Sí- contestó Patty encendiéndose un cigarrillo-, así no tengo que preocuparme de molestar o ser molestada cuando traigo alguien a casa.

Mi colega la estaba devorando con los ojos, y ella parecía complacida de sentirse deseada de forma tan descarada. Cualquiera de sus gestos era pura seducción: sus miradas verdeazuladas y aleteos de pestañas, su sensual forma de fumar, la manera en que relamía sus labios tras cada pequeño trago de su copa, el coqueto gesto de colocarse el pelo tras la oreja… y sobre todo, la manera en que su mano se posaba sobre la pierna de Jandro cada vez que le hablaba. Él estaba cardíaco, y yo estaba empezando a sentir cómo un nudo se formaba en mi estómago.

– ¿Estaré equivocado?- pensé-. ¿No seré yo el que está de más en esta situación…?

La duda y el malestar siguieron retroalimentándose en mí, ¿acaso estaba sintiendo celos?.

– ¿Y tienes novio?- preguntó Jandro.

– ¡Ah!- exclamé por dentro-. El muy cabrón ya está encauzando el tema, tal vez debería marcharme a mi cálido lecho, con mi fiel esposa…

– No- contestó Patty-, no me gustan las ataduras, soy más de vivir el momento, ¿verdad, cuñadito?- terminó dándose la vuelta hacia mí y guiñándome un ojo sin que mi amigo se percatase.

– Supongo- contesté sorprendido mientras mi polla se desperezaba ante el gesto de complicidad.

No sabía a qué estaba jugando mi cuñadita, parecía como si me estuviese dando una de cal y otra de arena. ¿Estaría provocándome para que sintiese celos?, ¿querría atraparme en su red hasta tal punto…?

– Uffff- resopló Jandro-, un pibón como tú viviendo el momento… esto se pone interesante…

Patty volvió a girarse hacia mi amigo, agarró su abultado paquete con la mano izquierda, y se abalanzó sobre él para darle un húmedo beso.

Yo me quedé petrificado, observando cómo se besaban. El único músculo de mi cuerpo capaz de reaccionar era mi verga, que se había puesto durísima contemplando el culito de mi cuñada moviéndose mientras devoraba la boca del encantado Jandro.

– Aquí sobro- dije malhumorado cuando mi mente consiguió salir del shock. Realmente estaba celoso.

Patty se separó de mi colega, volvió a girarse hacia mí, agarró mi dura entrepierna y se echó sobre mí metiéndome la lengua hasta la garganta para darme un tórrido beso. Después se separó succionándome el labio inferior haciendo que todo mi cuerpo se estremeciese. Entonces pude volver a ver a Jandro, que nos miraba con los ojos a punto de saltársele de las órbitas.

– Aquí no sobra nadie- susurró con excitación mi cuñada-. Tengo dos pollas para mí sola y quiero disfrutarlas, ¿os apetece?.

Jandro reaccionó enseguida, a su calenturienta mente le daba igual que Patty fuese mi cuñada, sólo podía pensar en que se iba a follar a una tía buenísima compartiéndola con su mejor amigo. Así que sin dudarlo se incorporó y, agarrándola por la barbilla, le metió la lengua hasta la campanilla mientras la mano de mi cuñada seguía acariciando la dureza de mi entrepierna por encima del pantalón.

Todo rastro de malestar y celos, sorprendentemente, estaba desapareciendo de mí. Sentía mi polla latiendo con las caricias de esa mano que sabía perfectamente cómo hacerlo, y la idea de follarnos a esa fogosa hembra entre los dos me pareció tan excitante, que me produjo un cosquilleo que ordenó a mi mano izquierda que le cogiese uno de sus turgentes pechos, mientras, la lengua de mi compañero exploraba su boca y sus manos recorrían todo su culo.

Patty se levantó, y cogiéndonos a ambos de la mano nos guió hasta el dormitorio. Comenzó un erótico baile para nosotros, moviéndose cautivadoramente mientras se iba deshaciendo de la ropa con un striptease digno de las mejores salas de variedades.

Jandro y yo nos la comíamos con los ojos, grabando en nuestras retinas cada uno de sus sensuales movimientos.

Primero se desabrochó lentamente los botones de la blusa, uno a uno, hasta abrirla del todo y dejarla caer al suelo. El sujetador negro que llevaba oprimía y alzaba sus turgentes senos, pero no era lo único que alzaba, pues mi polla apenas podía ser retenida por mi pantalón, al igual que la de mi amigo, que se abultaba en su entrepierna marcando un buen paquete.

Patty disfrutaba viendo cómo cada uno de sus movimientos era seguido por nuestras miradas incendiadas de deseo, que se correspondían con las latentes erecciones que clamaban por ella. Siguió con su erótico baile acariciando sus pechos por encima del sujetador, deslizando las manos por su sinuosa cintura, recorriendo sus caderas, girándose para mostrarnos cómo se acariciaba sus firmes glúteos… Contoneando las caderas, fue sacándose la falda haciéndola bajar poco a poco por sus muslos, como una serpiente que muda de piel.

Su tanga era negro, a juego con el sujetador; en la parte delantera apenas era un diminuto triángulo que marcaba la forma de su vulva, y en la parte trasera sólo se veían dos finas tiras sobre sus caderas, que confluían en el centro para acabar desapareciendo un poco más abajo, entre las redondeces de sus duras nalgas.

– ¡Qué polvazo tienes!- exclamó Jandro.

– Mmmm- gimió Patty acercándose a él con movimientos felinos.

Le desabrochó los botones del pantalón y se lo bajó junto con los calzoncillos mientras él se desnudaba de la parte de arriba. Con la polla tremendamente erecta, gruesa y llena de venas, se quedó desnudo para ella.

– Tienes una polla muy gorda- le susurró mi cuñada acariciándosela-. A ver cómo la tiene mi profe.

De sobra sabía cómo era, bien la había visto y mucho la había disfrutado engulléndola con sus tres orificios del placer, pero quería simular que era la primera vez que la tendría para ella. Se acercó hacia mí y repitió la misma operación que con mi amigo, quedándome totalmente desnudo con mi verga tiesa pidiendo su atención.

– Ufffff- suspiró Patty acariciándomela-, es muy grande y también la tiene durísima…

– Así es como me la ha puesto mi cuñadita- dije yo-, dispuesta para follármela. ¿Te apetece?.

Guiñándome un ojo por nuestra pregunta cómplice, y con cara de lujuria, mi cuñada se arrodilló ante mí y lamió mi glande para después mirar a Jandro e invitarle a acercarse. También lamió su húmedo glande para relamer el líquido preseminal que brotaba de la punta.

– ¡Qué maravilla!- exclamó cogiendo nuestros falos con cada una de sus manos-. Dos deliciosas pollas para mí solita.

Mi colega me miró sonriéndome, y yo, sin dudas que ensombrecieran mis deseos, totalmente entregado a la causa, le devolví la sonrisa. La perspectiva de follarnos los dos a esa insaciable hembra me había excitado de tal modo, que ya sólo podía pensar en darle justo lo que quería: ser follada por dos tíos sin compasión.

Patty empezó a alternar lamidas de una verga a otra, acrecentando nuestra excitación con su lasciva lengua.

– Quiero comerme tu polla- le dijo a Jandro mirándole directamente a los ojos con deseo-. ¿Me llenarás la boquita con tu leche?.

– ¡Uffff!- resopló mi amigo- ¿quieres que me corra en tu boca…?.

– Mmmmm, quiero tragarme toda tu lefa mientras mi cuñadito me folla el coño- contestó sonriéndome con picardía.

– “Le voy a hacer una oferta que no podrá rechazar”- dijo la característica voz de Vitto Corleone en mi cabeza.

Patty se levantó y yo le quité el sujetador para acariciar sus maravillosos pechos de erizados pezones mientras mi compañero le bajaba el tanga descubriendo su coñito, bien rasurado, húmedo y caliente.

Jandro se sentó en el borde de la cama, con su erecta verga apuntando hacia el techo. Mi cuñada se acercó a él y se agachó para poner sus labios sobre la punta del duro músculo. Lentamente fue bajando la cabeza, y el afortunado y yo observamos cómo su falo desaparecía deslizándose entre aquellos apetitosos labios para ser envuelto por la cálida boca de mi viciosa cuñada.

– ¡Ooooooooooh!- exclamó Jandro con casi todo su miembro engullido.

Yo conocía perfectamente esa increíble sensación y la innata habilidad de la experta felatriz para provocarla.

Mientras Patty comenzaba con su magnífica mamada a mi amigo “ummppff, ummppff, ummppff”, su irresistible cuerpo se presentaba ante mí doblado por la cintura, con sus grandes senos colgando, sus prietas nalgas mostrando su esplendidez, y justo por debajo de ellas, entre los firmes muslos, ese coño de hinchados labios que segregaba fluidos pidiéndome ser penetrado. No lo dudé, agarré ese culo acorazonado y coloqué mi glande entre los hambrientos labios vaginales. De un empujón introduje todo mi falo hasta que mis caderas chocaron contra sus nalgas “¡Plás!”.

– Ummmmppff- gimió mi cuñada con la polla de mi amigo llegándole hasta la garganta por mi embestida.

Se la sacó de la boca por unos instantes para toser y decir:

– ¡Ummm, qué gustazo!. Me encanta sentirme tan zorra con una polla en la boca y otra taladrándome el coño.

Jandro me miró sonriendo y respondió:

– Sí que eres una zorra calentorra, sigue comiéndomela.

Y agarrándole la cabeza le colocó los labios de nuevo sobre la punta de su venosa herramienta.

Yo me retiré hacia atrás sacando todo mi rabo cubierto de brillantes jugos femeninos, y volví a arremeter para perforar esa gruta de placer con todas mis ganas.

– Ummmm- gimió Patty con su boca y su coñito llenos de polla.

Empecé un fuerte mete-saca que su vagina correspondía con deliciosas contracciones que masajeaban todo mi miembro. El empuje de mis caderas movía todo su cuerpo, marcando el ritmo de la mamada a mi amigo. Éste estaba en la gloria, con las manos apoyadas sobre la cama y la cara vuelta hacia el techo gimiendo con cada chupada.

– ¡Uf, uf, uf!, jodeer commmmo la chupaaaas- decía-. Uf, uuuuffff, no lo aguantooooo, te voy a llenar la puta bocaaaaaaahhhh.

Jandro empezó a correrse mientras yo seguía follándome a mi cuñada ensartándole mi verga hasta el fondo. La corrida de mi amigo se prolongó durante unos segundos en los que Patty se atragantaba con los chorros de cálida y espesa leche que llegaban directamente a su garganta. Mis constantes embestidas no la dejaban acomodarse bien la polla de mi amigo sobre la lengua, y cada vez que yo arremetía, el glande de Jandro se le incrustaba en la garganta para descargar chorros de semen. Cuando terminó de correrse, con cara de satisfacción, mi colega sacó su estaca de la boca de su felatriz y se quedó sentado contemplando cómo me la follaba.

Patty tosió, pero en ningún momento se quejó. Era ella quien había querido que mi amigo se corriese en su boca para atragantarse con su esperma.

Jandro se levantó para dejarnos la cama libre y se sentó en la silla del escritorio para observarnos.

Desacoplándose de mí, Patty se giró.

– Quiero cabalgar tu polla- me dijo con la respiración entrecortada.

Me tumbé sobre la cama y acto seguido ella se colocó a horcajadas sobre mí, bajando sus caderas hasta que mi falo volvió a penetrarla por completo.

– Ooooohhhhh- gimió-, ¡esssso esssss!. Vamos a darle un buen espectáculo a tu amigo…

En posición perpendicular a mi cuerpo, comenzó con un fuerte movimiento de caderas con el que se clavaba mi polla despiadadamente.

– Mmmm, ssssíííí- decía entre jadeos-. Cómmmo mmme gussssta la polla de mmmmi cuñadooohh.

Jandro contemplaba el espectáculo fascinado, viendo cómo esa hembra salvaje movía su maravilloso cuerpo sobre mí, gimiendo, mordiéndose el labio inferior y poniendo caras de auténtico placer mientras mis manos acariciaban su culo, caderas, cintura y estrujaban sus grandes pechos de puntiagudos pezones.

Yo nunca me había sentido observado en pleno polvo, y pensé que la situación me coartaría por completo, pero descubrí que era todo lo contrario. Mi cuñada era tan sensual y fogosa, que hacía que el ser observados fuese una experiencia aún más excitante.

– Aaah, aaah, ummm, aaaah- gemía Patty alternando miradas de puro vicio entre mi amigo y yo.

Jandro volvía a tener una evidente erección, así que se acercó a la cama y acarició el turgente pecho izquierdo de Patty mientras ésta botaba sobre mí. Ella tendió su mano hacia él y le agarró la verga para acariciársela sin dejar de clavarse la mía con furia.

El placer era tan exquisito que yo ya no podía aguantarlo más, así que agarré a mi cuñada de las caderas y comencé a marcarle yo el ritmo, clavándole mi mástil en lo más profundo de su ser. Los espasmos recorrieron mi cuerpo de la cabeza a los pies, haciéndome levantar la cadera para correrme con violencia dentro de aquel coño que devoraba toda mi dura carne. Cuando la cálida explosión de semen inundó sus entrañas, Patty también alcanzó el orgasmo gritando con toda su espalda arqueada.

– ¡Ooooooooooooohhh!.

– Qué buena corrida- dijo tras recuperarse-, pero quiero más- añadió mirando a Jandro mientras me descabalgaba.

Yo me incorporé y me senté. Mi colega se puso al borde de la cama, y Patty acarició su erección con dulzura relamiéndose los labios.

– ¿Quieres más?- le preguntó Jandro-, ahora voy a darte yo una buena ración de polla.

Se puso sobre ella, y mirándole fijamente a sus preciosos ojos, la penetró con rabia.

– Mmmm- gimió mi cuñada-, mmme encanta otra polla para mmmí. Fóllame tan bien como mi cuñado.

Jandro comenzó un rítmico bombeo con las piernas de Patty abrazándole por las caderas. Ella lo estaba disfrutando, gimiendo con cada embestida, pero yo notaba en su forma de gemir que el placer no era tan intenso como cuando era yo quien invadía su coñito con mi potente músculo.

Me levanté de la cama para sentarme en la silla a observar, y ellos aprovecharon para rodar sobre el lecho, quedándose ella sobre mi colega como momento antes había estado sobre mí.

Ahora era yo quien observaba en tercera persona cómo esa hermosa amazona cabalgaba gozando con la verga de mi amigo. Era un espectáculo magnífico: su rostro ruborizado por el placer, sus ojos aguamarina incendiados de lujuria, su lengua acariciando su labio superior para después morderse el carnoso labio inferior entre gemidos. Su piel brillaba por una fina capa de sudor sexual, sus firmes pechos subían y bajaban eróticamente con el ritmo de sus caderas, su redondeado culito se meneaba deliciosamente adelante y atrás resultando hipnotizador… Mi falo volvía a desentumecerse ante semejante visión.

Patty fijó su lujuriosa mirada en mí, y al ver cómo mi miembro comenzaba a recobrar vida propia, susurró:

– Dame tu polla.

Me acerqué quedándome de pie al borde de la cama y, sin dudarlo, sin dejar de cabalgar, ella agarró mi miembro semi-rígido para introducirlo glotonamente en su boca. Esa humedad y calidez que ya conocía eran increíblemente placenteras. Entre gemidos ahogados comenzó a succionar, haciendo crecer mi verga dentro de su boca, poniéndola gruesa y dura, llenándose la suave cavidad de carne hasta conseguir su máximo tamaño.

Cuando sintió que mi herramienta alcanzaba todo su esplendor, se la sacó de la boca succionando fuertemente.

– Fóllame por el culo- dijo con la voz entrecortada por los envites de Jandro-. Quiero vuestras dos pollas dentro de mí.

– Te lo voy a taladrar- le contesté subiéndome a la cama y situándome de rodillas tras ella.

Palpé sus glúteos sin que estos parasen de moverse, y exploré la división entre ambos hasta encontrar su ano. No estaba completamente cerrado, el placer que Patty estaba sintiendo follándose a Jandro lo hacía bastante receptivo, aunque no lo suficiente para aceptar el grueso mástil que su golosa boca me había dejado. Ensalivé mi dedo índice, y penetré el suave ojal con él.

– Oooohhh- gimió ella.

Empecé a hacer movimientos circulares, lubricando con mi saliva y estimulando la abertura para que fuese ensanchándose y aceptase otro dedo.

Su cuerpo respondía tanto a mis dedos como a la polla que penetraba su coño, así que no tardó en aceptar dentro tres dedos bien untados de saliva. Era el momento de cumplir sus ansias de doble penetración.

Patty detuvo la cabalgada y se recostó sobre Jandro, que también se paró, aunque agarró sus magníficas tetas para no dejar de masajearlas. Yo me coloqué sobre ella, cargando mi peso sobre mis brazos y mis rodillas. Su mano derecha agarró mi polla y colocó mi glande en su ano. Poco a poco empujé con la cadera y mi ariete empezó a abrirse paso entre las estrechas paredes que lo envolvían y estrangulaban.

– ¡Ah, ah, ah, ah!- jadeaba la sodomizada sintiendo mi dureza abriéndola por dentro.

– Uffffff- resoplaba Jandro sintiendo en su miembro las contracciones internas de mi cuñada mientras el cuerpo de ésta trataba de aceptar al invasor que llegaba por detrás.

Tras unos instantes, mi cadera hizo tope con los firmes glúteos. Toda mi verga estaba alojada en su culo, increíblemente prieta en su interior. En mis huevos sentía un cosquilleo producido por el leve contacto con los de mi amigo, y mi polla pedía a gritos empezar con el mete-saca para sentir en toda su extensión la placentera sensación de los músculos de Patty masajeándolo.

Miré hacia la derecha y pude ver el reflejo de los espejos del armario. Parecíamos un sándwich en el que Jandro y yo éramos el pan, y mi cuñada el delicioso relleno.

Comencé con el movimiento de caderas, taladrando con mi falo ese magnífico culito. Los empujones de mis caderas hacían que las de Patty también se moviesen, clavándose aún más la inhiesta polla de mi amigo en su coño.

Los tres jadeábamos rítmicamente, en un coro de placer en el que rápidamente mi cuñada empezó a destacar como solista. A pesar de lo difícil de la postura, yo había conseguido acomodarme para dar estocada tras estocada en un frenético choque cadera-nalgas: “¡Plás, plás, plás, plás!”.

La impresión de tener dos pollas dentro, con sus dos agujeros llenos de carne dura y caliente, era tan intensa, que Patty gemía suplicante por no poder resistir tanto placer.

Jandro cogió mi ritmo, y también empezó a mover sus caderas para penetrar repetidamente con su gruesa polla el coño de mi cuñada rebosante de fluidos.

– Diossss mmmmío, oooooh, ummmmm- gemía ella-. Mmmmme rrrreventáissss porrrr deeeentroooohhh.

Mediante un pacto entablado con la mirada, mi compañero y yo comenzamos a alternar penetraciones profundas, de tal modo que Patty podía sentir en todo momento una verga invadiéndola por dentro. Cuando un falo se retiraba un poco, el otro profundizaba desde el otro lado.

Mi alumna estaba abrumada por tantas sensaciones: las manos de Jandro apretándole las tetas, mis jadeos produciéndole cosquilleos en su oreja derecha, la cadera de mi amigo golpeando su clítoris, la mía golpeando sus glúteos, el falo de su nuevo amante alojándose en su vagina, el de su cuñado dilatando su recto… delante, detrás, delante, detrás… coño, ano, coño, ano…

Patty no pudo soportar más la marea de cálidas y electrizantes sensaciones que se propagaban por todo su cuerpo y que a su cerebro no le daba tiempo a procesar. La energía sexual acumulada la hizo estremecerse en un poderoso orgasmo con el que gritó extasiada por esa doble penetración:

– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh!.

Sentí en mi polla las fuertes contracciones, provocándome espasmos de placer que me obligaban a seguir empujando más y más.

Jandro estrujaba los pechos de la doblemente follada, con la boca abierta y los ojos en blanco, sintiendo la fuerza de los músculos vaginales exprimiendo su rabo. Su corrida también era inminente, y con un gruñido casi animal, liberó su carga llenando el coño de mi cuñada con el hirviente elixir de su excitación.

Al sentir la corrida inundándola por dentro, Patty encadenó otro orgasmo con el que su espalda se levantó venciendo mi peso y echándose hacia atrás. Yo sentí una sublime mezcla de dolor y placer cuando su culo exprimió aún más mi polla. Cuando su cuerpo me empujó hacia atrás con la casi sobrenatural fuerza del orgasmo, mis manos tuvieron que aferrarse a sus duros pechos para no caerme, pero la convulsión de su corrida era tan fuerte, que siguió curvando su espalda, apoyando sus omoplatos sobre mi pecho, consiguiendo que mis muslos cediesen al peso de ambos y mis rodillas terminasen por doblarse cayendo yo también hacia atrás.

La complicada y dolorosa postura en que quedamos, hizo que mi verga fuese como una lanza que empaló por el culo a Patty hasta la máxima profundidad, causándome tal gustazo, que inmediatamente me corrí eyaculando abundantes chorros de densa leche que escaldaron mi glande y abrasaron las entrañas de mi cuñada, que enlazó otro fantástico éxtasis que la dejó sin aliento.

Era la segunda vez que conseguía ver y sentir un orgasmo múltiple, y aún así, no podía creerlo.

Finalmente volvimos a echarnos hacia delante, apoyándose Patty sobre el cuerpo de Jandro, y yo sobre la espalda de ella, poniendo mis manos sobre la cama para no aplastar a ambos. Así permanecimos durante un par de minutos en los que únicamente se podía escuchar las dificultosas respiraciones de los tres.

– Gracias por cumplir una de mis fantasías- dijo Patty rompiendo el silencio.

Jandro sólo pudo sonreírle, y yo la contesté dándole un suave beso en el cuello, en la sensible zona de la yugular.

Una vez recompuestos, Jandro se marchó con la mayor cara de satisfacción que jamás le había visto. Yo me quedé el tiempo justo para darme una rápida ducha que eliminase el olor a sexo de mi cuerpo para volver a casa, junto a mi mujer.

Patty me esperaba en el salón fumando relajadamente, y cuando ya estaba a punto de marcharme, me dijo:

– No le des vueltas y no te preocupes por haberme compartido esta noche, sigo siendo tu putita.

– Lo sé- contesté depositando toda mi confianza en ella,- sólo querías cumplir tu fantasía de follar con dos tíos a la vez.

Ella sonrió y me dio un largo beso.

– Por cierto- dijo cuando finalmente nos despedíamos-, esta tarde me llamó mi hermana para invitarme a la fiesta de disfraces que organiza su empresa por el carnaval. Es el próximo viernes.

– ¡Ah!- exclamé sorprendido-. Sabía que iríamos, como todos los años, pero no me ha dicho nada de que te haya invitado.

– Pues acepté su invitación, así que sí iré, disfrazada a juego con vosotros… Será divertido.

– Será muy peligroso…- contesté dubitativo.

– Pues eso, muuuuy divertido- sentenció.

Nos dimos un fugaz beso de despedida y me marché rememorando lo sucedido esa noche, aunque pensando también en lo que podría ocurrir en la fiesta de disfraces. Unas frases del señor de los anillos acudieron a mi mente:

– “Es peligroso, Frodo, cruzar tu puerta. Pones tu pie en el camino, y si no cuidas tus pasos, nunca sabes a dónde te pueden llevar”.

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